Julio López
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Homenaje al Che y compañeros fallecidos
Por "Ch." - Sunday, Oct. 09, 2005 at 7:23 PM

“Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha.” “Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros,…, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano! A 38 años de la caída en combate del compañero comandante Ernesto Che Guevara y desde el entrañable recuerdo de l@s querid@s compañer@s: “Trucha” Giordano; “Tordo” De Benedetti; Ana María Capoluongo y tantísimos más, reproduzco- en sus memorias-estos artículos para reflexionar. “Ch.”

26 de octubre del 2002


Cátedra libre Ernesto Che Guevara


Por la revolución mundial

Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

Un comentario al “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”

Néstor Kohan:

Al elaborar el programa de la Cátedra optamos por seguir las recomendaciones metodológicas de Carlos Marx. Nos parecía no sólo lo más acertado sino también lo más útil. En Marx, el método de exposición de lo que uno ha estudiado consiste en partir y comenzar por lo más maduro, lo más desarrollado, el resultado final para, a partir de allí, remontarse hacia atrás, hacia el pasado, hacia las condiciones de posibilidad que constituyeron en su despliegue a lo largo de la historia y en su desarrollo la posibilidad que genera el resultado "maduro". Finalmente, una vez que se recorre ese proceso de génesis y constitución histórica, volver al presente, volver al resultado final. Pero esa "vuelta", ese retorno, implica haber recorrido todo un camino en el medio, haber recorrido todas las mediaciones. El retorno del final nunca es igual al abordaje del principio. A ese método se lo ha denominado de diversos modos: "círculo concreto-abstracto-concreto", "método procesual-estructural", "método histórico-lógico", etc,etc. No es ésta la ocasión para profundizar en ello. Simplemente queríamos dejar en claro, queríamos explicitar el presupuesto metodológico desde el cual nos proponemos abordar el estudio del Che.

Nos pareció interesante comenzar la Cátedra con el texto más "maduro" de Guevara. Aquel que fue considerado uno de sus últimos mensajes políticos. Históricamente fue algo así como su "testamento político" (aunque el Che no lo pensó en esos términos, porque no se pensaba morir, no fue a Bolivia a morir como un mártir ni un suicida, como dicen por allí algunos biógrafos apresurados y malintencionados...). pero, de algún modo, su último mensaje, el "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental" resume su apuesta política madura a favor de la revolución mundial, contra el imperialismo, por el socialismo.

Por eso comenzamos por allí. No es un capricho. No es arbitrario. Este mensaje conserva, según nuestra modesta opinión, en sus trazos esenciales y estratégicos, vigencia en la actualidad. No en aquello que se fue con la historia o que pertenece a la historia, al pasado, a lo pretérito, sino en aquello que define una perspectiva revolucionaria integral, universal, "globalizada" para utilizar un término muy en boga en nuestra época.... Con el máximo de los respetos, creemos que el internacionalismo no nació en Seattle.

Después intentaremos ir desagregando los diversos componentes internos de su pensamiento integral, de su perspectiva totalizante del socialismo y el lugar que el sujeto juega en su creación, para, hacia el final, regresar hacia el presente, a la vigencia del pensamiento revolucionario del Che en la actualidad.

Ese es el criterio metodológico de esta Cátedra.

Entonces, lo que teníamos que discutir hoy en la Cátedra era cuál es el primer texto que vamos a dar. Porque no podemos empezar con la primera carta que Guevara envía a sus familiares cuando está viajando como mochilero, porque eso no es representativo del conjunto del pensamiento político del Che. Entonces se nos ocurrió que era más interesante empezar por el final, empezar por el texto más "maduro" del Che, el que sintetiza toda su visión estratégica de la revolución mundial, para después sí, una vez que uno tiene el panorama global del pensamiento del Che, ir hacia los orígenes, ir hacia la genealogía, ir hacia los procesos de constitución –mediados por la práctica insurgente y por los debates teóricos y políticos-.

El presupuesto metodológico consiste, entonces, en desarrollar una Cátedra con un sentido histórico. Porque para nosotros, como dijimos al comienzo del año, el Che no es Dios, el Che no nace de una burbuja ni viene de un plato volador y cae al planeta Tierra: como sujeto pensante y actuante es producto de una época.

Y si uno no sabe en qué contexto se dieron esos debates, qué fue la Revolución Cubana, cómo surgió el movimiento antiimperialista continental, etc.; aparece la figura del Che aislada, y por lo tanto uno lo convierte en un héroe, en un ícono de adoración irracional. Y para nosotros no es eso. Por eso vamos a intentar a lo largo del año, hacer una aproximación histórica, porque el método de Marx es, justamente, un método historicista y dialéctico. La dialéctica marxista es histórica. Se articula a partir de la historia.

Y vamos directamente al texto de hoy.

Este texto fue publicado por primera vez hace 35 años, el 16 de abril de 1967, en un suplemento especial de una revista que sigue saliendo hoy, que se sigue publicando actualmente: TRICONTINENTAL.

¿De dónde salió el nombre de la revista? Cuando el texto se publica, Ernesto Guevara está en Bolivia, y todavía no se sabía públicamente que él estaba ahí. El nombre de la Tricontinental proviene de una conferencia mundial que se hizo en enero de 1966 en La Habana. Se llamó la Conferencia Tricontinental de los Pueblos. Agrupó a pueblos de los tres continentes que en aquel momento estaban desarrollando la lucha antiimperialista y que están presentes en el texto del Che: América Latina, Asia y África. De la Conferencia Tricontinental participaron - el Che hace referencias, unas veces abiertas, otras implícitas - los dos grandes "colosos" que en aquella época encabezaban lo que se suponía era la alternativa al capitalismo: la Unión Soviética y China.

En la Conferencia Tricontinental se formaron informalmente tres bloques. Allí hubo una delegación argentina muy importante. Una delegación plural y heterogénea, con representantes marxistas, peronistas de izquierda, socialistas, comunistas, etc.

La Conferencia Tricontinental - el mensaje del Che no se entiende al margen de ese momento histórico - se dividió en tres grandes bloques políticos, tres grandes "grupos de opinión" para llamarlos de algún modo: a la hora de votar, a la hora de discutir qué era el imperialismo, cuáles eran los métodos para enfrentarlo, cuál era el eje de la lucha...

Por un lado, el bloque encabezado por la Unión Soviética, acompañado por la mayoría - no todos – de los partidos comunistas latinoamericanos.

Por otro lado, el bloque de China, acompañando por Indonesia, algunos países africanos, y unos pocos partidos comunistas latinoamericanos.

Y el tercer bloque estaba encabezado por Cuba, acompañado de Vietnam, que llevó una importante delegación, tanto de Vietnam del Norte - en esa época estaban divididos por el imperialismo en dos países - como también del Frente de Liberación de Vietnam del Sur (Vietcong). El tema de Vietnam es muy importante en el pensamiento político y estratégico del Che.

Muy bien: este tercer bloque estaba conformado por Cuba, Vietnam, y acompañados por el PC de Venezuela, encabezado por Douglas Bravo, que seguía la línea del Che Guevara y Fidel Castro, en "oposición" a la línea soviética. También muchos otros países africanos. Y también partidos y movimientos revolucionarios latinoamericanos. Porque era una Conferencia que agrupaba a Estados, pero también a partidos y movimientos. Algo similar – aunque muy lejano... - a lo que es y fue durante la última década el Foro de San Pablo, o el Foro Social Mundial de Porto Alegre. Pero en esa época, las ONG's no existían, entonces iban los Estados no-capitalistas, y partidos, movimientos, frentes, grupos guerrilleros del Continente. Tenía, obviamente, un componente mucho más radicalizado que el Foro Social. Se discutían los "cómo", pero nadie discutía que la perspectiva era el socialismo. Ese era el suelo común, bien distinto al del Foro Social Mundial...donde conviven corrientes muy heterogéneas.

El bloque de Cuba y Vietnam levantaba como método fundamental de lucha contra el imperialismo, la lucha armada, a la que paradójicamente se opusieron allí tanto la delegación china como la soviética. Bueno, era una época de pleno conflicto chino- soviético, eso aparece en el texto del Che, lo podemos discutir después. La República Popular China, que logra el triunfo de su Revolución en el año 1949, a comienzos de los años '60 se distancia del que había sido su principal aliado, la Unión Soviética, y empieza una confrontación muy fuerte entre ambos, incluso con ejércitos paralelos en las fronteras, con riesgos de guerra. Y esa división se generalizó en todo el mundo. Todos los partidos comunistas empezaron a dividirse en "prosoviéticos" y "prochinos".

Ese conflicto está presente en el pensamiento del Che. Amargamente, porque el señala muchas veces la "guerra de zancadillas" que estaban haciendo las dos superpotencias socialistas, y ambas estaban dejando solo a Vietnam...

En Argentina gobernaba entonces el general Onganía, después del golpe de estado de junio del '66. Y también podemos decir, brevemente, como bosquejo, que esa década, en la que el Che escribe este texto fue una década de rebeldías políticas y culturales al mismo tiempo. Fue una década donde se independizó Argelia, luego de una guerra donde el ejército francés - el hoy famoso Le Pen era un torturador en Argelia - implementó la tortura sistemática y luego se las enseño a nuestros generales en la Escuela de Guerra argentina. Varios países africanos se descolonizaron. En los países capitalistas desarrollados hubo una ola de grandes huelgas fabriles, como en Italia, por ejemplo. Y una gran efervescencia estudiantil durante toda la década. En el '68, un año después del asesinato del Che, florecen el "mayo francés", también en EE.UU., Alemania, Japón, en México, etc.

Y en el plano cultural, podemos recordar brevemente, como parte del contexto, fue una década donde afloró un conjunto de teorías y de corrientes críticas, contestatarias, con pretensiones revolucionarias, en el terreno de las ciencias sociales y de la política. La rebeldía contra el sistema no sólo atravesó a la práctica política y a la militancia política. También "cortó en dos" la vida científica y la vida cultural.

Por ejemplo, la teoría de la dependencia, que surgió entre algunos intelectuales latinoamericanos como crítica de la economía política "oficial" de aquellos años. Una crítica contra la teoría que tenía en aquella época la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina). La CEPAL era una institución ligada a las Naciones Unidas que proponía que los países latinoamericanos, para salir de la pobreza y el subdesarrollo se tenían que "modernizar". Y modernizar implicaba para ellos... introducir el capitalismo en la agricultura, desarrollar grandes vías de comunicación, etc.

La teoría de la dependencia sale a cuestionar eso: plantea que no tiene sentido creer que los países latinoamericanos no tienen un capitalismo muy desarrollado y que si adelantamos un poquito vamos a ser como EE.UU., sino que plantea que el capitalismo es un sistema mundial, donde América Latina es parte de la periferia, y el imperialismo es parte de las metrópolis. El "subdesarrollo" entonces, es la consecuencia necesaria del sistema mundial capitalista, no un hecho accidental o accesorio de segundo orden.

Es también la década en la que surge la Teología de la Liberación, aunque todavía no con ese nombre. Probablemente, el nombre se lo proporciona en 1974 un teólogo peruano, Gustavo Gutiérrez. Pero ya la práctica - algo de eso habló Raúl Suárez el viernes pasado - estaba en ese momento: Camilo Torres es uno de los principales y máximos exponentes de esta corriente, y en el Mensaje del Che aparece Camilo Torres...

En el plano de la estética, fue una década de modernización cultural donde la vanguardia se entrecruzó con la política. En Buenos Aires, el célebre Instituto Di Tella se fractura y se generan expresiones militantes, donde la vanguardia artística se entrecruza con la vanguardia política, como es el caso de "Tucumán Arde".

Mientras tanto, en EE.UU, en las metrópolis imperialistas, también fue una década de fermento, de crítica, y de "indisciplina social". Fue la década del "hippismo", que se puede discutir si era o no revolucionario, pero era una década de cuestionamiento a la sociedad de consumo y a sus normas de vida. Hasta en el plano de la literatura fue una década muy revulsiva en EE.UU.: fue la época de la "generación beat", con escritores "malditos" como Burroughs, como Kerouak, que elogiaban el hacer grandes viajes con la mochila al hombro y no trabajar mansamente en una oficina o en una fábrica.

En el plano de la sociología fue una década donde se cuestionó la disciplina como disciplina misma, incluso en EE.UU. Un gran pensador, Charles Wright Mills, cuestionó a toda la sociología norteamericana por ser cómplice en las guerras de rapiña de EE.UU. Los sociólogos yanquis, decía Wright Mills, investigan cómo dominar mejor, cómo hacer mejor la guerra. Un discípulo suyo, Alvin Gouldner, señalaba que los sociólogos académicos norteamericanos estudian cómo ganar la guerra de Vietnam, cómo neutralizar la protesta de los negros, de los afroamericanos en Estados Unidos. Los sociólogos "científicos" –el estructural-funcionalismo, por ejemplo- son cómplices del sistema, decían Wright Mills y Alvin Gouldner.

Asimismo, fue una década donde se dio un debate mundial sobre le tema del humanismo y el marxismo, si son o no compatibles. El Che Guevara tomó posición - más adelante nos dedicaremos a leer más detenidamente las posiciones del Che sobre el tema del humanismo - pero no fue el único que escribió, hubo una literatura muy importante en esa década, sobre el tema del "joven Marx", el problema de la alienación - una categoría que hoy se incorporó al lenguaje de la vida cotidiana, pero que es de origen filosófico - y el terreno de esa discusión fue la década del '60.

Bueno, este es un esquema muy general, sumamente abstracto y limitado, de las grandes líneas de emergencia de nuevas corrientes de ciencias sociales, de indisciplina social y renovación cultural.

Lo que queremos expresar al mencionar algunas de estas rupturas y estas emergencias –aquí sólo mencionadas, habría que estudiarlas en profundidad- es que el Mensaje del Che no está escrito "en el aire", es el producto, el punto de llegada de una década que en todo el mundo, desde Asia, América Latina y África hasta las metrópolis norteamericana, alemana, inglesa, etc., estaba fermentada por la indisciplina y la búsqueda de nuevos horizontes.

Se podría pensar, por ejemplo, que la disciplina social que el capital le había impuesto a la fuerza de trabajo a nivel global mundial a través de dos guerras mundiales, se empezó a resquebrajar en la década del '60. Fue una década de gran rebelión contra el capital, a la que siguió, en la década del '70, una contrarrevolución que hoy se conoce popularmente como el "neoliberalismo". Esta década donde aparecen Pinochet (uno de sus iniciadores a nivel mundial), luego Margaret Thatcher, Ronald Reagan, todo el conservadurismo...

Pero la década del '60 es justo el interregno entre el fin de la disciplina de la fuerza de trabajo, que se implementa sobre todo en Europa Occidental a partir de la Segunda Guerra Mundial, y la contrarrevolución neoliberal. Se ubica justo en el medio.

Luego de contextualizarlo, pasemos entonces al texto del Che. Para señalar puntos de discusión:

Primer punto: el Che empieza hablando que es una década de "optimismo", porque supuestamente hay paz: "Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se divide". Más adelante Guevara se pregunta si la paz que genera el optimismo es real.

¿A qué está haciendo referencia con el optimismo y la paz?

Fundamentalmente, a la política oficial que en aquella época tenía la Unión Soviética, que se llamaba, en el lenguaje de sus dirigentes, la "coexistencia pacífica": la posibilidad de competir con el imperialismo en el terreno económico y en el terreno ideológico, pero no competir con el imperialismo en el terreno político-militar. Recordemos que después de la Segunda Guerra Mundial hubo un reparto del mundo, de "zonas de influencia", en un acuerdo famoso en Yalta. Allí, la Unión Soviética se comprometía a "no generar disturbios", a no apoyar activamente a movimientos revolucionarios en la zona de influencia norteamericana. Y efectivamente fue así: gran parte de las rebeliones y revoluciones, desde la rebelión juvenil del Mayo Francés de 1968 hasta la Revolución Cubana de 1959 o las guerrillas africanas, no tuvieron apoyo soviético. A pesar que la URSS tenía una cantidad de armas impresionante, incluso un gran arsenal nuclear... La URSS apoyó a Cuba mucho después, pero la vieja idea difundida, según la cual "Sin el apoyo ruso no había revolución cubana", es un poquito –para decirlo elegantemente- unilateral, porque la revolución triunfó en 1959 sin armas soviéticas, sin asesores soviéticos, sin tropas soviéticas, sin dinero soviético. El vínculo entre Cuba y la URSS es posterior al triunfo de la revolución.

El Che Guevara polemiza con esa tradición de la coexistencia pacífica, cuando habla al comienzo de su mensaje del "desmedido optimismo" que reina, como si viviéramos en paz porque no hay guerra mundial, y entonces se pregunta si la paz será verdadera. Está discutiendo con la posición soviética.

¿Dónde se puede encontrar esto? Porque quizás algún compañero pueda desconfiar de lo que estamos diciendo, y tal vez plantear que la URSS no decía eso...

Muy bien, además de las opiniones que todos podemos tener, hay documentos.

Por ejemplo, hay documentos de una conferencia mundial varios años anterior a la Tricontinental (recordemos que la Internacional Comunista fundada por Lenin había sido disuelta por Stalin en 1943) donde se sancionó la "coexistencia pacífica" y la estrategia de "tránsito pacífico". En su declaración se planteaba que: "La clase obrera y su vanguardia el partido marxista-leninista tienden a hacer la revolución por vía pacífica [...] En varios países capitalistas, la clase obrera, encabezada por su destacamento de vanguardia, puede conquistar el poder estatal sin guerra civil" (Declaración de la Conferencia de Representantes de los Partidos Comunistas y Obreros. Bs.As., Anteo, 1960). Esta Conferencia agrupó - así decía la liturgia de la época - a todos los partidos comunistas y obreros del mundo (los que estaban enrolados en la línea pro-soviética). Allí encontramos, está editado en español, que explícitamente se sostiene que el camino hacia el socialismo tiene que ser un camino pacífico, es decir, que tiene que haber una "vía pacífica al socialismo".

Algo que después, de manera trágica, y con toda la honestidad revolucionaria que tuvo, al punto que entregó su vida en este proyecto, intentó llevar a cabo Salvador Allende en Chile. La transformación del capitalismo al socialismo por vía pacífica, y fundamentalmente parlamentaria e institucional. Muchas veces, cuando se recuerda y se machaca con "el fracaso" del Che en Bolivia, no se dice una sola palabra del supuesto triunfo, de la supuesta viabilidad, del supuesto realismo que habría acompañado al camino alternativo frente a la propuesta del Che, es decir, al camino emprendido por Salvador Allende y sus compañeros y compañeras. Esto lo planteamos, demás está decirlo, con todo el respeto del mundo y toda la admiración personal por Salvador Allende, por su integridad ética y política y por su entrega a los valores más nobles de la humanidad. Pero, al mismo tiempo nos preguntamos: ¿no vamos a extraer ninguna consecuencia política de 1973, ninguna conclusión teórica del supuesto "triunfo de la vía pacífica al socialismo" que nos proponen –todavía hoy...- como alternativa viable y realista frente al fracaso del Che Guevara?

Años después, esa misma doctrina de la vía pacífica preconizada por los soviéticos desde fines de los años '50 y ensayada por Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile hasta 1973, la adoptó como estrategia oficial el "eurocomunismo". Es decir, los partidos comunistas de Francia, Italia y España, a mediados de la década del '70, antes de convertirse oficialmente en socialdemócratas (como en el caso italiano).

GRAN PARTE DE LOS TEÓRICOS ACADÉMICOS EUROPEOS ACTUALES –o de los últimos años- que promueven la peregrina idea de que no hay que luchar por el poder, de que "la idea de revolución es vieja y anticuada", de que el marxismo constituye apenas una ideología economicista "que no entiende de política y aplasta a los movimientos sociales"...son HIJOS DIRECTOS DEL EUROCOMUNISMO. Conformaron sus bases teóricas y filosóficas en el interregno europeo que se abre con la derrota de 1968 y se cierra con el auge del EUROCOMUNISMO y la "vía pacífica". Conviene no olvidarlo a la hora de discutir el problema del poder...

Pero en la década del '60, esa era la posición oficial de la Unión Soviética. Exactamente contra esa posición discute el Che Guevara en este "Mensaje", cuando comienza problematizando la noción de "paz". ¿A qué llamamos "paz"? ¿Cómo vamos a construir una paz mundial real, que no presuponga al mismo tiempo guerras de masacre permanente?

Después el Che plantea otro tema para discutir: formula la idea y la noción del imperialismo entendido como sistema mundial. En esa época, no estaba de moda pensar así. Hoy en día, hasta cualquier periódico burgués nos habla de "sistema mundial", de "la globalización", de "orden mundial". Hasta el diario La Nacion o Ámbito Financiero [diarios argentinos de extrema derecha y sumamente conservadores], hablan de "la globalización".

En aquella época, hablar de "sistema mundial", no era lo que predominaba, a pesar de que en el pensamiento político del Che esa idea constituye el eje de su estrategia.


Años después, un académico norteamericano, Emmanuel Wallerstein, publicó varios tomos a partir de 1974, para entender la historia del capitalismo como un sistema mundial. La idea consiste en no estudiar el capitalismo país por país –separados y aislados- sino en forma inversa, ya desde sus inicios, desde la transición desde el feudalismo al capitalismo, entendiéndolo como un sistema mundial. Y después se puso de moda eso en la Academia, también. El último libro que discute sobre esta idea - sobre el cual vamos a polemizar mucho en esta Cátedra, porque ha tenido una repercusión enorme en el campo progresista, y nosotros discrepamos profundamente con esa visión - es el texto de Toni Negri; "Imperio".

Negri también plantea hoy al capitalismo como una sociedad mundial...Aunque da la impresión que cuando Negri dice por allí que "los viejos internacionalistas proletarios", "los viejos revolucionarios", no tenían una visión mundial, sino una visión país por país, está planteando las cosas de manera completamente unilateral y forzada. Basta leer el "Mensaje" del Che para corroborar que su perspectiva no tiene nada que ver con lo que plantea Negri.

¿No será que cuando Negri habla, polémicamente, contra "los viejos internacionalistas", "los viejos revolucionarios", que no llegaban a mirar al mundo como una unidad...está pensando en realidad en sí mismo? Sería mejor que hablara en primera persona...en lugar de atribuir al conjunto de la izquierda mundial sus propias debilidades de los años '60 –por ejemplo su limitación eurocéntrica, su provincianismo político reducido a Italia y a Europa Occidental-.

Otro tema para discutir: ¿cuál es el campo privilegiado de la lucha en el planteo del Che?

Bueno, el Che Guevara allí prioriza, como lo hacía la Conferencia Tricontinental: Asia, Africa, América Latina. Ese es el eje principal –no único- de la confrontación con el imperialismo.

Tampoco era común esto, porque en la tradición revolucionaria existió, durante mucho tiempo - y hoy sigue existiendo - un fuerte EUROCENTRISMO.

¿Qué quiere decir esto? Que hasta que no se libere la clase obrera inglesa o alemana, nosotros, los de América Latina, Asia y Africa, no tenemos nada que hacer...Mejor cruzarnos de brazos.

Esta visión, supuestamente "marxista", todavía hay quien la repite, en el campo académico, Y muchos marxistas europeos, que se sienten genuinamente revolucionarios, continúan repitiendo hoy esta idea. Algunos los escriben, otros simplemente lo piensan y no lo dicen. Pero sus estrategias políticas se asientan implícitamente en esta visión.

El Che pone esto en discusión. De manera ácida, dura, mordaz, polémica.

Otro punto en discusión es el papel de la OEA y de las Naciones Unidas. Esto sigue aún hoy en debate. El domingo pasado apareció un artículo muy polémico del periodista argentino Horacio Verbitsky, donde cita informes de la OEA y de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, según los cuales los revolucionarios colombianos son "terroristas, violadores, torturadores, asesinos...".

Es un tema que tenemos que seguir discutiendo, si para nosotros es confiable lo que dicen las Naciones Unidas, que han avalado todas las guerras, que se han puesto siempre –en nombre del "derecho"...- del lado de los poderosos. El Che tenía una opinión muy fuerte al respecto. Dice explícitamente: "las Naciones Unidas y la OEA son máscaras del imperialismo". Por lo tanto jamás las vamos a aceptar como una fuente fidedigna. Bajo la bandera "neutral" y "equidistante" de las Naciones Unidas se han masacrado y se han bombardeado pueblos enteros. En la época del Che y hoy en día no ha cambiado mucho la cosa. Quizás ha empeorado....

Por otra parte, Guevara sostiene que "Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido(soslayado), está trágicamente solo". ¿Por qué "solo"? Pues porque Vietnam está aislado en su enfrentamiento con EEUU. El Che critica aquí a las dos superpotencias (China y URSS): " [...] Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos grandes potencias del campo socialista".

De esta forma el Che le cuestiona al Pacto de Varsovia (un pacto de asistencia recíproca en el plano político-militar que tenían la Unión Soviética y los países del Este) por qué no incluyeron a Vietnam dentro de su territorio inviolable. Si las potencias imperialistas invadían Polonia había guerra mundial, si invadían Rumania había guerra mundial. Si invadían o bombardeaban la Unión Soviética había guerra mundial. ¿Por qué, entonces, si invadían o bombardeaban Vietnam no había guerra mundial? ¿Qué razones geopolíticas llevaban a dejar solo a un pueblo del Tercer Mundo para que impunemente lo desangren, y no tomarlo como un territorio propio? Lo discutiremos más adelante cuando analicemos la lucha entre el internacionalismo y la razón de Estado en el pensamiento socialista.

Por último, el Che plantea las tareas continentales de América Latina. Este tema sigue pendiente en la izquierda argentina y latinoamericana aún hoy. El Che es muy terminante: tiene una formulación muy famosa, que es casi idéntica a la formulación de 1928 de José Carlos Mariátegui, que dice que la tarea actual es "o revolución socialista, o caricatura de revolución".

Él en ningún momento acepta que en América Latina las tareas consistan en construir una "revolución nacional", "democrática", "progresista", que deje para... el día de mañana el socialismo. Plantea de una manera muy tajante, muy polémica, que si no se plantea la revolución socialista, eso es "una caricatura de revolución", y que a la larga termina en fracaso o en tragedia, como pasó tantas veces.

Después también aborda el tema de la burguesía, a la que Guevara no denomina "nacional" sino "burguesía autóctona". Un tema que ha vuelto, en los últimos años, en propuestas y debates de economistas e historiadores nacional-populistas o de centroizquierda que plantean que hay una burguesía nacional latinoamericana, que esa burguesía es un aliado nuestro, que tenemos que hacer alianzas con las burguesías nacionales contra el imperialismo en defensa del mercado interno, y eso implica toda una serie de políticas de alianzas en el terreno ideológico, cultural, etc.

El Che plantea que las burguesías autóctonas son parte del imperialismo, que no tienen autonomía propia: "las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo –si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola". Esto fue formulado casi una década antes del plan de Martínez de Hoz...[ministro de economía de la dictadura militar argentina de 1976]. Es decir, que para Guevara no habría que haber esperado a 1976 para, recién allí, empezar a pensar que la burguesía nacional no puede dirigir.

¡No!. Casi una década antes de la supuesta desindustrialización, ya el Che descree de la capacidad emancipadora de la burguesía autóctona latinoamericana ("nacional" para sus defensores...).

Por último, Guevara plantea el tema de la confrontación armada, y tiene una formulación (que podemos discutir, también) donde señala los límites, muy fuertes (pensemos en el 19 y 20 de diciembre, donde muchos de nosotros participamos...) de la lucha callejera.

"Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta" dice el Che, poniendo un límite muy fuerte, para poder realmente hacer una revolución.

También en este mensaje, Guevara, que antes –en 1965- había afirmado en "El socialismo y el hombre en Cuba" que "Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad" plantea una dialéctica muy difícil de aprehender desde los valores inculcados en nosotros por las clases dominantes. Porque convengamos en que nos han educado –más allá de credos y religiones- en la cultura del "poner la otra mejilla".

En un célebre poema, decía Bertolt Brecht que:

"Me gustaría ser sabio también / Los viejos libros explican la sabiduría: / apartarse de las luchas del mundo / y transcurrir sin inquietudes nuestro breve tiempo. / Librarse de la violencia, / dar bien por mal, / no satisfacer los deseos y hasta olvidarlos: tal es la sabiduría".

En esa cultura nos han educado desde pequeños. Si nos hacen el mal, dar la otra mejilla, o, como dice Brecht, devolver con bien el mal que nos han hecho. (Por supuesto que Brecht termina su poema diciendo: "Pero yo no puedo hacer nada de esto: / verdaderamente, vivo en tiempos sombríos"). Sin embargo en esa cultura del agachar la cabeza, resignarse y nunca responder las agresiones nos han educado. Esa es la base subjetiva de la internalización de la dominación burguesa.

Muy bien, el Che Guevara se rebela frente a esos valores. Como en su época escribió Brecht -Pero yo no puedo hacer nada de esto-, de igual manera el Che no acepta esos valores.

Y entonces –pensando en Vietnam, pensando en las luchas revolucionarias latinoamericanas, pensando en el colonialismo racista europeo en África, pensando en los miles de torturados y torturadas de Argentina y América Latina (ya en los '60...), pensando en las mujeres indefensas violadas por las tropas de ejércitos entrenados por EEUU, pensando en "las bestias hitleristas"- Ernesto Guevara sostiene que: "un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal".

Esta formulación no puede separarse del objetivo central de los revolucionarios: la lucha tiene por finalidad acabar con la explotación y la enajenación de nuestros pueblos. Esa lucha tiene como valor fundante el amor: "Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad" nos había dicho poco antes. No se pueden separar ni escindir ambas formulaciones. El pensamiento burgués las separa, siempre, invariablemente, cae en antinomias: Odio o amor. Paz o guerra. El pensamiento burgués, sus categorías analíticas, sus valores fetichizados y fragmentados, no pueden escapar a las dicotomías. O amamos y ponemos la otra mejilla, o nos decidimos por la lucha y entonces odiamos.

El pensamiento burgués no comprende que quien se enfrenta a la barbarie capitalista, a la barbarie imperialista, a la barbarie nazi, ama al pueblo, ama al compañero y a la compañera, ama a todo aquel que lucha por la libertad, ama a todo aquel que no se queda sólo en palabras sino que también materializa la solidaridad y el compromiso en su vida cotidiana, pero al mismo tiempo y en el mismo movimiento odia al explotador, odia al opresor, odia al torturador, odia al racista, odia al violador, odia al verdugo, odia al nazi, odia al esclavista, odia al apropiador de los hijos de nuestros compañeros, odia al secuestrador y al genocida.

¿O tenemos que poner la otra mejilla? ¿O tenemos que amar a Videla, a Pinochet, a Franco, a Mussolini y a Hitler? ¡¡¡¡Por favor!!!!

¿Podría haber triunfado el pueblo vietnamita amando al invasor yanqui, al que quemaba sus campos, al que tiraba compañeros del Vietcong desde los aviones y helicópteros, al que prostituía a sus hijas y hermanas, al que quemaba vivo con Napalm, al que destruía el honor de su pueblo?

¿Podrían haber triunfado los guerrilleros comunistas que en la retaguardia de las tropas nazis no los dejaban descansar un minuto cuando Hitler invadió la Unión Soviética si hubieran amado al invasor, perdonándole sus crímenes, reconciliándose con los genocidas de pueblos enteros?

Pensemos en todas las polémicas que se arman sobre las declaraciones de las Madres de Plaza de Mayo. Cuando ellas no perdonan, no ponen la otra mejilla, no se abrazan con los secuestradores de sus hijos e hijas, no quieren reconciliarse con los opresores y vedugos.

Y sí, el Che es muy fuerte, muy polémico, no tiene nada que ver con este "chico bueno de pelo largo" que nos quiere presentar el sistema de propaganda en la voz del poder.

Guevara es muy duro cuando plantea esto de que un pueblo sin odio a sus explotadores, a sus enemigos, no puede vencer. En nuestra modesta opinión, ese pensamiento no está disociado de su marxismo humanista. El Che plantea y conjuga ambas dimensiones al mismo tiempo. Por eso es tan polémico.

Y el último tema que menciona es la unidad, sobre el que se explayó en una clase anterior el compañero cubano Raúl Suárez Ramos; el gran tema de la unidad de las fuerzas revolucionarias. El Che plantea que a pesar de no tener esperanzas en unir a estas dos grandes potencias, él apuesta a la unidad como eje. Dice así: "Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha".

El Che no es Dimitrov [dirigente de la Internacional Comunista durante la década del '30] quien, en el VII Congreso de la Internacional de 1935 planteó la doctrina del "Frente Popular", es decir, la unidad de la clase obrera con la burguesía "no fascista" y "democrática". ¡No!, ¡ese no es el camino del Che!. No se puede hacer la unidad con la burguesía. O revolución socialista o caricatura de revolución. Esto vale también para la cultura. No se puede conjugar al marxismo revolucionario con el liberalismo burgués y "democrático". Son términos antagónicos.

Pero el Che sí quería la unidad: la unidad de los revolucionarios, la unidad contra el sistema, la unidad de la militancia antimperialista, la unidad de los trabajadores en todas sus fracciones clasistas y antiburocráticas, la unidad de los que enfrentan al poder.

Esa unidad, sí que es válida. No conviene confundirla con la Unidad de Dimitrov. No tienen nada que ver una con la otra.

Por esa unidad reclamaba el Che: "Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro y qué cercano!".

Y si hablamos de "ayuda a los pueblos en lucha", terminemos entonces con la ética revolucionaria del Che. Esa ética que no pueden entender los pusilánimes que lo acusan –desde sus cómodos sillones- de mil y un pecado. Esa ética que recorre como un hilo rojo todos sus escritos (que estudiaremos durante el año) y toda su práctica. Esa ética que Guevara, sin ser un Dios, sin ser un santo, siendo simplemente un ser humano como cualquiera de nosotros, convirtió en norma de vida.

Creemos que esa ética, presente en toda su obra, está resumida en una corta y apretada sentencia del "Mensaje a los pueblos del mundo" que deberíamos hacer nuestra hoy en día:

"No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o a la victoria". Estaba pensando en Vietnam. Pero también en América Latina, en Bolivia, en Cuba, en Argentina...

Muchas gracias.

Clase abierta del 10 de mayo de 2002



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Mensaje a los pueblos del mundo
a través de la Tricontinental

abril 1967

Crear dos, tres... muchos Vietnam, es la consigna.
Che

Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.
José Martí

Ya se han cumplido veintiún años desde el fin de la última conflagración mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se divide.

Veintiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse si ella es real.

No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es tampoco nuestra tarea hacer el recuento, numeroso y creciente, de luchas civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz. Bástenos poner como ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y Vietnam.

En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna; acribillada a bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes.

En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos, con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad y el uso, como carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.

En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron toda clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las termonucleares pero incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala limitada. En Vietnam, se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera de aquel país vencido sus colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas en momentos difíciles; y los Estados Unidos, en esta última fase de la contienda.

Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón, primero, y durante la Crisis de Octubre, después.

Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos y soviéticos.

Pero, evidentemente, el foco de contradicciones, en este momento, está radicado en los territorios de la península indochina y los países aledaños. Laos y Vietnam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de ser tales al hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo norteamericano, y toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta presta a detonar.

En Vietnam la confrontación ha adquirido características de una agudeza extrema. Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente, señalaremos algunos hitos de recuerdo.

En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los acuerdos de Ginebra, que dividían al país en dos zonas y estipulaban la realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quiénes debían gobernar a Vietnam y cómo se reunificaría el país. Los norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para sustituir al emperador Bao Dai, títere francés, por un hombre adecuado a sus intenciones. Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin -el de la naranja exprimida por el imperialismo- es conocido de todos.

En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado. Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos que los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las urnas, cosa que no podía ocurrir, aun utilizando todos los métodos de fraude de ellos conocidos.

Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente la combatividad.

Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo sistemático de la República Democrática de Vietnam en un intento más de frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde posiciones de fuerza. Al principio, los bombardeos fueron más o menos aislados y se revestían de la máscara de represalias por supuestas provocaciones del norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta convertirse en una gigantesca batida llevada a cabo por las unidades aéreas de los Estados Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo vestigio de civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la tristemente célebre escalada.

Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena parte a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas vietnamitas, de los más de 1.700 aviones derribados y de la ayuda del campo socialista en material de guerra.

Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria.

Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad. El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.

Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el Vietnam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna?

Y ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo! Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.

Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba en serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo -para limar aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza explosiva y cada vez más frecuentemente. Lo cierto es que las mejoras anunciadas bajo el pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído en el sumidero de Vietnam.

El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa economía se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más cómodo negocio de los monopolios. Armas de contención, y no en número suficiente, es todo lo que tienen estos soldados maravillosos, además del amor a su patria, a su sociedad y un valor a toda prueba. Pero el imperialismo se empantana en Vietnam, no halla camino de salida y busca desesperadamente alguno que le permita sortear con dignidad este peligroso trance en que se ve. Mas los «cuatro puntos» del norte y «los cinco» del sur lo atenazan, haciendo aún más decidida la confrontación.

Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso irreversible e inaceptable, dado por los norteamericanos. Y, a nosotros, explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. Ya que, con la amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad, no temer la guerra, es la respuesta justa. Atacar dura e ininterrumpidamente en cada punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos.

Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota, ¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.

El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero tan débiles que no pueden ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esa ruta. Allí las contradicciones alcanzarán en los próximos años carácter explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los mismos son diferentes a la de nuestros pueblos dependientes y atrasados económicamente.

El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados, América, Asia y Africa. Cada país tiene características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las presentan.

América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos, débiles y medrosos, no pueden oponerse a las órdenes del amo yanqui. Los norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación política y económica, poco más podrían avanzar ya; cualquier cambio de la situación podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política es mantener lo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento actual, al uso brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación, de cualquier tipo que sean.

Bajo el slogan, «no permitiremos otra Cuba», se encubre la posibilidad de agresiones a mansalva, como la perpretada contra Santo Domingo o, anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses. Es política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico, los ejércitos de todos los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la traición.

Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola.

No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución.

Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión hacia posiciones proimperialistas.

Desde el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.

Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y juegan un papel importante en la estrategia militar global del imperialismo norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de Corea del Sur, Japón, Taiwan, Vietnam del Sur y Tailandia, por lo menos.

Esa doble situación: un interés estratégico tan importante como el cerco militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia sea uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la aparente estabilidad fuera del área vietnamita.

Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se pueda prever hasta dónde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada por los imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de los volcanes amenazadores del mundo.

El Africa ofrece las características de ser un campo casi virgen para la invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida, obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas de carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se refiere. Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar que Africa constituye, en los planes estratégicos del imperialismo norteamericano, su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia (con carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.

No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido derecho a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas. Todos estos antecedentes hacen lícito el planteamiento interrogante sobre las posibilidades de liberación de los pueblos a corto o mediano plazo.

Si analizamos el Africa veremos que se lucha con alguna intensidad en las colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito en la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se asiste a la lucha entre los sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de Tshombe en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a favor de los últimos, los que han «pacificado» en su propio provecho una gran parte del país, aunque la guerra se mantenga latente.

En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría blanca que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista de Inglaterra, es absolutamente antioficial, sólo que esta potencia, con su habitual habilidad diplomática -también llamada hipocresía en buen romance- presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el gobierno de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de los países del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte de los países del Africa Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del imperialismo inglés.

En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si cristalizaran los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas y este movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas vecinas. Pero por ahora todos los problemas se ventilan en organismos tan inicuos como la ONU, el Commonwealth o la OUA.

Sin embargo, la evolución política y social del Africa no hace prever una situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa nada en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia revolucionaria son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista, aunque no por eso dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias portuguesas y por la profundización de sus revoluciones.

Cuando las masas negras de Sudáfrica o Rhodesia inicien su auténtica lucha revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el Africa. O, cuando las masas empobrecidas de un país se lancen a rescatar su derecho a una vida digna, de las manos de las oligarquías gobernantes.

Hasta ahora se suceden los golpes cuartelarios en que un grupo de oficiales reemplaza a otro o a un gobernante que ya no sirva a sus intereses de casta y a los de las potencias que los manejan solapadamente, pero no hay convulsiones populares. En el Congo se dieron fugazmente estas características impulsadas por el recuerdo de Lumumba, pero han ido perdiendo fuerza en los últimos meses.

En Asia, como vimos, la situación es explosiva, y no son sólo Vietnam y Laos, donde se lucha, los puntos de fricción. También lo es Cambodia, donde en cualquier momento puede iniciarse la agresión directa norteamericana, Tailandia, Malasia y, por supuesto, Indonesia, donde no podemos pensar que se haya dicho la última palabra pese al aniquilamiento del Partido Comunista de ese país, al ocupar el poder los reaccionarios. Y, por supuesto, el Oriente Medio.

En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y despuntan ya los primeros brotes en Brasil. Hay otros focos de resistencia que aparecen y se extinguen. Pero casi todos los países de este continente están maduros para una lucha de tipo tal, que para resultar triunfante, no puede conformarse con menos que la instauración de un gobierno de corte socialista.

En este continente se habla prácticamente una lengua, salvo el caso excepcional del Brasil, con cuyo pueblo los de habla hispana pueden entenderse, dada la similitud de ambos idiomas. Hay una identidad tan grande entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo «internacional americano», mucho más completa que en otros continentes. Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. El grado y las formas de explotación son similares en sus efectos para explotadores y explotados de una buena parte de los países de nuestra América. Y la rebelión está madurando aceleradamente en ella.

Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo será? Hemos sostenido desde hace tiempo, que dadas sus características similares, la lucha en América adquirirá, en su momento, dimensiones continentales. Será escenario de muchas grandes batallas dadas por la humanidad para su liberación.

En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre. Allí figurarán los nombres del comandante Turcios Lima, del cura Camilo Torres, del comandante Fabricio Ojeda, de los comandantes Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.

Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos dirigentes: César Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala, Fabio Vázquez y Marulanda lo hacen en Colombia, Douglas Bravo en el occidente del país y Américo Martín en El Bachiller, dirigen sus respectivos frentes en Venezuela.

Nuevos brotes de guerra surgirán en estos y otros países americanos, como ya ha ocurrido en Bolivia, e irán creciendo, con todas las vicisitudes que entraña este peligroso oficio de revolucionario moderno. Muchos morirán víctimas de sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina; nuevos luchadores y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha revolucionaria. El pueblo irá formando sus combatientes y sus conductores en el marco selectivo de la guerra misma, y los agentes yanquis de represión aumentarán. Hoy hay asesores en todos los países donde la lucha armada se mantiene y el ejército peruano realizó, al parecer, una exitosa batida contra los revolucionarios de ese país, también asesorado y entrenado por los yanquis. Pero si los focos de guerra se llevan con suficiente destreza política y militar, se harán prácticamente imbatibles y exigirán nuevos envíos de los yanquis. En el propio Perú, con tenacidad y firmeza, nuevas figuras aún no completamente conocidas, reorganizan la lucha guerrillera. Poco a poco, las armas obsoletas que bastan para la represión de pequeñas bandas armadas, irán convirtiéndose en armas modernas y los grupos de asesores en combatientes norteamericanos, hasta que, en un momento dado, se vean obligados a enviar cantidades crecientes de tropas regulares para asegurar la relativa estabilidad de un poder cuyo ejército nacional títere se desintegra ante los combates de las guerrillas. Es el camino de Vietnam; es el camino que deben seguir los pueblos; es el camino que seguirá América, con la característica especial de que los grupos en armas pudieran formar algo así como Juntas de Coordinación para hacer más difícil la tarea represiva del imperialismo yanqui y facilitar la propia causa.

América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución cubana, tendrá una tarea de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo.

En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución socialista.

Al enfocar la destrucción del imperialismo, hay que identificar a su cabeza, la que no es otra que los Estados Unidos de Norteamérica.

Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad táctica sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares donde sus hábitos de vida choquen con la realidad imperante. No se debe despreciar al adversario; el soldado norteamericano tiene capacidad técnica y está respaldado por medios de tal magnitud que lo hacen temible. Le falta esencialmente la motivación ideológica, que tienen en grado sumo sus más enconados rivales de hoy: los soldados vietnamitas. Solamente podremos triunfar sobre ese ejército en la medida en que logremos minar su moral. Y ésta se mina infligiéndole derrotas y ocasionándole sufrimientos repetidos.

Pero este pequeño esquema de victorias encierra dentro de sí sacrificios inmensos de los pueblos, sacrificios que debe exigirse desde hoy, a la luz del día, y que quizás sean menos dolorosos que los que debieron soportar si rehuyéramos constantemente el combate, para tratar de que otros sean los que nos saquen las castañas del fuego.

Claro que, el último país en liberarse, muy probablemente lo hará sin lucha armada, y los sufrimientos de una guerra larga y tan cruel como la que hacen los imperialistas, se le ahorrarán a ese pueblo. Pero tal vez sea imposible eludir esa lucha o sus efectos, en una contienda de carácter mundial y se sufra igual o más aún. No podemos predecir el futuro, pero jamás debemos ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de un pueblo que anhela su libertad, pero reniega de la lucha que ésta conlleva y la espera como un mendrugo de victoria.

Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en formas pacíficas. Para nosotros está clara la solución de este interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes -donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares- en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.

Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla.

Los comienzos no serán fáciles; serán sumamente difíciles. Toda la capacidad de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las oligarquías se pondrá al servicio de su causa. Nuestra misión, en la primera hora, es sobrevivir, después actuará el ejemplo perenne de la guerrilla realizando la propaganda armada en la acepción vietnamita de la frase, vale decir, la propaganda de los tiros, de los combates que se ganan o se pierden, pero se dan, contra los enemigos.

La gran enseñanza de la invencibilidad de la guerrilla prendiendo en las masas de los desposeídos. La galvanización del espíritu nacional, la preparación para tareas más duras, para resistir represiones más violentas.

El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.

Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un

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Continuación y Final
Por "Ch." - Sunday, Oct. 09, 2005 at 7:30 PM

Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo.

Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma.

Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada sea igualmente glorioso y apetecible para un americano, un asiático, un africano y, aun, un europeo.

Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere, es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha ganado.

Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha.

Que agitan grandes controversias al mundo que lucha por la libertad, lo sabemos todos y no lo podemos esconder. Que han adquirido un carácter y una agudeza tales que luce sumamente difícil, si no imposible, el diálogo y la conciliación, también lo sabemos. Buscar métodos para iniciar un diálogo que los contendientes rehuyen es una tarea inútil. Pero el enemigo está allí, golpea todos los días y amenaza con nuevos golpes y esos golpes nos unirán, hoy, mañana o pasado. Quienes antes lo capten y se preparen a esa unión necesaria tendrán el reconocimiento de los pueblos.

Dadas las virulencias e intransigencias con que se defiende cada causa, nosotros, los desposeídos, no podemos tomar partido por una u otra forma de manifestar las discrepancias, aun cuando coincidamos a veces con algunos planteamientos de una u otra parte, o en mayor medida con los de una parte que con los de la otra. En el momento de la lucha, la forma en que se hacen visibles las actuales diferencias constituyen una debilidad; pero en el estado en que se encuentran, querer arreglarlas mediante palabras es una ilusión. La historia las irá borrando o dándoles su verdadera explicación.

En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados, debe analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto al gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por medio de la lucha, debemos ser intransigentes.

Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidándole sus bases de sustentación, que son territorios dependientes.

Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria.

No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Vietnam con su permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y de muerte para lograr la victoria final.

Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien, acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de toda la población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los Estados Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo en pleno vigor, la lucha de clases aun dentro de su propio territorio.

¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!

Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!

Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que nos es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno de estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de haber aprendido de la Revolución cubana y de su gran dirigente máximo la gran lección que emana de su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los peligros o sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad.»

Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.

[Tricontinental. Suplemento especial, 16 de abril de 1967]

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