Julio Antonio Mella nació en Cuba el 25 de
marzo de 1903. Su historia es la de un digno e íntegro representante de las
aspiraciones más profundas del pueblo trabajador de la patria que lo vio
nacer. Pero además de ello Mella fue, y lo sigue siendo aún, un firme pilar
en la construcción y el desarrollo del movimiento marxista de toda América
Latina. Sus ideas y sus acciones, guiadas por los postulados del marxismo, no
sólo lo trasformaron en un hombre que jamás claudicó ante la persecución, el
encarcelamiento y el destierro, sino que también lo empujaron a jugar un
papel en la primera línea de la lucha de los trabajadores por un vida mejor a
la que les ofrece el capitalismo, ganándose con ello el odio más iracundo de
la burguesía.
Julio Antonio Mella fue cobardemente
asesinado el 10 de enero de 1929 en México. Su vida, aunque fue corta, fue
suficiente como para dejar un gran legado internacionalista para todos
aquellos que, al igual que él, estamos plenamente convencidos de que
solamente mediante la acción conciente del proletariado latinoamericano
guiado por un programa de independencia de clase podrá ser erradicada la
miseria que azota a nuestras diferentes naciones producto de las garras del
imperialismo y sus degenerados socios locales: los empresarios, banqueros y
terratenientes.
Las ideas que defendió y por las que murió Mella hoy están más vigentes que
nunca. En este nuevo aniversario de este gran hombre, los trabajadores y
jóvenes tenemos que transformarlo en una oportunidad para recuperar su aporte
al movimiento marxista latinoamericano y emplearlo como un referente con
acciones políticas concretas en el día a día de la lucha de clases. No puede
haber otro homenaje mejor para Mella. El presente escrito espera ser una
contribución en ese sentido.
Contexto histórico: Cuba cambia de Amo
A pesar de haber obtenido su independencia formal en 1898 mediante un heroico
levantamiento revolucionario encabezado por José Martí, Cuba se liberó del
yugo Español para caer en las garras del naciente imperialismo
norteamericano, en una época en que el capitalismo estaba en el umbral de su
etapa imperialista: el globo terráqueo sería dividido como botín por las
potencias capitalistas. “Cuba fue libre de España, en lo económico” nos dice
Julio Antonio Mella “para sucumbir ante los Estados Unidos. Y, en lo político
pasó del despotismo de los capitanes generales weylerianos a los presidentes
generales machadistas. Ayer, la burguesía española era la clase dominante.
Hoy la embrionaria y fascista burguesía industrial cubana, perro faldero del
imperialismo yanqui”.
El imperialismo condenó a los trabajadores cubanos al subdesarrollo y a una
humillante dependencia nacional; la “Enmienda Platt” legalizó las bases
navales en suelo cubano, como el odiado centro de torturas y de provocación
contrarrevolucionaria en Guantánamo, y el derecho a la intervención para
salvaguardar “la vida, la propiedad y libertad individual” de la burguesía y
sus intereses. Con el “Tratado de reciprocidad comercial” de 1902 se condenó
a Cuba al subdesarrollo permanente convirtiéndolo en monoproductor de azúcar.
Durante la vigencia de este infame tratado (30 años) el 80% de las
exportaciones e importaciones cubanas dependerían de Norteamérica, los
capitales yanquis pasarían de 50 millones de dólares en 1896 a 1200 en 1923,
además, la burguesía gringa concentraría en sus manos las tres cuartas partes
de la industria azucarera, más de la cuarta parte de las mejores tierras, el
control absoluto de la banca, de las minas, las plantaciones de tabaco, de la
mayor parte de los ferrocarriles, del transporte urbano, la electricidad, el
gas, los teléfonos, etc.
Como complemento necesario de esta absoluta dependencia, la burguesía cubana
estaba absolutamente incapacitada de jugar algún papel progresista en el
terreno de las reivindicaciones democráticas pendientes: como la candente
cuestión nacional y el problema del campesinado y la tierra. Como explicó
Trotsky a través de la teoría del “desarrollo desigual y combinado”, y
posteriormente en otros términos el mismo Mella, la burguesía cubana estaba
sujetada por una infinidad de lazos, tanto económicos como políticos, a los
terratenientes semifeudales, en virtud de la producción azucarera de la que
dependían sus intereses; como al imperialismo del que dependían las
inversiones y las exportaciones. Esta oligarquía parasitaria veía en la
diversificación de la producción una amenaza contra sus intereses; por ello
era un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.
El carácter tardío del capitalismo cubano conservó muchas formas de
explotación de carácter precapitalista como la discriminación racial de una
tercera parte de la población de sangre africana, censos y fabelas feudales,
el 50% de la población analfabeta y alta tasa de mortalidad por enfermedades
como paludismo y parasitismo; al mismo tiempo que se ejercía la peor forma de
explotación capitalista que recordaba la fase de expropiación originaria descrita
por Marx: jornadas agotadoras de 12 horas, sin ningún tipo de seguridad
social, importación de mano de obra semiesclava de Haití y Jamaica para
abaratar aun más la fuerza de trabajo. No obstante, como lo había presentido
el mismo Martí, la clase obrera a principio de siglo se constituía como el
sector clave de la revolución tanto por su papel en la economía como por su
naciente peso político. Como el mismo Mella comenta: “La solución definitiva,
sólo podía venir de los trabajadores ...La isla es una de las regiones más
industrializadas de la América. Cuenta con grandes masas de proletarios que
están concentrados en los ingenios azucareros y en algunas ciudades.”
Julio antonio Mella: De Demócrata Radical a Marxista Revolucionario
a) Activista Estudiantil
Es en este escenario donde nace el gran revolucionario Julio Antonio Mella,
un 5 de marzo de 1903 en La Habana. En 1921 ingresa en la carrera de Derecho
en la universidad de La Habana donde jugaría un papel fundamental como líder
estudiantil. Como ha ocurrido varias veces en la historia de las revoluciones
“el proceso molecular de la revolución”, como lo llamaba Trotsky, comienza a
manifestarse como efervescencia en la juventud estudiantil, “el viento
comienza soplando por la copa de los árboles”. El movimiento estudiantil
expresa un proceso mucho más profundo en la clase obrera. Como se vería en la
huelga general de 1923, oleada huelguística de los trabajadores que sería
ahogada por la dictadura de Machado; esos años son de la crisis mundial del
capital y campo de las potentes reverberaciones de la revolución rusa así
como por la inspiración de la revolución mexicana; todo ello se manifiesta en
la personalidad de Mella quien, con tan solo 22 años sería la cabeza de la
huelga estudiantil que serviría de catalizador del movimiento obrero; se
convertiría en un revolucionario marxista y en uno de los fundadores del PC
cubano.
Mella es uno de los líderes indiscutibles que funda en octubre de 1923 la
federación de Estudiantes (FEU) cuyas demandas eran en verdad elementales:
democratización y autonomía de la universidad y destitución y depuración de
los profesores reaccionarios. En esta etapa de su desarrollo revolucionario
Mella veía que la universidad y los estudiantes honrados debían ser un medio
para “revolucionar las conciencias de los hombres de Cuba para formar una
nueva sociedad, libre de los parásitos y de los malhechores que cuenta la
actual”. Sus ideales democráticos estaban caracterizados por un ardoroso
idealismo radical y confianza en la juventud rebelde: “¡Juventud, Juventud,
recuerda que eres un divino tesoro” decía Mella en un estilo poético “que la
humanidad adolorida sueña por regenerarse por el impulso poderoso de tus
sueños y tu energía! Recuerda, juventud, que la universidad es la fragua donde
se hacen los luchadores del mañana. No claudiques ahora, que eres joven y no
has creado intereses. Lanza nuevamente tu grito de rebeldía vigorosa.
Confunde a los traidores. Desprecia a los cobardes.”
Pero su idealismo democrático estaba muy lejos del cobarde y reaccionario
liberalismo burgués; ya en esta etapa inicial, el humanismo y el pensamiento
ilustrado se mezclaban confusamente con la necesidad de una verdadera
revolución: “somos revolucionarios… sinceramente revolucionarios. No
aspiramos a puestos. No queremos cambiar unos hombres por otros. Ansiamos
realizar nuestros ideales. Nuestros ideales que no son la elevación de unos
cuantos, sino la liberación del pueblo esclavo. La historia nos ha enseñado
que la transformación para ser real y justa tiene que ser destruyendo el
sistema económico”. Su lucha se inspira en el movimiento de masas del pueblo
cubano: “(...) enviamos nuestra adhesión a los protestantes. No habíamos
recibido del verdadero pueblo, del que trabaja, la inspiración divina de las
actuaciones humanas”.
Su visión iba mucho más allá del empirismo y la estrechez de un simple
activista estudiantil, Mella veía como necesidad del movimiento estudiantil
unirse al movimiento obrero para “preparar la transformación del actual
sistema económico, político y social”. Su pensamiento está a años luz de la
cobardía intelectual que caracteriza a los demócratas burgueses; Mella
desprecia a los intelectuales que ven el movimiento desde sus escritorios y
sin quitarse las pantuflas; esos que “están en las academias, en las
universidades, lo mismo entre los profesores y rectores que entre los
alumnos, y en los puestos de gobierno han encontrado su mejor habitación. Son
como la pulgas en el órgano auditivo de los perros”. Su instinto
antiimperialista estaba unido a una solidaridad para con los pueblos
explotados del mundo, con la revolución rusa, y sobre todo de Latinoamérica:
“Por encima de las ridículas líneas de las fronteras los hombres renovadores
del continente formamos una gran nación, por eso, un atentado a uno en el
Perú es un atentado a todos en la humanidad”. Este internacionalismo cada vez
más definido y con carácter marxista sería una de las características más
relevantes de Mella.
b) La “Universidad Popular José Martí”
En 1924 Mella funda la “Universidad Popular José Martí” que incorpora durante
casi tres años a alrededor de 500 obreros e imparte gratuitamente sus clases.
En un inicio Mella veía a esta Universidad dentro del marco de su pensamiento
ilustrado y humanista, y como parte de la labor dentro del pueblo que le
correspondía a los estudiantes. Posteriormente como marxista comprendería las
limitaciones de este proyecto en el marco del capitalismo, pero aún desde el
exilio impulsaría ardorosamente a esta universidad, porque la veía como una escuela
de formación de cuadros revolucionarios para el movimiento comunista, como un
instrumento de propaganda revolucionaria y un medio para estrechar los
vínculos con los trabajadores en la tarea de la revolución socialista y,
particularmente durante la dictadura de Machado, como una cobertura semilegal
para esta tarea. Por esta razón la Universidad fue clausurada, ilegalizada y
reprimida a partir de 1927 por la dictadura de Machado. En su correspondencia
Mella dejaría muy en claro esta tarea, que no tenía que ver con ningún
filantropismo pequeñoburgués: “es una universidad de revolucionarios en un
país donde no había ambiente para crearlos. Va cumpliendo bien su misión. Si
los disuelven y no les permiten hacer la acción entre las masas, no crean que
han perdido algo. La acción de multitudes en el momento presente me parece
muy difícil. Lo más importante es la de la creación de los núcleos
capacitados para acciones futuras”
c) Su paso al marxismo
1924 marca para Mella su paso definitivo al marxismo en virtud de la
influencia del movimiento obrero y de la lectura en inglés (en castellano
apenas se podía conseguir literatura marxista) de las obras de Lenin. Con la
inteligencia y la sensibilidad de un revolucionario, Mella vio en el
movimiento obrero la clave de la revolución. Es el movimiento obrero la clave
fundamental de su paso al marxismo, como el mismo lo reconoce: “En las
últimas huelgas de los ferroviarios, de los estibadores, y la actual de los
ingenios de azúcar, vemos bien claro el problema. En todas el enemigo, el
patrón, han sido poderosas compañías extranjeras que tratan al trabajador
nativo y extranjero como esclavos, y se burlan de las leyes de la República
que el gobierno no puede hacer cumplir por ser instrumento de los capitales
extranjeros.”
Aunque nunca abandonó su pasión e idealismo por la causa revolucionaria, los
tintes abstractos, vagos y confusos del humanismo poetizante serían
sustituidos por el pensamiento claro y preciso de la lucha de clases y los
datos concretos de la penetración imperialista en Cuba y Latinoamérica.
Comprendería que “Con literatura no se hace revolución. Hay que aprender con
los números la necesidad, y, lo que es más bello, la irremediabilidad de la
revolución social. Estudiad lo que posee el capital yanqui y comprenderéis el
secreto de su explotación y su fuerza”.
La ruptura cualitativa con su pensamiento anterior sería, entre otras muchas
cosas el reconocimiento de la lucha de clases: “Ciudadanos y esclavos,
patricios y plebeyos en la Edad Antigua. Siervos y señores, en la Edad Media.
Nobles, religiosos y burgueses en la edad moderna y contemporánea, son hoy
proletarios en general contra burgueses, en esta nueva Edad que nace con la
revolución rusa” su nacionalismo antiimperialista lo identificaba con la
causa del proletariado y con la necesidad de la revolución mundial. “Existe
el nacionalismo burgués y el nacionalismo revolucionario; el primero desea
una nación para vivir parasitariamente del resto de la sociedad y de los
mendrugos del capital sajón; el último desea una nación libre para acabar con
los parásitos del interior y los invasores imperialistas (...) La revolución
en las factorías de América para derrocar un tirano y poner otro disimulado;
hay que cambiar junto con los hombres los sistemas”.
Mella, un joven revolucionario de 22 años, diría estas bellas palabras que
conservan toda su vigencia y revelan la talla moral e inspiración de un
verdadero revolucionario: “La causa del proletariado es la causa nacional. Él
es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por los
ideales de libertad en la época actual. Cuando él se levanta airado como
nuevo Espartaco en los campos y las ciudades, él se levanta a luchar por los
ideales todos del pueblo. Él quiere destruir al capital extranjero que es
enemigo de la nación. Él anhela establecer un régimen de hombres del pueblo,
servido por un ejercito del pueblo, porque comprende que es la única garantía
de justicia social. Conociendo que el oro corrompe, enloquece y hace tiranos
a los hombres, no quiere cambiar al rico extranjero con el rico nacional.
Sabe que la riqueza en manos de unos cuantos es causa de abusos y miserias,
por eso la pretende socializar según principios que sólo los profesores
fósiles, los estudiantes tontos, y los burgueses sin cerebro combaten, según
los principios científicos que Carl Marx hizo axiomas teóricos y que Lenin
hizo monumentos magníficos de belleza y justicia (...) he aquí la realidad
vista por nuestros ojos.
“Invitamos a toda la nueva generación a militar bajo nuestra bandera
libertaria de redención social. (...) Los proletarios son los nuevos
libertadores. Nuestro deber de hombres avanzados es estar en sus filas”. Con
los escasos 3 años que le restaban de vida Mella iría haciendo su pensamiento
marxista más maduro y asimilaría algunos de los problemas teóricos más
difíciles, para acceder a las masas trabajadoras que lo pondrían al nivel de
líderes revolucionarios latinoamericanos como Mariátegui.
Con estos ideales lanza la revista marxista “Juventud” y en sus páginas se
imprimiría un memorable artículo “Una tarde bajo la bandera roja” en donde
relata su visita al barco soviético que ancló en 1925 en aguas cubanas. “Él
es el primer Cubano que, ya bajo la dictadura de Machado, en agosto de 1925,
establece contacto directo con trabajadores soviéticos (...) Desafiando la
prohibición y burlando la vigilancia policíaca, Mella lega a la nave y
entrega a la tripulación una bandera cubana, y recibe de ella, en cambio, una
bandera soviética”.
La Fundación del Partido Comunista Cubano
“Su nuevo paso no podía ser otro que ingresar, en 1924, en la Agrupación
Comunista de La Habana, fundada en 1923. Allí conoce más estrechamente al
presidente de la agrupación, el anciano Carlos Baliño, quien fue, junto con
Martí, prestigioso fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y
precursor de las ideas marxistas en Cuba. Ello permite a Mella profundizar
sus conocimientos sobre Martí, así como ir familiarizándose con las luchas y
corrientes ideológicas del movimiento obrero cubano”
Entre su prolífica e incasable iniciativa Mella funda en ese año la “Liga
Anticlerical” como medio para oponerse a la campaña clerical contra la
enseñanza científica en las escuelas. De mucha más importancia fue la
fundación de la sección cubana de la “Liga Antimperialista de Las Américas”
de la que Mella fue además de fundador, secretario general; el objetivo de
esta liga era servir como un primer paso para crear la internacional que
agrupara en un frente único a los trabajadores de América contra el imperialismo;
Mella entendía que “Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de
ser internacionalista. Dejaría de ser revolucionario. Ningún programa de
renovación, ni la destrucción de ninguna tiranía, podría tener lugar si no
hay una acción conjunta de todos los pueblos de la América sin exceptuar a
los Estados Unidos”. Pero el acontecimiento más importante de la vida
revolucionaria de Mella en Cuba fue, sin duda, la fundación de la Partido
Comunista Cubano en agosto de 1925; el congreso constituyente del partido se
celebra ya en la ilegalidad por la dictadura machadista.
Aun faltaban algunos años para que la reacción burocrática estalinista
comenzara a manifestarse en los partidos comunistas de América Latina,
ahogara la iniciativa revolucionaria y la democracia interna del partido; y
se impusieran los dogmas que condenarían a la mayoría de los partidos
comunistas a ser simples agencias de la diplomacia stalinista y seguidores de
una inexistente burguesía nacional “progresista” . Sin duda la fundación del
PC Cubano era un paso trascendental del movimiento obrero y Mella fue
elegido, con solo 22 años, miembro del comité central (junto con el anciano
Baliño, 5 trabajadores y un intelectual). El programa del PCC fue síntesis de
los cuatro primeros congresos del la III internacional que reflejaban la
política bolchevique que hizo posible el triunfo de la revolución rusa. Se
establecía, además de las tesis básicas del marxismo, demandas de transición
que hicieran posible conectar con la clase obrera cubana, como: la jornada de
ocho horas y no al pago en vales; el derecho al uso de todas las vías de
comunicación controlados por los monopolios; creación de un impuesto sobre el
capital, la nacionalización de los servicios públicos; además, la tarea
principal de los militantes era la de trabajar en las organizaciones de masa
de los trabajadores: en los sindicatos, en las bases campesinas, en la
juventud; creando células del partido ahí donde hubiera trabajadores. Hasta
su muerte Mella estaría ligado con el PCC y su programa revolucionario y
defendería las tesis del internacionalismo, el trabajo en las organizaciones
de masa de los trabajadores (independientemente de la dirección de estas
organizaciones), la independencia de clase, etc; tesis todas ellas que serían
enterradas por la burocracia estalinista que condenó al joven y prometedor
PCC al reformismo y la peste burocrática.
Mella es una de las primeras víctimas de terror machadista es expulsado de la
universidad y es encarcelado indefinidamente por ordenes de Machado junto a
varios obreros. Sin duda hubiera muerto en la cárcel si no hubiera sido por
la movilización de los obreros cubanos y una campaña internacional aunada a
la legendaria huelga de hambre de 18 días llevada adelante por Mella. Machado
se ve obligado a liberar a Mella quien el día de su liberación afirma en la
prensa: “hoy más que nunca tengo fe en mis ideales. Ellos no son un delito:
Ellos son los ideales de toda una nueva generación, y de todos los espíritus
libres del continente, que ha sabido protestar contra la injusticia, no
porque yo fuese la víctima, sino por los ideales que sustento y defiendo”.
Sin embargo Mella ya no puede permanecer en Cuba. Su vida peligra y escapa en
un barco bananero a Guatemala y de ahí es expulsado a México.
A pesar de haber tenido que huir al exilio, Mella siempre mantuvo contacto
con el movimiento obrero cubano, sentiría en lo más hondo la represión y la
caída de sus camaradas ante el terror de la dictadura y trataría de
proporcionar orientación al movimiento y promover la solidaridad
internacionalista ante la represión. “En el panorama mental de la imaginación
puedo ver y comprender las fuerzas revolucionarias del pueblo cubano con la
misma perfección que desde una montaña se observan los distintos pormenores
de una ciudad o un valle. Y os repito, antiguos hermanos de acción, que hay
derecho a tener fe y estar pletóricos de esperanzas por el porvenir (...)
Para el obrero todo el universo es su patria. Aquí o allá soy el mismo
soldado de un mismo ejército. No porque esté a unos cuantos kilómetros de
esas aguas dejo de ser el compañero estudiante y militante de la lucha
social”.
Mella en México
a) Situación del PCM a su llegada
La llegada de Mella a México coincide con los años dorados del Partido
Comunista Mexicano (1924-1928). Fundado en 1919, y como casi todas las
primeras células de los partidos comunistas surgidos al calor de la
revolución rusa, durante sus primeros 5 años de existencia el PCM tuvo que
pasar por una dura lucha tanto interna como externa contra el pensamiento
pequeñoburgués anarquista y sindicalista del que había surgido, sobre todo en
el interior de la CGT; y, por otro lado, a la política represiva de la
rebelión reaccionaria de De la Huerta y la del mismo Obregón. Los primeros
años son los de una política ultraizquierdista combinada con prejuicios
anarquistas; así en 1921 el PCM sale de la CGT por pugnas con los anarquistas
sin tomar en cuenta la necesidad de romper políticamente con el anarquismo y
al mismo tiempo permanecer dentro de la CGT para ganar a la base obrera;
estas pugnas y el desbarajuste organizativo impidieron al PCM influir en
mayor medida en el histórico movimiento inquilinario en Veracruz a principios
de 1922. Sin embargo a principios de 1923 la política sectaria va cediendo
paso a la política bolchevique de trabajo en la organizaciones de masa para
arrebatar desde la base a los trabajadores de la influencia reformista;
comenzaron a surgir pequeños núcleos marxistas en el interior de la
anarquista CGT y sobre todo de la CROM encabezada por uno de los primeros
“charros” mexicanos, Luis N. Morones. De manera oficial el IV congreso del
PCM (1926) llamó a tomar los sindicatos desde dentro con una política
flexible hacia su base obrera e inflexible en los principios. Con esta
política el PCM empezó a tener influencia significativa entre los sindicatos
ferrocarrileros afiliados a la CROM (sobre todo en la huelgas del 26-27).
También entre el campesinado el PCM empieza a tener una influencia importante
a través de la Liga Nacional Campesina cuyos principales líderes eran
comunistas (Úrsulo Galván, Primo Tapia, entre otros) sobre todo en Michoacán
y Veracruz; también aquí la política sectaria de rechazo a la pequeña
propiedad es sustituido por la incorporación de esta sentida demanda del campesinado
como una consigna de transición para la unión de obreros y campesinos con la
perspectiva de ganarlos a la revolución socialista y con vistas a la gradual
cooperativización e industrialización del campo bajo un gobierno obrero. Así
a finales de 1928 el PCM se atribuía más de dos mil miembros y 22 grupos de
base (secciones) y presencia en más de 13 estados. La circulación de El
Machete aumento de 3.000 en 1927 a 11.500 en 1928.
b) El papel de Mella en el PCM
Mella se incorporó a su llegada a México al PCM y, muy pronto, a su
dirección. Durante lo que le resta de vida jugaría un importante papel en la
creación de plataformas para el PCM, como una de sus mejores y más inspiradas
plumas y, por si fuera poco, será un incipiente precursor o, por lo menos, el
primer brote de trotskismo en México. Para Mella, México sería, según sus
propias palabras: “Una universidad de pueblos, como en un magno laboratorio
de sociología aprendiendo para el obrero y campesino de Cuba lo que nunca
podría aprender allí”
Mella jugó un significativo papel al servicio de la clase obrera mexicana:
Funda la “Asociación de Estudiantes proletarios” y dirige su periódico “Tren
Blindado”, a través del cual lanza un llamado a los hijos de los trabajadores
a militar en dicha organización “con el fin de prestar nuestro contingente a
los trabajadores y sus organizaciones, a estudiar científicamente sus
problemas, pues son los de todo hombre progresista, y a llevar a la práctica
nuestras convicciones cooperando en la lucha activa del proletariado
industrial y campesino”. Mella no veía la lucha estudiantil en si misma, para
el revolucionario cada reivindicación inmediata de los estudiantes es tan
solo “un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al
enemigo para la lucha final (...)” (para) “agitar conciencias jóvenes ganando
reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador,
y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación
definitiva de la cultura y sus instituciones no podrá hacerse sino
conjuntamente con los esclavos de la producción moderna”. El trabajo de Mella
junto con muchos otros jóvenes comunistas sirvió para que en 1928 el PCM
contara en su plataforma estudiantil con mas de 1000 miembros.
Continuó con su incansable papel en la Liga Antimperilista de las Américas, a
través del periódico “El Libertador”, organizando manifestaciones por la
liberación de Sacco y Vanzetti y en apoyo al movimiento sandinista en
Nicaragua con la campaña “Manos fuera de Nicaragua”. Por si no fuera
suficiente, el último año de su vida, organiza, junto con otros exiliados
políticos, la “Asociación Nacional de Emigrados Políticos” y su periódico
mensual “Cuba Libre, Para los trabajadores”; Mella explica que la
organización “Tiene por fin principal reunir en una organización a todos los
que han tenido que salir de Cuba apremiados por la reacción machadista. Forma
también un puente entre los obreros y estudiantes que aunque han tenido que
emigrar por causas algunas veces distintas, reconocen en el destierro la
necesidad de unificarse en un ideal socialista para independizar a Cuba y
mejorar la situación que existe entre los trabajadores”. También Mella logra
agrupar a delegaciones de emigrados revolucionarios en Paris, Nueva York,
Madrid, Bogotá y México. Para Mella cada lucha es una oportunidad de lanzar
una plataforma para el desarrollo del partido.
En “El Machete” Mella se destaca como excelente propagandista, en sus páginas
explica a los trabajadores en un lenguaje comprensible el papel del periódico
como organizador colectivo; para elevar la visión de los militantes más allá
de su medio inmediato y proporcionar a los trabajadores una visión general de
su lucha; como una tribuna de denuncia para los proletarios haciéndole tomar
conciencia de su papel contra el capital. Mella explica que el periódico debe
ser “un inmenso fuelle soplando en todos los lugares donde exista el
descontento de la lucha de clases, para encender la hoguera general”. Mella
realiza un esbozo de su más acariciada obra escrita, una obra sobre José
Martí; sobre este libro, Mella dice: “Tanto lo he pensado, lo he amado, que
me parece un viejo libro leído en la adolescencia”. Desgraciadamente su
prematura muerte no le daría tiempo de escribirlo. Mella es en verdad, a
pesar de su juventud, un puente vivo, a través del anciano Baliño, entre
Martí, el gran libertador con ideas jacobinas y la colosal tarea que el
proletariado tiene ante la historia. Para Mella es una necesidad
reinterpretar a Martí para el provenir pues “no ha habido otro revolucionario
de los fines del siglo pasado que amase más al continente y que los sirviese
mejor con la pluma, la palabra y la espada”. Martí es una muestra de que “No
es necesario para ser internacionalista odiar al suelo en que se nace,
olvidarlo, despreciarlo y atacarlo. Así afirman estúpidamente las plumas
reaccionarias y mercenarias que somos los internacionalistas de hoy, los
revolucionarios del proletariado. No. Internacionalismo significa, en primer
término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista, y,
conjuntamente solidaridad, unión estrecha con los oprimidos de las demás
naciones. ¿Que solamente los socialistas puros pueden ser internacionalistas?
No es nuestra culpa que el proletariado sea la clase revolucionaria y
progresista del momento actual”. La consigna de Martí “Juntarse, esta es la
palabra del mundo” debe ser seguida concretamente por esta: “¡Proletarios de
todos los países, uníos!”.
c) La Lucha de Mella contra el oportunismo
Mella jugó un destacado papel en la lucha teórica contra el oportunismo. A
Mella le repulsan abogados oportunistas como Vicente Lombardo Toledano -uno
de los primeros, junto con Morones, charros mexicanos; quien además de haber
sido miembro del “Partido Laborista”, cara política de los lideres charros de
la CROM, participaría en la preparación mediática para el asesinato de
Trotsky y entregaría (en los años treinta) a la CTM al gangster Fidel
Velásquez y, por si fuera poco, llamó a posponer la lucha de clases por
“motivos patrióticos” durante la segunda guerra mundial-. Mella fustiga a
Toledano por sus intentos burocráticos de vender la huelga de ferrocarrileros
de 1927: “Toledano no ve que la huelga ferrocarrilera esta en pié y que la
banda de esquiroles organizados por los suyos no ha sido bastante para
romperla definitivamente”. Ridiculiza los intentos de Toledano por hacerse
pasar por “teórico marxista”. Cuando este critica al PCM de participar en la
lucha política, Mella responde indignado “Dónde te han dicho que el marxismo
es apolítico y que no se puede combatir al imperialismo y la reacción feudal
en todos los terrenos? Combatimos, además, en todos los terrenos también al
colaboracionismo que ustedes practican”. En otro artículo critica las
esperanzas que pone Toledano en que la “Unión Panamericana”, una especie de
OEA de aquellos tiempos, pueda resolver “la cuestión obrera”,- algo que, por
cierto, reproducen muy bien los reformistas “amigos” de la ONU y del
gallinero parlamentario y enemigos del movimiento de masas-. “Nosotros somos
partidarios de trabajar en las organizaciones susceptibles de revolucionarse,
en todos los organismos que cuentan con masa obrera o campesina o elementos
revolucionarios. Por ejemplo, trabajamos dentro de la CROM para liberar a la
masa proletaria de la dictadura personal de un grupito de especuladores de la
política y explotadores de sus antiguos compañeros. Pero no estamos
dispuestos a trabajar también, por ejemplo, en las oficinas de la bolsa de
Nueva York, para “obtener mejoras para el proletariado”. Con el mismo tenor
ridiculiza el “evangelio” de Morones sobre los “bancos obreros” que crea
ilusiones entre los lideres obreros que “en vez de aspirar a ser los
directores de la revolución social aspirarán a ser los directores del
ilusorio imperio financiero proletario”.
Quizá su obra impresa más importante y contundente contra el reformismo fue
“La lucha revolucionaria contra el imperialismo” que escribió contra la secta
estudiantil reformista del Perú llamada “ARPA”. Este artículo no tiene
importancia en cuanto la citada organización sino por los puntos
fundamentales que separa al marxismo del sectarismo, del reformismo y de la
ambigüedad política. De esta organización critica una “enfermedad” que
reproducen muy bien actualmente algunas sectas que se autodenominan marxistas:
el hecho de estar absolutamente separadas del movimiento real de las masas
trabajadoras, organizando partidos de “tres hombres y un perro”; esas
organizaciones que creen, en palabras de Mella, “que un partido político
continental, organizado en un confortable estudio, sea realidad por el simple
hecho de existir en la imaginación de un iluso (...) como si por ponerse,
para sus reuniones el overol de mezclilla ya fueran proletarios y dejaran de
ser intelectuales separados de la masa obrera”. La falta de un programa y una
teoría firmes se reflejan, además de la política de chismes e intrigas que
caracteriza a los grupitos sin ideas, en consignas ambiguas que pueden
agradar al pequeñoburgués radical como a la misma burguesía. Cuando el ARPA
dice “Por la unidad de América” Mella aclara que debe ser la unidad
internacional de los trabajadores en la lucha por el socialismo y no la
unidad de América bajo bota imperialista; cuando el pequeñoburgués llama por
la “nacionalización de la tierra y la industria” el revolucionario contesta
“nacionalización en manos del proletariado triunfante”; cuando el ARPA grita
“Por la internacionalización del Canal de Panamá” señala que, sin más, esta
consigna significa “poner en manos de varias naciones imperialistas un punto
estratégico que no conviene que posea una sola”.
Fustiga la desconfianza orgánica de los intelectuales pequeñobrugueses en los
trabajadores que, incluso, algo muy popular después de la caída del
stalinismo, niegan la existencia de la clase obrera e “hipertrofian” el papel
de sectores que no juegan un papel fundamental dentro del capitalismo
(campesinos, indígenas, estudiantes). Cita a Lenin en su lucha contra los
utópicos populistas y deduce las consecuencias reaccionarias de dicha
política en la revolución China y el papel reaccionario del Kuomitang;
subraya el hecho de que los campesinos por ser pequeños propietarios están
incapacitados, por sí mismos, a desarrollar una conciencia socialista sino es
con la ayuda de un poderoso partido comunista con una base de masas dentro
del proletariado. Mella afirma contundente: “para decir que el marxismo (...)
es exótico en América, hay que probar que aquí no existe proletariado; que no
hay imperialismo con las características descritas por todos los marxistas;
que las fuerzas productivas en América son distintas a las de Asia y Europa,
etc. Pero América no es un continente de Júpiter sino de la tierra”.
Resulta absolutamente vigente la crítica a los grupos que ven en los
indígenas la clave de la liberación como la dirigencia del EZLN y otras
guerrillas latinoamericanas: “presentan al indio como algo fundamental, por
ser indio, para la lucha antiimperialista y por el socialismo. Porque son
más, infieren que los indios han de ser los de la hegemonía en la lucha.
Porque algunos todavía viven en un estado de comunismo primitivo, nos hablan
de “comunismo incaico autóctono” y de tomar como base para el movimiento
comunista a las comunidades de indios en un estado todavía bárbaro,
sociológicamente hablando. Olvida que la penetración del imperialismo termina
con el problema de la raza en su concepción clásica, al convertir a los
indios, mestizos, blancos y negros en obreros, es decir, al dar una base
económica y no racial al problema”.
Mella, influido, sin duda, en la crítica que hace Trotsky sobre los “Frentes
Populares” stalinistas, que condenarían a la revolución China (1927) a una
matanza y posteriormente a la revolución española (1936), la revolución
francesa (1968), etc; critica la referencias ambiguas sobre un frente en abstracto
“que no es más que el frente único a favor de la burguesía”, sin referir el
papel que le corresponde al proletariado en ese frente, que no es otro que
ganar a las masas de la influencia reformista, la de ganar “la hegemonía y la
aplicación de su dictadura para la realización del socialismo”. Hace
referencia explícita al Segundo Congreso de la Internacional Comunista,
dirigido por Lenin y Trotsky, en el que se señala la necesidad de apoyar los
movimientos de liberación nacional sin perder la independencia política y sin
fusionarse con la burguesía; hay que ganar a las masas pacientemente al mismo
tiempo que se aclara ante los ojos de los trabajadores el papel traicionero
de la burguesía nacional, pues, como afirma Mella, esto ha sido
históricamente demostrado con “Moncada en Nicaragua, el Kuomitang en China
(y) la nueva política de la pequeña burguesía mexicana”.
Con una política bolchevique “el partido comunista en México ha estado
apoyando la lucha de la burguesía liberal, democrática y revolucionaria; contra
el imperialismo y sus aliados nacionales (...) pero en ningún momento ha
pretendido dejar a la clase obrera aislada o entregada a las otras clases
para cuando las condiciones cambien”. Mella comprende perfectamente que en la
lucha por reformas que no trascienden el capitalismo la clase obrera va
elevando su nivel de conciencia: “Todo movimiento revolucionario aunque no lo
quieran sus directores (simples liberales) es un paso hacia el comunismo, es
decir, hacia la emancipación total de las clases oprimidas” pues en esta
lucha los comunistas van ganando influencia para, según Marx, “tomar el cielo
por asalto”. En la lucha por el comunismo es necesario, además, utilizar “el
aparato burgués del estado para desenmascarar las farsas de la misma
democracia burguesa, para obtener conquistas para el proletariado, no para
aletargarlo, como hacen los reformistas, sino para ponerlo en mejores
condiciones con el fin de vencer en las luchas futuras y en la “lucha final”
de la que nos habla el himno del proletariado”. Mella subraya hasta el
cansancio el carácter internacionalista del movimiento obrero. Todas estas
cuestiones políticas fundamentales ponen a Mella con sus escasos 26 años de
vida muy por encima de militantes de 70 años de edad cansados de luchar y
estragados por el reformismo.
d) Mella y el trotskismo (Bolchevismo)
Un servicio más que Mella daría a la clase obrera en México fue la de haber
sido el primer brote de oposición trotskista en México. Y fue de los primeros
en sufrir represalias por sus ideas afines al bolchevismo (trotskismo) dentro
del mismo PCM. En febrero de 1927 Mella asiste como representante de la Liga
Antiimperialista a Bruselas y, después, se hace realidad su ambición de
visitar el país de los soviets participando en el IV Congreso de la
internacional sindical Roja. Es allí donde conoce al todavía trotskista
Andrés Nín “quien le explicó las tesis de la oposición de izquierda y la
lucha que tenía lugar en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética
(PCUS)”. Mella lee la histórica “Plataforma de la oposición” -escrita por
Trotsky y otros destacados bolcheviques que habían encabezado junto con Lenin
la revolución- y coincide en puntos fundamentales: la necesidad de
independencia de clase con respecto a la burguesía (en su famoso artículo
sobre el ARPA subraya, como vimos, este hecho con respecto a la revolución
china de 1927); la imposibilidad de construir el socialismo en solo país.
A su regreso Mella escribe un excelente artículo en “El Machete” (“Cuadros de
la Unión soviética”) en donde habla sobre la democracia obrera implementada
por los bolcheviques y el control que el obrero ruso comienza a tener en su
propia vida desde las propias fábricas; en este artículo Mella cita a Trotsky
(¿A dónde va Rusia?) -ya en este entonces citar a Trotsky era considerado un
sacrilegio por los stalinistas-. De hecho la historia oficial sobre Mella no
menciona que a su regreso dio pasos concretos para la creación en México de
la Oposición de izquierda; “Sin embargo, algunos testimonios así lo afirman”
dice Olivia Gall. “Concretamente, los de los tres militantes comunistas de la
época, que fueron parte del nacimiento de la oposición de izquierda en el
seno del PCM: Manuel Rodríguez, (...), Felix Ibarra y Bernardo Claraval”. De
hecho, según testimonios recabados por el destacado historiador marxista,
Pierre Broué, Mella fue echado del PCM por sus ideas trotskistas en
septiembre de 1928, pocos meses antes de su asesinato, ante miembros de la ya
estalinisada “Internacional Comunista”, Mella fue expulsado junto con otros
acusado de trotskismo. Si es esto cierto o no, pues los testimonios al
respecto se contradicen, es seguro que al menos Mella estuvo a punto de ser
expulsado. De acuerdo con Olivia Gall, en la obra citada, Mella pudo haber
sido asesinado por los mismos stalinistas, especialmente por Vittorio Vidali,
agente stalinista y asesino personal de Andrés Nin en la revolución española,
aunque esto quizá sea ya una exageración pues no parece que en ese punto la
stalinización del PCM haya llegado tan lejos.
A la muerte de Mella todos los extraordinarios logros que hicieran del PCM el
partido comunista más exitoso de América Latina serían tirados a la basura
por el stalinismo, aunado a la feroz represión de “El Maximato”,. A partir
del giro estúpido y ultraizquierdista, el llamado “tercer periodo” (en 1928),
en donde la paciente labor en las bases de las organizaciones obreras sería
sustituida por la lunática estrategia de denunciar a todos los partidos
reformistas de “socialfascistas”, política sectaria que prepararía el asenso
del nazismo; el PCM, con apenas dos mil miembros, se lanzó a la aventura de
lanzar su propio bloque electoral (BOC), y tachar a toda reforma, que pudiera
servir como puente para conectar con las masas, como fascista, así se calificó,
por ejemplo, a la Ley Federal del Trabajo de 1931. Las plataformas de
solidaridad de Mella para con la revolución en Nicaragua fueron tiradas
vergonzosamente por la borda; se acusó a Sandino como traidor a la lucha por
la liberación nacional, en vez de la actitud paciente y firme para con los
simpatizantes con Sandino. Pero los crímenes más bárbaros del stalinismo
contra el comunismo mexicano, del que nunca se recuperaría y que condenarían
al PC a el papel de una secta, dando bandazos periódicos del ultraizquierdismo
al oportunismo más vil de acuerdo con los caprichos de Stalin, serían: la
salida de los sindicatos de masas, en los que el PCM había tenido sus mas
grandes frutos, para formar su propio sindicato en “las nubes”; la malograda
“Confederación Sindical Unitaria de México”; las criminales expulsiones de
todas las figuras dirigentes (Úrsulo Galván, Manuel Almaza, etc.) de la
prometedora Liga Nacional Campesina, en cuyo seno el PCM tenía su mayor
influencia; el exitoso “El Machete” seria rebajado a un nivel teórico
deplorable y vergonzoso. Y la aun más vergonzosa y criminal campaña
(inclusive organizando atentados terroristas) para el asesinato de Trotsky,
el líder de la revolución rusa y organizador del ejercito rojo,.
La historia oficial, y muy probablemente sea la verdad, dice que Mella fue
asesinado por un agente de Machado por la incansable lucha y denuncia contra
los crímenes de la dictadura. Cae asesinado el 10 de enero de 1929 uno de los
más grandes revolucionarios de América Latina, en un momento en que su
pensamiento teórico y labor práctica se elevaban como meteoro y en el que el
movimiento obrero estaba en el umbral de una nueva y cruenta lucha contra el
stalinismo y contra la crisis mundial capitalista del 1929, en la que, sin
duda, Mella hubiera jugado un papel imprescindible. Sus restos pudieron
descansar en paz después de la revolución cubana en el “memorial Mella”
situado frente a la Universidad de la Habana. Con apenas 26 años de edad
Mella realizó una labor titánica que muchos hombres no lograrían llevar en
varias generaciones.
Mella es una inspiración para el movimiento estudiantil revolucionario y para
el mismo movimiento obrero de Cuba, de México y de todo el mundo. Su obra se
vio reflejada en la revolución de 1930-33 que derribaría la dictadura de
Machado y, sobre todo, en la heroica huelga general que derribaría a la
dictadura de Batista y obligaría a la guerrilla del Che y Fidel a tomar el
poder y, posteriormente, derribar el capitalismo en Cuba. Corresponde a los
obreros Cubanos, con el apoyo de sus hermanos mexicanos, “hacer la revolución
dentro de la revolución” e implementar la democracia obrera e impulsar la
revolución continental tan añorada por Mella. Se dice que sus últimas
palabras fueron “muero por la revolución”. Que este documento sirva para que
las nuevas generaciones vivan y mueran para que el sueño de Mella se vuelva
realidad: ¡La Revolución Socialista!
Bibliografía:
Julio Antonio Mella, Escritos revolucionarios, Siglo Veintiuno, México,
1978.
Barry Carr, La Izquierda Mexicana a través del siglo veinte, Era, México,
1996.
Olivia Gall, Trotsky en México, Era, México, 1991.
Francisco López Segrera, Raíces históricas de la revolución cubana,
Universidad Autónoma de Sinaloa, México , 1985.
Compilación, Cien años de lucha de Clases en México; tomo II”, Quinto
Sol, México, 1985.
Trotsky y otros, La oposición de izquierdas en la U.R.S.S., Fontamara,
España, 1977.
León Trotsky, La revolución Traicionada, Fundación Federico Engels,
España, 2001.
León Trotsky, ¿A dónde va la URSS?, Juan Pablos, México, 1976.
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