Volver a hablar del país en primera persona : Argentina Indymedia (( i ))

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Volver a hablar del país en primera persona
Por Bruno Bimbi - Saturday, Oct. 15, 2005 at 11:34 AM

Sobre las elecciones del 23 de octubre.

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Volver a hablar del país en primera persona

Por BRUNO BIMBI

Mi hermana Soledad vive en México desde hace muchos años. A estas alturas, es mexicana. De hecho tiene la ciudadanía, mi sobrino Rodrigo nació allá y ambos dicen “chingada” y “cabrón” al menos una vez cada treinta segundos.

Hace un siglo... es decir, un par de años, vino a visitarnos por unas semanas a Buenos Aires. Una noche de abril, mientras ella me esperaba para cenar un pollo con mole, yo me deprimía viendo por televisión a la Bolocco y el Carlos salir al balcón. Era la primera vuelta de las últimas elecciones presidenciales.

Me acuerdo que en esas dos semanas que Sole estuvo en el país hablamos muy seriamente de la posibilidad de que ella me consiguiera un trabajo allá. Venía madurando la idea desde esos días locos en los que sentí las balas de la policía pasarme por al lado en la plaza del Congreso. Esos días que terminaron con varios muertos en las calles y un presidente yéndose en helicóptero. Un presidente al que yo había votado.

Pero esa idea que venía madurando se hizo más fuerte en esos días. Empecé, esta vez sí, a pensarlo en serio; a evaluar los pasos a seguir, las consecuencias, las partes buenas y malas de dejar de vivir en mi país. Y debo confesar que ese sentido de pertenencia, que hoy me permite decir “mi país”, estaba en su peor momento. Cada vez más, sentía que acá no tenía futuro. Que no sólo estaba todo mal, sino que iba a estar peor. Me dije a mí mismo que a los veintipico aún estaba a tiempo de empezar de nuevo, aunque fuera difícil, pero que no me iba a resignar a vivir en un país que parecía no tener remedio. Me acordé de ese diálogo de la película “Martín (Hache)” en el que Federico Luppi le dice a su hijo en un café de Madrid que la Argentina siempre te caga, que siempre que parece que va a cambiar, te vuelve a cagar.

Quizás sería difícil acostumbrarse a vivir lejos de mi familia, de mis amigos, siendo un inmigrante, un “extranjero”, con otro acento, rodeado de músicas que no entiendo, de comidas que no conozco, de códigos que tendría que aprender desde cero. Pero acá no tenía futuro. Sentía que si perdía la oportunidad, me iba a arrepentir toda la vida. Esa noche, cuando la vi a la Bolocco saliendo al balcón con el Carlos, le dije a mi hermana que si lo volvían a elegir a Menem me subía al primer avión disponible y me iba con ella. ¡Sólo imaginarme otros cuatro años de eso! Viajar en colectivo, ir al almacén, caminar por la calle, y saber que la gente a mi alrededor había decidido que ese delincuente nos gobernara otra vez me haría sentir más sapo de otro pozo en Buenos Aires que en cualquier otro lugar del mundo.

Pasó un siglo de ese día, es decir, apenas dos años. Y el Carlos se bajó, no sólo porque las encuestas empezaron a mostrar que yo no era el único que tenía asco y miedo de ese país que podía caernos encima, sino también porque el hombre pensó que así podría cometer su última tropelía, desestabilizar aún más un país que aún estaba pendiente de un hilo. Todo eso luego de unas elecciones que se adelantaron porque el gobierno de Duhalde mató a dos militantes sociales en el puente de la ciudad donde vivo, y tuvo que irse.

Muchos pensamos que venía un presidente sin poder, del que se podría esperar poco. Pero ese 25 de mayo de 2003 algo cambió. Por primera vez escuché a un presidente decirle al país para qué venía a hacerse cargo del gobierno, y me sentí interpelado por cada una de sus palabras. “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de entrada de la casa de gobierno”.

Y vino el cambio de la Corte, y el ex jefe de policía de La Rioja (Nazareno) y el abogado que aprobó la carrera con cuatro (Vázquez) y sus cómplices (Moliné, Boggiano, López, ¿se acuerdan?), también se tuvieron que ir. Y cuando vi la foto de Zaffaroni en la tapa de Página 12 no lo podía creer (¡A Zaffaroni iban a poner en la Corte!), y fue sólo el primero. Y después de haber hecho campaña en Santiago con los Juárez, el presidente intervino la provincia y nombró allá a un tipo como Pablo Lanusse, el fiscal que estuvo amenazado de muerte durante todo el gobierno de Menem por investigar a la mafia del oro. ¿El presidente estaba traicionando las promesas que le hizo al aparato para no traicionar a los que lo votaron? ¿no se hacía al revés eso?

Y por primera vez se renegoció la deuda y no salimos perdiendo; y por primera vez sentimos que había un gobierno que estaba negociando de parte nuestra, y no de parte de ellos. Y se anunció una quita, y los diarios de derecha dijeron que nos íbamos a caer del mundo, y muchos dijeron que el gobierno finalmente se iba a echar atrás, y descontamos 67 mil millones de dólares, y fue la mayor quita de la historia. Algunos dicen que no alcanza con eso: no lo hizo Lula, que llegó al poder después de 30 años de construir el partido de izquierda más importante de América Latina. No, y así le está yendo a Lula, lamentablemente.

No sólo no nos caímos del mundo, sino que el producto crece al 8% anual en forma sostenida, tenemos récord de exportaciones, récord de recaudación y superávit fiscal. Y hace dos años que vengo leyendo en la prensa que el mes que viene aumentan los servicios, coincidiendo con cada apriete de las privatizadas, y la profecía sigue cambiando de fecha. Y Suez amenazó conque se iba, y el presidente les contestó que está bien, que se fueran. Y esos mismos diarios se alarman, pero el agua sigue saliendo de la canilla, como el correo, que ya nadie parece acordarse que volvió a ser del Estado y doña Rosa no tuvo ningún problema por eso. Y bajó el desempleo en casi diez puntos, y por primera vez en años los índices de indigencia y pobreza retrocedieron.

Y apareció el presidente diciendo en la Asamblea de las Naciones Unidas que era “un hijo de las Madres de Plaza de Mayo”. Y derogamos la obediencia debida y el punto final, y ahora vamos por los indultos. Y un 24 de marzo escuché hablar a Juan Cabandié en la ESMA, y dijo “yo nací acá”, y el presidente estaba parado a su lado, y La Nación y Canal 9 se pusieron locos, y el cuadro de Videla ya no está más en el Colegio Militar, y ese día yo las ví llorar a las Madres y las Abuelas al lado mío entre el público, y yo también lloré.

Y después de casi diez años hay otra vez paros y conflictos gremiales que no son contra los despidos, ni contra la flexibilización laboral, ni contra la baja de salarios, sino pidiendo aumentos. Y aunque algunos se alarmen cuando falta cerveza por dos días en el almacén, yo digo que un país en el que los trabajadores pelean por aumento de salarios y al final los consiguen bien vale dos días sin cerveza.

Y si sigo pensando me acuerdo de la ley que por primera vez establece un compromiso de inversión del Estado en educación del 6% del PBI, y que por primera vez sale luego de un trabajo de consenso con todos los sectores, o la ley que reestablece la educación técnica destruida en los noventa, cuando tenemos un alto porcentaje de oferta laboral que no puede cubrirse por falta de calificación en esas áreas. La economía de los noventa no necesitaba técnicos. Y me acuerdo hace unos años en movilizaciones contra la ley federal de Menem, o contra el recorte a las universidades de López Murphy, ese señor que dice ser pro.

Pero más allá de tantas cosas que pueden decirse de estos dos años y medio en los que empezamos de nuevo (me olvido de muchas), lo importante es que otra vez, al fin, estoy hablando de mi país en primera persona.

Sé que aún estamos tan mal que falta mucho para festejar, porque hoy se siguen muriendo pibes de hambre, porque la torta se sigue repartiendo mal, porque cada punto de inflación lo pagamos nosotros, porque estructuralmente la Argentina aún no salió de terapia intensiva. Porque llevará años reconstruir el sistema educativo y sanitario, volver a tener pleno empleo, cambiar la distribución del ingreso, redefinir las instituciones, recuperar el Estado. Porque sufrimos las consecuencias de décadas de políticas dictadas desde otro lugar, desde las oficinas de esos señores que siempre nos gobernaron a control remoto. Esos señores que sigen jugando su pieza cada vez que nosotros jugamos la nuestra, porque así es todo partido de ajedrez, pero ahora, al fin, nuestras piezas las movemos nosotros. Y el que no entienda eso, ojo con terminar ayudando al enemigo.

Hay muchas contradicciones en las alianzas que sostienen en el poder a este proyecto, y hay gente en las listas que no me gusta, y hay muchas prácticas políticas que aún hay que cambiar. Y hay cambios que hay que profundizar. Profundizar, no retroceder, eso es lo que tenemos que tener en claro. Nos toca jugar a nosotros.

Digo nosotros, y vuelvo a creer que puedo tener futuro acá, si no nos traicionamos, si no retrocedemos. Y vuelvo a hablar en primera persona. Y me quedo.

Hace un mes estuve chateando con mi hermana. Me preguntó qué posibilidades veía yo de que pudiera conseguir un trabajo acá, porque está pensando seriamente en volver a vivir a la Argentina.

Por todo eso voto a Cristina.