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KiRchner, enTre el saLario Digno y el PostFascismo
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
Friday, Oct. 21, 2005 at 2:22 AM
correo@colectivonph.com.ar (Casilla de correo válida)
Ayer mientras Gendarmería bloqueaba las bocas del subte, la Guardia de Infantería apaleó, gaseó y baleó con postas de goma a los empleados del subte dejando un tendal de lastimados y desmayados. Cuando las burocracias sindicales son superadas por el asambleismo, el precariado se autonomiza y la acción directa del trabajo contra el kapital y sus sirvientes dice ¡Basta!; cuando crece la abstención electoral y el voto anulado, y se debilita la legitimidad del Capital-Parlamentario; cuando el estado no puede funcionarizar dentro del capital la antagonía del sujeto social creador de plusvalor; entonces, hecha mano a la represión para que siga su curso el “país normal” del estilo “K”. Con las elecciones del domingo, el progresismo nacional y popular, peronista y transversal, busca plebiscitar lo que se viene: la profundización del ataque del partido del orden contra la resistencia de la multitud del trabajo asalariado, precario y negado por el capital.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico http://www.colectivonph.com.ar PROKLA 5 PROblema de la
Lucha de Klases Kirchner, entre el salario
digno y el Postfascismo Trazas: 1. El mito de un “salario justo”. 2. De fuerza de trabajo a clase: Angriffskraft. 3. “Capital-Parlamentarismo” y la clase media en el mecanismo de
consenso del capital: ¿nuevo y viejo
fascismo? 4. La Forma-Estado del capital: notas sobre el
“Capital-Parlamentarismo”. “El 93% de los encuestados opina que el
Congreso Nacional no piensa en la gente cuando
toma decisiones” (Encuesta de Mora&Araujo,
2005) “La mejor
imagen del gobierno de Kirchner se encuentra en los sectores más
pudientes de la sociedad” (Encuesta de CENM, 2005) “El 50% de
los encuestados en Capital Federal y el GBA apoyaría al Estado
si reprimiera a los piqueteros” (Encuesta de Rouvier, 2005) “El 85% cree que el gobierno debe tomar medidas para
impedir que los piqueteros tomen los espacios públicos frente al 13% que
cree lo contrario” (Encuesta Gini, 2005) “El Fascismo
es una forma palingenésica de populismo ultranacionalista” (R. Griffin, The Nature of
Fascism, 1991) “El sistema político de Occidente es una máquina con dos caras: el
derecho y la violencia pura” (G. Agamben, Le Monde, 2002) “El obrero
debe apoderarse un día de la supremacía política para asentar la nueva
organización del trabajo; debe derrocar la vieja
política que sostiene a las viejas instituciones que han caducado, bajo pena, como los antiguos
cristianos que despreciaron y desdeñaron esto, de renunciar al Reino
celestial sobre la Tierra” . (K. Marx, Discurso sobre el
Congreso de la Internacional en La Haya, 1872) 1. El mito de un “salario justo”: *** ¿De dónde extrae el capital el salario “justo”? Los
extrae del mismo capital, pero éste no produce valor de ninguna clase porque el
capital no es otra cosa que el producto del trabajo acumulado, muerto, ya
extraído con anterioridad. Los salarios los paga siempre el propio trabajo, por
lo que un salario “justo” debería ser el producto total de su trabajo. El
obrero no es más que el tiempo de trabajo personificado. El movimiento sindicalizado
ha logrado por la fuerza y la acción directa “robarle” un salario mínimo a la
burguesía que casi llega al límite de la pobreza. La ley del salario, como
decían los viejos anarquistas, “forja cadenas”. *** Estamos viendo en muchas
luchas de base de compañeros sindicalizados durante el 2004/2005 que se
populariza una consigna, vetusta consigna del movimiento obrero mundial, por un
“salario justo”. Este lema (ya Marx lo llamaba “conservador” en 1865) era un
clásico de los obreros ingleses entre 1820 y 1880, lema que presto su buen
servicio, pero los tiempos del capital cambian… ¿un salario justo en una
jornada laboral justa?; ¿qué entendemos por trabajo justo y jornada justa?...
De lo que se trata aquí es de entender cómo se determinan las leyes económicas
bajo el “Capital-Parlamentarismo”, y debemos olvidarnos de la ética o de la
ciencia de la moral (¿justo con respecto a qué?): la única ciencia que decide
acerca de la justicia o no de una sociedad y su riqueza es la que se ocupa de los
hechos materiales de la producción: la economía política del capital. ¿A qué llama un salario
justo en una jornada laboral justa el presidente de la UIA o el mismo Lavagna?
Sencillamente a la remuneración, en condiciones normales, es decir: la suma necesaria
para procurarle al obrero los medios de existencia que, en relación al nivel de
vida tradicional de su clase y de su país, requiere para mantenerse en
condiciones de moverse para trabajar y perpetuar a su especie. Este monto se
fija con un intercambio peculiar: se determina por la libre competencia del
trabajador y el patrón (empresa) en el mercado de trabajo. El contexto y los
marcos de esta transacción los asegura el estado, quien debe asegurarse que el
trabajo entregue lo más y el capital lo menos que la naturaleza de este
contrato tan especial permita. Es decir: el estado y la
política son esenciales para el funcionamiento adecuado del desarrollo del
capital y el mantenimiento de esta “fictio iuris”, ficción jurídica de
intercambio mercantil. El origen del estado en el capitalismo, como evolución
desde el Absolutismo, puede entenderse como esta necesidad de sostener la
continuidad de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo. Punto aparte: ¿De dónde extrae el
capital el salario “justo”? Los extrae del mismo capital, pero éste no produce
valor de ninguna clase porque el capital no es otra cosa que el producto del
trabajo acumulado, muerto, ya extraído con anterioridad. Los salarios los paga
siempre el propio trabajo, por lo que un salario “justo” debería ser el
producto total de su trabajo. Pero esto, bajo el capitalismo, no sería “justo”.
Por el contrario: el trabajador sólo percibe la parte necesaria para cubrir sus
medios de sustento mínimos. La variación oscila dentro de límites físicos y
sociales. El obrero no es más que
el tiempo de trabajo personificado. El estado asegura la obligación de todo
trabajador independiente, legalmente calificado para actuar por sí mismo, de
celebrar como vendedor de mercancías su contrato con el capitalista. La ley del
salario, como decían los viejos anarquistas, “forja cadenas” y como están
viendo los propios trabajadores a lo largo del 2005, no constituye una línea
fija e inmóvil, no es algo inexorable: en todos los segmentos existe un cierto
margen dentro del cual los salarios pueden modificarse, pero como resultado de
la lucha entre el capital y el trabajo. El movimiento
sindicalizado ha logrado por la fuerza y la acción directa “robarle” un salario
mínimo a la burguesía que casi llega al límite de la pobreza. Un logro
desmesurado desde el punto de vista del capital nacional rapaz e inhumano y su
plan de acumulación y extracción de plusvalor. 2. De fuerza de trabajo a clase: Angriffskraft: *** Es el fantasma
de una insurrección de trabajadores sindicalizados, precarios y trabajadores
“negados”, de huelgas, piquetes y asambleas, el “dèjá vu” del 2001 en la
conciencia burguesa, lo que obliga al “Capital-Parlamentarismo” a pagar aunque
sea el 50 o 60% de la canasta familiar de alimentos. El salario
en el sector de manufacturas subió post-convertibilidad un 67% mientras que los
precios aumentaron un 122%, de lo que surge que el costo salarial real se
redujo para el capital en su conjunto en promedio un 60%. El salario medio de
la gente ocupada es hoy un 30% menor al del año 1999. El trabajador
posfordista, informal, precario, en negro, intermitente: según el INDEC su
ingreso medio es de $480, y su mínimo de $280. Ni hablar de los argentinos que
sufren el “trabajo negado” por el capital, los mal llamados desempleados que no
tienen ni siquiera los miserables $150. El desempleo se aproxima al 40% entre
las mujeres jóvenes de baja calificación y se calcula que el 53% de los jóvenes
no “participa” del mercado de trabajo.
Como vemos la Ley del Salario capitalista no se ve infringida por la
lucha sindical: por el contrario, ésta lucha es la que impone su plena
validez. La consigna
“salario justo” no sólo es anacrónica, sino que acota el horizonte de lucha al
ignorar que toda justicia debe basarse en lo que es socialmente justo. Y lo
socialmente justo no es un salario bajo o injusto: es el salario mismo. Se
trata de dar el paso organizativo de la fuerza de trabajo vendida al mejor
postor, a una fuerza de la clase obrera que ataque al capital. *** Son estas luchas en las
que los trabajadores han descubierto que su salario no se fija por complicadas
fórmulas econométricas ni en filosofías de la historia neoliberales o generosos
decretos populistas sino en el “regateo” violento, en la puja con los dientes
apretados, en la extensión de la solidaridad y la cooperación, y que en este
combate gana quien sea capaz de oponer una resistencia compacta y democrática,
una tenacidad más larga y más fuerte. El proletariado en sus
inicios no es más que interés político inmediato en la destrucción de todo lo
existente. En su desarrollo interno no tienen necesidad de “instituciones” que
le den vida de esa inmediata destrucción. Tiene necesidad de Organización de su
potencia autónoma para hacer objetiva, frente al capital, la instancia política
del antagonismo; para articularla dentro de la relación de clase tal y como es
materialmente en un momento dado; para hacerla agresiva de una manera creativa
y constituyente con las armas de la táctica, antes que para tomar el poder para
arrebatárselo a quien lo tiene. Y es que la clase existe
incluso, para los dinosaurios de la ortodoxia, sin partido. El más organizado
tiene mejores perspectivas de obtener más, máxime cuando se enfrenta al aparato
del “Capital-Parlamentarismo” en bloque. Ahí está el ejemplo de
los nuevos convenios colectivos de trabajo (a pesar que incluyen disposiciones
“posfordistas” diseñadas en los ’90) que han logrado sacarle aumentos promedios
anuales del 11% al 15%, pero con nuevas escalas salariales inferiores a los
sueldos que se están pagando¡¡¡. Muchos convenios
introducen cláusulas pro-burocracia sindical (aportes empresarios al sindicato
con descuentos compulsivos) y también disposiciones posfordistas con grados
cada vez mayores de precariedad, intermitencia y flexibilidad: aguinaldo en
cuotas, vacaciones prorrateables a lo largo del año, polivalencia en funciones
atípicas (que esconde dos trabajos hechos por el mismo trabajador),
autorregulación de conflictos, etc. El “salario justo” de
algunos gremios con mucha tradición, por ejemplo, rondan los $900
(alimentación, uno de los más altos) a $580 (metalmecánicos). Pensemos el
efecto del gobierno de la contratendencia de Duhalde-Kirchner: el salario en el sector de
manufacturas subió post-convertibilidad un 67% mientras que los precios
aumentaron un 122%, de lo que surge que el costo salarial real se redujo para
el capital en su conjunto en promedio un 60% (dependiendo del sector); a lo que
habría que agregar que la productividad de la mano de obra rinde un 9%. El salario medio de la gente ocupada es hoy un 30%
menor al del año 1999. Como decían los clásicos el trabajo es el elemento que
hace fermentar al capital. Esto en un contexto de fuertes instituciones sindicales,
cuadros medios preparados y movilizaciones, así que imaginemos qué puede lograr
el trabajador posfordista, informal, precario, en negro, intermitente: según el
INDEC su ingreso medio es de $480, y su mínimo de $280. Ni hablar de los argentinos que sufren el “trabajo
negado” por el capital, los mal llamados desempleados que no tienen ni siquiera
los miserables $150: la tasa de desempleo entre los jóvenes llega a casi el
30%, el desempleo se aproxima al 40% entre las mujeres jóvenes de baja calificación
y se calcula que el 53% de los jóvenes no “participa” del mercado de
trabajo. Como vemos la Ley del Salario capitalista no se ve
infringida por la lucha sindical: por el contrario, como bien lo saben los
“gordos” y “flacos” de la CGT, ésta lucha es la que impone su plena validez. Sin la resistencia ejercida por el activismo de
base contra sus patrones y contra la costra burocrática de sus propias
organizaciones, el trabajador no obtendría ni siquiera lo que conforme al
sistema de explotación capitalista le corresponde. Es el fantasma de una insurrección de trabajadores
sindicalizados, precarios y trabajadores “negados”, de huelgas, piquetes y
asambleas, el “dèjá vu” del 2001 en la conciencia burguesa, lo que obliga al
“Capital-Parlamentarismo” a pagar aunque sea el 50 o 60% de la canasta familiar
de alimentos. El “salario justo” de la función sindical no ataca
el sistema asalariado, ya que sólo obliga al patrón (empresa) a cumplir con la
ley económica del salario, es apaciguar efectos, no causas. La consigna
“salario justo” no sólo es anacrónica, sino que acota el horizonte de lucha al
ignorar que toda justicia debe basarse en lo que es socialmente justo. Y lo
socialmente justo no es un salario bajo o injusto: es el salario mismo. ¿No es acaso la huelga un rechazo profundo a ser
trabajo? La enseñanza de estos meses no puede ser más clara: los obreros como
clase, no como fuerza de trabajo, se presentan como la mayor y más agresiva
fuerza política; como meros vendedores de trabajo se identifican con la figura
extrema de la miseria, de la subordinación y siempre de la explotación. Se
trata de dar el paso organizativo de la fuerza de trabajo vendida al mejor
postor (la “Arbeitskraft”) a la”Angriffskraft”
(fuerza de ataque al capital, como la llamaba Marx). 3. “Capital-Parlamentarismo” y la
clase media en el mecanismo de consenso del capital: ¿nuevo y viejo fascismo?: *** Descerebrar al movimiento del actual activismo de
base, de la nueva generación de militantes de base antiburocráticos, nacida en
las renovaciones de los últimos años, acompañándolas de dispositivos judiciales
y mecanismos rompehuelgas, más ofensiva mediática. Se trata de excluir
definitivamente de la arena política y de la agenda política del estado a los
piqueteros rebeldes, los que no sucumbieron a las prebendas, las cooptaciones y
los cargos. La dureza autoritaria que se apoya en una base real de la vieja
clase media alta (el verdadero pilar electoral de K.), nos preanuncia lo que
vendrá después de las elecciones. Prácticas de bonapartismo y centradas en un
líder carismático y empeñada en la demonización maniquea de sus enemigos, en
especial con la izquierda. El post-fascismo tiene su propia lógica de acceso al
poder electoral-mediática, es decir: un medio “frío” con respecto a la
movilización clásica populista. Los sostenedores individuales del postfascismo
son interclasistas, base material de un partido popular, fundado sobre el
pluriclasismo considerando la novísima subjetividad del posfordismo. Intenta
crear afinidad ideológica entre la nueva clase media, la vieja pequeñaburguesía
y trabajadores de pequeñas y medianas empresas. *** La política de contención de
la creciente lucha segmentada del movimiento obrero tiene dos cauces nítidos: una,
con el Garrahan como caso testigo de los trabajadores estatales (al estilo de
la toma de Ford en 1985) en su vertiente más judicial; la otra contra el
movimiento de trabajadores negados por el capital (lo mal llamados
“desocupados”), cuyo “locus” geográfico no puede ser más simbólico: Plaza de
Mayo y Puente Pueyrredón, ésta se encuentra en la etapa de “saturación”, nombre
bélico muy técnico que remite a las teorías de bombarderos contra áreas de
concentración de tropas del enemigo. Por
supuesto que ambas tienen “tempos”, actos y dinámicas muy diferentes. La
primera apunta a descerebrar al movimiento del actual activismo de base, de la
nueva generación de militantes de base antiburocráticos, nacida en las renovaciones
de los últimos años, acompañándolas de dispositivos judiciales y mecanismos
rompehuelgas más ofensiva mediática. En
el segundo caso se trata de excluir definitivamente de la arena política y de
la agenda política del estado a los piqueteros rebeldes, los que no sucumbieron
a las prebendas, las cooptaciones y los cargos. Aunque no lo parezcan ambas se
relacionan con el marketing político de Kirchner: lograr un piso respetable de
legitimidad de masas, su propio y peculiar plebiscito de octubre. La
“firmeza” del gobierno contra trabajadores pobres y “trabajadores negados” en
la indigencia, dureza autoritaria que se apoya en una base real de la vieja
clase media alta (el verdadero pilar electoral de K.), nos preanuncia lo que
vendrá después de las elecciones. Pero,
en el contexto de un régimen que gobierna con Decretos de Necesidad y Urgencia
(DNU) como no lo hizo ni el propio Menem, con un Congreso figurativo, con el
monolitismo acrítico de los “mass media”, con un clima de represión estatal
difusa al estilo peronista de los años ’50… ¿se puede hablar de un fascismo
“naranja” (por los colores de los chalecos de la Policía)? La
palabra fascismo nos parece muy fuerte para definir este pasaje lento pero
seguro de K. hacia la extinción del estado de derecho, pero debemos pensar que
el fascismo posmoderno ya no tendrá el folklore del imaginario popular de los
años ‘30: en cambio de fascios romanos hoy tenemos banderas argentinas con el
sol de guerra; en cambio de uniformes negros se luce el look burócrata-funcionario
(exmontonero de traje preferentemente italiano oscuro con corbata clara); etc. ¿Podemos
definir un “minimum fascista” para categorizar este gobierno? Para comenzar
conviene distinguir al fascismo como régimen; al fascismo como movimiento y al
fascismo como ideología. Los dos primeros son específicos fenómenos históricos
nacionales que resultan sino poco universales, muy difíciles de generalizar por
la extraordinaria coyuntura de la cual surgieron en Europa. Nuestra
tesis es que el fascismo postmoderno puede ser definido críticamente,
preferiblemente, como una ideología. Un “minimum” fascista podría ser:
“nacionalismo+socialismo=fascismo”, es decir: una ideología burguesa que se
basa en el mito de un “renacimiento” social sobre la base de una tercera vía
del tipo holístico-nacional, con prácticas de bonapartismo y centradas en un
“leader” carismático (más que en programas económicos detallados) y empeñada en
la demonización maniquea de sus enemigos, en especial con la izquierda. La
“base” de la concepción del mundo del fascismo posmoderno puede resumirse en
cuatro puntos: 1)
El Nacionalismo: la creencia que el mundo está divido en naciones, que el
estado debe reconstruir la comunidad originaria basada sobre herencias y mitos
pre-existentes: “Argentina Potencia”, “Un País en Serio”, etc., además de
políticas de proteccionismo (como el tipo de cambio, etc.); 2) El Holismo: el
fascismo siempre se basa en la idea fuerte que lo colectivo predomina sobre los
intereses y derechos individuales, privados y sociales (la hostilidad del
peronismo a la democracia liberal y la famosa transversalidad multiclasista);
3) El Radicalismo: el fascismo posmoderno no es una forma de conservadorismo o
neoliberalismo, intenta refutar o criticar la sociedad pre-existente (ver la
campaña de Kirchner centrada en lo viejo y lo nuevo) e implica el deseo de
crear una nueva cultura política corporativista, a través de la movilización y
cooptación y el uso catártico de violencia más o menos disimulada. Por eso el
fascismo posmoderno es una forma alternativa de modernidad capitalista, que
sintetiza el pesimismo de los conservadores con el optimismo de los
“modernizadores”. 4) La Tercera Vía: el fascismo es hostil tanto al capitalismo
neoliberal como al comunismo de las masas: al neoliberal lo considera
excesivamente individualista (enemigo de la “Gemeinschaft”); al comunismo en
exceso internacionalista, cosmopolita y con una concepción falsa de la
igualdad. El objetivo de la tercera vía puede variar aunque el corporativismo es
su objetivo común; en términos políticos el post-fascismo tiende a ser
totalitario pero no es necesariamente estatalista en sentido fuerte, como vemos
en Kirchner. Esta
concepción nos permite explicar la existencia de diversos sostenedores del postfascismo:
aquellos mayoritariamente nacional-afectivos (exmontoneros, exsetentistas de
diverso pelambre, etc.), ya de aquellos sostenedores del tipo
económico-racional. Lo
importante es que el post-fascismo y su consenso, intenta construirse como un movimiento
político relativamente legítimo, en grado de ofrecer una alternativa tanto a la
reacción conservadora como a la latente revolución comunista. El post-fascismo
tiene su propia lógica de acceso al poder (electoral-mediática, es decir: un
medio “frío” con respecto a la movilización clásica populista) que difiere en
estilo y organización del fascismo histórico. Además,
como hemos visto, el post-fascismo tiene su propia (y seria) economía política,
que aunque globalmente desarrolla el capital, mantiene un grado de autonomía
importante. Los
sostenedores individuales del postfascismo son interclasistas, base material de
un “Volkspartei”, partido popular, fundado sobre el pluriclasismo considerando
la novísima subjetividad del posfordismo. El
posfascismo intenta crear afinidad ideológica entre la nueva clase media, la
vieja pequeñaburguesía y trabajadores de pequeñas y medianas empresas, como se
puede deducir de la ecología electoral de Kirchner, y crea esta afinidad
utilizando temas típicos de la izquierda: derechos humanos, vago anti-FMI,
antiliberalismo salvaje, pan y trabajo, etc. La esposa del Presidente está
logrando aglutinar una masa de votantes equivalente a una coalición social:
tiene alta intención de voto tanto en los sectores populares como en la clase
media y media alta. El
“Volkspartei” que intentarán reconstruir de las cenizas del viejo PJ, también
tiene la habilidad de “integrar” a través de la propaganda diversos tipos de
protesta, incluso elementos del “¡QSVT!” (Que Se Vayan Todos como producto de
la anomia social y la crisis de la vida comunitaria). Kirchner
está intentando con todos los recursos económicos del estado transformar el
voto protesta que lo llevó a la Casa Rosada en afinidad e identidad ideológica.
De alguna manera es una respuesta al ciclo “post-materialista” del menemismo.
La naturaleza del sostenimiento a Kirchner a cambiado mucho: la naturaleza del
apoyo de masas en el 2005 es muy diferente al del 2003, y las propias
necesidades de legitimación y lealtad de masas también. Es
probable que si los nuevos mecanismos que anuncian el fin del estado de derecho
son alarmantes antes de las elecciones de octubre (una respuesta del
“Capital-Parlamentarismo” al auge de luchas obreras que tuvo su climax en el
mes de junio con 127 conflictos, cifra superior a la de todo 2003¡¡¡¡¡) debamos enfrentarnos a una nueva forma-estado durante
el 2006, con un PJ reestructurado, un Kirchner autoplebiscitado y la
profundización del bonapartismo a niveles inéditos. La
autonomía deberá asumir el desafío de formas de fascismo “blando”, de mecanismo
de control posfordistas y del fin de los restos del estado de derecho del siglo
pasado. 4. La Forma-Estado del capital:
notas sobre el “Capital-Parlamentarismo”: *** La política keynesiana supone dos cosas que ya
no existen más: que los gobiernos cuentan con suficiente autonomía para actuar
racionalmente y que existe bastante
mercado para que funcione la manipulación. No se mantiene en pié si falta
alguno de sus ingredientes. Hoy la concentración económica es tal que puede
distorsionar a placer la elaboración de políticas que no coordinen con el
desarrollo del capital. El estado, pretende ser la fuente de todas las
relaciones de poder, actúa de hecho como el “garante” de unas que no se originan
en sí mismo y que no controla, la generada por el comando privado del capital.
El estado ya no puede identificarse directamente con la sociedad, so pena de
anular su “especificidad funcional” ligada a la ley de valor. La función
esencial del sistema político del estado “Capital-Parlamentario” es obtener el
consentimiento del pueblo al curso de la política pública de acumulación del
capital. El Parlamento ya no “acopla” a las masas al estado. El disloque
“Parlamento-Electorado-Estado” es el rasgo saliente de la nueva forma-estado.
Este disloque aún no ha podido ser recompuesto por la Nueva Clase después del
2001, la suma de votos del PJ y la UCR en el 2003 fue la más baja de la
historia Argentina. Si el estado populista, keynesiano, “welfariano”, era la
realización de la inclusión política (activa y pasiva), las transmutaciones en
la anatomía de la sociedad civil producen un estado transicional, llamémosle
“postfordista”, expulsivo, de excedencia, exclusivo. La burguesía: ¿Está
preparada para salir del fordismo y pasar a una nueva forma-estado sin
conmociones revolucionarias como las del 2001? La Nueva
Clase Política y los “mass media” actúan como momentos constitucionales de la
acumulación, funcionan como subsistemas de legitimación que suplantan al estándar
mínimo de “salario mínimo-nutrición-salud pública-vivienda-educación”, por una
ciudadanía basada exclusivamente en la posibilidad de consumo egoísta. Los
cortocircuitos que el pobre sistema político “gobierno/oposición” se producen en el vacio sobre el antagonismo de las nuevas
subjetividades proletarias. El código de la política burguesa
(progresista/conservador) ya no atribuye nada, ni codifica identidades
duraderas, ni simbología funcional que permitan gobernabilidad y lealtad de
masas. La nueva figura mayoritaria del trabajador posfordista, precario, generalmente trabajando en los servicios a la
producción; un ciudadano desencantado, sin ningún tipo de fidelidad ideológica,
propenso a una intervensión electoral breve o inexistente. La inestabilidad
gobernativa es hoy más difusa, volátil y siempre síntoma de una irreversible
pérdida de una síntesis orgánica, de encontrar un horizonte seguro y duradero
de legitimidad. La creciente clausura de la autorreferencialidad del
“Capital-Parlamentarismo”, esa especie de autismo institucional, motivado por
las respuestas del capital al antagonismo de la clase obrera, es la que exige
formas de dominio plebiscitarias, ya no basadas en las correas de transmisión
del peronismo como el partido del trabajo y los sindicatos que giran en falso,
sino en el bonapartismo ejecutivo, los líderes carismáticos y el totalitarismo
mediático. *** La sociedad capitalista no
consiste en individuos, sino que expresa la suma de relaciones en las que estos
individuos
están el uno con respecto al otro. Es decir: la sustancia común de todas las
cosas debe ser su forma precisamente social, el ser producto de una relación
social. El
capital es una relación, y de modo inmediato, debido a su naturaleza, es sólo
un interés económico; es bajo la amenaza obrera que está obligado a convertirse
en fuerza política, a subsumirse en sí mismo, con el fin de defenderse: se
convierte en lo político, en clase política. Si
el concepto de clase es una realidad política, entonces debemos tomar conciencia
que no existe clase capitalista sin estado del capital. La política se erige
como oposición institucional a la instancia del antagonismo del trabajo. La
economía capitalista busca y necesita a la política para mantener separada las
dos dimensiones de su dominio de clase. Hagamos
un poco de historia sobre la figura del estado. Sabemos que el proceso
capitalista de producción reproduce por su propio desenvolvimiento la escisión
y separación entre fuerza de trabajo y condiciones materiales de ese trabajo.
Reproduce y perpetúa las condiciones de explotación; los obliga, de manera
constante y natural, a “vender” en un contrato “libre” su fuerza laboral para
simplemente poder vivir y permanentemente pone al capitalista en condiciones
ideales para comprarla a buen precio. Esta
“transacción justa” es la que debe asegurar el estado: que el trabajador
individual pertenezca al capital aún antes de venderse al capitalista
individual. La división capitalista entre economía y política, entre el burgués
y el “ciyoyen” (ciudadano) asegura la servidumbre económica con un sistema de
poder que implica un predominio que se perpetúa a sí mismo de las clases
propietarias sobre los grupos sociales, cuya subsistencia y posición social
dependen de su fuerza de trabajo. El
capital presupone el trabajo asalariado (premisa que asegura un