El ejemplo del Che.
Por EL MILITANTE -
Monday, Oct. 24, 2005 at 9:35 PM
CMR - Versión para
imprimir http://venezuela.elmilitante.org | |
El legado del Che y la revolución
latinoamericana |
38 años después de
su muerte, su memoria y su ejemplo de lucha siguen vivos
|
Autor : William Sanabria y
Miguel Campos Fecha : ( 19-Octubre-2005 ) Categoria :
Historia
|
l
pasado 8 de octubre se cumplían 38 años del brutal asesinato de
Ernesto Guevara de la Serna a manos del ejército boliviano. Treinta
y ocho años después de haberle quitado su vida al Che la clase
dominante sigue sin poder matar el ejemplo de lucha y heroísmo que
para millones de jóvenes y trabajadores en todo el mundo representa
el gran revolucionario latinoamericano.
Para los
jóvenes y trabajadores revolucionarios recordar hoy al Che, además
de un homenaje justo y necesario, es una oportunidad de conocer
mejor y debatir sus ideas. Intentaremos acercarnos a la inmensa
figura humana y política del Che como creemos que debe hacerlo
siempre un revolucionario, y como él siempre intentó abordar todos
los procesos, analizando al hombre y al contexto económico y
político que le rodeó y tomándolo no como se toma un mito religioso
sino como lo que es: un líder revolucionario cuyo ejemplo sigue
profundamente vivo, intentando así pues repetir sus aciertos y
aprender de sus errores.
El Che, hombre y
revolucionario
El Che nació en 1928 en la ciudad
argentina de Rosario. Su padre era constructor y arquitecto y su
madre poseía algunas tierras. Los padres del joven Ernesto siempre
mostraron una gran preocupación por su formación intelectual y
humana y realizaron un importante esfuerzo para ofrecerle una
formación muy completa.
Desde muy joven el Che
demostró no sólo sus cualidades intelectuales sino ese infatigable
espíritu de lucha e instinto de superación que destacan con
admiración todos los que le conocieron. A pesar de ser un joven de
salud muy frágil (es conocido que desde niño era asmático) luchó a
lo largo de toda su vida por superar este obstáculo y tener una vida
plena, combinando el estudio de la medicina, su afición al arte
(particularmente la poesía) y la práctica del deporte. A pesar de su
enfermedad, jugaba en el equipo de rugby de la universidad.
Posteriormente seguiría luchando durante toda su
vida, no sólo contra la enfermedad sino contra todos los obstáculos
que se le presentaron, para ofrecer esa vida plena a la causa de la
revolución.
El Che no empezó a militar políticamente
tan joven como otros revolucionarios. En realidad, como varios de
sus familiares y amigos explican en sus recuerdos, era un joven
lleno de vida y sensibilidad que en sus primeros años más que
mostrarse inclinado a la teoría y la práctica política se
caracterizaba por un profundo sentimiento de solidaridad y
fraternidad hacia los demás seres humanos. Fue el choque entre esta
sensibilidad y humanidad tan profundamente arraigadas y la
injusticia y miseria que el joven estudiante de medicina argentino
descubrió en el mundo que le rodeaba lo que le impresionó
profundamente y le empujó a buscar a lo largo de toda su vida un
camino para luchar contra la injusticia.
Varios
viajes por América y su actividad como médico lo pondrán en estrecho
contacto con las tremendas injusticias que vive el continente.
“Recorrimos la parte mas baja del pueblo, hablamos con varios
mendigos, nuestras narices inhalan la miseria".Solamente un dato da
una idea de la profunda injusticia social que devora el continente:
sobre un conjunto de 19 países, un promedio del 1,74% de
propietarios poseen el 64,9% de la propiedad mientras el 72,6%
poseen el 3,74%.
A medida que iba madurando como
persona y como revolucionario, el Che fue mostrando un creciente
interés por la teoría marxista. La propia necesidad de encontrar una
explicación al mundo que le rodeaba y un camino para transformarlo
fueron haciendo evolucionar ideológicamente al joven revolucionario,
idealista y humanista, caracterizado por una profunda solidaridad
con el sufrimiento humano y una inquebrantable voluntad de lucha
contra la injusticia pero que todavía no se había decantado por el
marxismo como ideología que guiase su acción, hacia las ideas del
socialismo científico.
Una de las cualidades que más
llama la atención del Che, es su constante capacidad para hacerse
nuevas preguntas e intentar ver el mundo con ojos nuevos: aprender
de los errores, descubrir nuevas ideas, buscar nuevos caminos en su
constante lucha por la liberación del ser humano.
Esto es lo que explica en última instancia su
inconformismo político, su capacidad para criticar el burocratismo y
el conservadurismo que amenazan a cualquier proceso revolucionario,
sus discursos críticos con la burocracia de la URSS y muchos
dirigentes comunistas por su falta de compromiso en la extensión de
la revolución a todo el mundo y, en definitiva, su búsqueda
incansable de un camino para llevar a cabo esa extensión
internacional de la revolución. Según distintas fuentes, en sus
últimos meses de vida el Che estaba intensificando y ampliando el
estudio del marxismo y haciéndose muchas preguntas, según distintas
fuentes incluso parece que estaba estudiando algunos textos en
aquella época prohibidos prácticamente para muchos revolucionarios
como los trabajos de Trotsky acerca de la imposibilidad de construir
el socialismo en un solo país y la necesidad de la revolución
mundial.
La lucha de clases en América Latina
Durante los años 50 y 60 serán muchos los jóvenes
estudiantes e intelectuales latinoamericanos que, como el Che, se
quedarán impresionados con la miseria y opresión que sufren los
pueblos del continente. Estos jóvenes se radicalizarán al tomar
plena conciencia del enorme atraso y dependencia del imperialismo en
el que, tras casi cien años de independencia política formal, siguen
viviendo sus países. Influidos por las luchas obreras y campesinas
en ascenso, muchos de ellos buscarán una salida revolucionaria a
esta situación en las ideas del marxismo.
A lo largo
de sus viajes por toda América Latina el Che pudo comprobar por sí
mismo como la enorme capacidad creativa de las masas y sus deseos de
alcanzar una vida digna chocaban una y otra vez con la opresión del
imperialismo. En su propio país natal, Argentina; en el vecino Perú,
en esa Bolivia donde finalmente verá la muerte, o en las
geográficamente más alejadas, pero cada vez más cercanas en su
corazón de revolucionario latinoamericano, Cuba, Guatemala o México,
el Che empezará a comprender cada vez con más claridad que los
problemas de todos los oprimidos de América Latina son los mismos y
que sólo luchando todos unidos contra el imperialismo y contra los
capitalistas de cada país podrán obtener la libertad y un futuro
digno.
Sin embargo, estas conclusiones que sacaban el
Che y otros muchos jóvenes revolucionarios de su generación nada
tenia que ver con lo que pensaban la gran mayoría de gobernantes
latinoamericanos y los propios capitalistas de cada uno de estos
países. Las burguesías latinoamericanas, a causa del desarrollo
tardío del capitalismo en estos países, establecieron desde el
principio una relación de dependencia económica y sumisión política
con los países capitalistas avanzados.
El
imperialismo, primero con la ocupación militar directa y luego
mediante la hegemonía económica de los grandes bancos y
multinacionales moldearon en estos países una economía dependiente,
especializada sobre todo en la exportación de materias primas y
mercancías poco elaboradas y de bajo precio, destinadas a las
industrias europeas y luego también norteamericanas, a cambio de
productos elaborados.
Este intercambio desigual ha
sangrado durante décadas a las economías de los países coloniales y
semicoloniales y, unida a otros mecanismos como los préstamos que
han hecho crecer exponencialmente la deuda de estas economías con
los capitalistas de los países avanzados, representan un lastre que
impide el pleno desarrollo y disfrute de todo su potencial económico
y social y mantiene todavía hoy a la gran mayoría de los pueblos de
América Latina, África y Asia sojuzgados y dominados por un puñado
de multinacionales.
Incapacidad de las burguesías
latinoamericanas
A causa de este desarrollo
desigual del capitalismo, que combina en cada uno de estos países
atrasados la introducción del capitalismo en su fase más avanzada,
el dominio del mercado mundial por las grandes multinacionales, la
plena extensión de la gran producción capitalista a todo el mundo y
la concentración de la riqueza cada vez en menos manos (todo eso que
hoy los capitalistas denominan eufemísticamente globalización)
coexiste en estos países con el mantenimiento de formas de
explotación de origen feudal o semifeudal como los latifundios en
manos de la aristocracia terrateniente.
Las
burguesías nacionales de estos países se ven incapacitadas para
jugar ningún papel revolucionario, ni siquiera son capaces de
desarrollar seriamente las fuerzas productivas en cada uno de estos
países. Por ejemplo, una de las tareas clásicas de la revolución
burguesa en la época de nacimiento y expansión del capitalismo fue
la reforma agraria y la eliminación radical de las relaciones de
tipo feudal en el campo; medidas que favorecieron el desarrollo
comercial e industrial. La burguesía francesa e inglesa, apoyándose
en las masas populares, llevaron a cabo estas tareas.
En los países latinoamericanos, en cambio, una buena
parte de los capitalistas y banqueros son también grandes
propietarios de latifundios o tienen su dinero invertido en la
ganadería, etc. Al mismo tiempo las familias de la vieja
aristocracia terrateniente tienden a invertir también sus capitales
en esos mismos bancos e industrias. En muchos casos la fusión de
estos dos sectores de la clase dominante incluso se oficializa en
matrimonios entre miembros de uno y de otro sector de la clase
dominante. Estas burguesías que se van formando en cada país
dependiente se ven a su vez atadas por miles de lazos económicos que
establece el desarrollo del mercado mundial (compra y venta de
productos, inversiones y negocios conjuntos, etc.) a los grandes
explotadores imperialistas.
El resultado de todo ello
es el surgimiento de esa oligarquía, enemiga acérrima de la reforma
agraria y en general de cualquier cosa que huela a pueblo y a
revolución que tan bien conocemos y que sigue dominando hoy el
continente. Esta oligarquía ya impidió el sueño de una revolución
democrático-burguesa exitosa que anhelaron los próceres como
Miranda, Bolívar, Sucre, Sanmartín,… y durante casi dos siglos ha
frenado toda iniciativa revolucionaria de las masas que tuviese como
objetivo unificar y desarrollar todo el inmenso potencial y energía
que poseen las economías y sociedades de América Latina. El único
papel que las burguesías nacionales latinoamericanas pueden jugar es
el de saquear las riquezas y malvenderlas a sus socios
imperialistas, como han venido haciendo durante los últimos dos
siglos.
Esta idea se ha visto confirmada por el
desarrollo de distintos procesos revolucionarios en todo el mundo, y
en particular en Latinoamérica, durante los últimos siglos. Desde la
propia experiencia de Bolívar, olvidado y apartado del poder por una
clase dominante que no estaba interesada en ir más allá de una
independencia política formal que le permitiese sustituir el dominio
español por el de otras potencias imperialistas que le ofreciesen
más libertad y mejores condiciones para sus negocios, hasta el
brutal asesinato de Sandino a manos del imperialismo gringo con la
colaboración de la burguesía nacional, pasando por el drama de la
Cuba de la primera mitad de siglo, transformada por los oligarcas, y
por títeres como Batista y otros, del país libre que soñó Martí en
el patio trasero burguesía gringa.
El Che en la
revolución guatemalteca
La experiencia de los
distintos movimientos antiimperialistas y revolucionarios que se dan
en los años 30, 40 y 50 en distintos países latinoamericanos, y que
en un caso tras otro, la burguesía nacional traiciona y aplasta con
ayuda del imperialismo, tendrá una influencia decisiva en la
evolución ideológica de toda esa generación de jóvenes
revolucionarios en la que se incluye el Che.
El
propio Che vive en su carne la experiencia del acoso y derribo al
que somete el imperialismo al régimen revolucionario de Jacobo
Arbenz en Guatemala. Esta experiencia es decisiva en su maduración
política. “Estos ataques, junto con las mentiras de la prensa
internacional, han despertado a los indiferentes. Un clima combativo
predomina aquí. Me he ofrecido como voluntario para los servicios de
ayuda medica y me he registrado en la brigada juvenil para recibir
instrucción militar e ir a la lucha en caso de que sea necesario."
Arbenz, un nacionalista que se había enfrentado con
el imperialismo e intentaba impedir que la multinacional gringa
United Fruit siguiese dominando a sus anchas la economía del pequeño
país centroamericano, se vio desestabilizado por el criminal saboteo
económico de los capitalistas guatemaltecos y del imperialismo y fue
derrocado finalmente por una invasión estadounidense en 1954 que
contó con el apoyo de todos los sectores decisivos de la burguesía
nacional.
Arbenz había planteado la posibilidad de
una revolución antiimperialista y democrática pacífica. En su
evolución bajo la presión de la lucha de clases, Arbenz llegó a
proponer al Partido Comunista entrar en el gobierno. Pero los
dirigentes del PC rechazaron esta idea y en lugar de proponer a
Arbenz y sus seguidores a expropiar a los capitalistas para romper
así su control de la economía y desmantelar el estado burgués y
sustituirlo por un estado obrero basado en soviets (comités de
representantes elegibles y revocables por asambleas) insistieron en
que la revolución debía respetar la propiedad privada de los medios
de producción y mantenerse dentro de la economía de mercado.
El resultado fue que la burguesía pudo utilizar todo
su poder para ir minando la base social de la revolución y,
finalmente, cuando las condiciones se lo permitieron intervenir
militarmente. Arbenz salió del país y el PC –atado a la teoría
estalinista de que el papel dirigente de la revolución correspondía
a la burguesía progresista- desaprovechó una vez más su oportunidad
de hacer un llamado a la resistencia de las masas y ponerse al
frente de la lucha con un programa socialista.
El Che
es todavía un revolucionario inexperto y en formación pero con su
instinto de revolucionario comprende, como lo hacían miles de
jóvenes y trabajadores en todo el mundo, que sí había condiciones
para luchar y que no eran esas políticas vacilantes las que se
necesitaban. “En Guatemala era necesario luchar peor casi nadie
luchó. La resistencia debió ser implementada pero casi nadie quiso
hacerlo."
Sus propias opiniones radicales y su
compromiso con la revolución guatemalteca motivaron su expulsión de
Guatemala por ser considerado por el nuevo régimen títere del
imperialismo de Castillo Armas “un peligroso comunista argentino”.
La revolución por etapas y la revolución
permanente
La experiencia revolucionaria de
Guatemala, como la de otros procesos de carácter nacionalista y
antiimperialista derrotados de forma muy similar, dejó una profunda
huella en el corazón y la psicología de miles de revolucionarios
que, como el Che, los habían apoyado con entusiasmo.
En realidad, el desarrollo del proceso en Guatemala,
y en otros muchos países que habían intentado anteriormente
enfrentarse al dominio del imperialismo y la oligarquía y construir
una genuina democracia con justicia social y verdaderamente libre e
independiente había sido previsto décadas antes por dirigentes
marxistas como Lenin y Trotsky.
La teoría de la
revolución permanente, formulada a principios del siglo XX por el
revolucionario ruso León Trotsky, explicaba -partiendo del caso ruso
pero extendiéndolo a todos los países en los que el capitalismo se
había desarrollado tardíamente, que – a causa de todos los factores
económicos y sociales que antes explicábamos al analizar el
desarrollo de estas sociedades- la llamada burguesía nacional era
incapaz de jugar un papel progresista (no digamos ya revolucionario)
por todos estos vínculos que la unían estrechamente al imperialismo
y la aristocracia latifundista. Únicamente el proletariado urbano,
ganándose como aliados a los campesinos y demás sectores oprimidos
—pequeña burguesía urbana y rural, semiproletarios, etc— tenía la
fuerza, el interés y la capacidad suficiente para eliminar las
reminiscencias feudales y la opresión imperialista.
Sólo rompiendo con el sistema capitalista,
nacionalizando todos los recursos del país bajo el control de los
trabajadores, y extendiendo la revolución a nivel internacional, es
como las tareas democráticas se podían realizar y mantener
plenamente. Con estas ideas habían dirigido Lenin y Trotsky la
Revolución Rusa y eran la base de la estrategia y programa de la
Tercera Internacional.
Sin embargo, el desarrollo de
una burocracia en la URSS bajo el gobierno de Stalin que usurpó el
poder de manos de los trabajadores supuso su abandono. En su lugar,
Stalin resucitará bajo una forma levemente modificada la teoría
menchevique de las dos etapas, que concibe la revolución democrática
(o antiimperialista) y la socialista como dos procesos absolutamente
separados y concibe el primero en el marco del capitalismo y bajo la
dirección de una supuesta (y ,como ya hemos visto, inexistente)
burguesía nacional progresista. Sólo después de que esta burguesía
progresista, apoyada por los trabajadores, realice la reforma
agraria y la liberación del imperialismo, tras una etapa de
desarrollo del capitalismo nacional que puede durar varias
generaciones, podría producirse una revolución nacional. El problema
de esta teoría es que, en todos los procesos revolucionarios en que
se ha ensayado, ha conducido a la más brutal de las derrotas.
El estalinismo y la revolución latinoamericana
Los partidos comunistas latinoamericanos,
avalados por su vinculación a la revolución rusa (que había
establecido el primer estado obrero de la historia, estaba
experimentando los enormes avances económicos que permite la
economía estatizada y planificada y – ya tras la Segunda Guerra
Mundial- había sido la tumba del fascismo) estaban obteniendo un
apoyo creciente. Al mismo tiempo, la lucha heroica y el trabajo
incansable de sus militantes en la fábricas y en el campo, les
estaban permitiendo ganar importantes posiciones, especialmente en
el movimiento obrero, y convertirse en un punto de referencia para
la lucha revolucionaria.
Pero la estalinización de
las dirigencias de todos los Partidos Comunistas significó que
muchos cuadros y militantes que no compartían las ideas estalinistas
fueron purgados y eliminados. En todos los casos el debate
democrático de ideas que había caracterizado el centralismo
democrático leninista fue sustituido por la imposición de la línea
estalinista de arriba abajo, por ese “centralismo burocrático” que
tantas expulsiones, purgas y decepciones ha causado.
La estrategia impuesta por Moscú arrastrará a muchos
dirigentes de los Partidos Comunistas latinoamericanos a apoyar una
y otra vez la idea de que las revoluciones antiimperialistas debían
permanecer dentro del capitalismo e incluso en algunos casos a
apoyar a representantes de la clase dominante claramente
reaccionarios con la argumentación de que representaban al sector
progresista de la burguesía. Un dato poco conocido, y puede
sorprender a muchos lectores, es que la dirección estalinista del PC
cubano participó con dos ministros en el gobierno burgués de Batista
(el dictador que derrocarán Fidel y el Che) en 1942, e, incluso más
tarde, cuando estos lanzan la guerrilla, serán atacados con todo
tipo de acusaciones (“aventureros”, etc.) El propio Raúl Castro fue
expulsado del Partido por oponerse a esta política.
El resultado de las políticas estalinistas fue que, a
pesar de la honradez y combatividad innegables de los militantes
comunistas, los partidos -tras aplicar esta linea en diferentes
paises y procesos revolucionarios- se verán debilitados. Numerosas
oportunidades revolucionarias son desaprovechadas y en algunos casos
los mismos gobiernos burgueses apoyados por el PC responden con la
ilegalización del partido y la persecución brutal contra sus
militantes.
Lamentablemente, durante todo este
período histórico, las ideas de Trotsky (que eran la continuación de
las de Lenin y que podían haber representado una alternativa a esta
línea errada) no pudieron ser conocidas y estudiadas por los
militantes del movimiento revolucionario, y en particular por los
luchadores comunistas. Estas ideas estaban aisladas y eran
sistemáticamente deformadas y atacadas. La burocracia que dominaba
la URSS, y en primer lugar el propio Stalin, se aprovecharon del
prestigio y la autoridad que le concedían los enormes avances
economicos y sociales que permitía la economía estatizada y
planificada, asi como la victoria heroica del pueblo ruso en la
Segunda Guerra mundial contra el nazismo (a pesar de los errores del
propio Stalin) para ganar el apoyo de millones de trabajadores en
todo el mundo e identificar estos éxitos no como resultado de la
economía planificada y la lucha revolucionaria de las masas sino
como un fruto de su acierto individual.
La
burocracia, arropada por el prestigio de dirigir el primer estado
obrero de la historia, intentó identificar el régimen dictatorial y
burocrático que entonces existía en la URSS con el socialismo, y las
burdas teorías de Stalin sobre el socialismo en un solo país o la
alianza con los capitalistas progresistas para llevar a cabo la
llamada revolución democrática como marxismo. Durante décadas
centenares de miles de revolucionarios recibirán una visión
distorsionada y caricaturizada del marxismo. En particular, la vida
y las ideas de Trotsky, el compañero de lucha y continuador de la
herencia de Lenin, y el hombre que fue asesinado por Stalin por
encabezar la lucha contra la burocratización, serán sepultadas bajo
toneladas de calumnias y mentiras.
Los errores
ultraizquierdistas y sectarios que cometieron en distintos momentos
algunos grupos que se declaraban “trotskistas” pero cuyas ideas y
métodos tenían bien poco que ver con las verdaderas ideas de Trotsky
, que siempre defendió trabajar pacientemente dentro de los
movimientos de masas y dirigirse de un modo compañero a las bases de
las organizaciones socialistas y comunistas explicando las genuinas
ideas del marxismo, también ayudaron en algunos casos a los
dirigentes reformistas y estalinistas a intentar mantener a las
masas separadas de las auténticas ideas de Trotsky.
El Che, Trotsky y Stalin
El
Che, a través de su experiencia y del estudio del marxismo, llegará
a conclusiones que en algunos aspectos se acercan de forma increíble
al análisis realizado por Trotsky a principios de siglo sobre la
imposibilidad de que ningún sector de la burguesía desempeñe ningún
papel transformador en las revoluciones latinoamericanas.
Algunos sectores estalinistas intentan aducir
determinadas citas en las que el Che habla favorablemente de Stalin
para negar este cuestionamiento por parte del Che, a lo largo de su
evolución política, respecto a muchas de las políticas y métodos que
caracterizan al estalinismo. Como explicábamos antes, una buena
parte de la generación del Che, admiraba a la URSS por los éxitos de
la economía planificada y la victoria contra el fascismo en la
Segunda Guerra Mundial y como hemos dicho anteriormente,–a causa de
la propia propaganda estalinista y del aislamiento de las ideas del
trotskismo- identificaban los éxitos de la URSS con la figura de
Stalin. Sin embargo, es innegable que a medida que el Che fue
evolucionando política e ideológicamente una buena parte de sus
conclusiones políticas (extensión de la revolución, ausencia de
ningún sector dentro de la burguesía dispuesto a apoyar la
revolución, etc) iban en dirección totalmente opuesta a todo lo que
representa el estalinismo.
(…) en muchos
países de América existen contradicciones objetivas entre las
burguesías nacionales que luchan por desarrollarse y el imperialismo
que inunda los mercados con sus artículos para derrotar en desigual
pelea al industrial nacional, así como otras formas o
manifestaciones de lucha por la plusvalía y la riqueza. No
obstante estas contradicciones las burguesías nacionales no son
capaces, por lo general, de mantener una actitud consecuente de
lucha frente al imperialismo. Demuestra que temen más a la
revolución popular, que a los sufrimientos bajo la opresión y el
dominio despótico del imperialismo que aplasta a la nacionalidad,
afrenta el sentimiento patriótico y coloniza la economía. La gran
burguesía se enfrenta abiertamente a la revolución y no vacila en
aliarse al imperialismo y al latifundismo para combatir al pueblo y
cerrarle el camino a la revolución. (Cuba ¿Excepción histórica o
vanguardia en la lucha contra el colonialismo?, E. Guevara. Revista
Verde Olivo, 1961).
Viendo el desarrollo que
posteriormente tuvieron las ideas del Che, y el enfrentamiento que
–como más adelante veremos- llegó a tener con la burocracia de la
URSS y con muchos de los dirigentes estalinistas latinoamericanos,
es bastante probable que, si en aquel entonces hubiese tenido acceso
–sin ninguna tergiversación o deformación- a las ideas reales de
Trotsky, hubiese podido coincidir con muchas de las conclusiones que
se el gran revolucionario ruso sacó de estos mismos análisis.
En el contexto social de las revoluciones de 1905 y
1917 respectivamente, la movilización de la clase obrera estaba en
claro ascenso y el surgimiento de los soviets como organismos de
lucha unitarios surgidos de la experiencia y necesidades de la clase
obrera que se extendían al campo y los cuarteles y unificaban la
lucha revolucionaria de todos los explotados, ofrecía una solución a
la contradicción entre las necesidades de las masas de construir una
nueva sociedad y la incapacidad de la burguesía rusa para hacerlo y
el papel de freno que desempeñaban las teorías etapistas de los
mencheviques.
Trotsky primero, y Lenin con
posterioridad, supieron verlo y llegaron a la conclusión no sólo de
la imposibilidad de que ningún sector de la burguesía jugase un
papel revolucionario sino de que el papel dirigente de la revolución
sólo podía desempeñarlo la clase obrera aglutinando a todos los
explotados y, por tanto, la tarea central de los revolucionarios era
trabajar dentro del movimiento obrero para ganar a los activistas
obreros más avanzados para las ideas del marxismo y conseguir la
dirección del movimiento obrero.
Sólo una
organización obrera revolucionaria con un programa socialista, como
logró ser el Partido Bolchevique, podría convertir el movimiento
instintivo y desorganizado de todos los explotados (obreros,
campesinos y soldados) por un cambio social profundo en un
movimiento unificado, consciente y organizado que permitiese romper
definitivamente con el capitalismo y construir el socialismo.
Pero el contexto social en el que el Che y muchos de
sus compañeros de lucha luchaban por encontrar una solución a las
insoportables contradicciones que desgarraban a las economías y
sociedades latinoamericanas estaba caracterizado no por las
victorias de la clase obrera y su papel dirigente al frente de la
lucha de las masas sino por el hecho de que todos los intentos que
hacía una y otra vez el movimiento obrero por ponerse al frente de
los explotados eran frenados o desviados por los dirigentes
reformistas o , peor aún, por los estalinistas , que se beneficiaban
–como antes decíamos- del prestigio de la revolución rusa y por así
decirlo frenaban la revolución…¡ en nombre de la revolución¡.
La revolución, paralizada
La
ausencia de organizaciones genuinamente marxistas con un apoyo de
masas y la persistencia de las políticas estalinistas y reformistas
al frente del movimiento obrero provocan un impasse en el desarrollo
de la revolución a escala mundial y en particular en América latina.
La clase dominante no es capaz de seguir desarrollando la economía y
la sociedad pero al mismo tiempo la única clase que por su papel en
la producción puede tomar el poder y empezar a construir el
socialismo, el proletariado, se ve paralizado por sus direcciones
reformistas y estalinistas.
Este impasse empujará a
los sectores más radicalizados de los obreros, campesinos y jóvenes
de América Latina a buscar diferentes atajos hacia la revolución
intentando salir del callejón sin salida en el que se encuentra la
lucha de clases. Una de estas vías para responder a la incapacidad
del reformismo y el estalinismo de ofrecer una salida a la lucha
revolucionaria de las masas es la lucha de guerrillas.
Ante el vacío existente, por los errores de los
dirigentes de los partidos y sindicatos obreros, los revolucionarios
latinoamericanos buscan, de un modo instintivo, una salida. Muchos
optan por la vía de un enfrentamiento directo de una vanguardia
armada de revolucionarios contra el Estado, que estimule a los
campesinos, y extienda el foco guerrillero hasta convertirlo en una
insurrección y la toma del poder. El Che desempeñará un papel
fundamental en la elaboración de la estrategia guerrillera.
En México el Che se encuentra con Fidel
Castro, joven dirigente procedente de las filas del Partido
Ortodoxo, un movimiento democrático y antiimperialista, que había
logrado agrupar en las décadas anteriores a amplios sectores de de
clase media e incluso de origen burgués y había logrado también una
cierta base social entre trabajadores y sectores populares. Sin
embargo, demostrando una vez más lo que decíamos anteriormente
acerca de la incapacidad tanto de la burguesía como de la
pequeña-burguesía para encabezar ningún movimiento revolucionario
serio de masas, la política de los dirigentes burgueses y
pequeño-burgueses de estos Partidos y movimientos democráticos se
caracterizaba por el hecho de que tendían una y otra vez a buscar
acuerdos por arriba con los sectores decisivos de la oligarquía y
nunca eran capaces de mostrar a las masas un camino claro para
solucionar sus problemas.
Fidel precisamente
representaba a los sectores más a la izquierda de su partido, que
descontentos con la política vacilante y conciliadora de la
dirección y repelidos por la orientación oportunista, busca un
camino revolucionario. Fidel viene de convertirse en un símbolo de
la lucha de toda esta capa de jóvenes revolucionarios contra el
sistema tras realizar el asalto al Cuartel de Moncada.
El Movimiento 26 de Julio
Tras unos primeros pasos muy difíciles para la
guerrilla integrada por unas decenas de revolucionarios llegados a
bordo del barco Gramma a la isla, el Movimiento 26 de Julio liderado
por Fidel Castro y en el que cada vez tiene una posición más
destacada el Che empieza a llenar el vacío político que existe. La
dictadura de Batista y, más aún, el propio sistema capitalista
cubano estaba en total descomposición. Las masas necesitaban un
cauce para expresar su malestar y una esperanza en la que creer y ,
tras haber fracasado los dirigentes de los partidos burgueses y
pequeñoburgueses y el propio PC estalinista en ofrecer ese cauce,
fue el arrojo de los jóvenes luchadores revolucionarios del 26 de
julio el que infundió esa esperanza
El régimen de
Batista era una fruta podrida que podía derrumbarse en cualquier
momento pero faltaba el empujón decisivo. Las masas esperaban un
llamado a entrar en acción y veían cada vez con más simpatía a los
guerrilleros pero la lucha entre estos y el estado burgués se
prolongaba sin que aparentemente ningún bando acabase de darle el
golpe decisivo al otro, particularmente sin que la guerrilla acabase
de encontrar la suficiente fuerza para barrer definitivamente la
estructura del estado, ya que este se sostenía cada vez más por
inercia. Ante la posibilidad de un golpe de Estado de los altos
oficiales tras la huida de Batista, y debido a la debilidad del
ejército guerrillero para garantizar por sí mismo la victoria, Fidel
se ve en la necesidad de hacer un llamado a la huelga general. La
respuesta de los trabajadores, que durante una semana paralizan La
Habana, muestra la enorme capacidad de lucha del proletariado cubano
y será el factor decisivo que hace caer al régimen.
Cuba revolucionaria
La
guerrilla que tras dos años de heroica lucha contra el ejército de
Batista goza de una autoridad y apoyo enormes, toma el poder. Su
primera propuesta es un gobierno de coalición de todos los partidos
democráticos para emprender la democratización del régimen.
En realidad, las ideas iniciales del Movimiento 26 de
Julio fundado, entre otros, por Fidel y el Che no eran un programa
socialista acabado. De hecho, el objetivo inicial proclamado por el
Movimiento es derrocar al dictador y volver a la Constitución cubana
de 1940. Esto significaba una democracia burguesa con reformas
democráticas y mejoras sociales amplias. Fidel, ya en el poder,
intenta tranquilizar a la asociación de banqueros pidiéndoles su
colaboración para modernizar la economía y prometiéndoles que no
tenía “ninguna intención de nacionalizar ninguna industria”. Sus
ideas revolucionarias se irán modificando y radicalizando sobre la
marcha, bajo la presión de los acontecimientos. Para poder cumplir
su programa revolucionario deberán enfrentarse al sabotaje de la
burguesía y del imperialismo y profundizar la revolución
nacionalizando las palancas fundamentales de la economía.
Una vez la guerrilla ha tomado el poder, Fidel y Che,
adoptan medidas de tipo socialista como la nacionalización de los
sectores básicos de la economía. Empiezan por las azucareras,
seguirán las empresas relacionadas con el petróleo y finalmente
todas las industrias básicas. Esas medidas no eran parte de un plan
preconcebido sino que venían dictadas por la necesidad de hacer
frente al colapso económico del débil capitalismo cubano, de hacer
una realidad la reforma agraria y las mejoras sociales.
Esto era una confirmación brillante de la teoría de
la revolución permanente de León Trotsky, según la cual el
desarrollo específico del capitalismo en los países atrasados hacía
que la revolución democrática y la socialista se fusionaran, con la
peculiaridad de que en este caso la clase obrera industrial aunque
había sido decisiva para llegar al poder quien dirigía el proceso
sino la guerrilla campesina en su nombre. El régimen de economía
nacionalizada y planificada resultante ha supuesto, desde todos los
puntos de vista, una conquista enorme para el pueblo cubano. La
industria creció un 50% entre 1959 y 1965, el analfabetismo, el
hambre y numerosas enfermedades que asolaban a las masas han sido
erradicadas. El número de médicos por habitante en Cuba es de los
más altos del mundo y la tasa de mortalidad de niños sólo es menor
en USA y Canadá en el hemisferio occidental. Estos avances dan una
idea de la magnitud de la conquista que han supuesto la revolución
cubana y la economía planificada y son los que explican el
mantenimiento hasta hoy del régimen revolucionario cubano a pesar
del criminal bloqueo y hostigamiento del imperialismo.
Para cualquier revolucionario que quiera merecer ese
nombre defender estas conquistas (tanto contra el bloqueo
imperialista USA como frente al intento restablecer el capitalismo
en la isla) es un deber irrenunciable. Al mismo tiempo es necesario
comprender que el destino de la revolución cubana se decidirá
finalmente a escala internacional. Sólo la extensión de la
revolución a otros países puede garantizar, a largo plazo, el
mantenimiento de las conquistas revolucionarias y que éstas avancen
hacia el socialismo.
El Che y la extensión de la
revolución
De hecho, los primeros años de la
revolución cubana estarán marcados por tensiones muy importantes
entre un sector de los dirigentes cubanos encabezados por el Che y
en ocasiones Fidel, que defienden la extensión de la revolución al
resto de Latinoamérica, y la cada vez mas degenerada burocracia rusa
que ve con temor esta posibilidad ya que serviría de ejemplo a todo
el mundo y podría dar lugar al surgimiento de un Estado obrero sano,
algo que podría impulsar la lucha de los trabajadores rusos por
recuperar el control del estado y amenazaría sus privilegios.
Los choques entre el Che y la burocracia rusa, por
éste y otros motivos, irán en aumento. Che Guevara, a cargo del
Ministerio de Industria, denuncia en el Segundo Seminario Económico
Afroasiático (Argel, 1965) la falta de solidaridad de la URSS y sus
satélites europeos con los países subdesarrollados e incluso habla
de complicidad con el imperialismo: “¿Cómo se puede hablar de
recíproca utilidad cuando se venden al precio del mercado mundial
las materias primas que cuestan sudor y sangre y padecimientos a los
países atrasados y se compran a los precios del mercado mundial las
máquinas (…). Los países socialistas tienen el deber moral de poner
fin a su tácita complicidad con los países occidentales
explotadores”.
En la Segunda Declaración de La Habana
y otros documentos y discursos el Che critica el freno a la
extensión de la revolución. “La misión de los partidos comunistas es
estar a la vanguardia de la revolución pero lamentablemente ocurre
que, en casi toda Latinoamérica, están a la retaguardia” (Entrevista
con Eduardo Galeano en 1964, Entrevistas y artículos, Ed. del
Chanchito, 1988).
En Bolivia
Sus contactos con la miseria y explotación de las
masas en África, Asia y América lo reafirman en estos planteamientos
y según denuncian varios colaboradores suyos esto aumenta los
choques con la URSS. El Che, tras apoyar al guerrillero venezolano
Douglas Bravo enfrentado al PC oficial controlado por Moscú, volverá
a tomar las armas e intentará extender la revolución reeditando el
foco guerrillero en el Congo y Bolivia.
El principal
problema con el que se encontrará para el éxito de este objetivo
correcto es que no se basará en el poderoso proletariado
latinoamericano que ya había protagonizado numerosas experiencias
revolucionarias, luchando dentro del movimiento obrero para arrancar
a éste de la influencia de las paralizadoras políticas reformistas.
Piensa el Che que la voluntad y lucha heroica de la vanguardia
revolucionaria basada en el campo será suficiente para la victoria,
es más, consideraba este camino más factible, especialmente en
situaciones de represión. “Los movimientos obreros deben hacerse
clandestinos, sin armas, en la ilegalidad y arrostrando peligros
enormes; no es tan difícil la situación en campo abierto, apoyados
los habitantes por la guerrilla armada y en lugares donde las
fuerzas represivas no pueden llegar” (E. Guevara, Principios
generales de la lucha guerrillera).
El Che llega a
comprender las dificultades que encuentra la táctica guerrillera en
los países más industrializados y en la ciudad y el riesgo de que la
guerrilla pueda aislarse del movimiento obrero de las ciudades. En
ese aspecto el Che acepta que existen otras posibles vías
revolucionarias que no sean la del foco guerrillero. De hecho
insiste correctamente a sus seguidores en distintos países en la
necesidad de que los revolucionarios adapten sus formas de lucha a
la situación concreta de la lucha de clases pero siempre con un
criterio claro, que no basta con lograr mejoras pasajeras en la
situación de las masas sino que es necesario tomar el poder y desde
este resolver de forma definitiva los problemas de las masas
mediante la expropiación de los capitalistas. Esta idea contiene
importantes lecciones para procesos revolucionarios ques e dieron
posteriormente como el chileno en los años 70 o para la propia
revolución que vivimos hoy en Venezuela.
“Los países
que, aun sin poder hablar de una efectiva industrialización, han
desarrollado su industrie media y ligera o, simplemente, han sufrido
procesos de concentración de su población en grandes centros,
encuentran más difícil preparar guerrillas. Además, la influencia
ideológica de los centros poblados inhibe la lucha guerrillera y da
vuelo a luchas de masas organizadas pacíficamente. (…)Aunque no
esté excluida la posibilidad de que el cambio en cualquier país se
inicie por vía electoral, las condiciones prevalecientes en ellos
hacen muy remota esa posibilidad. (…) Los revolucionarios no pueden
prever de antemano todas las variantes tácticas que pueden
presentarse en el curso de la lucha por su programa liberador. La
real capacidad de un revolucionario se mide por el saber encontrar
tácticas revolucionarias adecuadas en cada cambio de la situación,
en tener presente todas las tácticas y en explotarlas al máximo.
Sería error imperdonable desestimar el provecho que puede obtener el
programa revolucionario de un proceso electoral dado; del mismo modo
que sería imperdonable limitarse tan sólo a lo electoral y no ver
los otros medios de lucha, incluso la lucha armada, para obtener el
poder, que es el instrumento indispensable para aplicar y
desarrollar el programa revolucionario, pues si no se alcanza el
poder, todas las demás conquistas son inestables, insuficientes,
incapaces de dar las soluciones que se necesitan, por más avanzadas
que puedan parecer.”(Cuba ¿Excepción histórica o vanguardia de la
lucha contra el colonialismo?)
Sin embargo, el Che
comete el error de, ante los problemas que encuentra la lucha dentro
del movimiento obrero organizado, seguir considerando como vía más
factible y con posibilidades de éxito la táctica del foco
guerrillero. En lugar de considerar como tarea central de los
revolucionarios la lucha dentro de las organizaciones obreras de
masas por arrancar a las bases de la influencia de los dirigentes
reformistas, plantea –incluso para los países industrializados- la
táctica del foquismo guerrillero como vía principal.
“No nos atreveríamos a afirmar que estuviera negado
el éxito a una rebelión popular con base guerrillera dentro de la
ciudad. Nadie puede objetar teóricamente esta idea, por lo menos no
es nuestra intención, pero sí debemos anotar lo fácil que sería
mediante alguna delación, o, simplemente, por exploraciones
sucesivas, eliminar a los jefes de la Revolución. En cambio, aun
considerando que efectúen todas las maniobras concebibles en la
ciudad, que se recurra al sabotaje organizado y, sobre todo, a una
forma particularmente eficaz de la guerrilla que es la guerrilla
suburbana, pero manteniendo el núcleo en terrenos favorables para la
lucha guerrillera, si el poder opresor derrota a todas las fuerzas
populares de la ciudad y las aniquila, el poder político
revolucionario permanece incólume, porque está relativamente a salvo
de las contingencias de la guerra. Siempre considerando que está
relativamente a salvo, pero no fuera de la guerra, ni la dirige
desde otro país o desde lugares distantes; está dentro de su pueblo,
luchando. Esas son las consideraciones que nos hacen pensar que, aun
analizando países en que el predominio urbano es muy grande, el foco
central político de la lucha puede desarrollarse en el
campo.(op.cit)
Clase obrera y lucha de guerrillas
El debate sobre qué métodos emplear y qué
estrategia seguir para llegar al poder es uno de los más difíciles y
que ha ocasionado más polémicas entre todos los grandes
revolucionarios.
Marx y Engels, frente a los
anarquistas, habían insistido una y otra vez en que, por su papel en
la producción capitalista, la clase obrera es la única que puede
desarrollar unos métodos de lucha colectivos (huelgas,
manifestaciones de masas, asambleas, elegibilidad y revocabilidad de
representantes sometidos a ellas…) y una conciencia socialista.
Los soviets, o consejos obreros, surgen del carácter
colectivo de la lucha obrera contra la reacción burguesa, como
comités de huelga amplios nacidos del propio proletariado que
coordinan y extienden la lucha revolucionaria y garantizan que toda
la clase participa conscientemente en ella, y acaban extendiéndose
al campo, a los cuarteles… Tras la toma del poder, de forma natural
se convierten en el nuevo Estado obrero. De esa manera los soviets,
o los consejos obreros, son el instrumento que garantiza que el
poder central está sometido en todo momento al control de las masas,
son la esencia de la democracia obrera.
Sin duda,
para la victoria de la revolución, es vital ganar el apoyo del
campesinado, fomentar la insurrección campesina y la lucha de
guerrillas. Pero en palabras de Lenin “el partido del proletariado
no puede nunca considerar la guerra de guerrillas como el único o
incluso el principal método de lucha. Este método debe subordinarse
a otros”.Ese criterio fue aplicado por los bolcheviques incluso en
el caso de la revolución rusa, país en el que el campesinado era la
inmensa mayoría de la población y la clase obrera urbana
representaba tan sólo un 10%
Una de las consecuencias
de la lucha de guerrillas, concebida como método fundamental para
tomar el poder y no subordinada a la lucha masiva del movimiento
obrero tal como lo concebían Marx, Lenin y Trotsky, es que, por muy
heroicas que sean sus acciones militares, renuncia a la lucha dentro
del movimiento obrero por arrancar a éste de la influencia de sus
dirigentes reformistas que lo siguen llevando a nuevas derrotas.
Los obreros no pueden participar en los ataques en la
selva, ataques a posiciones militares, toma de pueblos, etc. Podrán
simpatizar durante un tiempo con la guerrilla, pero, relegados a un
papel secundario se convierten en espectadores pasivos o en el mejor
de los casos en un recurso auxiliar de la guerrilla. El resultado es
una guerra de desgaste entre los revolucionarios de la guerrilla y
el ejército regular burgués en la que ningún bando consigue
imponerse pero que acaba sangrando las filas de los revolucionarios
e incluso sembrando el cansancio y la desesperación entre sectores
de las masas. Los procesos que hemos visto en Guatemala, El
Salvador, Perú…, son ejemplos de esto.
El foco
guerrillero derrotado
En realidad, los casos en
los que la lucha guerrillera planteada como método principal de
lucha y sin que la dirección de esta recaiga en el movimiento obrero
consigue la victoria (Cuba, Vietnam, Nicaragua) son más la excepción
que la norma, su victoria se produce al coincidir con situaciones de
descomposición extrema del capitalismo y movilizaciones obreras que,
aúnque sin dirección, debilitan al estado burgués y allanan el
camino a los guerrilleros.
El intento boliviano del
Che no será apoyado, en la práctica, por la URSS e incluso
encontrará su oposición y la de los dirigentes estalinistas del PC
boliviano. Su vice secretario general, Monge, que sabotea
criminalmente todas las iniciativas revolucionarias del Che, por una
ironía de la historia, es hoy uno de esos antiguos burócratas
estalinistas que se han convertido en defensores del capitalismo.
El plan de extender el foco guerrillero desde las
montañas basándose en el campesinado boliviano impedirá al Che ganar
apoyo para sus ideas entre el importante movimiento obrero que,
reducido al papel de espectador, sigue bajo la dirección de los
dirigentes estalinistas y reformistas sin que nadie le ofrezca una
alternativa revolucionaria. La guerrilla guevarista queda
practicamente abandonada a su suerte y sufre un infierno. Sólo el
heroismo de sus miembros permite resistir por un tiempo, pero
finalmente son aplastados.
Apenas unos pocos años
después, la clase obrera boliviana protagonizará un gigantesco
movimiento revolucionario durante los años 70 y 71, demostrando así
su potencial revolucionario. La ausencia de un partido de cuadros
revolucionarios que se halle enraizado y forjado en las fábricas y
que le ofrezca una dirección revolucionaria será decisiva para esa
derrota.
En realidad, empujado por sus intenciones de
extender la revolución y por su coraje de revolucionario (y
desesperado ante la falta de alternativas), el Che y sus seguidores
caían en el error voluntarista de intentar hacer con su sacrificio y
el de sus camaradas revolucionarios lo que sólo el proletariado como
clase podía realizar. En la situación desesperada de Bolivia, esto
acabaría costándole su propia vida.
La guerrilla
en el poder
Incluso en los casos en los que los
guerrilleros llegan al poder la separación de la clase obrera urbana
a la que obliga la lucha militar permanente en la selva o las
montañas tendrá un efecto en el tipo de estado resultante de este
proceso. Al no haber sido dirigida la revolución por la clase
obrera sino realizada por la guerrilla con el apoyo de ésta, los
mecanismos del control obrero no han surgido durante el propio
proceso revolucionario de forma natural creados por las masas. El
estado burgués es destruido, pero cuando los guerrilleros llegan al
poder falta una alternativa revolucionaria, surgida de la propia
clase obrera y sometida a su control.
El movimiento
obrero juega el papel de fuerza auxiliar de la guerrilla y no al
revés. No existen soviets que garanticen que el proletariado ejerce
el poder. El aparato estatal burgués es sustituido por el aparato
militar-revolucionario de la guerrilla. El propio Che lo considera
en un escrito suyo contra el burocratismo (Extra de la revista
Resumen Latinoamericano, Documento Che Guevara): “El
‘guerrillerismo’ repetía la experiencia de la lucha armada de las
sierras y los campos de Cuba en las distintas organizaciones
administrativas y de masas (…)La forma de resolver los problemas
concretos estaba sujeta al libre arbitrio de cada uno de los
dirigentes (…)”.
Marx explicaba que el intento de
edificar un estado obrero sólo puede ser resultado de la conciencia
y actuación unida como clase del proletariado, no puede improvisarse
por una vanguardia de revolucionarios, por muy abnegados y
militantes que sean. Las condiciones de comandos guerrilleros en
lucha permanente contra el Estado crean toda una serie de hábitos:
sustitución del debate en asambleas de masas por la toma de
decisiones por cada jefe guerrillero en su ámbito de actuación,
órdenes de arriba a abajo —mucho mas operativas en el combate
militar—, las decisiones deben tomarse en círculos reducidos,
rápidamente y a menudo en secreto… Como explica Carlos Franqui,
dirigente de la guerrilla junto a Fidel y el Che: “Estudiábamos un
libro del Che, Los fundamentos del leninismo de Stalin. Nosotros
tres habíamos tenido una discusión muy seria. El Che lo defendía y
yo lo atacaba. La opinión de Fidel fue lapidaria: ‘Una revolución
para no dividirse y ser derrotada necesita un jefe. Vale más un mal
jefe que veinte jefes buenos’” (Diario de la revolución cubana).
El Che explicaba que los dirigentes del Movimiento 26
de Julio antes de tomar el poder sólo se habían reunido dos veces
para debatir y unificar posturas. Si la dirección de la
revolución está en manos de la clase obrera, la guerrilla es un
método mas de lucha revolucionaria que, como explicaba Lenin, se
“subordina” a las asambleas en las fábricas, barrios obreros y
pueblos, y a los soviets de representantes elegibles y revocables
elegidos por estas y puede contribuir poderosamente al éxito de la
revolución. Si estos mecanismos de control creados por las propias
masas no existen, los hábitos antes mencionados pueden expresarse en
la dirección del Estado.
Los Comités de Defensa de la
Revolución, impulsados por el gobierno revolucionario cubano, tenían
una positiva participación en cuestiones locales y parciales pero
esto no era suficiente. No son soviets creados por las masas con
capacidad de control y decisión sobre el poder central. Frente a los
congresos anuales que bajo la insistencia de Lenin realizaban los
bolcheviques, incluso durante la guerra civil, la guerrilla cubana
se transforma en el nuevo Partido Comunista en 1965 pero durante 30
años sólo celebrará cuatro congresos. La administración de todas las
funciones de las empresas recae en directores industriales que
tampoco estarán bajo el control de los trabajadores sino que son
designados y controlados por los Ministerios directamente. No se
contempla ningún mecanismo de elegibilidad y revocabilidad de los
cargos. El factor decisivo para aplacar o favorecer estas tendencias
es el aislamiento o la extensión de la revolución.
El
Che intuye en parte este riesgo: “Como contra medida se empezaron a
organizar los fuertes aparatos burocráticos que caracterizan esta
primera época de construcción de nuestro estado socialista, pero el
bandazo fue demasiado grande y toda una serie de organismos entre
los que se incluye el Ministerio de Industria, iniciaron una
política de centralización operativa, frenando exageradamente la
iniciativa de los administradores” (E. Guevara, Op. cit.). Pero no
saca las conclusiones necesarias de ello. En particular se resiste a
aceptar que el aislamiento de la revolución pueda tener efectos
negativos sobre el estado obrero. “El aislamiento puede provocar
muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de
apreciar la situación política en Brasil, pero distorsiones en la
marcha de la revolución, no” (Entrevista con Galeano, op.cit.). Él
confía en que la voluntad revolucionaria de los ex guerrilleros, la
fuerza de las ideas (lo que llama “el motor ideológico”) evitarán
cualquier riesgo de burocratización. Sin embargo, como explicaban
Marx, Lenin y Trotsky, con todo lo importantes que son las ideas, lo
que acaba decidiendo, en última instancia, son las condiciones
materiales de vida de las masas.
La victoria de la
revolución cubana fue el primer paso en la transición hacia el
socialismo. La victoria definitiva de éste sólo es posible si la
economía se desarrolla a un nivel superior al del capitalismo mas
avanzado, eliminando la escasez, la lucha por la supervivencia y las
diferencias económicas y sociales que son engendradas por esa
escasez. El aislamiento de la revolución, máxime en un país
atrasado, provoca la lucha por la supervivencia, diferencias
sociales, pérdida de confianza y desmoralización de sectores de las
masas, competencia del entorno capitalista, mercado negro… Estas
tendencias no podrán combatirse por la voluntad de ningún jefe
revolucionario por más honrado y revolucionario que sea y minarán la
participación de las masas. Lenin tras la toma del poder en Rusia
explicaba que “…pereceremos si no sabemos sostenernos hasta que
encontremos el poderoso apoyo de los obreros sublevados de otros
países (…) la victoria definitiva del socialismo en un sólo país es
imposible” (Obras Completas, Vol. 36).
La
revolución cubana y latinoamericana hoy
La lucha
porque esta transición al socialismo culmine con éxito no ha
acabado. La resistencia del pueblo cubano durante todas estas
décadas al bloqueo imperialista es un ejemplo de heroísmo y
abnegación que sigue ganando la simpatía de millones de jóvenes y
trabajadores en todo el mundo. Pero la lucha está en pleno
desarrollo y el imperialismo y la burguesía están empleándose a
fondo en estos momentos para intentar minar la base social de la
revolución mediante el saboteo económico y la introducción de cada
vez más elementos de mercado en la economía cubana. Aunque hay
divisiones tácticas dentro de la burguesía, el objetivo de todos
ellos, tanto los que plantean mantener el bloqueo como los
capitalistas europeos que defienden levantar este a cambio de
distintos “signos de buena voluntad” del gobierno cubano es la
misma: el retorno al capitalismo.
Un sector de la
burguesía estadounidense vinculado a los gusanos de Miami apuesta
por seguir manteniendo el bloqueo e intenta utilizar el cansancio y
los problemas sociales en la isla para intentar crear
desestabilización y preparar una ofensiva contrarrevolucionaria
abierta y lo más rápida posible en dirección al capitalismo tras la
por ellos tan ansiada muerte de Fidel. Otro sector de la burguesía
estadounidense, hoy menos influyente en el aparato estatal, y la
mayoría de las burguesías europeas, intentan aprovechar la necesidad
de la isla de obtener divisas para seguir financiando los gastos
estatales para invertir en la isla e intentar ir introduciendo y
fomentando elementos crecientes de capitalismo en la economía cubana
que proporcionen una cierta base social para la reintroducción
paulatina del capitalismo.
El colapso de la URSS y
los demás países estalinistas no en el sentido de una revolución
política que permitiese a las masas recuperar el control de los
soviets y restaurar una verdadera democracia obrera sino en
dirección a la contrarrevolución capitalista puso a Cuba en una
situación extraordinariamente difícil.
Tras varias
décadas de aislamiento, presión del capitalismo circundante y
penalidades en la sociedad cubana hay indudables síntomas de
cansancio. Esto inevitablemente se refleja en falta de participación
y en que sectores del aparato del estado tienden a independizarse
del control de las bases. Ya ha habido varias denuncias y medidas
concretas, incluso por parte de Fidel, contra prácticas de
burocratismo, corrupción, etc por sectores del aparato estatal. Esto
es muy peligrosos para cualquier revolución porque combinado al
saboteo económico, el cansancio ante los problemas económicos y la
propaganda antirrevolucionaria del imperialismo tiende a minar la
confianza de sectores de las masas en el avance de la misma.
Particularmente entre las generaciones de cubanos más
jóvenes está creciendo cierto escepticismo y la propia existencia de
diferencias económicas tan grandes entre el sector económico
especial vinculado al turismo y el sector capitalista privado y las
empresas del estado representa una poderosa amenaza que hoy
proporciona divisas al estado pero mañana puede amenazar a la
revolución. En torno a este sector se está desarrollando toda una
serie de intereses y hay una campaña consciente por parte del
imperialismo, la burguesía y también por sectores precapitalistas
que existen dentro de la isla por presentar al capitalismo como el
mejor sistema posible y defender la introducción de más medidas de
mercado.
El objetivo de los capitalistas es apoyarse
en los sectores más desideologizados y escépticos no sólo de la
sociedad sino del propio aparato del estado para intentar que, tras
una posible salida de Fidel del poder, estos puedan encabezar una
transición hacia la economía de mercado. Estos sectores mientras se
mantenga la presión económica e ideológica del capitalismo (como
denunciaba en su día el Che y ha denunciado en distintos momentos
Fidel cuando ha criticado elementos de burocratismo y corrupción en
dirigentes con responsabilidad dentro del partido y del estado)
siempre existirán y en el contexto de los últimos años han aumentado
su número e influencia.
Si los revolucionarios no
reconociésemos este peligro estaríamos haciendo un flaco favor a la
revolución. Pero lo más importante es comprender que este peligro
puede ser derrotado y hoy estamos en mejor situación para hacerlo
que hace unos pocos años.
La contrarrevolución
capitalista en la URSS, Europa del Este y China son un ejemplo de la
catástrofe que sería una victoria del imperialismo y el capitalismo
en Cuba. Hoy, es más necesario que nunca seguir luchando por la
defensa de la Cuba revolucionaria, contra cualquier intento de
restaurar el capitalismo y por la continuidad y profundización de la
revolución en dirección al socialismo. Esta continuidad pasa
inevitablemente por la extensión de la revolución a toda América
Latina y la recuperación de la movilización, conciencia y
participación de las masas, particularmente es decisiva la
participación de los trabajadores en todas las instituciones
estatales y en la toma de todas las decisiones.
¡Por
una Federación socialista de Cuba y Venezuela como primer paso hacia
una Latinoamérica socialista¡
Durante los últimos
años, el auge de la lucha de las masas en América Latina, y muy
especialmente el proceso revolucionario en marcha en Venezuela, han
proporcionado un balón de oxígeno a la revolución cubana. Como
decíamos antes, el destino de la revolución cubana (como el de
cualquier proceso revolucionario) no se decide nacionalmente sino a
escala internacional. La llegada de Hugo Chávez al frente de un
movimiento revolucionario de masas a la Presidencia de Venezuela y
las derrotas que la revolución bolivariana ha conseguido infligir al
imperialismo se han convertido en la mayor esperanza y el principal
punto de apoyo en estos momentos para que la revolución cubana en
lugar de retroceder (como pretenden los imperialistas) puede seguir
avanzando hacia el socialismo.
Si el Che viviese hoy
estamos seguros que estaría animando el avance de la revolución
venezolana hacia el socialismo con todas sus fuerzas y la
conformación de una Federación Socialista de Cuba y Venezuela como
primer paso hacia una Federación Socialista de los Pueblos
Latinoamericanos que pueda hacer realidad el sueño de una América
latina libre, unida y soberana que él mismo compartió con otros
revolucionarios como Bolívar, Sucre, Martí y tantos otros.
Si la revolución bolivariana expropia los bancos, las
grandes empresas y los latifundios y los pone bajo control obrero
como primer paso hacia la supresión de la propiedad privada de los
medios de producción y la instauración de una economía estatizada y
planificada esto permitiría resolver los problemas sociales que
todavía subsisten en Venezuela y se convertiría en un ejemplo que
contagiaría a toda América Latina. Esta medida debe ir unida a la
sustitución del aparato estatal previamente existente por un estado
obrero basado en comités elegibles y revocables en todo momento
desde abajo por asambleas revolucionarias de trabajadores,
campesinos y los demás explotados. Sólo una economía en manos del
estado y un estado en manos de la clase obrera puede garantizar el
avance hacia el socialismo.
Si estas medidas se
llevasen a cabo en Venezuela y se plantease una Federación
socialista de Cuba y Venezuela contagiarían a todo el movimiento
obrero y popular del continente y animarían a otros procesos
revolucionarios en marcha (Bolivia, Ecuador, etc.) a seguir el mismo
camino. No sólo eso, servirían de acicate a todos los trabajadores
del mundo. El primer contagiado por el entusiasmo sería la propia
sociedad cubana y en particular el movimiento obrero de la isla que
se vería animado a incrementar su movilización y participación tanto
en la calle como en todas las instancias de poder. Esto daría
fuerzas renovadas a la revolución cubana para seguir avanzando por
el camino de la propiedad colectiva de los medios de producción
combinando esta con la planificación democrática de la economía
basada en la participación de los jóvenes, trabajadores y toda la
sociedad en la toma de todas las decisiones. Un paso adelante en ese
sentido aislaría totalmente a los sectores precapitalistas que desde
dentro y desde fuera de la isla intentan minar la revolución.
Hoy, a 30 años de la caída en combate del Che
Guevara, su legado revolucionario está mas vivo que nunca. La
revolución cubana, latinoamericana y mundial siguen avanzando pero
su victoria todavía está pendiente. La mejor manera de contribuir a
esa victoria es aprender, del ejemplo de lucha, heroísmo y
honestidad revolucionaria de este gran revolucionario y también de
sus errores. Las huelgas y luchas masivas en toda Latinoamérica, así
como en el resto del mundo, muestran la necesidad de dotar a los
sindicatos y partidos obreros de masas de un programa y estrategia
marxistas que frente a la aceptación resignada del capitalismo,
levanten la bandera de la revolución mundial y dirijan a los
jóvenes, trabajadores y campesinos hacia la sociedad sin clases por
la que el Che y millones de hombres y mujeres han dado su vida a lo
largo de los últimos siglos.
| |
argentina.elmilitante.org