GLOBALIZACIÒN E IMPERIO.
Por EL MILITANTE -
Thursday, Dec. 08, 2005 at 9:18 PM
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Globalización e Imperio |
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Autor : Michael
Roberts Fecha : ( 08-Diciembre-2005 ) Categoria : Economía
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breve van a celebrarse dos acontecimientos globales importantes. El
primero es más regional: la cumbre de la Unión Europea. El primer
ministro británico Tony Blair será el anfitrión de la reunión que
marcará el final de los seis meses de presidencia británica de la UE
antes de entregar el mando a los austriacos. Normalmente, están
reuniones tienen mucha palabrería y se dice realmente poco, son cada
vez más caras y llenas de seguridad. Pero en esta ocasión no será
así. La reunión será el centro del enfrentamiento sobre el papel y
el objetivo de la Unión Europea, y el modelo económico que deben
seguir las clases capitalistas europeas. A un lado de la
contienda está Gran Bretaña. Dirigida por el líder “laborista”, en
realidad es un fiel representante de las multinacionales y las
crecientes fuerzas de la derecha cristiana, la clase dominante
británica (especialmente su enorme sector financiero) mira hacia el
modelo estadounidense de progreso capitalista y también al “libre
mercado” para el movimiento de dinero, capital y trabajo a través de
todas las fronteras sin ningún obstáculo para los beneficios de las
grandes empresas. Esto último es lo que se llama globalización.
Los británicos, junto con las elites dominantes de los nuevos
candidatos para entrar en la UE de Europa Central (Polonia,
República Checa, Hungría, etc.,) y hasta cierto punto Holanda y
Dinamarca, quieren que la UE acaba con su regulación de las empresas
capitalistas, que acabe con la influencia sindical en el centro de
trabajo, que ponga fin a las subvenciones a la agricultura y la
industria, y que elimine las barreras arancelarias a la
importaciones extranjeras a la UE. Frente a estos promotores de
la globalización están las clases dominantes de Francia, Alemania y
Bélgica, y hasta cierto punto, Italia y España, en otras palabras,
lo que el neo-conservador secretario de defensa estadounidense,
Donald Rumsfeld, llamó la “vieja Europa”. Este grupo siempre ha
visto a la UE como una entidad diseñada para desafiar la hegemonía
de EEUU en el comercio y la industria mundial, incluso para
preservar su independencia en la política mundial (por ejemplo en
Iraq). Además, este grupo todavía sufre una enorme presión
política para mantener algún tipo de estado de bienestar adecuado
para los enfermos, ancianos y parados, objetivos que hace ya tiempo
las clases dominantes de EEUU y Gran Bretaña acabaron con ellos, con
Reagan y Thatcer. Su modelo europeo es antagónico con la
“globalización”, ellos correctamente consideran la globalización un
eufemismo del dominio del imperio norteamericano para abrir las
economías de todo el mundo a los tentáculos financieros y
empresariales de EEUU. El enfrentamiento entre estos dos modelos
saldrá de nuevo en la cumbre de la UE porque Gran Bretaña una vez
más está presionando a los alemanes y franceses para que acepten el
desmantelamiento de la Política Agrícola Común que protege a los
campesinos europeos (por supuesto a los grandes) con ayudas y cuotas
a las importaciones. El sector agrícola británico prácticamente ha
desaparecido, así que la clase capitalista aquí está muy contenta
con la idea de reducir los costes presupuestarios de la UE y
permitir la entrada de comida más barata, procedente de países con
salarios de esclavitud en América Latina, África y Asia.
Irónicamente, Blair ofrecerá prescindir de la “rebaja” especial
(cheque británico) mediante la cual los británicos reciben cada año
2.000 millones libras de la UE por sus contribuciones al
presupuesto. Parece que no hay razón aparente, aparte de mantener a
Gran Bretaña lejos del problema en el que se encontraron los
europeos cuando crearon la zona euro y la moneda única a mediados de
los noventa. Por supuesto, los franceses y los alemanes dicen
que Gran Bretaña deberían renunciar al cheque sin condiciones.
Además, los franceses dirigidos por el viejo Chirac, y los alemanes,
dirigidos por la derechista Merkel no quieren hacer concesiones en
la PAC, en los impuestos, la desregulación ni en ninguna otra cosa
que dañe el modelo económico europeo. Ellos han presenciado la
derrota en el referéndum de la Constitución Europea el pasado mes de
mayo en Francia y el fracaso de la derecha en Alemania, que no
consiguió una victoria clara en las elecciones alemanas a pesar del
enorme desencanto existente con la política reformista de los
socialdemócratas con Gerhard Schroeder. Así que quedarán en
tablas. Es muy probable que también acabe en tablas el otro gran
acontecimientos global: la cumbre del comercio mundial en Hong Kong
que debe reducir aún más los aranceles, las cuotas y otras
restricciones comerciales bajo la llamada ronda de Doha de
liberalización comercial. Una vez más, la batalla será entre los
que están a favor de la “globalización” como un paso adelante para
el capitalismo (“todo beneficiará y nada se perderá con el final de
las restricciones al libre movimiento de mercancías, capital y
trabajo”) y los que temen que la apertura de sus agriculturas,
industrias y sectores financieros a las multinacionales
estadounidenses o a las importaciones de América Latina o Asia
(fabricadas por las multinacionales norteamericanas), afecte
seriamente a los intereses de sus propias clases dominantes. Los
que quieren reducir las tarifas arancelarias son los que
conseguirían grandes beneficios con la venta de comida: Brasil en
América Latina, Nueva Zelanda, Canadá, etc., (aunque perderían
porque más empresas financieras extranjeras adquirirían su industria
y banca). También los estadounidenses conseguirían más implantación
en Europa, Asia y, sobre todo, China. La vieja Europa se opone a
reducir más las barreras arancelarias porque eso afectaría a las
restricciones de la UE y una vez más ganarían los estadounidenses.
Luego están unos cuantos llamados países “en vías de desarrollo” que
quieren resistirse a la presión del capitalismo global, países como
Venezuela o Malasia, cada uno por razones diferentes. La razón
de las tablas en Hong Kong es inevitable porque la globalización no
está funcionando. No funciona porque estás economías serán
secuestradas por las grandes multinacionales en el momento que se
abran las puertas. Pero lo que preocupa a algunos estrategas del
capital es más que eso, lejos de que la globalización esté generando
un crecimiento económico sostenido y equilibrado para todo el mundo,
lo que está provocando son serios desequilibrios en el capitalismo.
Sólo un dato demuestra el riesgo que ven estos estrategas: los
1.300 millones de habitantes de China consumen sólo el 42 por ciento
de su producción mundial, ahorran y el resto lo venden al extranjero
(el 40 por ciento a EEUU). En el otro extremo, los estadounidenses
consumen el 71 por ciento de su producción anual, no ahorran nada y
cada vez importar más para cubrir sus necesidades diarias de energía
y consumo. EEUU está pidiendo mucho prestado para financiar su orgía
de gasto y cada vez depende más del resto del mundo, particularmente
de Arabia Saudí, Rusia, China, India, Brasil y Japón, para que les
proporcionen lo que necesitan a crédito. EEUU ahora es el mayor
deudor del mundo, mientras que Japón y China son su mayor
prestamista y la diferencia se amplía. Hasta el momento, EEUU ha
mantenido este desequilibrio porque controla los cordones de la
bolsa con el dólar que es la principal moneda internacional, tiene
un enorme sector bancario y financiero y, como último recurso, su
poderosa maquinaria militar le permite acabar con cualquier
resistencia a su control imperial (¡no siempre con éxito!). La
globalización realmente significa el ascenso del Imperio
Estadounidense. Esa fue la historia capitalista del siglo XX. La
historia del siglo XXI probablemente será la caída del imperio
estadounidense cuando estallen todos esos desequilibrios. Lo que
habrá que decidir es si el mundo se desliza hacia algún tipo de
barbarie, como ocurrió con el colapso del rapaz Imperio Romano en el
siglo V, o si será sustituido por la verdadera globalización, es
decir, el socialismo mundial. En realidad, el “imperio” se ha
convertido en la palabra de moda para muchos de los libros
empresariales de éxito que se venden en EEUU estas navidades. Están
los que apelan a esos capitalistas que reconocen que todo va bien,
como The world is flan: a brief history of 21st century de Thomas
Friedman. En él, el autor defiende que la globalización, junto con
la revolución tecnológica e Internet, están abriendo el mundo a una
gran aldea global donde todo será estandarizado (McDonalds, Coca
Cola, Gucci, etc.,) y la población mundial poco a poco igualará sus
ingresos, su riqueza y se desarrollará armoniosamente bajo el “libre
mercado”. Luego hay otros más pesimistas, pero desde el punto de
vista capitalista, se trata de otro betseller: The Empire of Debt,
que ve a EEUU encaminándose hacia el desastre porque su población no
puede ahorrar, sólo gasta y acumula deudas que nunca podrá pagar. El
capitalismo estadounidense irá retrocediendo en comparación con
China, e incluso Europa, y posiblemente todo caerá con él. Los
autores no son marxistas. Todo lo contrario, son teóricos del libre
mercado de la llamada escuela austriaca, que defienden que la manera
de que el capitalismo triunfe no es gastando al estilo keynesiano,
sino ahorrando todo lo que pueda. Seguramente, si los capitalistas
nunca pagaran a sus trabajadores tanto y no gastaran en sí mismos,
podrían aumentar la inversión y la rentabilidad, durante un tiempo.
Pero ¿qué ocurre cuando nadie tiene suficientes ingresos para gastar
en lo que produce? El dilema para el capitalismo está entre el gasto
y el ahorro excesivos. ¡Ninguno de los dos parece preservar durante
mucho tiempo los beneficios! Otra idea más reveladora del efecto
de la globalización está en el libro: The Politics of Empire de Alan
Freeman. Aquí el imperio estadounidense es visto desde el punto de
vista de su impacto en la clase obrera y las desigualdades entre las
naciones. En un capítulo bastante perceptivo, Freeman demuestra que
entre 1980 y 2000 la población que vive en los llamados países
desarrollados (las principales economías capitalistas) pasó del 32
al 19 por ciento y su parte del ingreso mundial pasó del 80 al 84
por ciento, ¡ese es el éxito de la globalización para todos! El
ingreso anual per cápita de los países desarrollados en 1980 era
once veces superior al de los llamados países subdesarrollados. Pero
en 2000 era 23 veces superior. Pero la globalización no está
ayudando al sistema capitalista como un conjunto. Mientras que en
1988 la producción anual media per cápita en el mundo era de 4.885
dólares, en 2002 había caído a 4.778 dólares. En los años setenta,
el PIB anual mundial per cápita subía más de un 4 por ciento anual,
en los años ochenta era sólo un 0,8 por ciento anual, en los noventa
el crecimiento era negativo. El mundo bajo el capitalismo retrocede.
El resultado es aún pero si no tienes en cuenta a China, una
economía que acaba de entrar el control del capitalismo. Por
supuesto, en el corazón del imperio capitalista estadounidense (los
propios EEUU), la globalización no ha hecho nada por el trabajador
norteamericano, las grandes multinacionales se llevan al extranjero
su fábricas donde pueden encontrar manos de obra más barata y el
gobierno permite la importación de mercancías y servicios más
baratos, destruyendo la industria local. El resultado es que las
desigualdades de ingresos y riqueza dentro de EEUU han empeorado,
particularmente en el reciente apogeo de la globalización. Ahora, si
tu ingreso familiar medio en EEUU es de 57.000 dólares al año o
menos, entonces estás entre la mayoría que forman el 75 por ciento
de las familias. En 1993, el 50 por ciento con menos ingresos
ganaban el 15 por ciento del ingreso nacional; en 2003 cayó al 14
por ciento. Mientras tanto, el 25 por ciento que más gana vio
aumentar su parte de los ingresos, del 62 al 65 por ciento en 2003.
Así que la globalización, la siguiente etapa de desarrollo
capitalista, no ha generado un mundo de desarrollo armónico y
enriquecimiento para todos. Sólo ha sembrado desequilibrios y
contradicciones para los capitalistas que no pueden resolver,
aumentando las desigualdades entre las naciones y dentro de las
naciones. Los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres,
pero los ricos cada vez tendrán también más dificultades para
enriquecerse.
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