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CARTA A LOS ESTUDIANTES QUE PELEAN LA DEMOCRATIZACION
Por Edgardo Datri - Sunday, May. 28, 2006 at 10:07 PM
mgcipo@yahoo.com.ar

Edgardo Datri docente de la Universidad Nacional del Comahue escribe una carta a los estudiantes de Comahue y de las demas universidades

ENTRE LA UTOPÍA DE LA ÍNTIMA LIBERTAD O EL NIHILISMO QUE INVADE EL MUNDO GLOBALIZADO DE LOS MEDIOCRES
Edgardo E. Datri
En su filosofía paradojal, Sartre sostenía que la opresión externa es en realidad una fuerza liberadora; libera el interior del hombre, estimulando al ser humano a tomar sus propias decisiones, cotidianas y desesperadas.
A la luz de la actual situación que vive la Universidad Nacional del Comahue, uno cualquiera de los varios estudiantes que hoy ocupan el rectorado podría escribir, a modo de paráfrasis sartreana, lo siguiente:
“Nunca fuimos más libres que durante la gestión Pechén-Calderón-Boccanera. En esa gestión se pretendió avasallar todos nuestros derechos, empezando por el derecho a expresarnos. En esa gestión fuimos afrentados ignominiosamente y sufrimos en silencio. Por todas partes: por el CEDIUNCO (el “sindicato” de la cría menemista); por el diario “Río Negro”; por la televisión de “Pancho” Casado, encontrábamos nuestros rostros, nuestro honor, nuestros íconos, entre sublevantes e insípidos. Pero debido a todo esto, somos libres. Los tiranos y mediocres todavía no se dieron cuenta. Su veneno tardocolonial y tardofascista se filtraba hasta nuestros pensamientos, actuando al revés, como un anticuerpo que convertía nuestros pensamientos en acciones de victoria. En nuestra victoria. Los tres, esos tres (y algunos más), como milicos omnipotentes (e impotentes) trataron de acallar nuestras voces con las voces de traidores “reformistas”, falsos “reformistas”. Y cada palabra que surgía de nuestras asambleas fue adquiriendo el valor de una declaración de principios. Y las circunstancias, aunque frecuentemente fueron atroces, hicieron posible que viviéramos, sin pretensiones ni falsa vergüenza, la existencia febril e imposible que es llamada dignidad e íntima libertad.”
La pelea de estos estudiantes es solitaria en casi todas las circunstancias, sufren los embates de buena parte del profesorado y los medios de desinformación. Sin embargo, en el fondo de su soledad están los otros a quienes protegen, todos los demás, todos nosotros. Sartre diría “La responsabilidad total en la soledad total -¿no es ésta la misma definición de nuestra libertad?-“
Detrás de esos pensamientos, de esas palabras, de esas declaraciones de principios hay un precepto. Sartre argüiría que la solidaridad y la soledad no sólo son esenciales, sino imperiosamente inexorables. También expresaría que quienes hoy toman las banderas que le devuelvan a esta universidad -colonizada por la Ley de Educación Superior- el sentido cabal que tenían los principios de la Reforma del ’18, nos conducirán a condiciones de existencia institucional que nos proporcionarán a todos experiencias de un género nuevo.
Mientras los truchos funcionarios nacidos del coliflor cegetista, ríen frente al espectáculo de las almas martirizadas de muchos jóvenes libertarios, el alter ego del Ing. Boccanera, Bladimir Cares Leiva, cree gozar de una ilimitada sensación de legitimidad social ... simula tener la razón. Pero gracias a su miserabilidad, por la propia metafísica de la causalidad, la UNCo llegará a tener una verdadera democracia. Un demos que valga lo mismo para el profesorado como para el estudiantado, con los mismos peligros para todos, los mismos abandonos, los mismos temores, las mismas borrascas, la misma responsabilidad total, la misma libertad absoluta para nosotros y los otros.
Por estos estudiantes, cada miembro de una renovada “comunidad universitaria” sabrá que se deberá a los demás y que sólo podrá contar, en muchas ocasiones, consigo mismo. Sartre, desde el mayo francés, alegaría que cada uno de ellos, en completo aislamiento, asumirá su responsabilidad y desempeñará el papel que le asignó su conciencia libertaria. También les diría, nos diría, que cada uno de ellos, levantándose contra los indignos, llegará a encontrarse a sí mismo en libertad, encontrando la libertad de todos.
Por todo eso, uno de esos jóvenes se pondrá una y mil veces de pie y nos dirá:
“Por más rectores que nos pongan para disciplinarnos, por más que nos insulten con sus cerriles letreros o copetes periodísticos, por más policías que nos manden para intentar apremiarnos, no habrá barrera capaz de entorpecer nuestro pensar y sentir. Tan pronto como otros fijen la atención en la justicia de nuestras demandas, encontraremos la fuerza para borrar todo autoritarismo, todo letrero indecente, toda obligatoriedad para con los corruptos. Y aún, cuando nos encontremos solos y quizás amedrentados por ese sujeto cartesiano que no se rinde, todas las barreras se derrumbarán, aniquiladas por la conciencia de nuestra íntima libertad. Ni los Pérez Lindo, ni los Cares Leiva, poseerán argumentos, ni habrán de encontrarlos, contra el hecho de que estamos siendo, de que cada uno de nosotros es un yo que está siendo. Otra vez es nuestra hora. Nosotros y ese yo somos quienes decidimos. Ya no tienen excusas, ni textos ni pretextos.”
Cada uno de estos estudiantes es la voz de quienes elevan su protesta contra un estado de cosas que ha hecho de la UNCo un lugar indecente e insoportable. Voces en contra de los conformismos de todo género. Sartre, también nos diría, casi porfiadamente, que es una protesta que expresa un anhelo de liberación. Ellos son, además, las voces redentoras de los desocupados emocionales de la “sociedad del conocimiento”. ¡Qué altruismo, qué generosidad!
Si tuviéramos que decir algo aún más elogioso en la posición del movimiento estudiantil, habría que destacar su decisión para enfrentarse de igual modo a todos los sistemas injustos, a todas las utopías sentenciosas, a todos los convencionalismos en quiebra.
Nuestra gratitud, mi gratitud a los nobles estudiantes de la UNCo, por ayudarnos a demoler nuestras ansiedades, nuestra sumisión a principios degradantes y a las formas de vida inhumanas que hemos naturalizado. Sólo con vuestras manifestaciones de rehumanización y mediante una férrea oposición a la barbarie de los mediocres, podremos mantener la identidad individual, que constituye la esencia misma del ser humano, y comenzar a construir un nosotros que nos devuelva aquel viejo principio reformista de la “comunidad universitaria”.
Tenemos que admitir, tengo que admitir que el movimiento estudiantil de la UNCo se posicionó correctamente a la hora de elegir entre la libertad íntima o el nihilismo que invade el mundo globalizado de mojigatos que ofician de intelectuales.

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