Venezuela y las lecciones de Iràn.
Por EL MILITANTE -
Sunday, Oct. 30, 2005 at 10:20 AM
EL MILITANTE -
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La experiencia de Irán y las lecciones
para la revolución venezolana |
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Autor : Victor Taibo Fecha
: ( 26-Octubre-2005 ) Categoria : Venezuela
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El
rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la
intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos”
León Trotsky, (Historia de la Revolución Rusa)
Los acontecimientos revolucionarios que vienen
produciéndose en Venezuela en los últimos años, y su importancia
para las masas oprimidas de todo el mundo, hacen necesario
remontarse a otros procesos revolucionarios para, partiendo de la
experiencia, dar una explicación científica acerca de los pasos que
debería acometer la revolución bolivariana. Sin el conocimiento y
estudio de los errores cometidos por las fuerzas revolucionarias en
el pasado no podremos avanzar ni obtener las conclusiones necesarias
para el triunfo de nuevos procesos revolucionarios. En Irán, durante
la segunda mitad del siglo XX, se dieron acontecimientos en este
sentido.
Petróleo y miseria
Irán fue colonizado por el Imperio Británico y la
Rusia zarista a finales del siglo XIX. A principios del siglo XX un
geólogo británico, George Reynolds, financiado por el
multimillonario William Knox d’Arcy, halló petróleo en suelo iraní.
En 1908 se constituyó la Anglo-Persian Oil Company (Después de la
Segunda Guerra Mundial Anglo-Iranian Oil Company), y cinco años
después el gobierno británico, ante la proximidad de la guerra
mundial, compró el 51 por ciento de la compañía. En 1917, tras el
triunfo de la Revolución de Octubre, los bolcheviques acabaron con
la política imperialista del zarismo y cancelaron todas las deudas
que tenía Irán con la Rusia zarista. Durante los primeros cincuenta
años del siglo XX la compañía británica saqueó el país y mantuvo en
la miseria a su población, obteniendo millonarios beneficios que
nunca repercutieron en los iraníes. Entre 1912 y 1933 obtuvo 200
millones de libras de beneficios y sólo abonó en comisiones directas
16 millones al gobierno de Irán. Entre 1945 y 1950 fueron 250
millones los beneficios y sólo 90 las comisiones. En 1949 Manucher
Farmanfarmien, director del Instituto del Petróleo de Irán,
describía la situación de los trabajadores iraníes de la gran
refinería de Abadan de la siguiente manera: “Los salarios eran
de cincuenta centavos diarios. No había paga de vacaciones, ni
derecho a baja por enfermedad, ni indemnización por invalidez. Los
trabajadores vivían en una barriada de chabolas llamada Kaghazabad,
o Ciudad de Papel, sin agua corriente ni electricidad... En
invierno, la tierra se inundaba y se convertía en un lago inmóvil y
neblinoso. En la ciudad, el barro llegaba a la altura de la rodilla,
y el transporte lo realizaban canoas que navegaban por las
calzadas... de las aguas estancadas se alzaban nubes agobiantes de
moscas de alas pequeñas que picaban a la gente, se acumulaban en
montones negros a lo largo de los bordes de los recipientes de
cocina y atascaban los ventiladores de la refinería con una
sustancia pegajosa. En verano... las viviendas de Kaghazabad,
improvisadas a base de bidones de petróleo oxidados y aplanados a
martillazos, se convertían en hornos abrasadores... En el sector
británico de Abadán había césped, macizos de rosas, pistas de tenis,
piscinas y clubes...” Tras la Segunda Guerra Mundial, con el
auge de los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo,
cobró impulso el movimiento nacionalista en Irán. En Abril de 1951
Mossadegh, líder del Frente Nacional, se convirtió en primer
ministro de Irán. Mossadegh provenía de la aristocracia, su padre
había sido Ministro de Hacienda del Sha Nasir al-Din y su madre era
una princesa qayarí. Formado en Francia y Suiza tenía el sueño de
convertir Irán en un próspero país capitalista. La primera polémica
decisión que adoptó, escuchando el clamor de las masas, fue la
nacionalización de la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC). El 1 de mayo
el Sha firmaba la ley que revocaba la concesión de la AIOC y fundaba
la Compañía Nacional de Petróleo.
1953: Mossadegh,
el imperialismo y las masas
Desde el momento en
que se produjo la nacionalización las potencias imperialistas
reaccionaron para derrocar al gobierno de Mossadegh. Los miembros de
la AIOC que hasta ese momento habían dirigido la industria del
petróleo en Irán realizaron boicots en las refinerías y destruyeron
los libros de cuentas. El gobierno británico estableció un embargo
sobre Irán e intentó impedir con su flota el embarque de petróleo
iraní produciendo perdidas millonarias al joven gobierno de Irán.
Mossadegh reaccionó expulsando de Irán a los miembros de la AIOC y
posteriormente al cuerpo diplomático británico al completo. Gran
Bretaña acudió al Tribunal Internacional de Justicia de la ONU que
resolvió que no podía inmiscuirse en un problema entre una empresa
(AIOC) y un gobierno, dándole por tanto la razón al gobierno iraní
que alegaba que no se trataba de un conflicto entre países.
Mossadegh sin embargo confiaba en el gobierno de los Estados Unidos
y se dirigió a éste para que tratara de mediar en el conflicto con
Gran Bretaña. El líder iraní no comprendió la naturaleza del
imperialismo ni el papel que en esos momentos jugaba ya el gobierno
de los Estados Unidos en plena guerra fría. Esto permitió a EEUU
conjuntamente con Gran Bretaña organizar la Operación Ajax, dirigida
por Kermit Roosevelt (nieto del presidente Theodore Roosevelt) para
derrocar a Mossadegh. El 16 de agosto de 1953 fracasó la operación
Ajax al no triunfar el golpe de estado del general Zahedi. El Sha,
que había firmado los decretos autorizando el derrocamiento de
Mossadegh, huyó a Bagdad. El pueblo salió a la calle en apoyo de
Mossadegh y algunos sectores propusieron armar al pueblo. La acción
dubitativa del primer ministro y el carácter burgués de su gobierno
impidieron una reacción adecuada a las circunstancias.
Sorprendentemente Mossadegh hizo un llamamiento a la gente para que
volviera a sus casas y rechazó armar al pueblo alegando evitar una
guerra civil. El 19 de agosto de 1953 triunfó un segundo golpe de
estado que acabó con la primera revolución iraní. El general Zahedi
fue sacado de la madriguera donde lo tenía oculto la CIA y asumió el
cargo de primer ministro. El Sha volvió de Bagdad y los gobiernos
imperialistas se congratularon de su triunfo. El pueblo de Irán tuvo
que soportar durante los siguientes 25 años la cruel dictadura del
Sha y la feroz represión por parte del temido Savak (policía
secreta). Mossadegh fue juzgado y condenado por traición. Pasó tres
años en la cárcel y el resto de su vida bajo arresto domiciliario.
En Venezuela el presidente Hugo Chávez ha comprendido a través
de su experiencia personal la naturaleza del imperialismo. Chávez
también mantuvo en un principio una aptitud conciliadora con el
imperialismo, ya que entonces aun no había comprendido que el
imperialismo por su propia naturaleza no puede mantener una postura
conciliadora con los pueblos. El golpe de estado de abril de 2002 y
el cierre patronal petrolero presentan grandes similitudes con la
situación que vivió Irán a principios de los años 50. El pueblo
venezolano ha parado hasta ahora los ataques del imperialismo y la
oligarquía de la misma forma que quiso hacerlo el pueblo iraní en
1953. La necesidad de armar al pueblo para hacer frente a la
contrarrevolución es un requisito imprescindible. El hecho de que el
propio Chávez pertenezca al estamento militar y goce de un apoyo
entusiasta por parte de los oficiales revolucionarios no impide la
infiltración de elementos contrarrevolucionarios en la cúpula del
ejército y las fuerzas armadas. El estamento militar, aunque es un
organismo creado por la burguesía para defender sus intereses y
reprimir al pueblo, esta compuesto por hombres y mujeres sometidos a
la influencia de los acontecimientos revolucionarios, lo que puede
llevar a los militares a posicionarse en favor de la revolución
aunque también se puede producir el efecto contrario y convertirse
en el bastión de la reacción si la dirección revolucionaria no actúa
con la decisión y habilidad necesarias. El 16 de agosto de 1953,
tras el fracaso del golpe de estado, las masas salieron a las calles
en defensa de la revolución. El primer ministro Mossadegh las
desmovilizó permitiendo el triunfo tres días después de la
contrarrevolución. Los partidos revolucionarios tendrían que haberse
negado a desmovilizar a las masas ya que estas son el principal
activo de un proceso revolucionario. El Tudeh (Partido comunista de
Irán) no actuó de esta forma y aceptó las ordenes de Mossadegh. Sus
militantes sufrieron posteriormente en sus propias carnes por este y
otros errores. Si bien el 16 de agosto el golpe de estado fracasó en
parte a la leal actuación del general Riahi, el triunfo del segundo
golpe demuestra la debilidad que supone para un proceso
revolucionario confiar exclusivamente en los militares “leales” como
principal salvaguarda de la revolución. Si no se hubiera
desmovilizado a las masas podría haber ocurrido lo que finalmente
ocurrió en 1978. El triunfo de la mal denominada revolución islámica
de 1979 se debió claramente a este factor. Las masas movilizadas a
lo largo de 1978 influyeron en la aptitud de los soldados que se
pusieron del lado del pueblo a medida que se desarrollaban los
acontecimientos. Muchos soldados se negaron a disparar a sus
compatriotas, otros se suicidaron después de matar a sus oficiales,
y muchos otros fueron sometidos a consejos de guerra por negarse a
obedecer. Finalmente el ejercito se resquebrajo y con él el tiránico
régimen del Sha. En Venezuela el ejercito empezó a reaccionar de
manera revolucionaria después de que las masas de desheredados
salieran a las calles reclamando a su presidente. La actuación
espontánea de las masas demuestra la tremenda fuerza revolucionaria
que alberga el pueblo y cómo en los momentos decisivos el ejercito
no es ajeno a su influencia.
1979: el proletariado
y la revolución islámica
A mediados de los años
70 los precios del petróleo se dispararon. El PIB de Irán creció
durante esos años de forma vertiginosa como consecuencia de los
ingresos de la industria del petróleo. El país comenzó un importante
desarrollo industrial que supuso el crecimiento de la clase obrera,
sin embargo la excesiva subida del petróleo supuso un aumento
vertiginoso de la inflación y la llegada de una importante crisis
económica. En 1976 el gobierno anunció un programa de ajuste
económico que suponía reducir en un 40 por ciento los proyectos de
expansión industrial, y en consecuencia paro, empobrecimiento y
agudización de la lucha de clases. Esta situación llevó a
principios de 1977 a una serie de protestas de sectores
pequeño-burgueses (intelectuales, abogados, periodistas...) y de las
capas más empobrecidas de la población urbana. Las protestas se
fueron extendiendo a lo largo del año, pero no adquirieron una
autentica dimensión revolucionaria hasta que el proletariado no
entró en acción. El 8 de septiembre el ejercito asesinó a miles de
manifestantes en Teherán. Al día siguiente los trabajadores de la
refinería de Teherán convocaron una huelga. En los días siguientes
les siguieron los trabajadores de otras refinerías del país (Abadan,
Thariz, Shiraz...). Ya con anterioridad una parte de la clase obrera
se había movilizado, principalmente en la industria textil, pero
cuando los trabajadores del petróleo entraron en acción se empezó a
tambalear realmente el régimen del Sha. La importancia esencial del
proletariado en la revolución para romper con el régimen capitalista
se demostró claramente en el desarrollo de los acontecimientos de
Irán. Debido al papel clave que juega esta clase en la moderna
producción industrial, en el momento en que se moviliza la
revolución toma el impulso necesario para avanzar camino al
socialismo. Las huelgas en el sector del petróleo, tan esencial
para Irán, dieron lugar a la movilización de otros muchos sectores,
y en cuestión de meses el régimen de Sha caía. Uno de esos sectores
que siguió a los trabajadores del petróleo fue el de los empleados
del Banco central de Irán, que denunciaron públicamente a 178
miembros de la elite dominante, entre ellos familiares del Sha, que
habían evadido al extranjero más de mil millones de dólares.
Finalmente el Sha huyó a Egipto el 16 de enero de 1979. La clase
obrera en Irán había crecido a lo largo de los años 70 en
consonancia con el desarrollo industrial, y en el momento de la
revolución era una fuerza más que suficiente para el triunfo
definitivo de una revolución socialista. En 1979 había en Irán una
clase obrera de 3 millones de trabajadores en un país con una
población de 35 millones, mientras que en la Rusia de 1917 la clase
obrera se componía de 4 millones de trabajadores de una población
total de 150 millones. Las condiciones objetivas eran más favorables
en Irán en 1979 que en Rusia en 1917. La propaganda burguesa ha
intentado vender la revolución de 1979 como una revolución
exclusivamente islámica dirigida por fundamentalistas. Nada más
lejos de la verdad. En primer lugar hay que indicar que Jomeini sólo
regresa de su exilio parisino en Febrero de 1979, cuando el Sha se
ha ido y el régimen esta totalmente colapsado. En segundo lugar
cuando Jomeini regresa a Irán ya se han producido contactos entre
éste y sectores del ejercito, la policía secreta y la burocracia
para encarrilar la revolución por el camino de la contrarrevolución.
Hay que recordar además la actuación oportunista del clero en el
pasado. En 1953 el ayatolá Kashani, principal autoridad religiosa en
ese momento, y que en un principio apoyó el gobierno nacionalista de
Mossadegh, decidió, por una modesta cantidad de 10.000 dólares
(facilitada por Kermit Roosevelt) participar activamente en la
operación Ajax para derrocar al gobierno de Mossadegh. En 1963 los
clérigos fundamentalistas, con el apoyo de los sectores más pobres
de las ciudades (lúmpenproletariado) trataron de derrocar al
gobierno del Sha. Los clérigos terminaron por llegar a un acuerdo
con las autoridades, mientras aquellos que les habían apoyado eran
reprimidos. Esto nos demuestra el carácter históricamente
contrarrevolucionario de los fundamentalistas y también la
incapacidad de esos sectores de pobres urbanos para impulsar el
proceso revolucionario en solitario y al margen de la dirección del
proletariado. Durante los levantamientos revolucionarios de 1978
se fueron creando espontáneamente los shuras (equivalentes a los
Soviets). Los shuras surgieron de los comités de huelga en las
fábricas, pero a medida que se extendía la revolución fueron
apareciendo en los barrios encargándose de resolver los problemas
cotidianos a los que se enfrentaba la población diariamente. También
comenzaron a surgir en los cuarteles a medida que se hacía más
profunda la crisis interna en las fuerzas represivas del estado
burgués. La rápida desintegración del régimen del Sha llevó a muchos
de estos comités a asumir las funciones de organización en los
barrios, fábricas y cuarteles. Jomeini ordenó posteriormente que se
disolviesen estos comités y mandó a los trabajadores volver a sus
puestos de trabajo advirtiendo que “cualquier desobediencia o
sabotaje al gobierno provisional será considerado como una oposición
a la genuina revolución islámica”. Sin embargo la contrarrevolución
no se llevó a cabo sin resistencia. El nuevo régimen islámico que se
iba consolidando creó una serie de órganos represivos para organizar
la contrarrevolución: tribunales islámicos, ejercito Pasdaran y
comités de imanes... que actuaban en las manifestaciones y en las
reuniones en fábricas y cuarteles saboteando a los elementos
auténticamente revolucionarios Se disolvieron a la fuerza muchos de
los shuras, incluso con enfrentamientos armados en cuarteles y
fábricas. Los directores de industrias y refinerías, mientras se
mantuvo el poder obrero, tuvieron que negociar con los trabajadores
para poder trasladar el combustible necesario a las ciudades. En la
acería de Isfahan, por ejemplo, los directores tuvieron que negociar
con los trabajadores de Kirman para obtener carbón. Los campesinos,
en contra de lo que indicaban las autoridades islámicas, ocuparon
tierras. Mujeres y estudiantes reclamaban sus derechos enfrentándose
en muchos casos a las turbas fundamentalistas organizadas por el
nuevo régimen para abortar el ambiente de protestas y exigencias.
El 1º de Mayo de 1979, 300.000 personas desfilaron por las
calles de Teherán celebrando el día del trabajo por primera vez en
veinticinco años. Las minorías nacionales se auto-organizaron y
reclamaron su legítimo derecho a la autodeterminación,
principalmente los kurdos brutalmente aplastados con la invasión del
Kurdistán a comienzos de la guerra contra Irak en 1981. Seis meses
antes de la elección Bani Sadr (cuando ya se comenzó a consolidar
definitivamente el régimen fundamentalista) 2 millones de personas
salieron a las calles de Teherán en desafío al régimen de Jomeini,
que solo pudo reunir 150.000 seguidores. En las elecciones el apoyo
a las facciones fundamentalistas demostraba su propia debilidad, lo
que se manifestó en un aumento constante de la abstención (de un 60
por ciento). La propia constitución fomentada por el régimen de los
mulhas y de marcado carácter islámico sólo contó con el apoyo de un
40 por ciento de la población. En las primeras elecciones al Majlis
(Parlamento Iraní), a finales de 1979, aún a pesar de toda la
represión que se estaba desatando y de la propaganda
antiimperialista usada por los clérigos para paralizar el proceso,
la izquierda obtuvo casi 4 millones de votos. Desgraciadamente los
partidos de izquierda no planteaban una alternativa y habían
realizado una política de plena colaboración con el régimen de los
mulhas. El 4 de noviembre de 1979 Jomeini mando a sus extremistas al
asalto de la embajada norteamericana comenzando la famosa crisis de
los rehenes, una buena cortina de humo en una situación tan crítica
para el régimen fundamentalista. Las revoluciones pueden
desarrollarse y también fracasar en periodos extremadamente cortos.
El proceso que vemos en Venezuela actualmente supone una excepción a
esto. La revolución rusa se desarrolló a lo largo de 1917, y en el
caso de Irán todo el proceso de revolución y contrarrevolución se
produce en un periodo de un año aproximadamente (mediados de 1978
hasta finales de 1979). La inexistencia de un partido revolucionario
en Irán es la principal diferencia con relación al periodo de 1917.
Si éste hubiera existido todas las fuerzas desplegadas por las masas
en los diferentes frentes a que nos hemos referido anteriormente
habrían podido canalizarse en un sentido muy concreto impidiendo la
contrarrevolución fundamentalista. En el caso de Venezuela también
se produce la ausencia de este factor subjetivo, sin embargo el
peligro proviene de los sectores reformistas que no quieren adoptar
las medidas imprescindibles para la consolidación de la revolución:
expropiación y nacionalización de la banca, la tierra y las
industrias estratégicas; armar al pueblo; elegibilidad y
revocabilidad de todos los cargos públicos en cualquier momento y el
establecimiento del salario medio de un obrero cualificado para
todos los funcionarios para acabar así con la burocracia
privilegiada. Aunque la industria del petróleo se encuentre
nacionalizada en Venezuela esto no será suficiente garantía como
demuestra el caso de Irán en 1953, cuando la nacionalización de la
industria del petróleo por sí sola no consiguió impedir el
derrocamiento del gobierno. También es necesario el establecimiento
de la democracia obrera para impedir la contrarrevolución, pero para
ello es necesario un partido revolucionario que a través de los
organismo de participación democrática de las masas (soviets,
consejos o asambleas...) pueda impulsar a las masas de forma
unitaria para el logro de sus naturales aspiraciones. Sin
partido revolucionario no es posible la consolidación de la
democracia obrera, como demuestra el ejemplo de los shuras. Cuando
en Venezuela las masas se ponen en marcha, al igual que en Irán esto
responde a las condiciones de vida en que se encuentran. La quiebra
del sistema capitalista en estos países es la condición objetiva que
pone en marcha estos procesos revolucionarios. En Venezuela la
pobreza cuando Chávez llega al poder alcanzaba al 80% de la
población, la corrupción en el seno de la cuarta republica era
escandalosa (procesamiento y condena de Carlos Andrés Pérez por
estafa, corrupción en la central sindical CTV, etc...) y los
recursos riquísimos del país estaba claro que no llegaban a la
población. En Irán, como hemos visto, la situación era similar. La
población campesina en ambos países se marcha a las ciudades ante la
penosa situación del campo y se concentra en barriadas pobres que se
convierten en cinturones de miseria en torno a las grandes ciudades.
Tarde o temprano esta situación estalla. La quiebra del sistema
capitalista también afecta a los pequeños comerciantes que terminan
siendo desplazados por la competencia de las grandes
multinacionales. Aunque estos sectores puedan tener una gran energía
revolucionaria, se encuentran muy dispersos y en condiciones de
existencia precarias y no disponen además ni de la capacidad de
organización del proletariado ni de un programa político
independiente y pueden, por tanto, ser objeto de las manipulaciones
de demagogos reaccionarios. Esto es lo que ocurrió en Irán donde
Jomeini obtuvo su apoyo de los pequeños comerciantes, que ansiaban
un retorno a la más arcaica sociedad feudal, y de los pobres urbanos
desempleados hacinados en las ciudades, que obtuvieron en algunos
casos una recompensa ascendiendo en la escala social al pasar a
formar parte de alguno de los grupos reaccionarios creado por el
régimen para mantener el orden.
Reforma o
revolución
Después de la Segunda Guerra Mundial
el Tudeh (Partido Comunista de Irán) era el partido comunista más
fuerte de Oriente Próximo. En 1946 contaba con 275.000 afiliados de
una población de 30 millones, compárese esto con los 8.000 miembros
del Partido Bolchevique en 1917. Ese mismo año formo una federación
sindical con 186 sindicatos afiliados y 350.000 miembros y organizó
una huelga en la que participaron 65.000 trabajadores del petróleo
logrando sus reivindicaciones básicas: aumentos salariales y mejora
de las condiciones sanitarias. En 1943 en las elecciones a los 14
Majlis el partido Tudeh obtuvo 10. En las regiones del Kurdistán y
Azerbaiján se declararon republicas autónomas controladas por el
Tudeh que sin embargo fueron aplastadas con la retirada del ejercito
soviético el 9 de mayo de 1946, siendo asesinados numerosos
simpatizantes del Tudeh. Poco a poco la moral de los militantes del
Tudeh se fue viniendo abajo. Stalin había disuelto Komintern en 1943
y tenía interés en mantener buenas relaciones con el Sha y no causar
excesivos problemas a las potencias imperialistas, aunque si los
causara a los militantes de los partidos comunistas abandonados por
su política exterior (Grecia, Italia, Irán...). A principio de
los años cincuenta, en pleno apogeo del Frente Nacional Iraní de
Mossadegh, el Tudeh seguía teniendo bastante fuerza. Su actuación
sin embargo fue bastante oscilante. No apoyó contundentemente la
nacionalización del petróleo por Mossadegh (a pesar de haber
contribuido a ella con la movilización de los trabajadores) alegando
que éste era un representante de la burguesía nacional aliada con
occidente. Aunque fuera cierto que Mossadegh representaba a la
burguesía nacional y que miraba con cierta confianza a EEUU esto no
impedía al Tudeh apoyar a Mossadegh en este trascendental paso
tratando de hacerle ver la ingenuidad de su postura hacia los
Estados Unidos. En el quinto pleno de 1958 el partido declaró que el
éxito del golpe se debió a la ausencia de cooperación entre las
fuerzas opositoras, el partido Tudeh y la burguesía nacional: “La
desconfianza natural con la que la burguesía nacional miraba a la
clase obrera, estaba agravada por el fracaso del partido a la hora
de comprender la naturaleza de la burguesía nacional y su potencial
antiimperialista. Esto llevo a que el partido adoptara tácticas
equivocadas con relación al gobierno de Mossadegh”. Cuando el 16 de
agosto de 1953 se produjo el golpe algunos dirigentes del Tudeh
ofrecieron a Mossadegh movilizar a sus seguidores. El hecho de que
el dirigente iraní rechazara esta oferta no justifica la falta de
actuación de Tudeh, que tendría que haber sacado a sus seguidores a
las calles para hacer frente a la contrarrevolución. En este sentido
debemos destacar el testimonio de Noorudin Kianouri (Secretario del
Partido durante 1979), que demuestra la debilidad de Mossadegh y las
posibilidades reales que tuvo el Tudeh de actuar: “Tenemos
información de que unidades del ejercito apoyan el golpe.
Contactamos con Mossadegh por segunda vez y responde ‘todo el mundo
me ha traicionado, ahora eres libre de llevar adelante tu
responsabilidad de la forma en que desees’. Le pregunte otra vez por
la emisión del mensaje, pero desgraciadamente en lugar de darme una
respuesta, escuche la voz de alguien desconectando el teléfono”.
Más bochornosa fue la actuación del partido en la revolución de
1979. Una vez que había triunfado la revolución el partido debía
haberse dirigido a las shuras como Lenin se dirigió a los soviets.
Tendría que haber organizado esta forma embrionaria de organización
obrera, haber apoyado las exigencias de las mujeres, los estudiantes
y las minorías nacionales, y haber denunciado las maniobras de la
casta clerical y su carácter reaccionario. El Tudeh hizo todo lo
contrario plegándose plenamente a los dictados de Jomeini y de su
revolución islámica. Cuando se celebró en abril de 1979 el
referéndum fraudulento sobre el carácter islámico de la república,
que planteaba elegir entre esta opción o el régimen del Sha, el
Tudeh no denunció la maniobra que esto suponía indicando que “el
referéndum para nosotros significa el sepelio del régimen del Sha...
porque queremos la unidad con el pueblo, apoyamos con entusiasmo el
referéndum”. El partido apoyó las cortes islámicas e incluso
denuncio como agentes del Savak y la CIA a aquellos que las
calificaban, muy acertadamente, de contrarrevolucionarias. A
principios de 1980 el Tudeh dejó muy clara su posición en el 6º
pleno: “El deber principal del partido en el terreno político es
cooperar con las auténticas fuerzas revolucionarias, el Partido
apoya claramente a aquellos que están detrás del ayatolá Jomeini”.
Para aquellos que argumenten que esta posición del Tudeh era
pragmática para conectar con el carácter religioso de las masas, no
tengo más que remitirles a lo ya dicho sobre la revolución de 1979 y
su carácter genuinamente proletario. El Tudeh cometió en 1979 un
suicidio político. Una vez consolidado el régimen islámico aplastó a
los militantes de los partidos de izquierda que tuvieron que pasar a
la clandestinidad. Cuando las fuerzas represivas aplastaban los
shuras se oían consignas como “unidad, unidad, el secreto de la
victoria”. No comprendieron los partidos de izquierda que dicha
unidad con los fundamentalistas islámicos tenía inevitablemente que
concluir con el aplastamiento de una de estas dos fuerzas. El
abandono de una política de independencia de clase abrió el camino a
la contrarrevolución y permitió la derrota del proletariado iraní.
Hoy en día para consolidarse, la Revolución Bolivariana necesita
del triunfo del socialismo en Venezuela. Pero para ello es requisito
imprescindible la existencia de un partido genuinamente
revolucionario con autoridad entre las masas; esta es la tarea del
momento. Hugo Chávez es un hombre honesto que ha sacado
conclusiones, pero él solo no puede completar la revolución; ni
acabar con la burocracia reformista. Lenin y Trotsky sin el partido
bolchevique no habrían podido triunfar, pero tampoco el partido
bolchevique sin ellos. De ahí la importancia de la ardua tarea de la
construcción del partido y la necesidad de analizar críticamente los
acontecimientos revolucionarios del pasado, a fin de no repetir los
errores que los llevaron a la derrota.
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