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JULIO ANTONIO MELLA : UN GRAN REVOLUCIONARIO.
Por EL MILITANTE - Friday, Dec. 30, 2005 at 5:53 PM
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Julio Antonio Mella. Un esbozo de Biografía Política

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Escrito por David García Colín   

25.09.2005

Julio Antonio Mella nació en Cuba el 25 de marzo de 1903. Su historia es la de un digno e íntegro representante de las aspiraciones más profundas del pueblo trabajador de la patria que lo vio nacer. Pero además de ello Mella fue, y lo sigue siendo aún, un firme pilar en la construcción y el desarrollo del movimiento marxista de toda América Latina. Sus ideas y sus acciones, guiadas por los postulados del marxismo, no sólo lo trasformaron en un hombre que jamás claudicó ante la persecución, el encarcelamiento y el destierro, sino que también lo empujaron a jugar un papel en la primera línea de la lucha de los trabajadores por un vida mejor a la que les ofrece el capitalismo, ganándose con ello el odio más iracundo de la burguesía.

Julio Antonio Mella fue cobardemente asesinado el 10 de enero de 1929 en México. Su vida, aunque fue corta, fue suficiente como para dejar un gran legado internacionalista para todos aquellos que, al igual que él, estamos plenamente convencidos de que solamente mediante la acción conciente del proletariado latinoamericano guiado por un programa de independencia de clase podrá ser erradicada la miseria que azota a nuestras diferentes naciones producto de las garras del imperialismo y sus degenerados socios locales: los empresarios, banqueros y terratenientes.

Las ideas que defendió y por las que murió Mella hoy están más vigentes que nunca. En este nuevo aniversario de este gran hombre, los trabajadores y jóvenes tenemos que transformarlo en una oportunidad para recuperar su aporte al movimiento marxista latinoamericano y emplearlo como un referente con acciones políticas concretas en el día a día de la lucha de clases. No puede haber otro homenaje mejor para Mella. El presente escrito espera ser una contribución en ese sentido.

Contexto histórico: Cuba cambia de Amo

A pesar de haber obtenido su independencia formal en 1898 mediante un heroico levantamiento revolucionario encabezado por José Martí, Cuba se liberó del yugo Español para caer en las garras del naciente imperialismo norteamericano, en una época en que el capitalismo estaba en el umbral de su etapa imperialista: el globo terráqueo sería dividido como botín por las potencias capitalistas. “Cuba fue libre de España, en lo económico” nos dice Julio Antonio Mella “para sucumbir ante los Estados Unidos. Y, en lo político pasó del despotismo de los capitanes generales weylerianos a los presidentes generales machadistas. Ayer, la burguesía española era la clase dominante. Hoy la embrionaria y fascista burguesía industrial cubana, perro faldero del imperialismo yanqui”.

El imperialismo condenó a los trabajadores cubanos al subdesarrollo y a una humillante dependencia nacional; la “Enmienda Platt” legalizó las bases navales en suelo cubano, como el odiado centro de torturas y de provocación contrarrevolucionaria en Guantánamo, y el derecho a la intervención para salvaguardar “la vida, la propiedad y libertad individual” de la burguesía y sus intereses. Con el “Tratado de reciprocidad comercial” de 1902 se condenó a Cuba al subdesarrollo permanente convirtiéndolo en monoproductor de azúcar. Durante la vigencia de este infame tratado (30 años) el 80% de las exportaciones e importaciones cubanas dependerían de Norteamérica, los capitales yanquis pasarían de 50 millones de dólares en 1896 a 1200 en 1923, además, la burguesía gringa concentraría en sus manos las tres cuartas partes de la industria azucarera, más de la cuarta parte de las mejores tierras, el control absoluto de la banca, de las minas, las plantaciones de tabaco, de la mayor parte de los ferrocarriles, del transporte urbano, la electricidad, el gas, los teléfonos, etc.

Como complemento necesario de esta absoluta dependencia, la burguesía cubana estaba absolutamente incapacitada de jugar algún papel progresista en el terreno de las reivindicaciones democráticas pendientes: como la candente cuestión nacional y el problema del campesinado y la tierra. Como explicó Trotsky a través de la teoría del “desarrollo desigual y combinado”, y posteriormente en otros términos el mismo Mella, la burguesía cubana estaba sujetada por una infinidad de lazos, tanto económicos como políticos, a los terratenientes semifeudales, en virtud de la producción azucarera de la que dependían sus intereses; como al imperialismo del que dependían las inversiones y las exportaciones. Esta oligarquía parasitaria veía en la diversificación de la producción una amenaza contra sus intereses; por ello era un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.

El carácter tardío del capitalismo cubano conservó muchas formas de explotación de carácter precapitalista como la discriminación racial de una tercera parte de la población de sangre africana, censos y fabelas feudales, el 50% de la población analfabeta y alta tasa de mortalidad por enfermedades como paludismo y parasitismo; al mismo tiempo que se ejercía la peor forma de explotación capitalista que recordaba la fase de expropiación originaria descrita por Marx: jornadas agotadoras de 12 horas, sin ningún tipo de seguridad social, importación de mano de obra semiesclava de Haití y Jamaica para abaratar aun más la fuerza de trabajo. No obstante, como lo había presentido el mismo Martí, la clase obrera a principio de siglo se constituía como el sector clave de la revolución tanto por su papel en la economía como por su naciente peso político. Como el mismo Mella comenta: “La solución definitiva, sólo podía venir de los trabajadores ...La isla es una de las regiones más industrializadas de la América. Cuenta con grandes masas de proletarios que están concentrados en los ingenios azucareros y en algunas ciudades.”

Julio antonio Mella: De Demócrata Radical a Marxista Revolucionario

a) Activista Estudiantil

Es en este escenario donde nace el gran revolucionario Julio Antonio Mella, un 5 de marzo de 1903 en La Habana. En 1921 ingresa en la carrera de Derecho en la universidad de La Habana donde jugaría un papel fundamental como líder estudiantil. Como ha ocurrido varias veces en la historia de las revoluciones “el proceso molecular de la revolución”, como lo llamaba Trotsky, comienza a manifestarse como efervescencia en la juventud estudiantil, “el viento comienza soplando por la copa de los árboles”. El movimiento estudiantil expresa un proceso mucho más profundo en la clase obrera. Como se vería en la huelga general de 1923, oleada huelguística de los trabajadores que sería ahogada por la dictadura de Machado; esos años son de la crisis mundial del capital y campo de las potentes reverberaciones de la revolución rusa así como por la inspiración de la revolución mexicana; todo ello se manifiesta en la personalidad de Mella quien, con tan solo 22 años sería la cabeza de la huelga estudiantil que serviría de catalizador del movimiento obrero; se convertiría en un revolucionario marxista y en uno de los fundadores del PC cubano.

Mella es uno de los líderes indiscutibles que funda en octubre de 1923 la federación de Estudiantes (FEU) cuyas demandas eran en verdad elementales: democratización y autonomía de la universidad y destitución y depuración de los profesores reaccionarios. En esta etapa de su desarrollo revolucionario Mella veía que la universidad y los estudiantes honrados debían ser un medio para “revolucionar las conciencias de los hombres de Cuba para formar una nueva sociedad, libre de los parásitos y de los malhechores que cuenta la actual”. Sus ideales democráticos estaban caracterizados por un ardoroso idealismo radical y confianza en la juventud rebelde: “¡Juventud, Juventud, recuerda que eres un divino tesoro” decía Mella en un estilo poético “que la humanidad adolorida sueña por regenerarse por el impulso poderoso de tus sueños y tu energía! Recuerda, juventud, que la universidad es la fragua donde se hacen los luchadores del mañana. No claudiques ahora, que eres joven y no has creado intereses. Lanza nuevamente tu grito de rebeldía vigorosa. Confunde a los traidores. Desprecia a los cobardes.”

Pero su idealismo democrático estaba muy lejos del cobarde y reaccionario liberalismo burgués; ya en esta etapa inicial, el humanismo y el pensamiento ilustrado se mezclaban confusamente con la necesidad de una verdadera revolución: “somos revolucionarios… sinceramente revolucionarios. No aspiramos a puestos. No queremos cambiar unos hombres por otros. Ansiamos realizar nuestros ideales. Nuestros ideales que no son la elevación de unos cuantos, sino la liberación del pueblo esclavo. La historia nos ha enseñado que la transformación para ser real y justa tiene que ser destruyendo el sistema económico”. Su lucha se inspira en el movimiento de masas del pueblo cubano: “(...) enviamos nuestra adhesión a los protestantes. No habíamos recibido del verdadero pueblo, del que trabaja, la inspiración divina de las actuaciones humanas”.

Su visión iba mucho más allá del empirismo y la estrechez de un simple activista estudiantil, Mella veía como necesidad del movimiento estudiantil unirse al movimiento obrero para “preparar la transformación del actual sistema económico, político y social”. Su pensamiento está a años luz de la cobardía intelectual que caracteriza a los demócratas burgueses; Mella desprecia a los intelectuales que ven el movimiento desde sus escritorios y sin quitarse las pantuflas; esos que “están en las academias, en las universidades, lo mismo entre los profesores y rectores que entre los alumnos, y en los puestos de gobierno han encontrado su mejor habitación. Son como la pulgas en el órgano auditivo de los perros”. Su instinto antiimperialista estaba unido a una solidaridad para con los pueblos explotados del mundo, con la revolución rusa, y sobre todo de Latinoamérica: “Por encima de las ridículas líneas de las fronteras los hombres renovadores del continente formamos una gran nación, por eso, un atentado a uno en el Perú es un atentado a todos en la humanidad”. Este internacionalismo cada vez más definido y con carácter marxista sería una de las características más relevantes de Mella.

b) La “Universidad Popular José Martí”

En 1924 Mella funda la “Universidad Popular José Martí” que incorpora durante casi tres años a alrededor de 500 obreros e imparte gratuitamente sus clases. En un inicio Mella veía a esta Universidad dentro del marco de su pensamiento ilustrado y humanista, y como parte de la labor dentro del pueblo que le correspondía a los estudiantes. Posteriormente como marxista comprendería las limitaciones de este proyecto en el marco del capitalismo, pero aún desde el exilio impulsaría ardorosamente a esta universidad, porque la veía como una escuela de formación de cuadros revolucionarios para el movimiento comunista, como un instrumento de propaganda revolucionaria y un medio para estrechar los vínculos con los trabajadores en la tarea de la revolución socialista y, particularmente durante la dictadura de Machado, como una cobertura semilegal para esta tarea. Por esta razón la Universidad fue clausurada, ilegalizada y reprimida a partir de 1927 por la dictadura de Machado. En su correspondencia Mella dejaría muy en claro esta tarea, que no tenía que ver con ningún filantropismo pequeñoburgués: “es una universidad de revolucionarios en un país donde no había ambiente para crearlos. Va cumpliendo bien su misión. Si los disuelven y no les permiten hacer la acción entre las masas, no crean que han perdido algo. La acción de multitudes en el momento presente me parece muy difícil. Lo más importante es la de la creación de los núcleos capacitados para acciones futuras”

c) Su paso al marxismo

1924 marca para Mella su paso definitivo al marxismo en virtud de la influencia del movimiento obrero y de la lectura en inglés (en castellano apenas se podía conseguir literatura marxista) de las obras de Lenin. Con la inteligencia y la sensibilidad de un revolucionario, Mella vio en el movimiento obrero la clave de la revolución. Es el movimiento obrero la clave fundamental de su paso al marxismo, como el mismo lo reconoce: “En las últimas huelgas de los ferroviarios, de los estibadores, y la actual de los ingenios de azúcar, vemos bien claro el problema. En todas el enemigo, el patrón, han sido poderosas compañías extranjeras que tratan al trabajador nativo y extranjero como esclavos, y se burlan de las leyes de la República que el gobierno no puede hacer cumplir por ser instrumento de los capitales extranjeros.”

Aunque nunca abandonó su pasión e idealismo por la causa revolucionaria, los tintes abstractos, vagos y confusos del humanismo poetizante serían sustituidos por el pensamiento claro y preciso de la lucha de clases y los datos concretos de la penetración imperialista en Cuba y Latinoamérica. Comprendería que “Con literatura no se hace revolución. Hay que aprender con los números la necesidad, y, lo que es más bello, la irremediabilidad de la revolución social. Estudiad lo que posee el capital yanqui y comprenderéis el secreto de su explotación y su fuerza”.

La ruptura cualitativa con su pensamiento anterior sería, entre otras muchas cosas el reconocimiento de la lucha de clases: “Ciudadanos y esclavos, patricios y plebeyos en la Edad Antigua. Siervos y señores, en la Edad Media. Nobles, religiosos y burgueses en la edad moderna y contemporánea, son hoy proletarios en general contra burgueses, en esta nueva Edad que nace con la revolución rusa” su nacionalismo antiimperialista lo identificaba con la causa del proletariado y con la necesidad de la revolución mundial. “Existe el nacionalismo burgués y el nacionalismo revolucionario; el primero desea una nación para vivir parasitariamente del resto de la sociedad y de los mendrugos del capital sajón; el último desea una nación libre para acabar con los parásitos del interior y los invasores imperialistas (...) La revolución en las factorías de América para derrocar un tirano y poner otro disimulado; hay que cambiar junto con los hombres los sistemas”.

Mella, un joven revolucionario de 22 años, diría estas bellas palabras que conservan toda su vigencia y revelan la talla moral e inspiración de un verdadero revolucionario: “La causa del proletariado es la causa nacional. Él es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por los ideales de libertad en la época actual. Cuando él se levanta airado como nuevo Espartaco en los campos y las ciudades, él se levanta a luchar por los ideales todos del pueblo. Él quiere destruir al capital extranjero que es enemigo de la nación. Él anhela establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un ejercito del pueblo, porque comprende que es la única garantía de justicia social. Conociendo que el oro corrompe, enloquece y hace tiranos a los hombres, no quiere cambiar al rico extranjero con el rico nacional. Sabe que la riqueza en manos de unos cuantos es causa de abusos y miserias, por eso la pretende socializar según principios que sólo los profesores fósiles, los estudiantes tontos, y los burgueses sin cerebro combaten, según los principios científicos que Carl Marx hizo axiomas teóricos y que Lenin hizo monumentos magníficos de belleza y justicia (...) he aquí la realidad vista por nuestros ojos.

“Invitamos a toda la nueva generación a militar bajo nuestra bandera libertaria de redención social. (...) Los proletarios son los nuevos libertadores. Nuestro deber de hombres avanzados es estar en sus filas”. Con los escasos 3 años que le restaban de vida Mella iría haciendo su pensamiento marxista más maduro y asimilaría algunos de los problemas teóricos más difíciles, para acceder a las masas trabajadoras que lo pondrían al nivel de líderes revolucionarios latinoamericanos como Mariátegui.

Con estos ideales lanza la revista marxista “Juventud” y en sus páginas se imprimiría un memorable artículo “Una tarde bajo la bandera roja” en donde relata su visita al barco soviético que ancló en 1925 en aguas cubanas. “Él es el primer Cubano que, ya bajo la dictadura de Machado, en agosto de 1925, establece contacto directo con trabajadores soviéticos (...) Desafiando la prohibición y burlando la vigilancia policíaca, Mella lega a la nave y entrega a la tripulación una bandera cubana, y recibe de ella, en cambio, una bandera soviética”.

La Fundación del Partido Comunista Cubano

“Su nuevo paso no podía ser otro que ingresar, en 1924, en la Agrupación Comunista de La Habana, fundada en 1923. Allí conoce más estrechamente al presidente de la agrupación, el anciano Carlos Baliño, quien fue, junto con Martí, prestigioso fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y precursor de las ideas marxistas en Cuba. Ello permite a Mella profundizar sus conocimientos sobre Martí, así como ir familiarizándose con las luchas y corrientes ideológicas del movimiento obrero cubano”

Entre su prolífica e incasable iniciativa Mella funda en ese año la “Liga Anticlerical” como medio para oponerse a la campaña clerical contra la enseñanza científica en las escuelas. De mucha más importancia fue la fundación de la sección cubana de la “Liga Antimperialista de Las Américas” de la que Mella fue además de fundador, secretario general; el objetivo de esta liga era servir como un primer paso para crear la internacional que agrupara en un frente único a los trabajadores de América contra el imperialismo; Mella entendía que “Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser internacionalista. Dejaría de ser revolucionario. Ningún programa de renovación, ni la destrucción de ninguna tiranía, podría tener lugar si no hay una acción conjunta de todos los pueblos de la América sin exceptuar a los Estados Unidos”. Pero el acontecimiento más importante de la vida revolucionaria de Mella en Cuba fue, sin duda, la fundación de la Partido Comunista Cubano en agosto de 1925; el congreso constituyente del partido se celebra ya en la ilegalidad por la dictadura machadista.

Aun faltaban algunos años para que la reacción burocrática estalinista comenzara a manifestarse en los partidos comunistas de América Latina, ahogara la iniciativa revolucionaria y la democracia interna del partido; y se impusieran los dogmas que condenarían a la mayoría de los partidos comunistas a ser simples agencias de la diplomacia stalinista y seguidores de una inexistente burguesía nacional “progresista” . Sin duda la fundación del PC Cubano era un paso trascendental del movimiento obrero y Mella fue elegido, con solo 22 años, miembro del comité central (junto con el anciano Baliño, 5 trabajadores y un intelectual). El programa del PCC fue síntesis de los cuatro primeros congresos del la III internacional que reflejaban la política bolchevique que hizo posible el triunfo de la revolución rusa. Se establecía, además de las tesis básicas del marxismo, demandas de transición que hicieran posible conectar con la clase obrera cubana, como: la jornada de ocho horas y no al pago en vales; el derecho al uso de todas las vías de comunicación controlados por los monopolios; creación de un impuesto sobre el capital, la nacionalización de los servicios públicos; además, la tarea principal de los militantes era la de trabajar en las organizaciones de masa de los trabajadores: en los sindicatos, en las bases campesinas, en la juventud; creando células del partido ahí donde hubiera trabajadores. Hasta su muerte Mella estaría ligado con el PCC y su programa revolucionario y defendería las tesis del internacionalismo, el trabajo en las organizaciones de masa de los trabajadores (independientemente de la dirección de estas organizaciones), la independencia de clase, etc; tesis todas ellas que serían enterradas por la burocracia estalinista que condenó al joven y prometedor PCC al reformismo y la peste burocrática.

Mella es una de las primeras víctimas de terror machadista es expulsado de la universidad y es encarcelado indefinidamente por ordenes de Machado junto a varios obreros. Sin duda hubiera muerto en la cárcel si no hubiera sido por la movilización de los obreros cubanos y una campaña internacional aunada a la legendaria huelga de hambre de 18 días llevada adelante por Mella. Machado se ve obligado a liberar a Mella quien el día de su liberación afirma en la prensa: “hoy más que nunca tengo fe en mis ideales. Ellos no son un delito: Ellos son los ideales de toda una nueva generación, y de todos los espíritus libres del continente, que ha sabido protestar contra la injusticia, no porque yo fuese la víctima, sino por los ideales que sustento y defiendo”. Sin embargo Mella ya no puede permanecer en Cuba. Su vida peligra y escapa en un barco bananero a Guatemala y de ahí es expulsado a México.

A pesar de haber tenido que huir al exilio, Mella siempre mantuvo contacto con el movimiento obrero cubano, sentiría en lo más hondo la represión y la caída de sus camaradas ante el terror de la dictadura y trataría de proporcionar orientación al movimiento y promover la solidaridad internacionalista ante la represión. “En el panorama mental de la imaginación puedo ver y comprender las fuerzas revolucionarias del pueblo cubano con la misma perfección que desde una montaña se observan los distintos pormenores de una ciudad o un valle. Y os repito, antiguos hermanos de acción, que hay derecho a tener fe y estar pletóricos de esperanzas por el porvenir (...) Para el obrero todo el universo es su patria. Aquí o allá soy el mismo soldado de un mismo ejército. No porque esté a unos cuantos kilómetros de esas aguas dejo de ser el compañero estudiante y militante de la lucha social”.

Mella en México

a) Situación del PCM a su llegada

La llegada de Mella a México coincide con los años dorados del Partido Comunista Mexicano (1924-1928). Fundado en 1919, y como casi todas las primeras células de los partidos comunistas surgidos al calor de la revolución rusa, durante sus primeros 5 años de existencia el PCM tuvo que pasar por una dura lucha tanto interna como externa contra el pensamiento pequeñoburgués anarquista y sindicalista del que había surgido, sobre todo en el interior de la CGT; y, por otro lado, a la política represiva de la rebelión reaccionaria de De la Huerta y la del mismo Obregón. Los primeros años son los de una política ultraizquierdista combinada con prejuicios anarquistas; así en 1921 el PCM sale de la CGT por pugnas con los anarquistas sin tomar en cuenta la necesidad de romper políticamente con el anarquismo y al mismo tiempo permanecer dentro de la CGT para ganar a la base obrera; estas pugnas y el desbarajuste organizativo impidieron al PCM influir en mayor medida en el histórico movimiento inquilinario en Veracruz a principios de 1922. Sin embargo a principios de 1923 la política sectaria va cediendo paso a la política bolchevique de trabajo en la organizaciones de masa para arrebatar desde la base a los trabajadores de la influencia reformista; comenzaron a surgir pequeños núcleos marxistas en el interior de la anarquista CGT y sobre todo de la CROM encabezada por uno de los primeros “charros” mexicanos, Luis N. Morones. De manera oficial el IV congreso del PCM (1926) llamó a tomar los sindicatos desde dentro con una política flexible hacia su base obrera e inflexible en los principios. Con esta política el PCM empezó a tener influencia significativa entre los sindicatos ferrocarrileros afiliados a la CROM (sobre todo en la huelgas del 26-27). También entre el campesinado el PCM empieza a tener una influencia importante a través de la Liga Nacional Campesina cuyos principales líderes eran comunistas (Úrsulo Galván, Primo Tapia, entre otros) sobre todo en Michoacán y Veracruz; también aquí la política sectaria de rechazo a la pequeña propiedad es sustituido por la incorporación de esta sentida demanda del campesinado como una consigna de transición para la unión de obreros y campesinos con la perspectiva de ganarlos a la revolución socialista y con vistas a la gradual cooperativización e industrialización del campo bajo un gobierno obrero. Así a finales de 1928 el PCM se atribuía más de dos mil miembros y 22 grupos de base (secciones) y presencia en más de 13 estados. La circulación de El Machete aumento de 3.000 en 1927 a 11.500 en 1928.

b) El papel de Mella en el PCM

Mella se incorporó a su llegada a México al PCM y, muy pronto, a su dirección. Durante lo que le resta de vida jugaría un importante papel en la creación de plataformas para el PCM, como una de sus mejores y más inspiradas plumas y, por si fuera poco, será un incipiente precursor o, por lo menos, el primer brote de trotskismo en México. Para Mella, México sería, según sus propias palabras: “Una universidad de pueblos, como en un magno laboratorio de sociología aprendiendo para el obrero y campesino de Cuba lo que nunca podría aprender allí”

Mella jugó un significativo papel al servicio de la clase obrera mexicana: Funda la “Asociación de Estudiantes proletarios” y dirige su periódico “Tren Blindado”, a través del cual lanza un llamado a los hijos de los trabajadores a militar en dicha organización “con el fin de prestar nuestro contingente a los trabajadores y sus organizaciones, a estudiar científicamente sus problemas, pues son los de todo hombre progresista, y a llevar a la práctica nuestras convicciones cooperando en la lucha activa del proletariado industrial y campesino”. Mella no veía la lucha estudiantil en si misma, para el revolucionario cada reivindicación inmediata de los estudiantes es tan solo “un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para la lucha final (...)” (para) “agitar conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la cultura y sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con los esclavos de la producción moderna”. El trabajo de Mella junto con muchos otros jóvenes comunistas sirvió para que en 1928 el PCM contara en su plataforma estudiantil con mas de 1000 miembros.

Continuó con su incansable papel en la Liga Antimperilista de las Américas, a través del periódico “El Libertador”, organizando manifestaciones por la liberación de Sacco y Vanzetti y en apoyo al movimiento sandinista en Nicaragua con la campaña “Manos fuera de Nicaragua”. Por si no fuera suficiente, el último año de su vida, organiza, junto con otros exiliados políticos, la “Asociación Nacional de Emigrados Políticos” y su periódico mensual “Cuba Libre, Para los trabajadores”; Mella explica que la organización “Tiene por fin principal reunir en una organización a todos los que han tenido que salir de Cuba apremiados por la reacción machadista. Forma también un puente entre los obreros y estudiantes que aunque han tenido que emigrar por causas algunas veces distintas, reconocen en el destierro la necesidad de unificarse en un ideal socialista para independizar a Cuba y mejorar la situación que existe entre los trabajadores”. También Mella logra agrupar a delegaciones de emigrados revolucionarios en Paris, Nueva York, Madrid, Bogotá y México. Para Mella cada lucha es una oportunidad de lanzar una plataforma para el desarrollo del partido.

En “El Machete” Mella se destaca como excelente propagandista, en sus páginas explica a los trabajadores en un lenguaje comprensible el papel del periódico como organizador colectivo; para elevar la visión de los militantes más allá de su medio inmediato y proporcionar a los trabajadores una visión general de su lucha; como una tribuna de denuncia para los proletarios haciéndole tomar conciencia de su papel contra el capital. Mella explica que el periódico debe ser “un inmenso fuelle soplando en todos los lugares donde exista el descontento de la lucha de clases, para encender la hoguera general”. Mella realiza un esbozo de su más acariciada obra escrita, una obra sobre José Martí; sobre este libro, Mella dice: “Tanto lo he pensado, lo he amado, que me parece un viejo libro leído en la adolescencia”. Desgraciadamente su prematura muerte no le daría tiempo de escribirlo. Mella es en verdad, a pesar de su juventud, un puente vivo, a través del anciano Baliño, entre Martí, el gran libertador con ideas jacobinas y la colosal tarea que el proletariado tiene ante la historia. Para Mella es una necesidad reinterpretar a Martí para el provenir pues “no ha habido otro revolucionario de los fines del siglo pasado que amase más al continente y que los sirviese mejor con la pluma, la palabra y la espada”. Martí es una muestra de que “No es necesario para ser internacionalista odiar al suelo en que se nace, olvidarlo, despreciarlo y atacarlo. Así afirman estúpidamente las plumas reaccionarias y mercenarias que somos los internacionalistas de hoy, los revolucionarios del proletariado. No. Internacionalismo significa, en primer término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista, y, conjuntamente solidaridad, unión estrecha con los oprimidos de las demás naciones. ¿Que solamente los socialistas puros pueden ser internacionalistas? No es nuestra culpa que el proletariado sea la clase revolucionaria y progresista del momento actual”. La consigna de Martí “Juntarse, esta es la palabra del mundo” debe ser seguida concretamente por esta: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

c) La Lucha de Mella contra el oportunismo

Mella jugó un destacado papel en la lucha teórica contra el oportunismo. A Mella le repulsan abogados oportunistas como Vicente Lombardo Toledano -uno de los primeros, junto con Morones, charros mexicanos; quien además de haber sido miembro del “Partido Laborista”, cara política de los lideres charros de la CROM, participaría en la preparación mediática para el asesinato de Trotsky y entregaría (en los años treinta) a la CTM al gangster Fidel Velásquez y, por si fuera poco, llamó a posponer la lucha de clases por “motivos patrióticos” durante la segunda guerra mundial-. Mella fustiga a Toledano por sus intentos burocráticos de vender la huelga de ferrocarrileros de 1927: “Toledano no ve que la huelga ferrocarrilera esta en pié y que la banda de esquiroles organizados por los suyos no ha sido bastante para romperla definitivamente”. Ridiculiza los intentos de Toledano por hacerse pasar por “teórico marxista”. Cuando este critica al PCM de participar en la lucha política, Mella responde indignado “Dónde te han dicho que el marxismo es apolítico y que no se puede combatir al imperialismo y la reacción feudal en todos los terrenos? Combatimos, además, en todos los terrenos también al colaboracionismo que ustedes practican”. En otro artículo critica las esperanzas que pone Toledano en que la “Unión Panamericana”, una especie de OEA de aquellos tiempos, pueda resolver “la cuestión obrera”,- algo que, por cierto, reproducen muy bien los reformistas “amigos” de la ONU y del gallinero parlamentario y enemigos del movimiento de masas-. “Nosotros somos partidarios de trabajar en las organizaciones susceptibles de revolucionarse, en todos los organismos que cuentan con masa obrera o campesina o elementos revolucionarios. Por ejemplo, trabajamos dentro de la CROM para liberar a la masa proletaria de la dictadura personal de un grupito de especuladores de la política y explotadores de sus antiguos compañeros. Pero no estamos dispuestos a trabajar también, por ejemplo, en las oficinas de la bolsa de Nueva York, para “obtener mejoras para el proletariado”. Con el mismo tenor ridiculiza el “evangelio” de Morones sobre los “bancos obreros” que crea ilusiones entre los lideres obreros que “en vez de aspirar a ser los directores de la revolución social aspirarán a ser los directores del ilusorio imperio financiero proletario”.

Quizá su obra impresa más importante y contundente contra el reformismo fue “La lucha revolucionaria contra el imperialismo” que escribió contra la secta estudiantil reformista del Perú llamada “ARPA”. Este artículo no tiene importancia en cuanto la citada organización sino por los puntos fundamentales que separa al marxismo del sectarismo, del reformismo y de la ambigüedad política. De esta organización critica una “enfermedad” que reproducen muy bien actualmente algunas sectas que se autodenominan marxistas: el hecho de estar absolutamente separadas del movimiento real de las masas trabajadoras, organizando partidos de “tres hombres y un perro”; esas organizaciones que creen, en palabras de Mella, “que un partido político continental, organizado en un confortable estudio, sea realidad por el simple hecho de existir en la imaginación de un iluso (...) como si por ponerse, para sus reuniones el overol de mezclilla ya fueran proletarios y dejaran de ser intelectuales separados de la masa obrera”. La falta de un programa y una teoría firmes se reflejan, además de la política de chismes e intrigas que caracteriza a los grupitos sin ideas, en consignas ambiguas que pueden agradar al pequeñoburgués radical como a la misma burguesía. Cuando el ARPA dice “Por la unidad de América” Mella aclara que debe ser la unidad internacional de los trabajadores en la lucha por el socialismo y no la unidad de América bajo bota imperialista; cuando el pequeñoburgués llama por la “nacionalización de la tierra y la industria” el revolucionario contesta “nacionalización en manos del proletariado triunfante”; cuando el ARPA grita “Por la internacionalización del Canal de Panamá” señala que, sin más, esta consigna significa “poner en manos de varias naciones imperialistas un punto estratégico que no conviene que posea una sola”.

Fustiga la desconfianza orgánica de los intelectuales pequeñobrugueses en los trabajadores que, incluso, algo muy popular después de la caída del stalinismo, niegan la existencia de la clase obrera e “hipertrofian” el papel de sectores que no juegan un papel fundamental dentro del capitalismo (campesinos, indígenas, estudiantes). Cita a Lenin en su lucha contra los utópicos populistas y deduce las consecuencias reaccionarias de dicha política en la revolución China y el papel reaccionario del Kuomitang; subraya el hecho de que los campesinos por ser pequeños propietarios están incapacitados, por sí mismos, a desarrollar una conciencia socialista sino es con la ayuda de un poderoso partido comunista con una base de masas dentro del proletariado. Mella afirma contundente: “para decir que el marxismo (...) es exótico en América, hay que probar que aquí no existe proletariado; que no hay imperialismo con las características descritas por todos los marxistas; que las fuerzas productivas en América son distintas a las de Asia y Europa, etc. Pero América no es un continente de Júpiter sino de la tierra”.

Resulta absolutamente vigente la crítica a los grupos que ven en los indígenas la clave de la liberación como la dirigencia del EZLN y otras guerrillas latinoamericanas: “presentan al indio como algo fundamental, por ser indio, para la lucha antiimperialista y por el socialismo. Porque son más, infieren que los indios han de ser los de la hegemonía en la lucha. Porque algunos todavía viven en un estado de comunismo primitivo, nos hablan de “comunismo incaico autóctono” y de tomar como base para el movimiento comunista a las comunidades de indios en un estado todavía bárbaro, sociológicamente hablando. Olvida que la penetración del imperialismo termina con el problema de la raza en su concepción clásica, al convertir a los indios, mestizos, blancos y negros en obreros, es decir, al dar una base económica y no racial al problema”.

Mella, influido, sin duda, en la crítica que hace Trotsky sobre los “Frentes Populares” stalinistas, que condenarían a la revolución China (1927) a una matanza y posteriormente a la revolución española (1936), la revolución francesa (1968), etc; critica la referencias ambiguas sobre un frente en abstracto “que no es más que el frente único a favor de la burguesía”, sin referir el papel que le corresponde al proletariado en ese frente, que no es otro que ganar a las masas de la influencia reformista, la de ganar “la hegemonía y la aplicación de su dictadura para la realización del socialismo”. Hace referencia explícita al Segundo Congreso de la Internacional Comunista, dirigido por Lenin y Trotsky, en el que se señala la necesidad de apoyar los movimientos de liberación nacional sin perder la independencia política y sin fusionarse con la burguesía; hay que ganar a las masas pacientemente al mismo tiempo que se aclara ante los ojos de los trabajadores el papel traicionero de la burguesía nacional, pues, como afirma Mella, esto ha sido históricamente demostrado con “Moncada en Nicaragua, el Kuomitang en China (y) la nueva política de la pequeña burguesía mexicana”.

Con una política bolchevique “el partido comunista en México ha estado apoyando la lucha de la burguesía liberal, democrática y revolucionaria; contra el imperialismo y sus aliados nacionales (...) pero en ningún momento ha pretendido dejar a la clase obrera aislada o entregada a las otras clases para cuando las condiciones cambien”. Mella comprende perfectamente que en la lucha por reformas que no trascienden el capitalismo la clase obrera va elevando su nivel de conciencia: “Todo movimiento revolucionario aunque no lo quieran sus directores (simples liberales) es un paso hacia el comunismo, es decir, hacia la emancipación total de las clases oprimidas” pues en esta lucha los comunistas van ganando influencia para, según Marx, “tomar el cielo por asalto”. En la lucha por el comunismo es necesario, además, utilizar “el aparato burgués del estado para desenmascarar las farsas de la misma democracia burguesa, para obtener conquistas para el proletariado, no para aletargarlo, como hacen los reformistas, sino para ponerlo en mejores condiciones con el fin de vencer en las luchas futuras y en la “lucha final” de la que nos habla el himno del proletariado”. Mella subraya hasta el cansancio el carácter internacionalista del movimiento obrero. Todas estas cuestiones políticas fundamentales ponen a Mella con sus escasos 26 años de vida muy por encima de militantes de 70 años de edad cansados de luchar y estragados por el reformismo.

d) Mella y el trotskismo (Bolchevismo)

Un servicio más que Mella daría a la clase obrera en México fue la de haber sido el primer brote de oposición trotskista en México. Y fue de los primeros en sufrir represalias por sus ideas afines al bolchevismo (trotskismo) dentro del mismo PCM. En febrero de 1927 Mella asiste como representante de la Liga Antiimperialista a Bruselas y, después, se hace realidad su ambición de visitar el país de los soviets participando en el IV Congreso de la internacional sindical Roja. Es allí donde conoce al todavía trotskista Andrés Nín “quien le explicó las tesis de la oposición de izquierda y la lucha que tenía lugar en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS)”. Mella lee la histórica “Plataforma de la oposición” -escrita por Trotsky y otros destacados bolcheviques que habían encabezado junto con Lenin la revolución- y coincide en puntos fundamentales: la necesidad de independencia de clase con respecto a la burguesía (en su famoso artículo sobre el ARPA subraya, como vimos, este hecho con respecto a la revolución china de 1927); la imposibilidad de construir el socialismo en solo país.

A su regreso Mella escribe un excelente artículo en “El Machete” (“Cuadros de la Unión soviética”) en donde habla sobre la democracia obrera implementada por los bolcheviques y el control que el obrero ruso comienza a tener en su propia vida desde las propias fábricas; en este artículo Mella cita a Trotsky (¿A dónde va Rusia?) -ya en este entonces citar a Trotsky era considerado un sacrilegio por los stalinistas-. De hecho la historia oficial sobre Mella no menciona que a su regreso dio pasos concretos para la creación en México de la Oposición de izquierda; “Sin embargo, algunos testimonios así lo afirman” dice Olivia Gall. “Concretamente, los de los tres militantes comunistas de la época, que fueron parte del nacimiento de la oposición de izquierda en el seno del PCM: Manuel Rodríguez, (...), Felix Ibarra y Bernardo Claraval”. De hecho, según testimonios recabados por el destacado historiador marxista, Pierre Broué, Mella fue echado del PCM por sus ideas trotskistas en septiembre de 1928, pocos meses antes de su asesinato, ante miembros de la ya estalinisada “Internacional Comunista”, Mella fue expulsado junto con otros acusado de trotskismo. Si es esto cierto o no, pues los testimonios al respecto se contradicen, es seguro que al menos Mella estuvo a punto de ser expulsado. De acuerdo con Olivia Gall, en la obra citada, Mella pudo haber sido asesinado por los mismos stalinistas, especialmente por Vittorio Vidali, agente stalinista y asesino personal de Andrés Nin en la revolución española, aunque esto quizá sea ya una exageración pues no parece que en ese punto la stalinización del PCM haya llegado tan lejos.

A la muerte de Mella todos los extraordinarios logros que hicieran del PCM el partido comunista más exitoso de América Latina serían tirados a la basura por el stalinismo, aunado a la feroz represión de “El Maximato”,. A partir del giro estúpido y ultraizquierdista, el llamado “tercer periodo” (en 1928), en donde la paciente labor en las bases de las organizaciones obreras sería sustituida por la lunática estrategia de denunciar a todos los partidos reformistas de “socialfascistas”, política sectaria que prepararía el asenso del nazismo; el PCM, con apenas dos mil miembros, se lanzó a la aventura de lanzar su propio bloque electoral (BOC), y tachar a toda reforma, que pudiera servir como puente para conectar con las masas, como fascista, así se calificó, por ejemplo, a la Ley Federal del Trabajo de 1931. Las plataformas de solidaridad de Mella para con la revolución en Nicaragua fueron tiradas vergonzosamente por la borda; se acusó a Sandino como traidor a la lucha por la liberación nacional, en vez de la actitud paciente y firme para con los simpatizantes con Sandino. Pero los crímenes más bárbaros del stalinismo contra el comunismo mexicano, del que nunca se recuperaría y que condenarían al PC a el papel de una secta, dando bandazos periódicos del ultraizquierdismo al oportunismo más vil de acuerdo con los caprichos de Stalin, serían: la salida de los sindicatos de masas, en los que el PCM había tenido sus mas grandes frutos, para formar su propio sindicato en “las nubes”; la malograda “Confederación Sindical Unitaria de México”; las criminales expulsiones de todas las figuras dirigentes (Úrsulo Galván, Manuel Almaza, etc.) de la prometedora Liga Nacional Campesina, en cuyo seno el PCM tenía su mayor influencia; el exitoso “El Machete” seria rebajado a un nivel teórico deplorable y vergonzoso. Y la aun más vergonzosa y criminal campaña (inclusive organizando atentados terroristas) para el asesinato de Trotsky, el líder de la revolución rusa y organizador del ejercito rojo,.

La historia oficial, y muy probablemente sea la verdad, dice que Mella fue asesinado por un agente de Machado por la incansable lucha y denuncia contra los crímenes de la dictadura. Cae asesinado el 10 de enero de 1929 uno de los más grandes revolucionarios de América Latina, en un momento en que su pensamiento teórico y labor práctica se elevaban como meteoro y en el que el movimiento obrero estaba en el umbral de una nueva y cruenta lucha contra el stalinismo y contra la crisis mundial capitalista del 1929, en la que, sin duda, Mella hubiera jugado un papel imprescindible. Sus restos pudieron descansar en paz después de la revolución cubana en el “memorial Mella” situado frente a la Universidad de la Habana. Con apenas 26 años de edad Mella realizó una labor titánica que muchos hombres no lograrían llevar en varias generaciones.

Mella es una inspiración para el movimiento estudiantil revolucionario y para el mismo movimiento obrero de Cuba, de México y de todo el mundo. Su obra se vio reflejada en la revolución de 1930-33 que derribaría la dictadura de Machado y, sobre todo, en la heroica huelga general que derribaría a la dictadura de Batista y obligaría a la guerrilla del Che y Fidel a tomar el poder y, posteriormente, derribar el capitalismo en Cuba. Corresponde a los obreros Cubanos, con el apoyo de sus hermanos mexicanos, “hacer la revolución dentro de la revolución” e implementar la democracia obrera e impulsar la revolución continental tan añorada por Mella. Se dice que sus últimas palabras fueron “muero por la revolución”. Que este documento sirva para que las nuevas generaciones vivan y mueran para que el sueño de Mella se vuelva realidad: ¡La Revolución Socialista!

Bibliografía:

Julio Antonio Mella, Escritos revolucionarios, Siglo Veintiuno, México, 1978.
Barry Carr, La Izquierda Mexicana a través del siglo veinte, Era, México, 1996.
Olivia Gall, Trotsky en México, Era, México, 1991.
Francisco López Segrera, Raíces históricas de la revolución cubana, Universidad Autónoma de Sinaloa, México , 1985.
Compilación, Cien años de lucha de Clases en México; tomo II”, Quinto Sol, México, 1985.
Trotsky y otros, La oposición de izquierdas en la U.R.S.S., Fontamara, España, 1977.
León Trotsky, La revolución Traicionada, Fundación Federico Engels, España, 2001.
León Trotsky, ¿A dónde va la URSS?, Juan Pablos, México, 1976.

 

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