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Ante el VI Foro Social Mundial de Caracas 2006 - Declaración de la FT-CI
Por Fracción Trotskista por la Cuarta Int. -
Thursday, Jan. 26, 2006 at 1:49 PM
Ante el VI Foro Social
Mundial de Caracas 2006
Declaración política de la FT-CI
(Fracción Trotskista -
Cuarta Internacional)
Una vez más se realiza el Foro
Social Mundial (FSM) que reúne a gran parte de la izquierda
internacional y de los movimientos sociales y políticos. Si los primeros
eventos se realizaron bajo el empuje del movimiento altermundista que
tuvo una gran repercusión principalmente en los países centrales, con
grandes manifestaciones como la de Seattle, Praga y Génova, el VI FSM
policéntrico de América (o II FSA) en Caracas, Venezuela, se realiza
bajo el aliento de los nuevos fenómenos políticos que recorren América
Latina. El proceso de resistencia de las masas latinoamericanas a la
ofensiva neoliberal de la década de los’90, se ha transformado en los
últimos años en un amplio ascenso, con grandes acciones de masas como
los levantamientos en Ecuador y Bolivia, las jornadas revolucionarias en
diciembre de 2001 en Argentina, o la gran movilización popular que
derrotó al golpe del 2002 y el paro patronal de sabotaje en 2002/2003 en
Venezuela; derribando a varios gobiernos electos y abriendo situaciones
prerrevolucionarias y crisis revolucionarias. Esta situación ha dado
lugar a recambios en el personal político de las clases dominantes,
llevando a la asunción de gobiernos “posneoliberales” en varios países
de la región.
El FSM venía en un proceso de
decadencia después de los sus últimas ediciones en Porto Alegre,
producto del giro derechista del gobierno de Lula, otrora la “estrella”
del “otro mundo posible”. Sin embargo, este año parece tomar nuevos
aires al realizarse en Venezuela y bajo el auspicio del gobierno de Hugo
Chávez, como también por el impacto de la elección del nuevo presidente
boliviano, Evo Morales. Así, cinco años después del primer evento
celebrado en Porto Alegre, Brasil, el FSM 2006 se perfila como la
“construcción de alternativas a las políticas neoliberales” según reza
su carta de principios.
Para sus organizadores, el FSM
es una “zona de debate, de reflexión y de formulación de propuestas debe
facilitar la articulación de movimientos sociales, de forma
descentralizada y en red, a fin de contribuir en la construcción de un
nuevo mundo”. Asegueran que en el FSM de Caracas, “se debatirá acerca
del poder, política y luchas por la emancipación social; estrategias
imperiales y resistencias de los pueblos; recursos y derechos para la
vida: alternativas al modelo civilizatorio depredador; diversidades,
identidades y cosmovisiones en movimiento; trabajo, explotación y
reproducción de la vida; comunicación, cultura y educación”. Pero en
verdad, como ya lo han demostrado todas las ediciones anteriores, los
organizadores del FSM -burocracias sindicales “opositoras”, partidos
reformistas, ONGs, etc.- ante el debilitamiento de las direcciones
políticas y sindicales tradicionales por su complicidad en la aplicación
de los planes neoliberales de los ‘80 y los ’90, tienen como objetivo
contener las luchas que empezaron a resurgir en el mundo en los últimos
años, en particular las luchas de los trabajadores, los campesinos, los
pobres urbanos y de la juventud en América Latina, para encauzarlos,
mediante reformas “posibles”, tras la búsqueda de un “capitalismo más
humano”, recubierto esta vez del nuevo discurso del “socialismo del
siglo XXI”
1 Los primeros eventos del FSM se realizaron
bajo la égida del Partido de Trabajadores (PT) de Lula en Brasil y en
contraposición al Foro Económico de Davos, apoyado en el amplio
movimiento antiglobalización o altermundialista internacional que
irrumpió en Seattle en 1999 y que sacudió a diversas ciudades de los
países centrales. Los principales impulsores del FSM en el 2001
pretendían hablar en nombre de este importante movimiento que boicoteaba
las cumbres de la OMC, del FMI y atacaba los símbolos del poderío
capitalista. Pero el objetivo primordial de los organizadores del FSM
era justamente institucionalizar este movimiento conteniendo su ala
anticapitalista y canalizando el sentimiento de repudio a la
“globalización” hacia la “humanización del capitalismo”.
Grupos como ATTAC, que
defendían la "democracia participativa" del PT en Porto Alegre, y al PT
como ejemplo no sólo para Brasil sino para todo el mundo, después del
abierto giro neoliberal de Lula, no tienen más referentes. Su tibia
retórica antinorteamericana se complementaba con el sostén a la política
del imperialismo francés, particularmente durante la guerra de Irak.
Refundación Comunista, otro de los grandes animadores del FSM y el
"ejemplo" de partido amplio de izquierda en Europa, se prepara a
gobernar el estado italiano junto al neoliberal Romano Prodi, ex
presidente de la reaccionaria Comisión Europea.
Un sector importante de estos
impulsores del FSM, mientras critican fuertemente la política
imperialista de Estados Unidos, guardan un vergonzoso silencio sobre la
política imperialista de los países europeos. Todo esto, cuando sabemos
que junto a los Estados Unidos, que consideran a América Latina como su
patio trasero, los países imperialistas europeos juegan un enorme rol en
el saqueo del continente latinoamericano. Varias empresas europeas se
han quedado con los suculentos negocios de las privatizaciones,
principalmente en el Cono Sur. Repsol, France Telecom, Telefónica,
Total, Telecom Italia, Gaz de France, etc., son sinónimo de expoliación
y miseria en América del Sur. La llamada "fortaleza Europa" se sostiene
con la explotación a los países del llamado Tercer Mundo (en competencia
con los EEUU y Japón). Mientras tanto, estos imperialistas
“democráticos”, cierran sus fronteras brutalmente a los que huyen del
hambre que ellos mismos provocan, como por ejemplo el gobierno
"progresista" de Zapatero, que desató una verdadera matanza de
inmigrantes en Ceuta y Melilla, enclaves coloniales españoles en África.
“Otro mundo es posible” era la
consigna que hacía eco en los primeros Foros, y en nuestro continente
millones de trabajadores, campesinos pobres y sectores populares ponían
todas sus esperanzas en la “nueva estrella” del PT, que con su
“democracia participativa” experimentada en Porto Alegre, se disponía
tomar las riendas de la más importante nación sudamericana con discursos
de cambios y reformas. Pero contrariando la gran expectativa de amplios
sectores de masas, el gobierno del PT se transformó en aplicador directo
de las políticas neoliberales en Brasil. Lula, el presidente “obrero”,
se transformó en un “niño mimado” del imperialismo y demostró ser un
verdadero político capaz de asumir directamente la gestión del Estado
capitalista. Hoy, marcado por una fuerte corrupción y escándalos
políticos, comienza a ser repudiado por importantes franjas de
trabajadores, mostrando claramente el carácter utópico y reaccionario de
la política de humanizar el capital y las falsas promesas de los
“reformistas sin reformas”.
Si durante los primeros Foros
nos decían que sólo era posible ponerle límites a la rapacidad de las
grandes multinacionales pero jamás expropiarlas, y nos presentaban como
grandes conquistas los “presupuestos participativos” de los gobiernos
del PT en Porto Alegre como estandarte, al llegar al gobierno no fueron
capaces siquiera de realizar las tibias reformas que decían defender.
Incluso en los días previos a la realización del V FSM, Lula llegó a
afirmar que “sería necesario una unificación con el Foro de Davos”, nada
menos que el Foro Económico Mundial que reúne representantes de los
gobiernos imperialistas y de la burguesía internacional.
Gobiernos como los de Kirchner
en Argentina, y Tabaré Vázquez en Uruguay, “progresistas” que siguieron
el derrotero de Lula, se presentan como alternativas a los gobiernos
“neoliberales”. Pero no son más que continuadores de las políticas pro
FMI, pagando puntualmente la deuda externa y cediendo a las exigencias
de los organismos de crédito, con la consecuencia de miseria y desempleo
para la gran mayoría de la población y el enriquecimiento de las grandes
corporaciones, quedando en evidencia la bancarrota de esta política
reformista. Así, el gobierno de Kirchner, emulando a Lula, le dio un
gran regalo de navidad en el 2005 al FMI cancelando su deuda de más de
9.000 millones de dólares, mientras a los trabajadores y al pueblo no
les ha otorgado siquiera un simple aumento salarial. Para los acreedores
imperialistas todo, para el pueblo nada.
Los representantes del supuesto
“progresismo”, una vez en el gobierno, cumplieron sus compromisos con el
gran capital y sus pactos con el imperialismo, manteniendo la
continuidad en lo esencial con los planes neoliberales. Los hemos visto
también a todos ellos subordinarse al imperialismo, participando en la
ocupación militar de Haití bajo las órdenes de Washington y de la ONU, a
la que cínicamente presentan como una misión “humanitaria.
Contra
las coberturas “democráticas” de las intervenciones militares, los
marxistas revolucionarios nos pronunciamos y luchamos por la expulsión y
la derrota de las tropas imperialistas en todo el mundo, sea bajo
mandato de Estados Unidos, de los países imperialistas europeos, de la
OTAN o de la ONU. Defendemos y apoyamos la lucha del pueblo iraquí,
afgano o marfileño, para liberarse de las ocupaciones de las tropas
norteamericanas, francesas, alemanas o japonesas, como también la salida
inmediata de todas las tropas de Haití donde un altísimo componente
militar es brasileño, argentino y uruguayo.
Los acontecimientos de los
últimos años -como por ejemplo la guerra de Irak- han dejado en
evidencia la gran falacia de que “otro mundo es posible” sin derrotar al
imperialismo, sin expropiar a los capitalistas, sin destruir la
maquinaria del estado burgués e iniciar la construcción socialista, es
decir, sin una revolución obrera. Por eso siempre hemos discutido
abiertamente que el FSM era contrario a toda política de independencia
de los trabajadores y a todo internacionalismo consecuente.
2
Ante el desgaste inicial de las expectativas en el gobierno de Lula,
el VI FSM de Caracas ha encontrado una nueva “estrella”, en el gobierno
“bolivariano” de Hugo Chávez, quien ya en el 2005, en Porto Alegre, fue
visto por importantes sectores como una alternativa, porque aparece
confrontando con Bush, apelando al pueblo y haciéndole algunas
concesiones y hablando del “socialismo del siglo XXI”. Del mismo modo,
el FSM aprovechará la influencia que ejerce el reciente presidente
electo, Evo Morales, en Bolivia.
Los que suscribimos esta
declaración hemos estado en Venezuela en la primera línea de la lucha
para derrotar el golpe de abril y el paro patronal de sabotaje
organizados por el Departamento de Estado, la Embajada de Estados Unidos
y sus sirvientes lacayos nacionales. Ahora bien, Hugo Chávez nos habla
de socialismo, la necesidad de enterrar el capitalismo, la idea de
reforma agraria, que efectivamente son las únicas posibilidades de
desterrar el hambre, la miseria, el trabajo precario, las condiciones de
explotación y sumisión al imperialismo de la clase trabajadora. Pero hay
que decir claramente, contrariamente a lo que se piensa, más allá de
algunas concesiones parciales que ha hecho el gobierno de Chávez, como
en el terreno de la educación, la salud, en el plano alimenticio, vía
las Misiones, o con la nueva Ley de Tierras que intenta una limitada
distribución de tierras; sus medidas concretas no pasan de rasguñar la
superficie de los males históricos del capitalismo semicolonial
venezolano. Así, de la mano de estas concesiones parciales a las masas,
lo hemos visto en el último período abrir canales de negociación con el
sector empresarial que mantiene intacto su poder económico en el país.
Chávez mantiene la propiedad privada de los medios de producción
consagrada en la propia Constitución bolivariana, respeta los acuerdos
con el capital extranjero y el pago de la deuda externa, y llama a las
trasnacionales a asociarse al desarrollo venezolano, como lo hace con
las grandes compañías petroleras asociándose en empresas mixtas.
Siguiendo el ejemplo del “progresista” Kichner ya ha anunciado que está
dispuesto a pagar el 25% del total de la deuda externa en un solo
desembolso. Difícilmente el FMI reciba mejores noticias en este 2006.
Así hemos visto cómo durante
estos siete años de “revolución bolivariana”, la política de Chávez no
ha llevado a la expropiación de los principales grupos capitalistas,
como los multimillonarios Cisneros y Mendoza y los grandes medios de
comunicación que organizaron el golpe de abril de 2002, ni a la ruptura
con las transnacionales. Mientras se subvencionan los planes de
asistencia social, educación y salud con la renta petrolera, los
capitalistas siguen acumulando ganancias y la desocupación y los niveles
de explotación se mantienen.
En Venezuela, las masas están
por fuera de toda decisión política de fondo, a pesar de toda la
fraseología que se repite cotidianamente, las gestiones municipales con
“participación popular y control social” y el discurso “participativo y
protagónico”. Esto es lo que está en la base del creciente repudio a la
burocracia del MVR, Podemos y aliados, que se empieza a expresar en
franjas importantes de los trabajadores y los sectores populares.
La retórica antinorteamericana
del presidente venezolano, es en realidad limitadamente antiBush, pues
como insistió en la Cumbre de Mar del Plata, quisiera un retorno de
Estados Unidos a las políticas “amistosas”, manifestando que: “Hemos
convivido con Estados Unidos. Hay que darle inicio a una nueva etapa de
convivencia verdadera, los gobiernos de América Latina y el gobierno
-este y los que vengan- de los Estados Unidos” [1]. En este sentido, en
la misma cumbre de Argentina, Chávez llegó al extremo de reivindicar la
“Alianza para el Progreso” de John F. Kennedy, como una mejor forma de
cooperación y de trato. Pero sabemos que esta “Alianza” no era más que
una propuesta imperialista que en aquellos días era el equivalente del
actual ALCA, y una política, que como dijera el Che Guevara, era “un
vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de los otros pueblos de
América Latina, a esterilizar el ejemplo de la Revolución cubana y,
después, a domesticar a los otros pueblos de acuerdo con las
indicaciones del imperialismo”. Y este discurso antiyanqui de Chávez y
de sus seguidores en América Latina y Europa, está acompañado de un
silencio con relación a los imperialistas europeos. Se rechaza la
invasión de Irak y la política guerrerista norteamericana, pero poco se
dice de la invasión por parte de los ejércitos de los países europeos en
Afganistán, Costa del Marfil, Kosovo, etc. El presidente venezolano
llegó al extremo de hacer pública su solidaridad con el reaccionario
gobierno francés de Chirac y De Villepin durante la revuelta de las
periferias de París en noviembre pasado. Lo que en verdad busca Chávez
son mayores márgenes de independencia pero no una ruptura con el
imperialismo.
Chávez pretende hacer creer que
grandes objetivos como la integración latinoamericana, una reforma
agraria radical o, aún más, la “construcción del socialismo del siglo
XXI” son posibles por medio de un proceso de reformas graduales, sin
necesidad de revoluciones sociales que terminen con la explotación del
capital imperialista y las burguesías nativas. La tarea histórica de la
unidad latinoamericana es inseparable de la tarea de romper con el
imperialismo, y esta tarea está por entero en manos de los trabajadores
en alianza con los campesinos pobres y los oprimidos. El único programa
que puede garantizar este objetivo es el que se sintetiza en la
conquista revolucionaria de repúblicas obreras y campesinas que
confluyan en una Confederación de Repúblicas Socialistas de América
Latina y el Caribe. Bolivia viene siendo escenario de importantes
levantamientos de masas como los de octubre de 2003 y junio de 2005, con
insurrecciones de por medio como en la ciudad de El Alto, que han
llevado a la caída de dos presidentes y abrieron profundas crisis
políticas. En las recientes elecciones presidenciales las fuerzas
políticas abiertamente empresariales sufrieron una contundente derrota.
Si bien estas elecciones fueron una política para desviar el proceso
revolucionario boliviano, las mismas se dieron en un marco de gran
politización, giro a izquierda y sentimientos nacionalistas y
democráticos entre las masas.
El movimiento de masas tiene
grandes expectativas en el nuevo gobierno de Evo Morales. Aunque su
rumbo se irá definiendo en los próximos meses, ya hay que decir
claramente que el flamante presidente electo no pretende profundizar el
camino abierto por la movilización de masas bolivianas sino conducir un
proceso de tibias reformas en el país andino, tal como lo ha manifestado
en su reciente gira internacional y frente a gobierno imperialistas
europeos. En sus viajes por Francia, España y Brasil, le ha dado
garantía a las grandes compañías petroleras y gasíferas que sus
intereses no serán tocados. Así, lo que vemos es una política que se
reduce a renegociar los contratos petroleros y fortalecer YPFB, cuando
la nacionalización del gas fue una de las grandes demandas durante los
levantamientos, contrariando, incluso antes de asumir, esta gran
aspiración del pueblo boliviano.
Sobre el problema del reparto
de la tierra, el plan de Evo Morales se limita apenas a “sanear” sin
liquidar el latifundio, cuando sólo en las llamadas tierras bajas del
país, 7.000 terratenientes acumulan 40 millones de hectáreas, mientras
decenas de miles de familias campesinas no tienen tierras. Tampoco se
propone organizar un plan estatal para la agricultura campesina en
ruinas porque en ambos casos chocaría directamente con los intereses
fundamentales y la propiedad de la burguesía.
Evo dice que “con nuestro
gobierno se acabará el odio, el desprecio. Se acabará con el Estado
neoliberal y el Estado colonial”, pero pretende la quimera de hacer esto
sin afectar la gran propiedad de los empresarios, terratenientes y
transnacionales, sino por medio de reformas políticas. Su proyecto es de
colaboración de clases en torno a un programa reformista, al que espera
sumar empresarios, terratenientes y hasta capitales extranjeros en los
marcos del “capitalismo andino”. Esto lo dice abiertamente, y no se ha
cansado de repetirlo en su reciente gira internacional.
En
suma, la política de Evo es continuar desde el poder del Estado con la
tarea de contención de la lucha de masas, papel que ha venido cumpliendo
en los últimos años, como lo demostró en octubre de 2003 y en junio de
2005, y no satisfacer las demandas por las que trabajadores y campesinos
lucharon y murieron en esos combates. Por eso, aunque se presente el
triunfo de Evo como el “acceso al poder de un indígena por primera vez
en al historia de Bolivia y América Latina”, lo cierto es que un
gobierno del MAS no será un gobierno de los trabajadores, ni
representará los intereses de los campesinos pobres y los pueblos
originarios.
Por eso, para los que luchamos
por la independencia política de los trabajadores, afirmamos
categóricamente que en el país andino es necesario fortalecer una
política obrera independiente frente al gobierno del MAS y de Evo
Morales, pues consideramos que sólo en el marco estratégico de la
revolución obrera y socialista es posible combatir consecuentemente por
el programa agrario, democrático y antiimperialista, y sólo el poder de
obreros y campesinos puede resolverlas efectivamente. Por eso es
importante y necesario desde ya preparar una efectiva labor de
organización y preparación de la lucha por las demandas impostergables
de los trabajadores, así como frente a cualquier intento de la reacción
y del imperialismo. En síntesis, decimos claramente que el dilema
nuevamente planteado en este principio de siglo continúa siendo reforma
o revolución.
Las direcciones políticas
“progresistas” y los orgnizadores del FSM son partidarios de un
reformismo “tibio” limitado a la miseria de lo “posible”, es decir,
“humanizar el capitalismo” sin tocar la propiedad privada, y a lo sumo
regatear en mejores condiciones con el imperialismo. Contra esta
estrategia que históricamente ha demostrado ser desastrosa para las
masas obreras, campesinas y populares, afirmamos categóricamente la
necesidad de luchar por una revolución social para terminar
verdaderamente con los enormes padecimientos y carencias de las masas,
provocados por la sed de ganancias de los monopolios capitalistas y sus
representantes políticos. Contra las mentiras de los políticos
patronales “progresistas” y sus aliados, las burocracias sindicales
obreras y campesinas, luchamos por que los trabajadores confíen
únicamente en sus propias fuerzas, y que, tomando las demandas del
conjunto de los oprimidos por el capital, encabecen la lucha contra el
imperialismo y las clases dominantes nativas, en el camino de la
construcción de la sociedad socialista.
3
Sin embargo, la mayoría de las principales corrientes que se
autodenominan “revolucionarias”, en lugar de pelear por la independencia
política de la clase obrera, se adaptan a espacios reformistas de
izquierda, y muchas veces, abandonan la estrategia de construir partidos
sólidamente enraizados en la clase trabajadora para buscar atajos a
través de distintos “movimientos sociales”. En algunos casos llegan a
repetir la política del ministerialismo, tan combatido por los
revolucionarios de principios del siglo pasado, como lo hace el llamado
"Secretariado Unificado de la IV Internacional (SU)", al cual pertenecen
la LCR en Francia y Democracia Socialista (DS) de Brasil, quien mantiene
en sus filas a Miguel Rosetto, ministro de Agricultura del gobierno de
Lula. Desde el SU a El Militante (CIM) diversas corrientes “marxistas”
se adaptan completamente al discurso del gobierno de Chávez. En la misma
dinámica está el Socialist Worker Party (SWP) de Inglaterra, que impulsa
la alianza electoral Respect, una alianza de colaboración de clases con
sectores de la comunidad musulmana y figuras políticas como el ex-
diputado laborista George Galloway, quien se ha pronunciado abiertamente
contrario al derecho al del aborto. Como vemos, todos tienden a confluir
en partidos comunes o frentes electorales sin delimitación de clase con
objetivos esencialmente electoralistas, para aprovechar los espacios que
pueden abrirse a la izquierda de los reformistas en el gobierno.
La adaptación es tal que la
gran mayoría de las corrientes internacionales que se reivindican
trotskistas, como el CRCI de la cual participa el Partido Obrero de
Argentina o Progetto Comunista de Italia llamó a votar recientemente por
el proyecto de conciliación de clases del MAS en Bolivia, sumándose a la
posición similar a la de grupos de izquierda como el MST (UIT) argentino
que apoya al MAS por expresar un “frente social revolucionario”.
Contrariamente a estas
posiciones políticas, creemos que en el actual escenario, las tareas de
los revolucionarios se concretan en la pelea por construir fuertes
corrientes con inserción en las grandes concentraciones obreras, que
intervengan en la lucha de clases levantando programas para la acción
que, partiendo de las demandas inmediatas y motoras de cada lucha,
tiendan a cuestionar al gobierno, al régimen y al Estado capitalista;
que impulsen las expresiones avanzadas de la vanguardia obrera y popular
en la lucha antipatronal, antiburocrática y antigubernamental; que
combatan política e ideológicamente a los proyectos de conciliación de
clases del “reformismo democrático” así como del chavismo, defendiendo
siempre la necesidad de una política obrera independiente; que partan de
una sólida concepción internacionalista y antiimperialista.
4
Los trabajadores en Latinoamérica comienzan a foguearse en importantes
peleas y a dar pasos en la perspectiva del desarrollo de nuevos
organismos para la lucha, que pueden sentar las bases para la
construcción de potentes organizaciones revolucionarias. En Brasil,
donde amplias franjas de trabajadores se vienen oponiendo al curso
neoliberal del gobierno de Lula, con huelgas importantes tanto en el
sector industrial como en los empleados públicos, hemos visto cómo
distintos sindicatos que vienen encabezando estas peleas y se oponen a
la dirección burocrática de la CUT, han puesto en pie coordinadoras
sindicales de lucha como Conlutas.
En
Argentina, luego de los procesos de ocupación de fábricas durante la
crisis de 2001, los trabajadores vienen dando importantes luchas
salariales, destacándose sectores antiburocráticos y combativos con
fuerte presencia de delegados de izquierda, que ha estado al frente de
algunas de las huelgas más importantes. En Venezuela hemos visto el
resurgir de importantes luchas de trabajadores, y después de la
bancarrota de la CTV por su participación activa en el golpe
oligárquico, dentro de la UNT, se desarrolla una importante oposición a
la dirección oficial liderada por sectores burocráticos. En Bolivia, en
los últimos levantamientos vimos una actividad creciente de los
trabajadores de sectores claves del aparato productivo, y se ha iniciado
un proceso de construcción de nuevos sindicatos entre los trabajadores
de El Alto, la ciudad epicentro de los levantamientos populares.
Los procesos políticos y el
incipiente despertar de esa nueva clase trabajadora están generando
mayores posibilidades para la construcción de corrientes
revolucionarias, ligadas a estos procesos fundamentales de los sectores
avanzados del movimiento obrero. Por eso es necesario luchar por la
fusión entre los sectores avanzados de los trabajadores y las ideas del
marxismo revolucionario, en el camino de construir partidos de
trabajadores revolucionarios dotados de un programa marxista que
combatan por la autoorganización política del proletariado con la más
plena independencia respecto al orden burgués, y por la hegemonía obrera
en el seno de las clases explotadas estableciendo una alianza con los
campesinos pobres y demás sectores oprimidos, desarrollando y
generalizando los organismos democráticos de lucha que creen las propias
masas movilizadas hacia el poder obrero y de masas.
Reafirmamos
la necesidad de la construcción de partidos revolucionarios, para la
organización permanente de los sectores políticamente más avanzados del
movimiento obrero y la intelectualidad marxista revolucionaria, contra
quienes diluyen las fronteras entre reformismo y revolución, apostando a
que “el movimiento es todo” o los que rechazan de manera “autonomista”
la necesidad de la organización política idealizando la espontaneidad
pura. Precisamente porque la clase trabajadora no es absolutamente
homogénea, sino que muestra una amplia diversidad social y política, y
porque en los acontecimientos revolucionarios decisivos necesitará una
voluntad política concentrada es imprescindible la construcción de un
partido centralizado que pueda ayudar a la clase a unir sus filas, a
tomar en sus propias manos el conjunto de los problemas de la sociedad y
prepararse como clase dirigente, para acaudillar la rebelión de las
masas oprimidas y explotadas del campo y la ciudad hacia su propio
poder.
Acompañar y participar
activamente las luchas obreras y de los explotados en los países en los
cuales militamos por una estrategia que plantee la necesidad de la
autoorganización independiente y democrática de los trabajadores pasa
también por el internacionalismo revolucionario, luchando por la
construcción del Estado mayor de los explotados y oprimidos del mundo,
el Partido Mundial de la Revolución Socialista. Esta es la perspectiva
que defiende la FT-CI y el debate que pretendemos abrir con todas
aquellas corrientes y militantes que quieren pelear por el verdadero
socialismo del siglo XXI, el que parirá la revolución obrera y
socialista mundial.
Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional (FT-CI),
integrada por:
Partido de Trabajadores por el
Socialismo (PTS), Argentina - Liga Estratégia Revolucionaria - Quarta
Internacional (LER-QI), Brasil - Clase Contra Clase (CCC), Chile - Liga
de Trabajadores por el Socialismo -ContraCorriente (LTS-CC), México -
Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional (LOR-CI), Bolivia
-, la Juventud de Izquierda Revolucionaria (JIR), Venezuela-, y FT
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