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Israel: cinco décadas de pillaje y limpieza étnica
Por Cecília Toledo - Sunday, Jan. 15, 2006 at 8:27 PM

El carácter racista del movimiento sionista tiene su cara más abominable en la relación que siempre mantuvo con los propios judíos. Ralph Schoenman recuerda que “los fundadores del sionismo estaban desesperados por combatir el anti-semitismo y, paradójicamente, consideraban a los propios anti-semitas como aliados, porque compartían el deseo de arrancar a los judíos de los países en que vivían. Paso a paso, asimilaron los valores del odio a los judíos y el anti-semitismo, llegando, el movimiento sionista, a mirar a los propios anti-semitas como sus más fieles padrinos y protectores”. Él cita inclusive una carta que Theodor Herzl envió al Conde Von Plehve, autor de los peores pogroms en Rusia – los pogroms de Kishinev – con la siguiente propuesta: “Ayúdeme a conseguir cuanto antes la tierra (Palestina) y la revuelta (contra la dominación zarista) acabará. Von Plehve concordó y comenzó a financiar el movimiento sionista.

http://www.marxismalive.org/toledo3esp.html


Israel: cinco décadas de pillaje y limpieza étnica

Cecília Toledo
Periodista y miembro del PSTU-Brasil



“Fue para una tierra sin pueblo que lentamente, en el final del siglo pasado, comenzó a encaminarse un pueblo sin tierra”.1 Esa historia, que desde la fundación de Israel en 1948 viene siendo martilleada en la cabeza de los pueblos del mundo entero, comienza a derrumbarse. Y ya no solo por obra de los marxistas revolucionarios, sino de los propios israelíes. Tom Segev, uno de los más destacados historiadores de Israel en la actualidad, entrevistado recientemente por el periódico Folha de S.Paulo2, demuestra esa falacia. Autor del libro 1949 – Los Primeros Israelíes, Segev se basa en el diario del padre-fundador de Israel, David Ben Gurion, en el cual él describe su política para forzar la salida de los árabes del recién creado país. El libro, antes repudiado por mostrar que la versión oficial, en boga hasta entonces, era fantasiosa y que los árabes no dejaron Israel por propia voluntad, sino que fueron expulsados con refinada crueldad, ya está inclusive siendo adoptado en las escuelas.
Periodista y miembro del PSTU-Brasil


Ese “reconocimiento” por parte de la historia oficial es un tanto tardío si tenemos en cuenta que otros autores, en especial los marxistas, ya habían, exhaustivamente, contado la historia real del sionismo y desenmascarado una de las más monumentales falsificaciones históricas hechas hasta hoy. Entre esos historiadores marxistas se destacó el militante revolucionario Abraham León, muerto en las cámaras de gas de Auschwitz a los 26 años, y autor del importante libro Concepción Materialista de la Cuestión Judía, y Ralh Schoenman, que escribió la Historia Oculta del Sionismo, un relato detallado y que no deja dudas sobre la ocupación judía de Palestina. Sin embargo, ese reconocimiento es una demostración más de que la situación es tan grave y el avance de la Intifada tan fuerte que hasta importantes historiadores israelíes ya están admitiendo que la ideología “de la tierra sin pueblo” es pura invención, y niegan el torrente de mentiras que los sionistas vienen pregonando hace décadas y que sirvieron para ilusionar a mucha gente.



Judíos: un pueblo-clase en las sociedades pre-capitalistas



Abraham León parte da propuesta de Marx para demostrar que la supuesta originalidad del pueblo judío tiene causas materiales e históricas, sin ninguna relación con Jehová o una seudo “esencia” racial inmutable, como suponen tanto los anti-semitas como los sionistas. Según Marx, para entender la cuestión judía, “no debemos buscar el secreto del judío en su religión, sino el secreto de la religión en el judío real” 3 Partir de la religión, como normalmente se acostumbra a hacer, no explica la cuestión judía; para entenderla es preciso entender al judío en su papel económico y social.


León va en busca de los orígenes del pueblo judío y llega a la importante y rica noción de pueblo-clase. En las sociedades pre-capitalistas, los judíos fueron una clase social, un pueblo-clase4, como son, entre otros pueblos, los gitanos. Los judíos representaban las formas “pre-históricas” del capital, tanto en el mundo antiguo como en el mundo feudal. En el feudalismo, las transacciones con dinero ocurrían relativamente al margen del modo de producción, ya que esas sociedades eran productoras de valores de uso y no de cambio. Por ser una actividad marginal, era ejercida por “extranjeros”, por pueblos-comerciantes, como los fenicios, los judíos y los lombardos. Eran pueblos-clase que, como decía Marx, existían en los poros de la sociedad productora de valores de uso. Así, los judíos son la sobre vivencia de una vieja clase mercantil y financiera pre-capitalista.


Sobre esas relaciones materiales de los judíos se asentaba una superestructura institucional e ideológica: autoridades comunitarias, una religión “especial” y el mito de considerarse descendentes del primitivo pueblo hebreo que habitaba en Palestina en el inicio de nuestra era. Esa superestructura ayudaba a mantener la cohesión del pueblo-clase mas, al mismo tiempo, falsificaba la verdadera naturaleza de su existencia. Es el fenómeno de la falsa conciencia, común a todas las ideologías. Y explica porque no hay unidad racial entre los judíos. Oculto bajo ese manto ideológico-religioso, ocurría el fenómeno de la incorporación de individuos o grupos enteros al pueblos-clase. Eso explica que existan judíos de “raza” mongólica en Dagestán, judíos negros (los falasha) en Etiopia, judíos árabes en el Islán y judíos de origen eslavo en Europa Oriental. Eso prueba que la descendencia común de Abraham o de los habitantes de Palestina en el inicio de nuestra era es puro mito.


Con el desarrollo del capitalismo, la vieja clase comercial pre-capitalista judía fue perdiendo las bases materiales de su existencia como pueblo-clase. En Europa Occidental, especialmente en Inglaterra, los judíos comienzan a asimilarse de forma natural. Pero antes que ese proceso alcanzara a Europa Oriental, de capitalismo mas atrasado, entramos en la etapa imperialista del capitalismo, de descomposición en todo el mundo.


Los judíos, tanto en Europa Occidental como Oriental, pasaron a enfrentar una situación dramática. Al situar la solución del problema judío en los términos de la lucha por el socialismo, el marxismo comenzó a ejercer una gran atracción sobre las masas judías. Su camino era fundirse con la clase trabajadora en sus luchas contra el capitalismo, porque para las masas judías miserables de Varsovia o de Kiev, el camino seguido por sus correligionarios más afortunados de Inglaterra o de Francia, de asimilación como burgueses en los marcos del capitalismo, ya estaba cerrado. En Rusia, mientras el imperio zarista alentaba los choques entre rusos y polacos o ucranianos, o de estos contra los judíos, y mientras el Imperio Austro-Húngaro hacia lo mismo en el mosaico de pueblos que dominaba, los marxistas revolucionarios llamaban a la unidad de todos los trabajadores (de cualquier lengua, nacionalidad o “raza”) para luchar contra esos regímenes y contra toda la burguesía imperialista europea.


Por eso muchos obreros, estudiantes e intelectuales de origen judío ingresaron en las filas socialistas y se integraron entre los trabajadores de sus países. Pero el viejo pueblo-clase, en las condiciones del capitalismo moderno, era cada vez menos homogéneo. Y así también familias ricas, como los Rothschild y otros millonarios se ligaron a la burguesía imperialista de los diversos países europeos. Y, entre las salidas burguesas para el problema judío apuntadas por esos sectores, la más importante era el sionismo. Otra salida reformista fue propuesta por aquellos que quedaron conocidos como bundistas.



El bundismo



Los bundistas eran miembros del Bund, a Unión General de Obreros Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, fundada en 1897. Surgieron en Rusia como un sector de la social-democracia, tanto que, en el inicio, el Bund hizo parte del Partido Obrero Social-Demócrata Ruso, pero cuando este se dividió, el Bund se situó contra los bolcheviques5.


La base social del Bund estaba constituida por sectores de artesanos, semiproletarios o obreros de pequeños talleres, especialmente de la industria textil. Era un amplio sector con un pie en el viejo gueto y otro en el proletariado industrial moderno. Esto se reflejaba en la ideología del Bund que, por un lado se reivindicaba marxista y revolucionario y, del otro, negaba el internacionalismo al levantar barreras entre los obreros de distintas nacionalidades. Con la bandera de la defensa de la cultura nacional, predicaba que los obreros judíos debían organizarse de forma separada de los obreros rusos, polacos, etc. Así, acababa por hacer el juego a la burguesía, al dividir a los trabajadores de cada fábrica o ciudad según su origen nacional o “racial”.


Ese carácter contradictorio, reflejo de una contradicción real de su base social, determinaba que, a pesar de su capitulación al nacionalismo burgués, el Bund no proponía que los trabajadores judíos se separasen da la lucha de clases ni se uniesen a la burguesía judía para ir colonizar a Palestina o a algún otro territorio. Quien sí hizo eso fueron los sionistas.



El surgimiento del sionismo



También en 1897, cuando surgió el Bund, se realizó en Basilea, Suiza, el Congreso de Fundación de la Organización Sionista6. El telón de fondo de la irrupción del movimiento sionista fue la rápida capitalización de la economía rusa después de la reforma de 1863, que volvió insoportable la situación de las masas judías de las pequeñas ciudades. En Occidente, las clases medias, trituradas por la concentración capitalista, comienzan a volverse contra el elemento judío cuya competencia agrava su situación.7


En medio de ese clima, surge en Rusia la Asociación de los Amantes de Sión y es publicado el libro de León Pinsker, La Auto-emancipación, preconizando el retorno a Palestina como única solución posible para los judíos. Más tarde, un periodista judío de Budapest, Theodor Herzl, escribe El Estado Judío, que hasta hoy es considerado el evangelio del movimiento sionista, según Abraham León.8 En Francia el barón de Rothschild, junto con otros magnates judíos, se opone a la llegada en masa de inmigrantes judíos en los países occidentales y comienza a apoyar la obra de colonización judía de Palestina. “A sus ‘hermanos desafortunados’ a volver al país de sus ‘antepasados’, o sea, a ir lo más lejos posible, nada tenía de desagradable para la burguesía judía de Occidente, que temía, con razón, el crecimiento del anti-semitismo”, dice León. Así, aunque la Organización Sionista pasase a disputar la misma clientela que el Bund e inclusive el socialismo revolucionario, su carácter de clase era marcadamente distinto: aparecía como el programa de un sector de la gran burguesía judía, que terminaría siendo dominante dentro de ella.


Al principio, el sionismo aparece como una reacción de la pequeña burguesía judía, duramente golpeada por la creciente ola de anti-semitismo, teniendo que desplazarse de un país a otro, y queriendo atingir la Tierra Prometida a todo coste para librarse de esa situación. Ahora bien, el sionismo procura asentarse en una explicación religiosa para justificar su existencia. En el año 70 de la era cristiana, los judíos fueron expulsados de Jerusalén ocupada por los invasores romanos. Ya en la Biblia, Jerusalén era considerada la patria de los judíos, ellos habrían sido expatriados; fue la famosa Diáspora, que diseminó a los judíos por los cuatro costados del mundo.


Volviendo a Marx, para entender la cuestión judía es preciso partir de las condiciones materiales de vida del judío y no de la religión, de las fantasías e ideologías creadas a lo largo de la historia. “Mientras que el sionismo es, realmente, producto de la última fase del capitalismo, o sea, del capitalismo que comienza a descomponerse se vanagloria de tener su origen en un pasado más que vi milenario. Y si bien el sionismo es esencialmente una reacción contra la crisis del judaísmo generada por la combinación del desmoronamiento del feudalismo con la decadencia del capitalismo, afirma ser una reacción contra la situación existente desde la caída de Jerusalén, en el año 70 de la era cristiana”, dice A.León.


Pero el propio surgimiento del movimiento sionista refuta esas pretensiones. “¿Cómo creer que el remedio a un mal existente hace dos mil años solo haya sido encontrado en el final del siglo XIX? El sionismo ve la caída de Jerusalén como causa de la dispersión y por consiguiente, el origen de todos los males de los judíos en el pasado, en el presente y en el futuro. “La fuente de todas las desgracias del pueblo judío está en la pérdida de su patria histórica y su dispersión en todos los países”, declara la delegación “marxista” del Poalé-Sión en el Comité holandés-escandinavo9.


Esa historia de los judíos, como es contada por los sionistas, trata de crear el telón de fondo para justificar la ocupación de Palestina. Así, después de la violenta dispersión de los judíos por obra de los romanos, los judíos no quisieron asimilarse. Imbuidos de su “cohesión nacional”, “de un sentimiento ético superior” y de “una indestructible creencia en un Dios único”, habrían resistido a todas las tentativas de asimilación.10 Lo que no es verdad, ya que, como vimos anteriormente, hubo a lo largo de esos dos mil años innumerables casos de asimilación. Pero, de acuerdo con la historia construida por los sionistas, eso jamás habría ocurrido; la única esperanza de los judíos durante esos días sombríos que duraron dos mil años era retornar a la antigua patria.


Según A.León, nunca el sionismo se había planteado esa cuestión de forma seria. ¿Por qué, pregunta, durante esos dos mil años jamás intentaron volver realmente a esa patria? ¿Por qué fue necesario esperar hasta el fin del siglo XIX para que Herzl los convenciese de esa necesidad? ¿Por qué todos sus predecesores eran tratados como falsos Mesías? Para responder a esas incómodas preguntas, el sionismo recurre a los mitos. “Mientras las masas creían que debían esperar en la Diáspora hasta la llegada del Mesías, fue preciso sufrir en silencio”, dice Zitlovski.11 Sin embargo, como dice A.León, esa explicación no aclara nada. Se trata precisamente de saber por qué las masas judías creían que debían esperar el Mesías para poder ‘regresar à su patria’. Como la religión es un reflejo ideológico de los intereses sociales, a partir del final del siglo XIX ella comenzó a dejar de ser un obstáculo para el avance del sionismo y transformarse en una cortina de humo para su expansionismo, sirviendo para encubrir y justificar todas sus miserias.


Esas concepciones idealistas del sionismo son inseparables del dogma del anti-semitismo eterno, o sea, de que pase lo que pase, los judíos serán siempre perseguidos. De esa forma, el sionismo traslada el anti-semitismo moderno para toda la historia, economizando el trabajo de investigar las diversas formas de anti-semitismo y sus causas, e inclusive omitiendo el hecho de que en diversas épocas históricas los judíos no fueron oprimidos, sino opresores, como miembros de la clase dominante.


“En verdad, la ideología sionista, como toda ideología, no es sino el reflejo desfigurado de los intereses de una clase. Es la ideología de la pequeña burguesía judía, oprimida entre el feudalismo en ruinas y el capitalismo en decadencia”, sintetiza A.León. Él resalta un hecho justo, o sea, que la refutación de las fantasías ideológicas del sionismo no refuta, naturalmente, las necesidades reales que lo hicieron nacer. Es el moderno anti-semitismo y no el mítico anti-semitismo “eterno” el mejor agitador en favor del sionismo. Así la cuestión fundamental es saber en que medida el sionismo es capaz de resolver no “el eterno problema judío” sino la cuestión judía en la época da decadencia capitalista.


Los defensores del sionismo lo comparan con los demás movimientos nacionales. Pero el movimiento nacional de la burguesía europea es consecuencia del desarrollo capitalista; refleja la voluntad de la burguesía de crear las bases nacionales de la producción, de abolir los resquicios feudales. Pero en el siglo XIX, época de florecimiento de los nacionalismos, la burguesía judía, lejos de ser sionista, era profundamente asimilacionista. El proceso económico que hace surgir las naciones modernas lanzaba las bases para la integración de la burguesía judía en la nación burguesa. Solo cuando el proceso de formación de las naciones llega al fin, cuando las fuerzas productivas dejan de crecer, constreñidas por las fronteras nacionales, surge el proceso de expulsión de los judíos de la sociedad capitalista y el moderno anti-semitismo. La eliminación del judaísmo acompaña la decadencia del capitalismo. Lejos de ser un producto del desarrollo de las fuerzas productivas, el sionismo es justamente la consecuencia de la total parálisis de ese desarrollo, de la petrificación del capitalismo, en palabras de A León. Así, mientras el movimiento nacional es un producto del período ascendente del capitalismo, el sionismo es fruto de la era imperialista. La tragedia judía del siglo XX es una consecuencia directa de la decadencia del capitalismo.12


Con toda razón, A.León recuerda que justamente ahí está el principal obstáculo para la realización del sionismo, la llave para comprender la crisis que se vive en Palestina desde la fundación del Estado de Israel. La decadencia capitalista, base del crecimiento del sionismo, es también la causa de la imposibilidad de su realización. La burguesía judía se ve obligada a crear un Estado nacional y asegurar las condiciones para el desarrollo de sus fuerzas productivas justamente en la época en que las condiciones para eso desaparecieron hace mucho tiempo. La decadencia del capitalismo, si por un lado colocó de forma tan aguda la cuestión judía, por otro vuelve imposible su solución por la vía sionista. Y no hay nada de asombroso en eso, dice León. No se puede suprimir un mal sin destruir sus causas. “El sionismo quiere resolver la cuestión judía sin destruir el capitalismo, principal fuente de los sufrimientos de los judíos”.13


Eso marca, como un hierro candente, el carácter de clase del movimiento sionista. Es cierto que los pioneros de la colonización de Palestina eran artesanos, pequeños comerciantes pobres, personas sin grandes posesiones. De esa forma, se trató de crear una imagen “plebeya” y hasta “obrera” y “socialista” del sionismo. Sus defensores, principalmente los que se dicen de izquierdas, aceptan la idea de que el movimiento sionista no era un factor progresivo en la política europea, pero argumentan que eso era secundario frente a un hecho esencial: el sionismo sería el movimiento de liberación nacional del pueblo judío. Y del “pueblo más pobre”, de ahí que sea una “causa justa”.


Esta claro que no estaba en los planes de Rothschild y de la gran burguesía judía ir personalmente a Palestina a cultivar la tierra. Lo que hicieron fue impulsar un movimiento para confinar los judíos más pobres en la Tierra Santa y, con eso, apartarlos de la lucha de clases en Europa y de los partidos de la izquierda, y, por otro lado, se libraron, ellos en primer lugar, de la furia antisemita que crecía a ojos vistas. Otro objetivo de ese movimiento impulsado por la burguesía judía era transferir esas masas para fuera de Europa para constituir un Estado Judío en un punto estratégico, en medio de las mayores reservas de petróleo del mundo, amenazadas por el ascenso de las masas árabes. Por eso, el Estado de Israel se volvió un enclave del imperialismo en la región, el gendarme del mundo árabe.


Una región “vacía”



Según los sionistas, Palestina era una región prácticamente vacía. “Bastas regiones del país permanecían inexploradas y pertenecían a señores feudales ausentes. Estaban infectadas de malaria y, además de algunas barracas de beduinos dispersas, estaban desabitadas y, por eso, disponibles”.14 En las proximidades de la Tierra Santa había apenas alguno núcleos heterogéneos, musulmanes, chequizes, maronítas, cristianos y griegos ortodoxos. Fue para una tierra sin pueblo que lentamente, en el final del siglo pasado, se comenzó a encaminar un pueblo sin tierra”.15


Se vive la época de la expansión colonial de Europa en Asia y África. Es en ese marco histórico que se inicia el sionismo. Y Palestina, lejos de ser una tierra vacía y sin dueño, estaba ocupada por otro pueblo, el pueblo árabe. Eso era un problema para la burguesía judía europea, tanto que Herzl ni menciona la palabra “árabe” en su libro, a pesar de saber, obviamente, de la existencia de los árabes. Esa falsificación, escondida durante tantos años, no resiste más la evidencia de los hechos y, principalmente, el recrudecimiento de la lucha palestina, obligando hasta a los mismo historiadores oficiales de Israel a reconocer que aquella “no era una tierra sin pueblo”.


Ese fue el papel reservado a los desesperados judíos de Europa Oriental: servir de punta de lanza de los planes colonizadores de la burguesía imperialista, en especial los Estados Unidos, interesados en instalar un gendarme en Oriente Medio. Con un discurso filantrópico, la expansión colonial usaba a las masas míseras de judíos para sus fines nada loables. ¿Quién podría oponerse a que los pobres judíos salieran de la oscuridad de los guetos para el sol de Palestina? Infelizmente, ese cambio, por más beneficiosos que hubiese sido para ellos, fue hecho a costa de los árabes, masacrados y, estos si, expulsados de su tierra de hecho, y no por obra y gracia de una historia bíblica.



Declaración Balfour: la segunda etapa del sionismo



La política de Theodor Herzl, el padre del sionismo, y sus sucesores fue la de aprovecharse del proceso de expansión colonial imperialista para ocupar a Palestina. Para eso, precisaban que alguna potencia imperialista abrazase la causa sionista. Así, su actividad principal fue las gestiones ante las diversas potencias europeas, buscando insertar el sionismo como parte de su política colonial. Ese apoyo vino, en primer lugar, de Inglaterra, un imperio que, desde mediados de siglo, se expandía a todo vapor.


Las gestiones de Herzl en Londres fueron bien acogidas, pero había un problema objetivo: Palestina estaba en manos de Turquía. Inglaterra entonces ofrece a Herzl colonizar Uganda o el Sinaí egipcio, mas esa posibilidad no se concretó. Había un segundo problema objetivo: el sionismo no era muy fuerte entre las masas judías. Los que querían emigrar, lo hacían masivamente para América; tanto es así que una de las opciones discutidas fue la constitución del Estado sionista en Argentina. Poquísimos judíos iban para Palestina. Y una buena parte de los que quedaban eran antisionistas, o estaban bajo la influencia de los partidos de izquierda.


Con la Primera Guerra Mundial, llegara la hora da repartición de los territorios que estaban en manos turcas. Para apresarlos, Inglaterra se sirve del movimiento nacional árabe que había comenzado a despertar. Y, por otro lado, firma un acuerdo con Francia, de repartición de la zona, además de firmar la llamada Declaración Balfour (2/11/1917), que quedó conocida como la “alianza de boda” entre el sionismo y el imperialismo inglés.


Así comenzaba la segunda etapa del sionismo, que culminaría con la creación del Estado de Israel. Además de dar a los ingleses un valioso auxiliar para establecer un futuro protectorado en Palestina, la Declaración Balfour colocaba en manos inglesas una poderosa arma para liquidar el movimiento nacional árabe, fortalecer la política de guerra del imperialismo británico y su lucha contra la Revolución Rusa.


El camino en dirección a Israel estaba siendo trazado con las siguientes características: 1) por una declaración unilateral de una gran potencia imperialista; 2) esa declaración imponía el destino de una región de Asia que jamás había pertenecido a Inglaterra, que daba de regalo a Lord Rothschild el territorio de una nación ajena; 3) no tenía en cuenta los deseos del pueblo palestino, que era 93% árabe en 1917. Ese 93% eran reducidos a la condición no-judíos, confinados en un “hogar nacional judío”, o sea, tratados como extranjeros en su propia tierra.



El mandato británico (1918-1948)



En el final de la Primera Guerra Mundial, los Aliados crearon la Sociedad de Naciones, antecesora de la actual ONU, que “otorgó” a Inglaterra el mandato sobre Palestina. Pero en aquellos tiempos las cosas no transcurrían muy tranquilas para el imperialismo. Había surgido, por primera vez en la historia, un Estado Obrero, la URSS, que se oponía a la expansión colonialista y en todo el mundo colonial comenzaba una gran oleada de luchas antiimperialistas.


Dentro del mundo árabe, el Oriente Medio concentró las luchas más importantes contra los imperialismos inglés y francés. Palestina fue el eje de esa lucha, especialmente durante la insurrección de 1936/39, que comenzó con una huelga general que duró seis meses y, para ser sofocada, exigió la mitad de los efectivos de todo el ejército británico, uno de los más poderosos del mundo en ese momento. Centenas y centenas de palestinos fueron muertos, detenidos y condenados a trabajos forzosos o largas penas de prisión. En 1939, el pueblo palestino estaba derrotado. Esa es la llave para entender la relativa facilidad con que en 1947/48 fue instalado ahí el Estado de Israel. 16


La ocupación, explica Jon Rothschild, se dio sobre la base de tres pilares del movimiento sionista: kibush hakarka (conquista de la tierra), kibush haavoda (conquista del trabajo) y t’ozteret haaretz (producto de la tierra)17. “Detrás de esas sonoras palabras había una dura realidad. Conquista de la tierra significaba que toda la tierra posible fuese adquirida (legalmente o no) de los árabes, y que ninguna tierra de judíos fuese vendida o de alguna manera retornase a los árabes. Conquista del trabajo significaba que en las fábricas y tierras de judíos se daba preferencia a los trabajadores judíos. El trabajador árabe era boicoteado. De hecho, el Histadrut, que hoy se dice la Central Obrera de Israel, fue creada para imponer el boicot a los trabajadores árabes. Producto de la tierra significaba practicar el boicot a la producción árabe por parte de los colonizadores judíos, y mantener solamente la compra de productos de las tierras o negocios judíos”.18


Esa política de ocupación – de la cual los sionistas hacían propaganda diciendo que era una política “socialista”, que pretendía ayudar a los trabajadores y pobres judíos – significó la desgracia para el pueblo palestino, porque fue impuesta sobre la tierra que ellos ocupaban. A pesar de ser minoría al inicio (después crecerán mucho), los sionistas tenían un poder económico mucho mayor que los árabes, además de contar con el apoyo do imperialismo. Eso les dio fuerza para caer en forma arrasadora sobre el pueblo árabe de Palestina, que quedó reducido a trabajadores sin trabajo y campesinos sin tierra. Muy extraño ese tipo de socialismo, que ataca a los trabajadores. Los árabes eran expulsados o boicoteados en las empresas de propiedad sionista o de capital extranjero (concesiones), que generalmente eran administradas por gerentes sionistas. Cerca del 53% de las empresas eran concesiones y el 40% de propiedad sionista, siendo que apenas el 6% eran de propiedad de árabes (datos de 1939) Así, quedaba un mercado de trabajo súper-reducido para los trabajadores árabes.


Otro tanto ocurría con el t’ozteret haaretz (producto de la tierra), una política que significaba el boicot a la fuerza, practicado por bandas armadas del Histadrut, de todo producto árabe, una represión de la que no se libraban ni los mismos judíos que osasen adquirir algún alimento producido por manos árabes.


Alejados de la tierra, del trabajo y de la posibilidad de comercializar sus productos, los palestinos se volvieron una masa marginada y lista para ser expulsada de sus tierras. La resistencia palestina, en forma de guerrilla, es prácticamente aplastada en 1939 por el Ejército Británico y el Haganá, el ejército extra-oficial formado por el sionismo, en un ataque conjunto para mostrar “quien manda en Palestina”. En esa época, tenía inicio la Segunda Guerra Mundial y los sionistas estaban preocupados con el destino de Inglaterra, su imperialismo protector, ante una nueva repartición del mundo en zonas de influencia. Querían garantizar para Palestina la protección imperialista, ya que todo indicaba que los EUA y no mas Inglaterra serían de ahí en adelante el gran señor del mundo. La supuesta lucha antiimperialista alardeada por el sionismo era, simplemente, el deseo de pasar de un socio menos fuerte para otro más poderoso. Eso fue expresado con claridad por Ben Gurion:


“Nuestra mayor preocupación era la suerte que estaría reservada Palestina después de la guerra. Ya estaba claro que los ingleses no conservarían su Mandato. Si se tenía todas las razones para creer que Hitler sería vencido, era evidente que la Gran Bretaña, incluso victoriosa, saldría muy debilitada del conflicto. Por eso, yo no tenía duda de que el centro de gravedad de nuestras fuerzas debería pasar del Reino Unido para a América del Norte, que estaba en vías de asumir el primer lugar en el mundo”. 19


Bajo la órbita norteamericana, el sionismo comenzó a dar grandes pasos en dirección a la creación del Estado de Israel. Al final de la guerra, las grandes potencias, a través de la ONU, no solo hicieron la vista gorda a la ocupación y masacre del pueblo palestino, como dieron el status legal a la situación colonial creada durante la dominación británica. Sobre la base de una propuesta de división de Palestina hecha durante el Mandato inglés20 y que encendió la revuelta en todo el mundo árabe, el 29 de noviembre de 1947 se vota la división del país en dos Estados: uno sionista y otro árabe. Nuevamente, sin consulta alguna al pueblo palestino y con el aval de la burocracia soviética, que envió armas y aviones para ayudar al imperialismo a masacrar a los árabes. Ahogada en un baño de sangre la resistencia palestina, es proclamado el Estado de Israel, en mayo de 1948.



Israel: la tragedia palestina



En 1947 había seiscientos treinta mil judíos y un millón trescientos mil árabes palestinos21. Así, en el momento en que Naciones Unidas dividen Palestina, los judíos eran minoría (31% de la población). Esa división, promovida por las principales potencias imperialistas con el apoyo de Stalin, dio 54% de la tierra fértil al movimiento sionista. Pero, antes de que se formase el Estado de Israel, el Irgun y las Haganah (organizaciones paramilitares israelíes) ya se habían apoderado de las tres cuartas partes de la tierra y expulsado a sus habitantes. Así, de los 475 poblados palestinos que había en 1948, 385 fueron completamente arrasados, reducidos a cenizas y a los 90 que quedaron le fueron confiscadas sus tierras. Ese proceso quedo conocido como a “judaización” de Palestina.


Raphael Eitan, entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, no podía ser mas claro cuando dice que “Declaramos abiertamente que los árabes no tienen ningún derecho a un solo centímetro de Eretz Israel. Los de buen corazón, los moderados, deben saber que las cámaras de gas de Adolf Hitler serán un juego de niños. Lo único que entienden y entenderán es la a fuerza. Utilizaremos la fuerza más decisiva, hasta que los palestinos se aproximen de nosotros de rodillas”.22


David Ben Gurion, en un discurso pronunciado el 13 de octubre de 1936, formulaba así la estrategia sionista: “Cuando nos volvamos una fuerza con peso después de la creación del Estado, aboliremos la partición y nos expandiremos a toda Palestina. El Estado será solamente una etapa en la realización del sionismo, y su tarea es preparar el terreno para nuestra expansión. El Estado tendrá que preservar el orden, no con palabras, sino con ametralladoras”.23


Y, de hecho, así fue hecho. Entre el 29 de noviembre de 1947, fecha de la división de Palestina por la ONU y el 15 de mayo de 1948, cuando fue formalmente proclamado el Estado de Israel, el ejército sionista y las milicias paramilitares se apoderaron del 75% de Palestina, expulsando del país 780 mil árabes. Los que quedaron fueron víctimas de persecuciones salvajes y una carnicería solo comparada al holocausto nazista.


Así comenzó la tragedia palestina, que dura hasta hoy.



Robo, puro y simple, de las tierras y de los negocios de los árabes



Es preciso entender el alcance y las consecuencias de esa política asesina por parte del sionismo. En el territorio ocupado por Israel después de la partición había 950 mil árabes palestinos, viviendo en cerca de 500 poblados y en todas las grandes ciudades, entre ellas Tiberíades, Safed, Nasaré, Shafa Amr, Acre, Haifa, Yaffa, Lidda, Ramle, Jerusalén, Majdal (Ashquelon), Isdud (Ashdod) y Beersheba. En menos de seis meses quedaron apenas 138 mil personas. La gran mayoría de los palestinos habían sido asesinados, expulsados por la fuerza o huido aterrorizados delante de las bandas asesinas de las unidades del ejército israelí.


En un discurso pronunciado ante una platea de estudiantes del Instituto de Tecnología de Israel, Moshe Dayan, héroe de la “guerra de los seis días”, no se preocupa en esconder el hecho de que Israel fuera fundada sobre una tenebrosa falsificación histórica: “Vivimos aquí, en un país que estaba poblado por árabes, y estamos construyendo aquí un Estado hebreo, judío. En el lugar de los poblados árabes levantamos poblados judíos. Ustedes ni siquiera saben los nombres de esos poblados, y no los recrimino por eso, porque esos libros de geografía ya no existen. Ni en los libros, ni en los pueblos existen más. Nahalal surgió en el lugar ocupado antes por Mahalul, Gevat en el lugar de Jibya, Sarid en lugar de Hanifas y Kafr Yehoushu’a en el lugar de Tel Shamam. No hay un solo asentamiento que no haya sido construido en el lugar de un antiguo poblado árabe”.24


Con eso, grandes extensiones de tierra fueron confiscadas al amparo de la Ley de Propiedades de Ausentes, dictada en 1950 en Israel. Hasta 1947, los judíos poseían el 6% de la tierra de Palestina. Cuando surge formalmente el Estado de Israel, el Fondo Nacional Judío calcula que se había apoderado del 90% de la tierra. El valor de las propiedades robadas a los árabes era superior a 300 millones de dólares, en cálculos de la época. Si multiplicamos esa cifra por el valor actual del dólar, cae la máscara: Israel tiene poco a ver con Jehová o la tierra santa, y mucho que ver con la piratería y el pillaje.


La ocupación de las propiedades palestinas era indispensable para que el Estado de Israel fuese viable. Entre 1948 y 1953 fueron creados 370 poblados y asentamientos judíos, siendo 350 de ellos en propiedades de “ausentes”. En 1954, se calculaba que el 35% de los judíos de Israel vivían en propiedades confiscadas de “ausentes” y 250 mil nuevos inmigrantes se habían establecido en áreas urbanas de las cuales los palestinos habían sido expulsados.


Diez mil empresas y comercios fueron entregados a colonos judíos. Si en la zona urbana, el saqueo fue generalizado, en el campo la usurpación corría suelta. Todas las plantaciones de limón de los palestinos fueron confiscadas; cubrían más de 240 mil dunams (correspondientes a 21.200 hectáreas) Hasta 1951, un millón de cajas de limones cogidos de propiedades arrebatadas a los árabes – lo que correspondía al 10% de todas las divisas de exportación – estaban en manos israelíes. En ese mismo año, el 95% de las plantaciones de olivos de Israel eran hechas en tierra palestina ocupada. Las aceitunas que producían representaban el tercer producto más exportado por Israel, después de los limones y de los diamantes. Un tercio de la producción de piedra provenía de 52 canteras palestinas usurpadas. Las tierras confiscadas de los árabes iban a parar al Fondo Nacional Judío, creado en 1954 por el gobierno israelí.


Como recuerda Schoenman, la mitología sionista pretende pasar la idea de que el espíritu de sacrificio, de abnegación y en el trabajo y de pericia de los judíos transformaron una tierra desértica, descuidada por sus anteriores guardianes árabes – nómadas y primitivos – haciendo florecer el desierto. Las plantaciones palestinas, la industria, la madera, las fábricas, casas y haciendas fueron expoliadas y saqueadas después de una conquista sangrienta: “el barco del Estado es un barco pirata, la bandera que lleva es la calavera con dos huesos cruzados.”25



Racismo contra el trabajador árabe



Mas Israel no es solo eso. La suya es una historia que comenzó con una gran expoliación y eso obligó al país a continuarla, más y más. El barco de la expoliación nunca encontró un puerto seguro. Ese viaje macabro continuó adelante, expoliando también el mercado de trabajo de los árabes, tanto en el campo como en las ciudades. Ese proceso de judaización del trabajo se asentó en una ideología racista contra el trabajador árabe.


En el campo cualquier relación del hombre con la tierra era regida por una ley racista: “El arrendatario debe ser judío y tiene que aceptar realizar todas las actividades relacionadas con el cultivo de la tierra solamente con mano de obra judía”. 26 Por tanto, la tierra no puede ser arrendada por un no-judío, ni subarrendada, vendida, hipotecada, dada o cedida a un no-judío. Los no-judíos no pueden ser empleados en la tierra y ni en cualquier trabajo relacionado con el cultivo.


En Israel, las tierras estatales, que están en las manos del Fondo Nacional Judío, son consideradas “tierra nacional”, lo que significa tierra judía. La contratación de trabajadores no-judíos es ilegal. Debido a la escasez de obreros agrícolas judíos, y dado que los palestinos ganan un salario menor que los trabajadores judíos, algunos agricultores judíos (como Ariel Sharon) contratan mano de obra árabe, violando explícitamente la ley.


Schoenman resalta que Israel emplea todas las expresiones normales en un sentido racista. El “pueblo” significa solamente los judíos. Un “inmigrante” o un “colono” solo puede ser un judío. Un asentamiento significa un asentamiento solo para judíos. La tierra nacional significa tierra judía, no tierra israelí.27 De esa manera, la ley y los derechos, las garantías y el derecho al trabajo o a la propiedad corresponden solamente a los judíos. La ciudadanía o nacionalidad israelí corresponde estrictamente a los judíos en todas las aplicaciones específicas de su significado y jurisdicción. Como la definición de judío se basa enteramente en un precepto religioso ortodoxo, tener ascendencia materna judía es el pre-requisito para gozar del derecho de propiedad, de empleo y de protección legal. Actualmente, el 93% de la tierra del llamado Estado de Israel es administrada por el Fondo Nacional Judío, siendo que para tener el derecho a vivir en la tierra, arrendarla o trabajar en ella, la persona tiene que demostrar que tiene por lo menos tres generaciones de ascendencia materna judía.



El sionismo, el fascismo y los judíos





Si es importante que la historia oficial comience a reconocer que Palestina no era una tierra sin pueblo, es preciso también esclarecer otro aspecto tan sórdido como ese que envuelve la creación del Estado de Israel. Se trata de la relación del sionismo con los propios judíos y con el nazi-fascismo.


El carácter racista del movimiento sionista tiene su cara más abominable en la relación que siempre mantuvo con los propios judíos. Ralph Schoenman recuerda que “los fundadores del sionismo estaban desesperados por combatir el anti-semitismo y, paradójicamente, consideraban a los propios anti-semitas como aliados, porque compartían el deseo de arrancar a los judíos de los países en que vivían. Paso a paso, asimilaron los valores del odio a los judíos y el anti-semitismo, llegando, el movimiento sionista, a mirar a los propios anti-semitas como sus más fieles padrinos y protectores”.28 Él cita inclusive una carta que Theodor Herzl envió al Conde Von Plehve, autor de los peores pogroms en Rusia – los pogroms de Kishinev – con la siguiente propuesta: “Ayúdeme a conseguir cuanto antes la tierra (Palestina) y la revuelta (contra la dominación zarista) acabará. Von Plehve concordó y comenzó a financiar el movimiento sionista.


Se trata, en verdad, de un pedido de colaboración entre la burguesía sionista y las clases dominantes de otros países para combatir a los judíos de izquierda que se incorporaban a los partidos revolucionarios. En ese sentido, el sionismo, en su colaboración con el fascismo, cumplió un papel sórdido, pues jugaba con los sentimientos religiosos de los judíos para masacrar a los que fuesen de izquierda. El movimiento juvenil sionista Betar sirvió de carne de cañón para Mussolini, formando escuadrones con camisas negras. Cuando Menahem Begin se convirtió en el jefe del Betar, cambió sus camisas negras por las "pardas", como usaban las bandas de Hitler; era el uniforme que Begin y los miembros del Betar usaban en todas las asambleas y concentraciones.


La estrategia del sionismo fue reclutar a los europeos que odiaban a los judíos y alinearse con los movimientos y regímenes más perversos, para que apoyasen la creación de una colonia sionista en Palestina. Y esa estrategia incluyó al nazismo. La Federación Sionista de Alemania envió un memorando de apoyo al Partido Nazi el 21 de junio de 1933. Decía: “... un renacimiento de la vida nacional como el que ocurre en la vida alemana... debe ocurrir también en el grupo nacional judío. Sobre la base de un nuevo Estado (nazi) que estableció el principio de la raza, deseamos encuadrar nuestra comunidad en la estructura de conjunto de manera que también para nosotros, en la esfera a nosotros designada, pueda desenvolver una actividad fructífera para la Patria...”.29


Lejos de repudiar esa política, el Congreso de la Organización Sionista Mundial de 1933 derrotó por 240 votos contra 43 una resolución que llamaba a actuar contra Hitler. Durante ese mismo congreso, Hitler anuncia un acuerdo comercial con el Banco Anglo palestino de la Organización Sionista Mundial (OSM), que significaba el rompimiento del boicot judío al régimen nazista en un momento en que la economía alemana era extremamente crítica. La OSM rompió el boicot judío y se volvió la principal distribuidora de productos nazis en todo el Oriente Medio y Norte de Europa. Fundaron en Palestina el Ha’avara, banco destinado a recibir dinero de la burguesía judío-alemana, con lo cual se adquirió gran cantidad de productos nazis.



Traicionando la Resistencia



Uno de los reflejos más sórdidos de esa política fue la actuación del sionismo con relación a la resistencia judía contra las masacres de judíos en Europa. En julio de 1944, el dirigente judío eslovaco, rabino Dov Michael Weissmandel, escribió a los funcionarios sionistas encargados de las “organizaciones de rescate”, proponiendo una serie de medidas para salvar a los judíos de Auschwitz. Ofreció mapas exactos de las vías férreas y planeó el bombardeo de las líneas que llevaban a los crematorios. Pidió que bombardeasen los hornos de Auschwitz, que lanzasen con paracaídas munición para 80 mil presos y bombas para explotar el campo y poner fin a la cremación de 13 mil judíos por día.


En el caso que los aliados rehusaran colaborar, Weissmandel proponía que los sionistas, que disponían de fondos y organización, comprasen aviones, reclutasen voluntarios e hicieran la operación.


Weissmandel no era el único en pedir eso. Durante los años 40, portavoces judíos de Europa pidieron socorro, campañas públicas, resistencia organizada, manifestaciones para obligar a los gobiernos aliados a colaborar. Mas siempre se deparaban con el silencio sionista o incluso con su sabotaje activo.


El rabino Weissmandel, en julio de 1944, un año antes de terminar la guerra, envió a los sionistas una carta de protesta, publicada en parte en Historia Oculta del Sionismo, de Schoenman: “¿Por qué no habéis hecho nada hasta ahora? ¿Quién es culpable de esta terrible negligencia? ¿No sois culpables vosotros, hermanos judíos, que tenéis la mayor suerte del mundo, la libertad? Os enviamos este mensaje especial: os informamos de que ayer los alemanes iniciaron la deportación de judíos de Hungría. A los deportados a Auschwitz los matarán con gas ciánido. Este es el orden del día en Auschwitz desde ayer hasta el final: Cada día serán asfixiados doce mil judíos – hombres, mujeres y niños, ancianos, niños de pecho, sanos y enfermos.


¿Y vosotros, hermanos nuestros de Palestina, de todos los países libres, y vosotros, ministros de todos los reinos, cómo guardáis silencio ante este gran asesinato? ¿Silencio mientras asesinan miles, ya van seis millones de judíos? ¿Silencio ahora, cuando decenas de miles están siendo asesinados y aguardan que les asesinen? Sus corazones destrozados os piden socorro, lloran por vuestra crueldad.


Sois brutales, ustedes también son asesinos, por la sangre fría del silencio con que miráis, porque estáis sentados con los brazos cruzados sin hacer nada, aunque en este mismo instante podríais detener o aplazar el asesinato de judíos.


Vosotros, hermanos nuestros, hijos de Israel, ¿estáis locos? ¿No sabéis el infierno que nos rodea? ¿Para quién guardáis vuestro dinero? Asesinos! Locos! ¿Quién hace caridad aquí, vosotros, que soltáis unos peniques desde vuestras casas seguras, o nosotros, que entregamos nuestra sangre en lo más hondo del infierno?”


Ningún dirigente sionista apoyó esta petición, ni los gobiernos occidentales bombardearon un solo campo de concentración.


La colaboración entre el sionismo y el fascismo hizo que el primero traicionase y volviera la espalda al operativo que concluyó con la muerte de por lo menos 6 millones de judíos. Hoy, cuando se recuerda un aniversario más del holocausto, es preciso decir con toda claridad que el sionismo no luchó de hecho para impedirlo. E incluso así, lo utiliza como coartada para masacrar a los palestinos. Algo tan indignante que la periodista israelí Amira Hass, Del periódico Haaretz, llegó a exhortar a los sobrevivientes del Holocausto y a sus descendientes a no interpretar el asesinato de su pueblo y o de sus familias en Europa como un eterno aval para suprimir y expropiar al pueblo palestino y para presentarlo como el enemigo que substituye a los alemanes.


De hecho, es ya la hora de que Israel deje de usar el holocausto como justificación para oprimir y perseguir a los palestinos, haciendo con ellos lo mismo que los alemanes hicieron con los judíos.






NOTAS


1 Frase del libro de Dov Barnir, Los Judíos, el Sionismo y el Progreso, p.486, citada en Revista de América, n.12.


2 La entrevista con Tom Segev está en la edición de la Folha de S. Paulo de 4 de febrero de 2001.


3 La Cuestión Judía.


4 Abraham León fue uno de los máximos dirigentes del sionismo de izquierda europeo hasta las vísperas de la Segunda Guerra mundial. Escribió Concepción Materialista de la Cuestión Judía, uno de los más importantes estudios marxistas sobre el tema. León, que llegó a romper totalmente con el sionismo e ingresar en las filas de la IV Internacional, fue asesinado en el campo de concentración de Auschwitz por las tropas nazistas.


5 En 1917, el Bund apoyó a Kerensky contra Lenin y Trotsky y, hasta la II Guerra Mundial, mantuvo gran fuerza en Polonia.


6 El termino sionismo deriva de la palabra Sión (Tzion, en hebreo), que es el nombre de un monte en Jerusalén. En la Biblia, ese nombre era usado tanto para designar la Tierra de Israel como “su capital nacional y espiritual”, Jerusalén. A lo largo de toda la historia judía, Sión fue sinónimo de Israel, y la expresión “retorno a Sión” la bandera del movimiento sionista.


7 La Cuestión Judía, p.150.


8 Idem, p. 151.


9 Idem, p.151.


10 Ídem, p.152.


11 En El Materialismo y la Cuestión nacional, citado por A León, en op.cit. p.152.


12 La Cuestión Judía, p. 154.


13 Ídem, p.154.


14 Dov Barnir, “Los Judíos, el Sionismo y el Progreso”, Inova, Portugal, 1968.


15 Ephraim Tari, El significado de Israel.


16 Revista de América, p.16.


17 Jon Rothscild, “How the Arabs Were Driven Out of Palestine”, citado en Revista de América nº 12.


18 Idem.


19 Michael Bar-Zohar, em The Armed Prophet: A Biography of Ben Gurion. Citado por Revista de América, p.24.


20 Propuesta de la Comisión Peel, de 1937, aceptada por Ben Gurion.


21 En 1917 había en Palestina 56 mil judío y 644 mil árabes palestinos. En 1922 había 83.794 judíos y 663 mil árabes. En 1931 había 174.616 judíos y 750 mil árabes. (Schoenman, p.34)


22 Citado por Schoenman, p.40.


23 Citado por Schoenman, p.41.


24 Citado por Schoenman, p. 48,


25 Historia Oculta del Sionismo, p. 50.


26 Citado por Schoenman, p. 50.


27 Historia Oculta del Sionismo, p.51.


28 Idem, p.53.


29 Citado en Historia Oculta del Sionismo, p.54.


30Publicado por el Jornal do Brasil de 22/4/01.

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Atención a los Disfraces del Fascismo¡¡
Por A. Sánchez - Tuesday, Jan. 17, 2006 at 7:01 AM
socioeco_abs@hotmail.com

Sea como fuere, la historia se presta a multiples interpretaciones, particularmente cuando se trata de periodos bélicos y tan dramáticos como la 2ª Guerra. "Colaboracionistas", los hubo en todas partes, incluso entre los judíos seguramente. Sin embargo el único hecho real e indiscutible, es que los nazis (que no los "alemanes") declararon la guerra por resentimiento de la 1ª Guerra Mundial y por expansionismo económico capitalista-burdo y establecieron un régimen racista-pangermánico, que no cuajó: Los Polacos en contra, los Albaneses, los Yugoslavos, etc. y por supuesto: Los rusos (algunos de origen judío com Trotsky, por ejemplo), además de Ingleses, Franceses, republicanos ibéricos, vascos, etc etc. TODOS EN CONTRA CONTRA ESA PORQUERÍA NAZI-FASCISTA, que no tienen derecho a defender HOY a los Palestinos ni a nadie. Tan resentidos de su derrota deben estar que son capaces de disfrazarse de cualquier cosa (incluso izquierdista)........... Carlos Marx era judío, Engels inglés, Lenin ruso, Stalin caucasiano, Trotsky ruso-judío y Mao tse tung (el que aplastó a los nazis-japoneses) chino.........Enfín, que en la defensa de los derechos de los Palestinos a un Estado y a una Patria, en esa defensa: No caben Nazis ni Fascistas ni articuladores de NUEVAS VISIONES(¡¡¡) históricas de lo que YA es la evidencia misma del Holocausto nazi.
Por los landes de la Peninsula Ibérica (para algunos "españa") y me temo que por más lugares, los INDIGNOS FASCISTAS aceptan cualquier argumentación contra los judios,los comunistas, los independentistas, etc etc. venga de de donde venga (incluso de interpretaciones "izquierdistas") con tal de tener "razón", presentar el holocausto como mentira y salir al aire de la tumba en la que la historia les metió de UNA VEZ POR TODAS, POR CRIMINALES.
Saludos antifascistas¡
http://spaces.msn.com/members/socioecoabs

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Pará la moto
Por Mutt - Tuesday, Jan. 17, 2006 at 9:36 AM

No se trata de "interpretaciones" sino de hechos.

Se trata, además, de que esos hechos, durante tanto tiempo denunciados y ocultados por el sionismo, hoy empiezan a ser admitidos en el propio estado sionista de Israel -que siempre los había negado- como la realidad histórica sobre la que él mismo se funda.

Es importante, por lo tanto, terminar con el engaño.

Salvo que se tenga intereses creados en sostener una mentira (la mentira sionista, para ser claro).

No hay "términos medios" ni "libre interpretación" cuando te están mostrando documentadamente aquí la palabra de dirigentes históricos de la Organización Sionista Mundial y del propio Ben Gurión, padre fundador del estado de Israel.

Así que si sos antifascista ponete las pilas, porque lo que queda claro a la luz del reconocimiento de hechos ocultados durante medio siglo por las autoridades sionistas, es que el sionismo fue primero un aliado del nazi-fascismo (con cuya "colaboración" contaba para impulsar la inmigración a Palestina) y luego evolucionó hacia la ejecución de prácticas abiertamente fascistas como las que tienen lugar actualmente en los territorios ocupados por el sionismo.

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