LA RELACIÒN DIALÈCTICA ENTRE EL FIN Y LOS MEDIOS.
Por EL MILITANTE -
Thursday, Dec. 15, 2005 at 8:37 PM
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La interdependencia dialéctica del fin y
de los medios |
Extracto tomado de
"Su Moral y la Nuestra" |
Autor : León Trotsky Fecha
: ( 14-Diciembre-2005 ) Categoria : Teoría
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medio sólo puede ser justificado por el fin. Pero éste, a su vez,
debe ser justificado. Desde el punto de vista del marxismo, que
expresa los intereses históricos del proletariado, el fin está
justificado si conduce al acrecentamiento del poder del hombre sobre
la naturaleza y a la abolición del poder del hombre sobre el hombre.
¿Eso significa que para alcanzar tal fin todo esté
permitido? - nos preguntará sarcásticamente el filisteo, revelando
que no ha comprendido nada. Está permitido - responderemos-, todo lo
que conduce realmente a la liberación de la humanidad. Y puesto que
este fin sólo puede alcanzarse por caminos revolucionarios, la moral
emancipadora del proletariado posee - indispensablemente-, un
carácter revolucionario. Se opone irreductiblemente no sólo a los
dogmas de la religión, sino también a los fetiches idealistas de
toda especie, gendarmes filosóficos de la clase dominante. Deduce
las reglas de la conducta de las leyes del desarrollo de la
humanidad, y por consiguiente, ante todo, de la lucha de clases, ley
de leyes.
¿Eso significa, a pesar de todo, que en la
lucha de clases contra el capitalismo todos los medios estén
permitidos: la mentira, la falsificación, la traición, el asesinato,
etc.? - insiste todavía el moralista. Sólo son admisibles y
obligatorios- le responderemos-, los medios que acrecientan la
cohesión revolucionaria del proletariado, inflaman su alma con un
odio implacable por la opresión, le enseñan a despreciar la moral
oficial y a sus súbditos demócratas, le impregnan con la conciencia
de su misión histórica, aumentan su bravura y su abnegación en la
lucha. Precisamente de eso se desprende que no todos los medios son
permitidos. Cuando decimos que el fin justifica los medios, resulta
para nosotros la conclusión de que el gran fin revolucionario
rechaza, en cuanto medios, todos los procedimientos y métodos
indignos que alzan a una parte de la clase obrera contra las otras;
o que intentan hacer la dicha de las demás sin su propio concurso; o
que reducen la confianza de las masas en ellas mismas y en su
organización, substituyendo tal cosa por la adoración de los
"jefes". Por encima de todo, irreductiblemente, la moral
revolucionaria condena el servilismo hacia la burguesía y la
altanería con los trabajadores, es decir, uno de los rasgos más
hondos de la mentalidad de los pedantes y de los moralistas
pequeño-burgueses.
Esos criterios no dicen,
naturalmente, lo que está permitido y lo que es inadmisible en cada
caso dado. Semejantes respuestas automáticas no pueden existir. Los
problemas de la moral revolucionaria se confunden con los problemas
de la estrategia y de la táctica revolucionarias. Respuestas
correctas a esos problemas, únicamente pueden encontrarse en la
experiencia viva del movimiento, a la luz de la teoría.
El materialismo dialéctico desconoce el dualismo de
medios y fines. El fin se deduce naturalmente del movimiento
histórico mismo. Los medios están orgánicamente subordinados al fin.
El fin inmediato se convierte en medio del fin ulterior... Es
preciso sembrar un grano de trigo para cosechar una espiga de trigo.
¿El terrorismo individual, por ejemplo, es o no
admisible, desde el punto de vista de la "moral pura"? En esta forma
abstracta, la cuestión, para nosotros, carece de sentido. Los
burgueses conservadores suizos, hoy todavía, conceden honores
oficiales al terrorista Guillermo Tell. Nosotros simpatizamos
enteramente con el bando de los terroristas irlandeses, rusos,
polacos, hindúes, en su lucha contra la opresión nacional y
política. Kirov, sátrapa brutal, no suscita ninguna compasión. Nos
mantenemos neutrales frente a quien lo mató, sólo porque ignoramos
los móviles que lo guiaron. Si llegáramos a saber que Nicolaiev
hirió conscientemente, para vengar a los obreros cuyos derechos
pisoteaba Kirov, nuestras simpatías estarían enteramente al lado del
terrorista. Sin embargo, lo que decide para nosotros no son los
móviles subjetivos, sino la adecuación objetiva. ¿Ese medio puede
conducir realmente al fin? En el caso del terror individual, la
teoría y la experiencia atestiguan que no. Nosotros decimos al
terrorista: Es imposible reemplazar a las masas; sólo dentro de un
movimiento de masas podrás emplear útilmente tu heroísmo. Sin
embargo, en condiciones de guerra civil, el asesinato de ciertos
opresores cesa de ser un acto de terrorismo individual. Si, por
ejemplo, un revolucionario hubiese hecho saltar al general Franco y
a su Estado Mayor, es dudoso que semejante acto hubiera provocado
una indignación moral, aun entre los eunucos de la democracia. En
tiempo de guerra civil, un acto de ese género sería hasta
políticamente útil. Así, aun en la cuestión más aguda - el asesinato
del hombre por el hombre-, los absolutos morales resultan
enteramente inoperantes. La apreciación moral, lo mismo que la
apreciación política, se desprende de las necesidades internas de la
lucha.
La emancipación de los trabajadores sólo puede
ser obra de los trabajadores mismos. Por eso no hay mayor crimen que
engañar a las masas, que hacer pasar las derrotas por victorias, a
los amigos por enemigos, que corromper a los jefes, que fabricar
leyendas, que montar procesos falsos, en una palabra, que hacer lo
que hacen los stalinistas. Esos medios sólo pueden servir un único
fin: el de prolongar la dominación de una pandilla, condenada ya por
la historia. No pueden servir, sin embargo, para la emancipación de
las masas. He ahí por qué la IV Internacional desarrolla contra el
stalinismo una lucha a muerte.
Las masas,
naturalmente, no carecen de pecado. La idealización de las masas nos
es extraña. Las hemos visto en circunstancias variadas, en diversas
etapas, en medio de las más grandes sacudidas políticas. Hemos
observado su lado fuerte y su lado débil. El fuerte: la decisión, la
abnegación, el heroísmo, encontraron siempre su expresión más alta
en los períodos de ascenso de la revolución. En aquellos momentos,
los bolcheviques estuvieron a la cabeza de las masas. Otro capítulo
de la historia se abrió en seguida, cuando se revelaron los lados
débiles de los oprimidos: heterogeneidad, falta de cultura,
horizontes limitados. Fatigadas, distendidas, desilusionadas, las
masas perdieron confianza en ellas mismas y cedieron su sitio a una
nueva aristocracia. En este período, los bolcheviques (los
"trotskistas") se hallaron aislados de las masas.
Prácticamente, hemos recorrido dos de esos grandes
ciclos históricos: 1897-1905, años de ascenso; 1907-1913, años de
reflujo; 1917-1923, años de ascenso, sin precedente en la historia;
después, un nuevo período de reacción, que todavía hoy no ha
terminado. De esos grandes acontecimientos, los "trotskistas" han
aprendido el ritmo de la historia; en otros términos, la dialéctica
de la lucha de clases. Han aprendido -y parece, hasta cierto grado,
que han acertado- a subordinar a ese ritmo objetivo sus planes y sus
programas subjetivos. Han aprendido a no desesperar porque las leyes
de la historia no dependen de nuestros gustos individuales o no se
someten a nuestros criterios morales. Han aprendido a subordinar sus
gustos individuales a las leyes de la historia. Han aprendido a no
temer ni a los enemigos más poderosos, si su poder se halla en
contradicción con las necesidades del desenvolvimiento histórico.
Saben nadar contra la corriente, con la honda convicción de que el
nuevo flujo histórico de poderoso impulso los llevará hasta la
orilla. No todos arribarán: muchos se ahogarán. Pero tomar parte en
ese movimiento con los ojos abiertos y con la voluntad tensa, ¡sólo
eso ofrece la satisfacción moral suprema que se le puede dar a un
ser pensante!
Coyoacán (México), 16 de febrero
1938
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argentina.elmilitante.org
El picahielo moral
Por Beria jr -
Thursday, Dec. 15, 2005 at 9:13 PM
Todo de acuerdo, camarada, solo en un detalle disentimos:
La violencia revolucionaria debe ser ejercida no solo contra la burguesía, sinó contra desviacionistas y traidores.
No se puede luchar contra el capitalismo con traidores a nuestras espaldas.
Esa fue la ética del glorioso camarada Mercader