Estos días, los que en su práctica lo niegan, se apresuran a homenajear a Agustín Tosco, como para “cumplir” con un aniversario de su muerte, el 5-XI-1975, en la clandestinidad que le impuso la siniestra “alianza anticomunista argentina”, más conocida como Tres A. En Córdoba aún recordamos el ensañamiento con que la burguesía persiguió al “Gringo” Tosco, que la llevó hasta a reprimir el multitudinario sepelio con que lo despidieron decenas de miles de trabajadores, estudiantes y el pueblo todo.

No se trata de recordatorios vacíos, sino de traer las enseñanzas y el ejemplo de Agustín para actuar sobre la situación que sufrimos. Córdoba está peligrosamente endeudada, el banco provincial es un agujero negro, al que De la Sota intenta privatizar para “bicicletear” deuda y, de paso, encubrir los negociados y la corruptela. Toda la acción de gobierno favorece a los monopolios trasnacionales y sus filiales. La Fundación Mediterránea, de Arcor y Cavallo, concientes del problema de falta de inversión, se la reclaman al Estado con un ajuste a los salarios y a los programas sociales. El conflicto salarial ha sido el rasgo característico todo el año. Hoy los municipales reclaman aumento, y la mayoría de los maestros siguen bajo la línea de pobreza; pero tienen direcciones claudicantes que impiden coordinar y unificar la lucha.

La “CGT de Córdoba” –salvo algún sindicato combativo-, coqueteó en su momento con la CTA pero se quedó en la vieja CGT -vieja por no romper el modelo de organización sindical dependiente del Estado-; sus directivos coquetearon con Unidad Popular e Izquierda Unida, pero terminaron en el MoPoSol, en la “defensa” –mejor dicho, en el arreglo- con un representante del neoliberalismo, Luis Juez, contra otro, Juan Manuel De la Sota, negando la independencia de clase. De sus tres secretarios generales, Carmen Nebreda de UEPC, y Juan Leyría, de Luz y Fuerza, presumen de combativos, pero negocian a la baja para desactivar el combate de clase y ayudar así al capitalismo a sostener la “gobernabilidad” en crisis, junto a asegurarse su propia carrera política. Nebreda dijo que “del neoliberalismo somos todos culpables”, ¿las víctimas somos iguales a la dictadura, al PUS y a las trasnacionales?. Pese a integrar CTERA, no paró contra Bush, ni siquiera mandó un papelito de adhesión formal. Leyría, quien se considera a sí mismo una “nave insignia” del sindicalismo, usa el nombre y el retrato de Tosco para encubrir su complicidad en la enajenación de la Empresa Provincial de la Energía con el negociado de la “Región Centro”. Hoy impulsa la designación de algunas cuadras de la avenida Colón con el nombre de Agustín Tosco. El mejor homenaje sería que renuncie con el consejo directivo en pleno y devuelva el sindicato a manos de los trabajadores.

El pueblo conoce el abismo entre el “Gringo” y estos burócratas, prototipos de la crisis de representación política y social que atraviesa al país. Por eso no es necesario repetir el relato de su honestidad inclaudicable. Sí afirmar un concepto: Agustín Tosco era un dirigente político -el mejor- de la clase obrera, producto de la intensa experiencia de lucha de clases del siglo veinte. Como tal comprendía a cabalidad que no debemos aceptar el rol de eterna lucha/negociación sólo para aliviar en algo las condiciones de explotación. Que no aceptamos el rol de “columna vertebral” del capitalismo distributivo –ya fenecido- que nos asignaron en las décadas del 40’ y 50’. El tenía una visión estratégica muy clara sobre cuál era el sujeto social base de la construcción política que él mismo llamaba frente de liberación nacional y social. Insistía en hacer política, unir en torno a la clase a los sectores explotados por el imperialismo para luchar por la liberación. Preso en Devoto, en diciembre de 1971, escribió en el periódico “Intersindical” –antecesor de “El Vistazo”-: “El rol de la Clase Obrera no es participar como socia menor y subalterna en las esferas de poder de la oligarquía y de la reacción, sino de impulsar las transformaciones revolucionarias que cambien en profundidad este sistema de opresión, explotación y miseria. El papel de la Clase Trabajadora es ser vanguardia organizada y combativa de los demás sectores populares para lograr la liberación nacional y social de los argentinos”.

Su lúcida propuesta es hoy más vigente que en los ’70, y es urgente. El mecanismo de dominación imperialista, basado en la “democracia” bipartidista, ya institucionalmente agotada, y en las fábricas de creación de consenso vía “sentido común” burgués, se apoya en la crisis de representación que también afecta al pueblo por carecer de una alternativa política de poder popular.

Homenajear al “Gringo” Tosco es empeñar todos los esfuerzos en construir la gran fuerza obrera y popular que nos permita recuperar la iniciativa histórica, pasar a la ofensiva y abrir rumbo al socialismo en nuestra Patria y el continente.

Rogelio Roldán