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Gulumapu: ¿Cuotas y/o Autonomía?
Por Pablo MARIMAN y José MILLALEN / Azkintuwe - Thursday, Nov. 09, 2006 at 1:05 PM
azkintuwe@yahoo.es

UN DESAFÍO PARA EL MOVIMIENTO AUTONOMISTA

Entre el 10 y el 12 de noviembre se congregará nuevamente el movimiento Mapuche y quizás soberanamente se planteen aceptar la invitación que se les hace de parte de las autoridades. Sin embargo por la experiencia, debiera actuarse muy cautelosamente, especialmente para dimensionar cuáles son nuestros verdaderos espacios de soberanía y como deben proyectarse para articular una agenda propia.



Esperamos que el documento que sea entregado a las autoridades de gobierno luego que se culmine el proceso denominado “consulta” no comprometa nuestro futuro con los tópicos del convenio y el reconocimiento. Hemos visto como estos temas han sido comodines que utilizan los ingenieros del poder, para mantener a algunos de los nuestros en la creencia que esto va a cambiar, pero lo único que ha cambiado completamente hasta ahora es la naturaleza del proyecto de reconocimiento constitucional. Ahora se parte del hecho que la nación chilena es indivisible (y no diversa y plurinacional) y que nosotros (los mapuche) somos una “población” (y no un pueblo).

En cuanto al convenio 169 nos tendrán pensando en la falta de dos votos para su ratificación, pero conociéndolos estirarán este tema como lazo, hasta que venga otra coyuntura electoral (sea municipal, parlamentaria o presidencial), donde aparecerán echándose la culpa de que unos y otros (Concertación y derecha) no tienen la voluntad. Cuantas veces no lo hemos visto, hasta fueron capaces de bajar una huelga de hambre tras el compromiso de cambiar aspectos de un decreto de la Ley Antiterrorista, para luego terminar demarcándose de los acuerdos (…y se les llama “honorables”).

Las “cuotas” o el “cuoteo”

La idea de contar con cuotas de representación en el parlamento chileno y con un parlamento indígena fue planteada en la cámara de senadores por Boeninger a finales de los 90. En esos mismos años Camilo Escalona viajaba a Chiapas, en una visita cuyos fines se desdibujaban entre lo diplomático, lo comercial y lo político. ¿Qué andaban mirando?, fuera en México o Nueva Zelanda, la búsqueda eran insumos necesarios para una discusión política de la “situación indígena” en la que el gran ausente, obviamente, éramos los propios indígenas. La propuesta de las “cuotas” fue presentada el 7 de julio de 1999, la misma que ahora en pleno 2006 presentan como una nueva alternativa y, peor aún, como que nosotros la elaboramos y demandamos gracias a un “proceso de consulta” que fundará un nuevo “pacto político”:

“Quiero aclarar de inmediato que descarto absolutamente la autonomía o el parlamento propio que han insinuado algunos dirigentes, porque me parece que afectaría seriamente la unidad el país, generaría áreas de ambigüedad y sería fuente de graves conflictos futuros . Por lo tanto a mi juicio, debemos explorar otras opciones. ¿Cuales?(…) me parece interesante explorar la posibilidad de aplicar en Chile una fórmula similar a la utilizada por Nueva Zelanda –país occidental, blanco, desarrollado, progresista, etc- con los maoríes que no constituyen un porcentaje de población superior al que los Mapuche constituyen en Chile. Se trata de que esa representación política simbólica, por un lado, y de participación real, por otro se pueda expresar en el parlamento nacional. Para ello vale la pena examinar la posibilidad de crear una representación parlamentaria Mapuche o de minoría étnicas en general, sobre la siguiente base: establecer un registro electoral especial paralelo al registro general por el cual pueda optar las personas de ascendencia Mapuche o pertenecientes a la etnia respectiva quienes elegirán un número de parlamentario en proporción a la magnitud total en relación al universo general. De manera que si en tales registros se inscriben 400 mil personas de un total de ocho millones, la cifra resultante sería aproximadamente de un 5%, o sea 5 o 6 diputados Mapuche…Naturalmente, quienes opten por esta forma de representación no podrían inscribirse en los registros electorales generales, teniendo la libertad de cambiarse antes de cada elección, sin que ello obligue a presentar candidatos Mapuche, sino que cada comunidad postularía los que estime convenientes” (Edgardo Boeninger. “Situación de indígenas”: Sesión 11ª de la Cámara de Senadores, miércoles 7 de julio 1999).

Si bien no conocemos un documento público acerca de esta oferta, como vemos esta ya fue discutida por el senado el año de 1997 ¿Por qué?, eran los años en que las comunidades pusieron pie en acelerador en materia de recuperación de tierras y de derechos políticos. Luego de que la ley y la institucionalidad indigenista (Conadi) habían sido violadas por el presidente Frei en lo que fue el caso Ralko. 1ª lección: los temas sólo son tratados en las esferas del parlamento cuando las necesidades desbordan los límites establecidos, es decir, la clase política chilena puede ir un poco más allá en sus propuestas en la medida que existe una actitud de movilización mapuche tras objetivos propios. 2ª lección: discuten entre ellos y a espaldas del movimiento. 3ª lección: si no está presente lo primero, no hacen adecuaciones a la agenda en materia indígena, la que continúan endilgando por el camino del asistencialismo, el diálogo inoficioso, y la represión.

Sin embargo, la carta que ahora sacan bajo la manga (el “cuoteo” o las “cuotas”) suena muy bien para algunos, ¿a quienes nos referimos? Los años de democracia neoliberal en que ha gobernado la Concertación, han provocado un fenómeno sociológico en nuestra historia contemporánea que no hay que dejar pasar. Con la nueva institucionalidad indigenista, la CONADI, y la normalización de la vida partidaria, se ha venido conformando una burocracia indígena que tiene diversas vertientes: una principal es la de aquellos militantes de partidos que insistieron en mantener los departamentos y frentes indígenas, fuera por su convencimiento, compromiso y lealtades, así como otros –como se observa a menudo- por intereses creados, pues estos organismos (los partidos) son fuentes de opinión a la misma vez que grandes bolsas de trabajo para quienes zozobran en la vida. La otra vertiente es la de los funcionarios, de extracción política o bien técnicos profesionales, que han llenado los puestos de la institucionalidad indigenista y de otras estructuras estado-nacionales. Nos referimos muy exclusivamente a quienes operan muy cómodamente con las políticas de integración que el indigenismo criollo ha diseñado tras parámetros etno-desarrollistas que excluyen el campo de los derechos y del poder.

Estas burocracias demuestran tener conciencia de si y para si, ejemplos clásicos los hay como cuando luego de la intervención de la CONADI, por Frei en el año 1998, quedó sin sesionar el consejo de este organismo. Cuando el hecho de un rompimiento era vox populi finalmente volvieron a ocupar su papel ¿Quién iba a pagar las cuentas de las tarjetas de crédito, así como las de los celulares, entre otros? ¿Quién iba a responder por los cupos políticos vacíos? 1ª Lección: el sistema “ahuacha” y condiciona los intereses que pueden ser de nobles ideales, por otros de tipo personales. 2ª lección: la lógica del poder envuelve cuando se actúa desde una marca política, valores personales como independencia, dignidad, fraternidad, son dejados a un lado por posiciones utilitarias.

También se demuestran en las constantes denuncias del maltrato “burocrático” que emplean funcionarios indígenas con su propia raza, fenómeno que no tiene otra lectura que el abuso de poder (“no hay peor gendarme que el que ha sido reo”), así como la paralización de trámites por las “competencias” que se presentan entre estamentos (oficinas y direcciones) como la eterna pelea entre la subdirección Temuco y la dirección nacional y que hoy por hoy están determinando el alejamiento de otro director más de la CONADI. No es que allí se estén jugando tesis o paradigmas que dimensionen siquiera lo que venimos planteando aquí, sino una simple cuestión de “posicionamientos” que los hace aparecer como verdaderas mafias políticas. Mientras, debemos acostumbrarnos a recoger lo que los vencedores entregan para afianzar las relaciones clientelares que conforman. O bien tragarse la posibilidad de haber conseguido algo con la frustración, descrédito y disociación de quienes esperan las sobras del banquete.

Los frentes y departamentos Mapuche de los partidos chilenos son otra cantera de esta burocracia política indígena. Nombres como los Aroldo Cayun, Domingo Namuncura, ex directores de la CONADI, también ex dirigentes como Santos Millao, Hilario Huirilef, Isolde Reuque aparecen como las insignias. Actualmente Andrade Huenchucoy (PS) y su equipo es quien lleva a cabo el proceso de “la consulta”, el cual no cumplió algunas metas, como haber entregado el 5 de octubre las resoluciones del conjunto de las organizaciones. Otro fenómeno evidenció en parte este fracaso. Cual caballos de carrera, la fracción de “los consejeros” corrió desbocadamente hacia la meta política que culminaba en la fecha mencionada. Desbocados, pero mansos con la autoridad, rompieron filas con sus hermanos ante la posibilidad de replantear la agenda de discusión con el gobierno presentándose todos como un solo bloque. Esta interesada y desvergonzada actitud de seguro no sería impedimento para avalar y ponerse entre los primeros de la fila (al interior de sus partidos) ante una eventual política de “representantes indígenas” en el parlamento chileno.

¿Quién ganaría con obtener “cuotas” en el parlamento? O ¿Qué se perdería si apostáramos tan sólo a ese caballito?

En Colombia existe la política de cuotas para el movimiento indígena desde inicios de la década del 90, lo que les permitió llevar a las esferas del parlamento los tópicos centrales de su programa estratégico, consiguiendo el reconocimiento constitucional y la ratificación del convenio 169 de manera muy temprana. Sin embargo, sus representantes terminaron haciendo su cotidiano en la ciudad de Bogota, lo que significó una decapitación del liderazgo con respecto a su territorio. También la ley permitió que el sistema de empadronamiento electoral, variara de circunscripciones locales (territoriales) a nacionales, esto último significó que ciudadanos –especialmente no indígenas- cambiaran de registros votando por representantes indígenas. En adelante los nuevos diputados no se relacionaron con los territorios de donde provenían, sino que entraron en la lógica del juego político nacional abanderándose con una izquierda, un centro político, etc.

Creemos que una lógica de “cuotas”, va a significar:

Desterritorializar el tema mapuche mediante una participación autocentrada en el parlamento nacional, lo que se opone a los planteamientos autonomistas del movimiento Mapuche que insiste en la dimensión territorial de su lucha, por sus recursos y por un autogobierno.

Un conflicto entre representar a la nación (abstracción liberal) o a un territorio y una población (en este caso a los Mapuche). Esta cuestión –en la lógica de cómo y quienes deciden al interior de la clase política chilena- daría para otra ranchera que fácilmente puede llevar veinte años más de discusión inoperante, pues lo que denunciarían como corporativismo (representación de un “sector social”) ante la posibilidad de un “cuoteo”, sólo tendría arreglo de manera política. Obviamente en estos procesos prescinden de nosotros como hemos aprendido en esta democracia.

Para algunos (honestamente) sería una posibilidad de activar una comunidad política al interior de nuestra sociedad / Para otros aumentar nuestra dependencia del estado nación. Sabemos que para algunos la posibilidad de alcanzar esas esferas de representación e influencia “tira más que yunta de bueyes”. Algunos hasta han presentado sus candidaturas a las presidenciales y otros no se cansan de presentarse en la parlamentaria o municipal que venga, sin importarles los acuerdos comunitarios preexistentes. Pensando positivo, quizás sea una oportunidad de disputa de un espacio que bien se puede empoderar, además “estratégicamente no podemos poner los huevos en una sola canasta” (como en el caso de la autonomía, que no tiene posibilidades si no es rompiendo el cerco político-jurídico existente).

La cuestión entonces es cómo se genera en el juego electoral que esto encierra (las cuotas), candidatos que el día de mañana agiten con vehemencia y a la sombra de un árbol propio los temas centrales de la sociedad Mapuche. Visto desde este ángulo la propuesta presentada por representantes del estado, nos obliga entonces a mirarnos hacia adentro, esto es, sin perder la perspectiva de la autonomía y el autogobierno en nuestros territorios, es preciso actuar con la responsabilidad histórica de no hipotecar la construcción de espacios de recuperación y ejercicio de soberanía efectiva, cuestión que sólo puede darse en los marcos de un Espacio Autónomo de discusión y decisión y a quien, en un hipotético caso de involucramiento en la estrategia del “cuoteo”, se deban y valgan los representantes mapuche. Incluso más, tener la mínima posibilidad de incidir en la definición de sus alcances y mecanismos de funcionamiento.

Dejaría en calidad de minoría el tema indígena no cambiando la naturaleza del estado nación. Esta es una cuestión de matemática elemental, pues si los procedimientos de definición de materias parlamentarias se hacen por simples mayorías, dos tercios o lo que mande la regla, siempre seremos el 6, 8 o 10% del total (como bien lo recalcaba Boeninger en el senado) y no existen ningún mandato que diga que las cosas se pueden hacer considerando a una minoría. Cuando hablamos de autonomía y nos definimos como autonomistas, esta implícito un proceso de descentralización política y administrativa del estado, por lo tanto en este proceso se requieren modificaciones jurídico-políticas que no se pueden soslayar y que serán las condicionantes para un tipo de relación en cooperación, solidaridad, cuya expresión concreta será la autonomía política-territorial de lo que llamamos ngulumapu (territorios Mapuche históricos en Chile). Esto hace necesario que el estado por su parte renuncie o modifique su naturaleza de estado-nación.

Potenciaría a los partidos políticos y en el peor de los casos crearía una oligarquía funcional al poder chileno. No es casualidad que quien lleve la discusión sean miembros del frente Mapuche del PS. Quienes verdaderamente estarían capacitados para correr esa carrera serían los partidos políticos chilenos a través de sus sucursales indígenas (frentes, departamentos), pues tienen la experiencia, la logística y, por último, es su campo de acción. Se están asfaltando una ancha carretera (otra más) donde nuestras carretas y carretones son incapaces de correr. Por lo tanto, las cuotas –como en el caso colombiano- terminarían reproduciendo el modelo chileno al interior de la sociedad Mapuche, es un verdadero abordaje pirata que encubre una obra de ingeniería política, como lo fue el caballo de Troya para los ilusos espartanos. Esto a no ser –como ya dijimos- que ocurra un poderoso movimiento de empoderamiento de ese espacio con una estrategia de disputa política electoral que -si bien nos hace entrar en el juego- no nos haga víctima de el.

El camino de la autonomía

Desde diferentes espacios del movimiento Mapuche y desde el final de la dictadura se ha mencionado la autonomía como una aspiración de los Mapuche. Esto en el convencimiento que sólo tal perspectiva política podría garantizar, no solo el mejoramiento de las condiciones de vida de su población, sino la sobre vivencia misma del pueblo mapuche como colectivo humano diferente. Este planteamiento se ha validado y nutrido de diversas perspectivas, pero es irrazonable que no aparezca en ninguna agenda política pública en estos 16 años, pues de antemano la clase política la desecha. ¿Qué hace aparecer a la autonomía como viable? La inoperancia del indigenismo ante los conflictos estructurales en que se sustenta la relación del pueblo mapuche con el Estado, y que esto, a su vez, se circunscriba preferentemente a un espacio territorial específico.

Sabíamos que el proyecto forestal se proponía duplicar su negocio hasta alcanzar los 5 millones de hectáreas, ahora con el nuevo TLC con China la idea es cuadriplicar esta última cifra, en los territorios comprendidos entre la VIII y X regiones. Sabemos que los basurales y las plantas procesadoras de aguas servidas están emplazadas mayoritariamente en nuestras comunidades. Que el negocio de las salmoneras ha privatizado y contaminado las aguas litorales, así como la ley de pesca. Sobre la poca tierra que hoy mantenemos en “propiedad” giran proyectos que pretenden subdividirla y como el fondo de tierras no da abasto a las demandas, se está trabajando para transformar esta necesidad en un bono individual, con el cual pretenden desmarcarse de una de las reivindicaciones fundamentales del movimiento. Si le sumamos las centrales hidroeléctricas, las carreteras y las celulosas que han terminado contaminando hábitat enteros, considerados reservas naturales, podemos entonces constatar que el denominador común es la imposición de un modelo económico (el neoliberal) que prescinde de nuestra participación. Una relación colonial.

¿Cómo se entiende la autonomía? A través de todos los pliegos de sus organizaciones los Mapuche hemos tenidos la capacidad de enunciar principios básicos que se violan diariamente. La necesidad de ser informados, de consentir, de incidir, participar y decidir la política pública que se aplica en nuestros territorios. Sin embargo esto se acompaña de propuestas que se relacionan con disposiciones internas (un parlamento nacional Mapuche) y de contextos de vinculación con el estado (un parlamento regional autonómico incluyente de la diversidad étnica). Respecto a lo primero urge que los diferentes agregados de la sociedad Mapuche establezcan una dirección común, es el viejo tema de la necesaria unidad, que se mal interpreta como unificación, homogeneidad y hegemonismo. Lamentablemente quienes no hacen nada por la unidad conviven muy bien con el atomismo del movimiento.

Hoy vemos como existen una infinidad de formas de organización y resistencia que se expresa en el terreno social y político, sea a través del tema medioambiental, productivo, comunicacional, cultural, jurídico, educacional, de salud, de mujeres y jóvenes, estudiantil, etc., y que lo vemos confluir en objetivos estratégicos transversales como la defensa y recuperación del ixofij mogen, de la recuperación lingüística y del mapuche kimvn, de un modelo de desarrollo económico que se sustente en los cánones del equilibrio y no depredación de los recursos naturales, en fin, de la recuperación, disposición y control de los espacios territoriales y la no represión a la demanda social mapuche. O sea, existen elementos de contenido, así como un cuerpo social hoy disperso, pero operando, que puede y debe confluir en una voluntad propia, de acción unitaria y provisto de una visión de largo plazo.

Decidir soberanamente, pero ¿en qué espacio?, ¿para qué agenda? y ¿con cuáles ritmos?

A pesar que parte del movimiento tiene muy claro su orientación estratégica, el trote político lo ha terminado sacando éste y los otros gobiernos. A saber: 1º la creación de la CEPI y la discusión de una nueva ley (1990-1992) ; 2º la creación de la CONADI con un fondo de tierras y de cultura (1993- 1994); 3º La crisis de ralko (1997-2002); 4º los diálogos comunales del ministro Quintana y el encuentro de los “mil lonkos” con Frei (1999); 5º la Comisión de Nuevo Trato y Verdad Histórica (2001-2003); 6º El procesamiento político-judicial del movimiento (2000-hasta la fecha); 7º Programa BID-Orígenes (2001-hasta la fecha); 8º La consulta de Bachelet y la idea de fundar un Nuevo Pacto (2006).

La mayor parte de estas coyunturas han contado con la debida resistencia de parte del movimiento o se han hecho en respuesta a esta resistencia y a las aspiraciones territoriales y por derechos políticos que demandamos como pueblo. En otros momentos simplemente se ha cooperado en poner los límites de la gobernabilidad hacia el tema indígena, pero muy en los criterios del propio estado (como en el Programa Orígenes). Es por ello que cabe preguntarse si el actual proceso de consulta agotará la capacidad soberana de los Mapuche que somos. Por parte del actual gobierno lo que se busca es hacer creer que se fundara un Nuevo Pacto con el acuerdo del conjunto, así todo aquel que el día de mañana se salga del mismo no tendrá legitimación.

Su agenda es clara, continuar con las políticas asistenciales, con el respecto irrestricto al estado de derecho (el mismo que legalizó nuestro despojo y condena a quienes lo resisten), con expresiones de indigenismo intercultural en salud o educación, pero con una renuncia total a la dimensión política. Eso si las famosas “cuotas” son la guinda de un torta que cuenta con los mismos ingredientes. Se trata de embaucarnos en un tema que no tiene posibilidades si no es cambiando la Constitución y resolviéndolo políticamente entre quienes tienen el monopolio de hacer política en este país desde que llegó “la alegría”.

Entre el 10 y el 12 de noviembre se congregará nuevamente el movimiento Mapuche y quizás soberanamente se planteen aceptar la invitación que se les hace de parte de las autoridades, sin embargo por la experiencia y la memoria que está presente (dispersa o concentradamente en cada uno de nosotros), debiera actuarse muy cautelosamente, especialmente para dimensionar cuáles son nuestros verdaderos espacios de soberanía (si existen) y como deben proyectarse para articular una agenda propia de negociación donde debe caber toda su diversidad con el mismo espíritu unitario presente. Los ritmos de este proceso deben ser capaces de no ausentarlos del día a día en que se desenvuelven los conflictos, pero tampoco distraerlos de su misión a futuro. El modelo neoliberal avanza prepotentemente buscando camarones que se duermen, mientras que los organismos internacionales de derechos humanos nos dan la razón en nuestra lucha al reconocer nuestro derecho a la autodeterminación.

Chile esta próximo a cumplir su bicentenario y con bombos y platillos el gobierno de Bachelet cerrará su gobierno con artificios que por lo visto reafirmaran más el modelo de estado nación neoliberal. Para entonces y desde ahora es que debiéramos concentrarnos en reagruparnos, enero próximo es el centenario del Parlamento de kozkoz (1907) la antesala que fundó al actual movimiento Mapuche. Su espíritu unitario en que fue convocado hace 100 años atrás y la búsqueda de salidas a la situación de ese momento, nos dieron el oxígeno necesario para continuar esta lucha, actitud que debemos reproducir para que esto no termine confundiéndonos con los destinos de un estado que -aparte de tomar nuestro patrimonio- nos ha excluido.

Quizás sea ese uno de los espacios en que podamos ir ejerciendo soberanía para diseñar nuestra estrategia y agenda unitaria. Muchas otras ideas convergerán y solo conocerán la luz cuando existan espacios propios de deliberación que obedezcan a nuestros ritmos, a nuestras necesidades e intereses propios. Como verán no se trata de sustraernos a la política y a la negociación, por el contrario se trata de no confundirnos con las aparentes “buenas intenciones” de quienes nos mantienen en esta situación por mas de cien años… Fey / Azkintuwe

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