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Santa Fe: Proyecto para cambiar el nombre de la calle Presidente Roca por Tupac Amaru
Por Pablo - Monday, Mar. 20, 2006 at 10:02 AM

Un envío de Orlando Agustín Gauna en la página Política y Desarrollo.

Santa Fe: Proyecto de Ordenanza

Nuestra Ciudad sufre la afrenta de tener una importante calle con el nombre de quien fuera uno de los más grandes genocidas de la historia argentina: Presidente Roca. Esto constituye un agravio, un insulto para todas las comunidades aborígenes.


Santa Fe de la Vera Cruz, marzo de 2006.

Al Señor Presidente del Honorable Concejo Municipal.


El que suscribe, Orlando Agustín GAUNA, nativo del territorio querandí, de 61 años de edad, domiciliado en (...) de esta Ciudad, L.E. Nº 6.255.319, adjunta a la presente un proyecto de Ordenanza que propone se sancione por ese Honorable Concejo.

Asimismo, se solicita que se le permita al suscripto asistir a las sesiones en las que se trate dicho proyecto para poder participar en las discusiones sobre el mismo. Pedido que se formula en un todo de acuerdo a lo normado por el Artículo 89º (Bis) del Reglamento Interno del Honorable Concejo Municipal, sancionado por Decreto Nº 1781 y sus correspondientes modificatorias que textualmente dice: Iniciativa Popular: Los ciudadanos, vecinos de esta ciudad de Santa Fe, podrán proponer y/o peticionar, al Honorable Concejo Municipal, el dictado de Ordenanzas, Resoluciones, Declaraciones y/o Comunicaciones sobre cualquier asunto de su competencia. Incorporada en los Asuntos Entrados, vía peticiones particulares, la iniciativa seguirá el mismo trámite que los proyectos presentados por un concejal o una concejala en ejercicio de su mandato, siéndole aplicable lo estatuido en el TITULO XX “De los asuntos que ingresan al archivo por prescripción reglamentaria”. Texto según DECRETO (H.C.M.) Nº 203 del 05/12/96.

La participación que se solicita es la establecida en los artículos 139º, 140º y concordantes del Reglamento Interno y está motivada por la imprescindible necesidad de que este proyecto como cualquier otro, pueda ser defendido con todos los alegatos por su propio autor. De lo contrario se privaría a este proyecto de la posibilidad de ser defendido por su autor y consecuentemente no seguiría el mismo trámite que otros.

En caso de existir dudas sobre la autorización a participar en las discusiones del aludido proyecto, se requiere se cumplimente lo previsto en el Artículo 198º del Reglamento Interno. Y de resolverse por la negativa, se notifique de inmediato al suscripto a los fines de poder tramitar en forma urgente los recursos legales pertinentes.

También se ruega se disculpe y corrija cualquier error de redacción o de las normas de confección y redacción de proyectos.

Saluda a Ud. muy atentamente.

Orlando Agustín Gauna

L.E. Nº 6.255.319



PROYECTO DE ORDENANZA

Art.1º Se designa a la calle que actualmente lleva el nombre de Presidente Roca, con el nombre de “Inca Túpac Amaru”

Art.2º De forma.

Santa Fe de la Vera Cruz, marzo de 2006.

FUNDAMENTOS


Concejales y Concejalas

Si algún siniestro personaje propusiera denominar a una calle con los nombres de Adolf Hitler o Almirante Massera, recibiría el rechazo generalizado de la sociedad y la imputación del delito de apología del crimen. ¿A quien se le ocurriría poner a una calle de la Ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, el nombre de un genocida? Pero no quepan dudas que si no se hubiera restablecido la democracia y continuáramos bajo la dictadura militar podríamos encontrar estas denominaciones insultantes en las calles argentinas.

Aún así, estando vigente el sistema democrático en el que se juzga y condena a los que tuvieron la más mínima participación en el terrorismo de Estado en la década del setenta, nuestra Ciudad sufre la afrenta de tener una importante calle con el nombre de quien fuera uno de los mas grandes genocidas de la historia argentina: Presidente Roca. Esto constituye un agravio, un insulto para todas las comunidades aborígenes.

El militar Julio Argentino Roca fue un sanguinario guerrero que peleó contra las montoneras del Chacho Peñalosa y Felipe Varela en las luchas fraticidas que abonaron la tierra con la sangre de “esos gauchos brutos y bárbaros” (al decir de un no tan ilustre sanjuanino) y dividieron aún mas a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX,. También se incorporó a las tropas de la Triple Alianza en la guerra contra el Paraguay. Nación a la que le mataron a las dos terceras partes de su población (90% de la población masculina). En 1870, terminada la guerra, tras el asesinato de Urquiza por López Jordán, Sarmiento le encomendó al Teniente Coronel Roca la represión de la sublevación. La operación fue todo un éxito y en ella pudieron verse algunos rasgos de la actuación del futuro conquistador del desierto: sangre fría y escasa compasión para con los derrotados.

Está de más decir que la base del poder social de la clase dominante en el Siglo XIX era la propiedad de la tierra. Las grandes "familias tradicionales" tenían en la posesión de tierra los verdaderos cimientos de su prestigio oligárquico. Su círculo interno estaba formado por los más grandes ganaderos de la provincia de Buenos Aires. Pero la ambición desmedida de esta oligarquía necesitaba más tierras. Para ello era necesario aniquilar a sus verdaderos dueños: los indígenas.

La resistencia indígena del Sur del territorio se inició a mediados del siglo XVIII, cuando las incipientes estancias cercanas a la ciudad de Buenos Aires avanzaban sobre lo que era su territorio, ocupando progresivamente los campos donde los aborígenes se abastecían de ganado salvaje. Despojados de los campos y de su ganado, las comunidades comenzaron a asaltar las estancias con malones para conseguir alimento, tras lo cual los habitantes de Buenos Aires levantaron los primeros fortines, que fueron de hecho, la primera frontera, defendida por el Cuerpo de Blandengues, una especie de milicia formada por paisanos mal armados y mal pagados.

En las décadas siguientes, el desarrollo de la ganadería con vistas a su exportación desde el pujante puerto de Buenos Aires, reavivó la urgencia por expandir la frontera más allá del límite natural que trazaba el río Salado. Y si bien en un comienzo predominó la política de integración basada en tratados y negociaciones pacíficas con los indígenas del sur, la hambruna y la pérdida progresiva de los territorios aumentó la virulencia de los malones. Aún en el más allá del mundo de la leyenda, retumbará en los oídos de Martín Fierro el feroz grito ¡Huaincá! ¡Huaincá!

Hoy sucede algo parecido con los excluidos sociales, no existen malones, pero si el crecimiento de los delitos y la violencia cuyo origen es la hambruna a la que son sometidos y que no logran paliar en los comedores comunitarios ni con los “planes sociales”, mientras permanecen hacinados en las “reducciones” creadas para ellos: las villas miserias. A la vez que se los priva de sus derechos mas elementales como el acceso a la salud, educación, al trabajo. Contra ellos se levantan Comisarías y Cárceles con milicos que también son excluidos sociales en procura de un sueldo. En tanto, los miserables que ostentan el poder, aguardan la llegada de un nuevo “Conquistador del Desierto” para que proceda a aniquilar a los excluidos.

Luis Eduardo Pincén, tataranieto del cacique Pincén, profesor de Ciencias Naturales y presidente de la o­nG Namuntu (Estar de pie), expresó que el legado de Pincén es enorme porque da el marco de cómo vivir y cómo trabajar. "Nosotros, los indígenas, no éramos tan malos como nos pintaban. Fuimos los primeros villeros, los primeros rebeldes por la frustración que sentimos al ser desalojados de nuestras tierras, despojados de nuestra cultura e incluidos en una sociedad que sólo nos acepta en los estratos más bajos." Por esto Luis Eduardo Pincén libra una lucha diaria y pacífica con el objetivo de que todos los indígenas que viven en la Argentina recuperen su dignidad. "Porque para nosotros el hombre está integrado al universo: el nehuén, o la energía espiritual del hombre, es uno más con el nehuén del agua, el del viento, del guanaco y del ñandú. Y nuestro espíritu, nuestro kempeu, es uno solo y sufre mientras hay un descendiente que está perdido, y revive cuando hay un descendiente que pelea por su gente”.

A fines de 1877, al producirse la muerte de Alsina, Roca fue designado en su reemplazo como Ministro de Guerra y Marina. Desde el ministerio propondrá un cambio radical de la política seguida con el indio por su antecesor. Su plan consiste en una ofensiva final a cargo de un poderoso ejército equipado con los últimos adelantos de la industria militar. Suprimió los sables y lanzas y los reemplazó por modernos fusiles a repetición Remingtons. La campaña fue un verdadero genocidio que dejó un saldo de miles de muertos y más de 14 mil prisioneros. Lo importante para Roca y su campaña política no eran las víctimas que ni siquiera eran consideradas como tales por la sociedad de la época, sino los millones de hectáreas "recuperadas" a los indios y su consecuente prestigio político militar. Hoy, al Presidente norteamericano no le importa el número de victimas civiles del pueblo iraquí, le importa el petróleo y el terror que impone al resto del mundo, que en cualquier momento puede ser invadido para obtener por la fuerza lo que ellos necesitan.

Roca volvió de la campaña con el título de "Conquistador del Desierto". Luego del acto comicial, el 13 de junio de 1880 el colegio electoral le dio el triunfo a Roca, quien asumió la presidencia en octubre bajo el sugestivo lema de "Paz y Administración". Tan sugestivo como el lema “Armarse para la paz” utilizado durante la última dictadura militar.

Según explicó la investigadora Susana Rotker en su libro “Las cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina”, la campaña al Desierto y la colonización de sus tierras librada bajo la bandera del progreso y la civilización, tenían móviles bastante más materialistas: La conquista del desierto, comandada por Roca en 1878 y 1879 agregó unos 54 millones de hectáreas al “patrimonio nacional” que fueron entregadas en gran parte a especuladores y terratenientes, como ya era la tradición.

En homenaje a este genocida, en la Capital Federal, a pocos metros de la Casa Rosada erigieron una estatua que nos muestra al presidente Roca de uniforme y a caballo, en homenaje a su acción de arrebato de las tierras indias y aniquilación o reducción a servidumbre de sus habitantes. En la Ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, una calle lleva el nombre de este sujeto que ha cometido tantos crímenes de lesa humanidad.

Aceptar la exaltación de exterminios pasados, abre la puerta a crímenes futuros. Repudiar una conquista, un genocidio, un avasallamiento de un pueblo por otro, entraña rechazarlos a todos. No hacerlo implica ser cómplices de los genocidas.

Se podrá alegar que Roca fue Presidente de la Nación. Jorge Rafael Videla también fue Jefe del Estado argentino. Se podrá argumentar que fue un presidente elegido democráticamente. María Estela Martinez de Perón y Fernando de la Rua también fueron Jefes de Estado constitucionales, pero sus gobiernos fueron tan vergonzantes que merecen el olvido y no el recordatorio de un monumento. Ellos solo merecen el juicio de la historia. Sus contemporáneos ya los han juzgado. Se podrá pretender alzar voces contra un supuesto revanchismo indígena, nada mas alejado de la realidad. El indio aquel se asemeja al gaucho de ayer y al villero de hoy. Excluidos a los que se priva de las necesidades mas elementales, arrastrándolos al camino de la violencia. Es necesario terminar con la exclusión y la explotación.

Concejales y Concejalas, cada uno de ustedes tiene el derecho de repudiar a un genocida y rendir público homenaje a otro, asumiendo el desprecio de sus víctimas. O condenar públicamente a todos los genocidas y criminales.

¿Por qué Inca Túpac Amaru?

El pueblo inca, cansado de los abusos a que era sometido por el “civilizador”, y tratando de sacudirse el yugo de la dominación española, se sublevó contra la nueva autoridad colonial e instaló su capital en Vilcabamba (la región peruana donde residieron los últimos gobernantes incas, desde Manco Cápac II), desde allí, practicando una guerra de guerrillas, acosaron durante unos años a las tropas virreinales. Túpac Amaru fue el último soberano del Imperio Inca, gobernó desde Vilcabamba en los años 1571 y 1572. Fue hermano y sucesor de Tito Cusi Yupanqui. Por entonces el Consejo de Indias dio instrucciones de que se reprimiera duramente la insurrección, y el virrey Francisco de Toledo envió un fuerte contingente al mando de Martín de Hurtado de Arbieto, que tomó Vilcabamba e hizo prisioneros a Túpac Amaru y a sus colaboradores. Juzgado por “alta traición” fue decapitado públicamente por los “civilizadores”, desapareciendo con él la dinastía de los soberanos incas.

La base de la cultura y la organización inca se encuentra en el parentesco, es decir, en el “ayllu”, un conjunto de personas que se consideran parientes pues creían descender de un antepasado común. Éstos están comprometidos a ayudarse mutuamente en las labores cotidianas; a este tipo de trabajo se le conoce con el nombre de “ayni”. También tienen la obligación de trabajar juntos para el beneficio de todo el ayllu: este trabajo se conoce como “minca”. Los miembros de un “ayllu” responden a la autoridad de sus “curacas” (caciques), que son los encargados de regular las relaciones sociales, de ejecutar las fiestas, de almacenar recursos, repartir las tierras entre su gente y disponer de la mano de obra. La economía inca no conoció ni la moneda, ni el mercado, por lo tanto los intercambios y la fuerza laboral se obtenían a través de lazos de parentesco o por reciprocidad. Entre parientes se daba trabajo para la autoridad, conocido como “mita”. El inca pedía como tributo exclusivamente mano de obra, que era enviada a trabajar sus tierras, a hacer cerámica, a construir andenes o grandes obras arquitectónicas. A cambio, el inca devolvía estos servicios organizando rituales, manteniendo los caminos, repartiendo bienes en caso de necesidad o en fiestas; esta relación por la cual el inca devolvía el trabajo del “ayllu” se conoce como redistribución.

Fue el inca un pueblo de agricultores avanzados: para cada zona desarrollaron una estrategia que permitía obtener el máximo provecho. Utilizaron andenes o terrazas de cultivo para aprovechar las laderas de los cerros, camellones o “waru waru” en zonas altas inundables, irrigaciones, etc. Es destacable la existencia de un arado de pie conocido como “chaquitaclla”. Los cultivos más importantes fueron la papa y el maíz. Las llamas fueron los animales básicos de transporte; también se domesticaron las vicuñas y alpacas por su fina lana. Las principales manufacturas incas fueron la cerámica, los tejidos, los ornamentos metálicos y las armas con bellas ornamentaciones. A pesar de no contar con caballos, ni vehículos de ruedas ni un sistema de escritura, las autoridades de Cuzco lograron mantenerse en estrecho contacto con todas las partes del Imperio. Una compleja red de caminos empedrados que conectaban las diversas zonas de las regiones, permitía esta comunicación; mensajeros entrenados —los chasquis—actuando en relevos, corrían unos 400 Km. al día a lo largo de esos caminos. Los registros de tropas, suministros, datos de población e inventarios generales se llevaban a cabo mediante los “quipus”, juegos de cintas de diferentes colores anudados según un sistema codificado, que les permitía llevar la contabilidad.

Entre las expresiones artísticas más impresionantes de la civilización inca se hallan los templos, los palacios, las obras públicas y las fortalezas estratégicamente emplazadas, como Machu Picchu. Enormes edificios de mampostería encajada cuidadosamente sin argamasa, como el Templo del Sol en Cuzco, fueron edificados con un mínimo de equipamiento de ingeniería. Otros logros destacables incluyen la construcción de puentes colgantes a base de sogas (algunos de casi cien metros de longitud), de canales para regadío y de acueductos. El bronce se usó ampliamente para herramientas y ornamentos.

A esta civilización, vinieron a “civilizarla”, robándoles sus tierras y sus riquezas, masacrando a unos y esclavizando a otros. Eduardo Galeano nos cuenta que, en su diario del Descubrimiento, Cristóbal Colón escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor.

Alcides Greca, nacido en San Javier en 1889 (fallecido en Rosario en 1956) fue un destacado jurista, político y escritor de nuestra provincia, entre cuyas obras más importantes figuran la película “El último malón” y la novela “Viento Norte”; en un artículo publicado en el diario “Crítica” en 1924, en el cual pone de manifiesto su forma de pensar acerca de los aborígenes, expresaba:

“¡Los indios! ¡Hermoso tema que suele servir a los periodistas para largas tiradas sentimentales, al gobierno de la Nación para repartir algunos sueldos a los empleados de una supuesta comisión protectora de los aborígenes (a los que sus miembros sólo conocen en pintura) y a ciertas cofradías para pedir plata que le permitan levantar hermosos conventos o establecer productivas colonias en los lejanos territorios nacionales! ¡Pero qué poco conocen de cerca a los indios! Me enorgullezco de que mi cuna se meciera en medio de una reducción de indios mocovíes y de haber convivido con ellos muchos días de mi vida. He sentido el alarido del malón que nos amenazaba a los blancos con el degüello. He acaudillado indios en veinte elecciones, en la provincia de Santa Fe, y más de una vez, cuando niño, regresé a mi casa con la cabeza marcada con las huellas de las pedradas que cambiara con mis compañeros de aula: los indiecitos. Puedo, por lo tanto, tener alguna autoridad para hablar de ellos y rectificar o aclarar conceptos sobre el indio, del que tanto se habla hoy con motivo del reciente levantamiento de la reducción de Napalpí”.

(...) “En el fondo, el indio es un hombre de bien. Debo agregar que no es pendenciero ni ladrón; por lo menos comparado con los europeos y con los mismos criollos

(...) De todo esto saco la consecuencia que el indio, cuando llega a ser malo o vicioso, es porque lo han pervertido sus pretendidos civilizadores.”

(...) “En Lima, ante los altares tallados, ante los tejidos y las ánforas ejecutadas por los antiguos súbditos de los Incas, me he preguntado, si los bárbaros eran esos que venían armados de hierro de allende los mares y los civilizados era ese gran pueblo de industriales y agricultores que oprimieron. Quienes hayan visto en el mercado de La Paz los productos de las industrias de los aymarás, su amor al trabajo, y su sobriedad, pensarán, no sin dolor, en lo malos que han sido los gobiernos argentinos al tratar de destruir su población aborigen, para que nos digan con mayor verdad ‘los yankees del Sud’. Desde México, y hasta Bolivia y Paraguay, todos los países americanos han conservado su población indígena; sólo la Argentina y Estados Unidos la han hecho desaparecer.”

(...) “Al contacto con los blancos, con sus ‘civilizadores’, el indio ha adquirido los peores vicios, y con la falta de tradición moral, educación, cae fácilmente en la abyección. La prostitución, el alcoholismo y la holgazanería son los vicios más desarrollados.”

A esta indómita raza, víctima de la “civilización” genocida, es necesario rendirle un mínimo homenaje en la figura de su último soberano, asesinado por resistirse a los abusos de unos verdaderos bárbaros (extranjeros). Bárbaros y genocidas. Después de esto, es necesario comenzar a reconocerles a los aborígenes todos los derechos que les fueron quitados.

Las almas de tantas victimas necesitan descansar en paz, con el merecido reconocimiento de la tan repetida frase ¡VERDAD Y JUSTICIA!

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19/03/2006

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