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ISRAEL, UN ESTADO TERRORISTA
Por Adolfo Pérez Esquivel - Friday, Jul. 14, 2006 at 9:32 PM

Los crimenes que sufrio de los nazis , ahora los comete Israel . Igual decision genocida.

Opinión
Israel, un Estado terrorista
Por: Adolfo Pérez Esquivel* (Fecha publicación:14/07/2006)

Siempre he apoyado al pueblo judío; un pueblo que sufrió el Holocausto, la diáspora, persecuciones, torturas y muerte, pero que tuvo dignidad, resistió a la opresión y luchó por sus valores religiosos, culturales y unidad del pueblo.

He señalado en forma reiterada, y sumado mi voz a muchas otras en el mundo, que el pueblo de Israel tiene derecho a su existencia; pero que también tiene los mismos derechos el pueblo palestino, hoy oprimido y masacrado por el Estado de Israel.

Es doloroso tener que señalar los comportamientos aberrantes que el Estado de Israel viene cometiendo contra el pueblo palestino, atacando, destruyendo, oprimiendo y masacrando a la población, mujeres, niños, jóvenes son víctimas de esas atrocidades que no podemos callar y debemos denunciar y reclamar ¡BASTA!

Se derribó el Muro de Berlín, pero se levantaron otros muros como el que Israel levantó para dividir al pueblo palestino. Creyendo que eso les da más seguridad, por el contrario genera mayor enfrentamiento, dolor y división.

Pero los muros más difíciles de derribar son los que existen en la mente y el corazón, los muros de la intolerancia y el odio. Los ataques, la destrucción y muerte en Gaza y el Líbano y las amenazas permanentes a otros pueblos, han llevado al Estado de Israel a transformarse en un Estado terrorista, utilizando las torturas, los ataques a la población civil donde las víctimas son mujeres y niños. ¿Hasta cuando continuará esa política del terror?

Sabemos que no todo el pueblo de Israel está de acuerdo con la política de destrucción y muerte llevada adelante por el gobierno israelí, apoyado por los Estados Unidos y el silencio de los gobiernos europeos; cómplices del horror desatado en Medio Oriente. Están aquellos, tanto dentro de Israel y de Palestina, que desean el diálogo, la resolución del conflicto y el respeto a la existencia de los dos pueblos.

Eso es posible si existe la voluntad política y de los pueblos en lograrlo, con el apoyo de la comunidad internacional.

Lamentablemente las Naciones Unidas han perdido presencia, coraje y decisiones para poder aportar a la solución del enfrentamiento entre los dos pueblos, situación que pone en serio riesgo la Paz mundial. La ONU fue avasallada por las grandes potencias y la usan cuando responden a sus intereses y no a las necesidades de la humanidad. Es necesaria una reforma profunda y democratizar sus estructuras y hacerlas más operativa y eficaz en bien de los pueblos.

Es cierto que hay ataques y hechos de violencia desatados por sectores del pueblo palestino que reclaman sus derechos. No es a través de la violencia, que genera más violencia entre las partes, como se resolverá el conflicto. El Mahatma Gandhi decía que si se aplica el 'ojo por ojo, terminaremos todos ciegos'.

Los gobernantes del Estado de Israel se están quedando ciegos y arrastrando al pueblo al abismo.

Es necesario que la comunidad internacional reaccione y detenga la locura de los gobiernos, antes que sea tarde. Pero más necesario es que los israelitas y los palestinos reaccionen y comprendan que no pueden seguir matándose. Los responsables de la barbarie tienen que parar la locura en que se encuentran, sin salida alguna. Deben hacerlo en bien de los pueblos y la humanidad.


* Adolfo Pérez Esquivel es Premio Nóbel de la Paz, 1980 y director del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) en Argentina.

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muy parsial
Por diego - Tuesday, Dec. 12, 2006 at 12:08 AM

yo bibo en israel y puedo desirle que los mismos palestinos que usted dise de victimas cometen ataces terroristas dia por medio no solo en israel si no en todo el mundo y que el gobierno palestino no reconose el derecho del estado de israel osea que ellos disen que no ban a parar de atacar a los judios hasta adueniarse de todo el terreno. nosotros los judios tenemps la "suerte" de tener que compartir la tierra con fanaticos radicales que nos odian y nos eliminarian del mapa si tubieran la posiblidad de aserlo. unidos con iran siria. bin laden ext.... no obastante dicho esto si estoy deacuerdo que no queda otra solusion que dialogar por que como usted dise no se puede solusionar el conflicto a la fuersa. saludos

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El gran negocio del Holocausto
Por Norberto Ceresole - Tuesday, Dec. 12, 2006 at 1:25 AM

http://www.analitica.com/bitblioteca/ceresole/ejercitos_caudillo_pueblo.asp#c3

 

El gran negocio del Holocausto

Por Norberto Ceresole

En el libro The Holocaust Industry su autor (Norman G. Finkelstein [joven profesor judío de la Universidad de Nueva York], Verso, London, 2000) evidencia el cambio de actitud que adoptaron las asociaciones judías norteamericanas que, acabada la Segunda Guerra Mundial, decidieron no cooperar con los movimientos izquierdistas anti-nazis, ni con los socialdemócratas alemanes, sino que se unieron a los movimientos de la ultraderecha como la «All-American Conference to Combat Communism» y «miraban a otra parte» cuando influyentes veteranos procedentes de las SS entraron en los EUA.

Sin embargo, todo experimentó un cambio radical tras la guerra árabe israelí de 1967. Aunque Israel se alineó con Occidente poco después de que se formase el Estado, en 1948, muchos israelitas de dentro y fuera del gobierno mantenían una gran simpatía hacia la Unión Soviética. Desde su fundación en 1948, Israel no contaba con un lugar preeminente en los planes estratégicos de los USA. Entre los pocos intelectuales judíos norteamericanos que habían creado lazos con el Estado de Israel antes de 1967 destacó Noam Chomsky (además de gramático generativo, hijo de un hebraísta americano, se educó en un hogar sionista y pasó cierto tiempo en un kibbutz llegando a encabezar la ADL (Liga Antidifamación).

Las cosas cambiaron tras la guerra de junio de 1967. Los EUA pasaron a considerar a Israel como un importante aliado para mantener a raya a los enemigos árabes: a partir de allí se formaliza el concepto de la «Civilización Occidental frente a las hordas retrógradas árabes». El New York Times pasó de dedicar a Israel 60 columnas entre 1955 y 1965 a 260 columnas en 1975, comenzando de este modo una política de creación de opinión pública.

Para proteger esa estrategia, las élites judías americanas «recordaron» el Holocausto. El negocio del Holocausto se desató sólo después del apabullante dominio militar de Israel. El temor a un nuevo aislamiento del pueblo judío y de indiferencia hacia el mismo les llevó a que mostrasen la situación como muy similar a la que atravesó el pueblo judío treinta años atrás.

Excepto por el apoyo de los EUA, Israel no contaba con apoyo internacional después de la guerra de octubre de 1973. No obstante, inmediatamente después de la guerra de 1973 los USA dotaron a Israel de ayuda militar masiva mucho mayor que la precedente. Este fue el momento en que las el culto del Holocausto se afianzó, en un momento en el que Israel estaba menos aislada que en 1956.

¿Por qué no se apoyó el consenso internacional que pedía la retirada de Israel de las tierras ocupadas durante la guerra de junio así como una «paz justa y duradera» entre Israel y sus vecinos judíos? (UN Resolution 242) —se pregunta el autor. Las élites judías americanas recordaron el Holocausto Nazi antes de junio de 1967 sólo cuando vieron que resultaba políticamente eficaz. Dada su demostrada utilidad, el Judaísmo Americano explotó el Holocausto Nazi después de la guerra de junio. El Holocausto demostró ser el arma perfecta para descalificar y evitar cualquier clase de crítica a Israel.

No fue la alegada debilidad ni el aislamiento de Israel, ni tampoco el miedo a un segundo Holocausto, sino más bien su demostrada fuerza y alianza estratégica con los USA lo que llevó a las élites judías a montar por todo lo alto la industria del Holocausto después de junio 1967. Las interpretaciones más consistentes señalan también a la emergencia de una «política de identidad» por un lado, y a la «cultura del victimismo», por otro, como fines adicionales de la explotación del Holocausto.

Alrededor de la mitad del dinero que se recauda del bolsillo de los contribuyentes norteamericanos en los EUA no va a Israel sino a las instituciones judías de América. La explotación de la industria del Holocausto, de «las necesitadas víctimas del Holocausto», es la última y la más repugnante expresión de cinismo político, dice el propio autor.

El enriquecimiento de los dirigentes de estas asociaciones hace que por, ejemplo, éstos ganen más de 100.000 dólares al año (105.000 Saul Kagan, Alfonse D’Amato 103.000 $ —por seis meses de trabajo contra los bancos alemanes y austríacos, o Lawrence Eagleburger que gana al año 300.000$ como presidente de la International Commission On Holocaust-Era Insurance Claims) mientras que a una de sus supervivientes que pasó seis años en los campos de Czestochowa y Skarszysko-Kamiena -¿dónde el brutal exterminio?- como la propia madre del autor del libro- recibiese en concepto de indemnización total la exigua suma de 3.500 dólares.

Aliados al comienzo con las organizaciones de negros, los judíos norteamericanos, cada vez más situados en una política de derechas, rompieron con la Alianza de los Derechos Civiles a finales de los 60, cuando los fines del movimiento de derechos civiles comenzaron a pasar de las demandas de igualdad política y legal a demandas de igualdad económica. Cuando los conflictos pasaron de ser conflictos raciales a conflictos de clase y los judíos huyeron a zonas residenciales, casi tan rápidamente como habían hecho los gentiles blancos para escapar de lo que percibían como el deterioro de los colegios y de sus vecindarios (antes judíos «holocaustados» que negros, ¡por Yahvé!) .

«La conciencia del Holocausto» —señala el escritor judío Boas Evron— es en realidad «un adoctrinamiento propagandístico, oficial, un conjunto de eslóganes y una falsa visión del mundo cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado sino la manipulación del presente» (Boas Evron, «Holocaust: The Uses of Disaster» in Radical America (July-August 1983), 15).

La estructura del Holocausto se articula sobre diversos dogmas: 1) El Holocausto marca un acontecimiento histórico categóricamente único. 2) El Holocausto marca el clímax del odio eterno e irracional de los gentiles hacia los judíos. En su nivel más básico cualquier acontecimiento histórico es único en virtud del tiempo y del lugar, y todos los acontecimientos históricos comportan rasgos distintivos así como rasgos en común con otros acontecimientos históricos. No pocos judíos han denunciado también el afán interesado de pretender convertir el Holocausto en un asunto «sagrado», y el propio Norman Finkelstein considera que el debate sobre la «unicidad del Holocausto» es estéril y moralmente desacreditado, y sin embargo los sionistas persisten en ello. ¿Por qué? Según Jacob Neusner («A Holocaust Primer», 178; Edward Alexander, «Stealing the Holocaust», 15-16, in Neusner, Aftermath) no sólo porque separa a los judíos de los demás, sino también porque justifica sus pretensiones sobre los demás.

Que el Holocausto es algo único encubre la pretensión de que los judíos son únicos, superiores, excepcionales. El Holocausto es especial porque los judíos son especiales. Elie Wiesel es vehemente al afirmar que los judíos son únicos «Todo lo que nos atañe es diferente, los judíos somos ontológicamente excepcionales». La industria del Holocausto ratifica una «política de identidad» y una «cultura del victimismo», ambas siempre rentables para sus bolsillos. Pero algo aún más importante: invocar el Holocausto es una forma de deslegitimizar cualquier crítica que se pretenda formular al Estado Judío y a los judíos en general.

Otro de los capítulos del libro de Filkelstein habla de los estafadores y charlatanes que se han enriquecido a costa del Holocausto, entre los cuales cita al polaco Jerzy Kosinski, autor de «The Painted Bird». Este libro se convirtió en un best-seller, traducido a muchísimas lenguas y de lectura obligatoria en numeroso institutos y facultades. La falsedad de un libro que se presentaba como la autobiografía del autor, como un niño que vivió solo en medio de la Polonia invadida y sometida a los torturadores y sádicos nazis, quedó en ridículo al descubrirse que el farsante había vivido toda la guerra acompañado de su familia y que todo fue una pura invención de la que obtuvo pingües beneficios. Otro estafador es Binjamin Wilkomiski con su libro «Fragments». Este libro se tradujo a 12 lenguas y ganó el Premio Nacional del Libro Judío; pues bien se ha demostrado igualmente que quien se presentaba en el libro como un pobrecito niño judío sufridor de sádicos torturadores nazis se había pasado la guerra tan ricamente en Suiza. Más grave: al fin se descubrió que no sólo no era un huérfano judío sino un suizo de nacimiento llamado Bruno Doessekker. Hay bastantes más casos de falsedad constante, de mentiras dirigidas a proteger al judío de toda crítica, como «Hitler’s Willing Execuitioners» de Daniel Jonah Goldhagen. Se apoyan entre ellos. Wiesel y Gutman apoyan a Goldhagen, Wiesel apoya a Kosinski y Gutman, y Goldhagen apoya a Wilkomiski. En un sentido técnico estricto estamos ante una mafia. En esto consiste la literatura del Holocausto. Muchos judíos inventaron su pasado de supervivientes. Como dice la propia madre del autor del libro «Si todos los que dicen ser supervivientes del Holocausto nazi lo son de verdad, ¿A quién mató Hitler?». Apabullante verdad.

Otro de los capítulos de «The Holocaust Industry» explica con precisión los procedimientos de chantaje que las poderosas organizaciones judías norteamericanas siguieron para continuar con su saqueo de Europa y con especial detenimiento, el último caso más escandaloso, Suiza. El negocio del Holocausto se ha convertido en una pura arma de extorsión. De los 32 millones de dólares correspondientes a las 775 cuentas en Suiza no reclamadas y presumiblemente correspondientes a judíos, éstos consiguieron —recurriendo a todo tipo de chantajes, boicots, amenazas y una estrategia de terrorismo ideadas en buena parte por Elan Steinberg, Rabí Singer, Rabí Marvin Hier— Decano del Simon Wiesenthal Center (un sueldo en 1995 de 525000 dólares) y D’Amato— que la banca suiza les pagase 1,25 billones de dólares.

Bedgar Bronfman ha reconocido recientemente que la tesorería de la World Jewish Congress ha amasado, por lo menos, siete billones de dólares. Algo semejante se ha seguido haciendo contra Alemania, primero contra su gobierno, ahora contra empresas como la BAYER. Siempre la misma estrategia, el escándalo, la difamación, el empleo sistemático de los medios de comunicación.

En el último capítulo del libro de Finkelstein, y a la luz de datos y números contrastados, se evidencia, como ya sabíamos muchos, que la cantidad de judíos que perecieron en los campos fue infinitamente inferior, y que a la vista de la cantidad de supervivientes las condiciones de vida no fueron en modo alguno tan duras como se ha dicho; en definitiva, que « la fertilidad fue bastante alta y las cifras de mortalidad remarcablemente inferiores». (Eva Schweiter «Entschaedigung für Zwangsarbeiter», en Tagesspiegel, 6 Marzo 2000). La Industria del Holocausto ha buscado y conseguido saquear billones de dólares a países, alguno de ellos incluso empobrecidos. «El WJC ha creado una industria extraordinariamente poderosa e inmensa del Holocausto y es además culpable de promover un resurgimiento del anti-semitismo en Europa» dijo Isabel Vincent en el National Post (20 Feb.2000). Israel Singer de la WJC anunció el pasado 13 de marzo del 2000 que ahora van por Austria y que «este país les adeuda otros diez billones de dólares».

El revisionismo histórico

El revisionismo histórico ha demostrado:

1. que una parte importante del relato canónico de la deportación y de la muerte de los judíos bajo el sistema nazi ha sido arreglada en forma de mito.

2. que dicho mito es utilizado hoy en día para preservar la existencia de una empresa colonial dotada de una ideología religiosa (monoteísta y místico-mesiánica): la desposesión por Israel de la Palestina árabe.

3. que ese mito es asimismo utilizado para chantajear financieramente al Estado alemán, a otros Estados europeos y a la propia comunidad judía en los Estados Unidos de América y de otros países con diásporas significativas.

4. que la existencia de tal empresa política (Israel: un poder concretado en el monopolio del monoteísmo, e implementado por un ejército, varias policías, cárceles, torturas, asesinatos, etc.) busca consolidarse por una serie de manipulaciones ideológicas en el seno del poder hegemónico de los Estados Unidos, que procura por cualquier medio hacerse aceptar como amo del mundo, mediante el terror generalizado y además mediante prácticas disuasivas y persuasivas.

Entre todos los sentidos que se le ha dado a la palabra «revisionista», se trata de señalar principalmente el que distingue a los historiadores y científicos sociales que consideran comprobado el hecho de que no hubo —en ningún caso— (en los campos de concentración alemanes de la época del Tercer Reich, incluido el territorio no alemán administrado militarmente por Alemania) uso de gases homicidas que supuestamente se operaban en recintos llamados «Cámaras». Junto con muchos otros expertos, químicos, por ejemplo, el revisionista considera, en consecuencia, que no existe cifra definitivamente establecida para evaluar las pérdidas humanas en las comunidades judías durante la segunda guerra mundial pero que, en todo caso, la de seis millones de personas es absolutamente desmesurada y contrapuesta a la ofrecida por los registros de la Cruz Roja Internacional (150.000 muertos —judíos y no judíos, del comienzo al fin de la guerra— en Auschwitz-Birkenau).

El 21 de septiembre de 1989 la ex agencia oficial soviética Tass hizo públicos los archivos de Auschwitz y de otros campos de concentración alemanes. Allí constan los registros de los prisioneros y de los fallecidos, uno a uno. Desde 1939 hasta 1944-45 hubo un total de 300.000 prisioneros en Auschwitz y también un total de 74.000 fallecidos en el mismo campo. Los soviéticos no especifican cuántos de ellos eran judíos, aunque sí señalan que más de la mitad de esos fallecimientos se debieron a desnutrición, tifus y otras enfermedades (que por lo demás eran compartidas con el resto del pueblo alemán, tanto civil como militar). Por lo tanto durante unos cinco años habrían sido asesinados en Auschwitz (y no necesariamente por las autoridades alemanas del campo, sino por las «mafias» del Partido Comunista Alemán [DKP] que lo gobernaban en el interior), no cuatro millones de personas (en su mayoría judías, según el mito), sino algo menos de 40.000, entre judíos y no judíos. Sin duda alguna un horror. Pero recordemos que durante la misma guerra, y solamente en Hamburgo, en una sola noche de bombardeo aliado, murieron asesinados 48.000 civiles alemanes, en su mayoría niños, mujeres y ancianos (para no hablar ni del genocidio de Dresden, ni de los muertos civiles alemanes de posguerra [de 9 a 11 millones de personas]).

Desde la óptica «holocáustica» no hay ninguna posibilidad de hacer ni historia ni arqueología, en su más estricta definición académica. Pasados 56 años desde el final de la segunda guerra en su frente occidental, y abiertos los archivos de Moscú hace ya una década, no existe aún, ni existirá jamás ningún documento ni resto físico o químico que demuestre la existencia de las «fábricas de la muerte» tal como se ven en las películas de Hollywood, imaginadas bien a partir de novelas, o bien a partir de «memorias» de testigos indirectos.

El análisis revisionista ha demostrado hasta la saciedad que esas «memorias», que pretenden reemplazar a documentos inexistentes (como por ejemplo órdenes de exterminio [oficiales o extraoficiales], presupuestos económicos para construir «fábricas de muerte», diseños, planos o representaciones creíbles del «arma del crimen», procedimientos administrativos para ejecutar tan vasto y único crimen, etc. etc.), o bien están basadas en hechos falsos, o bien en testigos directos de dudosa credibilidad (muchos de ellos, como ya hemos visto, comprobadamente estafadores). Es imposible, además, reconstruir los hechos históricos a partir de la pura «memoria». No hay historiografía, es decir, comprehensión histórica, sin documentación fiable. Por otra parte sabemos con absoluta precisión de dónde (de qué «campos», exactamente), y qué factores provocaron la muerte de personas que muestran ciertas fotografías que se exponen como «pruebas» en el mundo entero desde finales de la segunda guerra.

Es por eso que los revisionistas tienen una buena noticia que darle al mundo: la maldad humana absoluta (como p.e. el «jabón judío» presentado como «prueba» por los soviéticos en esa aberración jurídica que fue el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg), inventada para definir una etapa de la historia de Europa, y en especial de Alemania, definitivamente no existe; la historia real humana no es un duelo entre ángeles y demonios.

Los revisionistas reclaman la aplicación de los métodos de rutina en historia para estudiar los acontecimientos que condujeron al origen y al fin de la segunda guerra mundial, porque constituyen el fundamento común de la historia de nuestro tiempo. El revisionismo no es político y no tiene línea política. El revisionismo es lo común y corriente para cualquier historiador serio. Es lo que distingue la historia del dogma religioso. En un dogma, la verdad ha sido establecida y autentificada de una vez por todas. No hay lugar para la duda. La mente humana anhela las certidumbres y puede encontrar consuelo y amparo en unos dogmas establecidos —en el «mundo antiguo»— desde mucho antes de la aparición de los primeros síntomas del llamado «monoteísmo».

El núcleo de mi concepción de la historia, en especial de la historia de la Segunda Guerra Mundial, está en los textos (y no necesariamente en las interpretaciones de cada autor) que integran la página de Internet: www.abbc.com/aaargh. Ella se elabora en París pero se edita en Chicago, Illinois (actualmente [fines de 2000] ha sufrido un fuerte ataque de los «soldados cibernéticos» de Israel). Esa página tiene una sección principal en idioma francés, y otras secciones en inglés, alemán, italiano, español e indonesio. Recomiendo especialmente la sección francesa porque en ella están expuestos la casi totalidad de los escritos de Robert Faurisson (posteriormente recopilados en papel, en cuatro volúmenes [más de dos mil páginas en total], titulado Escritos Revisionistas), que son absolutamente decisivos para comprender el mito del llamado «Holocausto». En la misma sección francesa están también los escritos de Paul Rassinier, en especial sus dos libros clásicos: La mentira de Ulises y Los responsables de la segunda guerra mundial. Muchos otros trabajos de gran relevancia pueden asimismo encontrarse en esta página, como los peritajes químicos realizados en Auschwitz por Fred Leuchter y Germar Rudolf, o las investigaciones del historiador italiano Carlo Mattogo en los ahora abiertos archivos de Moscú, o lo que podríamos llamar la evolución de la «teoría del rumor». En la sección en idioma español puede leerse el famoso libro de quien fuera — durante 34 años, nada menos — secretario general adjunto y filósofo oficial del Partido Comunista Francés, mi amigo y prologuista Roger Garaudy: Los mitos fundacionales de la política israelí (este libro ha sido traducido del francés a casi todos los idiomas vivos hoy en uso en el planeta Tierra). Y las excelentes investigaciones del español Enrique Aynat: Consideraciones sobre la deportación de judíos de Francia y Bélgica al este de Europa en 1942, y Los informes de la resistencia polaca sobre las cámaras de gas de Auschwitz (1941—1944).

Allí puede consultarse el Archivo Norberto Ceresole (www.abbc.com/aaargh/espa/ceres[2].

Síntesis y conclusiones

Retomemos la situación en 1917, en vísperas de la Declaración Balfour: tenemos en Palestina una población árabe, musulmana y cristiana. Algunos judíos locales y algunos judíos procedentes de Rusia han venido con el dinero de los banqueros judíos de Europa occidental. Esta población árabe vive bajo el régimen otomano, que le deja la rienda suelta a los notables (effendis), con la condición de que se cobren los impuestos y se respeten algunas reglas sencillas. Hay que reconocer que el nacionalismo moderno no la moviliza, y que esta población goza de una autonomía de hecho, en la medida en que tiene sus ejecutivos, sus recursos, sus intercambios. La presencia secular de unos pocos judíos orientales nunca ha planteado el menor problema. La llegada de judíos rusos y polacos, agitados por el sueño sionista, se percibe como algo puramente exótico.

Todo cambia cuando llegan los ingleses, al concluir la Primera Guerra Mundial. Se instalan por la fuerza ocupando los restos del imperio otomano. Entre 1917 y 1948, treinta años de terror inglés permiten el ascenso de un sistema judío de adueñamiento de las tierras, expropiación de las poblaciones palestinas, en provecho de distintas bandas de ladrones, asesinos, ingenuos y banqueros procedentes de Polonia, Besarabia, Rumania, Rusia, Lituania, o sea, judíos desesperados por hacer dinero, y adquirir tierras y privilegios variados, los cuales vampirizan el país. Asientan lo que es la dinámica de cualquier colonización: la transferencia de la riqueza local de manos de los árabes palestinos a las de judíos, bajo la mirada cómplice de los ingleses.

Si los franceses quisiesen hacer una comparación que les aclare el panorama, basta con que imaginen una situación en la que Alemania, después de imponerse militarmente en 1940, hubiese llevado a varios millones de alemanes, polacos, rusos y bálticos a instalarse en Francia, para ir comprando todas las tierras, colonizando las ciudades, abriendo escuelas, bancos, formando sindicatos enteramente reservados a los ciudadanos del Tercer Reich, mientras creaban milicias étnicas.

En 1948, una asamblea llamada «Naciones Unidas», se atribuyó un derecho que por supuesto no le pertenecía: el de proclamar un Estado judío en Palestina. Está claro que en el estado actual y presente del derecho, los judíos no tenían ni tienen todavía el menor derecho a apropiarse la menor parcela de la tierra palestina, como tampoco lo hubieran tenido en Madagascar, Argentina, Uganda o Birobidjan (donde se contemplaron proyectos semejantes).

Todo cuanto han hecho los judíos en Palestina desde 1948 es nulo desde el punto de vista del derecho, aunque Israel nos ha enseñado que se pueden proclamar decenas de resoluciones de las Naciones Unidas, sin que pase gran cosa. Israel es un Estado de hecho, impuesto por la fuerza. Todo el territorio israelí es territorio ocupado, y no sólo Cisjordania y Gaza.

Aún las resoluciones inicuas de las Naciones Unidas de 1947 son caducas ya que preveían la creación de dos Estados en Palestina. El derecho internacional es pues una ficción que se utiliza según las circunstancias, y esto es conocido. Pero el derecho de hombres y mujeres a vivir en la dignidad es absolutamente indeformable. No se le puede arrebatar a las personas, en todo caso, no más que la propia vida. Palestina les pertenece a los palestinos. No puede pertenecer, bajo ningún artificio, ni a moldavos, ni a polacos, ni a ucranianos, ni a rusos, ni a marroquíes ni a yemenitas, emigrados y organizados para robarse la tierra, los árboles, el agua, las carreteras, las viviendas de las personas que durante milenios habían habitado allí. Hubieran tenido que matarlos a todos, sueño que siempre quisieron realizar gente como Jabotinski, Beghin, Shamir o Ariel Sharon. Esa gente que alimentan el fantasma de la exterminación de los judíos por los alemanes («Holocausto») no tienen más que un objetivo: exterminar a los árabes. Véase lo sucedido en Sabra y Chatila. Son las circunstancias las que permiten a veces, y a veces no, ponerlas en práctica. Y esta certeza es lo que asusta a algunos israelíes, cuando Ariel Sharon se acerca al mando: ellos saben que él es el hombre más capaz de realizar el viejo sueño judío, amparado en el Mito del «Holocausto», de exterminar y expulsar a todos los árabes de Palestina.

De modo que, desde 1917, y más aún desde 1948, la dominación de los judíos sobre los palestinos y otros pueblos árabes se hace por la fuerza. Seamos exactos, no por la amenaza sino por el uso de la fuerza: arrestos masivos, golpes y torturas en las comisarías, encarcelamientos por motivos ligeros, asesinatos, tienen lugar por miles, y millones, desde 1948. Todas las organizaciones humanitarias tienen expedientes cargados sobre estos horrores cotidianos. A los policías y soldados judíos les inculcan un racismo poderoso que les lleva a un sadismo especialmente vicioso, admitido y celebrado por los oficiales. Racismo y tortura son institucionales en ese país tan amado por la mayoría de los progresistas del mundo entero.

La prensa occidental se conmueve al ver que la actual guerra israelí desemboca en la muerte de un niño, en directo, por televisión. Pero el asesinato de mujeres y niños es una vieja especialidad de los «combatientes judíos» que se han ilustrado en ese terreno desde Deir Yasin en 1948. Sin duda merecen el primer lugar en el Guinness Book of Records en ese rubro. Los viejos métodos del NKVD se han perfeccionado bastante. En Palestina, la guerra de 1948 no trajo el orden, sino que expulsó a más de la mitad de la población. El resto vivió como perros sometidos al capricho de los militares judíos, a los cuales les importaba mucho demostrar que los judíos de los ghettos habían sido unos cobardes, mientras ellos sí son los machos de verdad.

La guerra, con sus altibajos, dura desde 1948. Israel creyó que podía hacer diversión en varias oportunidades atacando a los países árabes aledaños, que se encontraban abocados a la misma. Para edificar un ejército poderoso, Israel tuvo que desarrollar una red de aspiración de recursos a escala internacional. Es la llamada «Industria del Holocausto» (Ver Norman Finkelstein, La Industria del Holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío).

Todas esas guerras las ganó Israel : 1948, 1956, 1967, 1973 e incluso 1982. Pero cada victoria demostraba acto seguido su vacuidad; ¿Construir un enorme dispositivo termonuclear? Bueno, ¿y después qué? El único objetivo militar que pueden perseguir los Israelíes es lo que llaman demagógicamente la «paz», shalom, es decir la aceptación de su presencia por los pueblos árabes de la región, y especialmente por el pueblo palestino. Ninguna de estas guerras ha permitido a los israelíes acercarse a la meta. Han conseguido arreglos con los vecinos a los que habían agredido y de los cuales habían arrebatado territorios. El hecho de devolver los mismos después de diez, veinte o treinta años de ocupación no hace a Israel más «aceptable».

Ante la inanidad de las guerras, la inutilidad de las bombas atómicas, la ineficacia de los cohetes y submarinos, el coste de las ocupaciones militares de los territorios sustraídos a los vecinos, los israelíes han encontrado la suprema astucia : convertir a las organizaciones palestinas en auxiliares de la policía israelí. Esto es el resultado de los acuerdos de Camp-David, Oslo, Washington etc., por los cuales los judíos contratan a Yaser Arafat como jefe de la policía auxiliar judía, que tiene a cargo la protección de los judíos a cambio de concesiones (autonomía, territorios) que siempre se quedan en la promesa, y la negativa en cuanto a realizaciones concretas, vueltas a prometer en el próximo «acuerdo de paz», vueltas a rechazar, a reprometer etc. Los judíos nunca cumplen su palabra, jamás. ¿Por qué? Porque quieren que Arafat siga corriendo tras la ilusión de que algún día se premiarán sus esfuerzos. Y como los Estados Unidos nunca le piden a Israel que cumpla lo que les corresponde de los acuerdos firmados, pues se vuelve a empezar casi de cero cada vez.

¿Qué piensan los palestinos de esta farsa? En el terreno ven que no solamente las cosas no mejoran, sino que empeoran notablemente. El grado de opresión es mucho más elevado ahora de lo que era hace diez o veinte años. El país está dividido en centenares de micro-unidades geográficas («bantustanes», se llamaban en la antigua Sudáfrica) entre las cuales es sumamente difícil circular; la opresión israelí se ha reforzado, y se apoya además en el hecho de la neutralización de una parte de las organizaciones palestinas que se han convertido a los negocios y a la corrupción que engendra el flujo financiero, procedente de Europa en gran medida, a modo de «apoyo al proceso de paz». Cuando tuvo lugar el primer incidente — fue lo de Sharon pero pudo ser cualquier otro —se vio a la masa palestina abalanzarse sobre las implantaciones judías con el grito de «mueran los judíos». Lo que es absolutamente lógico y de una tremenda exactitud histórica ¿Quién es el opresor, el asesino, el ladrón, el que día a día los despoja, prohibe, controla, golpea, hambrea, viola y tortura? Es el judío, en uniforme, o sin él.

¿Qué hacen los israelíes ante esos jóvenes que acuden con tirapiedras? Podrían dejar sus asuntos pendientes, arremangarse, y caerles a trompadas, al cuerpo a cuerpo. Pues no, son cobardes, tiene material sofisticado, fusiles con mirilla para sniper, helicópteros lanza-cohetes: de modo que disparan, y matan, y tienen puntería, y apuntan para matar, pues no saben hacer otra cosa.

Todos los dirigentes del estado son matadores experimentados, antiguos miembros de los servicios de inteligencia y del ejército. Barak estaba en los comandos: en los años setenta, formaba parte de los grupos infiltrados en Beirut por mar, para ir a asesinar a los dirigentes palestinos en la cama. Y lo hizo. Esa es su biografía oficial y le enorgullece. Israel es el reino de los sanguinarios.

No pueden hacerse aceptar porque su presencia es inaceptable : ¿a quién, en nuestro planeta, se le podría pedir que aceptase que unos invasores procedentes de países lejanos se apoderen de la tierra que es de uno, de la casa de uno, destrocen la vida social y cultural de uno, confisquen el poder político, les saquen impuestos como a culis chinos, les nieguen la educación? ¿Quién aceptaría esa esclavitud?

Por eso es que los palestinos se entienden en torno a un objetivo único, y están dispuestos a anunciarlo ante las cámaras que han acudido repentinamente: quieren que los israelíes se vayan. No solamente que se vayan del rincón donde cada familia tenía su casa; que se vayan los judíos de su aldea, de su pueblo, de sus ciudades, de cada región, de todo el país. Como Juana de Arco quería echar a los ingleses de Francia, eso mismo es lo que desean los palestinos, con fuerza, con religión, con una determinación que bien puede llegar hasta la muerte.

Hay que reconocer que esta es la única solución. La enorme suma de transgresiones de los derechos humanos, de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad, perpetrados todos los días desde hace más de cincuenta y tres años por el aparato represivo israelí es tan enorme que no cabe ya lugar para la discusión. Si el vecino llega a acomodarse en tu casa y te cae a martillazos para quitarte la comida, ¿qué clase de «paz» vas a hacer con él, si lo que él quiere es seguir desollándote y romperte la cara a martillazos?

Si esto te sucediera, desearías que se fuera. Exactamente lo que desean los palestinos hoy. Y para apoyar la expresión urgente de este deseo, ponen su vida en la balanza, allí mismo donde apunta la mirilla del soldado judío que no duda un instante para matarlos a todos, empezando por niños y mujeres. Las mujeres piden palos, los niños recogen piedras, los hombres usan las manos para destripar a los ocupantes que vienen a provocarlos. Hay que comprender estas cosas, comprender que son la expresión de un derecho legítimo, reconocido por todas las Cartas Magnas de derechos humanos, el derecho de rebelarse contra la injusticia y la opresión. Y si no tienen otras armas más que los brazos, pelearán a brazo partido. Ya lo saben los judíos de Israel. Por ahora, aún les queda la libertad de marcharse.

La solución es pues la siguiente: la salida ordenada de todos los judíos hacia sus tierras de origen, u otras, si encuentran tierras acogedoras junto con el desmantelamiento de Israel como instrumento de expoliación y terror. Que los judíos vivan en el Medio Oriente, eso nunca había molestado a nadie, hasta 1948. Los derechos que hubieran podido adquirir procurando que las poblaciones locales les aceptaran no son tales: siempre han preferido acudir al uso de la fuerza, que no crea derecho. Siempre habrá más palestinos. Más pechos desnudos ante los fusiles, siempre más. En Israel mismo, se asquean algunos judíos de esas matanzas fáciles. Muchos jóvenes se van al extranjero para no formar parte de los masacradores. Eso no quita que las comunidades judías, afuera, consideran altísimo deber asociarse a los crímenes en masa, a las carnicerías de niños, a la barbarie sistemática de sus correligionarios. Todos están aterrados pensando en los efectos de bumerang de la violencia con que tienen aplastados a los árabes, aquí y allá. Todos esos enkipados son cómplices y deberán un día pasar a ser juzgados ante los futuros tribunales internacionales. No hay «actos antisemitas»: hay actos contra cómplices de los criminales contra la humanidad. Esta cólera popular es perfectamente comprensible. Es una guerra lo que está cuajando, y nace de la incapacidad total de los israelíes para hacer lo que dicen que harán: así la autonomía de los territorios ocupados ha sido prometida veinte veces desde el encuentro Begin-Carter-Sadat.

Es el proceso llamado «de paz» lo que hace la vida aún más insoportable que antes a los palestinos, jóvenes y mayores. Algunos Estados árabes están completamente domesticados, por lo cual ya no pueden servir de derivativo a los israelíes, quienes suelen hacer la guerra para ganar tiempo (una buena guerra les proporciona de cinco a diez años de respiro). La Intifada que está recomenzando es la primera guerra israelo-palestina. Esta vez, los palestinos tienen algunos fusiles, y los aprovechan. Cuanto más tiempo pase, los israelíes, que tienen miedo a pelear en las calles, irán utilizando medios pesados, blindados y helicópteros de combate. La respuesta israelí será un endurecimiento de la política llamada de «separación» (lo cual se traduce habitualmente por la palabra apartheid). Pero ¿qué será de la vida de los israelíes que se sentirán blanco de cien fusiles, de mil navajas, de diez mil puños cada vez que saquen a pasear al perro?

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Por Cale - Tuesday, Dec. 12, 2006 at 1:24 PM

El articulo de Esquivel es el primer articulo que leo sobre la cuestion israeli en indymedia que es correcto.
No hay generalizaciones, hay separacion entre pueblo, sionismo y estado, hay reconocimiento de las diferentes posiciones intermedias en el conflicto, etc. Algo que el extremismo de muchos trotskistas no puede lograr contribuyendo, funcionales como de constumbre, a la irresolucion del conflicto.

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fragmento de "El año nuevo judío y las diferencias entre los rabinos"
Por Isaac Bigio - Friday, Dec. 15, 2006 at 8:08 PM

Dentro de los judíos ortodoxos hay básicamente 3 tendencias frente al conflicto palestino-israelí. Una tiende a adoptar una actitud dura que puede pasar por pedir mayor represión a los árabes e incluso su 'transferencia' masiva. La segunda quisiera una reconciliación con los musulmanes bajo la idea de intercambiar territorios por paz. Una tercera, minoritaria, pide que se elimine al Estado de Israel pues la Biblia no propone un Estado judío sino esperar al retorno del mesías para que se garantice la paz entre todos los pueblos.

En los días previos a 'Rosh hashaná' el general Yaalon, jefe de las FFAA israelíes, acudió a una convención de rabinos donde mencionó que la amanaza palestina es como un cáncer, cuya rebelión ('intifada') es un acto de guerra premeditado y que no se debe permitir a ninguno de sus líderes ser parte de cualquier administración autónoma. En su opinión, se les debe vetar tal y como se hizo con los nazis.

Uno de los principales asistentes a dicho cónclave fue el rabino Ovadia Yosef, jefe espiritual del Shás, el mayor partido religioso israelí y miembro del actual gobierno de Sharon, quien planteó en las pasadas pascuas la aniquilación de árabes: 'Está prohibido ser piadoso con ellos. Se les debe enviar misiles y aniquilarlos. Son malignos e infames' 'El señor debe hacer podrir sus semillas y exterminarlos, devastarlos y arrasarlos a ellos de este mundo.'

Ante la indignación que produjeron sus declaraciones, voceros allegados al rabino dijeron que él se refería sólo a los árabes que apoyan al terrorismo. Sin embargo, en muchos judíos ortodoxos y halcones va ganando terreno la consigna enarbolada por algunos ministros de Sharon de 'transferir' a los 4 millones de árabes que viven en los territorios que detenta u ocupa Israel. Esto implicaría la mayor limpieza étnica después de la segunda guerra mundial y producir un conflicto total con el mundo musulmán.

En la noche previa al Año Nuevo, Jonathan Sacks, rabino supremo de la segunda comunidad judía más grande de la Unión Europea, dio un mensaje en TV y abogó por un programa de impulso a la confraternización entre judíos y musulmanes británicos. El rabino mayor de los 280.000 israelitas británicos apareció en determinado momento con prendas deportivas, alentando partidos de fútbol entre niños que procedían de sinagogas y mezquitas.

El mensaje que dio fue claro. Los creyentes de cualquier credo deben evitar la discordia y formentar los lazos de unidad entre todas las personas. Días antes el rabino Sachs había declarado que los judíos de la diáspora tienen el derecho de asumir una actitud crítica con relación a Israel y que él se siente muchas veces incómodo con sus creencias religiosas debido a las acciones de dicho Estado.

Para él, Israel debe retirarse de los territorios ocupados pues le resulta 'profundamente chocante' mantenerlos. Según la Biblia los judíos fueron exiliados para conocer el fruto amargo del exilio e impedir que otros pueblos vuelvan a padecer de ello. Los abusos contra los palestinos, en su opinión, corrompen a los hebreos y son incompatibles con los diez mandamientos.

Sus declaraciones han contado con el apoyo de las sinagogas progresistas, reformista y liberal, en las cuales se permite que haya rabinos mujeres. En cambio, para la congregación ultraortodoxa judía Naturei Carta el estado de Israel es una aberración pues produce la discriminación y la persecución de un pueblo, como los árabes, con quienes los judíos han sido históricamente amigos. Para Naturei Karta los judíos deben renunciar a querer tener su propio estado. Condenan el sionismo por atentar contra una vida espiritual plena y por provocar conflictos transformando a los judíos en colonos contra los árabes. Por ello piden la reconstitución de toda la Palestina histórica en una sola entidad donde los árabes puedan volver a tener una mayoría demográfica y el poder, y donde los judíos convivan en paz con ellos. Ellos sostienen que así como están por la defensa de las víctimas judías del Holocausto y por su derecho a volver a sus antiguas tierras o rescatar sus antiguas posesiones, a los palestinos se les debe garantizar los mismos derechos.

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replica
Por marcelo - Sunday, Dec. 31, 2006 at 8:35 AM

es increible q pobre gente q no tiene lo q hacer de su vida como usted haya Escrito tantas atrocidades.yo vivo en israel 6 anios,y simplemente no contesto a esas sandeces escritas,porque te enterras solo.y voy a decir algo .yo quiero paz,pero si alguien quiere matarme,COMO TODO ARABE EXISTENTE CASI,YO CREO Q HAY Q MATARLO PRIMERO.porque es muy facil hablar cuando vos no tienes miedo que tus hijos se mueran en un bus,o q caigan como todos los dia en una ciudad.y si crees q heres justo busca pruebas tambien para justificar la existencia de este estado.quizas te podrias sorprender.pero no creo q alguien com usted seria capaz de publicarlo.se nota su antesimitismo.usted es un pobre tipo.

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Aprendé a hablar Marcelo...
Por Gustavo - Thursday, Jan. 11, 2007 at 12:45 AM

Integrate de una buena vez. Es preferible, antes de seguir demostrando desprecio hueco por las opiniones de los demas. Porque las opiniones que te molestan, son las que cada vez mas y mas personas, en todo el mundo, entienden de manera clara y comparten y subscriben, a partir de los actos criminalmente desproporcionados con los que el estado sionista de Israel aterroriza a un pueblo como el palestino, armado solo de piedras y palos. La violencia la genera ese estado totalitario, que se nutre del apoyo de ciudadanos simples, como vos mismo, que son, parafraseando al judio Goldhagen "alegres y dispuestos cómplices y ejecutores" de este terror anti-árabe.

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Eso es Terrorismo?
Por Erick - Sunday, Mar. 11, 2007 at 12:47 PM
des_aparecer@hotmail.com

Estaba buscando otro artículo relacionado con el Estado de Israel y apareció en el primer lugar de la gran cantidad de entradas de google, el artículo de Esquivel.
Lamento la falta de información del Sr. Esquivel, ya que creo que terrorismo es cualquier cosa. En esta primera instancia habría que aclarar a qué llamamos terrorismo, ya que no es cuastión de llamar a todas las actitudes de un Estado terroristas, porques si no estaríamos llamando a cualquier cosa terrorista.
Una frase dice: "Los terroristas matan a civiles escondidos entre civiles". Esto significa que el único propósito de los terroristas es matar a civiles, escondiéndose entre civiles (a los que les pagan para usarlos como escudos humanos para los medios de comunicación, para hablar en otro momento).
¿Terrorismo es llamar a un Estado que desde el día que declaró su Independencia, luego de las famosas persecuciones, la Shoa (Holocausto), entre otras cosas, todos sus países vecinos árabes lo quieren exterminar y tirar al mal y, por eso, tiene que tomar una actitud defensiva frente a estos estados que ahora solo dos lo reconocen?. Decíamos que el único propósito de los terroristas es matar a los civiles y la actitud israelí defensiva siempre se basó en atacar solamente a los terroristas avisando a los civiles de la zona a atacar que se vallan del lugar porque el ejército atacaría. Entonces, ¿por qué mueren niños y mujeres, por ejemplo libanesas en la última guerra? ¿Por qué en los diarios vimos a esas mujeres llorando con sus hijos muertos, sabiendo que el ejército israelí dirije sus ataques solamente hacia los terroristas? La respuesta es sencilla: los terroristas se esconden entre los civiles (como bien lo decía la frase que mencioné), usando a ellos como escudos humanos y para victimizarse frente a los medios, diciendo que Israel solo quiere matar a civiles, cuando no es así.
El Sr. Esquivel habló de muro. Habría que aclararle que eso no es un muro sino que es una valla de defensa ante los constantes ataques que provenían del otro lado de la frontera. Pilar Rahola dice en un excelente artículo: "un suicida pasaba en menos tiempo de kalkiliya a kfar saba de lo que ud tarda en leer la prensa" y de hecho las organizaciones terroristas se lamentaban la existencia del muro porque este le impedía realizar muchos ataques.
Si un estado que combate el terrorismo es terrorista, habría que explicarle bien la palabra al Sr. Esquivel.
El Sr Esquivel, que según lo que leí ganó el Premio Nobel de la Paz, habló de la necesidad paz. Comparto esa vición y habría que decirle que Israel siempre quiere y ofrece la paz (siempre y cuando no se negocie con países que benefician al terrorismo) y se mostró a lo largo de la historia con Egipto y Jordania.
Muchas gracias y paz - shalom - salam.

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