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Declaración de la Liga Comunista ante la llegada de Bush
Por Liga Comunista -
Wednesday, Nov. 02, 2005 at 12:38 AM
info@ligacomunista.com.ar
<> George
Bush es la cabeza de un Estado que sólo en las últimas dos décadas
intervino militarmente en Grenada, Libia, Panamá, Irak, Somalia,
Haití, Afganistán, Sudán y Yugoslavia, y que despliega el más
terrible aparato militar a lo largo y ancho del planeta, para
actuar como “policía del mundo” –solo o en colaboración con otros
países- en beneficio del capital transnacional más poderoso. Sólo
las dos guerras contra Irak (a comienzos de los noventa, y la
actual), y el bloqueo económico, provocaron la muerte de cientos
de miles de personas, entre ellos decenas de miles de niños y
niñas. Si se mira un poco más hacia atrás, el
“record” de Estados Unidos no es menos tenebroso: intervenciones
militares contra gobiernos que no eran de su agrado, golpes
militares, acciones desestabilizadoras, bloqueos, hostigamientos.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos apoyó
golpes de Estado en Irán, en 1953; en Guatemala, en 1954; en Irak,
en 1963; en Brasil, en 1964; en Egipto, en 1965; en Indonesia, en
1965; en Chile, en 1973; en Argentina, en 1976. Desembarcó tropas
en Líbano, en 1958; apoyó militarmente el desembarco de
contrarrevolucionarios en Bahía de los Cochinos, Cuba, en 1961;
envió tropas a Santo Domingo, en 1965; desató una feroz guerra
contra Vietnam, que se prolongaría hasta 1975 y se extendería
luego a Camboya y Laos, con el resultado de centenares de miles de
muertos. Apoyó a tropas contrarrevolucionarias en Angola,
Nicaragua, Guatemala en los setenta y ochenta, como hoy lo está
haciendo en Colombia. George Bush es el jefe del único Estado que
en la historia lanzó bombas atómicas contra ciudades –Hiroshima y
Nagasaki- y que ahora está planteando la posibilidad cierta
de lanzar ataques nucleares “preventivos” –según la nueva
doctrina estratégica que está elaborando el Estado Mayor Conjunto
de Estados Unidos- contra países o fuerzas que le sean hostiles. Esta historia, y la brutal realidad de la
guerra que encabeza Estados Unidos contra Irak, demuestran una vez
más la permanencia del imperialismo. Lejos del mundo de “paz y
tranquilidad” que algunos pronosticaban cuando se produjo la caída
del Muro de Berlín, la última década ha sido testigo de todo tipo
de ataques y violencias contra países y regímenes que se resisten
al “orden mundial” que quiere imponer el capital. Aunque hoy no
está en juego el robo y pillaje colonial directo, como ocurría en
el pasado, no por eso el imperialismo ha dejado de ser una
realidad. Es que el capital más concentrado e
internacionalizado necesita, mediante la violencia y el despliegue
del aparato militar más sofisticado que haya conocido la historia,
garantizar la explotación de los trabajadores en cualquier país en
que invierta. Para esto exige que los mercados se abran, que no
existan barreras u obstáculos para su libre movilidad, plena
libertad para enviar utilidades desde los países en que invierte,
y seguridades contra expropiaciones, impuestos especiales o
controles de cualquier tipo. Es con estos objetivos que el gobierno de
Estados Unidos y sus aliados no vacilan en asesinar a cientos de
miles de personas y provocar devastaciones y sufrimientos
inauditos. Por eso hostigan a Corea del Norte, bloquean a Cuba,
tratan de poner de rodillas a Irán e invaden a Irak. Otros
gobiernos y sus capitales pueden disentir en las tácticas (por
ejemplo, los gobiernos de Francia y Alemania no estuvieron de
acuerdo con la guerra contra Irak), pero comparten el objetivo de
“un mundo más seguro” para el capital. El FMI, el Banco Mundial,
la Organización Mundial del Comercio y organismos semejantes, las
alianzas militares como la OTAN, y los Estados más poderosos,
conforman la estructura imperialista que se corresponde con el
capital globalizado. A ella se pliegan las burguesías de los
países subdesarrollados que buscan tener “un lugar bajo el sol” de
la globalización. Esto explica que países como Polonia, o aún más
débiles, como Honduras, hayan acompañado a Estados Unidos en la
última guerra en Irak; así como Argentina lo hizo durante la
anterior guerra contra ese país. Es en el marco de esta unidad del capital
mundial que se registran conflictos entre las potencias, o de
éstas con gobiernos de países subdesarrollados, en aras de mejorar
la posición de “sus” capitales nacionales. Ejemplos son los roces
y tensiones en torno al ALCA, a las subvenciones agrícolas, a las
patentes medicinales, entre gobiernos latinoamericanos y el
gobierno de Estados Unidos. O las tensiones entre europeos y
norteamericanos por cuestiones comerciales. Pero estos
conflictos tienen un “techo”, que está dado por el interés común
en defender la seguridad del capital e insertarse en los mercados
mundiales. Esta es también la razón más profunda de por qué no
existe la pretendida “burguesía nacional”, si con este término se
quiere entender una “clase capitalista argentina interesada en
enfrentar al imperialismo”. La burguesía argentina participa, como
socia menor, en la explotación de la clase obrera, en este país y
a nivel mundial. Por lo tanto nuestro repudio a la visita de Bush
a la Argentina no se formula a partir de una reivindicación
nacionalista, sino internacionalista y socialista. No es el
país, Argentina, el explotado. Los banqueros, empresarios o altos
políticos argentinos no son explotados u oprimidos por el
imperialismo, como pretenden algunos. Los explotados son los
trabajadores, sean argentinos, norteamericanos, europeos, o de
cualquier otro lugar. Los explotadores son los capitalistas, sean
argentinos, norteamericanos, europeos, o de cualquier otro lugar.
Al margen de diferencias tácticas y discusiones por la porción de
“torta” que extraen a los trabajadores, los intereses de todos
estos explotadores coinciden en lo estratégico. De lo anterior se desprende que la pelea
por el derecho democrático de los pueblos a la autodeterminación,
por el retiro de las tropas invasoras de Irak, contra el bloqueo
de Cuba o el hostigamiento a Irán o Corea del Norte, pone en el
primer plano la unidad de acción, la convergencia con muchos
sectores que se oponen a la política criminal del imperialismo.
Pero al mismo tiempo los socialistas decimos que el combate por
acabar definitivamente con las agresiones imperialistas
debe ser encarado en el marco de un programa de transformaciones
socialistas de esta sociedad, de lucha contra el capital, la
raíz verdadera del fenómeno imperialista. REPUDIAMOS
LA LLEGADA DE BUSH FUERA LAS
TROPAS INVASORAS DE IRAK NO AL
BLOQUEO A CUBA