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Rosario-Convocatoria a 4 años de la masacre de Avellaneda
Por Frente Santiago Pampillón - Sunday, Jun. 25, 2006 at 5:27 PM
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23 de junio de 2006

A cuatro años del asesinato de Darío y Maxi: convocatoria multisectorial.

* Volante convocatoria Multisectorial en Rosario

* Posicionamiento del Frente Santiago Pampillón (regional) - el grito (Hum. y Artes)

* "Maxi", de Natalia Vinelli

* "Los oficios de Darío", de Miguel Mazzeo

 

 

Posicionamiento del Frente Santiago Pampillón (regional) - el grito (Hum. y Artes)

 

Maxi

por Natalia Vinelli

Tengo que recordar a Maxi. ¿Por dónde empezar si, en verdad, no nos vimos nunca? No, eso no importa: conozco a Maximiliano Costeki por Cutral Có, por Jujuy, por Mosconi, por Lanús, por Solano, por Guernica, Maxi dicen, militaba en Guernica. Hacía muy poco se había acercado al Movimiento de Trabajadores Desocupados. Quería trabajar en la construcción del comedor y colaborar en la huerta comunitaria del barrio.

Maxi era joven. Vivió casi toda su vida en “democracia” y supo, por sus elecciones, que ésta que nos presentan no es tan democrática, y mucho menos la única posible. Frente a la democracia del hambre eligió la solidaridad, la participación y la lucha. Comprendió que muchos pegan más fuerte que uno solo. Decidió organizarse. Había pasado el 20 de diciembre y el país –su pueblo, su gente- empezaba a ser otro.

Maxi, también, era un artista. Cursaba el segundo año de un secundario orientado en bellas artes. Cuando el último 1º de mayo decidió formalizar su acercamiento al MTD, dicen que estaba leyendo al Che Guevara. Y que entonces dibujó un ángel alado, con la cara tapada por el pelo, sosteniendo un palo donde se enrolla una serpiente. Sus pinturas, seguramente, van a ilustrar más de una publicación del campo popular, van a seguir militando por un cambio social.

Como muchos, Maxi no tenia trabajo. Se las arreglaba como podía, paseando perros o pintando carteles. Después, las changas comenzaron a escasear y se anotó para recibir el subsidio de 150 pesos. Cuando fue al Puente Pueyrredón, estaba por cobrar la primera cuota

Dice la Coordinadora Aníbal Verón: “Nuestras demandas para la jornada en que fusilaron a Darío y Maxi eran: 1) por trabajos dignos y aumentos en los miserables subsidios de empleo, 2) entrega de canastas básicas de alimentos, 3) mejoras en el sistema de salud y educación, 4) por la libertad de los presos por luchar y en contra de la escalada represiva y 5) en solidaridad con los obreros de Zanón ante las amenazas de desalojo en la fábrica tomada. En esto estaba Maxi, en el MTD de Guernica, y Darío en el Barrio La Fe del MTD de Lanús”. En eso estaban tantos luchadores populares.

Ese miércoles 26 de junio, el gobierno elegido por unos pocos que no representan a nadie mostró su verdadero rostro. Todo fue planeado. Con la excusa –ya conocida- de una supuesta “amenaza de derrocamiento de los poderes constitucionales” detectada por livianos informes de inteligencia. Eduardo Duhalde dio vía libre a la política represiva de la mano dura. Antes de los asesinatos del Puente Pueyrredón ya había mostrado los dientes en Corrientes y Moscón, entre otros, y durante la rebelión del 20.

Como Darío Santillán, este pibe de 22 años (una semana después de su asesinato, iba a cumplir los 23) perteneció a una generación nueva, más sana, sin los vicios que la derrota del pasado dejó en muchos militantes. Él se entregó a la vida política, como tantos jóvenes, reflejado en la solidaridad que empezó a ganar las calles junto con los piquetes. Todos recuerdan cuando entregó su tanque de cerámica para convertirlo en un horno de hacer pan. Ese 26 de junio, él y sus compañeros habían llevado la primera tirada para venderla y juntar el dinero para terminar la construcción del comedor. El pan quedó esparcido por el puente.

Es difícil sustraerse, entonces, a las imágenes de esa jornada. Maxi en la estación de Avellaneda, tirado en el suelo, y Darío que se acerca. (Las manos que dibujaste te socorrieron. ¿Eran las manos de Darío?) Los tiros y la sonrisa cínica de ese asesino que te levanta las piernas para que te desangres más rápido. Y, mientras tanto, una caterva de mercenarios periodísticos gritando a los cuatro vientos que “los piqueteros se mataron entre ellos por diferencias políticas”.

Nada más lejos de la verdad que ellos intentan ocultar. Que intentan ocultar con palos, balas, gases y mentiras. Es que a los poderosos, queda claro, las clases populares organizadas les asustan. Les asusta que marchen al puente, que corten las rutas, que exijan trabajo, que ganen las plazas. Les asusta, en fin, su dignidad. Por eso militarizan ciudades y accesos y se les retuercen los nervios cuando escuchan la palabra Unidad.

Llegando al final pienso en esas frases que cantamos tanto por estos días: “No importa que diga el gobierno, a los caídos no los vamos a olvidar. En cada lucha ellos están y con la patria liberada volverán”. Es verdad que no nos conocíamos y eso no importaba entonces y no importa ahora. Para nosotros, recordar no es una obligación escolar: es un acto de resistencia. Nuestra memoria es fértil, por eso se hace acción. Así, solo así, las balas no podrán detenernos. Porque, sabemos, la sangre de los caídos es rebelión. Y ahí todos los cuerpos son uno y nuestro puño es más duro y más certero.

Maxi, Darío: gracias por su sangre piquetera.

 

Los oficios de Darío

por Miguel Mazzeo

“…hemos vivido para la alegría; por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza no sea unida nunca a nuestra nombre.”

Julius Fucik

Darío Santillán, con apenas 22 años, era una de las expresiones más puras del nuevo tipo de militante que emerge de las luchas populares en la Argentina a fines de la década de 1990.

Un militante que resulta imprescindible para la justicia y la igualdad sencillamente porque no acepta los fundamentos del orden social y político dominante (una verdadera “disutopía” para casi todos los argentinos) mientras construye, cotidianamente, uno alternativo, y porque conserva y resignifica los viejos sueños de amor y desmesura.

Un militante joven sin el lastre de los desengaños de las pasadas peripecias y, por lo tanto, no paralizado por la desconfianza, nada proclive a la descalificación política del otro por pertinencias presumibles, dispuesto siempre a relativizar la carga semántica de las definiciones político-ideológicas estrictas o estridentes.

Un militante que nunca cede ante las lisonjas de los juegos falsos y fáciles y que sabe esperar –paciente- en los remansos de la historia, un militante que le pone rumbo a la deriva y que funda un nosotros; en fin, un militante que sabe prescindir de los dictámenes y los presagios y andar por ahí, grávido de rebeldía y afecto, diciendo en voz baja que la libertad requiere de nuevas labores e indocilidades.

Darío trabajaba en “la bloquera”, uno de los tantos emprendimientos de Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús. Edificaba viviendas y relaciones solidarias. Era un luchador social que había asumido un compromiso de vida con la transformación de una sociedad cada vez mas injusta y una patria cada vez mas ajena, un compromiso con prácticas (nunca con aparatos) que buscan invariablemente la autonomía de las organizaciones populares y la autoemancipación de los oprimidos, con prácticas que aportan nuevos saberes y valores, que buscan generar nuevas subjetividades con la aspiración de investir al pueblo de derechos y autoridad, lejos, muy lejos de cualquier actitud vanguardista. No conocíamos a Maximiliano Costeki pero queda claro que había comenzado a transitar el mismo camino. Ambos eran pibes de barrio que entendían que su futuro individual era inseparable del futuro del futuro de los pibes de todos los barrios, futuros que entonces hay que construir conjuntamente porque a todos esos pibes por igual se le niega.

El móvil de esta militancia, en contra de lo que cree un poder paranoico, no reside en organismos centrales que dirigen conspiraciones secretas. El móvil de esta militancia no tiene misterios, es la búsqueda de un lugar social digno es el hambre que roe las entrañas y las ilusiones de los que sufren sin barullo y mueren en silencio. Los muertos de olvido, carne de estadística, de soledad, de punteros. Es la indignación ante los que oprimen y embrutecen a enormes contingentes de hombres y mujeres. Por eso, Darío tenía palomas en sus ojos y en sus zapatos tenía agujeros y tierra, testigos del desdén de las calles de los barrios del sur del Gran Buenos Aires, y en la mano tenía las letras de todas sus hazañas cotidianas y sus pesares. Por eso la respuesta que obtuvo el periodista opaco que preguntó si Darío estaba armado, fue: “si, estaba armado de paciencia”. Por eso, a Darío lo asesinan por la espalda mientras intentaba su último acto solidario.

¿Cómo medir el valor de un pibe como Darío en un país amancebado con santos de palo, en un país gobernado por felpudos insensibles, un país en el que la política consiste en el arte mediocre de convalidar y administrar las decisiones del poder?

Las máquinas-espantajos que lo mataron cobardemente, los que habitan las oficinas en las que se diseña la riqueza de unos pocos y la desdicha de las mayorías, el ministro que toma medidas siempre desquiciadas, las mascaritas del poder, sabían y saben lo que Darío significa. Aunque ahora quieran diferenciarse los dueños del circo, los payasos y las fieras, todos ellos saben que con pibes como Darío su mundo jerárquico y autoritario y sus privilegios corren peligro. Como no lo van a saber sí el lugar de anclaje de la política dominante (oficial y opositora, incluyendo a la pseudoprogresista) consiste en respetar a rajatabla las tendencias hacia un Estado neoliberal que apuesta a garantizar –a costa de la sangre de los trabajadores, como está visto- las “reglas del juego”, los equilibrios macro-económicos y la creciente diferenciación entre la “política” y el “pueblo”. Si, los partidos políticos tradicionales y algunos no tan tradicionales no cuentan con militantes sino con gestores políticos, con especialistas de área, con aspirantes a la función pública, con activistas de aparato diplomados de caníbales. Darío era y expresa exactamente lo contrario.

Yo se que Darío no se irá, resplandecerá en la rebeldía obstinada que siempre reverdea entretejida en la tela de los subsuelos y los invisibles preludios. Darío será sustento y vino que enturbiará los rituales de los que confunden sus caprichos con los derechos sociales, de los que creen que el saqueo es una fuente estable de recursos. Darío nos ayudará a sostener la ira para que las lágrimas se nos hagan escorpión o látigo, para pegar justo en el centro de la magia a la hora de la rebelión, para que la piedra se haga palabra y las canciones se hagan suburbio, para que la conciencia se encuentre con la dicha y viceversa.

 


http://www.nodo50.org/elgritopampillon/

Santiago Pampillón (regional) - prensapampillon@yahoo.com.ar

el grito (Hum. y Artes) - elgritohya@yahoo.com.ar

Rosario - Argentina

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pampillon?
Por perro - Monday, Jun. 26, 2006 at 5:17 PM

que bueno que la pampi se acuerde de los piqueteros ya que durante estos años los calificaban de lumpenes arriados, tal vez sea un logro desde que no esta Fridman.

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dario y maxi presentes
Por nrk - Friday, Jun. 30, 2006 at 1:26 AM

fui a la actividad que organizaron y como ustedes creo en la memoria (popular) como un acto de resistencia.
felicitaciones a lxs organizadores.

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