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Los guaraníes de Fortín Mbororé atraviesan una grave crisis social
Por Territorio Digital / Misiones - Sunday, Sep. 30, 2007 at 3:42 PM

En la comunidad viven 174 familias y un total de 758 personas, de las cuales 250 son jóvenes de hasta 20 años. En la aldea cuentan con la presencia de 5 guias espirituales

Tras los suicidios y de otros intentos fallidos, el cacique Moreyra admitió su adicción a bebidas alcohólicas y se internará mañana

La única salida. Bernardo gana apenas 30 pesos por semana con la artesanía. [Foto: Noelia Villa]

Puerto Iguazú. El suicidio de dos jóvenes guaraníes la semana pasada reveló la crisis por la que atraviesa la comunidad de Fortín Mbororé, en donde el consumo excesivo de bebidas con alcohol y de marihuana, agudiza la falta de atención por parte de la Dirección de Asuntos Guaraníes de la provincia.

En un principio el cacique de Mbororé, Silvino Moreyra, atribuyó los suicidios a un “fracaso espiritual”, motivo por el cual realizó un análisis de sus 17 años al frente de la aldea y terminó por confesar que tiene graves problemas con sus adicciones a las bebidas alcohólicas y a los juegos de azar.

Entre los jóvenes existe angustia de identidad, también consumen bebidas alcohólicas en exceso y reclamaron las limitaciones que encuentran en la posibilidad de estudiar y trabajar para sobrevivir en el sistema de los “blancos”.

Todas las noches realizan sus rituales de rezo acompañados por los chamanes que llegaron desde el Paraguay y Brasil. En esta semana esperan la visita de otros chamanes de las comunidades de 25 de Mayo, Pozo Azul y Fracrán. Por ahora, están cumpliendo con los 60 días de veda que fueron ampliados por decisión de los mayores. La aldea Fortín Mbororé esta compuesta por 174 familias, haciendo un total de 758 personas, de las cuales cerca de 250 son jóvenes de hasta 20 años. La comunidad conserva a cinco guías espirituales. Los guaraníes recibieron ayuda de profesionales que orientan a los adolescentes en la crisis que atraviesan pero hasta el momento no los visitó ninguna autoridad del Consejo de Ancianos y Caciques de la Nación Mbya Guaraní.

“Estamos conversando con cada chico para conocer sus inquietudes y lo que más reclaman es de no tener un futuro, porque no tienen documento y sienten que no pueden estudiar en otras escuelas y no pueden recibir becas. Trabajo casi no hay y se dedican sólo a las artesanías", comentó Moreyra. Bernardo Ojeda tiene 22 años y el domingo pasado intentó quitarse la vida atándose una soga al cuello. Eran las 9 cuando fue visto por su hermano quien lo hizo desistir de la fatal decisión. “No me acuerdo bien lo que pasó porque tomé demasiadas bebidas. No se qué me pasó, pero yo no andaba bien, pensaba en muchas cosas…". Bernardo no encuentra las palabras para poder explicar lo que hizo pero confesó su angustia por no tener trabajo. "Yo quiero trabajar pero no sé dónde, no me dan trabajo", dijo e insistió en que "quería tener un trabajo porque no tengo nada".

Bernardo hace artesanías que las compra un revendedor y con ello gana 30 pesos por semana para mantener a su familia compuesta por dos hijos y su mujer. El joven se lamenta porque no reciben dinero de las ganancias por los paseos turísticos por la aldea y que ya no funciona el comedor dentro de la comunidad. Bernardo habló sobre Víctor Moreyra y Julio Martínez, los dos adolescentes que se suicidaron en el transcurso de la semana anterior en cercanías a la celebración del año nuevo mbya. “Pienso que se mataron por causa de la bebida y porque consumían marihuana".

En su caso personal confesó que “antes, cuando era pendejito, utilicé un poquito (refiriéndose a la marihuana) pero la dejé porque mi mamá me pilló y desde ahí yo no me sentía nada bien en mi cabeza... yo solo me lastimaba en la toma de agua tirándome a las piedras... pero no fui ni al hospital porque no quería contarle a nadie".

“Creo que me voy a superar”

El cacique de la aldea, Silvino Moreyra, se internará mañana en una clínica privada para un tratamiento de desintoxicación que le demandará cerca de una semana. Aseguró que hace 9 días no toma y que mientras dure su rehabilitación dejará la aldea a cargo de Javier Espínola.

“Creo que es una gran responsabilidad la mía porque la comunidad me pide que yo siga adelante y eso me hizo reflexionar y ver los errores que tengo con el alcohol", confesó Moreyra. “Tomo unos tragos y después quiero salir a jugar (juegos de azar) y todo eso es culpa del alcohol. Voy hacer el tratamiento, tengo mucha voluntad porque tengo muchas ganas de dejarlo y creo que voy a superar eso", reveló. “Veo una esperanza en los ojos de los padres, yo sé que los jóvenes tienen otra mentalidad, pero acá tenemos que estar fortalecidos espiritualmente y si fracasamos y nos dejamos llevar por el alcohol, se va a perder la raza guaraní", se lamentó Silvino Moreyra.

Violencia a la salida del sol

La violencia parece haberse adueñado de la aldea guaraní Fortín Mbororé, que desde hace una semana está inmersa en una profunda crisis por los casos de suicidios casi en cadena, que dejó a dos jóvenes sin vida y a otros tantos en situación de alto riesgo.

Ayer por la mañana, el Comando Radioeléctrico de Puerto Iguazú fue alertado que en la comunicad aborigen Fortín Mbororé se consumó otro hecho violento. De acuerdo a lo obtenido por los pesquisas, el paisano Alberto Fernández (24), lesionó a su pareja Antonia Benítez (23) con un trozo de madera y un machete, aparentemente luego de haber encontrado a otro integrante de la comunidad en el interior de su vivienda, aunque no trascendió si estaba cometiendo algún tipo de delito. De manera inmediata, el personal del Comando procedió al traslado de la mujer al hospital Samic, donde fue examinada por el médico policial Eduardo Cavagnaro, quien estableció que la guaraní presentaba "politraumatismos de cráneo, con herida cortante en cuero cabelludo, región parietal izquierda y derecha, hematomas en región maxilar, fractura de antebrazo derecho con desplazamiento de hueso cúbito derecho".

La Policía informó que se procedió a la detención de Fernández y al secuestro de las armas y elementos utilizados para la comisión de este hecho, al tiempo que el misterioso visitante, desapareció de escena y ayer era buscado intensamente para que pudiera aportar más datos al hecho violento.


Opinión
Ana María Gorosito Antropóloga

La opción por una “mala muerte”

Toda muerte esconde un enigma, o mejor hay siempre un enigma en el rostro del que muere que se rehusa a la inquisición de los vivos, aún los que más lo han amado. Y si esto es en parte lo que nos acongoja íntimamente en presencia del silencio del muerto, es todavía más doloroso y dramático cuando ese cuerpo silente es joven y ha recurrido a la muerte por mano propia.

La sucesión de suicidios de jóvenes guaraníes en Fortín Mbororé se inscribe en esta última forma del trance doloroso. Los estudiosos del suicidio reconocen una suerte de "ola" de adhesión en los suicidios de jóvenes y adolescentes en todo el mundo.

Entre los Guaraníes, el final de los años 80 fue particularmente dramático: una ola de suicidios jóvenes entre la población Paÿ Tavyterä y Avá Chiripá alertó a la sociedad sobre los problemas que podrían estar desencadenando tan dramática decisión. La inercia habitual con la que solemos pensar los temas indígenas, como si variaran de esencia al situarse a uno u otro lado de la frontera jurisdiccional de los estados, impidió pensar este fenómeno como algo que también nos involucraba. Como en ese caso no eran "nuestros aborígenes", no nos importó.

Sin embargo, convendría hoy que consideráramos este fenómeno tan cercano a la luz de las consideraciones que aquellos suicidios, también de jóvenes, también en sucesividad, desencadenaron. En el año 2000 el suicidio de jóvenes entre 15 y 34 años fue una de las tres principales causas de muerte a nivel mundial, especialmente concentrada en el género masculino. En el caso de Brasil, en los que las estadísticas sobre población indígena fueron progresivamente confiables, se constataba que de los tres grandes grupos Guaraníes, esta forma de solución era buscada por los jóvenes Paï Tavyterä y en menor medida entre los Avá Chiripá, siendo casi inexistente entre los Mbya. Fue esta concentración masiva del fenómeno en un grupo étnico, la que desalentó las hipótesis iniciales más frecuentadas: estos guaraníes se encontraban en una situación especialmente difícil en su relación con la tierra y los emprendimientos regionales que los rodeaban. Confinados en extensiones relativamente pequeñas , víctimas de una explosión demográfica motivada por la migración masiva, voluntaria o forzosa, a esos lugares, en conflicto legal con los intereses empresariales o mal representados por los funcionarios de estado encargados de representarlos judicialmente.

Paralelamente a esta hipótesis, se consideró la influencia de la ingesta excesiva de alcohol: abrumados por las desventuras cotidianas, con dinero en el bolsillo gracias a sus trabajos temporarios en las empresas cercanas, los jóvenes se entregaban sin control al alcoholismo que en algunos casos derivaba en el suicidio. Pero era una realidad que no alcanzaba a guaraníes de otras áreas.

Las hipótesis más recientes optan por encaminarse en otra dirección, sin desestimar el factor de hacinamiento espacial que ya hemos mencionado. Lo que entra ahora en las consideraciones es el entramado de relaciones de poder y autoridad que generan los contactos con la sociedad regional.

Por un lado, la extremada cercanía de subgrupos en esta concentración demográfica generada por la política de tierras. El control pedagógico de los mayores sobre los miembros más jóvenes está resquebrajado por la súper imposición de jefaturas en las que los conflictos son resueltos por los agentes de las organizaciones indigenistas del Estado, y no por la articulación de sus propias formas de resolución . A esta crisis de autoridad se suma la aparición de las iglesias, particularmente las evangélicas, promoviendo nuevas formas de liderazgo a través de canales propios que les permiten a los jóvenes "sortear" las antiguas jerarquías y asumir posiciones de poder. Finalmente, el trabajo externo y el acceso a ingresos que no se vuelcan sobre las propias familias, sino en la adquisición de elementos prestigiosos desde el punto de vista de la sociedad regional, pero también de la etnia en situación de extremo contacto.

Sintéticamente, los jóvenes disputan los esquemas de autoridad tradicionales (familiares o grupales) y elaboran formas de identidad personal que no encuentran espacio social para manifestarse: no los encuentran al interior de sus propios grupos familiares ni tampoco en la sociedad regional que simultáneamente los atrae y rechaza. ¿Cuántas de estas observaciones pueden aplicarse a Fortín Mbororé? Mbororé es una aldea que ha sufrido en poco tiempo una explosión demográfica junto con una expansión de la ciudad de Iguazú, de la que hoy constituye apenas su periferia. Los negocios turísticos han generado a la vez flujo de dinero y pobreza y miseria. ¿Nadie recuerda ya las muertes por desnutrición en esta aldea? ¿no se celebró allí hace pocos días una Fiesta del año nuevo" remedando lastimosamente el antiguo ritual de santificación de los frutos y de los renuevos, acomodándolo al Día de La Primavera y del Estudiante, un escandaloso ejemplo de "tradición inventada" con propósitos comerciales? ¿Qué pasa con sus jefaturas propias, las políticas y las religiosas, y qué con los flujos de poder montados sobre ellas y sobre la comunidad toda? Los muertos se han llevado las respuestas consigo: nos corresponde a los vivos repensar arduamente en nuestra responsabilidad en estos tristes hechos.

Domingo 30 de Septiembre de 2007

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