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:: InsTiTución y CoMunismo. FranCia y la AuTonomía ArgenTina
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
Monday, Apr. 17, 2006 at 7:34 AM
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El proyecto anticapitalista del siglo XXI no es el socialismo, ni la autonomía de los islotes precapitalistas. Otro mundo sólo es posible enterrando todo este mundo decrépito. Asamblea comunal+Autogestión antimercantil; Autogobierno de la multitud+uso sin valor monetario de lo producido. Instituciones sin estado; propiedad pública, pero no estatal. Justicia sin poder judicial, normas de convivencia sin Congreso. Administración sin mando, seguridad sin policía ni militares. Mundo sin fronteras y poder sin representación.
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Colectivo Nuevo Proyecto Histórico InsTiTución y COMUNISMO
Francia y la AUTONOMÍA ArgenTina “Ya estabas en una prisión. Has estado en una prisión toda tu vida” Comic V de
Vendetta, Alan Moore. “La fragua es apenas una brasita al fuego que tendrá
que arder para cambiarlo todo. la
fragua, boletín Nº 1 de los trabajadores ocupados en el Frente Popular Darío
Santillán, 2006. “Echar a la derecha del poder y cambiar el sistema es una idea que
podría encontrar una amplia audiencia. Eso implica una revolución, nuevas
instituciones, que debemos transformar las relaciones sociales de producción,
atacar la propiedad privada, todo esto será descubierto por esta generación a
través de las lecciones de la lucha de clases. Pero la consigna: “Todo es
nuestro, nada es de ellos, todo lo que tienen nos lo han robado a nosotros” ha
encontrado un eco”. Stephen Bouquin, del Sindicato Nacional
de Profesores de Segundo Grado, la haine, 11/4/06. Bitácora: I) ¿Dónde está el poder? II) Las deudas de la
Autonomía III) La renta de existencia I) ¿Dónde está el poder? “No se puede decir que una ley votada por el
parlamento no es democrática. Muchos profesores de secundaria, pero también de
enseñanza superior, detestan la empresa, consideran que está ahí para explotar
a los trabajadores. Es una idea muy extendida en Francia. Los estudiantes
tienen hoy un discurso ideológico de un arcaísmo increíble, un discurso
arqueomarxista fuera de tiempo. Muchos de ellos tienen 20 años con una
mentalidad de 60, y eso es triste”. Jean-Robert
Pitte, rector de la Sorbona, Revista Ñ del Grupo Clarín, 8/4/06. “No se pueden dar ultimátum. Cuando una ley es votada, debe ser
aplicada”. Presidente de Francia Jacques Chirac,
24/3/06. “Muerte al CPE. Que renuncie De Villepin, que
se vaya Chirac, que renuncien todos”. Consigna en la
jornada nacional de lucha protagonizada por tres millones de manifestantes,
4/4/06. Película Los
Edukadores. Si el poder nace del trabajo,
tomar el poder, es tomar el trabajo con las propias manos, cabezas y corazones
de la multitud. Si la potencia circula en los actos del poder hacer, el estado
es la coagulación de lo hecho. Al poder
capitalista, patronal, se lo toma disolviendo la relación salarial y toda
relación productora de plusvalor. Al poder se lo toma destruyendo la capacidad
de producción y reproducción de la sociedad capitalista. Importantes y costosas
lecciones han sacado los movimientos sociales que creyeron que el poder se
construye en ciudadelas autistas. El poder capitalista es un poder social. El
Capital es una relación social. Al poder
no se lo dispersa, se lo destruye. No se toma distancia del poder, al
contrario, se lo enfrenta para abolirlo. El poder capitalista toma la
Forma-Estado. Una forma más de las que adopta la
mercancía fuerza de trabajo. Asumir las
funciones del estado no es tomar el poder. Ese poder, el estatal, debe
desaparecer. Ninguna
institucionalidad burguesa va a desintegrarse por degeneración espontánea. Sino que será producto de la natural acción
antagónica y el imaginario radical instituyente de la clase que valoriza al
capital en todas sus formas: la multitud. Para que la espontaneidad prolongue
en el tiempo la autonomía insurreccional personal y social, necesita organizar
sus propias instituciones que, concientemente, desintegren las del Capital. No hace falta que el
movimientos de movimientos exprese que el propio progresismo es el enemigo del
trabajo vivo. Sino que esto es demostrado con toda violencia, material y
simbólica, por el propio progresismo. La izquierda institucional, estatal, la
socialdemocracia, todos los tipos de populismo que quieren congeniar en una
ensalada mixta una cuota de capitalismo con otra de comunismo, son inviables. El keynesianismo y su
contracara “amable” el socialismo de estado, no son más que dos modos de
perpetuar la ley del valor capitalista del trabajo humano para ser fagocitado
por cada uno de los patrones. El enemigo es el Capital
encarnado en cada patrón, aún los pequeños. Recordemos que en Francia ya rige
el Contrato de
Nuevo Empleo (CNE). Es igual que el CPE y se aplica en unidades
económicas de hasta 20 empleados. Con el CNE el patrón es amo y señor de echar
cuando quiere y porque quiere a su esclavo temporario. Pero el patrón no es
sólo el empresario, sino cada legislador como patrón de lo político que avala
la temporalidad laboral. Cada académico como patrón de conciencias, cada
policía como violencia patronal que reprime y asesina luchadores sociales, cada
juez patronal que niega hábeas corpus cuando el estado persigue a los
luchadores sociales como hizo el juez de la Corte Suprema Argentina Zaffaroni después de la rebelión en Las
Heras. Sí, el que escribe sobre teoría crítica criminal con tufillo “marxista”.
Sí, la joya progresista más preciada en la Corte Suprema kirchnerista. El que
sabe muy bien de que lado va a estar cuando haya que encarcelar a los rebeldes
denegando su “justicia” patronal. También hay patronazgo en la mass media
propagadora del orden empresarial y el sentido “digno” de trabajar para un
burgués. No queda al margen los sindicatos patronales como eternos mediadores
del valor de la fuerza de trabajo, y fuerza franca de represión de la
autoorganización de los trabajadores como pasó en Neuquén. O como patrulla
parapolicial como los “nenes” de la Unión Obrera de la Construcción de la
República Argentina (UOCRA), bajo el gobierno peronista de la provincia de San
Luis. Que fungieron de guardia pretoriana cuando la policía estaba
autoacurtelada y en huelga. Patronales como los
partidos que aspiran a ser estado, o sea patrones de la soberanía del sujeto
social, para terminar con toda autonomía. Ahí está Evo Morales haciendo sus
primeros palotes represivos y dividiendo a los movimientos sociales. Leamos
estas líneas de Álvaro García Linera, su vicepresidente. Ex guerrillero y actual Nueva Clase
política que describe en una frase lo que le espera a la multitud boliviana.
Dice Linera: “Mandar sobre personas no
me llama la atención. Hay que hacerlo, es parte del trabajo sucio”. Entrevista a Álvaro García Linera, Diario El Deber,
Santa Cruz, 20/3/06. O esta otra en un reportaje en el diario Página 12 del 10
de abril: “No estamos pensando en
socialismo sino en una revolución democratizadora”. Tanto marxismo-leninismo,
tanta lucha de clases, tanta historia transicional fracasada entre socialismo y
comunismo, para que Linera, en vez de ser un posleninista, venga a intentar
trampear escandalosamente a los movimientos sociales con su cinismo de Nueva
Clase, tomándole el pelo con la ¿revolución? democratizadora del estado
boliviano, propia del capitalismo andino que el mismo acuñó. Y propia de
farsantes que se burlan de la experiencia y la muerte de seis generaciones de
revolucionarios que padecieron la derrota de estos postulados en todo el
planeta. La
pertinencia de la estrategia transicional entre la reforma y la revolución no
se da en el vacío. En situaciones de radicalización
social y masiva de la multitud, urge rechazar un programa reformista como el de
la renta
de ciudadanía, ingreso universal o cualquiera de esos sucedáneos que solo
prorrogan la vida del trabajo abstracto, impersonal, alienado, y explotado por
el capital. En esos raros momentos históricos, en tiempos extraordinarios, la
imaginación revolucionaria está a la orden del día. El Contrato de
Primer Empleo
(CPE) no estaba en la guillotina, ni siquiera su impulsor el primer ministro Dominique de Villepin, sino todo el gobierno de Jacques Chirac. El parlamento sin discusión
previa (Asamblea Nacional) fue el que aprobó legislativamente el CPE. Cualquier
semejanza con los “levantamanos” argentinos de la bancada otrora menemista,
luego duhaldistas, ahora kirchneristas, y por siempre peronistas, no es mera
casualidad. Luego la legalización de la precariedad en Francia provino del
poder judicial (Tribunal Constitucional) dando anuencia jurisdiccional a la
institución de la “República del
Precariado”. Como puede leerse en el sitio web de Indymedia París “la
república de MEDEF”; en honor a la cámara patronal más importante de Francia.
El país que ya no conserva, ni retóricamente, aquello de libertad, igualdad y
fraternidad; sino que las reemplaza por injusticia, desigualdad y precariedad.
El mismo tipo de república democrática consagrada bajo las leyes argentinas de
“flexibilización laboral” de Menem, La Alianza y ahora Kirchner. La ira de la multitud se agiganta. Se cortan
carreteras y se hacen piquetes ferroviarios. La lucha había superado el CPE y a
los tres poderes, ¡Todo el “Capital-Parlamentarismo” estaba en la picota! Y
cada semana de lucha -en comparación a las épocas de “paz social”- hacía crecer
la radicalización de los enfrentamientos a la velocidad de la luz. El posfordismo es un estado de la excedencia de las
masas sin futuro. De Haedo a París,
los parias globales pueblan el mundo. Francia es todo un laboratorio donde la
multitud se puede reflejar. El estado
francés con el CPE organizaba legalmente el genocidio de la excedencia humana.
Un genocidio silencioso que ya existe de hecho. Recordemos que en Francia el 25
% de los jóvenes está desempleado y en algunos barrios supera el 50 por ciento.
El “cuarto mundo” del terciariado y precariado, está en todos lados. Como en el
barrio porteño de Caballito donde el subproletariado muere carbonizado.
Donde recién con las cenizas de los calcinados que mancha los vidrios
polarizados de la Nueva Clase de los políticos, el jefe de gobierno Telerman descubre el "trabajo negro” y se desayuna de la condena que padece media Argentina. La lucha se radicaliza en pocas semanas. En Francia
empezó contra el CPE pero la marea impugnadora repudiaba todo el sistema. Como
los trabajadores de la comunidad Boliviana que en una confusa primera marcha
pedían que no cierren las cárceles-talleres para no quedarse desempleados, en
la segunda su consigna fue: “Talleristas
explotadores”, y en la tercera proclamaron: “¡Morir, antes que esclavos vivir!”. Las reformas que no llegan a tiempo devienen en potencia antagónica
poco después. Toda lucha genuina de la multitud que empieza pidiendo un
vaso de agua, si se lo niega, va por el manantial. Como aquel 19 de diciembre
de 2001 cuando se salió a frenar el estado de sitio dictado por De la Rúa y en
plena madrugada del día 20, cuando el ex–presidente entregó a su ministro de
economía Cavallo para apaciguar la hoguera, ya era tarde, mientras la multitud
coreaba en las calles ¡“Qué se vayan todos, que no quede ni uno sólo!” (QSVT).
O como la matanza de Cromañón que no motivó, tan siquiera por vergüenza, la
renuncia de Aníbal Ibarra. Y entonces, producto del movimiento social que
creció al calor de lograr su destitución, terminó con la eyección del jefe de
gobierno que se creía atornillado a su sillón gubernamental. La estrategia
del estado francés para la multitud era clara: fascismo duro del ministro del
interior Nicolas Sarkozi para el trabajo negado y fascismo blando de Villepin con trabajo precario. O en
cualquier caso, una mezcla de ambos. Sarkozi se corrió del CPE porque está disputando la
presidencia con Villepin.
Después lo corrió por “izquierda” pidiendo su suspensión. Hasta el MEDEF, Mouvement des Entreprises de France, la
principal cámara empresaria francesa, se daba cuenta que tenía que bajarse, o
se iba a empezar a poner en discusión toda las formas que adopta el trabajo
capitalista, no sólo los contratos precarios. Luego de la revuelta de clase de los “Banlieue”, con miles de autos quemados y el incendio de
todo tipo de propiedades estatales, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad
y la ira desatada contra una sociedad capitalista del trabajo negado y el
precariado perpetuo; con miles de procesados y racismo estatal que puso a
Francia bajo el estado de excepción de derecho, o estado de sitio; a Villepin no se le ocurrió mejor idea
que sacar el CPE para bloquear el proyecto “Lepenista” de Sarkozi, que quería
legalizar los guetos de la miseria como campos
de concentración en democracia. Villepin
quería mostrarse como la cara “amable” del estado en comparación al represor
“Sarko”. Pero con la caída del CPE, al capital no le está cerrando ninguna
fórmula: ni los palos de Sarkozi ni las zanahorias de Villepin. La coacción y
el consenso del estado están cayendo bajo el mismo tobogán de la
deslegitimación. La autosoberanía de la multitud está poniendo en disputa el
posfordismo, y con él, a todo el capitalismo. Se equivocan
los que dicen que la multitud francesa no tiene una organización política. Muy por el contrario, su
organización política es acción, debate horizontal, asamblea y delegados que
mandan obedeciendo. Aquellos que buscan
la organización política de la multitud en las calles, bajo el fermento
preinsurreccional, en los partidos previamente constituidos, los sindicatos
oficiales, y aún en movimientos sociales faltos de reflejos, no la va a
encontrar jamás. Porque sacando a los propios militantes (de toda forma de
organización de lo político, lo económico y lo social) que decidan construir
con la multitud y como multitud; el resto, resulta repudiado por los millones
de anónimos que construyeron en pocas semanas sus nuevas organizaciones
políticas no divorciadas de su forma social precaria. Si cambia, el militante
sindical y partidario de izquierda tiene una oportunidad histórica en Francia.
Puede ajustar cuentas con su pasado, puede recuperar su iniciativa y reflexión
“stalinizada” por décadas, bajo la férula de la izquierda del capital y los
sindicatos vendidos. El movimiento tuvo absoluta conciencia a quienes sirven
los representantes de la V República heredera del Mayo Francés. La lucha por la derogación del CPE es
apenas el primer acto de lo que vendrá. Para el capital la categoría
“precariado” y “trabajo negado” resulta irrenunciable. Sólo con su
perpetuación puede sobrevivir el capitalismo. Para terminar con la inseguridad
de la vida hay que terminar con el Capital y alumbrar una sociedad
poscapitalista. ¡Fuera el estado y por las comunas asamblearias! ¡Fuera el
trabajo asalariado y bienvenido el trabajo antimercantil! Un hacer que será
algo tan diferente a lo que hoy conocemos por trabajo, que cuesta seguir
llamando de la misma forma a la actividad metabolizadora del poder hacer de la
multitud con la naturaleza y las cosas. a) El poder del
proletariado está en su número. Y el número está del lado del precariado,
los tercerizados y los trabajadores negados por el capital o desempleados. El
estudiantado está bien lejos de ser una pequeña burguesía satisfecha.
Contrariamente, son el cognitariado del proletariado del “general intellect”.
En regiones completas, ya no barrios, el 40 por ciento de los jóvenes está
desempleado. En la otrora industrial Lille, cabeza de región en el norte de
Francia, carbonífera y textil y arrasada por el posfordismo, la mayoría de los
estudiantes viven de empleos intermitentes, y provienen de familias que
padecen, por segunda generación, el desempleo. b) El poder
de la multitud está en su inteligencia. Y ahora la inteligencia no radica en ningún
organismo externo a su hacer como los partidos, el estado y los sindicatos. Su
potencia constituyente cubre todo el espacio social. Si el Capital lo abarca todo, si subsume realmente cada pasión y hacer,
estilo de vida y cultura bajo la forma de la mercancía; entonces, a su vez,
cada una de estas capacidades y sensibilidades resulta potencialmente, Capital
y Trabajo, Estado y Asamblea, Capitalismo y Comunismo. Es el momento de
abrir la relación capitalista compuesta por ambas dimensiones, y privarla de su
motor, el trabajo vivo de la multitud. Es hora de transformar el trabajo muerto
en la muerte del sistema mercantil. La tecnología al servicio del capital
asesina la biodiversidad, ahí están las pasteras uruguayas para atestiguarlo.
Va llegando el momento de desapoderar a quienes comandan esta sociedad
maquínica y criminal, y destruir toda la técnica que entorpezca que la ciencia
del intelecto general multitudinario esté solo a su servicio. La comuna
legisla, administra y juzga. La multitud del trabajo vivo instituido en asambleas comunales produce,
ahorra y consume. Las armas son de la multitud y sólo ella determinará para que
y contra quien se usa. Los organismos políticos y militares especializados y
externos a la nueva práctica social, como vida del común, que hacen lo común;
no solo resultan innecesarios, sino suicidas. La política vuelve a la multitud. No solo como
insurrección contra el poder constituido, sino como poder constituyente. No
sólo como potencia destituyente de lo viejo sino como potencia instituyente de
lo nuevo. c) El poder
está en las pasiones. Está en el odio de clase contra todos y cada uno de
los patrones y sus sirvientes, y está en el amor entre iguales como proyecto
anticapitalista. Está en la ira por la esclavitud salarial en todas sus formas
(servidumbre, trabajo negado, precario y registrado). Caso contrario, en el
capitalismo la multitud siempre será esclava. No dejará de serlo por ganar un
poco más y trabajar un poco menos. II) Las
deudas de la Autonomía “Recuperar entonces, la alegría creadora,
sentirse y ser un escritor, pero saltar desde esa perspectiva el cerco,
denunciar, sacudir, inquietar, molestar”. Rodolfo Walsh. “Los gobiernos "progresistas" de la región no solo han
continuado el modelo neoliberal, sino que lo han profundizado (…) es
imprescindible una permanente revisión desde nuestros pensamientos y nuestra
practica para que nuestra intencionalidad liberadora no se transforme en
funcionales al sistema (…) los intereses irreconciliables entre las clases se
dirimen desde posiciones de fuerza. Se pueden construir islas de poder popular
pero hay que ir creciendo desde un proyecto de conjunto, desde las luchas
populares y en función de la lucha de clases (…) La cuestión está en como
construir una perspectiva política estratégica sin la cual ni el hambre, ni la
pobreza, ni la desocupación son en sí condiciones suficientes para propiciar el
cambio o la transformación social”. Conclusiones generales del 4º Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas, febrero
2006. “Si la sociedad autónoma es la que se
autoinstituye explícita y conscientemente, que sabe que ella establece sus
propias instituciones y
significaciones, eso quiere decir también que dicha sociedad sabe que ellas
tienen como única fuente su propia actividad instituyente y dadora de
significación y que no existe ninguna ‘garantía’ extrasocial”. Cornelius
Castoriadis. La multitud aprende de la
experiencia de cada práctica universal. De cada camino autónomo en desarrollo y
de cada paso en falso. Es heredera del pueblo y de sus ansias de libertad,
justicia y felicidad. La experiencia autónoma en la Argentina tiene la
obligación de mostrar sus límites, su potencia y su miseria. El registro de las
prácticas es un deber histórico para las generaciones venideras. Eso también es
fraternidad. Entregar a los que siguen nuestro legado. Poco o mucho, victorioso
y derrotado. Cada generación viva está en deuda con las precedentes en la lucha
por la emancipación social del trabajo. Se actúa por los muertos, los vivos y
los por nacer. La lucha es alegría pero también congoja. Aunque se combate con
sonrisas, la comedia humana es toda una tragedia. La lucha de clases es una
guerra social y las bajas populares son permanentes. Se suceden los genocidios
con bayonetas y urnas. Pero también es inmortal el renacer de la esperanza en
cada generación que intenta llevar a la práctica la revolución social. 1.- Si las sociedades no pasan
de la forma-Estado a su negación absoluta la forma-Asamblea. Si la sociedad no
pasa de la forma-Capital a su opuesto irreductible la forma-Comunista. Si no se
organizan, si no se expanden, si no crecen, si no se “forman”, ¿Cómo se
consolidan los brotes constituyentes? 2.- La autonomía de la multitud requiere una nueva forma política, una
nueva forma institucional; ¡Sí, institucional! Aunque le moleste a ciertos
autonomistas de manual. Si las asambleas están llamadas a sustituir al estado
(como lo intentaron la comuna de París, los soviet, los barrios obreros
ocupados en Milán en los ’70, etc.); toda forma política, vieja y nueva (y aún
nos atrevemos a decir que: aún el día que no exista más la política -como
dominio de una clase sobre otra-, eso que Marx llamaba “la asociación libre de
los productores iguales”); será también, una forma institucional. Una manera de
garantizar la perdurabilidad siempre inacabada de la sociedad comunista. Una
multitud que en algún momento tiene que hacer tabla raza con el pasado y
escribir su hora cero poshistórica. ¿O no era eso acaso la revolución social? Y
aquí “garantizar” no es una instancia teleológica sino una premisa social
ontológica. Sinónimo de destrucción colectiva -como primer paso- de las
condiciones capitalistas de existencia de lo social. Disolver y abolir: ni disminuir ni dispersar, las condiciones
materiales y objetivas del mercantilismo que somete a la naturaleza. Instituir
el comunismo como relación social para impedir el renacimiento de la sociedad
del Capital. Y para esto no alcanza la férrea voluntad de la primera generación
que lo instaura, sino instituciones sociales creadas y conducidas por el propio
individuo social. Instituciones
comunales que establezcan, con su hacer bajo su control y con sus propias
normas, la prohibición de la compra-venta del trabajo humano y la abolición de
la relación administradores y administrados. Todo forma social, toda institución, funciona en un
marco de clausura. La imaginación social instituyente permite ciertas
relaciones sociales y prohíbe otras. Como la institución capitalista que
prohíbe que el pueblo delibere y gobierne sino es por medio de sus
representantes. Mientras que, la institución comunista prohíbe que los
representantes deliberen y gobiernen reemplazando el autogobierno de la
multitud. 3.- En el presente, sólo tienen posibilidad de desarrollo hegemónico dos
modos de producción: el capitalista y el comunista. El socialista no es un
nuevo modo de producción, sino una variante capitalista más. Una variante, sea
o no estatista, de la ley del valor-trabajo. Ningún modo de producción, ninguna
forma de hacerse en común se da solo en el plano personal, sino en la dimensión
social, global y universal. Singularidad
no es sinónimo de individualismo, pero tampoco de postsocial. Singularidad
es la forma encarnada de lo común. Y lo común es el ser social singularizado y
lo singular comunizado. Un poder
constituyente perpetuo también es una forma institucional. Es la forma
institucional del comunismo. Parece que algunos se atoran, se taran, e
insultan, cuando escuchan la palabra institución. No soportan que la autonomía
sea, también, darse el movimiento sus propias leyes de convivencia. Y las
normas nacen de la institucionalización de lo social, sea La República
Asamblearia, Las Comunas Federativas, Las Uniones de Libre Asociación, Las Juntas
del buen gobierno, etc. Que algunos asocien institución solamente a estado, es
una lectura equivocada y/o capciosa. Parece que la semántica lastima más los
oídos que los contenidos de los conceptos políticos y pospolíticos que entraña
la construcción institucional del autogobierno del individuo social
anticapitalista. 4.- ¡Basta generalidades! Como
las referidas al trabajo cooperante. Las experiencias autónomas son ricas en
logros y fracasos, frustraciones y esperanzas. No alcanza con seguir repitiendo
como un mantra lo que ya sabemos y conquistamos como la solidaridad y el
respaldo recíproco. ¡Basta de cliché! Basta de recitar que necesitamos
construir la autogestión económica. La
gestión propia de lo económico, la auto-gestión, de por sí, no es anticapitalismo.
¿O con las 200 empresas recuperadas por sus trabajadoras y trabajadores, como
existe en la Argentina, todavía no lo aprendimos? ¡Basta de escaparse por la
tangente! ¡No hay formas NO
capitalistas! O son precapitalistas, capitalistas o anticapitalistas. La
autogestión a secas es una valiosa herramienta de resistencia; pero sólo eso,
ni más ni menos. La primera necesidad de la multitud es no morirse de hambre.
¡Perfecto! Pero el segundo paso es no vivir eternamente alimentando al capital.
Y mientras cada uno y una reproducen su existencia en el capitalismo, también
reproduce la relación social capitalista que le succiona la vida. Además, una
economía de subsistencia resulta entendible dentro de una estrategia
transicional. ¿Pero transición hacia dónde? ¿Se está en tránsito hacia qué? Por el momento la autogestión fue
una vía transicional del trabajo negado al trabajo capitalista. Tan
transicionalmente incapaz de abolir la explotación del trabajo humano por el
estado y el mercado, como el socialismo lo fue para el anticapitalismo al que
nunca se arribó. Mientras tanto, la sociedad socialista se murió. No únicamente
esperando la transición comunista a la que nunca el socialismo podía llegar por
las propias bases materiales del trabajo productor de plusvalor que nunca se
abolió; sino que terminó reinstaurando en la vieja URSS, los países del Este y
China, el más crudo capitalismo estatal y privado. 5.- No hay nuevas relaciones sociales en el capitalismo. O son nuevas
relaciones sociales anticapitalistas, o no son nuevas relaciones sociales. Basta
de disfrazar bajo el manto de la potencia todopoderosa de la subjetividad, las
condiciones materiales de existencia que condiciona la subjetividad. No hay
subjetividad anticapitalista plena y realizable donde no se instaure
socialmente. Donde no se derroque el patronazgo. No hay subjetividad
anticapitalista victoriosa separada de la materialidad antimercantil. Porque
para que una poshumanidad sea libre habrá que vencer. Y para vencer hay que
derrotar al enemigo social de la humanidad: el Capital. Y el Capital es una
relación universal objetiva y subjetiva a la vez. Es objeto y sustancia, es
dinero y mercancía, capital y trabajo, acumulación privada y producción social,
estado y ciudadano. 6.- Ciertos autonomistas no se
sabe si son, o se hacen los ingenuos. Si practican una sabia esquizofrenia que
se origina en la sociedad mercantil que separa valor de uso y valor de cambio o
son autistas incurables. Si su impotencia es producto del egocentrismo o la
incapacidad. Si disfrutan pasearse entre el regodeo por el malestar y el goce
por la insignificancia. ¡Qué es una asamblea de asambleas sino una nueva forma
institucional! Sino relaciones horizontales, obviamente con delegados que
surjan de la propia asamblea, que rotarán, pero tampoco la pavada de que
aparezca en cada reunión un nuevo delegado o delegada; o sino, el que va tres,
cinco, diez veces, es un burócrata incurable. ¿Acaso todavía
no aprendimos que en momentos “normales”, no guste o no, para darle continuidad
a una lucha hace falta militantes? Sino se quiere que sea así, existe la opción de: o
no coordinar nada con los militantes conocidos y esperar la próxima
insurrección; o articularte con los militantes viejos y nuevos que aparecen. ¿O
los 300 o 400 entrerrianos que sostienen más consecuentemente el corte en
Gualeguaychú no son nuevos militantes? Más allá, de que para las votaciones se
acerquen a la asamblea 600 o 1.000 personas, o en momentos críticos corten la
ruta 10.000 a 40.000 entrerrianos. Cualquier lucha que se sostiene en el tiempo
da lugar a una nueva camada de militantes y dirigentes. ¿O qué son los padres
de Cromañón que luchan todos los días, a diferencia de los que los acompañamos
más o menos? O el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) que persiste en la
construcción del cambio social, los delegados del Movimiento Intersindical
Clasista (MIC), los militantes del MoCaSE y los de Indymedia. Solamente por dar
unos pocos ejemplos de los cientos de grupos, espacios, colectivos y
movimientos que pelean todos los días contra el Capital. 7.- La obsesión por el basismo
bobo o aislacionista llevó a ciertas experiencias autónomas al más absoluto
regodeo en el purismo abstracto. Es
falso plantear que en la Argentina se está ante la dicotomía de una autonomía
centralizada versus una autonomía local. Ese es un apotegma que
caricaturiza las distintas maneras de construir la autonomía social. Está claro
que ningún movimiento anticapitalista es puro. ¿Acaso puede serlo en una
sociedad mercantil donde el productor de plusvalor es al mismo tiempo Capital y
Trabajo? ¿Pueden existir movimientos que no tengan contradicciones como la
propia multitud que los integra? Eso no es lo importante. Lo relevante es
avanzar, a pesar de todo, en el cambio social de raíz. En cambio, algunos
impolutos de la autonomía que no aportan nada en la Argentina hace años, son,
poco más o menos, que un viejo recuerdo. Mientras tanto, sólo despotrican
contra la unidad y la organización del sujeto social de la multitud, mientras
rinden tributo a una dispersión de los cuerpos y las conciencias como nuevo
dogma funcional al Capital. Unidad no es
sinónimo de centralización y estalinismo, como local no es sinónimo de
dispersión del capital y pureza anticapitalista. Lo valioso es que las
compañeras y compañeros consecuentes lo tienen claro por eso aspiran a unir:
¡Sí, a unificarse sin desingularizarse! A organizarse socialmente sin ser
estado. A resistir y reflexionar sin ningún tipo de autocomplacencia acerca de
los límites de la estrategia localista. Es
más, desde lo local, territorial o barrial solamente, jamás habrá una
revolución social. ¿O ya nos hemos olvidado que cada célula de lo local
-aún contra su voluntad- reproduce las ataduras mercantiles que no son
personales sino sociales? Relaciones intersubjetivas y cara
a cara que alimenta al Capital como vínculo global. ¿O acaso este debate ya no lo saldó la praxis de la
reciente historia Argentina? ¿O llegó el
com :: 2º parte: InsTiTución y CoMunismo. FranCia y la AuTonomía ArgenTina 2º parte ¿O acaso este debate ya no lo saldó la praxis de la
reciente historia Argentina? ¿O llegó el
comunismo local y no nos enteramos? Cierta autonomía ¿Le va a seguir
echando la culpa a la izquierda partidaria de su propia impotencia? ¿O no se van a hacer cargo de aquello que
planteaban de la revolución en el desierto? No hace falta irse a la
Cataluña anarquista o los consejos obreros de Gramsci. La experiencia de la
autonomía Argentina de los últimos cinco años es un laboratorio donde se puso
en juego diferentes estrategias. Y los resultados están a la vista para las y
los que estén dispuestos a aprender. Lo más revelador que han tenido las
prácticas más coherentes, es ver la tendencia de la nueva composición del
trabajo y el capital, y como iban a ser las formas de las luchas sociales que
este clivaje capitalista significaba, los peligros que se enfrentaban, y los
caminos alternativos que se abrían -también antagónicamente- en el propio campo
de la autonomía. Y el sendero del éxodo del capital sin ni siquiera un área
autónoma, por supuesto no pudo impedir la reconversión capitalista. Es más,
mientras objetiva y subjetivamente se podía avanzar hacia el anticapitalismo,
algunos que plantearon discutir en rondas donde asistieron centenares de
participantes para desplegar la autonomía: aquí y ahora a los fines de enlazar una Red de Redes Anticapitalista, terminaron boicotearon
la propuesta y recluyéndose en la autonomía espectáculo. Eso sí, sin privarse
jamás de seguir hablando abstractamente de autonomía y anticapitalismo. Mientras algunos MTD’S se desvinculaban del
movimiento de movimientos “Aníbal Verón”, los Movimientos de Trabajadores
Desocupados que efectivamente resistieron todas las represiones, cooptaciones y
tentaciones marketineras, terminaron confluyendo en el Frente Popular Darío
Santillán. Sobrevivió y creció la autonomía rizomática, mientras que la
autonomía autista, que con su separación quiso enterrar a la autonomía
organizada, prosiguió por su sendero de autonomía inconexa y por lo tanto
inmóvil. Pero en la política anticapitalista lo que no avanza no se estanca,
sino que retrocede. Esa autonomía es la que fracasó. Pero por lo visto, algunos
son impermeables a las experiencias que contradicen sus hipótesis. Y eso los
vuelve dogmáticamente subjetivistas y antimaterialistas renegados. 8.- Todos los que se comunican, hablan y escriben, hacen más o menos, mejor
y peor uso de su intelecto. Pero todos, al hacerlo, ejercitan sus funciones
intelectuales. Tengan solo la escuela primaria cursada o sean universitarios,
amasen pan o manejen una computadora, estén ocupados y desocupados, vivan en un
asentamiento o en un barrio con asfalto y alumbrado. El debate es político, y
aquellos que lo niegan bajo el amparo del antiintelectualismo usan su intelecto
como el que más, pero con otras posiciones políticas. ¡Es tan difícil
reconocerlo! ¿Pueden algunos ser tan miserables cuando hacen uso de sus
facultades intelectuales? ¡Qué suerte que las y los que siguen luchando no se
quedan enredados en las pasiones tristes de los supuestos antiintelectuales de
la autonomía! III) La renta
de existencia “Espero
que la vida me lleve/ espero que la vida me lleve/ donde sea/ donde sea/ Lo
único que no voy a trabajar/ lo único no voy a trabajar/ para ningún viejo de
mierda”. Canción Espero que la Vida,
Intoxicados. “Retiro
del CPE o huelga general indefinida”. Cántico más coreado el
16/3/06. “Nos
reúne la bronca, el odio. Podría haber sido el CPE o cualquier otra cosa
pero en Francia hay cólera”. Larissa, estudiante de la
Sorbona, 18/3/06. “Vivimos una situación
explosiva”. Alcalde de París, Bertrand Delanoë, 24/3/06. Contemporánea
a la lucha contra el CPE, en “La insurgencia europrecaria”
Franco Berardi, “Bifo”, escribe: “La renta de existencia ya no puede ser
más considerada una consigna extremista”. Tiene razón Bifo, pero por la negativa. ¿No estará desfasada (por derecha) la consigna de la renta-salario
universal? ¿No se puede romper la forma monetaria como meta de
la lucha del trabajo contra el capital? ¿Si no se plantea el anticapitalismo,
crudo y puro, cuando la multitud parisina en todas sus formas está en las
calles, no sólo el cognitariado precario, cuándo hacerlo? Los intelectuales anticapitalistas de la
posmodernidad capitalista ¿No terminarán ellos mismos sorprendidos por la
radicalidad de las luchas y enamorados de sus viejas propuestas para épocas
“normales”? La renta de ciudadanía, el ingreso universal, podía ser una buena
consigna a mediados de los ’90 cuando Toni Negri y Michael Hartd empezaron a
escribir “Imperio”. ¿Pero ahora? Luego que fueron barridos por la multitud
dos gobierno en Bolivia, tres en Ecuador, uno en Argentina, se restituyó al
gobierno a Hugo Chávez producto de la acción independiente de las multitud en
las calles, y el Zapatismo se expande con la “otra” campaña. Había tres millones de franceses en las
calles y el 75 por ciento está urbanizado. En el glorioso Mayo del ’68 nunca se superó
las 20.000 almas insurrectas en carne viva. ¿Tomamos dimensión de lo que
son 3.000.000 millones de franceses movilizados? Es decir, que en el espacio
urbano se juega buena parte de la partida antagónica entre el Trabajo y el
Capital. Las manifestaciones se replican. Poseen características similares a la
caída de De la Rúa en Argentina, Lucio Gutiérrez en Ecuador y Carlos Mesa en
Bolivia. El epicentro es la gran metrópoli:
sea Buenos Aires, Quito, La Paz o París. Es que la vida urbana concentra en
todo el planeta las tendencias más avanzadas del capital y la recomposición
política de la multitud. La riqueza más pornográfica y la miseria más brutal.
Las metrópolis son los laboratorios por excelencia de las “Exeptocracias” y el
instinto comunal del nuevo proletariado, de la forma-Estado
“Capital-Ejecutivista” y las pulsiones radicales de la democracia absoluta. La
inseguridad material de la multitud acarrea la carencia de partidos nacionales
que los representen masivamente y esto detona tres tipos de crisis: 1)
La crisis de legitimidad del trabajo
“digno”, fordista, registrado, instituido en las leyes laborales. Aquellas
que establecen las ocho horas diarias, las vacaciones pagas y el aguinaldo, la
jubilación y la obra social, etc., y con salarios tres veces por encima la
línea de la pobreza. Una
crisis de sentido acerca del trabajo capitalista, que trae aparejado la
producción de plusvalía absoluta más brutal, con jornadas de duración
decimonónicas y pagas miserables. Y el dominio de la plusvalía relativa y el
trabajo muerto como tecnología que succiona el sistema nervioso del humano a
los fines de aumentar socialmente el tiempo excedente de trabajo que produce
plusvalor de manera directa. Y su contracara, la reducción del trabajo
socialmente necesario que no produce plusvalor, que se paga con un salario, y
que para los patrones es un costo que sirve para mantener con vida a la clase
trabajadora mientras la necesita, de lo contrario, la desecha. El
resultado es una multitud compuesta por: una fracción registrada y
sindicalizada que para el Capital es la fuerza de trabajo más costosa, y por
ende, busca que sea lo más pequeña posible. Un precariado no registrado, que
como tal, resulta más barato y que el Capital necesita que sea la forma
mayoritaria de la fuerza de trabajo. Y las legiones de trabajadores negados,
que si fuera por el Capital, su costo sería cero, es decir la muerte, porque ha
sido excluida definitivamente del asalariamiento. Esas legiones de desempleados
son los que sobreviven de lo que pueden en la subindigencia. Es decir que el estado latente para toda la
fuerza de trabajo es transformarse en intermitente y desempleado. Eso es lo
que tuvo bien en claro la multitud francesa en su lucha contra el CPE. Evitar
la consagración legal de la condición precaria y excedente del proletariado. El Capital se manifiesta
cada vez más como una fábrica de lo social. Ante la revolución capitalista de
la subordinación real del trabajo en el capital como tendencia dominante (o
modo propiamente capitalista, nunca habría que olvidarlo) sobre la subsunción
formal; que aún existe, pero queda subordinada a la primera (no hay posfordismo
en el fordismo, pero si fordismo y taylorismo en el posfordismo). La primera
subordina a la segunda, la plusvalía relativa domina a la absoluta, el modo
propiamente capitalista subsume al modo formalmente capitalista. El globo se
transforma tendencialmente, necesariamente diría Marx, en una fábrica social.
Algo más poderoso y que subsume a la fábrica industrial global. El trabajo
industrial es una, y sólo una, forma de trabajo. El capitalismo hace de toda la
sociedad productora una fábrica de producción y reproducción de plusvalor. El plusvalor no sólo se produce en la
fábrica y bajo la forma salarial, sino que hoy toda la maya social es puesta a
producir o reproducir plusvalor, directa o indirectamente. Y aquí entra a
jugar el rol social de los trabajadores negados (desempleados) para la
sobrevivencia del propio capitalismo excedentario y posfordista. Con la
dominancia del trabajo muerto, la caída de la fuerza obrera industrial, y la
hegemonía del general intellect, la división tajante entre trabajadores
productivos y no productivos ha concluido. Solo así se puede comprender que los
nuevos movimientos sociales de desocupados no están integrados por los viejos
lúmpenes del ejército industrial de reserva, sino por trabajadores
bioafectivos, reproductores de vida, y prisioneros de la sociedad del valor, estén
o no asalariados. 2)
La crisis de dirección capitalista de lo
social. Para el Capital el ahorro en salarios no es gratis políticamente.
Las elecciones no cierran la crisis de hegemonía. Crece el no voto, y por lo
tanto de las urnas sólo salen gobiernos escuálidos y endebles coaliciones
incapaces de representar este fluido excedente y temporario del trabajo de la
multitud. El propio
posfordismo, la nueva constitución irrepresentable de la multitud y el capital
del general intellect, el empleo del trabajo intermitente y la excedencia del
trabajo desempleado; lleva al Capital-Parlamentario a pasar de la
representación de masas en decadencia, a la mera simulación de la
representación de la multitud en constitución. Ahí
están los guarismos de abstención para las elecciones legislativas en Italia que llega al 30 por ciento del
padrón y supera los valores del 2001. Prodi y Berlusconi no tienen el 50 por
ciento cada uno, sino un escaso 35 por ciento. O en el caso de Ollanta Humala
en Perú que ganó la primera vuelta
de las presidenciales con un irrisorio 30 por ciento de los votos. Pero si le
restamos la abstención y el voto negativo apenas araña el 22 %, y quien le
sigue no supera el 17 % del total de los habilitados para sufragar. Y que decir
de Kirchner en la Argentina, que
obtuvo para las elecciones legislativas de octubre del 2005 únicamente el
respaldo del 26.1 % del total del padrón. En Venezuela a Chávez no le va mejor. En las últimas elecciones
legislativas el presidente perdió, en el camino al socialismo del siglo XXI,
cuatro, de los seis millones de votantes que tuvo el año anterior. Cuatro
millones de venezolanos que se abstuvieron de sufragar por él, y por nadie. En Israel en las últimas elecciones a
fines de marzo, con el 40 % de exilados de las urnas, se produjo la afluencia
más baja de votantes en toda su historia. Tampoco está para tirar manteca al
techo el Capital-Parlamentarismo en El
Salvador, ya que el 50 por ciento no asistió a delegar su soberanía en los
legisladores. Dejamos para el final el nacimiento de
una nueva matriz de la democracia representativa: la “Simulocracia”. Nos
referimos a Colombia, pero se
expande universalmente. En la Colombia del presidente Uribe, el más fiel y
fascista aliado de Bush del cono sur, en la última elección del 12 de marzo
hubo un 70 por ciento del padrón que no votó y el 15% de los votos fueron
nulos. En Bogotá, el candidato más votado apenas llegó al ¡1,5%! de la votación
total y la abstención en plena capital del poder fue del ¡80 por ciento! Acá ya
no estamos en la impostura de la representación electoral del poder político
del Capital sobre el ser social, sino que hace su entrada triunfal las más
burda simulación de la representación.
Además de únicamente sufragar 3 de cada 10 ciudadanos, ¿A quién
representa el Congreso?, hubo Departamentos donde los candidatos paramilitares
aliados de Uribe y ahora reconvertidos en Clase Política, compraron los
padrones y los llenaron a su antojo para ser electos. Como la multitud no es ninguna
analfabeta política, el Capital-Parlamentarismo ya no puede adormecerla con la
pócima de la “representación”, y pone en escena su nueva farsa: la simulación
de la propia representación. Una democracia que simula ser representativa. Una
“Simulocracia”. De ahí a la Exeptocracia como estado de excepción permanente en
democracia, el Capital-Ejecutivismo y el posfascismo, hay un solo paso. Entre
la tercerización que deslocaliza fábricas y obreros, que fracciona en un mismo
lugar de empleo a la multitud entre registrados y tercerizados, entre esta
nueva categoría laboral que precariza la vida del trabajador y el dominio del
consumo sin sentido de la aristocracia obrera posfordista, la pobreza de la
mayoría de la multitud y el trabajo negado que recorre todo el planeta; no nos
debe asombrar que sea su natural consecuencia el desgano electoral, el abandono
de sufragantes, los votos nulos, impugnados y blancos a dos manos, y la
imparable abstención. Un éxodo electoral de lúcidas singularidades y también individualistas
a los que todo le da lo mismo, y un “precariado”, “terciariado” y desempleados
que al negarle el Capital un lugar bajo el sol del trabajo registrado, se
autoexcluyen de seguir participando de la farsa democrática. Y desestabilizan
al sistema, como antes fueron desestabilizadas sus vidas. Mientras tanto, se
preparan para recuperar con su organización y la propaganda de sus fines por la
acción directa, su poder social secuestrado por la forma-Estado. 3)
La crisis de legalidad estatal.
Cuando la multitud irrumpe multitudinariamente repudiando al poder constituido
y recuperando en las calles la soberanía delegada en el estado. El piso de la “normalidad” por venir es
una crónica carencia de hegemonía del gobierno para poder representar a la
multitud. Una legitimidad cada vez más
acotada fruto de la dirección del proceso social capitalista basado, cada vez
más, en el autismo estatal, el decisionismo ejecutivista y la represión; en
desmedro de la delegación, el parlamentarismo y el consenso. Y la crisis
orgánica en ciernes producto de la práctica antisistémica de la autonomía de la
multitud, que desconoce la legalidad del Capital que invade y parasita su ser
social. Se impugna al estado, se viola la legalidad
burguesa, se saltan las mediaciones sistémicas. Se toma las calles y se
recupera la palabra. Las formas
autoorganizadas desbordan y llevan a la rastra a las organizaciones sociales,
partidarias y sindicales preexistentes. El otro movimiento obrero, el de los
jóvenes intermitentes al servicio de la industria y el estado, los
intelectuales del cognitariado como cuerpo del conocimiento social que no
producen tornillos y automóviles pero son la fuerza hegemónica de la economía
inmaterial, obligan a salir de su sopor al movimiento obrero oficial.
Acostumbrado a pactar con el poder y ser los encargados de haber permitido la
instalación del “terciariado” hace dos décadas. La multitud es un torrente que inunda el espacio
público. No es sólo París donde se combate. La lava de la multitud inunda toda
Francia. Aún en ciudades pequeñas como Roanne con 39.000 pobladores ganaron la
calle ¡20.000 personas! Hubo asambleas universitarias con cinco mil
estudiantes. Donde se hizo trizas la
premisa de los dinosaurios de la política delegativa, que argumentan
interesadamente, que el modelo organizativo asambleario no es eficaz cuando hay
que consensuar la voluntad de varios miles de asambleístas. En las jornadas
nacionales de lucha, un centenar y medio de acciones simultáneas y
multitudinarias en toda Francia cortocircuitan el sistema represivo del estado.
El gobierno busca desesperadamente que los
movimientos autónomos tomen formas representativas permanentes. Que los nuevos
dirigentes que mandan obedeciendo terminen simplemente mandando. Que se
autonomicen de las organizaciones autónomas. Que los rebeldes en todas sus
variantes tomen una forma organizativa burocrática como variante menor del
estado. Que los referentes ya no expresen al cerebro colectivo hecho carne en
las calles, sino que los represente. El gobierno opera noche y día para
transformarlos en intermediarios entre el estado y los movimientos. Ungirlos
con la soberanía delegada de sus bases para que actúen como dique de la
antagonía social. El menú es conocido y
basta ver a los ex-piqueteros y hoy empleados de Kirchner. A los tiernos el estado los seduce, a los
débiles los compra, a los ingenuos los engaña, a los narcisistas los divide, y
a los irreductibles los estigmatiza, los criminaliza y los mata. Pero en Francia
no pudieron. El movimiento de movimientos siguió unido, intransigente y en
crecimiento. En Francia los trabajadores negados de los
suburbios luchan con métodos de guerrilla urbana y los restos fordistas
sindicalizados del proletariado marchan con la multitud. Siempre dispuestos a
hacerle el abrazo del oso al movimiento y pactar con el poder. No casualmente
llevaban su “policía sindical” para evitar la acción directa violenta de la
multitud, y le pedían, por favor al gobierno, que reviera el CPE para que no se
abriera una crisis revolucionaria. También participaron viejos militantes del
Mayo del ’68, trabajadores de ayer y hoy jubilados; las amas de casa del
trabajo afectivo; los estudiantes de los liceos -futuros precarios-; los
empleados del transporte como circuladores de la mercancía; los docentes del
trabajo comunicativo; y la nueva clase obrera industrial precaria. Todas estas
categorías de la multitud como concepto de clase se pliegan a la lucha. Y en cambio la imaginación de Bifo sólo
llega hasta… una renta universal. ¿No habrá sido
el primer Mayo Francés posfordista? Pongamos por caso la peor
hipótesis: que el imaginario dominante en la mayoría de la multitud solo
alcanzaba para reclamar ser incluidos bajo pautas fordistas, amparados por el
estado francés de bienestar en extinción hace dos décadas. Pero aún así, si no
era durante estos dos meses, para la minoría de la multitud más radical ¿Cuándo
plantear el poder constituyente? ¿Cuándo construir institucionalmente multitud?
Porque crisis políticas como la que abrió la acumulación del malestar social,
que detonó bajo la aprobación del CPE, situaciones de este tipo, provoca que
ningún imaginario se mantenga estático mientras el espacio público francés
fuera una zona temporalmente autónoma en cada jornada nacional de lucha. Gestas
insurrectas que llegó a involucrar a tres millones de singularidades. Además, tendencias para la imaginación instituyente
hubo de sobra: existencia de sindicatos de base, politización de la mayoría,
miles de asambleas y millones de involucrados en la acción directa.
Enfrentamientos con la policía de civil y servicios de inteligencia que se
disfrazaron de estudiantes y habitantes de la Banliu (suburbio) para cazar
luchadores desde adentro de los movimientos. El estado francés infiltró
marchas y piquetes (como en Argentina el 20 de diciembre de 2001 y el 26 de
junio de 2002 en el Puente Pueyrredón) buscando desorganizar y desacreditar la
rebelión social. Se luchó cuerpo a
cuerpo con los gendarmes antidisturbios del CRS, y el cóctel Molotov, la rotura
de vidrieras y el incendio de vehículos fueron moneda corriente. Hubo cientos
de detenidos y cientos de heridos. Sino es en momentos como estos, ¿Cuándo
impugnar los aparatos de seguridad capitalista e instituir la seguridad de la multitud?
¿Cuándo pasar de la propiedad privada y estatal a la pública y comunal? Hubo
toma de universidades y escuelas organizadas por coordinadoras autónomas de estudiantes
que se enfrentan a la burocracia estudiantil, y los métodos de democracia de
base recorrieron todas las retículas barriales. Si no es en esa instancia, ¿Cuándo edificar La Comuna en la metrópoli
de la multitud? Mientras todo esto pasaba, Bifo escribía: “En la forma
recombinante del capital, basado en la explotación del info-trabajo fluido, no
existe más ninguna relación determinista entre tiempo de trabajo y valor”. Si es así, para que buscarle
un “forma” mercantil conectora, si el trabajo es autónomo, si la medida
valor-salario ya no significa nada, para que salvarlo bajo el maquillaje de una
renta -que por otro lado sabemos-, siempre pagará el capital, lo que es lo
mismo que decir el trabajo, o sea, los asalariados. Sigue Bifo: “No debemos restaurar
las reglas que la derecha ha violado, debemos inventar reglas nuevas adecuadas
a la forma fluida de la relación trabajo-capital, que no conoce más ningún
determinismo cuantitativo tiempo-valor, y por lo tanto no conoce más ninguna
constante necesaria en las relaciones entre medidas económicas”. De ser así, ¿Por qué no hacen la multitud sus nuevas reglas? ¿Porqué no
ejerce su poder de “auto-nomos” para enterrar toda medida mercantil
subconsumista, y expande el valor de uso inconmensurable de su poder hacer? Si
las medidas económicas capitalistas entre producción y consumo han caducado,
¿Por qué el movimiento tiene que hacer de bombero y restaurarlas? Bifo concluye que estamos ante una “Insurrección cultural en Europa”. En
ese caso: ¿Porqué
tanta mezquindad en las metas? ¿Por qué siendo parte del movimiento no
orientarse desde una perspectiva anticapitalista, antagónica, constituyente? Por un lado se
alega que están dados todos los ingredientes para avanzar con un programa
comunista. Y en cambio Bifo, sólo habla, de repartir mejor la plata. Tanto diagnóstico para terminar con propuestas de
una imaginación castrada. En las ocho semanas que vivió Francia bajo una crisis
política, que tengamos por cierto proseguirá en todo el planeta, si desde el campo
anticapitalista no se puede aportar nada nuevo es preferible callarse. No sea
cosa que algunos que esperaron más de treinta años instancias decisorias como
la que vivió el país galo, queden a la derecha de la sensibilidad y
organización, imaginación y potencialidad constituyente de la multitud
planetaria. 12 de abril de 2006 Colectivo Nuevo Proyecto Histórico Conectate con: Indymedia http://www.argentina.indymedia.org
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CoMunismo. FranCia y la AuTonomía ArgenTina
“Cada corazón es una célula revolucionaria”.
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
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