Julio López
está desaparecido
hace 6427 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

“Escuchamos cumbia pero también bailamos el Pin pin”
Por Pablo Badano / Indymedia ((i)) - Thursday, Feb. 08, 2007 at 5:31 AM
pabloindio@gmail.com

Emmanuel 'Palucha' Tapia tiene 20 años y es uno de los jóvenes de la comunidad guaraní El Tabacal, en la provincia de Salta. Es uno de “los pibes chorros”, como los llaman en Hipólito Yrigoyen, es el único de los chicos de la esquina que estudia en la universidad y – como él mismo señala – tal vez por eso interviene más en las actividades formativas de la comunidad y no sólo aporta trabajo, como hacen otros jóvenes. Del 23 al 26 de enero participó del II Encuentro de Pueblos Originarios, actividad en la que justamente se habló mucho del rol de la juventud en el presente y en el futuro de sus luchas. Sobre este y otros temas dialogamos con él.

Más información y fotos:
a) UN ENCUENTRO DE VIEJAS RESISTENCIAS PARA AFRONTAR NUEVOS ESCENARIOS
b) “NECESITAMOS TOMAR CONCIENCIA DEL PROBLEMA Y COMPRENDER CUAL ES LA FUERZA PARA SALIR”
d) “CREIAMOS QUE SOLO EL ESTADO TIENE DERECHOS”
d) FOTOS DEL II ENCUENTRO DE PUEBLOS ORIGINARIOS

PIBES CHORROS. Así conocen en el pueblo de Yrigoyen a un sector de jóvenes de la comunidad. (Pablo Badano / Indymedia)

– Una de las cosas que se dice de los jóvenes es que les cuesta mucho dar su opinión, hablar en público, como que hay mucha timidez, ¿porqué pensás que es así?


P: Sí, creo que pasa por una cuestión no de verguenza sino por la misma situación de muchos chicos rurales que no pudieron asistir a un colegio, a universidades, sino que solo hicieron la escuela donde solamente le enseñan algunas cosas. Y creo que para ellos es muy complicado entrar a un mundo donde casi la mayoría de la gente son muy abiertos. Hablé con mis amigos porque sentí que ellos no estaban ahí, les pregunté cuál era el motivo y me dijeron que no, que ellos podían estar ahí, estar escuchando, que si tenían ideas me la iban a decir, pero ahí nomás dijeron, porque para ellos es también como algo que intimida, tienen mucha timidez en presentar su opinión.

– Vos sos del grupo el que tiene más experiencia, el que le da menos verguenza hablar.

P:
Sí, un poco eso y otro poco que yo asisto a una Universidad, ya es mi cuarto año que voy a estar en una Universidad, y quizás ahí te ayudan a ser más abierto que estando en tu lugar... No creo que sea el único que tenga experiencia de estar en encuentros, hay otros chicos que están, en la comunidad son como 3 chicos que tienen experiencia en encuentros.

– En el encuentro dijiste que los dirigentes mayores tienen que buscar la forma de integrar a los jóvenes.

P: Sí, es una una situación que ya he hablado mucho, porque muchas veces se deja de lado a los jóvenes. Esto yo no lo vengo viendo de ahora sino de tiempo atrás. Cuando tuve 16 años asistí a una primera reunión donde me dijeron a mi particulamente que no dé mi opinión porque todavía era chico. Y creo que todavía sigue, no tan profundo pero sigue dándose esta situación de que no se da mucha participación a los chicos, de que ellos hablen, dialoguen, porque piensan los mayores que les falta experiencia para hablar y razonar.

– ¿Cómo se vive siendo joven en una ciudad como Yrigoyen, que ofrece muy pocas posibilidades?

P: Y la verdad sí, es una situación muy crítica. Además los jóvenes no cuentan con una relación muy buena con los otros chicos del mismo pueblo, son discriminados por la gente que vive mas allá del barrio donde vivimos nosotros.

– A ustedes los conocen como la barra de 'Los Pibes Chorros' y tienen problemas con una barra que está mas allá de la plaza, a 5 cuadras. ¿Este problema tiene que ver con que ustedes son de una comunidad aborigen?

P: Sí, creo que la mayor parte pasa por eso, porque nos llaman que somos una barra o un grupo de personas que nos encerramos y no convivimos con la demás gente que vive más allá de nuestro barrio. Nos tratan de que nosotros no dejamos entrar a la gente a nuestro barrio, que no nos comunicamos con ellos, pero yo creo que es por la misma situación que se vive aquí en la ciudad. Aquí hay una forma discriminatoria de que muchas veces se fijan más en las personas sobre su nivel económico, y muchas veces nosotros no contamos con esos recursos, y creo que ellos nos tratan de... perdón por la palabra, pero nos tratan de chaguanco, mataco. Pienso que ni ellos saben porqué lo usan al término, sino que lo escucharon y nos tratan así. No solamente a los chicos sino también a las mujeres, a las adolescentes, y eso también pasa en la escuela, donde hay situaciones dónde un chico de otro barrio viene y te discrimina, te trata de mal manera y piensa que vos sos lo perjuidicial para ellos.

– En algún momento del encuentro dijiste que sí, que los jóvenes escuchan cumbia pero que también recuperan la cultura. ¿Hay una demanda por parte de los mayores por la música que escuchan?

P: El tema de esa cuestión es así. Vos nos ves, nos vestimos como sería la palabra villeros, y también escuchamos cumbia. Pero más allá de eso nosotros estamos siempre pendientes de la comunidad. Si se va a hacer un [baile del] Pin pin somos nosotros los que bailamos; si se va a hacer algún encuentro somos nosotros los que estamos limpiando, estamos viendo qué es lo que hace falta; y si hay algún problema con las autoridades somos los primeros que salimos a la calle y vemos el problema.

Por ejemplo, con el problema de la tierra cuando empezó mucha gente hablaba, muchos adultos hablaban de que se va a hacer el corte, de que vamos a ir caminando a Salta a ver si podemos solucionar el problema, pero después a la hora de salir casi no había nadie sino que eran solamente jóvenes que estaban ahí, pendientes de cuándo se iba a realizar. Y casi la mayoría que llegamos a Buenos Aires – esto lo saben casi todos los dirigentes – fueron más jóvenes que adultos, fuimos caminando, fue un sacrificio grande, pasar frío, calor.

Y no sé, creo que pienso como un mensaje: no se olviden de los jóvenes, porque muchas veces dicen que ya nos olvidamos de nuestros de antepasados, pero también hay que recordar que nosotros tenemos abuelos y padres que vivieron en La Loma, y nos enseñaron... Sí, ahora nos olvidamos un poco, pero desde chicos nos enseñaron distintas técnicas, ya sea tanto para hacer algunos collares como para la pesca, la recolección, la siembra. Y creo que eso no se olvida, queda mucho en la memoria.

EL MURO. El cañaveral se levanta como un cerco que avanza hacia el monte. (Pilma Liempe / CAI)

– ¿Alguna vez pensaron en hacer un grupo de cumbia? Pero que se refiera a la lucha guaraní, una mexcla.

P: ¡Sí! Estaría bueno, porque hay varios que cantan, yo por ejemplo toco la guitarra, también toco la flauta, y estaría bueno porque hay muchos chicos que tienen muy lindo oído, que va más allá de la técnica que se usa para tocar, y eso es bueno para rescatar de la música.

– Recuerdo cuando te conocí a vos y al resto de los chicos que viajaron por primera vez a Buenos Aires en diciembre de 2003, estaban todo el día haciendo el ritmo de la cumbia, sin equipo de música, con cualquier cosa que encontraban. Se notaba que lo tenían muy adentro, pero a su vez estaban ahí reclamando por los derechos de la comunidad. Las dos cosas iban de la mano.

P: Sí, capaz que formar el grupo es un sueño que no sé si algún día se va a cumplir, pero sí es muy bueno. Siempre de chico apenas apareció la cumbia villera nosotros fuimos los primeros aquí en el pueblo que salimos con esa onda de vestirnos así, de estar cantando en las calles, en la esquina, tocar la guitarra, tocar cumbia.

– ¿Y porqué esa identificación tan fuerte con la cumbia villera y no con la cumbia norteña, por ejemplo? Digo porque la cumbia villera es algo que está vinculado más con la realidad marginal de Buenos Aires.

P: Sí, no sé, nosotros también vivimos en situaciones muy precarias, la necesidad es mucha y creo que apenas aparecieron Los Pibes Chorros y Damas Gratis, que fueron los primeros que escuchamos, sentimos que nos atraía esa cuestión de lo que hablaban tanto de la pobreza, de gente que cae presa o de la misma policía que te trata muy mal... Muchas veces aquí sucede lo mismo, la policía nos trata mal, no nos deja tranquilos, no podemos estar en ninguna esquina porque dice que estamos por robar y muchas veces se equivocan... O sea, nosotros estamos aquí en una esquina porque no podemos salir por allá porque cuando salimos por allá nos corren a patadas, así que muchas veces nos sentamos en la esquina pero solamente para paracticar y conversar entre nosotros.

– ¿Algo más que quieras agregar?

P: No, nada más, solamente hacer un recordatorio para la gente, de que no se olviden de que somos los jóvenes que en un futuro vamos a ser mayores y que nos den una oportunidad para estar con ellos. Sé que muchas veces los decepcionamos, pero creo que muchas veces no entendemos el por qué de algo. Pero sí, siempre vamos a estar acompañando y siempre vamos a estar presentes como alguna vez se dijo: todavía estamos presentes y todavía existimos. Eso no tiene que olvidar la gente, que si necesita algo siempre vamos a estar los jóvenes.

También otra cosa a recalcar es que muchas veces sí, en el encuentro no se habla, pero existen otras posibilidades de poder conocer a la gente, por ejemplo ir a la práctica: nosotros desde que nacimos vivimos en el monte, siempre fuimos a pescar, a recolectar los frutos que estaban ahí, por ejemplo la frutilla, la mora, la cereza, el mango... Siempre estuvimos ahí en el monte, o para cazar algún animalito: pájaro, liebre, lagartija, y creo que nosotros conocemos más que los adultos, porque siempre convivimos con ellos y hasta hoy vamos a los arroyos y por ahí. Nos pasamos casi todo el día en el monte.

ANFITRION. Palucha hace de anfitrión y muestra a los visitantes del sur los cañaverales del Ingenio Tabacal. (Pilma Liempe / CAI)

– ¿Cómo es eso de que pasan tanto tiempo en el monte?

P: El tema que ha sucedido es que nosotros teníamos una escuela que está ubicada al fondo de nuestro barrio, que es la escuela de la Señora de la Virgen del Milagro, casi la mayoría de todos nosotros fuimos a esa escuela. Y bueno, al estar alrededor lleno de monte nuestra diversión fue siempre ahí. También ahí estuvo una cancha donde íbamos a jugar al fútbol y al lado está el canal, que era una diversión más.

– O sea que a pesar de que ustedes no vivieron en La Loma porque sus familias fueron desalojadas hace décadas, han estado en permanente contacto con el monte desde chiquitos.

P: Sí, desde chiquitos estuvimos ahí. Tengo varios recuerdos, varios golpes que me hice ahí también. Conocemos como la palma de nuestra mano el monte, sabemos en qué lugar hay personas, dónde están cultivadas la mayoría de las cosas, dónde se pueden encontrar los animales... Muchas veces también encontramos lugares que casi nadie sabía, donde encontrábamos mucho pescado. Siempre fuimos por ahí, tenemos buenos recuerdos, tanto que hicimos así como juegos, íbamos mucho como exploradores a buscar lugares donde casi nadie había ido.

– ¿Cuándo decís el monte te referís a La Loma o alguna otra zona?

P: Lo total digamos, la totalidad de aquí, toda la zona aledaña del pueblo. Fuimos así como exploradores tanto de La Loma como hasta el fondo de Hipólito Yrigoyen.

– ¿Y a otros jóvenes también les pasa lo mismo? O es más de la barrita de ustedes.

P: Sí, yo creo que sí, la mayoría, ponele el 50 % de Yrigoyen conoce el monte, siempre convivió con ello. Hay gente que viviendo aquí en la ciudad se olvida un poco del monte, pero yo creo que si los internás ahí dos días vuelven a recordar y van a saber que nunca se van a olvidar de eso, que siempre convivieron ahí.

agrega un comentario