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Derrota diplomática para Bush... pero
Por Víctor Ego Ducrot | APM - Monday, Nov. 07, 2005 at 7:35 PM
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EE.UU. no logró su cometido de máxima. El MERCOSUR y Venezuela le dijeron No. ¿Surge un bloque efectivo e independiente frente a Washington y a la Unión Europea? Las dudas. La película continúa

Como cuando no hace muchos meses atrás quiso imponer a su primer candidato al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Como cuando pretendió que ese organismo, en un documento "en defensa del sistema democrático", hostigase a Venezuela. Esta vez en Mar del Plata, Washington no pudo encolumnar detrás de su estrategia a la totalidad de América Latina. Y en ese sentido podemos afirmar -y con satisfacción desde una perspectiva regional- que Bush se vuelve a casa con otra derrota diplomática en el equipaje.

Algunos dicen que no porque la mayoría del continente apoyó a Bush. Sólo los cuatro países del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y Venezuela se negaron a suscribir la inclusión expresa de la continuidad inmediata de la negociaciones por el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para las Américas) en el documento final de la Cumbre hemisférica cerrada el sábado pasado en la ciudad balneario más importante de este país.

Pero esa afirmación, que pretende ser una lectura aritmética de los procesos políticos demuestra que quienes la formulan desconocen no sólo que esos comportamientos (los políticos) superan al mundo de las cifras, sino que tampoco saben mucho acerca del entramado de los números desde Pitágoras para acá, sin pedirles -porque sería un abuso- que algo conozcan sobre Fermat y aquel teorema que demandó siglos para ser desentrañado.

El canciller brasileño fue muy claro. En Sudamérica, la sumatoria de países que avalaron la propuesta de Estados Unidos viene a ser algo así como un agregado de factores con producto cero. Simplemente porque el MERCOSUR y Venezuela representan más del 75 por ciento del volumen económico de la región. Cien menos 75 resulta 25, es cierto; lo cual significa que, en el peor de los casos, las intenciones de Washington fueron derrotadas por paliza. Este deambular entre categorías políticas, "X" inciertas y ecuaciones es posible porque, en definitiva, estamos hablando de seres humanos.

Con claridad meridiana, y ante miles de argentinos y latinoamericanos movilizados para repudiar a Bush y a los tratados de libre comercio, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dijo que el ALCA está muerto y que en Mar del Plata asistimos a su entierro.

El canciller de Argentina, Rafael Bielsa, admitió que un tema con debate paralizado desde hace 20 meses -ese es el tiempo transcurrido desde la última reunión multilateral sin acuerdo en torno al ALCA- puede ser considerado como un tema muerto.

Por su parte, su jefe, el presidente Néstor Kirchner, dijo durante la primera reunión plenaria de presidentes que los procesos de integración deben ser equitativos para todas las partes. Antes le había señalado a Bush, durante la reunión bilateral que mantuvieron los mandatarios, que veía con preocupación el carácter "hegemónico" de Estados Unidos. El máximo responsable del genocidio en Irak frunció el ceño.

Proclamar la muerte y el entierro del ALCA es un recurso movilizador efectivo porque ataca a fondo al símbolo del diseño estratégico de Estados Unidos hacia América Latina y más efectivo será si en torno a ese velorio siguen aglutinándose cada día mayores contingentes sociales, organizados para dar la batalla.

Washington habla de ALCA para controlar y apropiarse de los portentosos recursos económicos de la región y despliega sus fuerzas armadas (Plan Colombia y Puebla Panamá, por ejemplo) para garantizar que sus planes sean de cumplimiento irrestricto. Está en juego la continuidad de su hegemonía respecto de los países y sociedades dependientes pero también respecto de la puja que mantiene con otras facciones hacia el interior del bloque capitalista-imperialista, sobre todo frente a la Unión Europea (UE).

En ese sentido, la posición adoptada por el MERCOSUR y Venezuela en la reciente Cumbre de Mar del Plata es un hecho más que promisorio, en la medida que pude ser el punto de partida para la consolidación efectiva de un bloque con voz propia e independiente dentro de escenario mundial. Y eso no es poca cosa.

Sin embargo existen muchos conos de sombra que resulta imprescindible despejar.

En primer lugar sería útil recordar que la insistencia de Washington para incluir la cuestión ALCA en el documento final de la Cumbre sólo se explica desde el punto de vista del valor diplomático, en términos generales, que hubiera alcanzado esa inclusión. Estados Unidos y los países del MERCOSUR siempre tuvieron claro que las demandas de uno y otro -libre comercio regional ya y concesiones en el mercado agrícola primero, respectivamente- son metas imposibles fuera de las negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMS).

La última sesión de la Ronda de Doha de la OMC finalizó en Cancún hace más de una año sin resultados debido especialmente a ese conflicto. En diciembre tendrá lugar una nueva sesión en Hong-Kong sin que por ahora se vean posibilidades de un resultado diferente.

Ese debate, en torno al desmantelamiento de las políticas proteccionistas en materia agrícola (y en otro tópicos también, por ejemplo el textil) se encuentra en el centro de la negociaciones de "libre comercio" desde 1986, cuando comenzó la Ronda Uruguay, de GATT, la entidad antecesora de la OMC. El GATT debió ser reemplazado por la OMC justamente cuando a mediados de la década del ´90, en Marraquesh, Marruecos, la Ronda Uruguay se dio por concluida sin acuerdos agrícolas.

Por ese entonces, China pujaba por ingresar al sistema multilateral de comercio, pese a las presiones en contra de Estados Unidos y la Unión Europea. Diez años después es el primer motor del mercado internacional de exportaciones e importaciones. Primero el GATT y luego la OMC son instituciones que en sus declaraciones estatutarias han sacralizado al "libre comercio" como panacea universal.

Ya en el viejo GATT y durante la vigencia de los años de plomo del neoliberalismo en América Latina, Argentina y Brasil, con gobierno a tono explícito con el Consenso de Washington, mantenían la misma postura que los presidentes Luiz Inacio Lula Da Silva y Kirchner mantienen en la actualidad: no se habla de acuerdo marco de libre comercio sin concesiones agrícolas.

Y de esa postura depende también la existencia del Grupo de los 20, que viene operando en los debates internacionales sobre "libre comercio" (con ese nombre u otro, con más o menos membresía) desde los tiempos de la Ronda Uruguay del GATT. En ese bloque siempre se han alineado Brasil, Argentina, India y China e incluso, en algunos casos -como es el del Grupo Cairns- también participaron Australia y otros que poco y nada tuvieron ni tienen que ver con los reclamos antineoliberales. Los unía y los sigue uniendo el reclamo conjunto de apertura de mercados agrícolas a Estados Unidos y la UE.

El punto es que la remanida cuestión agrícola es, en primera instancia una puja entre Washington y Bruselas, y ninguna de las dos facciones del bloque hegemónico hará concesiones sin antes alcanzar un acuerdo entre ellos, en el seno de la OMC.

En tanto, Estados Unidos avanza en la construcción del ALCA conforme a su "plan B", el mismo que tan bien fuera explicado por la revista británica The Economista, en 2001, cuando en un artículo titulado "All in Family" reveló que ya desde los tiempos de la presidencia de William Clinton - el animador de la primera Cumbre de las Américas y del lanzamiento de programa ALCA- Washington sabía que una firma hemisférica grandilocuente era imposible (ver lo planteado en párrafos anteriores respecto al escenario OMC), y que por la tanto su verdadero objetivo es llegar a una América como espacio de "libre comercio" a través de una sumatoria de tratados bilaterales, con países por separado o con grupos de países.

Si reparamos en el comportamiento final de la reciente Cumbre de Mar del Plata surge a las claras que los 29 países que tomaron distancia del MERCOSUR y de Venezuela ya tienen un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos o están en negociaciones avanzas en esa dirección.

Incluso, y esto es más que preocupante, en el seno del propio MERCOSUR, Uruguay y Paraguay acompañan en términos diplomáticos al bloque -lo contrario representaría un suicidio económico y comercial para ambos- pero al mismo tiempo avanzan en conversaciones bilaterales con Estados Unidos.

Dos ejemplos claros. El presidente uruguayo Tabaré Vázquez se explayaba en defensa del MERCOSUR en Mar del Plata a la vez que su gobierno labraba un acuerdo sobre inversiones con Washington, acuerdo que en su matriz original fuera planteado por su antecesor en el gobierno, un decidido aliado incondicional de Estados Unidos. El presidente de paraguay, Duarte Frutos, se comportaba en forma similar en la Cumbre, pero su cancillería anunciaba, pocas horas antes, que Asunción podría avanzar en un TLC.

Es más, como explicara el argentino Carlos Juliá en la ultima edición del programa televisivo "Frontera Sur", de Buenos Aires, todos los países de América Latina - excepto Cuba - mantienen desde la década del ´60 un entramado de convenios económicos, comerciales y financieros con Estados Unidos, que no sólo condicionan sus respectivas políticas de Estado sino que forman parte de la batería conceptual clave de aquello que en la década de los ´90 convino en llamarse ALCA. El caso de Argentina es paradigmático, pues mantiene al menos 50 compromisos internacionales de esa naturaleza, concluyó el coordinador del capítulo local del movimiento social El Grito de los Excluidos.

En rigor de verdad, el MERCOSUR se negó a incluir en el documento final de la Cumbre de Mar del Plata un apelación concreta al restablecimiento de la agenda de discusiones sobre el ALCA hasta que estén las condiciones dadas, lo que se entiende como un compás de espera hasta conocer lo que suceda en la el próximo cónclave de la OMC en Hong Kong, previsto para el mes próximo.

Tal es así que de Mar del Plata surgió el armado de un reunión multilateral para el seguimiento del tema, tarea que quedó a cargo del presidente de Colombia, Alvaro Uribe, un aliado estratégico de Bush, como lo es también su homólogo mexicano, Vicente Fox, quien fungiera como bastonero de Washington en la Cumbre que acaba de finalizar.

Es cierto. Bush no logró imponer su objetivo de máxima y el MERCOSUR y Venezuela quedaron en buenas condiciones para erigirse como bloque con poder propio dentro del complejo escenario dominado por las pujas al interior del bloque hegemónico.

En esta posición, los gobierno de este bloque recibieron el apoyo de sus respectivas corporaciones empresariales. En un foro de ese sector, paralelo a la Cumbre de presidentes, los ejecutivos de las principales sociedades de capital transnacionalizado y concentrado acordaron, más allá de los matices, que no están dadas las condiciones (falta la apertura de estados Unidos) para avanzar en el ALCA, aunque dejaron sentado que, en definitiva, con más concesiones de Washington, ese es el camino.

Esta posibilidad concreta de polo sudamericano tendrá éxito si reconoce en forma expresa -y actúa en consecuencia- que el ALCA no es un debate comercial sino que se trata de un diseño estratégico de Estados Unidos y que los mecanismos del debate y de construcción política que surjan del mismo deberán modificar sus ejes, hacía un modelo de integración diametralmente opuesto, basado en un programa modificatorio del paradigma social, económico y político vigente, y plasmado desde una alternativa de poder apoyada en el conjunto de las organizaciones sociales y políticas transformadoras y en lucha contra las propuestas que surgen de la etapa actual del sistema capitalista imperialista.

En caso contrario América Latina asistirá a la reconversión perversa del discurso político y el perfeccionamiento del modelo neoliberal, con un agravante: que esa reconversión se registrará envuelta en una semántica "antiimperialista".

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