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Israelíes, romanos del siglo XX
Por Luis Sabini Fernandez -
Thursday, Aug. 24, 2006 at 2:40 PM
luigi14@gmail.com
Venganza por uno
de mis dos ojos,
dir. Avi Mograbi, Israel, 2005. Luis
E. Sabini Fernández Generalmente pasa
así. Las ideas
claves, las interpretaciones que finalmente explican un
intríngulis
que aparecía difícil, irresoluble,
incomprensible,
suelen ser de una sencillez pasmosa. Pero que generalmente se
advierte luego de haberla encontrado, no antes. Eso
pasa con la
tesis que presenta Avi Mograbi en su documental Venganza por
uno
de mis dos ojos, nombre que alude a la frase atribuida a
Sansón,
cuando cegado por las torturas de los filisteos, le pide a su dios
que lo deje vengarse siquiera por uno de los ojos perdidos, algo que
logra derribando el templo de sus captores y muriendo él
aplastado junto con tantos de sus enemigos ‘como
jamás había
llegado a matar en toda su vida anterior’. Mograbi
pasa
pacientemente revista a la formación militante de los
jóvenes
israelíes judíos, sabras o
inmigrantes, en el
culto a Sansón, y a Masada, la fortaleza sitiada por los
romanos poblada por cientos de celotes que deciden la muerte por su
propia mano antes que dejarse avasallar por los sitiadores: los
adultos matan a sus hijos, los hombres a sus mujeres, un
puñado
de hombres queda para pasar a cuchillo a todo el resto hasta que el
último elegido termina suicidándose. Las
descripciones
que los maestros y guías hacen de tales episodios de la
historia judía son muy esclarecedoras. Los romanos llegaron
al
país de los judíos, ocuparon sus colinas,
montaron sus
fuertes, erigieron muros de separación para fragmentar a los
pobladores, tratarlos con desprecio imperial... el espectador va
escuchando una y otra vez la situación descrita en el
pasado... ¿en el pasado? Hay una referencia
permanente de
intelectuales y periodistas sionistas defensores del Estado de
Israel-como-faro-de-libertad-occidental-alojado-en-la-barbarie-oriental,
al culto a la muerte característico del Islam para explicar
los atentados suicidas palestinos. Interpretación a la cual
se
acogen los intelectuales orgánicos del poder dominante en
Occidente, el eje anglonorteamericano. Mograbi cambia el eje de la
mirada: miremos, nos dice, el culto a la muerte del propio
judaísmo.
Y nos muestra entonces las clases, prácticas, puestas en
situación, con juego de roles, a que son sometidos los
adolescentes israelíes: están por ejemplo, en el
sitio
de la fortaleza de Masada y se eligen cuatro rincones a
dónde
se les invita a ir a los jóvenes según sus
convicciones: suicidarse mediante envenenamiento, rendirse, morir
matando, orar. En la secuencia que nos muestra el documental, apenas
una joven elige la rendición y un puñado orar,
otro
grupo morir matando, y un grupo más numeroso elige el
suicidio. Una
escena de las
tantas que ilustra el culto a Sansón nos muestra la
importancia del gesto de Sansón de decidir un suicidio que
riegue la muerte en el ocupante. El éxito está
dado por
la cantidad de enemigos muertos en su inmolación. Y eso le
explican con vehemencia padres israelíes a sus
pequeñines... Y uno
advierte que
eso es precisamente lo que buscan los palestinos que se suicidan con
bombas en lugares concurridos por judíos
israelíes; en
buses, bares u otros lugares de tránsito público. Lo
mismo pasa con
la experiencia trágica en Masada: la población
allí
establecida, ocupada por un imperio en expansión, los
romanos,
que entran a Palestina y la fragmentan y la dominan mediante armas,
muros, controles de población... eso es, mutatis
mutandis,
exactamente lo que hace el estado israelí en los territorios
palestinos, eso es lo que hace, lo que está haciendo desde
hace medio siglo el imperio anglosionistanorteamericano en Palestina.
Los
sionistas son
los romanos del siglo XX. No es tan difícil darse cuenta
cuando uno observa la enorme interrelación entre la
política
imperial de EE.UU. y el funcionamiento del estado israelí. La
situación
es más compleja, claro, porque hay otros factores en juego.
La
colonización en Palestina no ha sido llevada a cabo del
mismo
modo con que el Commonwealth se asienta en los territorios africanos
o asiáticos a lo largo de los penúltimos siglos.
Aunque
el imperio británico fue obra de los conservadores,
contó
con cierta aquiescencia de una “izquierda”
pretendidamente culta
y bienpensante, absolutamente eurocentrada, pero que jamás
soñó con establecer alguna suerte de socialismo
en las
tierras conquistadas. En Palestina/Israel, en cambio, la tercera
aliyah,1
la que se inicia en la segunda década del siglo XX, se
siente
profundamente comprometida con el socialismo y conforma el movimiento
kibutziano que por décadas permitió a una
izquierda
occidental aplaudir la construcción del estado
israelí
como algo positivo y progresivo. Otro
factor que
desempeñó un papel decisivo para legitimar el
esfuerzo
de la construcción de un estado judío, fue la
atroz
política nazi de exterminio del pueblo judío.
Ante
semejante peripecia, el sionismo tomó el sentido que hasta
mediados de s. XX sólo le había atribuido una
minoría
de la comunidad judía dispersa por el mundo.2
Fue
tanta la
conmoción, que lógicamente provocó el
holocausto
del pueblo judío, que la fundación del estado
israelí
contó con el apoyo de todos los vencedores del nazismo en
1945. Ni EE.UU. ni la URSS se fijaron entonces en el despojo al
pueblo palestino, algo que, por lo demás, fue la
política
de siempre de la dirigencia británica, la verdadera gestora
del estado israelí. Justamente,
la
especificidad del establecimiento colonialista en Palestina convierte
a la mirada de Mograbi, judío de origen, en
valiosísima
para desentrañar la siniestra danza de soberbia, desprecio,
ceguera, necrofilia, agonía que la tragedia
palestino-israelí
encarna. 1
Las oleadas migratorias sionistas hacia Israel. 2 Vale recordar que grupos judíos
socialistas radicalizados, de izquierda, anticapitalistas, como el Bund
ruso, por ejemplo, no veían en el sionismo ninguna
opción liberadora sino una expresión
más de políticas del capital.