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BOLIVIA: REFUNDIRLA O REFUNDARLA
Por alfredo Chimori - Monday, Feb. 13, 2006 at 7:03 PM
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Algunas reflexiones sobre la oligarquía y la victoria de la revolución democrática indígena y popular, ante una nueva y decisiva etapa de la historia boliviana.

13/02/2006
Autor: Alfredo Chimori Saucedo



1. LA OLIGARQUIA ANTES DE EVO

En Bolivia, la corrupción y el nepotismo de la oligarquía, permitieron
establecer una escala de “valores” de discriminación, de sumisión que
influenciaron, en cierta medida, a las capas medias de las ciudades
de Santa Cruz y de La Paz, bajo un encadenamiento de arribismos,
prerrogativas y engaños, a través de la distribución de “pegas” para
unos cuantos y espejismos de prosperidad para los demás.

Al mismo tiempo, las elites se valieron de la demagogia para hacer
tragar el anzuelo a los bolivianos. La amnesia del pasado y la ceguera
del futuro, les llevaron a crear discursos sin estribos. Durante
siglos, las arengas o prédicas ampulosas, fueron el pan de cada día.
El pueblo las masticaba hasta el cansancio. Pensaron que así
debilitarían su lucha frente a la opresión. En una mixtura de
confusiones, la mentira fue la sola verdad solapada que tomó cuerpo.
Se agigantó cantoneándose gracias al proselitismo patrocinado por el
monopolio de la prensa reaccionaria.

En los últimos 30 años, dictaduras y “democracias” no se diferenciaron
prácticamente en nada. Ambas se asentaron en idénticas premisas de
privilegios, con algunas variantes de forma y de tono. Por lo demás,
el continuismo fue el procedimiento rutinario más conveniente para
garantizar sus intereses de casta, cuyos procesos, como se sabe,
correspondieron invariablemente a la ideología de sometimiento de los
dueños del mundo. Por esta razón, bajo registro de EEUU, el asalto a
las empresas del Estado y la entrega del país a las transnacionales,
se perpetraron en periodos “democráticos” de Paz Estensoro, del
dictador Banzer, de Paz Zamora y de Sánchez de Losada. De esta forma,
en nombre del “progreso y desarrollo”, los modernizadores de pacotilla
vendieron al país como si fuera una mercancía.

Las palabras “democracia”, “libertad”, “justicia”, “patriotismo”,
“soberanía” en boca de los explotadores siempre cambiaron de sentido y
a medida que se desplegaba su prédica, los atributos iniciales se
diluían inexorablemente en la nada. El mensaje adoptaba un significado
ambiguo, para llegar finalmente a un contenido reaccionario. Las
campañas electorales fueron en todo tiempo, verdaderos enredos de
incoherencias. Las elecciones municipales y presidenciales de los dos
últimos años, se caracterizaron por el bombardeo de sofismas e
hipocresías para atizar la discriminación, la xenofobia y el
divisionismo.

2. LA CAMPAÑA ELECTORAL Y LA OLIGARQUIA

Durante las elecciones presidenciales del 18 de diciembre pasado, no
fue casual que los cuarteles generales de la oligarquía se aglutinen
en las ciudades de Santa Cruz, Tarija y en la embajada de EEUU en La
Paz, si se tiene en cuenta que el gas, el petróleo y la conjura se
localizaron precisamente en Santa Cruz, Tarija y EEUU.

A los gringos peritos en maquinaciones, siempre se los vio en las
minas y en las ciudades de Potosí, Oruro y La Paz. Esta vez, se
exhibieron en Santa Cruz, junto al puñado de neonazis de la mal
llamada “Nación Camba” y “Unión Cruceñista”, enarbolando banderas
separatistas y de discriminación.


A partir de la “guerra del gas” y los hechos luctuosos de octubre del
2003, las cartas estaban echadas. Las mayorías nacionales decretaron
permanentes movilizaciones masivas contra la oligarquía. Por primera
vez en la historia del país, lo que nunca sucedió antes, hubo la
certeza de que algo nuevo iba a suceder, además el pueblo no iba a
permitir nunca más el retroceso de su historia. A medida que pasaron
los días, se advirtió que ésta convicción se hacía realidad. En la
oligarquía, se produjo un sentimiento de pánico jamás visto antes,
amplificado por sondeos preelectorales confidenciales, que daban por
vencedor a Evo Morales como presidente de los bolivianos.

Los neoconservadores empezaron a ponerle tres pies al gato al país. La
deriva electoralista no se dejó esperar: echaron leña al fuego,
alimentando antagonismos regionalistas para crear el caos, y sirva de
pretexto para una intervención militar de los asaltantes del mundo.
Quisieron anular las elecciones generales pero fue tarde. Maniobraron
en el parlamento y exigieron más diputados y senadores para Santa
Cruz, imaginando un triunfo por lo menos en su cuartel general.
Obligaron a la Corte Nacional Electoral, a eliminar de las listas de
votantes a casi dos millones de bolivianos, principalmente a
ciudadanos con apellidos indígenas. Consiguieron incluir en la
convocatoria electoral, para que se elijan paralelamente a prefectos
departamentales invocando la “descentralización” del país.

El desmesurado interés por apropiarse de las riquezas naturales fue
tan grande, que el contubernio que se preparó tuvo características de
conspiración. Los minúsculos grupos de extrema derecha de Santa Cruz y
Tarija, inflados por los medios de comunicación de la oligarquía,
lanzaban gritos de guerra contra el pueblo boliviano, proclamando a
los cuatro vientos “autonomía” cruceña y tarijeña que para el buen
entendedor significaba, secesión del resto del país y la entrega
tácita del gas y del petróleo a las transnacionales ¿Quiénes
ensamblaban y financiaban esta parodia? ¿Los asesores de Mr. Bush?

La desesperación les llevó inclusive a tergiversar la realidad
histórica de Santa Cruz. No era el pueblo “camba” o cruceño que se
exteriorizaba, sino los representantes de la oligarquía que ponían el
paño al púlpito en nombre del pueblo. Se atribuyeron el denominativo
de “cambas”, quizás para lastimar la sensibilidad de la conciencia
colectiva o para aguijonear mejor la arremetida de desdén contra los
“collas”, porque con aquel nombre no podían camuflarse. Se guardaban
cuidadosamente mencionar quiénes eran ellos y de dónde provenían.

Las campañas de denigración nacional, se condensaron en el discurso
regionalista, en el mensaje del individualismo social, sobre todo, en
la negación del compuesto cultural indomestizo de los bolivianos.
Presentaron, como si Santa Cruz fuera un planeta lejano, distinto del
resto de país, separado por infinitos kilómetros de distancia y, que
por algún accidente confuso e indefinido, se descubría de repente
encadenado. Sin tomar en cuenta lo elemental: que el territorio
boliviano como cualquier otro territorio, está estratificado
solidamente por centenares de millones de años de fusión geológica,
por esta razón, salvo catástrofe planetaria, Santa Cruz y el altiplano
estarán siempre unidos. Que los habitantes de los andes y amazonas
tienen un pasado común de miles de años de convivencia pacífica, ni
siquiera el colonialismo pudo desagregarlos. Que los lazos y
mestizajes culturales de sus pobladores, establecieron múltiples
formas de armonía social, originando particularismos o si se quiere,
localismos heterogéneos, producto de la riqueza cultural y la
diversidad geográfica del país, que nada tienen que ver con
regionalismos u otras formas de divisionismos alimentados por la
oligarquía e incompatible igualmente, de la ideología de la
uniformización de las sociedades que sirve para manipular, domesticar
y oprimir a los pueblos y naciones.

La oligarquía y su secular desdeño por la cultura patrimonial de los
bolivianos, puede interpretarse como un sentimiento irracional, o como
un inexplicable oscurantismo de tinieblas. Viven en el país pero
desprecian a Bolivia. Amasan fortunas explotando a los bolivianos pero
se burlan de la miseria. Dicen acatar a las leyes pero no respetan la
Constitución. Hablan de desarrollo económico pero quieren venderlo al
país. Se consideran patriotas pero conspiran para que desaparezca
Bolivia.

En cuestiones de intereses y sometimiento, sin embargo, nada es
fortuito. La hegemonía, las fortunas de unos cuantos, el racismo, la
xenofobia no vienen así nomás. Las grandes fortunas se amasan
explotando, engañando y matando. Tampoco, nadie es discriminador de
nacimiento, ni viene como una maldición del más allá o como una
iluminación satánica para convertirse de la noche a la mañana en
enemigo de su prójimo. Antes que nada, la opresión al igual que el
miedo, es ideológico, está planificada para desencadenar el despelote.
Recordemos solamente a Irak, como muestra tangible de lo que está pasando en el mundo.


3. SACUDIDA DEMOCRÁTICA

El triunfo del MAS, fue un reverendo warak’azo en plena figura del
neoliberalismo y la oligarquía. Valió para reivindicar la cultura
patrimonial, unir al pueblo, frenar la aculturación de los habitantes
urbanos, detener el peligro de la división del país, sirvió para
imposibilitar el saqueo de las recursos naturales y las reservas del
gas, además, señalar a los traidores que entregaron los hidrocarburos,
a los que vendieron las empresas y bienes del Estado a las
multinacionales provocando la ruina económica del país.

Los aprestos separatistas de los grupos de poder de Santa Cruz y la
intromisión de EEUU en los asuntos internos del país, fueron la gota
de agua que rebalsó el baso, provocó un estallido de indignación
nacional traducido en el sufragio, desmantelando en cierta manera la
confabulación.

El proselitismo de chantaje, el contubernio organizado contra la
soberanía de Bolivia no funcionó ni podía prolongarse por más tiempo.
Durante la campaña electoral, se utilizaron millones de dólares para
mantener a flote la propaganda del “globo inflado” cuya finalidad era
confundir, dividir a las regiones y a sus pobladores, de ésta manera
llevar a Bolivia sobre aguas turbulentas para que de una vez
desaparezca. Fue suficiente un pinchazo para que se desintegren las
mentiras y aborten los aprestos entreguistas. La conciencia política,
la resistencia civil y cultural de las mayorías nacionales, ésta vez,
fueron factores determinantes en la victoria sobre los neoconservadores.

La gran trompada democrática propinada por los bolivianos al
imperialismo, sobrepasó fronteras latinoamericanas, repercutió en el
mundo entero. Ni siquiera la afonía y el mutismo mediático controlado
por las multinacionales impidieron su expansión. El silencio cómplice,
paradójicamente se convirtió en caja de resonancia, se transmutó en
eco de wankara y p’ututu para que se propaguen las reivindicaciones
de todos los desheredados del mundo. Sin duda, dentro de poco la
marejada de contagio alcanzará proporciones continentales, en el
ascenso incontenible de la izquierda latinoamericana.

Esta manera de concebir a Bolivia como propiedad privada de unos
cuantos, se acabó con el triunfo del pueblo boliviano. Como dijo el
presidente Evo Morales, “el triunfo del pueblo no fue regalo de nadie”. Fue la sangre que derramaron miles de bolivianos en diferentes épocas. Esta vez, el pueblo no permitirá la entrega de sus riquezas a las multinacionales. Los oligarcas deben saber que los 50 mil indígenas bolivianos que murieron en la guerra del Chaco defendiendo el petróleo, no fue en vano ni tampoco será en vano.
Servirá para construir un país más justo, donde haya respeto por el
prójimo y por la naturaleza.

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