EL PROGRAMA DE TRANCISIÒN Y SU APLICACIÒN A LA ARGENTINA.
Por EL MILITANTE -
Sunday, Dec. 11, 2005 at 10:18 AM
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EL PROGRAMA DE TRANSICIÓN Y SU
APLICACIÓN A LA REVOLUCIÓN ARGENTINA |
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Fecha : ( 15-Noviembre-2002 )
Categoria : Teoría
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INTRODUCCIÓN
La extraordinaria aportación
de León Trotsky a la teoría y la práctica del marxismo
revolucionario lo ha situado, justamente, a la altura de los grandes
maestros e inspiradores de las luchas de la clase obrera: Marx,
Engels y Lenin. Como militante revolucionario fue protagonista de
una vida prodigiosa, suficiente para completar varias vidas en una
sola; y como teórico marxista hizo aportaciones fundamentales que
profundizaron y enriquecieron el arsenal teórico del Socialismo
científico.
El marxismo no tiene nada en común con
una ortodoxia osificada; es, en cambio, “una guía para la acción”.
El marxismo no sería una ciencia si no encontrara una aplicación
concreta a la realidad de hoy en la lucha de clases internacional y,
particularmente, de la Argentina. La transformación socialista de la
sociedad sigue siendo la única salida para la clase trabajadora, y
la certera y correcta aplicación del método de análisis marxista a
la realidad que hoy nos envuelve será vital para conseguir agrupar
al conjunto de los trabajadores en esta tarea.
Los
escritos de León Trotsky siguen siendo una fuente inagotable de
inspiración para los marxistas revolucionarios de nuestra época. Y
lo que más sorprende de ellos no es solamente la correcta
apreciación de sus análisis sobre la realidad en la que le tocó
luchar, vivir y morir, sino que dichos análisis mantienen hoy plena
validez.
Lo que nos proponemos señalar con este
trabajo es que los análisis de Trotsky, que él desarrolló para
analizar e influenciar la realidad de su época, nos sirven a
nosotros para comprender, analizar e influenciar la actual etapa por
la que estamos atravesando en la Argentina.
2. EL PAPEL DE LAS CONSIGNAS EN UNA
SITUACIÓN REVOLUCIONARIA Y EL ORIGEN DEL PROGRAMA DE TRANSICIÓN
El papel de las consignas en una situación
revolucionaria es de una importancia decisiva. Los marxistas
comprendemos muy bien que para poner a las masas del lado de la
revolución socialista no basta con hacer propaganda abstracta a
favor del socialismo. Sería una concepción completamente sectaria
que nos apartaría de las masas. Trotsky explicaba en las páginas del
Programa de Transición que los marxistas debían ser los luchadores
más decididos y resueltos, debían estar a la vanguardia de cada
lucha con las reivindicaciones que sirviesen a los intereses de la
clase obrera. La revolución socialista sería impensable sin la lucha
cotidiana para avanzar bajo el capitalismo.
Para
asegurar la victoria de la clase obrera es imperativo que las
consignas de la vanguardia sirvan para que el movimiento avance,
paso a paso, hacia el objetivo del poder obrero. Es necesario luchar
vigorosamente por cada demanda parcial que tenga como objetivo la
defensa del empleo, los salarios y las condiciones de vida. También
es necesario explicar que la única garantía real de conseguir una
solución genuina y duradera para los problemas de la población es la
transferencia del poder a las manos de los propios trabajadores.
Para esto es esencial que las consignas planteadas
con el objetivo de ganar a los trabajadores, sean claras y deben
estar vinculadas sin ambigüedades a la idea del poder obrero. Estas
consignas transicionales son necesarias para convencer a las masas
de trabajadores de que para resolver sus necesidades más que
apremiantes, es necesario que tomen el poder en sus manos.
En septiembre de 1938, tuvo lugar en París la
Conferencia Fundacional de la IV Internacional. El Programa de
Transición, elaborado por Trotsky, y las discusiones en torno a su
elaboración, constituyen uno de los documentos más conocidos de los
debates de esta Conferencia, a la vez que una ayuda para comprender
las razones que impulsaron a Trotsky, y a los grupos provenientes de
la antigua Oposición de Izquierdas en el seno de la III
Internacional, a formar una nueva organización marxista
internacional de trabajadores, la IV Internacional.
Fue precisamente para encauzar la actividad práctica
de la naciente IV Internacional y a la tarea estratégica de ganar a
la mayoría de la clase obrera mundial para sus banderas, por lo que
Trotsky elaboró El Programa de Transición.
3.
LA VIGENCIA DEL PROGRAMA DE TRANSICIÓN EN LA SITUACIÓN ACTUAL DE LA
ARGENTINA
El Programa de Transición,
consta de 21 apartados y combina explicación política con
reivindicaciones, demandas y consignas concretas. Obviamente las
circunstancias en las que fue escrito El Programa de Transición son
diferentes a la situación política e internacional actual. En
aquellos momentos el fascismo y el estalinismo aparecían con toda su
pujanza, y necesariamente El Programa de Transición, no podía dejar
de lado ese hecho, incluyendo demandas y análisis específicos para
los países con regímenes fascistas y la antigua URSS estalinista.
Hoy dichos regímenes en Europa no existen más. Pero en el resto del
folleto es perfectamente actual, particularmente, para la actual
situación de Argentina.
Si leemos El programa de
transición, de León Trotsky, no sólo encontraremos una fuente de
inspiración y aprendizaje para nuestra militancia, sino que podemos
ver cómo muchas de las reivindicaciones y análisis planteados en el
mismo mantienen toda su vigencia; pero, como Trotsk y explica:
"Este programa no es el descubrimiento de un solo
hombre. Es el resultado de la larga experiencia de los bolcheviques.
Quiero señalar esto: que no se trata de la invención de un hombre,
sino que proviene de una larga experiencia colectiva de los
revolucionarios. Es la aplicación de los viejos principios a la
situación actual. No debe considerarse inmutable como el hierro,
sino como algo flexible, de acuerdo con la situación".
En el limitado espacio de que disponemos para este
trabajo no nos es posible hacer un exhaustivo análisis del Programa
de Transición y su aplicación concreta a la realidad argentina, por
lo que necesariamente nos detendremos en sus puntos más relevantes y
actuales.
En cualquier caso, creemos que todo
activista del movimiento obrero tiene la obligación de leer y
estudiar detenidamente este folleto de Trotsky para comprender el
papel de las consignas y saber enfocar correctamente la intervención
y la agitación revolucionarias en un proceso revolucionario. Y, en
este caso, en el proceso revolucionario abierto en Argentina a
partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del año pasado.
Trotsky comienza con un primer apartado denominado
Las condiciones objetivas para la revolución socialista. En él se
expone magistralmente el callejón sin salida a que había conducido a
las familias trabajadoras la crisis del sistema capitalista y cómo
se daban todas las condiciones para la revolución socialista.
Algunos párrafos de este apartado, parecerían escrito hoy mismo en
nuestro país:
“Las condiciones económicas para la
revolución proletaria han alcanzado ya el más alto grado de madurez
posible bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad
han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos
técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material.
Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de
todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y
sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación
ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas
monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como
fascistas, van de una quiebra a la otra”.
Al final de
este apartado y en el siguiente, El proletariado y su dirección,
Trotsky señala cómo el camino hacia la revolución socialista es
bloqueado a cada paso por las direcciones de los partidos
socialdemócratas y estalinistas que todavía se mantienen a la cabeza
de los trabajadores. Para Trotsky, el callejón sin salida a que el
sistema capitalista empuja a los trabajadores se explica por la
dirección del movimiento, o más bien, por la ausencia de una
dirección correcta:
“La crisis histórica de la
humanidad se reduce a la dirección revolucionaria”. Y concluye, a
modo de tarea estratégica:
“... la crisis de la
dirección del proletariado, que se ha transformado en la crisis de
la civilización humana, sólo puede ser resuelta por la IV
Internacional”.
Hoy en Argentina, la clase obrera,
los jóvenes, los trabajadores desocupados y los sectores
empobrecidos de la clase media están buscando en medio de los
acontecimientos una dirección política para vencer y organizar la
sociedad sobre bases justas. Esta salida sólo puede ser el
establecimiento de un poder de los trabajadores que adopte las
medidas necesarias para la transición al socialismo. Al igual que
hace 60 años, la tarea que tienen ante sí los marxistas
revolucionarios en Argentina es construir una fuerza que defienda
consecuentemente las ideas del marxismo, del genuino socialismo
revolucionario, capaz de ganar a la mayoría de la población para
este programa.
Quizás unos de los apartados centrales
del Programa de Transición sea el denominado programa mínimo y
programa de transición.
La idea de dividir
artificialmente la lucha de los trabajadores en una lucha por un
programa mínimo (la lucha por reivindicaciones económicas y
políticas accesibles, prácticas, posibles y realistas posibles de
satisfacer en el sistema capitalista, que mejoren las condiciones de
vida y trabajo de las masas), y otra por un programa máximo (la
lucha por el socialismo) no era, ni es, nada nuevo para el
movimiento.
Con el pretexto de llevar a cabo las
"tareas inmediatas", las direcciones de los partidos obreros
reformistas y de los sindicatos consiguen, especialmente en épocas
de crisis del sistema, desviar la atención de las masas de su
objetivo revolucionario. Mientras que en una época de boom económico
ellos pueden justificar su política de pactos y consensos con el
gobierno y la patronal consiguiendo pequeñas mejoras para los
trabajadores, en épocas de crisis económicas profundas como la
actual, actúan en la práctica como agentes de los mismos. Y razonan:
“como los capitalistas no obtienen beneficios no podemos exigir
aumentos salariales, o hay que aceptar despidos, o recortes en los
gastos públicos en salud, educación, vivienda, etc.” En definitiva
que las conquistas que los trabajadores consiguen arrancar a los
burgueses con una mano, mañana les serán arrebatadas con la otra,
como hemos podido comprobar en los últimos veinte años.
Así, en lugar de elevar la conciencia de los
trabajadores, las consignas del programa mínimo se adaptan a la
situación concreta de lo que se puede conseguir, o, dicho de otro
modo, de lo que la burguesía, o un sector de la misma, está más o
menos dispuesta a conceder, dejando para un futuro inasequible la
tarea final de transformación social.
Los marxistas
siempre hemos explicado que la aceptación de un programa máximo y un
programa mínimo, no sólo no hace avanzar la conciencia de las masas,
sino que ni siquiera es capaz de consolidar las conquistas que dice
defender.
Por tanto, la experiencia demuestra la
necesidad de elaborar un programa que, partiendo de la situación
objetiva concreta y del nivel de conciencia del movimiento, ayude a
los trabajadores a sacar conclusiones revolucionarias de su
experiencia. Trotsky explicaba:
“La tarea estratégica
del próximo período – un período prerrevolucionario de agitación ,
propaganda y organización- consiste en superar la contradicción
entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la
falta de madurez del proletariado y de su vanguardia (confusión y
desmoralización de la generación madura, falta de experiencia de la
joven). Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha, a
encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el
programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en
un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las
condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de
la clase obrera a una sola y misma conclusión: la conquista del
poder por el proletariado”
"¿Cuál es el sentido del
programa de transición? Podemos llamarlo un programa de acción, pero
para nosotros, para nuestra concepción estratégica, es un programa
de transición: es una ayuda para las masas, para superar las ideas,
métodos y formas heredadas y adaptarse a las exigencias de la
situación objetiva".
Así pues, no se trata de aceptar
la realidad, sino de transformarla. Pero la transformación
revolucionaria de la sociedad requiere la participación consciente
del proletariado, empezando por su vanguardia.
Precisamente bajo esta premisa, los marxistas
elaboran el programa necesario para intervenir en la lucha de clases
con el objetivo de hacer avanzar el movimiento, tanto en su
comprensión como en su organización. Por tanto, partiendo de la
situación concreta, sin perder nunca el objetivo de la lucha por el
socialismo, se trata de conseguir un equilibrio entre lo que las
masas comprenden por la situación en la que viven y lo que les
falta, es decir, es necesario defender las pretensiones inmediatas y
prácticas que los trabajadores asumen, con reivindicaciones
necesarias y justas que les hagan comprender los límites del
sistema.
La tarea de los revolucionarios consiste en,
en lugar de rebajar el programa o explicar a los trabajadores lo que
ya saben, ayudar al desarrollo revolucionario del movimiento. Como
dice Trotsky:
"¿Qué puede hacer un partido
revolucionario en esta situación? En primer término, dar una imagen
clara y honesta de la situación objetiva, de las tareas históricas
que de ella se desprenden, independientemente de si los obreros
están hoy maduros para ello o no. Nuestras tareas no dependen de la
conciencia de los trabajadores. La tarea consiste en desarrollar su
conciencia. Esto es lo que el programa debe formar y mostrar a los
obreros avanzados".
La primera demanda concreta que
aparece en El programa de Transición es la que aparece en al
apartado Escala móvil de los salarios y de las horas de trabajo.
¿Qué significa esto?
“Contra la carestía de la vida
que, a medida que la guerra se aproxima, se acentuará cada vez más,
sólo es posible luchar con una consigna: la escala móvil de los
salarios. Los contratos colectivos de trabajo deben asegurar el
aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación
del precio de los artículos de consumo”
“Contra la
desocupación ... es preciso lanzar la consigna de la escala móvil de
las horas de trabajo... El trabajo existente es repartido entre
todas las manos obreras existentes y es así como se determina la
duración de la semana de trabajo. El salario de cada trabajador debe
ser el mismo que con la jornada antigua. Los salarios, una vez
garantizado estrictamente un salario mínimo, deben seguir el
movimiento de los precios”. Y sigue:
“Los
propietarios y sus abogados demostrarán “la imposibilidad de
materializar” estas reivindicaciones. Los pequeños empresarios,
sobre todo aquéllos que marchan a la ruina, invocarán además sus
libros de contabilidad. Pero los trabajadores deben rechazar
categóricamente tales argumentos. No se trata aquí del choque
“normal” de intereses materiales opuestos. Se trata de preservar al
proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina.
Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y
progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el
capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen
infaliblemente de los males por él mismo engendrados, no le queda
otra que morir. La “posibilidad” o la “imposibilidad” de realizar
las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de
relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha. Sobre
la base de esta lucha, cualesquiera que sean los éxitos prácticos
inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la
necesidad de liquidar la esclavitud capitalista”
No
existen dos consignas más actuales que éstas en la Argentina
actualmente, cuando la clase trabajadora ha perdido más de un 40% de
poder adquisitivo, solamente en este año, debido a las subas de
precios, y, por otro lado, la desocupación y la subocupación afecta
a cerca del 60% de los trabajadores. La decadencia y degradación en
las condiciones de vida de las más amplias masas salta a la vista en
nuestro país fruto de la desocupación y la pérdida de poder
adquisitivo de las familias trabajadoras. Frente a los lamentos
hipócritas de los gobernantes y empresarios, la defensa por los
revolucionarios de estas dos demandas, traza un puente un vínculo
entre la necesidad inmediata que tienen los trabajadores de las
mismas y de la necesidad de la transformación socialista de la
sociedad.
En los apartados de Los sindicatos en el
período de transición y Los comités de fábrica Trotsky ofrece un
modelo de cómo combinar una actitud intransigente de principios con
la flexibilidad necesaria en relación a las organizaciones de masas,
particularmente los sindicatos:
“Los Bolcheviques
Leninistas se encuentran en las primeras filas de todas las formas
de lucha, aun allí donde se trata de los intereses de los más
modestos de la clase obrera. Toman parte activa en la vida de los
sindicatos de masas, preocupándose de robustecer y acrecentar su
espíritu de lucha. Luchan implacablemente contra toda las tentativas
de someter los sindicatos al estado burgués y de maniatar al
proletariado con “el arbitraje obligatorio” y todas las demás formas
de intervención policial, no sólo fascista sino también
“democrática”. Solamente sobre la base de ese trabajo es posible
luchar con buen éxito en el seno de los sindicatos contra la
burocracia reformista incluidos los stalinistas. Las tentativas
sectarias de crear o mantener pequeños sindicatos “revolucionarios”
como una segunda edición del partido, significa en el hecho
renunciar a la lucha por la dirección de la clase obrera. Hace falta
plantear aquí como un principio inconmovible: el auto-aislamiento
cobarde fuera de los sindicatos de masas, equivalente a la traición
a la revolución, es incompatible con la pertenencia a la IV
internacional”
“Al mismo tiempo la IV internacional
rechaza y condena resueltamente todo fetichismo de los sindicatos,
propio de los sindicalistas reformistas y ultraizquierdistas ... Los
sindicatos, aun los más poderosos, no abarcan más del 20 al 25% de
la clase obrera .... La mayoría más oprimida de la clase obrera no
es arrastrada a la lucha sino episódicamente en los períodos de auge
excepcional del movimiento obrero. En esos momentos hay que crear
organizaciones ad hoc que abarquen al conjunto de las masas en
lucha: comités de huelga, comités de fábrica y, finalmente,
soviets”.
La cuestión de los sindicatos es un asunto
de vida y muerte para la revolución argentina. Toda la historia del
movimiento obrero de nuestro país demuestra que en la Argentina no
es posible ninguna revolución socialista a menos que se gane a un
sector decisivo de los sindicatos Generalmente, los sindicatos
tienen tendencia a ir rezagados en la revolución. Siempre existe un
elemento de rutina conservadora, incluso entre los activistas, por
no hablar del aparato. En contraste, órganos como las asambleas
populares reflejan más fielmente el cambio de ambiente entre las
masas. Están más cerca de los sectores más oprimidos, y son más
abiertos a las ideas revolucionarias y la acción militante. Lo mismo
ocurre con el movimiento de “piqueteros” que está formado
principalmente por desocupados.
En Argentina, el
carácter reaccionario de la burocracia de la CGT no necesita
explicación. Es una cuestión de ABC para los marxistas. Pero lo que
es evidente para nosotros, no necesariamente es obvio para las
masas. Los trabajadores tienen un instinto de unidad poderoso, y en
una revolución este instinto no se debilita, se fortalece. En unas
condiciones de crisis terrible, desocupación y caída de los niveles
de vida, los trabajadores organizados se agarran más tenazmente a su
sindicato.
Los burócratas utilizan y abusan de este
sentido de lealtad tradicional entre los trabajadores, para mantener
sus propias posiciones. Ellos reflejan las presiones de la burguesía
dentro el momento obrero. Actúan como una fuerza policial dentro del
movimiento sindical, intentando controlar y disciplinar a los
trabajadores en interés de la “paz social”.
Es
absolutamente necesario vincular firmemente la vanguardia con las
masas, y comprender que las diferentes capas sacan conclusiones
desiguales a ritmos diferentes. La vanguardia, activa en las
asambleas populares, las fábricas ocupadas y las organizaciones
piqueteras, está la primera línea de lucha. Son las tropas de choque
de la revolución. Pero los batallones pesados de la clase obrera
todavía no han entrado decisivamente en la acción. Llegarán, pero
mientras lo hacen es necesario evitar alejarse demasiado de las
masas.
Al final, las condiciones objetivas empujarán
inevitablemente a los trabajadores a la lucha. En esas condiciones,
los viejos dirigentes no tendrán sino una sola alternativa: o se
ponen a la cabeza de las luchas para no perder totalmente el control
o se verán superados por las bases, creando las condiciones para el
surgimiento de una nueva dirección más combativa que gane la
confianza de las mismas. Que los elementos más avanzados, opuestos a
las políticas de la burocracia sindical permanezcan dentro del
sindicato resulta vital de cara al próximo futuro porque, en una
nueva situación pueden emerger dentro del sindicato con la fuerza
suficiente como para que el resto de los trabajadores los apoyen
como una alternativa a la dirección. Fenómenos de este tipo ya lo
vimos en la Argentina a comienzos de los años 70.
Por
ahora no se trata de plantear la toma del poder como una consigna
inmediata. La tarea inmediata no es la conquista del poder, sino la
conquista de las masas. Pero esta cuestión va inseparablemente unida
a la cuestión de los sindicatos.
Como ya señalamos,
la principal debilidad de las asambleas populares es que todavía no
están suficientemente relacionadas con los trabajadores organizados
en las fábricas. En la situación actual, la creación y extensión de
los comités de fábrica es una demanda fundamental.
Esta demanda no es en absoluto abstracta, parte de
las necesidades objetivas de la situación. La defensa del empleo y
asegurar el pago de los salarios obligará a entrar en la lucha a
cada vez más sectores de los trabajadores. Los docentes y bancarios
han convocado varias movilizaciones en diferentes puntos del país, y
los funcionarios y empleados públicos de todo el país están
participando en batallas por el pago de los salarios. La
profundización de la crisis ya destruyó miles de empleos en todos
los sectores (textil, construcción, automóvil, etc.,) y amenaza a
miles de trabajadores más. En este contexto la reivindicación,
defendidas por las organizaciones piqueteras y aprobadas en las
asambleas populares en la que se exige la nacionalización, bajo
control obrero, de toda las fábricas que se declaran en bancarrota o
que despiden trabajadores, debería ser la consigna central en la
batalla destinada a implicar en el movimiento a la clase trabajadora
industrial.
Uno de los hechos más significativos del
movimiento obrero argentino fue el surgimiento y desarrollo del
movimiento piquetero, que agrupa a trabajadores despedidos de sus
empresas y a jóvenes desocupados mediante asambleas y movilizaciones
masivas al margen del control del aparato sindical peronista y con
una orientación y propuestas que recuperan métodos y tradiciones
revolucionarias de la clase obrera. El movimiento de los
trabajadores desocupados agrupados en las organizaciones piqueteras,
ha demostrado una gran capacidad de lucha, heroísmo y sacrificio.
Los piqueteros, con su ejemplo y determinación, están señalando las
tareas al conjunto de la clase obrera y los sectores más combativos
de la juventud.
A pesar de la energía desplegada y su
combatividad, debemos ser conscientes de que, aisladamente, los
objetivos del movimiento piquetero resultan imposibles de alcanzar.
Por ello, el movimiento piquetero debería utilizar su fuerza y
organización para hacer mil y un intentos de ligarse a los
trabajadores ocupados para acelerar el proceso de toma de conciencia
de los mismos en la perspectiva de incorporarlos decisivamente a la
lucha.
Los ataques del gobierno van a provocar
inevitablemente una respuesta por parte de los trabajadores, como de
hecho ya está ocurriendo. La tarea de la vanguardia es intentar dar
una expresión organizada, generalizarla y extenderla a cada
industria, ciudad y barrio. La única forma de hacer esto es
popularizando la consigna de los comités de fábrica u otra similar
(coordinadoras obreras, etc). Con la agitación en torno a esta
consigna, la vanguardia podrá conectar con el ambiente general de la
clase, planteando una demanda que realmente corresponde con las
necesidades del momento, mientras prepara el terreno para llevar
adelante la lucha a un nivel más elevado.
También se
trata de un hecho objetivo porque el movimiento ya llevó a la
creación de Asambleas Populares locales. Pero lo más importante de
todo es que ha habido una tendencia a vincular las Asambleas
Populares con los comités obreros en las fábricas, particularmente
con las fábricas ocupadas por los trabajadores. Aquí está la clave
del éxito.
En Argentina, los órganos revolucionarios
de lucha que abarcan a amplias capas de los explotados en los
barrios son las Asambleas Populares. Y éstas son, al menos, el
embrión de los sóviets, es decir, el embrión de un nuevo poder.
La transformación de los Comités de Fábrica y de las
asambleas barriales en soviets genuinos corresponderá a una etapa
superior del proceso revolucionario. Así, en el apartado denominado
Los Soviets, Trotsky explica:
“Los soviets no pueden
nacer sino donde el movimiento de las masas entra en una etapa
abiertamente revolucionaria. En tanto que eje alrededor del cual se
unifican decenas de millones de trabajadores, los soviets desde el
momento de su aparición se constituyen en rivales adversarios de las
autoridades locales y, en seguida, del mismo gobierno central. Si el
comité de fábrica crea los elementos de la dualidad del poder en la
fábrica, los soviets abren un período de dualidad del poder en el
país”. Sin embargo, es obvio que la tarea inmediata de los
comités (soviets) es organizar y centralizar la lucha. El objetivo
de los comités, que deberían ser elegidos en la medida de lo posible
en los centros de trabajo y en las barrios populares, debería ser
organizar la acción: huelgas, manifestaciones, boicots, distribución
de comida, etc. Y esto debería culminar en una huelga general
nacional. En dicha etapa, el objetivo debe ser vincular los comités
local, regional y nacionalmente, preparando el camino para un
congreso nacional de comités de fábrica y asambleas populares, para
coordinar la lucha y preparar la toma del poder.
En
los apartados sobre El “secreto comercial” y el control obrero de la
producción, la expropiación de ciertos grupos de capitalistas y la
nacionalización de la Banca, el Programa de Transición de Trotsky
insiste en una idea común: responder al intento de los capitalistas
de hacer recaer la crisis de su sistema sobre las espaldas de los
trabajadores con reivindicaciones que pongan en cuestión la
propiedad privada de los capitalistas. Ante la amenaza de cierre de
una empresa o de despidos Trotsky propone la abolición del “secreto
comercial” y agitar en torno a la creación de comités de fábrica que
investiguen los libros de caja de la empresa e instaure el control
obrero sobre la producción; y ante la amenaza efectiva de cierre la
ocupación de la fábrica y agitar por la estatización de la misma
bajo control obrero.
No cabe ninguna duda que esta
consigna, junto a las dos primeras citadas al comienzo de este
apartado, está de rabiosa actualidad en la Argentina, acompañada
además por los ejemplos emblemáticos de los trabajadores de
Cerámicas Zanón y de la textil Brukman, entre otras. Como explica
Trotsky en el apartado de Los Comités de fábrica:
“Las huelgas con ocupación de fábricas, una de las
más recientes manifestaciones de esta iniciativa, rebasan los
límites del régimen capitalista normal. Independientemente de las
reivindicaciones de los huelguistas, la ocupación temporaria de las
empresas asesta un golpe al ídolo de la propiedad capitalista. Toda
huelga de ocupación plantea prácticamente el problema de saber quién
es el dueño de la fábrica: el capitalista o los obreros”.
En época de crisis capitalista aguda como la que
existe en Argentina, la consigna de la expropiación de los sectores
claves de la economía y de los sectores más parásitos de la
burguesía, como los Bancos, también surge como una necesidad para
poner las bases de la planificación económica. Para agitar en torno
a esta cuestión Trotsky establece una serie de condiciones
totalmente válidas hoy:
“La diferencia entre estas
reivindicaciones y la confusa consigna reformista de
“nacionalizaciones” reside en lo siguiente: que nosotros rechazamos
cualquier tipo de indemnización,.... que llamamos a las masas a que
no confíen más que en su fuerza revolucionaria, que ligamos el tema
de la expropiación con el de la toma del poder por los obreros y los
campesinos”
Trotsky hace especial insistencia en la
consigna de nacionalización de la Banca, y explica que esta consigna
sirve además para atraer a los sectores de la pequeña burguesía
aplastados por el gran capital al campo de la clase obrera:
“... los bancos concentran en sus manos la dirección
de la economía .... Organizan milagros de técnica, empresas
gigantescas, trusts potentes y organizan también la vida cara, las
crisis y la desocupación. Imposible dar ningún paso serio hacia
adelante en la lucha contra la arbitrariedad monopolista y la
anarquía capitalista si se dejan las palancas de comando de los
bancos en manos de los bandidos capitalistas ... Sólo la
expropiación de los bancos privados y la concentración de todo el
sistema de crédito en manos del Estado pondrá en las manos de éste
los medios necesarios, reales, es decir materiales, y no solamente
ficticios y burocráticos, para la planificación económica. La
expropiación de los bancos no significa en ningún caso la
expropiación de los pequeños depósitos bancarios. Por el contrario
para los pequeños depositantes la banca del Estado única podrá crear
condiciones más favorables que los bancos privados. De la misma
manera sólo la banca del Estado podrá establecer para los
campesinos, los artesanos y pequeños comerciantes condiciones de
crédito privilegiado, es decir, barato. Sin embargo, lo más
importante es que, toda la economía, en primer término la industria
pesada y los transportes, dirigida por un Estado mayor financiero
único, sirva a los intereses vitales de los obreros y de todos los
otros trabajadores. No obstante, la estatización de los bancos
sólo dará resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de
manos de los explotadores a manos de los trabajadores”
Después de resumir brevemente las demandas más
destacadas recogidas en El Programa de Transición, dentro del campo
del reformismo y de la colaboración de clases no faltarán voces que
nos acusen de ilusos o dogmáticos. La cuestión que debemos
plantearnos es si estas consignas conectan con las aspiraciones de
nuestra clase, y no si son o no realizables bajo el capitalismo.
Como explica Trotsky: "Si dijéramos que sólo hemos de pedir lo
que nos pueden dar, la clase dominante sólo nos daría la décima
parte o nada de nuestras reivindicaciones. Cuando pedimos más y
podemos imponer nuestras reivindicaciones los capitalistas se ven
obligados a dar el máximo. Cuanto más extendido y combativo es el
estado de ánimo de los trabajadores, tanto más se exige y consigue"
Otro de los apartados destacados del Programa de
Transición es el titulado Piquetes de huelga, destacamentos de
combate, milicias obreras y armamento del proletariado.
Trotsky explica aquí cómo la necesidad de medidas de
autodefensa nace del propio desenvolvimiento de la clase trabajadora
en su lucha revolucionaria, incluso desde las primeras etapas del
proceso. En Argentina hoy, la represión sistemática contra los
activistas del movimiento piquetero, de los asambleas barriales, de
las fábricas ocupadas y de las organizaciones de izquierda a cargo
de la policía y de matones a sueldo de la patronal y del gobierno lo
vemos cotidianamente. La consigna de Comités de autodefensa ha
comenzado incluso a cundir entre algunas asambleas barriales, tanto
para hacer frente a la represión policial como a la delincuencia
derivada de la putrefacción del sistema capitalista argentino en los
barrios más deprimidos.
Para que esta consigna tenga
un eco de masas es imprescindible hacer el énfasis en que son
medidas de autodefensa, y hacer recaer la responsabilidad de la
violencia enquistada en el sistema en el aparato represivo del
Estado en manos de los burgueses y sus representantes políticos. En
esta etapa estas medidas deben consistir de patrullaje de las calles
por los propios vecinos, montar guardias en los locales obreros,
servicios de orden en las marchas, etc. En una etapa superior del
proceso revolucionario, con la existencia de un partido marxista
revolucionario al frente de los trabajadores, ante un movimiento de
las masas por millones en la calle y con decisión, las fuerzas
represivas quedarían paralizadas, se descompondrían, serían
fácilmente desarmadas y el aparato represivo queda así neutralizado.
Es con esa condición cuando la revolución puede realmente
triunfar.
Por último, no hay que confundir las
legítimas medidas de autodefensa con que se deben dotar las
organizaciones obreras con el método del terrorismo individual,
método que siempre fue combatido implacablemente por el marxismo y
que consiste en la perpetración de atentados y acciones armadas a
cargo de un grupo de individuos aislados de las masas, y que siempre
juegan el papel más pernicioso en el movimiento revolucionario al
dar excusas a la reacción para su política de represión contra la
clase obrera.
En El programa de Transición hay otros
apartados interesantes sobre los países fascistas y estalinistas,
sobre el campesinado y los países coloniales, la mujer trabajadora y
la juventud obrera y, finalmente, contra las tendencias oportunistas
(reformistas) y sectarias (ultraizquierdistas) en el seno del
movimiento obrero, sobre las que no nos podemos detener por falta de
espacio.
No obstante, sí hay una consigna que Trotsky
plantea para los países campesinos atrasados o bajo régimen de
dictadura que ha adquirido cierta notoriedad en Argentina por parte
de un sector de la izquierda, como es la demanda de una Asamblea
Constituyente. Hay otros sectores que identifican Asamblea
Constituyente con el poder obrero, con un gobierno de los
trabajadores, cuando científicamente son dos cosas diferentes y, en
ningún modo, idénticas. Consideramos que esta consigna es equivocada
para Argentina actualmente, que no entra propiamente en la categoría
de país campesino atrasado o bajo dictadura. Creemos que hay que
agitar directamente por un gobierno de los trabajadores basado en la
organización de los mismos en comités de fábricas y asambleas
populares.
Si lo que se quiere enfatizar es que gran
parte del sistema productivo argentino está en manos del capital
extranjero bastaría con exigir la expropiación del mismo por parte
de un gobierno obrero. Y si se quiere justificar la utilización de
esta consigna porque la mayoría de la población todavía tiene
ilusiones en la “democracia burguesa” o no está convencida de la
necesidad del socialismo, la misma situación se da en todos los
países, incluso los más avanzados, y eso no justifica en absoluto en
que EEUU, o Francia o España los marxistas revolucionarios de
aquellos países agiten también por una Asamblea Constituyente.
Es claro que el Programa de Transición para la
revolución argentina no se agota en el texto de Trotsky. La propia
experiencia de los trabajadores argentinos, la situación concreta
del país y sus características hacen que el programa de
reivindicaciones transitorias deba ser completado con toda una serie
de demandas que conecten con la experiencia de los trabajadores y
resto de capas oprimidas de la población. Este programa común ya ha
sido aprobado en innumerables asambleas populares, piqueteras, de
trabajadores, y debería incluir, entre otros puntos: el
desconocimiento de la Deuda externa, la congelación de las tarifas
de los servicios públicos e instauración de una “tarifa social” más
baja para las familias pobres y desocupadas, un Salario Mínimo de
650 pesos y la devolución de los depósitos confiscados a todos los
pequeños ahorristas cuyos montos no superen los 100.000 dólares, el
reclamo del boleto estudiantil, etc.
El Programa de
Transición acaba con un conmovedor llamado a la clase obrera,
especialmente a su sector de vanguardia a que integren la IV
Internacional:
“La crisis actual de la civilización
humana es la crisis de la dirección proletaria. Los obreros
revolucionarios agrupados en torno a la Cuarta Internacional señalan
a su clase el camino para salir de la crisis. Le proponen un
programa basado en la experiencia internacional del proletariado y
de todos los oprimidos en general, le proponen una bandera sin
mancha. ¡Obreros y Obreras de todos los países, agrupaos bajo
la bandera de la IV Internacional! ¡Es la bandera de
vuestra próxima victoria!”
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