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Viaje a la Ciudad Sagrada de los Quilmes
Por A.S. - Friday, Feb. 08, 2008 at 11:33 PM
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A más de dos meses de haber iniciado una acción para recuperar el sitio arqueológico prehispánico más importante del país, y símbolo de la lucha y resistencia de los diaguita a las invasiones españolas, los quilmes (ó kilmes) se acomodan a una nueva realidad que definitivamente cambió sus vidas de pastores, artesanos, costureros u hortelanos, hacedores de queso, tejedores de lana, dueños de tropillas de caballos, de ovejas, de cabras.

Mal llamadas Ruinas de Quilmes, el lugar fue "creado" en la época de la dictadura como un atractivo turístico que debía fortalecer a la provincia de Tucumán con una suerte de "Machu Picchu tucumano", como explica el antropólogo Jorge Sosa en su trabajo "Las Ruinas de Quilmes, la historia de un despropósito".



En todos los casos, la decisión de las 14 comunidades quilmes, encabezadas por el cacique Francisco Chaile, alienta el desarrollo político de los indígenas en torno al ejercicio pleno de derechos contemplados en la legislación argentina. Ya no más convidados de piedra en sus propios territorios.

Varios equipos de guías del pueblo quilme, mayormente jóvenes, conducen por la ciudadela enclavada en un cerro a las decenas de turistas, nacionales y extranjeros que, seducidos por la idea de pisar el suelo donde durante 130 años los indios resistieron al invasor español, llegan al lugar, ubicado sobre la mundialmente famosa Ruta 40. En los espectaculares valles calchaquíes que se reparten en tres provincias, Tucumán, Salta y Catamarca.



La Ciudad Sagrada está muy cerca de las tres provincias y se levanta en un lugar seco, sin agua, agreste, que cada tanto ofrece a los que pasan la visión de conos de aire rápido disolviéndose.

Pero en este hecho histórico que llevan adelante los quilmes, que de puro generosos le dieron el nombre a un tradicional poblado del Gran Buenos Aires, los jóvenes están muy presentes. Ellos y sus mayores, que muestran un reverencial respeto a los ancianos. Los jóvenes, como el caso de Hortensia, de 15 años, vivaz, dispuesta, clara en sus conceptos, capaz de describir la producción de todo el valle y alrededores y contar a los visitantes la historia de su pueblo - que continúa en acciones como la que protagoniza junto a las 14 comunidades que componen la parcialidad, dentro de la nación diaguita-quilme.



En estos días ellos, los quilmes, en asamblea permanente en la Casa de la Comunidad, ubicada sobre la Ruta 40 kilómetro 999, refinan el modo en que ejercen el derecho sobre el sitio arqueológico, cuyo control exigieron al gobierno de Tucumán durante cinco años a través de notas, protestas y demandas judiciales.

Según el cacique, a pesar de un decreto del ejecutivo provincial, un privado, Héctor Cruz, se negaba a devolver el lugar a sus legítimos dueños. Tras un sitio al lugar iniciado el 28 de noviembre los indígenas pasaron a los hechos y ahora gestionan el lugar con el ingreso de los turistas, que pagan según su voluntad. Mientras a un costado el hotel levantado sobre restos arqueológicos (??!!) permanece cerrado y con custodia policial.



El lugar es un formidable centro de atención turística ahora en manos de los indígenas que explican a los visitantes la lucha en la que están. La gran mayoría de los que llegan se manifiestan a favor de la acción directa, algunos hasta se quedan a las reuniones de los comuneros en la Casa de la Comunidad. Allí escuchan las ideas que proponen muchos viajeros, todos dejan sus datos y se van con la promesa de difundir el conflicto entre sus allegados. Algunos se permiten arengar a los paisanos, que pacientemente prestan su tiempo a los extranjeros (por ser de otras tierras) y ocasionalmente llegan periodistas que se interesan en el caso, pero sin mayor conocimiento de la legislación y el marco jurídico que ampara a los indígenas. Es muy difícil contextualizar el caso. "¿Hay indígenas?", llegó a preguntar una turista de esas que sobran en todas partes.

Cada encuentro, la asamblea es permanente para los indígenas, se inicia con una ceremonia en la que se ruega a la Pachamama, a la Madre Tierra, a las fuerzas de la naturaleza, por la necesaria entereza para afrontar estos tiempos de lucha frontal.


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