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Santa Rosa: El color que le faltaba al territorio
Por Hernán Scandizzo ((i)) - Wednesday, Feb. 14, 2007 at 3:47 PM
herscan@yahoo.com.ar


“…A partir de hoy, 14 de Febrero, hemos retornado a Santa Rosa a ser lo que somos: Mapuche, gente de la tierra”, dice el comunicado difundido hace pocas horas. Firman “Pueblo Nación Mapuche” y anuncian el retorno a ese predio del noroeste de Chubut, del departamento Cushamen, del paraje Leleque, del kilómetro 1448 de la ruta 40, de donde fueron desalojados el 2 de octubre de 2002 Atilio Curiñanco y Rosa Rúa Nahuelquir tras ser denunciados por usurpación por una empresa del grupo italiano Benetton. “Con este gesto queremos expresar que todos tenemos derecho a diseñar nuestro propio futuro, que nuestra acción puede servir como fuente de inspiración, como aporte, como espacio abierto de participación para quienes revalorizamos la diversidad cultural. Hoy hablamos, los silenciados de siempre, a los sordos simuladores que han ‘gobernado’ este país”.




“Santa Rosa despierta en todos nosotros pertenecientes a diversos lofche (comunidades Mapuche) la búsqueda de la verdad histórica. Santa Rosa ha presenciado décadas de despojo, de violencia, de intolerancia, de usurpación, de desapariciones y de muerte”, continua el comunicado. Los Futakecheyem (Antiguos) hombres y mujeres que pisaron libremente esta tierra hoy yacen en vitrinas de museos, sus instrumentos sagrados son piezas de exhibición, acallados por la fuerza hoy son trofeos de una cultura que destruye lo diferente: las ideas diferentes, filosofías, espiritualidades, ideologías, pueblos diferentes. Sin embargo, las pisadas de estos antiguos son huellas inspiradoras. Somos consecuencia de esas huellas. Seguimos siendo Mapuche y tenemos la responsabilidad y la necesidad de revelar la verdad histórica”, afirman, explican, sostienen, dicen…El punto es que los mapuche han vuelto a Santa Rosa, de donde nunca se quisieron ir.


De agosto a febrero

El 23 de agosto de 2002, Atilio Curiñanco y Rosa Rúa Nahuelquir ingresaron a Santa Rosa, a ese predio de 535 has escapándole a la desocupación, al trabajo precario, a la falta de posibilidades. Progreso es una de las palabras que siempre estuvo presente en los testimonios de Atilio y ambos estaban convencidos de que la única manera de escaparle a la marginalización del suburbio era volviendo a la tierra, la tierra de que alguna vez tuvieron que dejar en busca de oportunidades, como lo hizo Rosa al irse de Cushamen siendo aún niña, y Atilio de Leleque.

El 23 de agosto de 2002 llovía y ellos con el dinero cobrado por Rosa tras el cierre de Texcom, fábrica ubicada en las afueras de Esquel donde trabajaba, compraron lo necesario para volver a la tierra y construir un futuro junto a sus hijos y nietos. No tuvieron que cortar ningún alambrado para entrar, el cerco estaba en el piso, los hilos oxidados y la tierra por trabajar. El campo estaba como siempre lo vio Atilio, abandonado, igual que en el registro que conservaba de su infancia. Bajo la lluvia, al reparo de unos árboles y junto a un arroyito, allí levantaron una casa momentánea, donde capear la lluvia y el frío. Tenían idea de dejar pronto esa vivienda de chapa y construir otra con materiales más nobles para resistir el rigor del clima patagónico apenas terminaran el desmonte, la apertura de canales de riego y la siembra. Un trabajo pesado que encararon con alegría, porque volvían a la tierra, una tierra sin dueños. En primavera, tal vez en verano, cuando los días fueran más templados y con más horas de luz, en ese tiempo construirían.

A los pocos días de estar allí, el 26, llegó una patrulla de la comisaría de El Maitén, preguntando qué hacían en el lugar. Ellos explicaron sus planes y mostraron la exposición que habían realizado en al comisaría de Esquel, donde anunciaron que ingresarían a ese predio. No tenían nada que ocultar. También explicaron que en el Instituto Autárquico de Colonización y Fomento Rural (IAC) un empleado les había asegurado – de palabra, sin darle ninguna constancia escrita – que esas eran tierras fiscales. Los policías se fueron y ellos siguieron con sus labores. El 31 volvieron los uniformados, esta vez para notificarles que habían sido denunciados por usurpación por Ronald McDonald’s el encargado de la Estancia Leleque, perteneciente a la Compañía de Tierras Sud Argentino (CTSA), propiedad de Edizione Holding, es decir, la corporación Benetton. Por esos días Atilio y Rosa sólo habían escuchado hablar de la empresa, pero no sabían del poder real de la famiglia ni que el respeto por los derechos humanos y la diversidad eran sólo una estrategia comercial. Ellos sólo querían volver a la tierra, nada más, nunca habían escuchado hablar de los Colores Unidos. Después de esa notificación empezaron a conocer un poco más del imperio, de sus fronteras, aunque recién en noviembre de 2004, al viajar a Italia, tomaron real conciencia de la magnitud de la corporación. Mientras tanto los dueños de la Compañía eran gente con mucho poder, el equivalente a muchos turcos juntos.

Con el peso de la demanda sobre sus espaldas transcurrió setiembre, y a pesar de ese peso siguieron trabajando la tierra, pero el 2 de octubre llegó el desalojo. El juez de Instrucción de Esquel José Colabelli ordenó el lanzamiento en respuesta a las demandas penal y civil presentadas de la Compañía. Era una mañana soleada, la casa fue desarmada, las chapas, herramientas y animales secuestrados, trasladados a El Maitén. El sueño de Atilio y Rosa se tornaba pesadilla. El rostro de los hermanos de Treviso asomaba sin maquillaje. Vendría el tiempo de movilizaciones, acampes en el acceso a la Estancia, cortes de ruta, parlamentos mapuche, la solidaridad, las esperanzas, los miedos y las raíces del matrimonio por las que con más fuerza comenzaba a correr la savia mapuche. También el tiempo mediático: el matrimonio de laburantes mapuche tenía su espacio en la prensa no sólo argentina, sus rostros, que en algún momento podrían haber despertado el interés de Olivero Toscani – el publicista estrella de Benetton –, salían del anonimato.

Así transcurrió el tiempo hasta mayo de 2004, ellos fuera de Santa Rosa y con la convicción de que el predio era fiscal, y más que fiscal territorio mapuche, el IAC en tanto negaba la información dada oralmente. En ese lapso Atilio había perdido su trabajo en el Frigorífico Esquel, ni con ese ingreso seguro podía contar familia, pero seguían adelante, aferrados a la esperanza de volver.

El día 6 de ese frío mayo el juez Colabelli era sometido a juicio político y destituido por mal desempeño al haber ordenado irregularmente en marzo de 2003 el desalojo de la familia mapuche Fermín, integrante de la comunidad Vuelta del Río. Parecía una buena señal, el juez preferido de los poderosos – al decir de la gente – caía en desgracia. Esa tarde sonaron trutrukas y pifilkas en Rawson, donde fue juzgado. Había euforia, pero también la certeza que el juicio con la Compañía sería una dura contienda y que la Justicia no es muy amiga del mapuche. Además ya lo había advertido el gremio de los terratenientes en dos oportunidades a través de solicitadas en la prensa local, no estaban dispuestos a aceptar un fallo a favor de los Curiñanco - Rúa Nahuelquir. Primero fue la Sociedad Rural de Esquel en octubre de 2002 y luego la Federación de Sociedades Rurales de Chubut en mayo de 2004.

El fallo fue a la medida de la Compañía, la demanda penal no prosperó porque no había elementos que probaran el delito de usurpación. Igualmente el objetivo de la acción no era que Atilio y Rosa fueran a prisión sino lograr el su inmediato desalojo. Una condena a prisión efectiva hubiera resultado un salvavidas de plomo para una imagen empresarial ya torpedeada por la repercusión mediática del juicio. Lo importante era la demanda civil, consolidar la propiedad privada de la CTSA, una propiedad cuestionada, y el fallo – no es novedad – fue favorable.

Inmediatamente después llegaron los anuncios de inversiones de la Compañía en la provincia, celebrados por el gobernador Mario Das Neves y las donaciones de leña, agradecidas tardíamente por el intendente de El Maitén – localidad isla en un océano CTSAOscar Currilén. Todo a fin de unir los colores y garantizar que luzcan bien.

Luego la mediación del Premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y la concertación de un encuentro en el Italia en noviembre 2004. El viaje de una delegación mapuche, la frustrada reunión en Roma con Luciano Benettonil cappo di tutti cappi – la donación empresarial de inciertas 2500 has, la diplomacia argentina con su objetivo de garantizar la permanencia de la corporación en la Patagonia, la crítica a los mediadores. Un capítulo de acusaciones cruzadas y manos vacías.

El retorno, los ruidos, los silencios, las donaciones de tierras infértiles a fines de 2005, las cartas de Atilio y Rosa y el viaje de otra delegación mapuche a Italia en noviembre/diciembre de 2006. Y nuevamente Santa Rosa en febrero de 2007, ya no como el emprendimiento de un matrimonio sino como la reivindicación de un pueblo.

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