Julio López
está desaparecido
hace 6429 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Ver este artículo sin comentarios

Las calles de Chasqui (crónica)
Por Hernán Scandizzo ((i)) - Tuesday, Jun. 26, 2007 at 4:14 PM
herscan@yahoo.com.ar

Los vecinos del barrio recorren la calle Camilo Torres en ambos sentidos, compran en los negocios. De tanto miran en tanto hacia la esquina, más que el todavía silencioso grupo que allí se concentra, despierta su interés un camión de bomberos estacionado en la gomería de la esquina, atravesado en la avenida Riestra. La convocatoria decía “a las 14 puntual”, los minutos pasan entre conversaciones quebrando la puntualidad. A lo lejos comienza escucharse la música de los sikuris y a verse flamear las wiphalas; vienen marchando desde plaza Tupac Amaru – o De los Virreyes – y se detienen en esa esquina, en Camilo Torres y avenida Riestra. Allí los familiares de Eduardo ‘Chasqui’ Córdoba los reciben, son unas 300 personas. Hay saludos, abrazos, emoción. “Con esta policía nos morimos todos”, dice la bandera que pasadas las 15 encabeza la marcha hacia la comisaría 36.



“Con el dolor y la búsqueda de justicia que nos convoca este hecho, creemos que ya es momento de que, efectivamente, asumamos el compromiso de que nuestras instituciones respondan a los intereses y necesidades del conjunto de la sociedad y no a las mezquindades de aquellos que necesitan la persecución del diferente y la criminalización de la pobreza para preservar sus privilegios basados en la injusticia”, dice la carta entregada a los vecinos que se asoman al escuchar a los sikuris. El texto lo firman: “Familiares, amigos y todos los que buscamos justicia por el asesinato de Eduardo, Centro Social y Cultural Flores Sur, Filete Colectivo, Grupo Sikuri Sartañani, Comisión de Derechos Humanos Bajo Flores, Asociación Civil Proyecto Bajo Flores”.

Además de las organizaciones convocantes, se ven banderas de la Escuela Nº 23 – que es llevada por sus directivos –, de H.I.J.O.S., de la Coordinadora Antirrepresiva del Oeste, del grupo independiente de trabajo barrial Tupinamis – de Charrúa –, de la agrupación Surgentes y la Envar El Khadri. También marchan familiares de Mariano Eduardo Vasquez, Sebastián Bordón y Ezequiel Demonty y diputado nacional Luis Zamora (AyL).

La presencia de las autoridades de la Escuela primaria Nº 23 de Bajo Flores no es casual, la institución está comprometida la valorización de las culturas los pueblos originarios, incluso la banda de sikuri Sartañani, que integraba Eduardo Córdoba, da talleres en el establecimiento. Los directivos aseguran que por el vínculo existente la noticia causó impacto en esa comunidad educativa y se habló del asesinato de Chasqui con los padres y los chicos. Pero esa sangre no movilizó otros denuncias de violencia institucional, afirman que en las aulas más que de la hostilidad policial se habla de la explotación extrema en los talleres de costura. Otra forma de muerte.

La marcha avanza por Riestra, de un lado las torres del Barrio Juan XXIII – que mira Buenos Aires desde allí –, del otro, las casas de Barrio Illia. Los vecinos observan, reciben la carta que explica el por qué de la convocatoria y a cada palabra devuelven palabras. Un policía, varios metros adelante, encabeza la columna, ¿abre camino? Por momentos habla con los pasajeros de un patrullero que de tanto en tanto se acerca. Una parca con su guadaña no le pierde pisada, va tras de él todo el tiempo. En el filo de la guadaña, en el manto negro de la muerte y en el pecho del chaleco policial se lee la sigla "PFA”.

La música de los sikuris entra a la villa 1-11-14. La marcha recorre los pasillos, hay gente en la puerta, otra mira desde las ventanas y techos. La parca también entra al barrio, y no es una metáfora que la muerte atraviesa los pasillos. Un integrante de la agrupación Tupinamis cuenta que en barrio Charrúa el asesinato de Chasqui no causó particular repercusión: la muerte violenta de jóvenes es mucha, no sólo viaja en patrullero y está naturalizada.

La manifestación deja la villa 1-11-14, recorre pocos metros de la avenida Perito Moreno. Una calle que homenajea al brazo científico de la campaña militar del general Julio A. Roca, un prohombre que sintetiza una mirada del Estado hacia los pueblos originarios. Es más que un nombre para una calle que es caminada con una bandera mural que dice: “Roca – Videla – Policía”.

La marcha bordea las instalaciones del club San Lorenzo, avanza por otra avenida, Gral. Fernández de la Cruz, y entra a barrio Charrúa. Y si bien la tarde se afirma como tarde, aún los feriantes no desarmaron sus puestos del mercado ambulante que todos los sábados por la mañana allí se arma. La gente sigue haciendo sus compras, aunque por momentos se detiene a mirar la marcha, a escucharla. Una marcha que al llegar a los primeros puestos de la feria, dobla hacia la izquierda, buscando la calle Erezcano, y caminarla hasta llegar a Cóndor.



Zigzaguea por las calles de Pompeya, aun faltan varias cuadras para llegar a la comisaría 36. La geografía de la ciudad cambia, empedrado, puente ferroviario, sigue siendo el sur de la ciudad. El sur profundo, que tiene estigma de orilla, que es casi conurbano. Los sikuris no dejan de tocar. Las voces no se apagan, no se cansan, mantienen su energía. “Cuando escuches las campanas / no preguntes quién ha muerto / un gran sikuri agarrado a su siku / ay ay ay ay / agarrado a su siku”, cantan el triste estribillo, que homenajea y no desanima.

Las 300 personas conservan su fuerza en la voz y en los puños, que se alzan en la esquina de Pedernera y Cóndor y gritan: “¡Asesinos!”. Hay vallas, y sobre esas vallas se apoyan para gritar en la cara los policías que forman un cordón, que impiden el paso, que filman los rostros de la bronca. Se apoyan en las vallas como buscando darle más fuerza a sus gritos, darle impulso, para que brote imparable y se estrelle en la cara de los policías. Del otro lado algunos se mantienen inmutables, de impecable azul, de impune azul, como máquinas; otros no despegan la mirada del piso. Y el camarógrafo policial sigue registrando rostros en interminable cásting represivo.

José Córdoba, el hermano de Eduardo, toma la palabra. Un equipo de sonido montado en un auto permite amplificar su voz, que llegue al barrio, que se meta en los oídos policiales, que se meta a la fuerza, a pesar de las vallas, de los cordones, de los uniformes, de la educación; que la voz se meta aunque no la quieran escuchar. “Muchas gracias a todos por estar acá, no sólo por mi hermano sino obviamente por todos”, saluda. ”Como estoy diciendo últimamente, llegamos a un punto en que ni siquiera nos podemos tomar un bondi, porque hay un chofer que está paranoiqueado, que apenas los ve subir a los pibes, ya los ve como sospechosos. ¿Sospechosos por qué? ¿Sospechosos de qué?”.

“Esto no es sólo por mi hermano, es por todos, y está bueno que todos lo entendamos así. La causa y la lucha es una sola. Están los de arriba, siempre, y están estos títeres protegiendo a los de arriba. Nuestra vida para ellos no vale nada, la de mi hermano no valía nada. Nosotros tenemos que tratar de cambiar eso, desde acá, desde el humilde lugar que tenemos cada uno”, recuerda, reclama.

Toma el papel con el discurso y lee con fuerza, con bronca y vida: “Estamos en la puerta de la comisaría 36, en donde mataron a Eduardo. Son los culpables de la práctica de persecución que padecemos todos los que no entramos en los moldes chiquitos que esta estructura social nos tiene asignados. Son un instrumento para consolidar la desigualdad y limitar nuestra libertad, nuestra expresión.

La institución policial, en las zonas donde habitan los más perjudicados por un sistema perverso, desarrolla su violencia atentando contra nuestra voluntad de vivir y nuestra vida. No es sólo esta comisaría y no es sólo este caso, policías de este mismo lugar hicieron víctima a Marcelo Javier Báez, que fue fusilado el 4 de marzo del 2002. Tenía 16 años, en la avenida Alberdi, esquina Guaminí, cuando recibió un disparo en la cabeza de parte del suboficial Justo Luquet. Un hijo de puta, obviamente. El crimen, impune.

José Luis Prieto, discapacitado mental, asesinado de cuatro disparos provenientes del policía Desiderio Leiva el 20 de marzo de 2002. Otro hijo de puta, en Quilmas. Ahora está trabajando en la comisaría 36. ¡Desiderio Leiva!.

Carlos Alberto Starchuk, oficial de la comisaría 36, condenado por los delitos de falso testimonio y privación ilegal de la libertad de una pareja, agravada por ser funcionario público, por haber sido con violencia y con abuso de sus funciones. Inhabilitado por 6 años para ocupar cargos públicos.

Fernando Carrera, sobreviviente de un fusilamiento realizado por policías de esta comisaría, en conjunto la policía de la 34. Injustamente preso desde hace 2 años por una causa trucha, armada por estos policías y la connivencia del Poder Judicial.

Esta comisaría también fue un centro clandestino de detención durante la última dictadura. Aquí se secuestró y torturó también, hace 31 años, como consta en el testimonio del sacerdote Patrick Rice, ante la Conadep.

O sea que este lugar que solamente sirve para producir muertes. ¡Son unos reverendos hijos de puta!”
, la voz se quiebra. El cordón policial sigue allí, inmutable.

La marcha avanza hacia Varela y avenida Rabanal. Aurelia Córdoba, sigue al frente de la columna, teniendo la bandera y la foto de su hijo: “Esto que sirva para que no lo vuelvan a hacer con ningún otro, porque no es justo que hagan lo que no tenían que haber hecho. Aparte es por todos aquellos chicos que andan por la calle o por esos chicos que tienen sus pelos largos y andan así… Más que nada es esta marcha por todos ellos y por los otros que murieron también, y para hacer una nueva justicia, para que estos paguen aquello que hicieron”.

Al llegar al final del recorrido, nuevamente se forma un círculo, como al inicio, en Torres y Riestra. Allí uno de los Sartañani toma la palabra y recuerda que este no es sólo un caso de gatillo fácil: Es un caso de discriminación, es una muerte que se suma a millones de muertes que en los últimos 515 se dispararon sobre los otros, los diferentes, los de otro color. “Empobrecieron a los pueblos y como no saben qué hacer con los pobres, nos matan. Porque también matan a los hermanos blancos empobrecidos”.

La familia de Chasqui nuevamente agradece el apoyo de quienes marcharon. Nuevamente se escucha el objetivo que moviliza: “Queremos nuclearnos con otras víctimas, queremos lograr la condena social”. Recuerdan que las reuniones son en el Centro Social y Cultural Flores Sur, en San Pedrito y Baldomero Fernández Moreno, los miércoles a las 20.

“¡Jallalla Eduardo!” Por un instante el grito, un solo grito, vibra en el sur de Buenos Aires.


Más fotos de la marcha: http://argentina.indymedia.org/news/2007/06/529730.php

agrega un comentario


Otras noticias
Por Indymedia Argentina - Pueblos Originarios - Thursday, Jun. 28, 2007 at 3:58 AM
originarios-arg@indymedia.org

agrega un comentario


movimiento kuntur yana
Por CONDOR - Wednesday, Feb. 06, 2008 at 5:45 PM
REVOLUCION_INCA_CONDOR@HOTMAIL.COM

MOVIMIENTO KUNTUR YANA
¡¡VIVA EL TAWAINTISUYU¡¡
http://revolucioncondornegro.spaces.live.com

agrega un comentario