Julio López
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El atril de Kirchner merece un desagravio
Por diaz banca al ari? - Friday, May. 05, 2006 at 4:54 PM
monoenlucha@yahoo.com

El peronismo ha tenido como lema de su proyecto de armonía social aquello que decía "de casa al trabajo y del trabajo a casa". Esto para los clasistas era un síntoma de narcotización social y para los conservadores, un latigazo ante cualquier intento de protesta.

El peronismo ha tenido como lema de su proyecto de armonía social aquello que decía "de casa al trabajo y del trabajo a casa". Esto para los clasistas era un síntoma de narcotización social y para los conservadores, un latigazo ante cualquier intento de protesta.

Los clasistas de antaño perdieron la batalla ideológica. El comunismo terminó siendo un totalitarismo. Dejó de ser una utopía redentora. Abandonó al hombre porque lo puso bajo la bota opresora del Estado. Los conservadores, por su parte, jamás pudieron quitarse el lastre de ser la imagen de la explotación del hombre por el hombre.

La única utopía válida es la que dignifica al hombre. La utopía que en nombre del humanismo mata, cercena libertades o posterga reivindicaciones, se convierte en una condena esclavizante, en un engranaje de la cultura de la muerte.

El peronismo, en cambio, es esencialmente humanista. El sujeto activo de su construcción política es el hombre. El destinatario de la justicia social es el hombre. El artífice del destino común es el hombre. El hombre de carne y hueso. El que trabaja. El que legisla. El que lucha. El que estudia. El hombre genérico.

Los clasistas de hoy también vuelven a caer derrotados en el terreno de las ideas. Sin reclamar la dictadura del proletariado, exigen lo imposible. Y lo imposible siempre terminan pagándolo los asalariados. Hay ejemplos lamentables. Los sectarios de sindicatos pequeños que paran servicios públicos (por ejemplo, subterráneos). Los que buscan la atomización del movimiento obrero en nombre de la "libertad sindical", etcétera.

Esas expresiones sindicales, profundamente politizadas por categorías clasistas, merecen ser refutadas. Porque absolutizan sus creencias y pretenden imponerlas al peor estilo de los fundamentalismos violentos.

Cuando los peronistas hablamos de clasismo lo hacemos en términos tolerantes. Rechazamos la confrontación entre clases no para beneficiar a unos y perjudicar a otros. Sino para darle a cada uno lo que le corresponde. Esto es hacer justicia. El asalariado, que perciba una retribución justa. El productor, que tenga garantías racionales de rentabilidad. No es quedar bien con Dios y con el diablo. Es poner las cosas en su lugar.

Esa es la armonización social que busca el peronismo, tan distante de la explotación del Estado como de la explotación del mercado.

Hoy, la Argentina ha recuperado la institucionalidad. Y lo hace desde la cúspide, desde lo alto, para que avancen las mayorías populares.

Hace cuatro años los argentinos iban de casa al piquete y del piquete a la profundización de la pobreza. Eso se superó. Néstor Kirchner ha logrado devolverle certidumbre a la cuestión social. Despejó la violencia. Tenemos paz. No la paz de los cementerios. Hay disensos. ¡Bienvenidos sean!

El proyecto central del peronismo adquiere una nueva gestión desde la asunción del conflicto. No para generar más conflicto. Sino para transformarlo en solución. Sin embargo, una prédica disolvente asocia a Kirchner con la confrontación y el conflicto por el conflicto mismo. ¿Es así?

El general Perón inauguró la era de la política social en la Argentina. La Secretaría de Trabajo y Previsión fue el puente que unió a los trabajadores organizados con el Estado. Pero no quedaron rehenes del Estado. El peronismo no promovió un Estado sindicalista. Hizo un Estado social, de matriz justicialista, de sentido humanista y cristiano, con conciencia nacional, en el que las organizaciones sindicales eran factores concurrentes del poder nacional. Eran protagonistas activos del cambio en libertad.

Cada vez que Perón necesitaba consensuar sus decisiones para mejorar la vida de los trabajadores, les hablaba. Tribuna-balcón-doctrina. Sobre este trípode se asentaba la elaboración de una política de masas con una cobertura doctrinaria inigualable.

¿Qué hace Kirchner? Para avanzar en la devolución de los derechos sociales conculcados durante la dictadura de mercado, apela al diálogo con el pueblo. A través de los medios, como en toda sociedad moderna. Entonces los herederos de la Unión Democrática, los nuevos pelafustanes de la patria chica, acusan al Presidente de dividir, de confrontar, de abrir viejas heridas.

Los liberales son especialistas en el arte de la simplificación, que tanto en historia como en política constituye una forma sofisticada de estafa ideológica. Ellos hicieron una política de la historia y una "tribuna de doctrina" que los sigue custodiando, diría San Jauretche.

El balcón para los liberales antiperonistas era la consumación de las atrocidades del tirano, la vidriera de la demagogia, el arma de la perversión de las masas. Hoy, según la tesis liberal, el atril, es decir, el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, es el arma letal de la República, el retorno al pasado, la montonera hegemónica, la resurrección de la barbarie...

Ante tanta mediocridad, creemos que el atril merece un desagravio público. Porque gracias a la comunicación directa del Presidente con su pueblo estamos avanzando para admiración del mundo y para la dignidad de la familia argentina.

Los liberales descalifican, en nombre de la diplomacia y de los buenos modales, la defensa irrestricta del interés nacional, que es el interés popular. Como si gobernar para el pueblo se tratara de una puesta en escena de un desfile de alta costura.

A modo de ilustración recordemos una anécdota de John William Cooke. En plena resistencia peronista, una vez detuvieron al querido Bebe. Entonces, un policía al verlo todo desaliñado y obeso le preguntó: "¿Y, usted, con esta pinta, dice que es revolucionario?" Y el Bebe le replicó: "La revolución, amigo, no es un concurso de belleza".

Los liberales deberían saber a estas alturas que la cuestión social no se dirime tomando el té a las cinco en punto con las uñas esmaltadas ni fingiendo posturas ajenas a la defensa de los trabajadores.

Un liderazgo nacional es el emergente de un conjunto de condiciones que buscan un cauce para desarrollar sus potencialidades. Esas condiciones están creadas en nuestra patria, pero merecen consolidarse con movilización, debate y decidida voluntad de vencer.

El peronismo de la provincia de Buenos Aires, leal a su origen y consecuente con su compromiso adquirido con el pueblo, ha puesto todo su dispositivo de organización interna y social al servicio de la conducción estratégica del presidente Kirchner.

La identidad peronista se defiende apoyando políticas peronistas. Este partido con vocación movimientista -contracara de la partidocracia liberal- no nació para ser la pata peronista de ninguna aventura electoral. Nació para ser la columna vertebral de un nuevo proyecto de nación que en estos tiempos encuentra su concreción en el liderazgo de Néstor Kirchner.

Ante el oportunismo de los improvisados, instamos a los argentinos a consolidar el liderazgo de la esperanza, el trabajo, la dignidad y la reconstrucción de la patria grande. Así cumpliremos con el mandato histórico de Juan y Eva Perón. Y de todos los compañeros y las compañeras que murieron para que la Argentina sea de los argentinos.

El autor es diputado nacional por el Peronismo Federal y presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires.
Por José María Díaz Bancalari

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