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Clientelisdmo Endogámico en las Universidades
Por Eduardo R. Saguier - Thursday, Apr. 27, 2006 at 12:41 PM
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PERO...¿QUIÉN DIJO ENDOGAMIA?

La denuncia del profesor Marcaide en el sentido de que el sistema de selección del profesorado en la Universidad de Valencia está seriamente aquejado de parcialidad y amiguismo y presenta síntomas de endogamia de dimensiones alarmantes sólo ha podido sorprender a quienes desconozcan lo que sucede intramuros de la Universidad de Valencia, y sólo puede ser negada por quienes tengan alguna motivación --por razón de su oficio, por ejemplo para negar las evidencias más escandalosas. Para quienes vivimos a diario entre el aula, la biblioteca y el despacho, la voz de alarma del profesor Marcaide se nos antoja el grito de sorpresa de quien acaba de descubrir el Mediterráneo, y sus argumentos, algo que, de tan sabidos, resultan más una música de fondo de nuestro cada día que un aldabonazo a nuestras conciencias.

Pero bien pensado ni siquiera la obviedad de lo denunciado empece a la valentía de la denuncia, y menos todavía a su, oportunidad, en unos momentos de mudanza en las altas esferas políticas de las que, en última instancia, dependen las bases normativas sobre las que opera nuestro sistema universitario. Si acaso, la obviedad de lo denunciado lo que hace es volver más sonrojante el intento de minusvaloración --o incluso de abierta negativa-- emprendido por nuestras autoridades académicas,

¿Que no hay «endogamia» en la Universidad de Valencia?... Déjenme dar unos datos y saque el lector sus propias consecuencias. De los 44 miembros del personal docente e investigador que, componen el área de conocimiento de la que un servidor forma parte, 40 obtuvieron su licenciatura en la propia Universidad de Valencia. Dicho de otro modo, el 40% de sus catedráticos, el 100% de sus profesores titulares, el 100% de sus ayudantes, el 93% de sus asociados y el 100% de sus becarios de investigación sirven hoy en la misma universidad y en el mismo centro en el que empezaron a recibir sus primeras nociones jurídicas a los dieciocho años. Cosa que explica en buena parte por qué el 100% de los concursos llevados a cabo para la provisión de plazas de profesores titulares en los últimos diez años se han saldado con el acceso al funcionariado de un candidato local, que en el 100% de los casos comparecía ante el tribunal sin oposición alguna y con todos los pronunciamientos favorables por parte del área de la que venia formando parte. Además, de todo ese personal, el 80% no ha pasado en su carrera profesional por más universidad que la de Valencia, que por cierto, en esta área no ha exportado un catedrático a otra universidad, nacional o extranjera, desde hace al menos dos décadas.

Estoy persuadido de que no faltarán ejemplos que contradigan el mío ni argumentos que intenten reducir lo dicho a un posible aducir ni un solo ejemplo de un departamento saludablemente abierto al aire de fuera y medianamente competitivo a la hora de promocionar a su gente allende nuestras puertas! Pero no me cabe duda de que casos como éste menudean aquí y allá en nuestra universidad, y de que la endogamia, lejos de ser un mal aislado, es un pozo del que nadie parece querer de verdad salir.

Más aun: lo que parece pasar inadvertido es que aunque el vicio del clientelismo y la plaga de la endogamia afecten al sistema de selección del profesorado universitario en todos sus ámbitos, su incidencia es mucho mayor en los estadios más bajos de la carrera universitaria, donde menores son las garantías y menor la publicidad con la que se lleva a cabo esa selección. Si en los concursos para la provisión de cátedras universitarias no es infrecuente ver una pluralidad de candidatos, auténticos debates y decisiones discutidas, ello resulta cada vez más raro en el nivel inmediatamente inferior profesor titular-- y definitivamente excepcional cuando se trata de contrataciones temporales. Dicho en otros términos: habiendo de por medio un candidato local bien relacionado, las posibilidades de que un genio del derecho, la economía o las ciencias remita el listado de sus méritos desde Santiago, Soria o Sevilla y a la vuelta de unas semanas se encuentre con que la Universidad de Valencia le invita a sumarse a su plantilla, son virtualmente nulas.

Las tretas para ello son infinitas. Algunas como apelar al carácter personal de los candidatos más que a sus avales científicos-- son descaradamente incompatibles con la exigencia constitucional de atender únicamente a los requisitos de mérito y capacidad en el acceso a la función pública. Otras rozan además las fronteras de la falsedad y la prevaricación, como cuando se contabilizan como méritos académicos libros recién entrados en prensa que luego nunca acaban de salir, o titulaciones rimbombantes que vistas de cerca resultan tener un aval científico bastante mas prosaico. En última instancia, prácticas bien corrientes como la de argumentar que, ante la falta de tiempo para analizar y debatir la validez científica de la obra aportada, será mejor limitarse a contar, pesar o medir los bultos que acompañan a cada instancia, hacen que uno se pregunte en qué clase de manicomio ha ido a internarse.

Y no vale argumentar que quien haya superado un primer filtro selectivo de manera indebida y gracias al amiguismo acabará tarde o temprano fracasando y haciendo patentes sus carencias a nada que sea confrontado con otra instancia de selección. A diferencia de lo qué sucede en el juego infantil de las sillas musicales, aquí, quien ubica sus posaderas sobre una silla, rara vez se verá obligado a levantarlas y a repetir su pugna cuando la música se detenga. Es más: con un poco de suerte, otro poco de paciencia y una pizca de solvencia académica, es posible --el ojo del amo engorda al caballo-- que acabe convirtiendo su humilde silla de anea en un lujoso butacón académico.

Se ha argumentado --con una miopía impropia de una autoridad académica-- que el problema no es del sistema, sino de quienes han de ponerlo en funcionamiento, y se ha dicho --con candidez impropia de adultos-- que si todos fuésemos justos y benéficos, las cosas discurrirían bien por su cauce. Pero la bondad y la justicia son virtudes que el Creador distribuyó de manera muy poco equitativa, de modo que habría que fiar un tanto menos a ellas y un poco más al marco normativo en el que nos movemos. Y el marco normativo actual, que brinda a los departamentos un poder casi omnímodo en la selección y promoción del personal docente, que no brinda cauces satisfactorios para la resolución de los conflictos que se plantean y que desincentiva el tránsito del profesorado entre las distintas Universidades tanto como la competitividad entre ellas, resulta ser manifiestamente mejorable.



Carlos Flores Juberías
Profesor Titular de Derecho Constitucional
Universidad de Valencia.
LEVANTE (Valencia). 7 de mayo de 1996



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Diez años ya... y aun anda por ahí
Por Carlos Flores - Monday, May. 08, 2006 at 5:15 PM
carlos.flores@uv.es

Hola!
Soy el prof. Carlos Flores, el autor del articulo que acabais de colgar en vuestra web. Solo quería decir que me sorprende (agradablemente, por supuesto) que un articulo de prensa publicado hace ya diez años en un periodico local todavía siga dando vueltas por el mundo y mereciendo la atención de alguien (vosotros, por ejemplo). Quisiera creer que es por sus calidades estilísticas, pero desafortunadamente no soy tan candido: mucho me temo que el problema denunciado en aquel entonces sigue siendo hoy, en Argentina como en España, el mismo. Triste pero cierto. En fin... chau!

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