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Celco en Valdivia, Botnia y Ence en Fray Bentos: historias que comenzaron igual
Por MaRa - Friday, May. 19, 2006 at 5:16 PM
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“Porque siempre tuve confianza en que una empresa que viene a gastar tantos millones de dólares es una empresa seria, que va a estar respaldada con muy buena tecnología; además, es lo que ellas dicen.

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PASTERAS: TESTIMONIO DE UN INGENIERO CHILENO (1ERA. PARTE)

Por Verónica Toller
vtoller@eldiadegualeguaychu.com.ar

Celco en Valdivia, Botnia y Ence en Fray Bentos: historias que comenzaron igual
En 1995 llegó a Valdivia, Chile, una empresa pastera con el proyecto de instalarse allí. Decía traer la mejor tecnología disponible en el mundo, 1200 millones de dólares de inversión, más de 4000 empleos entre directos e indirectos, y la mayor producción del mundo en toneladas. Se construyó a toda velocidad: los pobladores de Valdivia y de San José de la Mariquita veían crecer rapidísimo la chimenea. Dieron pocos datos; los estudios de impactos ambientales eran difíciles de entender... ¿Le suena parecido? Hoy, diez años después de haber empezado a funcionar, hay cursos de agua intensamente contaminados, los cisnes de cuello negro del santuario natural por el que hicieron desagotar sus efluentes murieron, sufrieron metástasis y los que quedaron, emigraron; la gente sufre rinitis y otros males, y en San José de la Mariquita se denunciaron numerosos casos de cáncer. Celco ya cerró una vez para reformas, y debe ahora volver a adaptar su planta.«

Carlos Gómez Mora es ingeniero constructor y vive en Valdivia, Chile. Está en Gualeguaychú y dialogó con El Día (presentaremos esta charla en dos partes, dada su extensión y los detalles interesantes de la narración de Gómez Mora).
Dice que en un principio, él era reacio a la lucha ambiental contra la pastera de Celco que se instaló en su ciudad, especialmente por su formación científica y tecnológica.
“Porque siempre tuve confianza en que una empresa que viene a gastar tantos millones de dólares es una empresa seria, que va a estar respaldada con muy buena tecnología; además, es lo que ellas dicen. Tú comprenderás, soy ingeniero constructor, debo partir de la base de que los proyectos son buenos, que el estudio de impacto ambiental está completo y presentado a las autoridades. En Chile se respetan mucho las normas, se respeta mucho la legislación. Pensé: si está todo eso aprobado...”.
Dice que habla como ciudadano común de su experiencia, de lo que le pasó a su ciudad. En 1982 apareció allí una empresa llamada Forestal Valdivia “cuya misión era comprar ciertos retazos de terrenos y empezar a plantar pinos – cuenta Carlos -. Hasta ese momento, uno en forma ilusa decía qué forma inteligente, están comprando tierra y hay un decreto-ley que los favorece, el gobierno bonifica a la plantación de ciertos terrenos que no son aptos para la agricultura. Hay un organismo de contralor que es la Corporación Nacional Forestal, la CONAF. Fantástico, están haciendo algo inteligente”.
En 1995 los bosques ya eran aptos para talarse. Aparece entonces el proyecto de construir una celulosa y se hace el primer estudio de impactos. “Los diarios dicen en la ciudad que va a ser la celulosa más grande del mundo, con tecnología de punta.
Empiezan a hacer a través de la prensa un lavado de cerebro donde tú no logras dimensionar lo que están haciendo y lo único que piensas es que es progreso para tu ciudad.
“En 1997, todavía no habían aprobado el estudio de impactos ambientales por distintas observaciones que se le habían hecho al proyecto. La empresa quería que los RILES, Residuos Industriales Líquidos, sean vertidos al mar, a 40 kilómetros de donde está la planta, por ductos. La comunidad de Mehuin, pescadores artesanales que trabaja donde iban a ser volcados, se opuso de tal manera, pero de tal manera, que fueron los que abrieron los ojos a otros. La gente reaccionó mal. Yo también, debo reconocerlo. Creía que Celco estaba bien intencionada”.
Se inició igual la construcción de la planta. Como en el caso Botnia, la construcción fue muy veloz. “Hablaban de una inversión de 1200 millones de dólares. Pero de ellos, por tu ciudad no pasa nada. Llegó un barco cargado dos veces de Europa con todas las cosas, los chipeadores, y pasaron por Valdivia grandes camiones, cargando materiales que venían de los mismos que prestaron la plata. En Valdivia, nosotros pusimos las puras piedras nada más, el terreno, el agua y las piedras, el ripio. Porque el fierro llegó directamente desde lejos, de la industria del acero; como los volúmenes de compra son tan grande no pasan por un ferretero, no pasan por un vendedor de materiales de construcción, sino directo de las industrias a la planta de celulosa”, agrega el ingeniero chileno.
La gente se hacía expectativas, dice. Hablaban de que Celco daría trabajo a 4 mil personas. “Te vienen con el cuento, dicen que son 4 mil personas con el trabajo indirecto. Después, en definitiva, llegas a que en el fondo trabajan 240 personas en tres turnos porque está todo tan automatizado que no trabaja más gente. El resto son choferes de camiones, pequeños operadores de servicio, el que maneja el pequeño bus, ... en definitiva, no hay tal cantidad de trabajo. Y los puestos ejecutivos son 10, todos centralizados en Santiago, la capital”.
Hubo mentiras sobre el número de trabajadores, explica; mentiras sobre la inversión. “Mil doscientos millones de dólares... Tú no puedes auditar esa cantidad de dinero que ellos dicen que gastan. Y lo más grave de todo esto es que es lo mismo que yo leía hoy en diario Clarín: dicen que en Corrientes se está tramitando instalar una pastera más grande que Botnia. Siempre es la más grande, y hay que tener cuidado, las más grandes son las más peligrosas. Ése es el punto. Porque en Finlandia, para que funcionen las celulosas que ellos tienen, cuentan con 20 ó 30 pero son todas de tamaño pequeño, y el volumen de toneladas que hacen son las suma de la que se va a instalar en el Uruguay. Ellos no quieren la más grande del mundo en su país, porque esos volúmenes son inaceptables”.
Rápida construcción, promesa de miles de puestos de trabajo, inversión multimillonaria, la mejor tecnología, la más grande del mundo... Una historia que por estos lares, suena muy conocida.
“Vinieron trabajadores del resto del país; de Valdivia fue muy poca gente – sigue narrando Carlos Gómez Mora -. Y las autoridades hablaron tarde y muy tímidamente. Preguntaron por qué daban tan poco trabajo a la gente de Valdivia. La respuesta fue que no estaban calificados para trabajar en las plantas, y que necesitaban traer muchos pequeños contratistas”.
Así que Valdivia y pueblos vecinos como San José de la Mariquita se llenaron de trabajadores. “Nunca habían tenido tantos cafés nocturnos, tantos burdeles, tanta gente dando pensión – recuerda el chileno -. Por lo tanto, se creó una microeconomía que duró un año, 10 meses. Entonces, tú también tenías que luchar contra aquellas personas que estaban contentas. Ellos estaban contentos, crearon falsas expectativas; la gente construyó hosterías, cabañas, porque venía el boom. Vieron tanta gente en toda la planta que pensaron que eso iba a continuar. Pero no ocurrió”.
Forestal Valdivia comenzó a talar y la planta comenzó a funcionar seis meses antes de que estuviera públicamente entregada. El tema del ducto de desagüe se solucionó con una salida directa al río Cruces, que pasa por el santuario de la naturaleza, porción de agua que quedó después del terremoto del año ‘60.
“Con los años, crecieron allí plantas acuáticas, entre ellas el luchecillo, un alga de la que se alimentan los cisnes. Así que llegaron hasta allí hasta 8 mil cisnes – sigue describiendo -. Este santuario tiene pequeños efluentes que van en cierta medida limpiando las aguas. También vive allí el coipo, especie de ratón grande, de piel muy codiciada. Hasta que en algún momento, alguien se da cuenta de que los cisnes están emigrando. Alguien da la voz de aviso. Y aparece Daniel Borochev, médico veterinario muy prestigioso de Valdivia. Junto a Eduardo Israel, médico ginecólogo, hacen el primer llamado ciudadano y plantean que algo está ocurriendo”.

Mañana: segunda parte. Los cisnes caen. Comienza la acción popular.

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TESTIMONIO DE UN CIUDADANO DE VALDIVIA, CHILE (SEGUNDA PARTE)
Por MaRa - Saturday, May. 20, 2006 at 12:12 PM

TESTIMONIO DE UN CIU...
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Pasteras: cuando los cisnes de cuello negro comenzaron a caer.

Por Verónica Toller
vtoller@eldiadegualeguaychu.com.ar

Carlos Gómez Mora es ingeniero constructor y vive en Valdivia, Chile. El jueves ofreció una charla en el Teatro Gualeguaychú para vecinos y asambleístas. "Los cisnes empezaron a morir -dice, continuando con su relato sobre cómo la pastera de Celco afectó al santuario de la naturaleza cerca de su ciudad, y a la vida de los pobladores de la zona-. Empezaron a aparecer en menos de una semana una gran cantidad de cisnes muertos, otros se estaban muriendo y los llevaban a la veterianaria, y en un lapso de 15 días cayeron varios cisnes sobre la ciudad. Fue impactante, y se determinó que fue por falta de fuerza, por bajo peso, mala alimentación. ¿Por qué? Llegan a la conclusión de que las algas, el alimento natural que tenían, está contaminado, justo donde la pastera Celco echaba sus desechos. Empiezan a hacer los estudios de las aguas y ¡sorpresa!: hay contaminantes".«

Gómez Mora no quiere entrar en detalles científicos acerca de qué sustancias había allí. Dioxinas, furanos..., lo deja para otros. "Yo cuento lo que vi: los cisnes empezaron a morir. A los informes técnicos los leí, pero no los entiendo. Y ahí va el éxito de estos informes de impacto ambiental: que tú los lees y no los entiendas. Eso es lo básico y te pasan el mamotreto de 400, 500 hojas y cuando tú quieres llegar a lo práctico, no lo entiendes. Por eso yo soy muy reacio a dar datos muy técnicos”.
Una pastera emplea 40 metros cúbicos de agua por tonelada de pasta que produce. 40 millones de litros. "Así, cuando dicen vamos a hacer la planta más grande, será el

volcadero de agua más grande..., contaminado, claro. Sobre todo en estas celulosas de tipo kraft. Pero esos datos nunca te los van a dar en los proyectos de impacto ambiental. Los esconden", dice el ingeniero chileno.
Comenzó entonces un grupo de ciudadanos a luchar contra lo que estaba sucediendo. Se formó Acción por los Cisnes. "El marketing de la empresa llegó a tal punto que un día aparecieron nadando cisnes en sus fuentes de agua residuales", dice Carlos riendo. Al principio, Acción por los Cisnes logra pocas adhesiones. Golpearon puertas, señalaron a las autoridades que habían fallado en su gestión como fiscalizadores. Y poco a poco, la ciudadanía empieza a cuestionar a la planta de pasta celulósica.
"Empieza a darse cuenta de que lo que ahí ocurre es totalmente distinto a lo que ellos habían prometido -apunta-. A fines del 2004, las autoridades deciden intervenirla. La multan por 30, 40 mil dólares, que para ellos es la nada misma. La universidad Austral, a través de un científico de apellido Jaramillo, comenzó a investigar. Lamentablemente, no se contaba con pruebas de agua previas a la instalación de la planta, como para comparar. La planta de Valdivia, con sus ductos que salían directo al río Cruces, acusó el golpe y ellos solos cerraron su planta por dos meses. Hicieron una transformación interna, y nadie puede decir qué hicieron. Pero si cerraron, fue porque lo que estaban haciendo no era lo correcto, y porque en definitiva los compradores si están preocupados de que los procesos de producción sean contaminantes. Así que les bajaron las ventas".
Hubo renuncias de altos funcionarios dentro de Celco, uno de ellos, con denuncias de que la pastera no hacía las cosas bien y sí estaba contaminando. El gobierno pidió nuevos antecedentes, e incluso, se negó a inaugurarla (porque seguía funcionando sin haber sido inaugurada aún).
También surgieron denuncias de casos de cáncer en San José, muy cerca de Valdivia. Y la gente comenzó a moverse con cartas de lectores a los grandes diarios del país. Celco debe ahora cambiar el desagüe de sus efluentes y llevarlos por ducto al mar, como era el proyecto inicial. "Pero no explican nada. Hoy se usa el término 'bajo perfil'. No, no es bajo perfil, es ocultamiento", dice Gómez Mora.
Valdivia está a 56 km de la planta de celulosa, y el olor a huevo podrido y cloaca se siente claramente. "Han hecho algunos tratamientos, y hoy, hay días en que cuando se produce la inversión térmica (días de neblina, donde el aire no sube sino que queda y vuelve), los olores van por debajo de la nubosidad y los sentimos -testimonia el chileno-.
Además, Acción por los Cisnes ha logrado conciencia en la población y bajar la producción de 700 mil toneladas anuales a un tope de 500 mil. El bajar ayuda pero no es solución. Estoy convencido de que las plantas no deben construirse. No logro entender cómo, si hay gente que gasta tanto dinero, no pueden construirlas 25 kilómetros más adentro, lejos de poblaciones como Fray Bentos y Gualeguaychú".
"Es lamentable que dos países hermanos hayan tenido que recurrir a organismos internacionales porque un tercero extranjero vino a separarlos. Eso es lo que más me duele a mí como latinoamericano – dice Gómez Mora -. Qué terrible que dos gobiernos se peleen en una situación puntual que trae un extraño. Es absurdo. Todo porque traen el dinero y presionan. Nada más. El dinero manda la lógica, no puede ser. Qué explicación tenemos nosotros para nuestros nietos cuando nos pregunten cómo pudo suceder esto. Cuando nos digan 'abuela, abuelo, no trabajaste lo suficiente para impedirlo".

En resumen
En 1995 llegó a Valdivia, Chile, una empresa pastera con el proyecto de instalarse allí. Decía traer la mejor tecnología disponible en el mundo, 1200 millones de dólares de inversión, más de 4000 empleos entre directos e indirectos, y la mayor producción del mundo en toneladas. Se construyó a toda velocidad: los pobladores de Valdivia y de San José de la Mariquita veían crecer rapidísimo la chimenea. Dieron pocos datos; los estudios de impactos ambientales eran difíciles de entender... Hoy, diez años después de haber empezado a funcionar, hay cursos de agua intensamente contaminados, los cisnes de cuello negro del santuario natural por el que hicieron desagotar sus efluentes murieron, sufrieron metástasis y los que quedaron, emigraron; la gente sufre rinitis y otros males, y en San José de la Mariquita se denunciaron numerosos casos de cáncer. Celco ya cerró una vez para reformas, y debe ahora volver a adaptar su planta.

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