BALANCE DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS.
Por EL MILITANTE -
Friday, Oct. 28, 2005 at 7:01 PM
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Balance de las elecciones legislativas
|
Nueva advertencia
para la izquierda |
Autor : El Militante Fecha
: ( 27-Octubre-2005 ) Categoria : Argentina
|
os
resultados de las elecciones legislativas del domingo 23 de octubre
arrojan bastante luz sobre el panorama político del país e,
indirectamente, sobre el ambiente social que respiran las diferentes
clases y capas que componen la población.
Lo primero
que hay que decir es que esta cita electoral generó muy poco
entusiasmo en los trabajadores, más preocupados por sus salarios
bajos y por la precariedad de los empleos, cuestiones que estuvieron
ausentes en el debate electoral entre los principales candidatos. La
participación estuvo en torno al 71% del padrón, en niveles
similares a las legislativas del 2003, y el votoblanquismo y nulo en
el 9% en promedio, sensiblemente inferior al 15% registrado en
aquellas elecciones. No obstante, estas cifras todavía revelan el
mantenimiento de una cierta desconfianza hacia los políticos
burgueses profesionales en una capa importante de la población.
Como ya anticipábamos en nuestro artículo Editorial
de El Militante nº 16, el resultado electoral reflejó, en general,
un rechazo a la derecha y a los candidatos referenciados en el
pasado con las políticas de ajuste y la corrupción, siendo superados
por el kirchnerismo y el “centroizquierdismo” en sus diferentes
variantes. Esta es la primera conclusión que debemos subrayar.
Derrota humillante del duhaldismo en la provincia
de Buenos Aires
Uno de los datos más destacados
de la jornada electoral fue la derrota humillante sufrida por el
duhaldismo frente al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires,
el principal distrito electoral del país. Es verdad que durante toda
la campaña electoral se sucedieron las recriminaciones mutuas de
clientelismo y de compra de votos (una práctica usual del punterismo
peronista en las villas donde se acumula la pobreza) pero eso
siempre fue así y no explica la tendencia fundamental del resultado,
que reside en el ambiente social general.
Cristina
Kirchner le sacó a “Chiche” Duhalde cerca de 26 puntos de diferencia
(44,1% frente a 19,7%) en las elecciones para senadores. En las
elecciones para diputados la diferencia entre el Frente para la
Victoria kirchnerista y el PJ duhaldista fue de 28 puntos (43%
frente a 14,9%), si bien para la elección de diputados el
ex-represor Patti presentó su propia lista, donde no alcanzó el 6%
de los votos, 2 puntos menos que en el 2003.
Es muy
llamativo que el ARI de Carrió quedara en tercer lugar en las
elecciones bonaerenses, por delante de la UCR y del PRO de López
Murphy. De esta manera, los candidatos que hicieron ostentación
(como “Chiche” Duhalde, Patti y López Murphy) de la “mano dura”
contra la protesta social y de pasar página a la política genocida
de la última dictadura militar, fueron duramente derrotados.
Macri y la derecha se estancan en la Capital
Federal
Pese a la insistencia de los medios de
comunicación en destacar el “triunfo” de Macri en Capital Federal la
realidad es que obtuvo menos sufragios y menos porcentaje de voto
que en las elecciones del 2003. En ese momento, Macri superó
holgadamente los 600.000 votos y alcanzó un porcentaje del 37% en la
primera vuelta de las elecciones cuando enfrentó a Aníbal Ibarra. En
esta ocasión, apenas si arañó los 600.000 votos con un porcentaje
del 34%. En el 2003, la otra candidata referenciada con la derecha,
Patricia Bullrich, alcanzó el 10% de los votos, y ahora consiguió
poco más del 2%. De esta manera, la derecha pasó del 47% de los
votos al 38% (si le sumamos otros referentes de derecha menores que
iban por separado). Y eso que Macri explotó abundantemente su
demagogia, como el prometer empleos a los desocupados mayores de 47
años, y su condición de presidente de Boca en los barrios populares
del sur de Buenos Aires.
El 22% obtenido por el ARI
de Carrió y el 20% del candidato kirchnerista, Bielsa, superaron en
conjunto ampliamente a Macri, disputándose ambos la misma franja
“progresista” del electorado porteño en una campaña electoral
bastante sucia. Además, el Partido Socialista obtuvo el 4,5% y el
resto de las fuerzas políticas referenciadas con la izquierda
sacaron más del 8%. Esto revela las dificultades que tiene la
derecha para extender su base social en el distrito electoral (la
ciudad de Buenos Aires) donde obtuvo el mayor porcentaje de votos de
todo el país.
Derrota del peronismo en Santa Fe
En la provincia de Santa Fe, el frente liderado
por el Partido Socialista venció al PJ en una elección histórica,
sacándole cerca de 10 puntos (42,8% frente 33,2%), pese a contar
este último con el apoyo explícito de Kirchner. Aquí la derecha del
PRO no llegó ni al 2% de los votos.
En la provincia
de Córdoba, el tercer distrito electoral del país, el PJ ni siquiera
se atrevió a presentarse con sus siglas sino como un frente avalado
por Kirchner, y aunque ganó las elecciones con el 37,8%, el
agrupamiento político del ex-justicialista intendente cordobés, Luis
Juez, quedó segundo con cerca del 25%, y en tercer lugar el frente
del Partido Socialista con la UCR con el 18,4%.
Otras zonas
La oposición por
derecha a Kirchner ha intentado presentar los resultados electorales
como una consolidación de su alternativa política, cuando no ha
hecho más que revelar su limitada base social y su falta de
inserción a nivel nacional. Es verdad que uno de sus puntos fuertes
estaba en la provincia de Neuquén, con el gobernador Jorge Sobisch a
la cabeza, un agente descarado de las multinacionales petroleras que
proscribió arbitrariamente en estas elecciones a todas las listas de
izquierda menos una. Y es verdad que éste obtuvo el 49% de los votos
válidos. Pero se olvida un pequeño detalle. Neuquén registró el
mayor porcentaje de voto “bronca” (blancos y nulos) de todo el país,
un 30%. De manera que si contabilizáramos el total de votos
emitidos, el porcentaje de Sobisch se reduciría al 34%, lo que
demuestra que las bases de apoyo a Sobisch en su provincia no son
tan masivas como nos lo quieren hacer creer.
También
es importante destacar las derrotas humillantes de Menem en su
provincia, que fue superado por el neokirchnerista gobernador de La
Rioja, Ángel Maza; y la del podrido burócrata sindical peronista
Luis Barrionuevo en Catamarca, también a manos del frente
kirchnerista.
A modo de balance
El radicalismo prosigue su lenta agonía. En
Capital Federal prácticamente desapareció (2,2%) y en la provincia
de Buenos Aires bajó del 10%, en el 2003, al 8% ahora. De esta
manera, en los dos principales distritos electorales del país, su
apoyo se redujo al mínimo. Y en los otros dos distritos que le
siguen (Córdoba y Santa Fe) tuvo que ir coaligado en un frente con
el Partido Socialista para intentar obtener una cobertura “por
izquierda”. Sus resultados a nivel nacional, un 13,8% de los votos,
es una viva muestra de su decadencia. Sólo sus puntos de apoyo en el
interior del país, en las zonas más despobladas y políticamente más
atrasadas (con la excepción de Mendoza) lo salvaron de la catástrofe
completa, y aún así debió presentarse formando parte de frentes más
amplios en casi todos los distritos.
La derecha (PRO,
Recrear y otros partidos provinciales) sumaron en el conjunto del
país el 7,9% de los votos que dan una medida, como afirmamos
anteriormente, de las débiles bases de apoyo que, por el momento,
tiene la reacción de derecha en el país.
El ARI
consiguió el 7,3% de los votos a nivel nacional, si bien no deja de
ser una fuerza muy localizada geográficamente en Capital Federal,
provincia de Buenos Aires, Tierra del Fuego y alguna zona más del
interior. Es un mero aparato electoral sin base de sustentación
militante, que sobrevive por la ausencia de una fuerza genuina de
izquierda de oposición al peronismo.
El Partido
Socialista es uno de los agrupamientos políticos que más se
destacaron en las elecciones del domingo pasado, sacando cerca del
5% de los votos a nivel nacional, cuando durante años su fuerza fue
irrelevante con la excepción de Rosario, donde mantiene la
intendencia desde hace 16 años. Si bien la mitad de sus votos los
consiguió en la provincia de Santa Fe, sumó también el 4,5% que
obtuvo en Capital Federal. Aunque formalmente está inscrito dentro
de la “izquierda”, su programa socialdemócrata, su política y sus
dirigentes tienen más puntos de conexión con el ARI e incluso con
sectores del kirchnerismo (tal es el caso de Hermes Binner de Santa
Fe) que con lo que se entiende comúnmente como izquierda. Además no
es una fuerza homogénea y su base militante es muy pequeña. Pero es
un síntoma interesante que un pequeño sector de votantes de capas
medias y también de trabajadores, empiecen a buscar a la izquierda
del ARI una manera de expresar su descontento con las políticas
oficiales.
Con todos estos resultados en la mano,
queda claro que no hubo ningún giro a la derecha en la sociedad
argentina en los últimos dos años. Es más, sus expresiones políticas
más relevantes (macrismo-lopezmurphysmo, duhaldismo o menemismo) se
estancaron o redujeron su apoyo electoral. Este es un hecho que no
admite discusión.
No hay ningún entusiasmo
desbordante hacia ninguna fuerza electoral burguesa o
pequeñoburguesa, ni siquiera hacia Kirchner. Los mítines electorales
en general tuvieron poca concurrencia. Y el mismo Kirchner tuvo que
basar el eje central de su campaña electoral en deslindar
permanentemente con la derecha, explotando demagógicamente el
rechazo instintivo de millones de trabajadores hacia las políticas
de ajuste y represivas del pasado. Hasta su crítica venenosa y
deshonesta contra la izquierda y la movilización popular,
representada por el activismo obrero combativo y el movimiento
piquetero, la justificaba diciendo que el accionar de aquélla,
supuestamente, era “funcional a la derecha”.
Kirchner
tuvo la suerte de que su período presidencial coincidiera con una
recuperación importante de la actividad económica. Esto le permitió
diluir su política a favor de los grandes empresarios, el FMI, las
privatizadas y el pago de la deuda, con pequeñas concesiones a favor
de las pensiones y los salarios, coincidiendo con la entrada masiva
de los trabajadores en la lucha por el salario y el empleo digno de
una manera no vista en años. Es de destacar que ni siquiera la
campaña electoral pudo parar la conflictividad social, como se vio
en las últimas semanas en los conflictos de los petroleros,
camioneros, pescadores, ferroviarios, subte, etc.
Los resultados de la izquierda
Mención aparte merecen los resultados de la
izquierda. Globalmente, los distintos referentes que se reclaman de
la izquierda, excepción hecha del Partido Socialista más vinculado a
lo que se conoce como “centroizquierdismo”, mantuvieron
prácticamente el mismo número de sufragios y de porcentaje de voto
que en las elecciones del 2003, en torno al millón de votos y al 5,7
% del electorado. Aunque si descontamos los votos del Partido
Humanista y otros pequeños agrupamientos sin mayor inserción social,
el voto de la izquierda más militante y con mayor presencia dentro
del activismo se reduce a poco más de 700.000 votos y cerca del 4%
del electorado.
Debido a las leyes antidemocráticas
del régimen electoral y, particularmente, por el fraccionamiento y
división en diferentes listas enfrentadas, incluso entre los
sectores de izquierda más afines ideológicamente, no se obtuvo
ninguna banca en el Congreso nacional y se perdieron las que hubo
que revalidar, como fueron los casos de Patricia Walsh (Ex–Izquierda
Unida y ahora MST-Unite) y Luis Zamora (Autodeterminación y
Libertad), a excepción de algunas legislaturas provinciales y
municipales que no tienen la misma trascendencia pública que las
bancas nacionales.
¿Era esto inevitable? Creemos que
no. En principio, había dos hechos que trabajaban a favor de un
mayor eco para las propuestas de la izquierda, que no estaban
presentes en el 2003.
Por un lado, la situación
social abierta en el país en el último año y medio con la entrada en
escena de la clase obrera en la lucha por el salario y el empleo en
donde muchos activistas obreros combativos y de izquierda se
hicieron notar. En segundo lugar, quedó más claro y evidente ante
nuevos sectores de trabajadores y jóvenes el carácter de clase
procapitalista del gobierno de Kirchner, como se puso de manifiesto
en el pago de la deuda externa, el mantenimiento de las
privatizaciones, su alineamiento claro con el imperialismo
norteamericano en política exterior, la criminalización de la
protesta social, etc; que hacían más favorable una audiencia para
los discursos y programas de izquierda.
Debemos
añadir que fue este cambio en la situación objetiva el que permitió
mantener globalmente el voto de la izquierda, e incluso aumentarlo
ligeramente, evitando un hundimiento mayor al que se produjo en el
2003. Nadie puede dudar que con un frente electoral común de la
izquierda (o al menos de sus fuerzas más relevantes) el número de
votos recibidos por la izquierda en estas elecciones habrían
experimentado un cierto aumento. En cambio, los resultados obtenidos
fueron percibidos por la mayor parte de los votantes y simpatizantes
de la izquierda como una nueva derrota, dada la extrema dispersión
del voto y por no haber obtenido bancas en los principales distritos
electorales del país. De esta manera se profundizó el desánimo y la
frustración de cientos de miles de votantes y simpatizantes de la
izquierda en todo el país que miran con cada vez más escepticismo a
las fuerzas políticas que concentran el voto de izquierda.
Por eso creemos que los agrupamientos de izquierda
más relevantes dentro del activismo popular y juvenil (MST, PC, PO,
y otras fuerzas más pequeñas) tuvieron una actitud irresponsable y
de desprecio hacia el electorado de izquierda, poniendo por delante
sus mezquinos intereses de aparato antes que los intereses generales
del movimiento obrero y popular.
Alguien podría
objetar que existían diferencias insalvables de programa que hacían
imposible una coalición electoral entre PO, MST, PC, PTS y otros.
Pero eso no fue verdad. Como sucedió en otras ocasiones, se
limitaron a armar un ruido enorme sobre quién debería o no encabezar
las diferentes candidaturas (la polémica se centró, particularmente,
en la figura de Mario Cafiero) pero que escondía el debate
fundamental: qué programa ofrecer a la clase trabajadora y la
juventud.
En este sentido, todos estos grupos
ofrecieron, punto por punto, casi la misma plataforma electoral:
contra la deuda externa, a favor de reestatizar las privatizadas,
por el salario, el empleo digno, etc. Por lo tanto, no existía
ninguna excusa "de principios" para no haber acordado un frente
electoral común. Es más, tan similares eran sus programas de
gobierno que ni siquiera incluyeron las demandas centrales de un
programa verdaderamente socialista como son: la nacionalización de
la banca, de los monopolios y de los grandes latifundios, bajo
control obrero y sin indemnización, como única manera de planificar
los recursos de la nación para satisfacer los intereses de la
mayoría de la sociedad y no de un puñado de parásitos como sucede
ahora. En la práctica, las direcciones de todos estos grupos
ofrecieron un programa electoral similar de carácter “reformista de
izquierda” que no tocaba las bases fundamentales del sistema
capitalista. Esta es toda la verdad del asunto.
En
Capital, Zamora jugó un papel muy negativo al negarse por adelantado
a cualquier frente común con el resto de grupos de izquierda, como
en el 2003. No obstante, los otros grupos nada pueden reprocharle a
Zamora porque ellos mismos fueron incapaces de acordar una
candidatura común, ni en Capital ni en el resto de los distritos. El
voto a Zamora se desplomó en la Capital, perdiendo más de 140.000
votos, pasando del 12% en el 2003 al 3,5% de los votos, lo que fue
un reflejo de la frivolidad política manifestada por este personaje,
sin un programa y sin un partido, que en los últimos 3 años jugó con
las ilusiones de una capa muy importante de los trabajadores y capas
medias que despertaron a la política al calor del Argentinazo,
frustrando sus aspiraciones. El resto de la izquierda en Capital
sólo fue capaz de aglutinar para sí el 30% (unos 40.000) de los
votos perdidos por Zamora.
La novedad de estas
elecciones fue la ruptura de la coalición Izquierda Unida, que tuvo
lugar de manera burocrática y sin contar con la opinión de sus
bases, debido a enfrentamientos de aparato entre las direcciones de
sus organizaciones componentes: PC y MST, dejando desorientados e
indignados a sectores amplios de sus bases y simpatizantes. Ambas
direcciones se lanzaron a buscar desesperadamente a figurones
políticos sin ninguna base social de apoyo (Alicia Castro, Mario
Cafiero, y otros) como un atajo para llegar a las masas. Esta
táctica fracasó completamente, como se pudo ver en la provincia de
Buenos Aires donde tenían sus máximas aspiraciones. El PC sólo pudo
sumar al PS de la provincia de Buenos Aires a su proyecto, lo que
tampoco le sumó mayores réditos electorales. Al final, el
oportunismo siempre se paga y ambos grupos, si los tomamos en
conjunto con respecto a las elecciones del 2003, fueron quienes más
perdieron, no pudiendo por separado mantener la banca común que
conquistaron años atrás en el Congreso Nacional, y ni siquiera
pudieron entrar en la legislatura porteña.
En
conjunto, la izquierda redujo su porcentaje de votos en los dos
distritos más importantes del país, Capital y provincia de Buenos
Aires, del 15,47% al 8,5% y del 9,73% al 7,9%, respectivamente. Y si
reducimos las cifras a los grupos y candidatos de la izquierda
mencionados antes, las cifras nos darían: del 14,35% al 7,2% y del
7,07% al 5,5%, que a pesar de todo hubieran sido más que suficientes
para haber metido dos bancas, una por cada distrito, en el Congreso
Nacional, en el caso de haber presentado un frente común.
Por supuesto, siempre habrá quien se consuele
diciendo que su grupo particular sacó dos o tres décimas más que el
otro habiendo conseguido el 1%, el 2% ó el 3% de los votos en tal o
cual circunscripción, lo que simplemente nos indicará a qué nivel de
ridiculez pueden llegar determinadas personas para intentar
salvaguardar el prestigio de aparato de sus dirigentes.
En el interior del país, en general, la izquierda
subió algo con respecto al 2003, pero en porcentajes que nunca
alcanzaron el 5% de los votos salvo en Córdoba, Santiago del Estero
y Jujuy.
Mención aparte, merecen los resultados del
PO en las provincias de Salta y Santa Cruz, donde hizo un muy buen
desempeño y por los que debemos felicitar a los compañeros,
particularmente en la primera donde obtuvo casi el 11% de los votos
(el 18% en Salta Capital) y más del 8% con el frente que lideraba en
Santa Cruz. Esta situación tiene bastante que ver, además de la
larga tradición del PO en dichas zonas, con las importantes luchas
obreras habidas en el último año en ambas provincias y que se
expresaron políticamente favoreciendo a la fuerza política de
izquierda más importante en ambas provincias, como es el PO, dada la
ausencia de otras fuerzas de izquierda relevantes.
Esto demuestra que con la concentración del voto de
izquierda en frentes comunes los resultados de la izquierda hubieran
aumentado sensiblemente en todas partes. Igualmente hay que decir
que estos resultados son muy específicos de estas zonas y no tienen
correlato con el desempeño del PO en los principales distritos
electorales del país donde quedó por debajo de otras fuerzas de
izquierda con porcentajes muy discretos, pese a los afanes
autoproclamatorios y ridículos de sus dirigentes definiéndose como
“la única izquierda” existente. Ya vimos que en cuestiones de
programa, que es el aspecto central para la caracterización política
de un partido, el PO no demostró estar a la izquierda de las otras
listas.
Los desafíos de la izquierda
La izquierda tiene un importante desafío ante sí.
La experiencia demostró una y otra vez que los trabajadores no
entienden de organizaciones pequeñas, y las actuales organizaciones
de izquierda lo son, comparadas con el tamaño de la clase obrera
argentina. Por esa razón, la única forma en que pequeñas
organizaciones pueden captar la atención y el oído de la mayoría de
los trabajadores y la juventud es confluyendo en un frente político
común con libertad de corrientes y tendencias en su interior, no
solamente en el campo electoral sino fundamentalmente en el campo
político más general, en el frente sindical, barrial, juvenil, etc.
En la medida que no hay diferencias importantes de programa, no
debería haber ningún problema en acordar en un programa de
transición al socialismo, que incluya desde las demandas más básicas
por salario, empleo y vivienda, hasta las más generales sobre la
nacionalización de las ramas fundamentales de la economía bajo
control obrero. Este programa debe servirnos para agitarlo
hábilmente en el seno de nuestra clase, al mismo tiempo que
intervenimos cotidianamente en las luchas tomando posiciones en el
seno de las organizaciones de masas de los trabajadores, comenzando
por los sindicatos.
La experiencia y la práctica de
una democracia obrera sana en un frente político común de este tipo
pondrá a prueba los programas, las ideas y las tácticas de los
diferentes agrupamientos y grupos de luchadores que convivan en su
seno, confirmándose unas y rechazándose otras. Si cada uno está
convencido de la corrección de sus ideas, programa y tácticas nada
se debe temer de esta experiencia en común, que sería recibida con
enorme entusiasmo por cientos de miles de trabajadores y jóvenes en
todo el país.
En la perspectiva de forjar un partido
socialista revolucionario de la clase obrera argentina con
influencia de masas, creemos que no existe otra alternativa sino
transitar por este camino. La experiencia demostró suficientemente
que las luchas sectarias entre pequeños agrupamientos son estériles
y nos alejan de los trabajadores y jóvenes que por primera vez se
acercan hacia las ideas del socialismo y de la transformación
social.
Perspectivas para el gobierno de Kirchner
La debilidad política de la burguesía argentina
es otro de los rasgos que trascienden estas elecciones. No existe
una sola fuerza política burguesa unificada a nivel nacional y con
una base social estable.
Los radicales están en una
crisis agónica y prácticamente desaparecidos en muchas zonas del
país y desgajados en crisis internas.
La derecha
política carece de una estructura unificada nacionalmente. PRO y
Recrear son meramente un fenómeno porteño y, en menor medida,
bonaerense, en alianza con otras fuerzas provinciales del interior.
El afán de los medios de comunicación de la burguesía por destacar
la figura de Macri se debe a que necesitan fabricar un líder
nacional al que oponer frente a Kirchner, en previsión de un
recambio político a futuro y para contener por derecha la hegemonía
del kirchnerismo en el panorama político nacional.
El
peronismo se presentó a estas elecciones escindido desde la cúpula
hasta las bases. El duhaldismo intentó utilizar para sí mismo los
símbolos “sagrados” del peronismo: las siglas del PJ, su escudo, las
efigies de Perón y Evita, hasta la marcha peronista; y eso no evitó
su derrota aplastante en todo el país a manos del Frente Para la
Victoria kirchnerista, que realmente sólo está sustentado en la
persona de Kirchner. No existe ningún otro dirigente peronista que
pueda disputarle su autoridad. Es probable que a corto plazo haya un
reagrupamiento del PJ en torno a la figura de Kirchner, pero eso no
evitará nuevas crisis y estallidos más adelante.
El
apoyo de la mayoría de los trabajadores a las candidaturas
kirchneristas no tiene tanto que ver con la condición de “peronista”
de Kirchner sino porque creen identificar algunos aspectos de su
política, de sus discursos y de sus actitudes demagógicas (contra el
FMI, las multinacionales extranjeras, la corrupción, a favor de los
derechos humanos, etc.) con una ruptura fundamental con el pasado.
En la medida que no ven otra alternativa confiable que exprese sus
intereses de clase, la mayoría de los trabajadores, junto a sectores
amplios de las capas medias que notaron una estabilización o
mejoramiento en sus condiciones de vida, optaron por el kirchnerismo
porque, con la excepción del ARI, todo lo demás aparecía situado
políticamente a su derecha.
Pero, por el momento, la
burguesía sólo puede basarse en Kirchner para llevar adelante su
política. Kirchner puede hacer gala de que cuenta con el apoyo
mayoritario de la población, pero este apoyo no es unánime ni
tampoco revela un gran entusiasmo.
A los empresarios
los sigue contentando con plata y elevadas ganancias (reducciones de
impuestos, subsidios millonarios, peso barato que favorece las
exportaciones, etc.), y para las familias trabajadoras sólo hay
palabras y discursos, y promesas de bienestar y prosperidad... a
futuro. Pero los trabajadores ya están demostrando que no están
dispuestos a esperar. Por eso, la política de duplicidad del
kirchnerismo (intentando contentar por igual a empresarios y
trabajadores) no se puede mantener.
Ante la desbocada
suba de precios (un 11% entre enero y octubre, a falta de dos meses
para terminar el año) el gobierno ya declaró que no tolerará un alza
generalizada de los salarios. El presupuesto nacional para el 2006
mantiene el congelamiento de los salarios para los empleados
públicos, las jubilaciones y los planes sociales para los
desocupados, mientras que aumentan los subsidios públicos
multimillonarios para los negocios empresarios y miles de millones
de dólares para el pago de la deuda.
El gobierno, con
la complicidad de una burocracia sindical que no mueve un dedo para
revertir esta situación, abandonó a su suerte a casi la mitad de los
trabajadores argentinos que son sobreexplotados con salarios de
miseria en el trabajo “en negro” lo que no hace sino acumular rabia
y frustración en millones de trabajadores, principalmente entre la
juventud obrera.
Para el próximo año, el gobierno y
las empresas privatizadas ya acordaron subas generalizadas en las
tarifas de los servicios públicos y en los combustibles de entre un
15%-30% en promedio, lo que sumará un nuevo ajuste a nuestros
bolsillos.
Los negros nubarrones que se ciernen sobre
la economía mundial (suba del petróleo, aumento de la inflación,
sobreproducción, suba de las tasas de interés, riesgo de crisis
financiera en los EEUU, etc.) amenazan también a la economía
argentina y limitarán la capacidad recaudatoria del gobierno para
hacer frente a sus gastos y mantener el pago de la deuda.
Pese a los afanes hegemónicos del kirchnerismo éste
se sustentó en alianzas políticas muy frágiles con sectores del
podrido aparato peronista a los que se sumarán en las próximas
semanas una nueva camada de ex-duhaldistas, sectores desprendidos
del radicalismo, etc. cuyas lealtades se cotizan en el mantenimiento
de las estructuras mafiosas y clientelistas que tejieron durante
años, y que estarían dispuestos a buscar un nuevo amo si la ocasión
se presentara. Mañana, este entramado estallará por los aires a la
primera señal de debilidad del kirchnerismo.
De esta
manera, se prepara a futuro una ruptura fundamental de las masas
trabajadoras con el kirchnerismo que creará las condiciones para el
surgimiento de una herramienta política propia de la clase
trabajadora que adquiera una influencia de masas. Pero ésta no caerá
del cielo. Es necesario dar ya los primeros pasos en su articulación
y desarrollo, en paralelo a la puesta en pie de una corriente
sindical de oposición dentro de lo sindicatos que permitan al
activismo obrero combativo emerger, en el marco de las grandes
luchas que están por venir, como un referente ante el conjunto de la
clase obrera.
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Discrepo
Por Discrepolín -
Saturday, Oct. 29, 2005 at 12:06 PM
La unidad de reformistas y sectarios va a dar una fuerza de reformistas y sectarios. Pero es lógico que una organización trotskista, que generó en todo el mundo organizaciones reformistas y sectarias considere que solo la unidad sin un SERIO cambio de política que conduzca hacia la confrontación, va a traer el avance de la revolución. Me parece que la pifian.