TAREAS DE LOS JÒVENES COMUNISTAS.
Por EL MILITANTE -
Wednesday, Nov. 30, 2005 at 10:24 PM
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Tareas de las Juventudes Comunistas
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Discurso en la I
Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia
|
Autor : LENIN Fecha : (
02-Noviembre-1920 ) Categoria : Teoría
|
enin
es recibido por una calurosa ovación del congreso.)
Camaradas: quisiera hablarles hoy de las tareas
fundamentales de la Unión de Juventudes Comunistas y, con este
motivo, de lo que deben ser las organizaciones de la juventud en una
república socialista en general.
Este problema merece
tanto más nuestra atención cuanto que, en cierto sentido, puede
decirse que es precisamente a la juventud a quien incumbe la
verdadera tarea de crear la sociedad comunista. Pues es evidente que
la generación de militantes educada bajo el régimen capitalista
puede, en el mejor de los casos, resolver la tarea de destruir los
cimientos del viejo modo de vida del capitalismo, basado en la
explotación. Lo más que podrá hacer será llevar a cabo las tareas de
organizar un régimen social que ayude al proletariado y a las clases
trabajadoras a conservar el Poder en sus manos y a crear una sólida
base, sobre la que podrá edificar únicamente la generación que
empieza a trabajar ya en condiciones nuevas, en una situación en la
que no existen relaciones de explotación entre los hombres.
Pues bien, al abordar desde este punto de vista el
problema de las tareas de la juventud, debo decir que las tareas de
la juventud en general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y
otras organizaciones semejantes en particular, podrían definírse en
una sola palabra: aprender.
Pero claro está que esto
no es más que "una palabra", que no responde a los interrogantes
principales, a los más importantes: ¿qué y cómo aprender? Y en este
problema lo esencial es que, con la trasformación de la vieja
sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la instrucción de
las nuevas generaciones, destinadas a crear la sociedad comunista,
no pueden seguir siendo lo que eran. Ahora bien, la enseñanza, la
educación y la instrucción de la juventud deben partir de los
materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos
edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos,
organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas
humanas que hemos heredado de la vieja sociedad. Sólo trasformando
radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la
juventud, conseguiremos que el resultado de los esfuerzos de la
joven generación sea la creación de una sociedad que no se parezca a
la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello debemos
examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe
aprender ésta si quiere merecer realmente el nombre de juventud
comunista, cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar
la obra que nosotros hemos comenzado.
Debo decir que
la primera respuesta y la más natural parece ser que la Unión de
Juventudes, y en general toda la juventud que quiera el advenimiento
del comunismo, tiene que aprender el comunismo.
Pero
esta respuesta, "'aprender el comunismo", es demasiado general. ¿Qué
hay que hacer para aprender el comunismo? De entre la suma de
conocimientos generales, ¿qué es lo que hay que escoger para
adquirir la ciencia del comunismo? Aquí nos amenazan una serie de
peligros, que surgen por doquier en cuanto se plantea mal la tarea
de aprender el comunismo o cuando se entiende de una manera
demasiado unilateral.
A primera vista, naturalmente,
parece que aprender el comunismo es asimilar el conjunto de los
conocimientos expuestos en los manuales, folletos y trabajos
comunistas. Pero esta definición sería demasiado burda e
insuficiente. Si el estudio del comunismo consistiera únicamente en
saber lo que dicen los trabajos, libros y folletos comunistas, esto
nos daría fácilmente exégetas o fanfarrones comunistas, lo que
muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque estos hombres,
después de haber leído mucho y aprendido lo que se expone en los
libros y folletos comunistas, serían incapaces de coordinar todos
estos conocimientos y de obrar como realmente exige el comunismo.
Uno de los mayores males y calamidades que nos ha
dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo
divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en
los que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría
de los casos no eran sino una repugnante e hipócrita mentira, que
nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista.
Por eso, sería una gran equivocación limitarse a
aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros.
Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de
lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a
nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin
lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos
y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, porque no
haría más que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la
práctica, que era el más nocivo rasgo de la vieja sociedad burguesa.
El peligro sería mucho mayor todavía, si quisiéramos
aprender solamente las consignas comunistas. Si no comprendiéramos a
tiempo la importancia de este peligro, si no hiciéramos toda clase
de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio millón o de un
millón de jóvenes de ambos sexos, que después de semejante estudio
del comunismo se llamasen comunistas, causaría un gran perjuicio a
la causa del comunismo.
Se nos plantea, pues, la
cuestión de cómo debemos coordinar todo esto para aprender el
comunismo. ¿Qué debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja
ciencia? La vieja escuela declaraba que quería crear hombres
instruidos en todos los dominios y que enseñaba las ciencias en
general. Ya sabemos que esto era pura mentira, puesto que toda la
sociedad se basaba y cimentaba en la división de los hombres en
clases, en explotadores y explotados. Como es natural, toda la vieja
escuela, saturada de espíritu de dase, no daba conocimientos más que
a los hijos de la burguesía. Cada una de sus palabras estaba
adaptada a los intereses de la burguesia. En estas escuelas, más que
educar a los jóvenes obreros y campesinos, los preparaban para mayor
provecho de esa misma burguesía. Se los educaba con el fin de formar
servidores útiles, capaces de aumentar los beneficios de la
burguesía, sin turbar su ociosidad y sosiego. Por eso, al condenar
la antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella únicamente lo
que nos es necesario para lograr una verdadera educación comunista.
Y ahora voy a tratar de las censuras, de los
reproches que se dirigen por lo común a la escuela antigua y que
conducen muchas veces a interpretaciones enteramente falsas. Se dice
que la vieja escuela era una escuela libresca, una escuela de
adiestramiento autoritario, una escuela de enseñanza memorista. Esto
es cierto, pero hay que saber distinguir en la vieja escuela, lo
malo de lo útil para nosotros, hay que saber escoger lo necesario
para el comuismo.
La vieja escuela era libresca,
obligaba a almacenar una masa de conocimientos inútiles, superfluos,
muertos, que atiborraban la cabeza y trasformaban a la generación
joven en un ejército de funcionarios cortados todos por el mismo
patrón. Pero concluir de ello que se puede ser comunista sin haber
asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad, sería
cometer un enorme error. Nos equivocaríamos si pensáramos que basta
con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia
comunista, sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que
es consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de cómo el
comunismo ha resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la
humanidad.
Ya habrán ustedes leído y oído que la
teoría comunista, la ciencia comunista, creada principalmente por
Marx, que esta doctrina del marxismo ha dejado de ser obra de un
solo socialista, genial del siglo XIX, para trasformarse en la
doctrina de millones y decenas de millones de proletarios del mundo
entero, que se inspiran en ella en su lucha contra el capitalismo. Y
si preguntan ustedes por qué ha podido esta iloetrina de Marx
conquistar millones y decenas de millones oc corazones en la clase
más revolucionaria, se les dará una sola respuesta: porque Marx se
apoyaba en la sólida base de los conocimientos humanos adquiridos
bajo el capitalismo. Al estudiar las leyes del desarrollo de la
sociedad humana, Marx comprendió el carácter inevitable del
desarrollo del capitalismo, que conduce al comunismo, y - esto es lo
esencial - lo demostró basándose exclusivamente en el estudio más
exacto, detallado y profundo de dicha sociedad capitalista,
asimilando plenamente todo lo que la ciencia había dado hasta
entonces. Todo lo que había creado la sociedad humana, lo analizó
Marx en un espíritu crítico, sin desdeñar un solo punto. Todo~ lo
que había creado el pensamiento humano, lo analizó, lo sometió a la
crítica, lo comprobó en el movimiento obrero; formuló luego las
conclusiones que los hombres, encerrados en los límites estrechos
del marco burgués o encadenados por los prejuicios burgueses, no
podían extraer.
Esto hay que tenerlo en cuenta cuando
hablamos, por ejemplo, de la cultura proletaria. Si no nos damos
perfecta cuenta de que sólo se puede crear esta cultura proletaria
conociendo exactamente la cultura que ha creado la humanidad en todo
su desarrollo y trasformándola, si no nos damos cuenta de esto,
jamás podremos resolver este problema. La cultura proletaria no
surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se
llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La
cultura proletaria tiene que ser desarrollo lógico del acervo de
conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la
sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los
burócratas. Estos son los caminos y los senderos que han conducido y
continúan conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo
que la economía política, trasformada por Marx, nos ha mostrado
adónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso
a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria.
Cuando con frecuencia oímos, tanto a algunos jóvenes
como a ciertos defensores de los nuevos métodos de enseñanza, atacar
la vieja escuela diciendo que sólo hacía aprender de memoria los
textos, les respondemos que, sin embargo, es preciso tomar de esta
vieja escuela todo lo que tenía de bueno. No hay que imitarla
sobrecargando la memoria de los jóvenes con un peso desmesurado de
conocimientos, inútiles en sus nueve décimas partes y desvirtuados
el resto; pero de aquí no se sigue en modo alguno que podamos
contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a aprender de
memoria consignas comunistas. De este modo no llegaríamos jamás al
comunismo. Para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer
indefectiblemente la memoria con los conocimientos de todas las
riquezas creadas por la humanidad.
No queremos una
enseñanza mecánica, pero necesitamos desarrollar y perfeccionar la
memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el
comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía,
el comunista no sería más que un fanfarrón, si no comprendiese y
asimilase todos los conocimientos adquiridos. No sólo deben ustedes
asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, con el fin de no
amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de enriquecerlo con
el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es posible
ser hombre culto en la época en que vivimos. El comunista que se
vanagloriase de serlo, simplemente por haber recibido conclusiones
ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, difícil y
grande, sin analizar los hechos frente a los que está obligado a
adoptar tina actitud crítica, sería un comunista lamentable. Nada
podría ser tan funesto como una actitud tan superficial. Si sé que
sé poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es
comunista y que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás
saldrá de él nada que se parezca a un comunista.
La
vieja escuela forjaba los servidores necesarios para los
capitalistas; de los hombres de ciencia hacía personas obligadas a
escribir y hablar al gusto de los capitalistas. Eso quiere decir que
debemos suprimirla. Pero si debemos suprimirla, destruirla, ¿quiere
esto decir que no debemos tomar de ella todas las cosas necesarias
que ha acumulado la humanidad? ¿Quiere decir que no debemos saber
distinguir entre lo que necesitaba el capitalismo y lo que necesita
el comunismo?
En lugar del adiestramiento impuesto
por la sociedad burguesa contra la voluntad de la mayoría, nosotros
colocamos la disciplina conciente de los obreros y campesinos, que,
a su odio contra la vieja sociedad, unen la decisión, la capacidad y
el deseo de unificar y organizar sus fuerzas para esta lucha, con el
fin de crear, con millones y decenas de millones de voluntades
aisladas, divididas, dispersas en la inmensa extensión de nuestro
país, una voluntad única, porque sin ella seremos inevitablemente
vencidos. Sin esta cohesión, sin esta disciplina conciente de los
obreros y de los campesinos, nuestra causa es una causa perdida. Sin
ellas seremos incapaces de derrotar a los capitalistas y
terratenientes del mundo entero. No, sólo no llegaríamos a construir
la nueva sociedad comunista, sino ni siquiera a asentar sólidamente
sus cimientos. Así, a pesar de condenar la vieja escuela, a pesar de
alimentar contra ella un odio absolutamente legítimo y necesario, a
pesar de apreciar el deseo de destruirla, debemos comprender que hay
que sustituir la antigua escuela libresca, la enseñanza memorista y
el anterior adiestramiento autoritario, por el arte de asimilar toda
la suma de los conocimientos humanos, y de asimilarlos de modo que
el comunismo sea para ustedes, no algo aprendido de memoria, sino
algo pensado por ustedes mismos, y cuyas conclusiones se impongan
desde el punto de vista de la educación moderna.
Así
es como hay que plantear las tareas fundamentales, cuando se habla
de aprender el comunismo.
Para explicarles esto y a
la vez aprender los problemas del método, tomaré un ejemplo
práctico. Todos saben que ahora, inmediatamente después de los
problemas militares, después de las tareas de la defensa de la
República, surge ante nosotros el problema económico. Sabemos que es
imposible edificar la sociedad comunista sin restaurar la industria
y la agricultura, pero que no se trata de restablecerlas en su forma
antigua. Hay que restaurarías conforme con la última palabra de la
ciencia, sobre una base moderna. Ustedes saben que esta base es la
electricidad; que sólo el día en que todo el país, todas las ramas
de la industria y de la agricultura estén electrificadas, el día en
que realicen esta tarea, sólo entonces, podrán edificar, para
ustedes, la sociedad comunista que no podrá edificar la generación
anterior. La tarea que les corresponde es restablecer la economía de
todo el país, reorganizar y restaurar la agricultura y la industria
sobre una base técnica moderna, fundada en la moderna ciencia y
técnica, en la electricidad. Ya comprenderán que la electrificación
no puede ser obra de ignorantes, y que en esto harán falta algo más
que nociones rudimentarias. No basta con comprender lo que es la
electricidad; hay que saber cómo aplicarla técnicamente a la
industria y a la agricultura y a cada una de sus ramas. Todo esto
tenemos que aprenderlo nosotros mismos, y hay que enseñárselo a toda
la nueva generación trabajadora. Esto es lo que debe hacer todo
comunista conciente, todo joven que se estime comunista y se dé
clara cuenta de que, por el hecho de ingresar en la Unión de
Juventudes Comunistas, se ha comprometido a ayudar a nuestro partido
a construir el comunismo y a ayudar a toda la joven generación a
crear la sociedad comunista. Debe comprender que esto sólo será
posible sobre la base de la instrucción moderna, y que si no posee
esta instrucción, el comunismo será un simple anhelo.
El papel de la generación precedente consistía tan
sólo en derribar a la burguesía. Criticar a la burguesía,
desarrollar en las masas el sentimiento de odio contra ella,
desarrollar la conciencia de clase, saber agrupar sus fuerzas, eran
entonces las tareas esenciales. La nueva generación tiene ante sí
una tarea más compleja. El deber de ustedes no es sólo el de reunir
sus fuerzas para apoyar el poder de los obreros y campesinos contra
la invasión de los capitalistas. Esto lo tienen que hacer. Lo han
comprendido admirablemente, lo ve con claridad todo comunista. Pero
no hasta con esto. Ustedes tienen que edificar la sociedad
comunista. La primera parte del trabajo ha sido ya realizada en
muchos terrenos. El antiguo régimen fue destruido como era preciso
hacerlo; ya no es más que un montón de ruinas, que es a lo que debía
quedar reducido. El terreno se encuentra ya desbrozado y, sobre este
terreno, la nueva generación comunista debe ahora edificar la
sociedad comunista. La tarea de ustedes es la edificación, y sólo
podrán resolverla cuando hayan dominado toda la ciencia moderna,
cuando sepan transformar el comunismo, de fórmulas hechas y
aprendidas de memoria, consejos, recetas, directivas y programas, en
esa realidad viva que otorga toda su unidad al trabajo inmediato;
cuando sepan hacer del comunismo la guía de todo el trabajo
práctico.
Esta es la tarea que no deben perder de
vista cuando quieran instruir, educar y arrastrar a toda la joven
generacion. Tienen que ser los primeros constructores de la sociedad
comunista, entre los millones de constructores que deben ser los
jóvenes de ambos sexos. Si no incorporan a esta edificación del
comunismo a toda la masa de la juventud obrera y campesina, no
construirán la sociedad comunista.
Y llego ahora,
naturalmente, a la cuestión de cómo debemos enseñar el comunismo y
cuál debe ser el carácter peculiar de nuestros métodos.
Me detendré ante todo en el problema de la moral
comunista.
Tienen ustedes que educarse como
comunistas. La tarea de la Unión de Juventudes consiste en organizar
su actividad práctica de modo que al estudiar, organizarse, unirse y
luchar, dicha juventud haga su educación de comunistas y la de todos
los que la reconocen como su guía. Toda la educación, toda la
enseñanza y toda la formación de la juventud contemporánea deben
darle el espíritu de la moral comunista.
¿Pero existe
una moral comunista? ¿Existe una ática comunista? Es evidente que
sí. Se pretende muchas veces que nosotros no tenemos nuestra moral
propia, y la burguesía nos acusa con frecuencia, a nosotros,
comunistas, diciendo que negamos toda moral. Es una forma como
cualquier otra de embrollar las ideas y de arrojar tierra a los ojos
de los obreros y de los campesinos.
¿En qué
sentido negamos la moral y la ética?
La negamos
en el sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de
los mandamientos de Dios. Claro está que nosotros decimos que no
creemos en Dios, y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes
y la burguesía hablaban en nombre de Dios para defender sus
intereses de explotadores. O bien, en lugar de tomar como punto de
partida de la moral los dictados de la ática, los mandamientos de
Dios, partían de frases idealistas o semidealistas que, en
definitiva, se parecían extraordinariamente a los mandamientos de
Dios.
Nosotros negamos toda esta moralidad tomada de
concepciones al margen de la naturaleza humana, al margen de las
clases. Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y
campesinos y nublar sus cerebros, en provecho de los terratenientes
y capitalistas.
Decimos que nuestra moral está
enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clases del
proletariado. Nuestra ática tiene por punto de partida tos intereses
de la lucha de clases del proletariado.
La antigua
sociedad estaba fundada en la opresión de todos los obreros y de
todos los campesinos por los terratenientes y capitalistas.
Necesitábamos destruirla, necesitábamos derribar a estos opresores,
pero para ello debíamos crear la unidad. No era Dios quien podía
crearla.
Esta unión no podía venir más que de las
fábricas, de un proletariado disciplinado, arrancado de su viejo
letargo. Solamente cuando se constituyó esta clase, comenzó el
movimiento de las masas que condujo a lo que vemos hoy: al triunfo
de la revolución proletaria en uno de los países más débiles, que se
está defendiendo desde hace tres años contra el embate de la
burguesía de todo el mundo. Vemos crecer en todo el muddo la
revolución proletaria. Ahora decimos, fundándonos en la experiencia,
que únicamente el proletariado ha podido crear una fuerza tan
coherent; a la que sigue la clase campesina dispersa y fragmentada y
que ha sido capaz de resistir todas las acometidas de los
explotadores. Sólo esta clase puede ayudar a las masas trabajadoras
a unirse, a agruparse, a hacer triunfar y consolidar
definitivamente, a coronar, en definitiva, la construcción de la
sociedad comunista.
Por eso, decimos que, para
nosotros, la moral considerada fuera de la sociedad humana no
existe; es un engaño. Para nosotros, la moral está subordinada a los
intereses de la lucha de clases del proletariado.
Ahora bien, ¿en qué consiste esta lucha de clases? En
derribar al zar, en derribar a los capitalistas, en aniquilar a la
clase capitalista.
¿Qué son las clases en general? Es
lo que permite a una parte de la sociedad apropiarse del trabajo de
otra. Si una parte de la sociedad se apropia de todo el suelo,
tenemos la clase de los terratenientes y la de los campesinos. Si
una parte de la sociedad posee las fábricas, las acciones y los
capitales, mientras que la otra trabaja en esas fábricas, tenemos la
clase de los capitalistas y la de los proletarios.
No
fue difícil desembarazarse del zar: bastaron algunos días. No fue
muy difícil echar a los terratenientes: pudimos hacerlo en algunos
meses. Tampoco fue muy difícil echar a los capitalistas. Pero
suprimir las clases es infinitamente más difícfl; subsiste aún la
división en obreros y campesinos. En cuanto un campesino instalado
en una parcela de tierra se apropia el trigo sobrante, es decir,
trigo que no es indispensable para él ni para su ganado, mientras
los demás carecen de pan, se convierte ya en un explotador. Cuanto
más trigo retiene, más gana, y nada le importa que 105 demás tengan
hambre: "Cuanto más hambre tengan, más caro venderá el trigo". Es
preciso que todos trabajen con un plan común, en un suelo común, en
fábricas comunes y conforme con normas comunes. ¿Es esto fácil de
realizar? Ya ven ustedes mismos que es más difícil solucionar esto
que echar al zar, a los terratenientes y a los capitalistas. Para
eso es preciso que el proletariado trasforme, reeduque a una parte
de los campesinos, y atraiga a su lado a los campesinos
trabajadores, con el fin de quebrar la resistencia de los campesinos
ricos, que lucran con la miseria de los demás. Resulta, pues, que la
lucha del proletariado está lejos de haber terminado después de
haber derribado al zar y expulsado a los terratenientes y a los
capitalistas; justamente el llevarla a término es el objetivo del
régimen al que llamamos dictadura del proletariado.
La lucha de clases continúa, sólo ha cambiado de
forma. Es la lucha de clases del proletariado que tiene por objeto
impedir el regreso de los antiguos explotadores y unir en un todo a
la dispersa e ignorante masa campesina. La lucha de clases continúa
y es nuestro deber subordinarle todos los intereses. Por eso le
subordinamos nuestra moral comunista. Decimos: es moral lo que sirve
para destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos
los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva
sociedad comunista.
La moral comunista es la que
sirve para esta lucha, la que une a los trabajadores contra toda
explotación y contra toda pequeña propiedad, porque la pequeña
propiedad entrega a un individuo lo que ha sido creado por el
trabajo de toda la sociedad. La tierra es consideerada entre
nosotros como propiedad común.
¿Qué ocurre si de esta
propiedad común tomo una parte, si cultivo en ella dos veces más
trigo del que necesito, si especulo con el sobrante de la cosecha,
si calculo que cuanto más hambre padezcan otros, más caro me
pagarán? ¿Obro cntonces como un comunista? No, obro como explotador,
como propietario. Contra esto necesitamos luchar. Si las cosas
continuasen así, volveríamos al pasado, a caer bajo el poder de los
capitalistas y de la burguesía, como ha ocurridó más de una vez en
las revoluciones anteriores. Para evitar que se restaure el poder de
los capitalistas y de la burguesía, debemos prohibir cl
mercantilismo, debemos impedir que unos individuos se enriquezcan a
costa de los demás. Para esto es necesario que todos los
trabajadores se sumen al proletariado e instauren la sociedad
comunista. En esto consiste precisamente la característica esencial
de la tarea más importante de la Unión de las Juventudes Comunistas
y de las organizaciones de las juventudes comunistas. La antigua
sociedad se basaba en el siguiente principio: saqueas a tu prójimo o
te saquea él; trabajas para otro, u otro trabaja para ti; eres
esclavista o esclavo. Es natural que los hombres educados en
semejante sociedad asimilen, por así decirlo, con la leche materna,
la psicología, la costumbre, la idea de que no hay más que amo o
esclavo, o pequeño propietario, pequeño empleado, pequeño
funcionario, intelectual, en una palabra, hombres que se ocupan
exclusivamente de lo suyo sin pensar en los demás.
Si
yo exploto mi parcela de tierra, poco me importan los demás; si
alguien tiene hambre, tanto mejor: venderá más caro mi trigo. Si
tengo mi puestecito de médico, de ingeniero, de maestro o de
empleado, ¿qué me importan los demás? Si me arrastro ante los
poderosos, es posible que conserve mi puesto y a lo mejor pueda
hacer carrera y llegar a ser burgués. Esta psicología, esta
mentalidad no pueden existir en un comunista. Cuando los obreros y
campesinos demostraron que somos capaces con nuestras propias
fuerzas de defendernos y de crear una nueva sociedad, en ese mismo
momento nació la nueva educación comunista, educación creada en la
lucha contra los explotadores y en alianza con el proletariado,
contra los egoístas y los pequeños propietarios, contra ese estado
de espíritu y esas costumbres que dicen: "Yo busco mi propio
beneficio y lo demás no me interesa".
He aquí la
respuesta a la pregunta de cómo se debe enseñar el comunismo a la
joven generación.
Sólo ligando cada paso de su
instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante
de los proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad
de los explotadores, puede esta generación aprender el comunismo.
Cuando se nos habla de moral, decimos: para un comunista, toda la
moral reside en esta disciplina solidaria y unida y en esta lucha
conclente de las masas contra los explotadores. No creemos en la
moral eterna, denunciamos la mentira de todas las leyendas forjadas
en torno de la moral. La moral sirve para que la sociedad humana se
eleve a mayor altura, para que se desembarace de la explotación del
trabajo.
Para alcanzar este fin necesitamos de la
joven generación que comenzó a convertirse en hombres concientes en
las condiciones de lucha disciplinada y encarnizada contra la
burguesía. En esta lucha, la juventud formará verdaderos comunistas;
a esta lucha debe ligar y subordinar, en todo momento, su
instrucción, educación y formación. La educación de la juventud
com~unista no debe consistir en ofrecerle discursos dulzones de toda
clase y reglas de moralidad. No, no es ésta la educación. Cuando un
hombre ha visto a sus padres vivir bajo el yugo de los
terratenientes y de los capitalistas, cuando ha participado él mismo
en los sufrimientos de los que iniciaron la lucha contra los
explotadores, cuando ha visto los sacrificios que cuesta la
continuación de esta lucha y la defensa de lo conquistado y cuán
furiosos enemigos son los terratenientes y los capitalistas, ese
hombre, en ese ambiente, se educa como comunista. La base de la
moral comunista está en la lucha por consolidar y llevar a su
término el comunismo. Igual base tienen la educación, formación y
enseñanza comunistas. Esta es la respuesta a la pregunta de cómo hay
que aprender el comunismo.
No creeríamos en la
enseñanza, en la educación ni en la formación, si éstas fuesen
relegadas al fondo de las escuelas y separadas de las tormentas de
la vida. Mientras los obreros y los campesinos están oprimidos por
terratenientes y capitalistas, mientras las escuelas sigan en manos
de los terratenientes y de los capitalistas, la joven generación
seguirá ciega e ignorante. Nuestras escuelas deben dar a los jóvenes
los fundamentos de la ciencia, deben ponerlos en condiciones de
forjarse ellos mismos una mentalidad comunista, deben hacer de ellos
hombres cultos. En el tiempo que pasan en la escuela, ésta tiene que
hacer de ellos participantes en la lucha por la liberación del yugo
de los explotadores. La Unión de Juventudes Comunistas tan sólo será
digna de su título de unión de la joven generación comunista, cuando
relacione toda su instrucción, su educación y formación con la parte
que debe tomar en la lucha común de todos los trabajadores contra
los explotadores. Porque saben ustedes perfectamente que mientras
Rusia sea la única república obrera, y en tanto que en el resto del
mundo subsista el antiguo régimen burgués, somos más débiles que
ellos; que constantemente nos amenazan nuevos ataques, y que sólo
aprendiendo a mantener entre nosotros la cohesión y la unidad,
triunfaremos en las luchas futuras y, después de habernos
fortalecido, nos haremos verdaderamente invencibles. Por lo tanto,
ser comunista signifIca organizar y unir a to'ó!a la joven
generación, dar ejemplo de educación y de disciplina en esta lucha.
Lutonces podrán ustedes emprender y llevar a cabo la edificación de
la sociedad comunista.
He aquí un ejemplo que les
hará entender mejor la cosa. Nosotros nos llamamos comunistas. ¿Qué
significa la palabra comunista? "Comunista" viene de la palabra
latina communis, que significa común. La sociedad comunista es la
comunidad de todo: del suelo, de las fábricas, del trabajo. Esto es
el comunismo.
¿Puede haber trabajo común silos
hombres explotan cada uno su propia parcela? La comunidad del
trabajo no se crea de repente. Es imposible. No cae del cielo. Hay
que lograrla tras largos esfuerzos, tras largos sufrimientos, hay
que crearla, y esto se crea en el curso de la lucha. No se trata
aquí de un libro viejo, nadie hubiera creído en un libro. Se trata
de la experiencia personal vivida. Cuando Kolchak y Denikin
avanzaban contra nosotros, procedentes de Siberia y del sur, los
campesinos estaban a su favor. El bolchevismo no les gustaba, porque
los bolcheviques tomaban el trigo a los precios establecidos. Pero
después de haber sufrido en Siberia y en Ucrania el poder de Kolchak
y de Denikin, los campesinos reconocieron que no podían elegir más
que entre dos caminos: o volver al capitalismo, que los convertiría
de nuevo en esclavos de los terratenientes, o seguir a los obreros,
que, por cierto, no prometen el oro y el moro y que exigen una
disciplina de hierro y una firmeza indomable en la dura lucha, pero
que los liberan de la esclavitud de los capitalistas y de los
terratenientes. Cuando incluso los campesinos sumidos en la
ignorancia lo comprendieron y sintieron por su propia experiencia,
después de esta dura lección, se hicieron partidarios concientes del
comunismo. Esta misma experiencia es la que la Unión de Juventudes
Comunistas debe tomar como base de toda su actividad.
He respondido ya a los puntos: qué debemos aprender y
qué es lo que debemos tomar de la vieja escuela y de la antigua
ciencia. Tratará también de contestar a la cuestión de cómo aprender
esto: Sólo ligando indisolublemente y en todo momento la
instrucción, la educación y la formación de la juventud a la lucha
de todos los trabajadores contra los explotadores.
Con algunos ejemplos, extraídos de la experiencia del
trabajo de ciertas organizaciones de la juventud, quisiera
mostrarles ahora, con la máxima claridad, cómo debe hacerse la
educación del comunismo. Todo el mundo habla de la liquidación del
analfabetismo. Como saben, en un país de analfabetos es imposible
construir una sociedad comunista. No basta con que el poder de los
soviets dé una orden, o que el partido lance una consigna, o que
determinado contingente de los mejores militantes se dedique a esta
tarea. Es preciso que la joven generación ponga también manos a la
obra. El comunismo consiste en que la juventud, los muchachos y
muchachas pertenecientes a la Unión de Juventudes se digan: he aqui
el trabajo que nosotros debemos realizar; nos agruparemos e iremos a
todos los pueblos a liquidar el analfabetismo, para que la próxima
generación no tenga analfabetos. Aspiramos a que toda la iniciativa
de la juventud en formación se dedique a esta obra. Ustedes saben
que es imposible trasformar rápidamente la Rusia ignorante e
iletrada, en una Rusia instruida; pero si la Unión de Juventudes
pone en ello su empeño, si toda la juventud trabaja para el
bienestar de todos, los 400.000 jóvenes que la componen tendrán el
derecho de llamarse Unión de Juventudes Comunistas. Otra de sus
misiones es, después de haber asimilado uno u otro conocimiento, la
de ayudar a los jóvenes que no han podido desembarazarse por sí
mismos de las tinieblas de la ignorancia. Ser miembro de la Unión de
Juventudes Comunistas es poner su trabajo y su inteflgenaa al
servicio de la causa común. En esto consiste la educación comunista.
Sólo por este trabajo se convierten un joven o una muchacha en
verdaderos comunistas. Sólo si obtienen en esta labor resultados
prácticos, llegar~n a ser comunistas.
Tomen, por
ejemplo, él trabajo en las huertas suburbanas. ¿No es ésta una obra
de primerísima importancia? Esta es una de las tareas de la Unión de
Juventudes Comunistas. El pueblo pasa hamhre, en fábricas hay
hambre. Para salvarnos del hambre es preciso desarrollar la
horticultura, pero la agricultura se hace a la antigua. Y ahora, es
preciso que los elementos más concientes pongan manos a la obra y
verán ustedes entonces crecer el número de huertas, aumentar su supe
rficie, mejorar el rendimiento. En este trabajo debe participar
activamente la Unión de Juventudes Comunistas. Cada una de sus
organizaciones o células debe ver en esto su deber inmediato.
La Unión de Juventudes Comunistas debe ser el grupo
de choque que en todos los terrenos aporte su ayuda y manifieste su
iniciativa, su espíritu emprendedor. La Unión debe ser tal, que
todos los obreros vean en sus miembros gente cuya doctrina les sea
tal vez incomprensible, en cuyas ideas no crean tal vez
inmediatamente, pero cuyo trabajo real y cuya activIdad muestren que
son ellos los que indican el verdadero camino.
Si la
Unión de Juventudes Comunistas no sabe organizar así su labor en
todos los terrenos, es que se desvía hacia el antiguo camino
burgués. Necesitamos ligar nuestra educación a la lucha de los
trabajadores contra los explotadores, con el fin de ayudar a los
primeros a resolver los problemas derivados de la doctrina
comunista.
Los miembros de las Juventudes Comunistas
deben consagrar todas sus horas de ocio a mejorar el cultivo en las
huertas, a organizar en uiia fábrica cualquiera la instrucción de la
juventud, etc. De nuestra Rusia pobre y miserable queremos hacer un
país rico. Y es preciso que la Unión de Juventudes Comunistas una su
formación, su instrucción y su educación a la labor de los obreros y
de los campesinos y que no se encierre en sus escuelas ni se limite
a leer los libros y folletos comunistas. Sólo trabajando con los
obreros y los campesinos, se puede llegar a ser un verdadero
comunista. Es preciso que todos vean que cualquiera de los miembros
de las Juventudes Comunistas es instruido, y que al mismo tiempo
sabe trabajar. Cuando todos vean que hemos eliminado de la antigua
escuela la vieja férula, que la hemos reemplazado por una disciplina
conciente, que todos nuestros jóvenes participan en los "sábados
comunistas", que utilizan los huertos suburbanos para ayudar a la
población, empezarán a considerar el trabajo de un modo distinto a
como lo consideraban antes.
Los miembros de las
Juventudes Comunistas deben, en su pueblo y en su barrio, aportar su
contribución, por ejemplo - un pequeño ejemplo - al mantenimiento de
la limpieza o a la distribución de víveres. ¿Cómo se hacían las
cosas en la vieja sociedad capitalista? Cada uno trabajaba sólo para
sí, nadie se ocupaba de si había ancianos o enfermos, o si todos los
quehaceres de la casa recaían sobre una mujer, que por ello estaba
esclavizada y aplastada. ¿Quién tiene el deber de luchar contra todo
esto? La Unión de Juventudes Comunistas, que debe decir: nosotros
trasformaremos esto, organizaremos destacamentos de jóvenes que
ayudarán en los trabajos de limpieza, en la distribución de víveres,
recorriendo sistemáticamente las casas, que trabajarán en forma
organizada para el bien de toda La sociedad, repartiendo con acierto
las fuerzas y demostrando que el buen trabajo es el trabajo
organizado.
La generación que tiene ahora alrededor
de so años, no puede pensar en ver la sociedad comunista. Habrá
muerto antes. Pero la generación que tiene hoy 15 años, verá la
sociedad comunista y será ella la que la construya. Y debe saber que
la construcción de esta sociedad es la misión de su vida. En la
antigua sociedad, el trabajo se hacía por familias aisladas y nadie
lo coordinaba, como no fuesen los terratenientes y los capitalistas,
opresores de la masa del pueblo. Nosotros debemos organizar todos
los trabajos por sucios o duros que sean, de suerte que cada obrero,
cada campesino se digan: yo soy una parte del gran ejército del
trabajo libre y sabré, sin terratenientes y sin capitalistas,
organizar mi vida, sabré instaurar el régimen comunista. Es preciso
que la Unión de Juventudes Comunistas eduque a todos desde la edad
temprana en el trabajo conciente y disciplinado. Sólo entonces
podremos esperar que los objetivos que nos proponemos sean
alcanzados. Debemos tener en cuenta que hacen falta por lo menos
diez años para electrificar el país, para que nuestra tierra
arruinada pueda aprovechar las últimas conquistas de la técnica.
Pues bien, la generación que tiene hoy 15 años y que de aquí a diez
o veinte vivirá en una sociedad comunista, debe organizar su
educación de manera que cada día, en cada pueblo o ciudad, la
juventud resuelva prácticamente una tarea de trabajo colectivo, por
minúsculo, por simple que sea. A medida que esto se realice en cada
uno de los pueblos, a medida que se desarrolle la emulación
comunista, a medida que la juventud muestre que sabe unir sus
esfuerzos, quedará asegurado el éxito de la edificación comunista.
Sólo considerando cada uno de sus actos desde el punto de vista de
este éxito, sólo preguntándose constantemente si lo hemos hecho todo
para llegar a ser trabajadores unidos y concientes, sólo a través de
este largo proceso agrupará la Unión de Juventudes Comunistas el
medio millón de sus miembros en un gran ejército de trabajo y
merecerá el respeto general. (Vivos aplausos.)
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