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SECUESTROS, DEBATES Y MIRADAS SOBRE LOS PUEBLOS FUEGUINOS
Por El Extremo Sur - Friday, Jul. 11, 2008 at 3:46 PM

Entrevista a Anne Chapman, etnóloga.


por Hernán Scandizzo.


Escuchó los relatos de la arqueóloga Annette Laming-Emperaire sobre los indígenas fueguinos y no dudó en viajar al extremo sur de América. Aquella charla transcurrió en París en 1964 y meses después Anne Chapman, etnóloga franco-estadounidense discípula de Claude Levi-Strauss, estaba en los confines del continente. A orillas del lago Fagnano fue recibida por Lola Kiepja, una mujer selk’nam que le abrió las puertas a la cultura de su pueblo. En esos encuentros grabó cantos tradicionales que años después fueron editados en vinilo bajo el título Selk'nam Chants of Tierra del Fuego, Argentina. Sus constantes vueltas y conversaciones con otros ‘informantes’ nutrieron artículos y libros como Drama y poder en la sociedad cazadora de los Selk’nam de Tierra del Fuego, Selk’nam, la vida de los onas, El fin de un mundo y Hain: ceremonia de iniciación Selk’nam. También esos recorridos la condujeron al film El Pueblo Ona: vida y muerte en Tierra del Fuego, en el que trabajó con los cineastas argentinos Ana Montes de González y Jorge Prelorán.

Dueña de una vitalidad envidiable, la mujer nacida en 1922, recientemente dictó conferencias en las universidades de nacionales de Buenos Aires y La Plata sobre el secuestro de alacaluf/kawéskar (1881) y ona/selk’nam (1889) en las costas chilenas; personas que fueron exhibidas en Europa, donde la mayoría murió. A más de cuatro décadas de aquella charla y a miles de kilómetros de París, recibió a El Extremo Sur en un soleado departamento del porteño barrio de Belgrano. Aquellos secuestros, la mirada de la ciencia a fines del siglo XIX y su mirada de los pueblos originarios Tierra del Fuego, también polémica, poblaron una entrevista que superó el tiempo previamente acordado.

¿Por qué investigar el secuestro de los indígenas fueguinos a fines del siglo XIX?

Me pareció que contar brevemente los dos secuestros de fines del siglo XIX tendría interés para el público que no conoce mucho de los originarios de Tierra del Fuego. Fueron secuestros diferentes, el primero fue para mostrarles en diferentes sitios donde los antropólogos tenían acceso a ellos, como en el Jardín Zoológico de Aclimatación de París y la Universidad de Berlín. En tanto que el segundo fue netamente comercial, para mostrarles como caníbales y atraer un público dispuesto a pagar una entrada y ganar dinero de esa manera. Eran diferentes [los objetivos] pero el efecto era el mismo, en la medida que aún en el primero tenían la idea de que eran caníbales, y aunque no fueran exhibiciones netamente públicas, al público, sobre todo en París, lo atraía pensar que eran los primitivos caníbales.

¿Por qué era un éxito la exhibición de personas?

Era el gran comercio de la época, quizás hayan oído hablar de las exhibiciones de indígenas de los Estados Unidos en Europa. Aunque no fueran primitivos o caníbales eran gente que venía –quizá en parte por su voluntad- en exhibición comercial, como una especie de circo humano, sin que fueran exhibidos como animales, como fue el caso de los selk’nam.

Venía gente del sudeste de Asia, otros de África, con todo su vestuario muy llamativo y hacían sus bailes. Ellos no venían por su propia iniciativa, pero venían en este circo comercial. Un señor alemán, Carl Hagenbeck, organizó los zoológicos en Hamburgo allá por 1860 y un poco más tarde se le ocurrió, además de exhibir animales, exhibir gente. Él fue el que organizó la primera exhibición de alacaluf en 1881 junto con el cazador de focas que los secuestró en Tierra del Fuego. Era toda una red de exhibiciones de ‘gente exótica’.

Esas exhibiciones se sustentaban en considerar al otro inferior.

No necesariamente, a los de Tierra del Fuego, claro, porque eran los ‘primitivos’, ‘caníbales’. Había que mirarlos como gente extraña y quizás ‘inferior’, pero otros que venían bien vestidos, con su baile ‘exótico’, no era necesariamente ‘inferior’, era diferente y llamaba la atención por su gracia, por su manera de bailar, su ‘exotismo’. No se puede decir que todo este comercio era netamente en perjuicio de la gente, pero, ciertamente, los que llevaban gente, como los de Tierra del Fuego, sí lo eran, porque eran contra la voluntad de ellos. Ellos no sabían dónde los llevaban y si hubieran sabido se hubieran opuesto, porque de los 11 de los alacaluf y de los 11 selk’nam, solamente 4 sobrevivieron en cada caso, los demás murieron de enfermedades, porque no tuvieron los suficientes cuidados, fue una catástrofe para ellos.

Hay que ver eso como un circuito comercial que duró bastante tiempo, hasta 1930 a París llevaban ‘gente exótica’ de regiones lejanas para divertir e interesar al público.

El segundo contingente fue exhibido en la celebración del centenario de la Revolución Francesa. ¿No contradecía sus principios de libertad, igualdad y fraternidad?

Claro, es evidente. Es difícil entender eso en ese sentido. Yo no he buscado todavía en los archivos de París los periódicos y publicaciones de la época cómo fue recibido por el público, que había comentarios sobre eso, seguramente. No cabe duda que eso estaba enteramente en contradicción con los grandes principios de la Revolución Francesa, supongo que algunos franceses se dieron cuenta de eso. Pero algunos vieron a esta gente tan alejada de su propia manera de vivir que ni siquiera se habrán dado cuenta que los principios de la Revolución estaban siendo completamente ultrajados. Eso queda por hacer, espero hacerlo cuando vuelva a París.

En la época en que se consuman los secuestros también se lleva adelante el exterminio de los pueblos fueguinos. ¿Hay relación entre un hecho y otro?

La gran mayoría de los selk’nam sucumbieron mayormente entre 1880 y fin de siglo. No lo he estudiado a fondo todavía pero la impresión es que la mayor parte de esos selk’nam murieron por enfermedades traídas de Europa contra las que no tenían anticuerpos. Y mucha gente, centenares, quizás más, murieron perseguidos por indicaciones de los dueños de las estancias. Hay que ver también el rol de los misioneros salesianos, ellos hicieron lo que podían, según su criterio, salvar, dejar o impedir que esas matanzas siguieran. En 1890, quizá un poco más tarde, los estancieros estuvieron de acuerdo con ayudar a los salesianos con los gastos de las misiones. Había dos misiones muy cerca de la actual ciudad de Río Grande y otras dos en la parte chilena, en la isla Dawson. Allá murieron muchos de enfermedades también, así que no se puede decir que fue un genocidio que acabó con el pueblo selk’nam.

¿Las exhibiciones no servían para promocionar las campañas de colonización y justificar el exterminio de estos pueblos?

No creo que hubiera esa intención, aunque puede haber habido cierto efecto en ese sentido. El motivo de las exhibiciones era casi puramente comercial: en cuanto más primitivo, más carnívoros, más público. A los selk’nam los tenían con hambre y le echaban pedazos de carne cruda de caballo.

¿Supo que en el último censo poblacional, que incluyó la ‘variante indígena’, más de 500 personas se reconocieron selk’nam en Tierra del Fuego?

Bueno, eso es cuestión de descendencia, no es cuestión cultural. Uno tiene 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 bisbis, 32 bisbis y así. Uno tiene muchos ancestros, si ellos han encontrado que han tenido [algún ancestro] o que es evidente que son descendientes, está muy bien, pero para mí, como etnóloga-antropóloga, no es muy interesante. A mi me interesa la cultura propiamente selk’nam.

¿Pero usted se refiere a la ‘cultura’ en un estado ‘prístino’, a una cultura estática?

No, nunca es prístino, porque siempre cambia, y yo sigo el fin de esa cultura. Yo no digo que conocí a todos [los últimos selk’nam], todavía puede haber algunos que tienen recuerdos, algo interesante de lo que fue aquello, pero la cultura ya no existe. Se puede tratar de revivirla de alguna manera. El idioma tampoco existe, aunque también se puede tratar de revivirlo. Lo mismo del lado de Chile, que yo sepa hay una sola persona que habla yagan, se puede tratar de revivir el idioma también, pero eso no me toca a mi, le toca a otra gente que se pueda interesar. Ellos mismos, desde luego, el gobierno.

Se puede tratar de revivirlo pero la autenticidad de la cultura ya no existe. Afortunadamente tenemos escritos y yo he tratado de contribuir a eso para que no se pierda en la memoria, pero actualmente se ha perdido. Se puede tratar de reinventar, pero nunca va a ser una cultura, porque no se inventa una cultura.


-- Manouvrier: La mirada más allá de la época [recuadro]

La presencia de los alacaluf en París despertó una discusión en los antropólogos que fueron a medirlos y a hacer observaciones de orden cultural y psicológico, si se puede decir. En octubre de ’81 miembros de la Sociéte d'Anthropologie de Paris se reunieron varias veces para discutir sobre los alacaluf. Uno de los antropólogos, [Leónce] Manouvrier [1850-1927], resumió así el debate: “Nuestros fueguinos constituían una verdadera paradoja antropológica y no habíamos sido capaces de llegar a un acuerdo acerca de la naturaleza de su inferioridad que habíamos admitido en un principio”.

El problema quedó en el aire durante 10 años, hasta que monsieur Manouvrier desafió el concepto de inferioridad: “Técnicamente no hay razón para considerar que la vida salvaje de los cazadores-pescadores fueguinos requiere una función cerebral menos compleja que la de la mayor parte de los europeos”. Manouvrier insistió: “Un francés, un inglés, de inteligencia promedio, está suficientemente persuadido de jactarse del progreso de la ciencia y la industria aunque él mismo no sea ni científico ni inventor. Vestido con ropas que él mismo no ha fabricado y poseyendo armas que no puede construir, desprecia a un temeroso fueguino con su canoa, aferrado a su cuchillo de piedra, ignora el hecho de que los fueguinos usan armas, herramientas y ropas que ellos mismos fabrican y comen la presa que ellos mismos han matado”. Manouvrier preguntó: “¿De dónde viene esta ilusión de superioridad? De los logros ajenos, de la ciencia, de la industria, que una persona común y civilizada utiliza y de los que se enorgullece como si él mismo hubiera inventado y creado”.

Esos comentarios de Manouvrier ilustran su percepción, que era mucho más avanzada que la de la mayoría de sus contemporáneos.


(Fragmento de la conferencia dada le 3 de junio en el Centro Cultural Paco Urondo de la Universidad de Buenos Aires.)

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