Julio López
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¿QUE PASO EN CROMAÑON?
Por debate publicado en El Aromo - Friday, Sep. 08, 2006 at 1:37 PM

Septiembre de 2006    

El Aromo – Mensuario Cultural Piquetero

 
¿Qué pasó en Cromañón?
Debate con familiares de las victimas publicado en El Aromo nro 31, Septiembre de 2006
 

Desde hace un año y medio El Aromo viene publicando lo que es una posición polémica con respecto a Cromañón. A contramano de casi todas las organizaciones políticas, sostenemos que no se trató de una tragedia ni de una masacre. A raíz de “Mala señal”, el artículo de Gabriel Falzetti aparecido en nuestro número 29, varios familiares decidieron respondernos y abrir un debate en torno al hecho. En esta ocasión, nos plantea sus críticas Silvia Bignami, madre de Julián Rozengardt, fallecido en Cromañón, y militante del grupo Memoria y Justicia por Nuestros Pibes. El debate está abierto y esperamos poder continuarlo.

La responsabilidad de Callejeros, en su justa medida
Una respuesta a “Mala señal” de Gabriel Falzetti

Silvia Bignami
Militante del grupo Memoria y Justicia por Nuestros Pibes

Este artículo es una respuesta a ciertas afirmaciones que se realizan en la nota de Gabriel Falzetti aparecida en el n° 29 de El Aromo. Quiero aclarar, en primer lugar, que las posiciones que se vierten en esta respuesta son a título personal, pero también son un producto de reflexiones hechas dentro del grupo de padres y familiares de víctimas de Cromañón Memoria y Justicia por Nuestros Pibes.
Creo que el problema que tiene la nota en cuestión es que partiendo de un debate en torno a la última producción discográfica de Callejeros, realiza afirmaciones un tanto simplistas sobre cuestiones que exceden al debate sobre el disco. Coincido con Razón y Revolución en que Cromañón no es producto de una falla de esta sociedad, sino un producto de cómo ésta funciona. Pero acá empiezo a discutir algunas cosas.
En primer lugar, cuando señalan que “la salida es ver nuestras desgracias como la regla de la sociedad en que vivimos y no como una excepción”. Esto no lo ve todo el mundo así, y eso no impide que se pueda librar una lucha justa por algo que hay que cambiar. Porque sino, no podría haber en esta sociedad ninguna lucha reivindicativa. Nosotros dijimos, y cito una producción realizada por el conjunto de los grupos: “Cromañón es además de una realidad, una metáfora de cómo funcionan las cosas en el país, del trato que se da a los jóvenes, de las condiciones de los espacios en donde tocan las bandas, de la desidia, desinterés y corrupción de los gobernantes, el gatillo fácil y los chicos que mueren por la impunidad.
¿Qué fue la masacre de Cromañón? Fue la muerte totalmente evitable, por causas no naturales durante un recital de rock, de, al menos, 194 personas, jóvenes en su mayoría”. Con esto quiero decir lo siguiente: que uno no comprenda todas las reglas de funcionamiento de la sociedad no quiere decir que uno no pueda luchar por esto. Es algo dialéctico. Uno va comprendiendo como funciona la sociedad en la medida en que va operando sobre ella. Y a mí me parece que una organización de izquierda como ustedes, un rol que puede jugar en todo caso es ayudar a pensar al otro si es que tiene un camino más recorrido, pero un ayudar poniendo el cuerpo.
En segundo lugar, la nota pone en un plano de igualdad la lucha de los familiares y de los partidos de izquierda en el movimiento de Cromañón. Creo que la lucha la llevaron básicamente los familiares, sobrevivientes y amigos. Los partidos de izquierda y las organizaciones han entendido, a veces sí y a veces no, esta metáfora que es Cromañón, pero nos han acompañado de manera absolutamente insuficiente. La nota parece adjudicarse, o adjudicarle a un partido de izquierda, la destitución de Ibarra. En realidad, se la debemos adjudicar a nuestra lucha, al acompañamiento de algunos, y también -por qué no- a la interna del poder.

La caracterización de crimen social

Otra discusión importante es la caracterización que ustedes realizan de Cromañón como crimen social. Quiero aclarar que todos los familiares estamos de acuerdo en la responsabilidad política en este crimen, todos nosotros hemos hecho un esfuerzo muy grande para imponer en la sociedad la palabra masacre.
Si bien es cierto que -por lo menos para algunos de nosotros- la culpa es del capitalismo, decir “del capitalismo” diluye tanto como decir de uno sólo. ¿Cuáles son los nombres? Los empresarios que lucran: Chabán. Callejeros, que siguió esa lógica, aunque no lo pongo al nivel de Chabán. Ibarra, porque era el responsable máximo. La sociedad off shore que estaba detrás de Cromañón. El propio gobierno nacional que se lavó las manos olímpicamente. Estos son los responsables básicos.
En ese sentido, diferenciar masacre de crimen social no está bien, porque mientras los medios ponían tragedia o accidente, nosotros decíamos: tragedia es aquello que los dioses miran de lejos; accidente, aquello que ocurre de manera casual. Entonces nosotros quisimos imponer una palabra más fuerte. Y parece más fuerte masacre que crimen social. También fue esto último. Pero, un crimen de un solo chico por gatillo fácil también es un crimen social y no es una masacre. Nosotros decimos que fue evitable, fue en masa, que fue provocado por una decidia prácticamente homicida. De hecho a Ibarra y a Chabán le estamos pidiendo homicidio. Nosotros le llamamos masacre. Para que haya una masacre no necesariamente alguien tiene que haber oprimido un gatillo. De hecho Videla masacró gente y yo no se si Videla estuvo torturando personalmente. Entonces, nosotros necesitamos que la gente que esté con nosotros, que nos ayude.

La responsabilidad de Callejeros

La otra cosa que yo creo que hay que discutir es la frase “ni Callejeros ni su público tienen responsabilidad”. No es lo mismo Callejeros que su público. Decir que Callejeros y su público como una masa no son responsables es no diferenciarlos. Y además, es meterse en un problema que tenemos los familiares. Este problema se relaciona con la responsabilidad de Callejeros.
Si se repasan todos nuestros documentos, ninguno cuestiona a Callejeros. Esto es por respeto a los sobrevivientes y porque entendemos que, en una cadena de responsabilidades, Callejeros tiene una responsabilidad menor. Pero su público no. No son lo mismo. Hablo, por ejemplo, del 40% de los chicos que murieron por entrar a salvar pibes y de los sobrevivientes que yo conozco. Yo creo que se comportaron mejor que Callejeros. Callejeros no hizo una sola denuncia contra Ibarra, de hecho no lo querellan. Tampoco hizo una sola declaración a favor de la lucha de los familiares. Callejeros no entró a rescatar pibes. Sacar este disco puede verse como una elaboración del duelo o como una búsqueda de lucro con lo que está pasando. Nunca intentaron juntarse con nosotros. Cuando se juntaron con alguien, fue con Radio 10.
La frutilla del postre es que cuando ellos intentaron entrar en la causa, cosa que la jueza no les permite, quisieron hacerlo querellando al que tiró la bengala. El que tiró la bengala, que sin duda es un irresponsable, es parte de su público. Callejeros le está pidiendo a su público una lealtad que ellos no han tenido. Igual, esto lo digo con mucho cuidado, porque la responsabilidad de Callejeros es mil veces menor que la del gobernante y mil veces menor que la de Chabán. En ese sentido, que tengan la misma calificación es una animalada. Pero tienen una responsabilidad.
Si yo esto lo tengo que decir en dos párrafos no lo digo, ni nombro a Callejeros. Pero sí puedo, por ejemplo, cuestionar por qué un grupo tiene letras tan contestatarias, y, en los hechos, los defiende un ex abogado del Gobierno de la Ciudad. Por qué un grupo traiciona, de alguna manera, sus propias letras. Ellos sabían muy bien la cantidad de pibes que entraban. Entonces, ahí me parece que ellos actuaron entrando totalmente en la lógica del mercado. Y las leyes del mercado dicen que puedo meter el triple de pibes. Pero uno elige hacerlo o no hacerlo.
Yo creo que Callejeros ha sido víctima de este sistema, pero acá la nota en cuestión dice una cosa con la que estoy muy de acuerdo: que no podemos transformarnos en aquello que odiamos, es lo que desean los enemigos de la sociedad que buscamos construir. Y cuando uno sigue la lógica del mercado, y por ejemplo, querella al de la bengala, está haciendo eso. Ahora tenemos una prueba: Ibarra acaba de denunciar, y están procesando, a tres padres por agresiones. Son los mismos padres que denunció Callejeros. Yo no voy a defender la actitud de esos padres, pero digo, ¿en qué lugar te parás?
Es difícil despegarse de las posiciones políticas posteriores de Callejeros, porque fueron muy malas. Fueron casi peores que sus actitudes la noche de la masacre. Yo no voy a pensar que la seguridad de mi hijo depende de una banda de rock. Creo que hay una responsabilidad en el cuidado de los pibes que no pasa sólo por la bengala. Más allá de si promovían o no el uso de bengalas (que lo hacían). Pero, como yo pienso que esto podría haber sido producido por la descarga eléctrica de una guitarra, yo saltaría por encima el tema de la bengala.
Ellos, sobre todo a través de su manager, que tiene más responsabilidad, sabían la cantidad de gente que entraba en el lugar. No podían no saberlo, porque existe concretamente una sobreventa de entradas que ellos promovían. Eso sí lo sabían. Yo creo que hay un deslizamiento. La sociedad capitalista impone una cierta forma de hacer las cosas, y uno hasta cierto punto es víctima. Es muy difícil que Callejeros no haya visto cuál era el estado del lugar cuando lo fueron a ver. Y además, hubo incendios anteriores en sus mismos recitales. Entonces, esas son cosas que uno puede ver.
Si bien la actitud posterior yo no la puedo poner en la causa penal, yo siempre me puse a pensar -y tengo una duda con eso- si la actitud de Callejeros fue cada vez peor porque estuvieron mal aconsejados o porque en realidad eso son los Callejeros. Querellar al de la bengala es una estafa moral hacia sus seguidores. Ahora, yo tengo la duda y me permito tener dudas. Por eso, no creo conveniente hacer una declaración extemporánea contra Callejeros. Insisto en que no es la misma calificación que para Chabán y su crimen. Pero mi duda es a siguiente: estos Callejeros, que se muestran ahora indiferentes, jugando con nuestros sentimientos, yendo a tocar donde les parece, apareciendo de golpe en un recital donde no estaba previsto, sin pensar que puede haber sobrevivientes a los que les pueda caer mal. ¿Fueron empeorando los Callejeros o siempre fueron así y lo están mostrando? Yo no tengo una respuesta, pero creo que nos merecemos un debate.

Conclusión

Lo que se cuestiona de la nota de Gabriel Falzetti es que, partiendo del disco de Callejeros se dicen cosas que son fuertes y que se abordan con escasa profundidad. El poner en términos blanco y negro: “no fue una masacre, fue un crimen social”. Fue un crimen social y para nosotros también fue una masacre. Entonces me parece que el pensamiento del periódico debería ser más abierto. Más dispuesto a ayudarnos a elaborar mientras se pone el cuerpo con nosotros. A veces uno tiene esa sensación, que la izquierda escribe cosas desde un escritorio. Me parece que hay que poner el cuerpo y acompañar.

La dura tarea de explicar la muerte
Respuesta a la crítica de Silvia Bignami, de Memoria y Justicia por Nuestros Pibes

Gonzalo Sanz Cerbino
Grupo de investigación de Crímenes Sociales - CEICS

Es necesario decir que nos resulta particularmente importante encontrarnos con compañeras como Silvia Bignami, que en medio de una lucha tan dura y tan dolorosa se detienen a reflexionar sobre sus acciones. El debate franco de ideas es indispensable para enriquecer las reflexiones y para discutir el sentido de nuestra acción política. En ese sentido, esperamos que no termine aquí y que puedan expresarse el conjunto de las fuerzas políticas que son parte de este movimiento.
Con respecto a la discusión, quisiera hacer una serie de precisiones sobre qué es lo que estamos debatiendo. Silvia cuestiona un artículo de nuestro grupo de artistas sobre el último disco de Callejeros. Como ella misma reconoce, el trabajo de Gabriel Falzetti no tiene por objetivo desarrollar el problema del crimen de Cromañón, sino realizar un análisis del último trabajo del grupo en cuestión. En ese sentido, “Malas señales” no toma a la ligera el problema, sino que es un artículo profundo allí donde se lo propone: el terreno estético-político.
En relación a lo acontecido en diciembre de 2004, en el boliche de Once, hace un año y medio venimos realizando una profunda investigación que sustenta lo que en abril de 2005 caracterizamos como crimen social. Al respecto, hemos publicado 8 artículos en este periódico que sostienen nuestra posición.1 En ese sentido, lejos de ser superficiales, tal vez seamos la organización de izquierda que más ha escrito sobre el tema. Como ese trabajo recayó bajo mi responsabilidad, no debería resultar insólito que sea yo quien responda. Vamos, entonces, al problema: la caracterización del hecho y la responsabilidad de Callejeros.

¿Masacre o crimen social?

La pregunta que ordena el debate es ¿por qué murieron 194 personas en Cromañón? En relación a esta cuestión, lo primero que debemos discutir es por qué afirmamos que Cromañón no es una masacre. Y para eso hay que remitirse a lo que el término implica: una masacre es un asesinato cometido en forma deliberada, en el contexto de un enfrentamiento. Es decir, que el autor, material o intelectual, tiene la intención de producir dichas muertes, ya que la liquidación física de su contrincante le permite conseguir ciertos objetivos. En la lucha de clases, la masacre se produce cuando se han agotado otras vías de disuasión, es el último recurso de una fuerza frente a la organización de su enemiga. Por eso, los asesinatos de Kosteki y Santillán en Puente Pueyrredón son una masacre. El asesinato de militantes políticos por parte del Estado, en los ‘70, también. Videla masacró militantes no porque haya “apretado” o no el gatillo, sino porque es el autor intelectual y jefe técnico político de una serie de asesinatos deliberados.
Repasemos una vez más tomando como ejemplos el Proceso Militar y Puente Pueyrredón. La masacre se identifica en tres variables: a) es el producto de un enfrentamiento que no puede resolverse por los cauces que impone la clase dominante: en ambos casos la burguesía combatía contra militantes decididos y veía tambalear su hegemonía; b) es un fenómeno que implica un alto grado de conciencia: en ambos casos, la masacre fue una decisión tomada desde las más altas esferas nacionales e internacionales, luego de que fracasaran todos los mecanismos de disuasión ideológicos y políticos; c) tiene un objetivo concreto, no se mata por gusto: en ambos casos, la burguesía logró cierta recomposición política (con importantes diferencias según el caso). La distinción conceptual es, entonces, definitoria del grado de la lucha de clases en la que nos encontramos y, por lo tanto, cuáles son las medidas a tomar.
Para sumar a Cromañón a estos dos fenómenos, Silvia debería probar tres cosas: a) que estos 194 jóvenes fueron militantes, que con su accionar, o en lo que corporizaban, ponían en jaque la hegemonía burguesa; b) que la masacre fue planificada en las altas esferas del Estado, y que se agotaron todas las medidas para reencauzar el conflicto en los términos del sistema; y c) que la burguesía obtuvo un logro político muy importante a raíz de haber matado a semejante cantidad de personas. Como aun nadie ha presentado pruebas para ninguna de estas afirmaciones, tenemos que descartar el concepto. Eso no quiere decir que no haya culpables. Pasemos a explicar por qué nosotros creemos que se trató de un crimen social.
La pregunta entonces es ¿el capitalismo mata por su propia dinámica o sólo mata la acción conciente de los individuos? Veamos: ningún funcionario estatal planificó el incendio de Cromañón. Es de destacar, asimismo, que Chabán pudo haber perdido la vida en el hecho. Y sin embargo, la acción de Ibarra, al igual que la de Chabán, produjo las muertes de Cromañón. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción? Es que ambos aparecen como personificación de un sistema social que produce y reproduce todo el tiempo muertes como las de Cromañón. Porque el incendio no es producto de la acción deliberada, sino el producto de las relaciones sociales que los individuos corporizan. Esas relaciones son las relaciones sociales capitalistas, en donde la ganancia actúa como el motor que guía la acción de una clase social, la burguesía, de la que Chabán es una expresión. Y esa clase posee funcionarios que garantizan el funcionamiento de este estado de cosas, de los que Ibarra es también una expresión. Caracterizar a Cromañón como crimen social no implica dejar de señalar o “diluir” responsabilidades concretas: Ibarra y Chabán son culpables, en tanto expresión de una clase, la burguesía. En todo caso, Silvia “diluye” la responsabilidad del sistema. El problema no es si un término es más o menos fuerte a los oídos de la opinión pública, sino si expresa o no un fenómeno real.
Es cierto que la identificación del fenómeno como masacre se impuso en una verdadera batalla ideológica contra quienes sostenían que Cromañón había sido una tragedia. Como señala Silvia, ésta implica diluir las culpas de los victimarios, porque se trata de un hecho fortuito. El concepto de masacre tuvo la virtud de contraponerse a esa adjetivación intencionada. Pero, en primer lugar, la incorrección de la primera no transforma mecánicamnte a la segunda en acertada. En segundo, la caracterización que nos propone la compañera, como argumento contra Ibarra y Chabán, no es convincente jurídica ni políticamente.

Sobre la inocencia de Callejeros

Partimos de coincidir con Bignami en que las culpas por el crimen de Cromañón son varias y deben ser jerarquizadas. En primer lugar, tenemos a una clase social, de la que Chabán es una expresión, que antepone la ganancia capitalista por encima de la vida de las personas. En el mismo nivel, nos encontramos con un Estado que respalda las acciones de la clase que le da sustento. Entre ellas, el funcionamiento de lugares como Cromañón. Ibarra y todos los funcionarios tenían a su cargo las inspecciones de actividades comerciales en la Ciudad de Buenos Aires. Kirchner, su Ministro del Interior, los bomberos y la policía que dependían de él, fueron igualmente inútiles como instancias de control. De la misma forma, este Estado se muestra incapaz de paliar las consecuencias de su propia acción: buena parte de las víctimas fatales de Cromañón son el producto de su incapacidad para socorrerlas.
Sin embargo, no coincidimos en que a Callejeros le quepa alguna responsabilidad en este esquema de culpabilidades. Bignami asimila al grupo a una empresa capitalista, aunque en menor grado de culpabilidad que Chabán, porque la banda se somete a las leyes del mercado. Esto es en parte cierto: como ya hemos dicho, el rock no escapa a las regularidades de la sociedad capitalista y toda banda de rock es un pequeño capital que busca valorizarse. Sin embargo, que Callejeros sea expresión de una pequeña burguesía -poseedora de medios de producción en una escala que no le permite dejar de trabajar para vivir- no implica que su posición social no esté subordinada dentro de la sociedad capitalista. En el capitalismo, en tanto sociedad de clase, la burguesía posee el dominio social y político y a ella corresponde la responsabilidad por el funcionamiento social. Este no es el caso de Callejeros.
Pero veamos cómo se manifiesta esto en términos concretos en lo que sucede la noche del crimen. Callejeros no tenía incidencia ni poder de decisión sobre el funcionamiento de una actividad comercial que no era propia. Callejeros no eran los dueños del boliche que estaba recubierto de materiales inflamables, que tenía sus puertas de emergencia cerradas, que tenía sus matafuegos descargados y cuya capacidad estaba excedida en más de un 300%. Bignami señala que deberían haber sido concientes de que el boliche en cuestión no estaba en regla, que era peligroso. Pero hay que preguntarse por qué habrían de sospechar de un boliche que hacía un año que funcionaba en el mismo lugar, en las mismas condiciones y con la misma cantidad de público. ¿Por qué iban a sospechar de un boliche que funcionaba en las mismas condiciones que cualquier boliche de rock de la capital? ¿Con qué herramientas podrían haberlo sospechado?
La existencia de material inflamable y la carga de los matafuegos debían ser controlada por los bomberos. La capacidad del local y las puertas de emergencias por los inspectores municipales. Para ello se requieren conocimientos técnicos que no cualquiera tiene y que no cualquiera debe tener. La capacidad excedida no se percibe a simple vista, lo mismo que los materiales inflamables y los matafuegos. Se nos puede objetar que ellos podrían haber contratado técnicos que se asegurasen que el lugar estuviera en condiciones, es cierto. Pero ¿por qué iban a hacerlo si, supuestamente, hay funcionarios encargados de clausurar los boliches que no cumplen estos requisitos de seguridad? ¿Por qué habrían de sospechar, particularmente, de un lugar no menos seguro que cualquiera de los boliches en los que habían tocado durante toda su carrera? La responsabilidad por estas cuestiones sólo le cabe al dueño del boliche y a quienes debían controlarlo. Es más, Callejeros podría haber decidido no tocar esa noche en Cromañón si hubiera detectado todas estas fallas de seguridad y el crimen se hubiera producido igual. Con otra banda o en otro boliche, como sucedió en Kheyvis diez años antes.
Esta es una discusión necesaria para desmontar un argumento que en general es utilizado para desviar las culpas de los victimarios a las víctimas. No es el caso de Silvia Bignami, pero la culpabilización de Callejeros, generalmente, sirve a los personeros de la burguesía para culpar al público de Callejeros. La prensa burguesa ha construido en Callejeros un chivo expiatorio, llegando incluso a deslizar argumentos decididamente falsos que buscan demonizarlos. Es necesario desmontar estos argumentos que se encuentran tan bien instalados que hasta se reproducen en los propios compañeros que luchan contra estas campañas. Es falso que Callejeros no haya entrado a rescatar gente del interior del boliche: decenas de testimonios en la causa judicial de los propios sobrevivientes lo demuestran. También es falso que el boliche se haya incendiado anteriormente en otro recital de Callejeros: el boliche se había incendiado, pero en recitales de La 25 y de Jóvenes Pordioseros. Estamos de acuerdo con Bignami, sin embargo, en que la posición política asumida por Callejeros después del crimen y su estrategia judicial son nefastas y los ubican del lado de los victimarios y de espalda a las víctimas. Pero ello no implica que tengan una responsabilidad en el crimen y eso hay que señalarlo.

Conclusión

Dejamos para el final una última discrepancia con el artículo de Bignami, el balance que realiza sobre el aporte hecho por los partidos de izquierda al movimiento. Creemos, a diferencia de Bignami, que su aporte ha sido fundamental, aunque no pueda adjudicársele a ninguno de ellos en particular los triunfos obtenidos. Los triunfos son del movimiento, y las organizaciones de izquierda, entre las que nos incluimos, son parte de él. Son parte de las marchas y de los agrupamientos de familiares. No son un ente externo que acompaña. Son una parte viva de él. Por consecuencia política con una lucha y porque muchos de los chicos fallecidos y de los sobrevivientes eran militantes de esos partidos.
Por último, Razón y Revolución ha puesto “el cuerpo” desde el primer día. De hecho, el primer mural por Cromañón fue pintado por nosotros e inaugurado al mes del hecho. Fuimos a las marchas, combatimos la prensa burguesa con nuestro periódico y estamos preparando un libro sobre el tema. Está claro que hay otros compañeros que están en la línea de fuego y los respetamos por eso. Pero eso no nos obliga a darles la razón en todo o decirles sólo lo que quieren oir.

Notas
1Véase Harari, Fabián: “Ni tragedia ni masacre: crimen social”, en El Aromo, nº 18, abril de 2005; Grande Cobián, Leonardo: “La bengala y el rocanrol”, en El Aromo, nº 18, Abril de 2005; Sanz Cervino, Gonzalo “Cromañón, la burguesía y las brasas del Argentinazo”, en El Aromo, nº 18, abril de 2005; del mismo autor: “Un nido de corrupción. El sistema de inspectores de Buenos Aires”, en El Aromo, nº 23, septiembre de 2005, “Terroristas sanitarios”, en El Aromo, nº 24, octubre de 2005, “Los zamoristas en acción”, en El Aromo, nº 27, abril de 2006, “¿Punto final en Cromañón?”, en El Aromo, nº 29, junio-julio de 2006, “Operación triunfo”, en El Aromo nº 30, agosto de 2006.

El concepto de crimen social
Friederich Engels*

Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen. Ahora pasaré a demostrar que la sociedad en Inglaterra comete cada día y a cada hora lo que los periódicos obreros ingleses tienen toda razón en llamar crimen social.

Notas

*Tomado de La Situación de la clase obrera en Inglaterra, edición electrónica en www.marxist.org, 2002, pp. 155-156.

 

 
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