VENEZUELA DESPUÈS DE LAS ELECCIONES.
Por EL MILITANTE -
Tuesday, Dec. 20, 2005 at 1:57 PM
EL MILITANTE -
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El marxismo, el parlamento y la
Revolución Venezolana |
Venezuela después de
las elecciones: ¿Ahora qué? |
Autor : Alan Woods Fecha :
( 20-Diciembre-2005 ) Categoria : Venezuela
|
n la
Revolución Bolivariana el parlamento y las elecciones han jugado un
papel importante desde el principio. Algunos de los que imaginaban
ser muy revolucionarios (e incluso “marxistas”) pero que entienden
muy poco sobre la revolución, imaginan que esto descalifica por
adelantado a la Revolución Bolivariana. Imaginan que las
revoluciones y los parlamentos son fenómenos mutuamente excluyentes.
Pero este no es necesariamente el caso. Los marxistas no sufren
ni de la enfermedad del cretinismo parlamentario (reformismo) ni del
cretinismo antiparlamentario (anarquismo). No tenemos prejuicios de
ningún tipo con relación a las armas que utilizamos en la lucha de
clases. Estamos a favor de hacer uso de la maquinaria de la
democracia burguesa en interés de entablar un diálogo con las masas,
organizando y agitando. En este sentido estamos siguiendo las
tradiciones del bolchevismo. Lenin y los bolcheviques siempre
utilizaron cualquier posibilidad para participar en las elecciones a
la Duma y ayuntamientos, incluso aunque el régimen zarista las
hubiera usurpado cualquier contenido democrático real. Utilizaron el
trabajo parlamentario, incluso en estas circunstancias tan
desfavorables, para construir el partido revolucionario y fortalecer
su base entre las masas. Es verdad que en la Revolución Rusa de
1917 la cuestión parlamentaria jugó un papel significativo. Aunque
el Partido Bolchevique inscribió en su bandera la reivindicación de
la Asamblea Constituyente como una serie de reivindicaciones
democráticas, el surgimiento de los soviets de obreros y soldados
una forma organizativa mucho más democrática y representativa que
el parlamento más democrático, rápidamente se dieron cuenta de que
esta reivindicación estaba obsoleta. El poder del soviet disolvió la
Asamblea Constituyente. El parlamentarismo ruso estaba muerto desde
el momento de su nacimiento. Sin embargo, esta no era la única
variante posible incluso en Rusia. Lenin y Trotsky en principio no
descartaban la posibilidad de que la Revolución Rusa pudiera
atravesar una fase de parlamentarismo. Esto no estaba en absoluto
descartado por adelantado. En circunstancias diferentes, la Asamblea
Constituyente podría haber jugado un papel central, como los
parlamentos jugaron un papel importante tanto en la Revolución
Inglesa del siglo XVII como en la Revolución Francesa del siglo
XVIII. La Revolución Francesa tiene muchas lecciones a este
respecto y regresaremos a este tema en un futuro artículo. En
Francia, todo el proceso revolucionario pasó a través de la Asamblea
Nacional (o Convención) y se reflejó en el ascenso y la caída de
partidos y dirigentes en la Asamblea. Pero esto a su vez era
simplemente un reflejo del movimiento de las masas revolucionarias
en París, que intervenían continuamente para purgar la Asamblea,
eliminando al ala de derechas, a los elementos comprometedores y
vacilantes, sustituyéndoles por dirigentes más enérgicos, decididos
y revolucionarios. Al mismo tiempo, las masas proletarias y
semiproletarias de París organizaron sus propias asociaciones y
clubes que dirigían el movimiento. De este modo, el movimiento
extra-parlamentario de las masas jugaba un papel determinante en lo
que ocurría dentro de la Asamblea Nacional.
Las
elecciones en Venezuela
La lucha parlamentaria es
un escenario importante donde clases antagónicas se enfrentan y
luchan para conseguir una ventaja. Sin embargo, en última instancia,
la batalla real siempre se produce fuera del parlamento. Tarde o
temprano, las cuestiones serias no se deciden en la atmósfera
enrarecida de la cámara de debates sino en las calles, en las
fábricas, en la tierra y en los barracones del ejército. Quién no
entienda esto no comprende nada de la historia en general y de la
historia de las revoluciones en particular. Dependiendo de las
circunstancias concretas, las tradiciones nacionales y la
correlación de fuerzas de clase, es bastante posible que el
parlamento pueda ocupar un papel importante en la revolución en
determinados países. En Venezuela existe una cierta tradición
parlamentaria, aunque es una tradición que estaba corrupta hasta la
médula, quizás incluso más que en otras naciones burguesas (y son
todas corruptas, particularmente en EEUU). Sin embargo, las masas y
la clase media estaban acostumbradas a participar en las elecciones
parlamentarias y expresar su descontento y aspiraciones votando a
los partidos políticos. En las elecciones parlamentarias a la
Cuarta República era un simple juego de crear la ilusión de que la
población tenía una elección y podía determinar la vida política de
la nación una vez cada pocos años. En realidad nada cambiaba. El
poder seguía en manos de la oligarquía y sus compinches políticos de
los diferentes partidos. Esto fue incluso institucionalizado en los
acuerdos de Punto Fijo en 1958 por los principales partidos (AD,
COPEI y URD). Sin embargo, todo eso cambió en febrero de 1989.
Los líderes de la “democracia” venezolana declararon la guerra a su
propio pueblo. Dispararon contra hombres, mujeres y niños desarmados
en las calles de Caracas sin piedad. Dieron a la población de
Venezuela una lección excelente de las realidades de la democracia
burguesa, que en cada caso es sólo una hoja de parra para ocultar la
dictadura de los bancos y los grandes monopolios. Los últimos están
dispuestos a tolerar la democracia en la medida que no amenaza su
dominio de clase. Pero en el momento que la democracia amenaza el
poder de los capitalistas, los banqueros y los terratenientes, la
máscara sonriente es arrojada a un lado y la clase dominante afirma
su poder por medios violentos. El Caracazo arrojo todo al
crisol. De la noche a la mañana, las instituciones de la democracia
burguesa formal quedaron comprometidas sin esperanzas a los ojos de
las masas: el viejo parlamento, constituciones, leyes, partidos y
dirigentes quedaron desacreditados. La burguesía consiguió mantener
el control mediante la represión sangrienta. Pero eso no podía durar
mucho tempo. El fermento social y político que resultó del Caracazo
se expresó en el infructuoso golpe de 1992 y el arresto de Chávez y
su grupo de oficiales del ejército progresistas. Esto indicaba que
la decadencia del antiguo régimen había afectado incluso a las
fuerzas armadas y que se había abierto una división en el propio
aparato del estado. Esta es la primera condición para una
revolución. Toda la historia demuestra que la represión por sí
misma es insuficiente para contener a las masas. La presión de masas
permitió la liberación de Chávez y comenzó un movimiento poderoso
que comenzó a despegar alrededor de su persona. Esto se trasladó al
plano electoral, culminando con la aplastante victoria de Chávez en
las elecciones presidenciales de 1998. Hay que estar totalmente
ciego para no comprender el significado progresista de la lucha
electoral en este contexto. La lucha electoral jugó un papel muy
importante en la movilización y organización de las masas,
permitiéndolas recuperarse rápidamente de la terrible derrota de
1989. La elección de Chávez se convirtió en un punto de reunión
y una bandera alrededor de la cual cada sector de las masas podía
unirse. Las victorias electorales eran una consecuencia del
levantamiento de las masas, pero cada victoria electoral a su vez
fortalecía su confianza y determinación. De este modo, la lucha
electoral ha jugado un papel muy importante en el avance de la
conciencia revolucionaria y en el avance del movimiento. El ejemplo
más claro de esto fue la victoria en el referéndum revocatorio de
2004. En aquel momento el proceso electoral se combinaba con las
movilizaciones de masas en las calles. Las masas organizaron sus
unidades de lucha electoral para luchar en este referéndum
revocatorio, que en su punto más álgido organizó a más de un millón
de personas en sus filas.
El cuatro de diciembre
Lenin siempre prestaba una gran atención a los
resultados electorales. Los utilizaba para intentar tener una idea
del nivel de conciencia de las masas y la correlación de fuerzas de
clase. ¿Qué conclusiones podemos extraer de las elecciones del
cuatro de diciembre? En primer lugar, sin duda marcan una nueva
etapa en la Revolución Venezolana. Fueron otro duro golpe al campo
contrarrevolucionario y al imperialismo. En las elecciones
legislativas el partido de Chávez, el Movimiento Quinta República
(MVR) consiguió 114 de los 167 escaños de la nueva Asamblea Nacional
de Venezuela, un masivo 68 por ciento del total. Los partidos
pro-Chávez consiguieron todos los 167 escaños de la Asamblea
Nacional. Los preparativos y las votaciones transcurrieron con
normalidad, sin incidentes dignos de mención. Esto a pesar de la
desesperada campaña de la oposición contrarrevolucionaria destinada
a desestabilizar las elecciones y crear de nuevo las condiciones
psicológicas para un golpe de estado. Los principales partidos de la
oposición Acción Democrática (AD), el socialcristiano COPEI,
Proyecto Venezuela y Primero Justicia retiraron a sus candidatos
pocos días antes de las elecciones. Conscientes de que se
enfrentaban a una humillante derrota, los partidos de la posición
defendieron estrepitosamente el boicot. Como resultado, en las zonas
de clase media alta, donde la oposición tiene su principal base,
muchos votantes se quedaron en casa. En los feudos de la
oposición la partición fue muy baja, quizá un diez por ciento de los
votantes, mientras que en las zonas pro-Chávez la participación fue
mucho mayor. La participación electoral fue más baja de lo que
habían previsto los partidos progubernamentales. De forma
previsible, los líderes de la oposición comenzaron inmediatamente a
vociferar que la nueva Asamblea Nacional no tenía legitimidad. María
Corina Machado, una de las dirigentes de la ONG opositora Sumate,
dijo lo siguiente: “De un parlamento pluripartidista hemos pasado a
un parlamento monopartidista que no representa a los amplios
sectores de la población. Hoy ha nacido una Asamblea Nacional que
está herida en su legitimidad”. ¿Pero por qué debería ser este
el caso? Los partidos de la oposición tuvieron la oportunidad de
presentarse a las elecciones y demostrar de este modo que eran muy
capaces de ganar una mayoría parlamentaria. Tuvieron la oportunidad
y se negaron a aceptarla. Boicotearon las elecciones. Ahora, la
primera y más elemental regla de la democracia es: “¡Debes estar
allí!” Esto fue muy bien expresado por Eugenio Chicas, un magistrado
del consejo electoral de El Salvador: “La democracia está construida
por aquellos que participan, así que la retirada… de los partidos
opositores no deslegitima las elecciones parlamentarias”. La
razón real debería estar clara para todos: las encuestas de opinión
indicaban que sólo conseguirían unos 20 escaños frente a los 76 que
tenían hasta ese momento. Es inútil negarse a votar o presentarse
como candidato y después quejarse del resultado electoral, es como
negarse a sentarse a cenar y después quejarse de que tienes hambre.
Ninguna persona sensata se tomará en serio estas quejas sobre la
“legitimidad”. El pueblo ha votado por una Asamblea Nacional. La
Asamblea Nacional tiene que trabajar. Debemos estar con ella.
Después de haber perdido hace tiempo el argumento democrático,
la oposición está presionando a la Asamblea Nacional. Quiere imponer
su voluntad por la puerta de atrás porque es incapaz de ganar
actualmente unas elecciones. Recurre a tácticas
extra-parlamentarias, mientras protesta en voz alta que ellos son
los verdaderos defensores de la democracia. Los líderes de la
oposición acusan a Chávez de erosionar la democracia extendiendo su
influencia política sobre los tribunales del país y el Consejo
Electoral Nacional para mantenerse en el poder. Simplemente se hacen
eco de la propaganda oscura de Washington, incluso han inventado una
terminología totalmente nueva y anteriormente desconocida en el
idioma inglés (o en cualquier otro): “autoritarismo elegido”.
Días antes de las elecciones se encontraron en Caracas
artefactos explosivos. ¿Eran parte de un complot para asesinar al
presidente? Es bastante probable. Y la decisión de los principales
partidos de la oposición de boicotear las elecciones, acompañada por
manifestaciones callejeras en los barrios ricos, eran una manera de
crear un contexto, una sensación de caos y desorden general. Justo
antes de las elecciones alguien voló un oleoducto venezolano. ¿Quién
fue el responsable? Todo señala a un trabajo de la oposición y la
CIA. Esto demuestra la verdadera actitud de la oposición
contrarrevolucionaria y los “amigos de la democracia” en Washington.
La hipocresía de los imperialistas
Tanto la Unión Europea como la Organización de
Estados Americanos participaron en la conspiración contra Chávez,
publicando informes ambiguos y confusos sobre las elecciones al
congreso. La OEA, con base en Washington, y la UE dijeron que las
elecciones del 4 de diciembre eran “en gran medida justas” pero
observaron “algunos irregularidades” en la votación y desconfianza
en los funcionarios electorales. Esto tenía la intención de arrojar
arena a los ojos de la opinión pública internacional. EEUU,
mientras continuamente grita sobre la “democracia”, está intentando
derrocar al gobierno elegido democráticamente de Venezuela. En este
trabajo sucio puede contar con el apoyo de una serie de gobiernos
títeres de América Latina que van a hacer lo que se les pida. El
presidente Chávez correctamente ha descrito a Fox como un títere.
Pero no estaba en lo cierto al pensar que podría esperar un trato
mejor por parte de la Unión Europea. Es verdad que existen ciertas
contradicciones entre Washington y sus “aliados” europeos, pero
todos están unidos contra el socialismo y la revolución a escala
mundial. Las diferentes actitudes hacia Venezuela sólo tienen una
naturaleza táctica. En lo fundamental no difieren, la UE no
levantará ni un dedo para ayudar a Chávez y la revolución. Todo lo
contrario, mientras se llenan los bolsillos con lucrativos acuerdos
petroleros, sus verdaderas simpatías están con la burguesía y la
oposición venezolanas. El comportamiento de los observadores de la
UE confirma esto. Probablemente estas hayan sido las elecciones
escrutadas más de cerca de la historia. No es la primera vez que un
ejército de observadores extranjeros desciende a Caracas, examinando
cada detalle del proceso electoral con un cristal de lupa. Podríamos
preguntar por qué Washington no puso tanto entusiasmo en escrutar
las elecciones manifiestamente amañadas celebradas en el pasado por
Carlos Andrés Pérez y otros amigos de EEUU. ¿Dónde estaban los
llamamientos a la intervención después del Caracazo en febrero de
1989, cuando su gran “demócrata” masacraba a miles de hombres,
mujeres y niños desarmados? ¿Dónde estaban entonces las exigencias
de cambio de régimen? La actitud de Washington y sus títeres de
la OEA, así como de la UE, es de total hipocresía. Si una baja
participación descalifica a un candidato ganador, ningún presidente
habría sido elegido durante décadas para la Casa Blanca. En 1994, la
victoria de los republicanos en el Congreso se consiguió con el
apoyo del 17 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto, por no
mencionar la abstención media en EEUU en las elecciones legislativas
que está próxima al 70 por ciento. En las últimas elecciones al
Parlamento Europeo (junio de 2004), la participación fue sólo del 28
por ciento de los votantes de los diez países. Incluso en las
últimas elecciones parlamentarias en Francia, el partido del
presidente Jacques Chirac ganó sólo con el 16 por ciento de los
votos y con una abstención del 70 por ciento. En Colombia, el
presidente Álvaro Uribe, el amado de la Casa Blanca y los
paramilitares fascistas, ganó sus primeras elecciones con un 80 por
ciento de abstención. En cuanto a Venezuela, partidos como AD y el
COPEI basaron sus 40 años de gobierno en unas elecciones amañadas, y
todavía critican un proceso electoral que fue escrupulosamente
democrático.
Política exterior
El autor de estas líneas hace varios meses avisó
a un representante del Ministerio de Exteriores en Caracas de que
era poco realista esperar un tratamiento justo por parte de la
delegación de la UE. Ese aviso ha demostrado estar justificado.
Hablando desde la capital de Uruguay, Montevideo, Chávez rechazó los
informes parciales de la OEA y los observadores de la UE como una
“emboscada”. Esto es bastante correcto. “Es una táctica contra
Venezuela, han dejado tras de sí un campo minado, buscando la
desestabilización de Venezuela”, Chávez pronunció estas palabras
ante los delegados de los países sudamericanos reuniones para dar la
bienvenida a Venezuela al bloque comercial de MERCOSUR. “Estos
delegados, tanto de la OEW como de la UE”, continuó el presidente,
“actuar contra el pueblo venezolano y la democracia venezolana”.
Esto también es correcto. Era una ingenuidad pensar que los llamados
“observadores extranjeros imparciales” en realidad serían
imparciales. El secretario general de la OEA, José Miguel
Insulza, también asistió a la reunión de MERCOSUR, respondió con esa
astucia almibarada que es el sello de la diplomacia burguesa. Dijo
que el informe de la misión era preliminar, que tomaría nota de las
preocupaciones de Chávez y otras cosas por el estilo. Pero añadió
respondiendo a los comentarios de Chávez: “Me gustaría sólo señalar,
como he dicho, que la misión de la OEA fue solicitada por el
gobierno de Venezuela”. De lejos el aspecto más débil e
insatisfactorio de la Revolución Bolivariana es su política
exterior. No es casualidad que la parte del aparato del estado donde
la tendencia contrarrevolucionaria es más fuerte sea en los cuerpos
diplomáticos. Es un secreto a voces que se puede confiar en pocos
embajadores y que a la primera oportunidad se pasarán a la
contrarrevolución. Para contrarrestar la ausencia de una
verdadera política exterior revolucionaria, el presidente ha
intentado entrar en contacto directo con los líderes extranjeros.
Para romper el aislamiento diplomático que Washington intenta
imponer a Venezuela, Chávez ha intentado llegar a acuerdos con
gobiernos y países que tienen diferencias con EEUU, o que en cierto
sentido pueden ser considerados “progresistas”.. La intención es
loable, pero los resultados no son siempre los que él desea. The
Economist¸ el 9 de diciembre de 2005, comparaba con desprecio estas
elecciones “al tipo de consulta utilizada por Sadan Hussein para
‘ganar’ en Iraq con un 99 por ciento de los votos” y deploraba el
hecho de que “ahora no existe oposición parlamentaria al presidente,
que gobierna el país latinoamericano desde 1999 y espera otro
mandato de seis años”. Continuaba gimiendo por la desesperanzada
oposición, que se ha visto, como correctamente señala: “apartada de
la antigua elite desacreditada, ha sido dividida, carece de líderes
fuertes y ha sido superada por el astuto presidente”. Incluso
esta revista de derecha se ve obligada a admitir: “En
realidad, los partidos [de la oposición] que se marcharon sabían que
era poco probable que ganaran. El MVR de Chávez y sus aliados ya
controlaban una estrecha mayoría de escaños antes de las elecciones,
el presidente es verdaderamente popular, aunque su tasa de
aprobación ha caído del 70 por ciento de principio de año a
aproximadamente la mitad. Chávez pretende estar destruyendo el viejo
orden, en el cual los dos principales partidos cómodamente se
intercambiaban el poder y disfrutaban sus privilegios. Gracias a la
atención ha colmado a las masas pobres de Venezuela, sus seguidores
le adoran”. Y continúa gimiendo: “Ahora, con una
mayoría de dos tercios en la asamblea, Chávez puede cambiar la
constitución a su voluntad. Esto probablemente llevará a una
situación de más enredo en la economía y menos límites a la
presidencia. Chávez es casi seguro de que se presentará a la
reelección en diciembre de 2006. El líder venezolana es amigo de
Fidel Castro y Cuba consigue petróleo barato de Venezuela a cambio
de los servicios de miles de médicos cubanos. Néstor Kirchner, el
presidente de Argentina, parece estar acercándose a Chávez.
Venezuela está comprando deuda argentina, lo que ayuda a Kirchner a
continuar desairando al Fondo Monetario Internacional. Chávez
también tiene buenas relaciones de amistad con Luiz Inácio Lula da
Silva, el presidente de Brasil, un dirigente de izquierdas más
moderado. Con el apoyo añadido del nuevo presidente de izquierdas de
Uruguay, Venezuela espera entrar en MERCOSUR, un bloque comercial
regional. Esto podría ser otro foro para la petro-diplomacia de
Chávez, aunque también podría ser una forma para que sus vecinos le
domestiquen un poco”. Y añade: “Ha tenido buenas relaciones con
China e Irán. Algunos estadounidenses están preocupados por las
conversaciones sobre cooperación nuclear con Argentina que podría
ayudar a los iraníes, vía Venezuela, para construir una bomba
[nuclear]”. Este es el tipo de argumento que fue utilizado para la
invasión de Iraq. Venezuela es el quinto país exportador de
petróleo del mundo. Sin duda esto ha dado a la revolución un margen
de respiro que ha permitido a Chávez construir puntos de apoyo con
acuerdos energéticos con sus vecinos del Caribe y Sudamérica. Pero
el “apoyo” que se puede obtener por esta forma es muy relativo e
inestable. Los únicos amigos reales de la revolución venezolana son
los trabajadores, los campesinos y los pobres de América Latina y
todo el mundo. Necesitará de estos amigos.
Es
inevitable un momento decisivo
En el fondo esta
no es una Guerra de palabras o un debate constitucional. Es una
guerra de clase, un conflicto que implica intereses fundamentales.
Chávez ha proclamado la necesidad de una revolución socialista, no
sólo en Venezuela sino en toda América Latina y en el mundo.
Washington lógicamente interpreta esto como una “amenaza para la
estabilidad regional”. Desde el punto de vista del imperialismo esto
es correcto. Los llamamientos revolucionarios constantes de Chávez
no caen en oídos sordos. Son escuchados entusiastamente por millones
de trabajadores y campesinos desposeídos de Bolivia, Ecuador, Perú,
Argentina y Brasil. La revolución bolivariana ha despertado la
simpatía de millones, no sólo en Venezuela sino más allá de sus
fronteras. Es verdad que todavía no ha pasado el punto de no
retorno. El poder de la oligarquía venezolana todavía no se ha roto.
Chávez ha elegido el camino parlamentario. Pero con estas elecciones
todo el proceso está alcanzando ese punto crítico donde la
contradicción central debe ser finalmente resulta, de una forma u
otra. La aplastante victoria en la Asamblea Nacional garantiza un
cambio constitucional para permitir al presidente presentarse a un
tercer mandato en 2012. Esto es lo que más teme Washington. La
vicepresidenta del MVR Cilia Flores, publicó una serie de
conversaciones grabadas en las que participaba un grupo de oficiales
del ejército retirados reunidos junto a Gustavo Díaz Viva, de la
guardia personal de Pedro Carmona Estanca durante el golpe de estado
de abril de 2002: Oswaldo Suju Raffo, Antonio Guevara Fernández y
Carlos Gonzáles Caraballo. Los actos terroristas iban a producirse
el pasado domingo cuando se estuvieran celebrando las elecciones
parlamentarias. “Estaban preparando un complot terrorista
desestabilizador para retrasar las elecciones; entonces vimos la
retirada abrupta de los dirigentes de la oposición de las elecciones
y dijimos que aquellos que rechazan el camino electoral están
planeando algo más. Muchos se asombraron de cual era el ‘Plan B’,
pero sabíamos (y la gente lo sabía), y ahora hemos decidido
descubrir las prueba que llegó ayer a la Asamblea Nacional
(miércoles”, esto es lo que dijo Cilia Flores. Nicolás Maduro,
presidente de la Asamblea Nacional, pidió a la población que
reflexionara sobre la secuencia de los acontecimientos que se veían
en la prueba y que incluían una llamada telefónica donde el general
retirado, Oswaldo Suju Raffo, discute parte del plan nacional e
internacional, detallando los acontecimientos violentos que se
producirían en Venezuela. En la conversación habla sobre la compra
de armas, concretamente 40 AT-4 suecos, fabricados bajo la licencia
del Pentágono. En la conversación telefónica, los conspiradores
revelaban su intención de atacar instituciones gubernamentales y
dirigentes… codificado como “pasajeros de primera clase”. Estos
son avisos serios. La lucha electoral es solo un escenario. Tiene
una importancia considerable para galvanizar el apoyo popular,
movilizar a las masas para la lucha. Permite calibrar el grado de
apoyo que tienen los bandos en contienda. Pero eso es todo. Las
elecciones por sí solas no resuelven nada. La oligarquía no reconoce
ninguna ley, constitución ni gobierno que vaya contra sus intereses.
No dudará en recurrir al sabotaje, el asesinato y la conspiración
para retomar de nuevo el poder. La oligarquía venezolana y sus
maestros en Washington no se detendrán ante nada. No dudaron en
perpetrar la masacre de miles en febrero de 1989. Fueron los
resposanbles de los asesinatos de dos docenas de manifestantes en el
infructuoso golpe de estado del 11 de abril de 2002 ¿cuántos más
habrían perdido la vida si ese golpe no hubiera sido derrotado por
la insurrección de las masas? Ellos estaban detrás del asesinato de
Danilo Anderson y el asesinato de más de 80 campesinos cuyo único
crimen era luchar por la reforma agraria. Han puesto bombas en el
Consejo Nacional Electoral, en una refinería de petróleo, el día
antes de las elecciones legislativas, para sembrar el pánico y el
miedo en el electorado. ¿Quién puede creer por un minuto que estas
personas entregarán su poder y privilegios sin luchar?
¿Cómo de puede defender la democracia?
De repente todos vimos una proliferación de
declaraciones, peticiones y llamamientos para defender la democracia
en Venezuela. Eso apenas hace falta decirlo. ¡Incluso un niño de
seis años puede decirte que una constitución democrática es
preferible a una fascista! Pero para luchar por la defensa de los
derechos democráticos que han sido conquistados por las masas en la
lucha no es necesario presentar una imagen idealizada de la
democracia parlamentaria burguesa, menos aún elevarla a un estatus
similar al que tenía para los antiguos israelitas el Arco del
Convenio. ¡Ah! Pero ahora tenemos una nueva constitución: la
Constitución Bolivariana, que es totalmente diferente a otra
constitución, esto es lo que algunos nos dirán. Sí, la Constitución
Bolivariana es un documento muy hermoso. Es la constitución más
democrática del mundo. Pero, en última instancia, una constitución
es sólo un pedazo de papel. Si los excelentes principios de la
Constitución Bolivariana son puestos o no en práctica depende no de
lo que está escrito, sino de la correlación de fuerzas de clase
real, de la voluntad de las masas para luchar. Sobra decir que
los trabajadores y los campesinos defenderán la Constitución
Bolivariana porque es un documento consistentemente democrático, que
da a las masas el marco legal más favorable en el que desarrollar la
lucha de clases y defender sus intereses. Sin embargo, para las
masas la democracia no es un fin en sí mismo sino sólo un medio para
un fin. Si este no lleva a una mejoría de su vida, si no lleva a la
transformación fundamental de la sociedad, entonces no vale mucho.
Las elecciones del 4 de diciembre fueron una victoria y marcan
una nueva etapa en la revolución. Pero en la guerra se puede ganar
una batalla y aún perder la guerra. La elección de una Asamblea
Nacional homogénea chapista es una gran ventaja, pero es una ventaja
que se puede perder si la asamblea no actúa de una manera decisiva.
Repetimos: en y por sí mismas las elecciones no resuelven nada.
Abren el camino a una lucha nueva y más feroz entre las clases. No
ver eso sería un crimen. En los años treinta, en el momento de
la República española, los fascistas demagógicamente preguntaban a
los trabajadores y campesinos: ¿Qué te da de comer la República? Es
verdad que, cuando los fascistas llegaron al poder, los trabajadores
y los campesinos no comían mejor sino considerablemente pero. No
obstante, los fascistas fueron capaces de basarse en el creciente
ambiente de descontento y apatía que poco a poco fue desplazando al
primer entusiasmo revolucionario, se transformó en desencanto por
que la República dejó el poder en manos de los terratenientes y los
capitalistas. El éxito o el fracaso de la Revolución Bolivariana
depende de una sola cosa: el apoyo activo de las masas desposeídas,
los trabajadores y los campesinos. Sólo las masas evitaron que la
revolución colapsara en el golpe de abril de 2002 y más tarde en el
sabotaje patronal. Sólo las masas bloquearon el avance de la
contrarrevolución en el referéndum revocatorio de agosto de 2004.
Esto es más evidente para cualquier observador serio. Por lo
tanto, es una cuestión de enorme preocupación si las masas comienzan
a sucumbir al ambiente de desilusión y apatía. Para comprender los
cambios en el ambiente de las masas es necesario estudiar todo tipo
de estadísticas y los resultados electorales nos dan algunas
percepciones importantes de la psicología de las masas. Hay que
admitir que un resultado electoral no es cien por cien preciso. Es
como una fotografía en lugar de una imagen en movimiento. Nos dice
algo sobre el ambiente de las masas en un momento de tiempo
concreto. Los medios de comunicación naturalmente se concentran
en la elevada tasa de abstención para intentar privar a los
resultados electorales de legitimidad y de este modo tener una
excusa para sus complots contrarrevolucionarios. Eso es obvio. Pero
sin embargo, desde el punto de vista revolucionario el alto nivel de
abstención también requiere una explicación. Los informes oficiales
−obviamente escritos en respuesta a los ataques de la oposición−
intentan quitar importancia al nivel de abstención. Eso es indigno
de revolucionarios que siempre deben mirar la verdad a la cara, no
importa lo desagradable que pudiera ser. La línea oficial culpa
al boicot de la oposición y a las “severas” condiciones
climatológicas en varios estados, incluida la capital, diciendo que
eso hizo más difícil de lo habitual votar. Pero ni el comportamiento
de la oposición ni el mal tiempo pueden tener la culpa de la baja
participación. Pudiera ser que muchos seguidores de Chávez no
votaran porque se sabía de antemano cual sería el resultado. Pero
también puede haber razones más serias para esa baja participación.
Las masas están haciendo una advertencia a los dirigentes. Están
comenzando a cansarse de discursos y palabras, desfiles y consignas.
Necesitan acción para llevar hacia delante la revolución, destruir
el poder de la oligarquía y transformar sus vidas. Aquellos que
dicen que para defender la democracia y evitar un golpe fascista es
necesario detener la revolución, retirarse y hacer concesiones la
oposición y al imperialismo, están equivocados. Esas tácticas sólo
servirán para envalentonar a los contrarrevolucionarios, volverles
más agresivos y violentos. La debilidad invita a la agresión y este
simple hecho se puede demostrar en lo que ha ocurrido en cada etapa
de la Revolución Bolivariana. Aquellos que nos dicen que la
revolución debe detenerse se parecen al hombre que está serrando la
rama del árbol sobre la que está sentado. La razón por la cuál
sectores de las masas están descontentas (y es una locura negar que
existe tal descontento) no es porque la revolución haya ido
demasiado lejos, demasiado rápido. Todo lo contrario, es porque la
revolución no ha ido lo suficientemente lejos y está procediendo
demasiado lentamente. Cuando el pueblo ve que la oligarquía todavía
tiene los bancos, la tierra y la mayoría de las industrias, cuando
ve que los mismos viejos alcaldes, gobernadores y funcionarios
estatales están sentados en sus despachos, enriqueciéndose y
saqueando al estado, se preguntan por qué se toleran estas cosas y
qué está haciendo realmente la revolución. ¡Aquí reside el
peligro real! No es la oposición dividida y desmoralizada, que no
puede ganar unas elecciones ni organizar una revuelta seria en las
calles. No en la prensa amarilla, chorreando su torrente de mentiras
y vómitos que nadie cree. El peligro es que la revolución pierda su
base de masas. El momento en que las masas no creen que merece la
pena defender con su vida la revolución entonces la revolución está
perdida, no importa cuantos escaños tiene en la Asamblea Nacional.
¡Es el momento de actuar!
En
1998 el Partido de Acción Democrática consiguió el control del
Congreso con el 11,24 por ciento de un electorado de 10,9 millones
de personas. Este partido recibió 1,24 millones de votos. En las
elecciones de 2000, el Movimiento Quinta República de Chávez
consiguió el control de la Asamblea Nacional con el 17 por ciento de
los votos, 1,98 millones de votos de un electorado de 11,7 millones.
En las elecciones del 4 de diciembre de 2005, los seis partidos que
forman la alianza de Chávez recibieron ente el 22 y el 23 por ciento
de los votos de un electorado de 14,4 millones, aproximadamente 3,2
millones de votos. En 1998 y 2000 nadie dudó de que la Asamblea
Nacional era “legítima”. Ahora la oposición está armando jaleo sobre
la supuesta “falta de legitimidad de una Asamblea Nacional apoyada
por el 22-23 por ciento del electorado. ¿Por qué? La razón es
que Washington y sus oficinistas locales temen que Chávez aproveche
la victoria electoral para impulsar el proceso revolucionario. Con
114 escaños en la Asamblea Nacional, el MVR ahora tiene más de los
dos tercios de la mayoría necesaria para hacer enmiendas
constitucionales y nombramientos clave. Por lo tanto, la puerta está
abierta para una transformación fundamental. Técnicamente, nada
puede parar a la Asamblea Nacional para que apruebe toda la
legislación necesaria para llevar la revolución más allá del punto
de no retorno. Esto puede hacerse legalmente. ¿Pero ocurrirá? Esta
es la cuestión decisiva. Lo que hace falta es la acción más
enérgica y decisiva para derrotar la contrarrevolución y privarla de
su poder económico y base social. Eso es lo que las masas piden a
sus dirigentes. ¿Pero hacen éstos lo que desean las masas? ¿O se
dejarán presionar, bravuconear y chantajear por la oligarquía y el
imperialismo para lanzar evasivas, retiradas y una vez más intentar
llegar a un acuerdo con la contrarrevolución, es decir, intentar
cuadrar el círculo? La reivindicación de “defender la
democracia” puede tener un significado progresista sólo si significa
una lucha frontal para derrotar y desarmar a aquellas fuerzas que
amenazan la democracia, es decir, la oligarquía. Esto no se puede
hacer con discursos bonitos en la Asamblea Nacional sobre las
maravillas de la democracia. Eso sólo es una pérdida de tiempo y
pasa la iniciativa a las fuerzas contrarrevolucionarias. Sólo se
puede hacer mediante la acción revolucionaria de las masas desde
abajo. Con mucho, el peor error sería intentar llegar a un
acuerdo con la oposición o buscar puntos de apoyo en los llamados
elementos liberales o “democráticos” en sus filas. Estos son los
elementos más peligrosos y traidores de todos. Si “defender la
democracia” lo que significa es abrir las puertas a los enemigos
burgueses de la revolución bajo el disfraz de “frente único”, esa no
es la forma de defender la democracia sino que sólo destruye la
revolución. Esa es la consigna de la contrarrevolución con máscara
democrática. Los trabajadores, los campesinos y la juventud
revolucionaria lucharán contra la reacción fascista con sus propios
métodos: en las calles, en las fábricas, en la tierra y en los
barracones del ejército. Lucharán con entusiasmo para defender la
Asamblea Nacional si ésta comienza a tomar medidas serias para
eliminar el poder de los terratenientes y los capitalistas. El MVR
ahora tiene el dominio completo de la Asamblea Nacional. Debe
utilizar su poder de una manera revolucionaria: aprobar leyes
urgentes para expropiar la tierra, los bancos y todas las industrias
clave. Después hacer un llamamiento al pueblo para que responda y lo
hará de manera entusiasta. ¡Esto es lo que pedimos de la
Asamblea Nacional! Pero no debemos esperar por la Asamblea Nacional
ni por nadie más. Si somos serios en la necesidad de luchar contra
la contrarrevolución, es necesario crear comités para la defensa de
la revolución, elegidos por los trabajadores, campesinos y pobres
urbanos desde las filas de los luchadores más decididos y dedicados.
Los comités deben vincularse a nivel local, regional, estatal y
nacional. Deben discutir un plan de acción, cómo derrotar a los
contrarrevolucionarios y desarmarlos. Eso significa que las propias
masas deben estar armadas. Si los contrarrevolucionarios consiguen
armas del Pentágono, se deben entregar armas al pueblo para
defenderse. Esta es la lógica inevitable de la situación. Dada
la extrema debilidad de la oposición es inevitable que busquen la
infiltración en el movimiento bolivariano, especialmente por arriba.
La naturaleza heterogénea del movimiento significa que, junto a
luchadores honrados, hay todo tipo de burócratas, arribistas y
elementos corruptos que se han acercado al movimiento chavista como
una maniobra temporal para su beneficio personal. Estos elementos
son el caballo de Troya mediante el cual el enemigo puede trabajar
para socavar la revolución y destruirla desde dentro. En el
gobierno hay bolivarianos honestos que están luchando por hacer
avanzar la causa de los trabajadores y campesinos, que apoyan el
control obrero y la nacionalización. Pero son constantemente
bloqueados por elementos del ala de derechas que sabotean los
decretos del presidente y minan la revolución. La lucha por la
defensa de la revolución y contra la contrarrevolución implica, por
tanto, la lucha implacable contra la quinta columna. Las masas
tenían razón en votar. Pero no deben dejar que todas las decisiones
importantes estén en manos de la asamblea. Los bolivarianos honestos
en la Asamblea Nacional y el gobierno apoyarán a los trabajadores.
Pero los elementos pro-capitalistas resistirán con todos los medios.
Los trabajadores y los campesinos de Venezuela deben estar
preparados para movilizarse y derrotar a los “bolivarianos”
pro-capitalistas, para garantizar que la Asamblea Nacional realmente
pone en práctica las reivindicaciones del pueblo revolucionario.
Deberían organizar manifestaciones y mítines de masas para presionar
a la Asamblea Nacional y manifestar la voluntad popular. La
cuestión central es que la revolución debe afrontar la cuestión del
estado. Marx explicó hace tiempo que es imposible que la clase
obrera lleve a cabo la transformación socialista de la sociedad
simplemente tomando el estado burgués existente. ¿Es realmente
concebible que los trabajadores y los campesinos de Venezuela puedan
conseguir sus objetivos mientras los antiguos funcionarios
estatales, burócratas y otros elementos del la vieja y desacreditada
Cuarta República siguen en sus puestos? ¿Se puede confiar en estos
elementos para defender los intereses de las masas? Estas preguntas
se responden por sí solas. La clase obrera ha votado por un
gobierno bolivariano, es decir, ha votado por un cambio fundamental
en la sociedad. Espera que la nueva Asamblea Nacional adopte medidas
decisivas en sus intereses. No puede existir ninguna excusa para no
aprobar sin más retraso estas medidas. La clave de la situación es
el movimiento independiente de los trabajadores, basándose en sus
organizaciones e instinto revolucionario de clase. Los
trabajadores deben confiar sólo en sus propias fuerzas, su propia
fuerza y su propia organización. La victoria del 4 de diciembre
puede abrir una nueva y decisiva etapa en la revolución, pero sólo
si las masas aprovechan y toman el control del movimiento
revolucionario en sus propias manos. Deben presionar para que la
revolución avance en todos los frentes. Hace meses el presidente
leyó una larga lista de fábricas que o bien fueron abandonadas por
sus propietarios o estaban funcionando por debajo de su capacidad.
Estas fábricas deberían ser ocupadas y puestas bajo el control de
los trabajadores. Los trabajadores deberían exigir que la Asamblea
Nacional las expropie, junto con la tierra y los bancos, e instaurar
un plan socialista de producción democrático. Esa es la única manera
de hacer avanzar la revolución y que finalmente sea irreversible.
Esto, y sólo esto, es lo que significa “¡revolución dentro de la
revolución!”
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