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México bicéfalo
Por Isaac Bigio - Sunday, Sep. 17, 2006 at 7:37 PM

El 16 de septiembre Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue declarado presidente constitucional. La decisión fue tomada en un masivo mítin en la plaza central de la capital, la cual, según sus organizadores, sobrepasó el millón de ‘delegados’.

Sin embargo, para el Tribunal Electoral, los actuales tres poderes, las FFAA y el grueso de los países que tienen embajadas en México, el presidente constitucional es Felipe Calderón, quien jura a su cargo este primero de diciembre.

Esto hace que el país hispano más poblado sea la única republicana americana con dos presidentes. Si bien es cierto que Calderón manejará el presupuesto nacional y contará con el apoyo del grueso de las instituciones, AMLO querrá dominar las calles, sobre todo de la capital y del sur (sus bastiones), y boicotear al nuevo gobierno a fin de forzar a una nueva elección.

AMLO no cuenta con el apoyo de una potencia (algo que podría conducir a una guerra fría dentro de México), aunque Chávez (quien dirige un bloque continental) no quiere reconocer a Calderón. El anuncio de AMLO se da en medio de la XIV Cumbre de los No Alineados en Cuba, donde busca generar simpatías.

Un Estado con dos presidentes no puede durar mucho tiempo. En todas las experiencias pasadas una dualidad de poderes debe resolverse en favor de uno u otro campo. Calderón debe estar buscando eliminar el poder alterno mediante una política que quiera desmoralizar y dividir a sus contrincantes y eventualmente preparando una mano dura contra éstos. Por el momento hay voces, como las de Cárdenas (fundador del Partido de la Revolución Democrática de AMLO), quien abiertamente rechaza la formación de un poder paralelo.

AMLO plantea una desobediencia civil y resistencia pacífica a lo Gandhi y rechaza cualquier posible insurgencia, aunque si realmente quisiese ser presidente alterno debería buscar ganar el apoyo de varios cuarteles y armar a sus propias milicias. Su estrategia, no obstante, es, por ahora, la de organizar protestas y boicots. A la postre si quiere imponerse deberá tomar el camino de la violencia.

Por el momento ambos bandos han eludido la confrontación violenta esperando que el otro se desgaste. Sin embargo, esa ‘paz’ podrá abrir un choque donde haya derramamiento de sangre, lo cual encenderá la hoguera.

El propio AMLO sabe que está jugando con fuego. Las fuerzas que hoy moviliza contra el ‘fraude’ pueden acabar desbordándolo. Esto haría una situación más explosiva que la de Chiapas, el cual fue un foco rebelde rural en una zona alejada. Esta vez hay la posibilidad que sectores urbanos pudiesen radicalizarse generando organismos como fueron las asambleas populares de Bolivia.

Calderón debe buscar manejar la situación con delicadeza. Por el momento le conviene ir aislando a AMLO tratando de conseguir el apoyo del resto de partidos y de sectores que han estado ligados al PRD. Es posible que inicialmente lance algunas reformas en ese sentido.

Si la protestas crecen es posible que el propio Calderón podría verse forzado a convocar a nuevas elecciones e incluso pudiese jugar a querer ganarlas tras previamente haber hecho alguna serie de medidas populares, logrado ampliar su coalición o haber plasmado un frente con el PRI.

Al margen de cual sea la evolución del panorama mexicano es muy probable que nos encontremos en medio de un importante cambio en la historia de ese país y de su región.

México fue el país más estable de Iberoamérica. Desde 1934 cada seis años tuvo un presidente que empezaba y terminaba en la misma fecha, que nunca fue remplazado ni se quiso re-elegir. Hoy ese sistema se ha resquebrajado.

La garantía de tal modelo era un partido único nacionalista (PRI). Sin embargo, ello se ha quebrado. Primero el PRI abandonó su regimen de proteccionismo social y económico, y luego quedó desafasado a su derecha por el PAN y a su izquierda por el PRD. México ha querido pasar del unipartidismo nacionalista al liberalismo multipartidario.

Sin embargo, su constitución electoral no se ha adecuado a los cambios y el nuevo modelo de libre comercio ha generado diversos cuestionamientos (desde levantamientos como el de Chiapas y olas huelguísticas hasta la irrupción el nuevo poder paralelo).

Si Suramérica está fraccionada en dos campos: el que quiere hacer libre comercio con EEUU y seguir una economía más monetarizada (como pasa con el grueso de la Comunidad Andina) y el que opta por un mercado proteccionista regional (Mercosur), México apunta a sufrir en carne propio y en un mismo país el tener dos gobiernos que luchen por empujar a su república en uno de esos dos modelos.

La situación mexicana puede convertirse en la más importante para América Latina y también repercutir mucho en EEUU. México no es solo su vecino sino también el lugar del cual proviene al menos un 10% de su población.

México y Bolivia

Issac Bigio - Tiempos del Mundo (*)

El 1 de diciembre de 1934, por una extraña coincidencia, juraron a su cargo nuevos presidentes: Lázaro Cárdenas en México y José Luis Tejada en Bolivia.

En México, Cárdenas duró en ese cargo seis años, hasta el 1 de diciembre de 1940. Inauguró una era en la que México tuvo doce presidentes —todos ellos electos por un sexenio exacto—, que acababan y terminaban en el puesto en esa misma fecha, que nunca fueron reemplazados por un vicepresidente ni por un golpe militar o parlamentario, y que nunca más fueron reelectos.

En Bolivia, Tejada fue nombrado presidente por un golpe, y el 17 de mayo de 1936 fue depuesto por otro cuartelazo. Duró sólo un año y medio. Desde entonces hasta hoy, Bolivia ha tenido 45 gobiernos distintos: un promedio de uno cada año y medio. Ninguno ha sido como en México; la mayoría de ellos fueron nominados o depuestos por golpe, huelgas o acción parlamentaria.

De todas las naciones latinas, México tuvo el sistema más estable y continuo, mientras que Bolivia ha tenido el más inestable.

Mas, hoy en México se ha quebrado la base de su modelo basado en el ‘partido único revolucionario’. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó de 1928 al 2000, primero reemplazó la economía nacionalista, que había creado, por una de libre comercio con EE.UU., y luego se convirtió en tercera fuerza.

México ha pasado de un nacionalismo ‘unipartidario’ a un ‘liberalismo’ multipartidario en el cual dos candidatos se proclaman vencedores. Mientras el 1 de diciembre próximo Felipe Calderón jurará como presidente, Andrés Manuel López Obrador lo desconocerá planteando un ‘gobierno paralelo’. Esto podría abrir la posibilidad de que México vaya adquiriendo algunos rasgos que se han visto en Bolivia, donde muchas veces las calles pasan a tener tanto o más poder que el Congreso.

Bolivia, en cambio, atraviesa por un proceso en el cual busca cambiar un sistema basado en una economía de libre comercio (México fue ejemplo en el continente al firmar el tratado de libre comercio con EE.UU. en 1994) y de democracia con muchos partidos chicos. Morales emula a Cárdenas (quien nacionalizó los carburantes y desarrolló reformas agrarias y sociales) y quisiera que Bolivia fuese dominada por un ‘partido revolucionario’ que monopolice el poder y acentúe cambios ‘antiimperialistas’.

Este 1 de diciembre Calderón querrá jurar por un sexenio, aunque los ‘lopiztas’ querrán que él sea como el liberal boliviano Tejada: alguien que no dure mucho en su cargo. En Bolivia, en cambio, Morales quiere una nueva Constitución que establezca un sistema tipo Cárdenas.

(*) Isaac Bigio es analista internacional latinoamericano. Tiempos del Mundo es un semanario hispano pan-americano.

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