Julio López
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El Espinillo: un pasaje al hambre, a la desnutrición, a las enfermedades y a la muerte
Por Centro Nelson Mandela / Chaco - Sunday, Jul. 01, 2007 at 4:38 PM

"Nelson Mandela DD. HH."

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EL SINO TRAGICO DE LAS COMUNIDADES INDIGENAS CHAQUEÑAS

EL ESPINILLO


UN PASAJE AL HAMBRE, A LA DESNUTRICION, A LAS ENFERMEDADES Y A LA MUERTE

El Espinillo es una localidad que está ubicada en el Interfluvio de El Impenetrable chaqueño, a 380 kilómetros de la capital provincial. Casi el 80 % de su población es indígena. Su colonia es amplia y extremadamente pobre. Presenta los peores indicadores sociales, económicos, sanitarios y educativos de la República Argentina, compartiendo esta dolorosa situación con otras comunidades integradas por aborígenes y criollos pobres que habitan en distintas regiones del noroeste.

Apolinario Domínguez

Apolinario Domínguez es un aborigen de raza Qom, de 51 años de edad. Nació el 22 de julio de 1956. Es oriundo de la zona norte de El Espinillo. Tiene un hijo. Pasó toda su vida sobreviviendo en la tierra donde nació y creció con su familia. El núcleo paterno anticipó lo que luego le pasaría a Apolinario, y lo que probablemente ocurrirá a quiénes lo continúen. Estamos planteando el sino trágico de las comuni-dades indígenas del Chaco, marcadas por la pobreza, la falta de comida, la desnutrición, las enferme-dades, las resiliencias que posibilitan la supervivencia en condiciones absolutamente desfavorables, seguidas de muertes indignas.

Sentado, con desnutrición de tercer grado

Durante todo el día Apolinario permanece sentado en su patio; esa es su estadía en este mundo durante el día. A la noche, ocupa su precario rancho de adobe. Ya no puede trabajar su pequeña porción de tie-rra; no tiene energías, aún para caminar. Es un desvalido porque gran parte de su vida estuvo signada por el hambre y la miseria. Siempre le faltó comida.

Nos contó que en los últimos meses sufrió una brusca pérdida de peso, cercana a los 7 kilos. En el mes de enero de 2007 pesaba 41 kilogramos; a mediados del mes de mayo registró 35. Su estado es de pro-funda y comprometedora precariedad nutricional; presenta un índice de masa corporal (IMC) de 10,1 %. Tomándose en cuenta su altura, edad y sexo, debería tener un IMC de 24. Vale decir que por largos años ha vivido muy insatisfactoriamente, con muchas privaciones, tanto en la calidad como en la cantidad de alimentos a los que pudo llegar. Por las profundas necesidades básicas que padece, desde hace mu-cho, perdió el 57 % de su peso o masa corporal, expiando una desnutrición de III grado, la más grave. Se siente sin fuerzas física y anímica. Se recoge y espera.

Historias de vidas y enfermedades

Apolinario fue abordado en profundidad. Se lo examinó físicamente y se lo entrevistó a fondo en el marco de una prolongada anamnesis médica, de manera que se pudo recrear su historia de vida y la de su familia, como también las enfermedades que han sufrido sus miembros.

Nos contó que fue internado en el año 1996, a la edad de 40 años, en el "Güemes" de J.J. Castelli, que es el hospital cabecera de la Zona Sanitaria VI. Se le diagnosticó tuberculosis; no completó el tratamien-to apropiado. Oportunamente no se le realizó diagnóstico precoz ni se le practicó baciloscopía; esto es una constante entre sus hermanos aborígenes.

En 1985, a los 61 años de edad, falleció la madre de Apolinario. Su deceso se produjo por múltiples enfermedades, fundamentalmente bajo los efectos de una antigua tuberculosis, con aguda pérdida de masa corporal (desnutrición). También incidió en este desenlace la enfermedad de chagas maza. En el año 1990 falleció el padre de Apolinario; en vida padeció las mismas enfermedades, de manera que el desenlace fue igual a quién en vida fuera su compañera.

Alicia Domínguez es la hermana mayor de Apolinario; vive en un rancho cercano. Actualmente tiene 53 años de edad. Fue internada en el curso del año 2006 en el Hospital "Güemes", donde aparentemente fue tratada por tuberculosis.

Exclusión: un mismo destino

Dentro de sus posibilidades, Alicia cuida a Apolinario. El menú diario que le brinda se reduce a una sopa; allí se acaba la asistencia alimentaria. Insiste en que su hermano concurra al puesto sanitario de El Espinillo; el problema es que no puede trasladarlo a pie. Comenta que no abriga muchas esperanzas pues la médica del servicio sanitario fue lapidaria; le habría dicho “que su hermano espere porque no tenemos medicamentos para él porque Apolinario, además de su desnutrición y sus problemas pulmo-nares, tiene chagas”.

Es evidente que la familia y el propio Apolinario no tuvieron -en los lugares y en los momentos apro-piados- los controles, los diagnósticos precoces, los tratamientos y ofertas de alimentación apropiados y atención primaria en salud. Fueron y son excluidos plenos y sistémicos. No están contemplados. Sobran. Es claro que los integrantes de esta familia vivieron, fallecieron, sobrevivirán y morirán en el mismo escenario de pobreza extrema, hambre, desnutrición y enfermedades; el sino trágico de las comunidades indígenas. El común destino es la exclusión más absoluta, no pudiendo descartarse extinción racial.

Dos ranchos y más chagas


Apolinario construyó con sus manos cada uno de sus dos ranchos, de 2 x 2. Dice que ya no puede estar en ninguno de ellos; que no los puede habitar porque el adobe de las paredes y la paja de los techos presentan infestación y saturación de vinchucas. Esto fue corroborado durante nuestra visita. Luego, el informe entomológico efectuado por el Laboratorio Central de Salud Pública de Resistencia, corroboró el 14 de mayo que las vinchucas traídas desde el rancho de Apolinario eran del género triatoma infec-tans, en las que se observaron abundante tripanosoma cruzi.


Apolinario no pudo terminar de construir el tercer rancho porque no tiene más fuerzas. Es un auténtico prisionero de las vinchucas en su propia casa. De fumigar ni se habla, siquiera a título de ilusión o espe-ranza. En antigua y reforzada apariencia, las cartas están marcadas y echadas.

Estrategia única

Apolinario fue construyendo, en la medida de sus precarias posibilidades, un rancho tras otro porque a las vinchucas les lleva tiempo invadir el techo de paja y las paredes de adobe. Esta es la única estrategia de algunas familias o clanes de indígenas en la zona, fundamentalmente durante el verano que es cuando mayor actividad se produce en el universo de las vinchucas y de sus dolientes víctimas. Inclusive, aqué-llos que lograron obtener una vivienda del programa nacional "Buen Vivir" [sic], construyen ranchos de adobe y paja porque la vivienda popular es muy pequeña y no contempla la conformación de los nú-cleos familiares indígenas, tradicionalmente numerosos, de manera que las vinchucas -aún en estos casos- tienen garantizada la continuidad de su hábitat predilecto.

A comer

También las ropas y bienes personales están invadidos por huevos y proles de vinchucas de pequeño y de gran tamaño. Se muestran extremadamente vivaces; cuando punzan y succionan la sangre de seres humanos y animales de la zona, desparraman la enfermedad de chagas a través de sus heces. Puestas las escasas, humildes y deterioradas ropas de Apolinario en el patio de tierra, las vinchucas inmediatamente fueron devoradas por las pocas aves de corral que allí estaban. Se disputaban las vinchucas, escarbando prenda por prenda, con avidez estremecedora; es que Apolinario no tiene maíz ni gorgojos para alimentar sus pocas gallinas y pollitos, pero tiene muchas vinchucas.
Los indígenas comparten la desnutrición con sus animales domésticos o de cría. Se parecen. Les falta comida, a todos y a cada uno, sin importar la escala biológica. El hambre es un fenómeno común a todos los seres sobrevivientes de estas comunidades.

Las vinchucas y los sueños

Apolinario descansa en el piso de tierra de su rancho porque no tiene cama ni colchón. Transcurre su tiempo en una involuntaria y casi imperceptible posición yoga, como si quisiera encontrar perfección espiritual que le permita neutralizar los efectos del hambre, de las picaduras de vinchuca y de las enfer-medades. Sus noches pasan en prolijos y continuos balanceos sobre un plástico negro, con eje en sí mismo, en su propia soledad. Está convencido de que si se balancea, las vinchucas no le picarán. Goza o sufre de insomnio. Cuando le gana el cansancio y el sueño, se deja caer y queda indefenso. Mientras tanto, es consciente de que no tiene carne propia. Pero quiere comer carne y tomar leche. Se pone ansioso ante las preguntas vinculadas con este tema. Se angustia y desea. Sin embargo, todavía le sobra dignidad. Decidió quedarse en El Espinillo, a la espera de su propia muer-te. Desea reencontrarse con sus ancestros para -desde allí- ayudar y cuidar a su hijo, a sus sobrinos y a su hermana.

El Hospital General Güemes (J.J.Castelli)

El Güemes es el único hospital de referencia regional del vasto y amplio territorio que se conoce como El Impenetrable. Se supone que los hospitales rurales, puestos sanitarios, centros de salud y salas de primeros auxilios derivan enfermos hacia ese centro sanitario. Sin embargo, se conoce que este hospital no cumple con las reglas mínimas de bioseguridad; si fuera un ente privado, debería ser clausurado por Dirección de Fiscalización Sanitaria. Fue construido hace muchos años; a la fecha refleja una fuerte y profunda desinversión, seguida de deterioro estructural. El predio que ocupa es un verdadero "pozo negro". El horno pirolítico no funciona o lo hace intermitentemente; por largos periodos los residuos patológicos no son correctamente tratados hasta su total eliminación. Por muchos años no funcionó la autoclave. Los insectos y roedores conviven con los trabajadores y los enfermos. Es claro que el edificio es absolutamente inapropiado para mantener su categoría de hospital de referencia regional.

Es que las faltas de insumos y de elementos básicos para prestar el servicio de salud son una forma repetidamente utilizada para reducir costos y aplicar políticas de caja; mientras tanto, continúa el festival de compras desordenadas de insumos y aparatos desde el propio escritorio del ministro de salud, las que se realizan a velocidad inusitada, como si fuera el último día.

El suministro de comida a los pacientes internados ha sido uno de los grandes temas que continúan sin resolverse adecuadamente; casi siempre se atribuye a la falta de presupuesto para financiar el abasteci-miento de productos alimenticios y otros insumos. A todo esto, siempre se agregó la recurrente y siste-mática crisis de gestión que ha caracterizado a las sucesivas direcciones, lo que fue deteriorando aún más el ya precario servicio que se viene prestando. Mientras tanto, se toma al hospital como un comité y la zona sanitaria como la base de quién tiene que controlar que todo funcione "políticamente bien", a pesar de que se desconozca todo lo que sea materia de financiamiento, organización y funcionamiento de hospitales públicos y atención primaria en salud. El paciente es lo de menos, y si es aborigen mejor, o sea menos que menos. Si tiene tuberculosis o chagas, seguramente es de la zona por lo que se supone que está acostumbrado y va a continuar sin reclamar. Así las cosas en esta provincia que cada vez se parece más a un mal sueño.

Las respuestas del Estado


El ministro Mayol publicó por los medios de comunicación que había convocado a médicos de El Impenetrable y que enviaría equipos sanitarios a Bermejito y a Pampa del Indio. Solamente corroboramos la presencia de algunos médicos en parajes de Villa Río Bermejito, fundamentalmente abocados a reali-zar operativos estridentes, inicialmente mal dispuestos con los indígenas y con poca vocación de asistir-los en sus enfermedades y desnutrición. Comenzaron por mal camino. Estaban como enojados y al des-cubierto, lo que se agrega a la escasa eficiencia del servicio de salud pública, lo cual no se puede discu-tir a la luz del desastroso estado socio sanitario de las comunidades aborígenes y de los criollos pobres que habitan la región. Todos los marcadores demuestran el estrepitoso fracaso del sistema de salud y entabla las responsabilidades que corresponde a cada nivel.

Si a lo dicho faltaba agregarle algo, señalamos que comenzó a intervenir el grupo integrado por la poli-cía y la fiscalía penal en turno de J.J. Castelli. El jefe de la comisaría de Espinillo a partir el 23 de mayo comenzó a citar a los aborígenes enfermos a los que habíamos visitado. Apolinario Domínguez no pudo concurrir a la citación porque prácticamente no camina. Luego recibió la visita de la policía, cuando en realidad debían hacerse presente los médicos.

Estos hechos serían anecdóticos en cualquier escenario; pero, en El Espinillo reafirman los ilimitados alcances de la tragedia y de la comedia, en simultáneo. Está asegurado entonces que continúa intacto el genocidio étnico, aunque en el curso de los últimos días el Ministerio de Salud a comenzado a tomar conciencia del desastre humanitario, lo que condujo a que se esbozara un cambio de actitud y encararan algunas medidas básicas para tratar de paliar la situación.

RESISTENCIA, 07 DE JUNIO DE 2007.-

Imágenes de Leandro Ceroni

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