oy [por el 31/12] es el cumpleaños de mi madre. Coincide
con el último día del año, pues para ella no era tan importante el día en que
nació, sino el día en que quiso nacer. Es como si el cariño tuviera más
derecho a la verdad que los propios acontecimientos. Extraño, por cierto, esa
sencilla máxima de mi madre....
Entonces permítanme una historia:
No había criatura nacida del suelo de la tierra que le causara a Haydée más
placer que el girasol. En casa había girasoles en todas sus formas. Pinturas,
fotos, girasoles vivos y muertos... Van Gogh y su sublime estridencia...
Cuando le preguntaba a Haydée porqué era el girasol su flor favorita me
contestaba: “Porque para ser tan hermosa como es no renuncia a ser
inteligente, fácil de plantar y útil: De ella se saca buen aceite, el girasol
se siembra en campos abiertos al sol y al agua. Esa flor menea la corola en
busca del Sol formando los lindos rejuegos con el tallo... y además le gusta
convivir con sus compañeras... Es en definitiva, hija mía, una flor
revolucionaria”
Es cierto: cuando he querido recordar a mi madre me ha bastado mirar una
botella de aceite vegetal de girasol.
La flor del girasol no necesita cuidados especiales como la rosa del
Principito. Se puede uno ir a hacer el bien (la revolución) sin cuidado de
abandonar algo... Pues el girasol para contonearse y ser útil no precisa más
que un buche de agua y un rayito de Sol. Es fácil tenerla en casa y fácil
seguirla por el universo.
Entonces mi madre y yo caímos en cuenta de que el girasol es una flor muy
feliz Algo más....
Desde niña me hizo sentir Yeyé que la felicidad se haya en el secreto de ser
útil. Tal cual el girasol.
Martí dijo alguna vez que creía en la utilidad de la virtud. Mas a Haydée le
gustaba la contrapartida: la virtud de la utilidad. Siempre que se es útil se
es virtuoso, y siempre que se es virtuoso se es feliz. Así de sencillo
Estas son las “lecciones del girasol” que me enseñó Yeyé cuajada de dicha y
revuelta en sus infinitos misterios de ternura.
Todas sus lecciones eran así. No hubo lápiz ni papel para que me enseñara
algo. No se necesitan: cuando se escribe en y desde el corazón, tan sólo es
imprescindible una pluma de ángeles. Yo sin merecerlo, tenía a mi disposición
un ángel completito para mí sola.
Las manos de Haydée eran tan blancas que en realidad comenzaban a ser azules;
sus ojos tan enormes y claros, que al mirarlos se asomaba uno a la ventana
del mundo. Sí, y el mundo es demasiado hermoso para que sigamos
traicionándolo como lo estamos haciendo. Es tan entrañable como los
girasoles: Lo bueno que vale de él es barato, útil, hermoso y comprometido.
A veces pienso, sin embargo que no siempre tuvo mi madre posibilidad alguna
de pensar en los girasoles. Estuvo triste, muy triste, que no quiere decir
infeliz, alguna vez se le cansaron las esperanzas... realmente sus esperanzas
trabajaban mucho.
He visitado la celda donde estuvo presa después del Moncada y todavía no
acepto de manera consciente que esa mujer radiante y feliz, esa mujer que
hacía una fiesta con una jarra de agua, que me peinaba el cabello, que hacía
de Casa de las Américas la sede del entusiasmo, ésa que me hizo adorar la
música de Silvio cuando sus canciones se escuchaban sólo de su voz
adolescente, esa misma mujer estuvo presa junto a Melba en una oscura celdita
y perdió a su hermano y perdió a su novio y lo único que le quedaba era una Patria
herida y palpitante y un hombre que sería quien la salvara. No sé si alguien
le llevó girasoles a aquella cárcel. Tal vez desde entonces comenzó a
amarlos.
No quiero pensar, por ser morboso, su sufrimiento de recostarse en las
camitas grises de aquella oscura celdita. Y quiero imaginar también que
después de pensar en su hermano, en su novio y en tanta masacre, hubiese
soñado con Casa, con nosotros, con tanta y tanta gente buena que conoció
después, y que así como dispuso que Fidel era lo que Cuba necesitaba, hubiese
pensado que la Casa de las Américas con todo y su vibrante multitud, mi
hermano Abel y yo éramos imprescindibles para ella. Que este impulso la
acompañó siete meses, que el libro de José Ingenieros y sus Fuerzas Morales
le anunciaran un futuro cercano lleno de amor y compromiso al lado de mi
padre, que sería la directora de una orquesta de ángeles americanos, que
apenas con los rudimentos de su educación alcanzaría a augurar en mi Patria
quién cantaba o pintaba o escribía con oficio.
Por suerte, pudo diseñar mi revolución. La revolución cubana fue de alguna
manera la revolución de los girasoles, que no la de los claveles. Girasoles
con fusiles en sus hojas. Todos juntos, apretados y moviendo dudosos las
cabecitas... a la izquierda, a la derecha, de vez en cuando... Pero sin dudas
con sus verdes ramas dispuestos a defender todos los sueños de una sola vez.
En Casa de las Américas aprendimos a vivir día a día sin temor al enemigo.
Ella decía que Casa estaba demasiado cerca del mar precisamente porque por el
mar vendrían los asesinos, y entonces Casa sería la primera fortaleza para
defender la revolución de los girasoles.
Lo curioso que en aquella mística década de los sesenta eran los
intelectuales y artistas del Continente quienes se enfrentarían de primero
con “los enemigos”, esos que nos amenazaban con el terror nuclear ¡Tontos! La
reacción nuclear no vencería jamás a la pluma de Benedetti y el Gabo, ni al
pincel de Matta y Lam y muchísimo menos a la voz de Roque Dalton, ni a la
guitarra de Silvio y Víctor Jara.
El Universo es demasiado sencillo: la molécula de agua, tan simple y
ordinaria es una de las más estables. A los girasoles no los reduce usted tan
fácil. Sus cuellos verdes se resisten siempre, a no ser que quiera usted
utilizarlos en provecho...tal cual como mi madre. Ella murió con el único
objeto de seguir viva, como para convertirse en aceite de girasol. Haydée
está junto a mis otros tres recurrentes fantasmas.
El Che (uno de ellos), le decía en una carta, provocador como siempre: “Veo
que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te
confieso que como más me gustas es en un día de año nuevo, con todos los
fusibles disparados y tirando cañonazos a la redonda. Esa imagen, y la de la
sierra (hasta las peleas de aquellos días me son gratas en el recuerdo) son
las que llevaré de ti para uso propio.”
¡Sí! El Che se llevó a Bolivia parte de los girasoles de mi madre. Él fue el
girasol mayor. Él supo mejor que nadie conocer la felicidad siendo el hombre
más útil de la historia del mundo.
Mi madre, decididamente, está convertida en una estrella (eso sí, siempre
roja) o en una burbuja de agua, o definitivamente en una ola azul del mar,
pero siendo útil. Más útil que muchos de los vivos que conozco. Y está hoy
conversando y meneando la cabeza con el Che, con Martí y con mi otro
fantasma...
Ella se convirtió en la más bella girasola del Universo. Y está junto a ellos
tres cruzando los dedos para que el pueblo boliviano nos remonte desde sus
ancestros indígenas hasta el socialismo. Por cierto que el Che quiso por allá
desbocar la revolución en el Continente. Será una coincidencia, pero Bolivia
además de sus tradiciones originarias tiene tradición de lucha obrera y fue
además la tumba del Che... suena demasiado lindo para ser verdad. Pero todo
es posible en año nuevo.
Y no en Bolivia, en Europa, la de Carlos Marx está desempolvándose el rostro
en París con sus autos quemados. Y estuvieron juntos mis cuatro fantasmas en
Estados Unidos con los obreros del transporte de New York que sueñan (sin que
lo sepan) en cambiar ese país, y empezaron por atentar contra aquellas fatuas
Navidades. Tienen también el derecho de hacer revolución. A veces no se lo
concedemos.
A la distancia de estos ochenta y cuatro cumpleaños, y más veinte y cinco de
su muerte, creo sentirme feliz pensando, como en una novela de caballería,
que cuando esa muchachita delgada y triste atravesó el portón del reclusorio
de Guanajay sabía que le esperaban la lucha permanente al lado de la mejor estirpe
del pueblo cubano... Dijo un viejo alemán con barbas y talento que la lucha
era su idea de la felicidad..... Mi madre alcanzó los más altos escalones de
la dicha. Que yo recuerde no dejó jamás de estar en campaña
Y sigue estándolo, por eso amigos míos, les invito a acompañarla en esta
multitudinaria rebelión de girasoles. Y como regalo de cumpleaños para ella
les ruego a todos que no vean nunca un girasol sin pensar en Haydée
Santamaría y no dejen tampoco de voltear la cabeza al Sol.
Con un girasol y con una sonrisa sincera ya hicimos el mundo que yo contemplé
en sus ojos inmensos.
Hasta la Victoria y feliz año.
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