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ACERCA DE LAS ELECCIONES EN PALESTINA.
Por EL MILITANTE - Sunday, Feb. 12, 2006 at 4:02 PM
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Elecciones en Palestina
La bancarrota de la OLP abre las puertas al triunfo de Hamás
Autor : J. M. Municio
Fecha : ( 06-Febrero-2006 )
Categoria : Internacional

"Nos han castigado porque no hemos logrado alcanzar una paz definitiva durante estos últimos años, porque la corrupción que hemos tenido ha sido exagerada, porque la negociación con Israel se ha detenido y la ocupación ha continuado, mientras que las condiciones generales de vida no han mejorado”. Así trataba de explicar el ex ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y recién elegido diputado por Jericó, Saeb Erakat, el desastre de Al-Fatah en las elecciones palestinas del pasado 25 de enero.

Efectivamente, y para sorpresa de todos, las elecciones confirmaban la bancarrota y descrédito del partido que ha pilotado durante más de una década el llamado proceso de paz. También, ha confirmado la tendencia expresada en las municipales, celebradas durante 2005, que apuntaban a que Hamás se convertía en fuerza mayoritaria entre la población palestina de los territorios ocupados.

Los resultados y el voto a Hamás

Un análisis detallado de los resultados nos ofrece algunas de las claves del significado del voto a favor de las listas fundamentalistas. Sobre 1.700.000 potenciales votantes, se registraron algo más de 1.300.000 y de estos votó el 78% (poco más de un millón de palestinos). Una alta participación, con un 81% en Gaza y un 74% en Cisjordania. Participación más significativa aún si tenemos en cuenta que la ocupación militar israelí ha hecho casi imposible el voto en el distrito de Jerusalén, donde sólo pudo votar el 41%.
El sistema electoral divide la elección de los 132 diputados; 66 son elegidos en lista única y otros 66 son elegidos a través de los 16 distritos electorales. Hamás, con algo más del 50% de voto total, obtiene 74 diputados frente a los 45 de Al-Fatah. Esta aplastante diferencia se debe fundamentalmente al voto por distritos. En la lista electoral única Hamás obtiene el 44,45% de voto y 29 diputados, Al-Fatah el 41,43% y 28 diputados y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) el 4,25% y 3 diputados. Mientras aquí hay una cierta igualdad, en los distritos Hamás obtiene 45 diputados frente a 17 de Al-Fatah. Los otros cuatro son independientes apoyados por Hamás.
Con los resultados en la mano parece evidente que el fracaso del estrecho nacionalismo burgués de la ANP y la incapacidad de la izquierda palestina para ofrecer una alternativa coherente, ha hecho que el vacío creado lo haya llenado una opción reaccionaria como Hamás. No hay duda de que sectores importantes de la población están mirando al fundamentalismo y al oscurantismo religioso como una alternativa, sin embargo eso no sería suficiente para explicar la magnitud del vuelco electoral.
“Estamos hartos de la mafia de Al-Fatah. En verano, durante varios días a la semana no tenemos ni agua en las casas. Cuando sale es turbia. Y hace diez años que llegaron al poder. Votaré a Hamás sólo por ver caras nuevas (…). Llegaron desde el exilio en Túnez muy pobres y ya son ricos (…) También sé quiénes son los candidatos de Hamás. Gente que no ansía tanto el poder como dar un vuelco a la situación”. Así se expresaba un empleado de un hotel de Gaza que El País del 22 de enero describía como “un hombre poco dado a acudir a la oración en las mezquitas”.
En estas breves declaraciones están condensadas algunas claves del proceso. Hamás se ha presentado como un partido centralizado, eficaz y buen gestor de los escasos recursos. Han prometido acabar con la flagrante corrupción y nepotismo de la ANP. Han combinado la resistencia armada al ocupante israelí con una red de asistencia social que le ha valido la confianza de amplios sectores de la población. Una población empobrecida que desde el comienzo del “proceso de paz” no ha visto más que caer sus niveles de vida. Por eso no es de extrañar que a la hora de elegir candidatos cercanos al votante y más vinculados a la gestión diaria, los candidatos de Hamás hayan arrasado a los identificados como corruptos de Al-Fatah. Cuando se trataba de elegir entre dos proyectos políticos más elaborados la distancia ha sido mucho menor.

¿Y ahora qué?

Aunque se hable de terremoto político parece difícil ver diferencias sustantivas en las perspectivas a medio y largo plazo para el conflicto. Un somero repaso del último periodo lo mostrará más claramente.
La segunda Intifada estalló como consecuencia del hartazgo con un proceso de paz que durante siete años no había servido para avanzar hacia la liberación nacional palestina, ni para mejorar los niveles de vida de la población. El Estado de Israel ha seguido con sus planes durante más de una década: colonización de Cisjordania y Jerusalén Este para imposibilitar, en la práctica, un Estado palestino viable, represión brutal contra los luchadores y represalias económicas para empobrecer a la población; presiones a través de EEUU para que la ANP reprimiese a Hamás y a los descontentos de Al-Fatah (el alto número de presos de Hamás en las cárceles israelíes sólo se entiende por la colaboración de la policía palestina con los servicios secretos israelíes).
El objetivo final es sentar a la mesa de negociaciones a algún títere dispuesto a aceptar la claudicación y las condiciones impuestas por Israel. Cuando Arafat, por sus vínculos históricos con el movimiento, dejó de serles útil, prescindieron de él (cada vez son más las voces cualificadas que denuncian que Arafat murió envenenado).
Parecían haber hallado ese títere en Abu Mazen, el actual presidente de la ANP. Sin embargo, esta política israelí ha tenido como consecuencia el triunfo de Hamás, algo que no estaba previsto en la ecuación y, por tanto, aleja la perspectiva de la claudicación.
Aunque de forma trágicamente distorsionada, estos resultados reflejan la disposición de las masas palestinas a la lucha y a la resistencia, además de su odio a unas negociaciones percibidas como una continua claudicación. Es más, la retirada israelí de Gaza (retirada que encaja en los planes sionistas de colonizar las partes estratégicas de Cisjordania y de imponer una solución unilateral a los palestinos) ha sido rentabilizada por Hamás, que la ha presentado como fruto de sus acciones armadas.
La burguesía israelí no se va a mover demasiado de su guión. Continuará su política de desgaste del movimiento palestino para imponerles una ficción de estado sobre Gaza y el 80% de Cisjordania. Estos son sus planes. La crisis del Likud tras la retirada de Gaza y el abandono de este partido por Sharon, para crear Kadima junto a Peres, tiene esa significación. El Likud, secuestrado por la militancia de la extrema derecha colona y religiosa (que se niega a la más mínima concesión en su sueño utópico de construir el Gran Israel, sin ceder un metro de territorio) ya no es una herramienta útil para estos planes y la burguesía israelí le ha dado la espalda.
A pesar de la probable tendencia conservadora que el triunfo de Hamás provocará en Israel, no parece probable que el Likud actual vaya a marcar el futuro gobierno.
Ahora es Hamás quien tiene la patata caliente. No es lo mismo estar en la oposición que gobernar. En realidad, la alternativa de Hamás al conflicto con Israel es casi idéntica a la de la OLP. Más allá de declaraciones para la galería sobre no reconocer el Estado israelí, hace ya tiempo que su líder espiritual, el jeque Sheik Ahmed Yassin (asesinado por Israel) aceptó como un camino válido el reconocimiento de un Estado palestino capitalista en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Es decir, el mismo estrecho proyecto nacionalista de Arafat y sus herederos.
Ahora no saben ni lo que van a hacer. Han llamado a un gobierno de unidad nacional, temerosos de afrontar el reto de un gobierno en solitario. El imperialismo está a la espera, amenazando con recortes en las ayudas a la ANP como forma de presión para “moderar a Hamás”. Son conscientes de que cortar la ayuda sólo ayudaría a radicalizar a éstos y a alejar aún más cualquier posible negociación. Javier Solana ha sido claro: “sería un enorme error cortar estas ayudas”.

¿Cuál es la alternativa?

Todo este proceso refleja dramáticamente que no hay salida posible sobre bases capitalistas. La izquierda palestina debe comprender esto o está llamada a jugar un papel testimonial. Estas elecciones han sido un nuevo aviso. En Al-Fatah todos los sectores que han denunciado el caos y la corrupción y que protagonizaron la segunda Intifada, están totalmente huérfanos de un programa coherente. Su única alternativa es resistir. Barguthi, el líder de este sector, encarcelado en Israel, ha vuelto a insistir tras el triunfo fundamentalista en unirse a estos en un gobierno de unidad nacional. Es el mismo programa que ha defendido estos últimos seis años y que le ha puesto en bandeja el triunfo a Hamás. El FPLP defiende casi lo mismo, en las últimas municipales llegó a elaborar listas conjuntas con Hamás. Que esta política es un fracaso lo reflejan sus pírricos resultados electorales. Durante la segunda Intifada, con las ilusiones en la dirección de Al-Fatah rotas, era el momento para el fortalecimiento de la izquierda, pero para eso hacía falta una precondición: dotarse de un programa socialista.
Las perspectivas a corto plazo son complicadas y hay que esperar al resultado de las elecciones israelíes de marzo. No cabe duda de que Abu Mazen quiere continuar a toda costa las negociaciones con Israel, esperando que haga algunas concesiones. Tras el 25 de enero su margen para esto es todavía más limitado. Israel escarbará en esa contradicción. Si Hamás reanuda la lucha armada (la opción menos probable en estos momentos) pueden reocupar Gaza y presentar a los palestinos la opción de elegir entre “los realistas y pragmáticos”, como Abu Mazen, o el infierno. No está descartada, incluso, una guerra civil interpalestina.
Como vemos, nada muy halagüeño. Por enésima vez insistimos, el conflicto israelo-palestino está en un callejón sin salida. Después de años de resistencia e Intifada lo máximo que se les ofrece es una porción de los territorios ocupados sin viabilidad económica y sin el derecho a retorno de millones de refugiados.
No hay más opciones, el nacionalismo burgués de la OLP ha fracasado, ahora es el turno del fracaso del fundamentalismo. Sólo un programa socialista que vincule al trabajador palestino con el trabajador israelí, que señale a la burguesía sionista y a la burguesía árabe como sus enemigos comunes, y que ofrezca como única alternativa realista una Federación Socialista de Oriente Medio en la que los palestinos puedan realizar su sueño de tener un Estado, puede poner fin a sesenta años de pesadilla.

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