Salió "Hijos del Pueblo" N·3 : Argentina Indymedia (( i ))

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Salió "Hijos del Pueblo" N·3
Por Red Libertaria Argentina - Wednesday, Jun. 28, 2006 at 1:30 PM
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Ya salió el tercer número de HIJOS DEL PUEBLO - Periódico de Red Libertaria Argentina - Junio del 2006

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Editorial

Fría mañana sin sol. Invierno. Espesa neblina que lo cubre todo. Puente Pueyrredón. Una marea de gente que avanza como una ola de aceite. El tránsito que queda cortado. El tiempo deja de transcurrir en esos momentos de tensión. Día 26. Miro la escena como si se tratara de un grabado. Una sola imagen: De un lado, las miradas ciegas, los gestos mecánicos, la postura robótica, las almas gélidas; son los aprestos inhumanos de las Guardias de Infantería, la Gendarmería, la Prefectura, la milicada; los sicarios, los torturadores, los perros guardianes, las maquinitas de matar; la ley, la autoridad, el odio ciego, la muerte: El Estado. Del otro lado, los rostros enjutos, las manos curtidas, las miradas parsimoniosas; del otro lado los palos, las capuchas, las bufandas en la cara; del otro lado las gomas, las piedras, las gomeras, los bulones; la multitud, los pobres sin pan, la clase; la esperanza, la lucha, la vida: El Pueblo. Los helicópteros sobrevuelan la escena como una amenaza.
¿Cómo explicar lo que siento por estas mujeres y estos hombres? ¿Cómo trasladar al papel lo que me surge al contemplar estas imágenes? ¿Cómo transcribir esa sensación que recorre las venas, que infla el pecho, que anuda la garganta? ¿Cómo explicar todo eso sin recurrir a las palabras, meras palabras que, sabemos de antemano, no alcanzan? Montones de palabras se resumen en esa sola imagen: de un lado el Estado, organizado históricamente para matar; del otro lado el pueblo, organizado una vez más para resistir. La vida y la muerte. La lucha de clases en su más clara expresión.
Nosotros somos parte del pueblo, parte de la masa. Somos hambre, llanto, dientes apretados. Somos furia, bronca, odio contenido. Somos palo, gomera, pañuelo ennegrecido. Somos marginados, expulsados, desocupados. Somos pobres, malvestidos, antiestéticos, feos. Somos verbo mal conjugado, graffiti inexacto desde la gramática. Tenemos olor a pobre, venimos de lejos, estamos cansados. Somos lo que sobra del sistema, los efectos colaterales, lo que nadie quiere ver.
Estamos en guerra y ahora es abierta. Y como en toda guerra, la violencia se desata.
Y en el medio del gas lacrimógeno y del humo, con el olor a pólvora perforando las fosas nasales y el estruendo de los disparos ensordeciendo los oídos, la realidad parece desvanecerse. Ya no se si es sueño o realidad. Ya no se si es sueño o realidad la corrida por Pavón. Los disparos en la Estación. Los compañeros refugiándose en el local de Izquierda Unida. Los fotógrafos grabando todo para siempre…
Ya no se si es un sueño o si es real la mano que toma un surtidor de nafta de la Shell, que rocía la estación con gasolina, “si no paran de reprimir volamos todos”. Parece un sueño pero es la pura realidad.
Hay cosas que hacen que uno piense que vale la pena vivir la vida. La imagen de Darío socorriendo a Maxi, obligando a sus compañeros a retirarse, quedándose hasta el último segundo aguantando a su compañero, hasta el último segundo literal; esa imagen es una de esas cosas que nos hacen pensar que no todo está perdido, que aún se puede, que todavía no ganaron, que queda mucho por jugar. Darío era la imagen misma de ese sentimiento, de esas ganas de no rendirse y de seguir adelante. Darío era la expresión misma de nuestros ideales: la solidaridad, la firmeza, el amor, el compromiso, la valentía, la entrega. La lucha por la libertad. Ese Darío piquetero que era símbolo de dignidad, símbolo de esperanza y de cambio para los de abajo. Ese Darío revolucionario, organizador, agitador y subversivo, ese Darío que era un auténtico cuadro popular. Ese Darío peronista de base al que nosotros, libertarios, no podemos dejar de reivindicar, del que nosotros no podemos dejar de aprender, por el que no vamos a dejar de luchar. Ese Darío que supo honrar alguno de los locales de nuestro movimiento anarquista con su presencia, allá por la calle Salvadores, la Boca, en una visita en busca de material. Ese Darío compañero, que vertió su sangre en la Estación de Avellaneda, con la generosidad que lo caracterizaba. Ese Darío que es un ejemplo para la clase, para los luchadores, y por supuesto, para los anarquistas. Ese Darío que entregó su vida por Maxi, aquel otro luchador popular de Guernica, que a poco de ingresar a su movimiento ya se lo podía ver en la primera fila, u organizando la seguridad. Aquel Maxi al que se lo pudo ver ese mismo 26 repartiendo piedra a los represores uniformados. Aquel Maxi artista, quien ha retratado más de una vez con sus cuadros y dibujos la lucha piquetera y popular. Aquel Maxi anarquista, que visitaba otro de los locales de nuestro movimiento libertario, allá en la Calle Brasil, Constitución, cuando se hacían los talleres de poesía en el 2001. Aquel Maxi que no dejó de pelear, hasta el último segundo. Darío y Maxi hoy ya no están, pero de alguna manera, sí están. Están en cada uno de nosotros y nosotras, en cada acto de dignidad y coraje, cada vez que nos rebelamos frente a alguna injusticia, cada vez que nos ponemos de pie y le decimos ¡No! al que nos quiere pisar la cabeza. Darío y Maxi viven cada vez que nosotros levantamos la mirada, con cada gesto de entrega y cada acto de compromiso revolucionario. Darío y Maxi viven en nuestra lucha. Y por esa razón, nosotras y nosotros NO VAMOS A ABANDONAR LA LUCHA, ni ahora, ni después. Vamos a luchar hasta que no haya un solo desocupado o desocupada. Vamos a luchar hasta que las condiciones de trabajo hayan cambiado radicalmente, hasta que no haya más explotación, hasta que trabajar sea otra cosa. Vamos a luchar hasta que no haya un solo niño durmiendo en la calle, hasta que no haya una sola mujer o un solo hombre humillado. Hasta que no haya más capitalismo, ni estado, ni autoridad de ningún tipo. Porque nuestra lucha es para eso, para vivir felices, en libertad e igualdad. Y por esa razón, no vamos a parar. No vamos a parar hasta que el cielo se despeje y los densos nubarrones de plomo se dispersen. No vamos a parar hasta que la brisa arrastre el aroma de las flores y no ya la pólvora o el gas. No vamos a parar hasta que el trino de los pájaros reemplace al estruendo de la Itaka. No vamos a parar hasta que las cárceles y cuarteles sean suplantados por jardines. No vamos a parar hasta que la vida huela a primavera.
Un 26 cualquiera en el Puente. El corte ya terminó. Una señora viejita se acerca al mármol que pusieron los compañeros en homenaje a Darío y a Maxi en la Estación de Avellaneda. La señora se agacha y les deja una flor. Luego se besa la mano y acaricia el mármol mientras se retira, como lo haría una mamá ante la lápida de sus hijos. No sé qué sentimientos o pensamientos anidaban en esa señora en ese momento. Imagino que fue la forma que encontró (la más simple y a la vez la más poética) de decir gracias a los compañeros por haber entregado su vida; por ella, nosotros y por tantos más. Lo único que queda claro después de una imagen como esa es una sola cosa: ¡vale la pena!
Vale la pena haber nacido. Vale la pena haber peleado y vale la pena haberse levantado. Vale la pena haber soñado, haber construído y haber militado. Vale la pena haber creado, haberse sentido digno y haber batallado. Vale la pena haber amado, haber sentido y haberse entregado. Vale la pena haber arriesgado la vida, haberla jugado y haberla gastado. Y por último, vale la pena haber muerto, haber caído y haberse desangrado.
Porque ninguna muerte es en vano. Porque amamos demasiado la vida como para dejarnos vencer. Porque queremos que nuestros hijos hereden un jardín y no este basural. Porque, muertos y todo seguiremos luchando. Porque las ideas subsisten a la metralla y a los perdigones. Porque se puede torturar nuestros cuerpos pero no doblegar nuestras almas. Porque ser libres es una necesidad que llevamos desde el vientre. Porque no nos conformamos con esta mentira. Porque sabemos que hay algo más. Porque queremos justicia, trabajo, dignidad y cambio social. Porque queremos libertad, igualdad y fraternidad. Por que creemos y no nos resignamos a dejar de soñar. Porque todo tiene un precio y no nos conformamos con “cárcel y castigo”. Porque la verdadera justicia la hace el pueblo y la impone en el paredón. Porque no olvidamos y no perdonamos. Porque ya va a llegar nuestra hora. Porque la Estación es nuestra, el Puente es nuestro, la calle es nuestra y el futuro también. Porque del gobierno no es nada, solo el derecho a desaparecer y a ser olvidado. Porque no queremos las migajas sino la panadería. Porque sabemos de amar, de jugarse y de resistir. Porque algunos nombres no se olvidan y algunas cosas perduran por siempre. Porque el que murió peleando vive en cada compañero.
Y en estos tiempos de resistencia, donde la cooptación por parte del gobierno y el divisionismo hacen estragos hacia adentro de nuestras filas, deberemos seguir; con unidad, sí, pero con unidad EN LA LUCHA. No cualquier unidad, no a cualquier precio, sino la unidad de LOS QUE NO TIENEN PRECIO, de los intransigentes, de los que queremos seguir dando la lucha desde el llano. Debemos seguir la lucha de Darío y Maxi, hasta las últimas consecuencias, hasta el final. Volver a las calles, volver a los cortes, volver a las luchas. Seamos muchos, pocos o poquitos. Esa es la única manera de honrar a nuestros cumpas caídos. Porque, como dijo Darío ante la cámara de Indymedia en enero de ese mismo 2002, “cortar rutas es enfrentarse con el poder”. Y al poder hay que destruirlo. De una vez y para siempre. Y porque la muerte de Darío y Maxi no fue en vano, nosotros y nosotras no vamos a bajar nuestras banderas, no vamos a dejar las calles, no vamos a dejar los cortes, y no vamos a dejar la lucha. Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, ¡presentes! ¡Ahora y siempre! ¡¡¡Piqueteros carajo!!!

No olvidamos, no perdonamos…Seguimos en la lucha

El 25 de mayo observamos una de las más grandes farsas montadas por el kirchnerismo en sus tres años de gestión. Por primera vez el gobierno juntó en un mismo palco y una misma plaza a todos los sectores de los cuales fue reclutando “sus fuerzas”: las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; los oportunistas y vendidos de la UCR, del peronismo y del FREPASO; la mafia del conurbano bonaerensse, la que apoyaba a Duhalde y ahora apoya a Kirchner, en muchos casos cómplices de la dictadura; los gobernadores del interior; los (cada vez más) “gordos” de la CGT, que negocian y entregan, los que tranzan cuando no impiden las luchas de los trabajadores (Barrionuevo, Cavallieri, Pedraza); los piqueteros oficialistas, aquéllos que aceptaron oficinas y despachos en las distintas dependencias del Estado (D’Elía, Ceballos, Pérsico) y aquellos que abandonaron las calles y la lucha y ahora “comparten caracterizaciones” con el gobierno (Martelli). Está claro que con ese plantel, las únicas que pueden lavarle un poco la cara al gobierno son las Madres y Abuelas; son a las únicas que puede presentar como “reserva moral”, en su defensa de los DDHH violados durante la dictadura, mientras siguen violando los DDHH en la actualidad (hambre, exclusión, gatillo fácil, palos y cárcel a los que resistimos). Con un discurso que resaltaba la “vuelta de los argentinos a la plaza”, desconociendo que los que permanecemos en la lucha nunca la abandonamos; llamando a la unidad de distintos sectores para garantizar y seguir creciendo en “democracia” se anunció su candidatura para el 2007.
La prensa burguesa se hizo eco del “éxito” del acto, resaltando la fortaleza lograda y la gran convocatoria: 300.000 asistentes según los organizadores, obviamente una cifra altamente inflada. Más allá de la discusión estéril por las cifra de concurrentes, queda claro que el apoyo logrado se sustenta en la capacidad de movilización del aparato punteril del peronismo del conurbano, alimentado con recursos económicos del Estado y la promesa de las siempre postergadas obras públicas. Si algo nos demostró la autoproclamada plaza del sí es que muy pocos están dispuestos a dar “la vida por Kirchner”. Pero algo es seguro: de mantenerse esta alianza, la continuidad de este gobierno está asegurada por cuatro años más, ya que sus integrantes tienen la capacidad de reprimir y frenar los intentos de resistencia. A esto hay que sumar la incapacidad de la derecha conservadora de constituirse en una oposición con posibilidades electorales y que, por otra parte, no surja desde los oprimidos una alternativa organizada y con base popular de características anticapitalistas y antiestatales.
Como contrapartida de la plaza del 25 de mayo, al día siguiente el gobierno militarizó fuertemente la zona de la estación de Avellaneda y de Puente Pueyredón para evitar la movilización en memoria del asesinato de los compañeros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, mientras sigue encubriendo a los responsables políticos. La única política para los opositores continúa siendo la represión y el aislamiento.

A principios de año el sector de los trabajadores ocupados anunciaba ser protagonista de un fuertísimo aumento en las luchas. Aquella que hace unos meses parecía iba a ser la principal trinchera de lucha no ha podido ser plenamente desplegada. Dos elementos vinieron a disciplinar a los trabajadores: por un lado, la intransigencia y la represión con los sectores que luchan desde una perspectiva independiente de la del gobierno y la burocracia, como sucedió en el subte y en Las Heras; por el otro, el aumento salarial del 19%. Dicho aumento alcanza solo a los trabajadores en blanco y, en particular, a los que se desempeñan en los sectores estratégicos de la economía, sin mejorar la situación de los más necesitados de la clase trabajadora. No tiene una finalidad distribucionista , sino más bien de desactivar posibles focos de conflicto. Lo que para el gobierno significa dar aumentos salariales evitando el riego inflacionario y, lo más importante, desactivar posibles focos de resistencia y cuestionamiento del sistema, a su vez beneficia a la burocracia, que recompone su prestigio perdido. Con esta medida, el gobierno le facilita a la burocracia los medios para su legitimación y recomposición dentro de los sindicatos. Otra consecuencia del aumento es la de agudizar la diferencia que se produce entre los trabajadores de la economía formal y aquellos de la economía informal (trabajadores en negro, contratados de todo tipo, cuentapropistas, etc.).
Pero, obviamente, esto no implica la inexistencia o la imposibilidad de conflictos en el ámbito laboral, sino que dicho sector del pueblo no tomó el protagonismo que parecía iba a tomar.
Por otro lado, el movimiento piquetero no pudo salir del estancamiento en que se encuentra desde hace un tiempo. En esta situación, y como anunciáramos en el primer número de nuestra prensa , entramos en una etapa de avanzada burguesa, donde la iniciativa la tienen precisamente la burguesía y su Estado, donde el gobierno sale a disputar espacios al campo popular, siendo muy exitoso en la generación, por cooptación, de un aparato propio en el ámbito territorial y de desocupados. Esto está llevando a que muchos movimientos abandonen la lucha cuando no se acercan al gobierno, sumándose a la nómina de los cooptados. Por esta razón es que consideramos que estamos atravesando por una etapa de resistencia, en la debemos apuntar al desarrollo cualitativo tanto en el nivel organizativo como el político e ideológico. Para alcanzar estos objetivos no podemos permanecer encerrados en nuestros espacios; la única forma de garantizar una construcción social de perspectivas libertarias es manteniendo nuestra presencia en la calle, luchando, confrontando con el Estado, la patronal y la burocracia. Reagrupando a los sectores que nos encontramos en la lucha aquel 20 de diciembre de 2001, por un lado, y potenciando el acercamiento y formación de militantes anarquistas, por el otro.
En estos momentos de indefinición y desorientación es tan necesario como siempre mantener una organización y una política de los oprimidos independiente. La acción directa en la lucha en contra del sistema debe mantenerse como la vía por la cual construir una perspectiva de verdadera emancipación.

Crímenes Laborales

Según datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo en 2004 murieron 804 trabajadores por accidentes o enfermedades laborales; esta cifra representa un aumento del 12% respecto del año anterior, ya que los fallecidos en ese período fueron 718. Por otra parte la totalidad de accidentados se incrementó un 19% en igual período . No hay datos de 2005.
Por sí solas estas cifras son altísimas, aunque la realidad es todavía peor. Los datos solo reflejan los casos denunciados, y solo de los trabajadores en blanco que, como el propio gobierno reconoce, representan una minoría frente a los empleados en negro y trabajadores informales. En verdad se desconoce la verdadera cantidad de trabajadores inmolados en el altar de la diosa ganancia.
El accidente laboral tiene muy poco que ver con algo que ocurre “accidentalmente”, esto es, por azar o fatalidad. Los llamados accidentes reconocen causas evitables en la mayoría de los casos.
En primer lugar, está la falta de elementos que hacen a la seguridad del trabajador: arneses para trabajos en altura, ropa y calzado especiales, protección contra elementos contaminantes, ruido, radiación, etc. Desde ya, que una empresa adopte los criterios y elementos de seguridad recomendados por los expertos en el tema aumenta los costos de producción con la consiguiente disminución de las ganancias… ¿qué importa un trabajador más o menos, si hay tantos? Estaríamos tentados a decir que, curiosamente, los medios de comunicación no hablan de esta falta de seguridad mientras que nos aturden con la “creciente ola de inseguridad” cada vez que a algún burguesito trasnochado le afanan el reloj en un semáforo. Pero, sabiendo a quienes pertenecen los medios y qué intereses defienden, no tiene nada de curioso. El hijo de Blumberg no se cayó de un andamio.
Otra causa de accidentes laborales está dada por el agotamiento psico-físico que resulta de extenuantes jornadas, la exigencia de acelerar los ritmos para incrementar la productividad, la vigilancia carcelaria de jefes de personal, supervisores y otros buchones del patrón, que sobreexigen al trabajador más allá de su resistencia humana.
Si el trabajador tiene la “suerte” de sobrevivir al accidente pero queda con cierto grado de discapacidad no la pasa mejor que en el caso de haber muerto. Debe peregrinar por interminables trámites burocráticos hasta conseguir, quien sabe cuándo, el tratamiento o la prótesis que necesita. Los seguros no lo cubren de por vida, tan solo dos o tres años, mientras que la discapacidad es permanente. Ni soñar con conseguir otro trabajo. Solo le queda dar lástima en los trenes para conseguir alguna moneda.
Los burgueses no solo matan con las balas de sus policías, también matan, nos matan, con su insaciable sed de ganancias. Es por eso que sería más apropiado hablar de crímenes laborales en lugar de “accidentes”.

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