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maldita hipocresia
Por Pepe Eliaschev - Saturday, Jun. 03, 2006 at 10:08 PM

Pedro Azcoiti y Luis Patti

Columna de opinión de Pepe Eliaschev publicada en el diario Perfil el domingo
28 de mayo de 2006.-

Maldita hipocresía

Buenos Aires, 28 de mayo de 2006 -

Sucedió aproximadamente a las 3 de la
madrugada, noche profunda en el invierno más siniestro.
No menos de treinta facinerosos armados patean con sus borceguíes la casa de la
familia Azcoiti en la atlántica Necochea. Buscan a Perico, el apodo familiar
con que se identifica a Pedro Azcoiti, el muchacho de 20 años que dirige el
Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata.
Se lo llevan. Militante aguerrido de Franja Morada, Azcoiti es depositado a los
golpes en una furgoneta en la que se amontonan militantes radicales, comunistas
y peronistas. Es el 9 de abril de 1976. Azcoiti está desaparecido a partir de
ese momento.
La odisea dura una semana, siete días de tortura e interrogatorios, picana y
picana. Los militares que se lo llevan inicialmente lo encierran en una
comisaría de Necochea, luego lo derivan a otra comisaría, pero ya en Mar del
Plata y las sesiones de picana serán en la base aérea local.
Hijo de un radical de siempre, Azcoiti militaba entonces como ahora junto a
Federico Storani, uno de los fundadores de Franja Morada y líder de la
Federación Universitaria Argentina. El padre de Fredi Storani, Conrado, es
viejo amigo de Raúl Alfonsín. Ambos buscan y piden por Perico.
Alfonsín intercede ante Albano Harguindeguy, ex compañero suyo en el Liceo
Militar y ministro del Interior de una dictadura que todavía no tiene un mes de
vida. Storani padre lo llama al entonces general y lugarteniente de Suárez
Mason en el Primer Cuerpo de Ejército, Jorge Olivera Rovere, uno de los más
temibles señores de la guerra sucia. Ambos repiten imperturbables: no tenemos
capacidad para darles órdenes a jefes de áreas en operaciones.
Sin embargo, una semana después de ser “chupado” aparatosamente y quedar
desaparecido, el joven militante radical ve como se abre la puerta de la celda
sin barrotes en la que está encerrado junto a un miembro de la Juventud
Comunista. A la madrugada del 16 de abril le hacen firmar una nota declarando
que fue bien tratado y, tras esa semana de picana, sale al frío nocturno de Mar
del Plata, liberado junto a dos muchachos de la Juventud Peronista.
Treinta años más tarde, ahora a los 50 y diputado nacional, sigue militando en
el radicalismo junto a Fredi Storani y viviendo en Necochea. No se fue del país
en 1976, ni se dedicó a hacer dinero en algún rincón remoto de la Patagonia,
fuera del alcance de la represión.
Abogado, víctima directa del terror de Estado, no tiene dudas de que Luis
Abelardo Patti es un sujeto directamente vinculado a la represión ilegal. No
tiene ni remotas ganas de subrayar nada bueno en Patti. Azcoiti no se enteró de
la tortura en los libros, ni de que existía la ESMA veinte años después de los
juicios de Alfonsín a las juntas militares.
Pero la situación planteada en la Cámara de Diputados lo ha venido angustiando
mucho y el dilema se torna improrrogable la noche del miércoles 23 de mayo,
cuando debe resolverse si Patti, votado por 394.398 argentinos el 23 de octubre
pasado, debe y puede jurar como diputado.
Lo conversa con una correligionaria, la diputada nacional por Catamarca, Lucía
Garín de Tula. Ella quisiera hablar en el recinto, pero no lo hará porque tiene
miedo a quebrarse en llanto. Ha llamado a su hermano, un refugiado político que
desde la dictadura vive en Suecia. Le contó su dilema: quiere votar para que
Patti no entre, aunque no se le hayan comprobado delitos, pero no sabe si es
justo pasar por encima de garantías constitucionales.
Patti no tiene ni condena ni proceso abierto. Desde la remota Suecia, su
hermano le recomienda: “Lucía, votá lo que sea legal, si no es legal, no lo
votes”. El Garín de Suecia tampoco se enteró de la represión dos décadas
después. Al igual que Azcoiti, la vivió personalmente.
Ambos diputados, Azcoiti y Garín, votarán con dolor pero con firmeza: no pueden
ni ver a Patti, pero saben, como les ha enseñado Ricardo Gil Lavedra, que es
fácil aplicar la ley a los buenos, y que lo difícil es manejarse con ella
cuando se trata de los malos.
En estos tiempos de crudo cinismo oficial, esta historia es poderosa.
Oportunistas sin código ni límites han librado la guerra barata contra Patti:
dejarlo sin banca fue como descolgar cuadros de hoy octogenarios jerarcas de
las paredes del Colegio Militar. Pura espuma, maquillaje, firuletes, requiebres
para emocionar a la gilada.
El punto es central, mucho más importante de lo que nos hemos animado a
imaginar. ¿Es que debo, acaso, ser como mi enemigo para hacerle frente? ¿Está
bien obliterar el principio de constitucionalidad solo porque en este caso
tengo en el banquillo a un horrible que solo merece condena o, al menos,
reprobación moral?
La banalidad trans-ideológica reinante se afirma en una prepotencia que no
necesita dar explicaciones. Convertidos los derechos humanos en una bandera
crudamente usada para todo tipo de operaciones consagradas a legitimar el
accionar de un gobierno, los mismos que encontraron hace poco en Patti a un
compañero y sobre todo socio poderosamente prójimo en sensibilidades e
intereses, ahora lo condenan al ostracismo porque, súbitamente, descubrieron
que fue un torturador y genocida, asesino de montoneros.
Hay que examinar la lista de quienes, al votar contra Patti, pretende
purificarse a tono con los nuevos vientos. En 1995, por ejemplo, la fórmula
Menem-Ruckauf fue acompañada en la provincia por Alfredo Atanasof. La boleta
peronista que llevaba aquel binomio, exhibía en provincia de Buenos Aires al
dúo Eduardo Duhalde-Rafael Romá. En Escobar, Patti iba como intendente,
secundado por Jorge A. Landau como primer candidato a concejal. La boleta de
diputados nacionales la encabezaba Chiche Duhalde, escoltada, entre otros, por
Graciela Camaño. Chiche también iba como senadora nacional, seguida de José Mª
Díaz Bancalari.
Lo que se patentizó el miércoles 23 en Diputados fue tan llamativo que resulta
hasta impúdico no subrayarlo. Obsesionados por la vigencia de los derechos
humanos y súbitamente asqueados de Patti, votaron contra él Atanasof, Luis
Barrionuevo, Graciela Camaño, Landau, Díaz Bancalari y -créase o no- Eduardo
Lorenzo Borocotó, un tradicional y empedernido enemigo de las torturas. Junto a
este elenco, se pronunciaron Bielsa y Bonasso, entre otros. Estuvieron
ausentes, para no agregar mayor bochorno a la jornada, Ruckauf, Mabel Muller,
Oscar Rodríguez, Hugo Toledo y Jorge Villaverde, que no iban a votar contra
Patti, pero tampoco defendieron sus derechos constitucionales: caído en
desgracia (por ahora) el ex subcomisario, sus valientes ex camaradas de ruta
cambiaron de canal.
Es fácil condenar la pena de muerte cuando el sentenciado es un amigo. La
prueba de la verdadera nobleza política radica en seguir condenándola cuando el
encausado es aquel con quien no tengo nada en común.
Pero, ¿quién dijo que éstos, en la Argentina, son tiempos de nobleza?
© pepe eliaschev

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gracias
Por alosdos - Sunday, Jun. 04, 2006 at 1:34 AM

Azcoiti y Garín que orgullo que ocupen una banca!.
Gracias de verdad por esto, que ejemplo!.

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cierto
Por aguante la UCR - Sunday, Jun. 04, 2006 at 1:44 AM

esto es ejemplo de consecuencia
de coherencia
de historia, de mas de 100 años
a pesar de muchos que ya sabemos quienes son

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tenes razon!
Por Sorni de Chascomus - Sunday, Jun. 04, 2006 at 1:48 AM

tenes razon!...
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Muy bien compañero usté tiene razón, todos los radicales somos consecuentes y humanos.....

Daaaaaaaa, larga la merca!!!

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y el pepe es el pepe
Por ale - Sunday, Jun. 04, 2006 at 6:03 AM

el articulo impecable como generalmente es todo lo de él, pero aun sostengo que patti no puede entrar en el parlamento.

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JAJAJJAJA!!!
Por me mato esa imagen... - Sunday, Jun. 04, 2006 at 7:18 AM

Juaz muy wena la de Winnie ya sospechaba que el tipo traia algo escondido debajo del poncho!

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