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VIVIR GLOBALIZACIÓN: TODOS LOS MUNDOS, EL MUNDO DE TODOS
Por Cynthia Cónsoli - Tuesday, Dec. 13, 2005 at 11:37 AM

La Globalización no brinda la posibilidad de elegir entre vivirla o quedarse al márgen: todos estamos adentro. Amenazante o benefactora, configura el espacio en que vivimos los ciudadanos de la Tierra. Conclusiones para aprender a moverse dentro de las posibilidades que ofrece y a fortalecer las identidades regionales en un mundo donde parecen desdibujarse las idiosincracias en una sola cultura global.

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VIVIR GLOBALIZACIÓN: TODOS LOS MUNDOS, EL MUNDO DE TODOS

“No quiero que mi casa tenga muros por todos lados y que mis ventanas estén obstruidas. Quiero que las culturas de todas las tierras vuelen por mi casa tan libremente como sea posible. Pero me niego a que cualquiera de ellas me eche por tierra”. Mahatma Gandhi

En el Siglo XXI, elucidar las ideas de globalización, posmodernidad y mutación significa elaborar instrumentos para comprender la historia que estamos viviendo. En los años ’90 nos invadió un fenómeno tan avasallante como desconocido, que nos embebía de palabras nuevas, inmensas cantidades de información, cambios en las finanzas, la cultura, la comunicación, la vida de todos los días. En un par de movimientos vertiginosos, nos encontramos de frente al Globo Terráqueo, perdidos en nuestro propio mundo. No se sabía de qué se trataba, pero se hablaba de Globalización.

Hoy, cuando ya se estudiaron sus causas, se analizan los cambios que trajo (y sigue trayendo) consigo y se intenta entender sus efectos, se sabe que la Globalización es un proceso que sigue avanzando. Es un conjunto de beneficios y desventajas, que da a todos la oportunidad de ser ciudadanos del mundo y, a la vez, polariza, margina, segmenta. Es una nueva colonización en la era de las telecomunicaciones: unos globalizan y otros padecen. Unos se niegan a aceptarla y otros le sacan provecho. Muchos todavía no entienden de qué se trata. No es solo un mercado global. No se reduce a un mundo sin fronteras, ni la pretensión de hacer desaparecer la idiosincrasia regional. Es una re-civilización que no piensa detenerse.

Paul Virilio sugirió recientemente comenzar a hablar del “fin de la geografía”, porque las distancias ya no importan y la idea de límites geofísicos es cada vez más difícil de sustentar en el mundo real. Ahora la distancia, lejos de ser objetiva, impersonal, física, establecida, es un producto social; su magnitud varía en función de la velocidad empleada para superarla. De este modo, vistos retrospectivamente, todos los demás factores socialmente producidos de constitución, diferenciación y conservación de las identidades colectivas –fronteras estatales, barreras culturales- parecen meros efectos secundarios de esa velocidad.

Esto se relaciona íntima y excluyentemente con la implosión del tiempo de las comunicaciones y la reducción del instante a magnitud cero, los indicadores de espacio y tiempo pierden importancia, al menos para aquellos cuyas acciones se desplazan con la velocidad del espacio electrónico. El surgimiento de la red global de información ha impuesto un nuevo espacio: el cibernético, al mundo humano. Los elementos de este espacio, dice Paul Virilio, “no están provistos de dimensiones espaciales, sino inscritos en la temporalidad singular de una difusión instantánea. En lo sucesivo, no se puede separar a las personas por medio de obstáculos físicos o distancias temporales. Con la interfaz de las terminales de los ordenadores y los monitores de video, las distinciones entre aquí y allá pierden todo significado” .

Ciertas posturas afirman que esta nueva velocidad trae consigo una inevitable nueva polarización: “lejos de homogeneizar la condición humana, la anulación tecnológica de las distancias de tiempo y espacio tiende a polarizarla” , porque emancipa a ciertos humanos de las restricciones territoriales, a la vez que despoja al territorio, donde otros permanecen confinados, de su valor y su capacidad para otorgar identidad. Para algunos, augura una libertad sin precedentes de los obstáculos físicos y una inédita capacidad de desplazarse y actuar a distancia. Para otros, presagia la imposibilidad de apropiarse y domesticar la localidad de la cual tendrán escasas posibilidades de liberarse para ir a otra parte. La información flota libre y circula, se desplaza y globaliza, amalgama y fracciona.

La distribución de una red de fácil uso para las personas provocó un acceso mucho más amplio a menor costo. También introdujo toda una nueva estructura de comunicación, permitiendo la transferencia simultánea de información en palabras, números e imágenes a lugares situados en todo el mundo. Y redujo el mundo a las comunicaciones, haciendo posible la interacción a distancia en tiempo real.

No es un mito en el que podamos creer o no, no es una moción que debamos aprobar u objetar, no es una ideología a la que debamos adherir o rechazar. Se trata de una realidad tangible, que vivimos a diario. El atentado de Septiembre del 2001 a las Torres Gemelas se dio en un territorio delimitado, en un tiempo acotado. Sin embargo, sus ondas expansivas parecen no detenerse: tres años después, sus efectos alcanzaron España y una elección presidencial fue dada vuelta en cuestión de horas gracias a una revuelta comunicacional. Por otra parte, hace unos meses, un fenómeno meteorológico sacudió el mundo debido a las imágenes que circularon en tiempo real alrededor del planeta, y a raíz de este suceso se teme en todas partes que pueda repetirse una tragedia de las dimensiones de la ocasionada por el Kathrina.

Lo que sucede en un país afecta al resto. Las ciudades del globo se parecen entre sí. Bombardean Bagdad y lo vemos en Argentina. Ahora, dicen que vamos a ver los partidos de Alemania 2006 por ¡¿celular?! No logramos dar crédito a lo que ven nuestros ojos, pero es lo que está sucediendo. Todo está tan cerca como una radio, una pantalla de televisión, una computadora. La interconexión es total, permanente y magnífica.

Todo esto se traduce en que la vida de la gente de todo el mundo está vinculada de manera más profunda, más intensa y más inmediata que nunca antes. Esto abre muchas oportunidades, da nuevas posibilidades, a los movimientos mundiales de mujeres así como a los grupos de delincuentes organizados a escala mundial. Pero expone, además, a la gente a riesgos de cambio que tienen lugar lejos: los gobiernos nacionales no pueden hacer frente a esas vulnerabilidades y riesgos por sí solos, porque su autonomía se está debilitando y porque los males mundiales –como lo son las drogas y las armas ilegales- viajan por too el mundo con facilidad.

Esta interconexión total también se traduce en un intercambio cultural hasta hace algunas décadas insospechado. Los contactos entre pueblos y sus culturas –sus ideas, sus valores, sus modos de vida- han estado aumentando y profundizándose de manera que no tiene precedentes. La televisión llega actualmente a las familias de todo el mundo. Para muchos, la exposición a nuevas culturas es estimulante, incluso potenciadora. Para otros, es intranquilizadora a medida que tratan de hacer frente a mundo rápidamente cambiante.

Según la UNESCO, la cultura ha pasado a adquirir una importancia económica, se ha convertido en un bien económico. Esto se ha sumado a la identificación de la cultura con productos que se pueden vender y comprar: artesanías, turismo, música, libros, filmes. Aunque la difusión de ideas y de imágenes enriquece al mundo, se corre el riesgo de reducir los intereses culturales hasta proteger lo que se puede comprar y vender, dejando de lado la comunidad, la costumbre y la tradición.
Telenovelas argentinas en Rusia y en Israel. Series estadounidenses se ven en todos los televisores del planeta. Sushi en Ecuador, Mc Donalds en Hong Kong, tango en Nueva York, cine francés en las salas de Mendoza, en Buenos Aires se puede probar la comida de cualquier país, la filosofía oriental invade el mundo: ahora se decora con bamboo, se ‘usa’ comer soja y el Feng Shui está presente en todas partes. Podemos consumir todo en cualquier lugar. Los vehículos de este comercio de bienes culturales son las nuevas tecnologías.

Los medios se convierten en las vías por donde circula la información a través de todo el mundo en tiempo real. Las noticias, la moda, los movimientos ideológicos y culturales, los avances de la ciencia y la tecnología, las nuevas teorías científicas, la paz, la guerra, la tragedia. Oriente y occidente, de norte a sur, se encuentran comunicados y se hallan involucrados como nunca antes: hoy por hoy, las consecuencias de un suceso en un punto de la Tierra, pueden expandirse burlando inmensas distancias físicas (que, según se dice, ya no existen), para bien o para mal, para beneficiar o perjudicar.

Tal vez por nuestra condición humana, o simplemente, por pereza intelectual, tendemos a paralizarnos ante los ‘peligros’ de la globalización en lugar de aceptarla como la nueva realidad que nos toca vivir. Nos falta conocer el proceso, comprender su funcionamiento y su avance.

Poder consumir culturas locales en esta aldea global no tiene que significar, necesariamente, una amenaza de perder lo propio o que vayan a desdibujarse las identidades. Muy por el contrario, pueden llegar a fortalecerse, porque la música, las comidas, la vestimenta, los rituales, las recetas medicinales alternativas, las películas, la literatura, los productos televisivos fluyen y se dan a conocer, adquieren identidad en sitios remotos donde no la tenían, despiertan interés, ingresan en la sociedad de consumo y, a través de ella, en todo el Globo.

Se trata de aprender a integrarse y competir, de aprender a actuar en el sistema, de entender las innumerables posibilidades que ofrece. No hay lugar para los que pretenden aislarse, porque aquí la carrera es por la inserción mundial. Todo sucede rápido y las ventajas son para los que están atentos para beneficiarse con el cambio. Es cierto que es asimétrico y polariza, pero no hay opción de entrar en el proceso o mantenerse al margen. Todos estamos adentro. Se trata de entenderla, también, como una fuente de progreso. Se trata, entonces, de aprender a vivir globalizados.


foto: una heladera en Mendoza, similar a cualquier otra heladera del mundo!!!!

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