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BOLIVIA: Inviabilidad de un camino que ha retomado las raíces indígenas
Por JORGE RULLI GRR - Tuesday, Sep. 16, 2008 at 11:26 AM

SOBRE LA CRISIS DE BOLIVIA EDITORIAL DE JORGE EDUARDO RULLI (Gupo de Reflexion Rural) DEL DOMINGO 14 DE SETIEMBRE DE 2008 EN HORIZONTE SUR RADIO NACIONAL AM

La crisis de Bolivia, demuestra, según mi parecer y entre otras cosas, la inviabilidad de un camino que, retomando las antiguas raíces indígenas, no sea capaz, a la vez, de proyectarse como un movimiento nacional capaz de reconciliar lo particular en lo plural, reasumiendo la ambigüedad del mestizaje, y haciendo del Estado el instrumento principal del proceso emancipatorio. Imaginar a nuestros pueblos como una sumatoria de fragmentos étnicos, no solo es un engaño, también puede resultar un camino cierto hacia el fracaso, en la medida en que ese camino convoca desde las profundidades del alma latinoamericana, monstruosidades aun no resueltas, y que provienen de la conquista y de las colonizaciones posteriores. El problema a resolver sigue siendo cultural, y tiene relación con el modo en que nos posicionarnos, en medio del proceso de cambios sociales, frente al espejo fragmentado de nuestra identidad.

La crisis actual de Bolivia, que es también nuestra propia crisis, nos obliga a enfrentar las propias impotencias y desvaríos, y esta reflexión parte de un sentimiento de absoluta solidaridad y más todavía, de absoluta hermandad, con los campesinos masacrados tanto en Santa Cruz, como ahora en Pando, por esa derecha cerril al servicio de las corporaciones sojeras y petroleras. Hemos denunciado la intromisión del modelo de la sojización argentina en Santa Cruz de la Sierra, desde finales de los años noventa, y en un momento dado, realizamos como GRR, el gran esfuerzo para nosotros, de traer a un grupo de minifundistas bolivianos de la provincia de Santa Cruz, en ese momento fascinados con la Soya convencional, tal como ellos la denominaban, a recorrer las provincias de Santa Fe y de Córdoba, para que comprobaran hacia dónde conducía el camino que ellos iniciaban en esos momentos. Nos alegraron sus observaciones que fueron muy agudas y la experiencia que realizaron, y que se llevaron de retorno a su tierra. Habíamos percibido que no bastaban los discursos para explicar qué ocurría en la Argentina, que lo mejor era que lo viesen ellos mismos para comprender de qué hablábamos cuando hablábamos de la sojización y de la dependencia, y los resultados nos dieron la razón. Esos pequeños agricultores de Santa Cruz, migrantes del altiplano andino, hoy partidarios de Evo Morales, supieron ver en apenas unos pocos días, lo que el grueso de nuestros intelectuales no supo ver en años, pese a toda su cultura libresca.

Muchos sectores de izquierda tanto en la Argentina como en el resto de nuestros países latinoamericanos, son proclives a convocar y a construir al enemigo en prácticas que son propias de las profecías autocumplidas, prácticas donde la realidad suele cerrar con lo que nos anunciaron. Lo que debemos aprender, es a descubrir cómo nos hacen trampa o cómo se hacen trampa ellos mismos, lo cual es peor todavía, para que la profecía se cumpla tal como la predijeron. En la antigüedad las profecías eran un instrumento racional de anticipación para que los hombres en conocimiento de algo trascendente que, podía ser pavoroso y que tenía grandes probabilidades de ocurrir, hicieran lo necesario para que aquello que se anunciaba no ocurriera. Ahora en cambio, pareciera que la desacralización de la vida política nos conduce a hacer todo lo contrario, se anticipa lo que luego precisamente, se ayuda a que ocurra. Y si alguno piensa que estoy refiriéndome, a la construcción de una derecha política desde el campo, por parte de mis amigos de carta abierta, no se equivoca, estoy refiriéndome también, a ellos.

La verdad es que muchos sectores de la izquierda y dada la falta de un verdadero proletariado industrial, han visualizado en los pueblos aborígenes y en los campesinos a los nuevos sujetos del cambio social, trasladando de manera mecánica los esquemas heredados por los antiguos manuales del siglo diecinueve. En realidad, están aportando a una enorme confusión ideológica, confusión que tiene relación con la incomprensión del proceso de la globalización y con la ausencia de instrumentos teóricos adecuados, como para abordar estas etapas de la historia y los cambios que la gente reclama. Sobre estos temas hemos machacado una y otra vez, porque estamos convencidos que son los grandes temas de nuestra época. Todo lo contrario de lo que esos teóricos afirman, hemos defendido la necesidad de tomar conciencia sobre el valor de nuestros sectores medios, en buena medida únicos en el mundo y en particular en América Latina, por lo que significan en la determinación de un proyecto de cambio. Las luchas por ganar a los sectores medios para un pensamiento nacional con capacidad de reconocer a la vez que, incluir con respeto y humildad al resto de la población, resultan absolutamente decisivas. La puja suele ser con visiones liberales y progresistas que aprovechan las tendencias al individualismo y alientan desarraigos aun no resueltos, tanto con las tierras como con los pueblos americanos.

El modelo de la dependencia a la soja y a la biotecnología, fue primeramente instalado en áreas del pensamiento científico y técnico, tales como la Universidad de Buenos Aires, justamente para atraer a los hijos de esos sectores medios al proyecto colonial de los agronegocios. Más de diez años después, son ellos, al menos muchos de aquellos estudiantes, los que impulsan con el INTA y el CONICET los polos biotecnológicos, los funcionarios y técnicos que insisten en que los paquetes agroquímicos que acompañan a la soja RR son de baja toxicidad, y son ellos los que en el marco de las dependencias globales imaginan para la Argentina un rol de país difusor del modelo de Monsanto, que les permita como tecnólogos participar de la nueva etapa que se anticipa, la del poder del conocimiento. No obstante, no todos los estudiantes que pasaron por aquellas aulas donde se inició la instalación del modelo de los agronegocios en la Argentina, integran los equipos que trabajan en los laboratorios, detrás del sueño imposible de una Biotecnología Nacional. Son muchos, asimismo, los que tomaron en cambio, otros caminos, y algunos de ellos, seguramente los de mejor corazón y mejores sentimientos, eligieron el de abrazar la causa de los minifundistas, de los pequeños agricultores y campesinos. Lo hicieron convencidos de que la construcción de una sociedad mas justa exigía ese peregrinar a los últimos de la escala agropecuaria, tal vez para ayudarlos con técnicas mas eficientes o con organizaciones comunitarias y cooperativas, que les permitieran sobrevivir juntos y aferrados a la defensa de sus ecosistemas, en medio del vendaval de un modelo productivo devastador.

También, con frecuencia, y en la versión setentista de la proletarización, pusieron distancias con los sectores medios de los que provenían, y hasta abjuraron de sus orígenes, convencidos de que debían abrazar en esta etapa, la causa de los que, suponían nuevos protagonistas del proceso histórico de cambios que se avecinaba. Hoy, y luego de tantos años transcurridos, alguno de aquellos estudiantes son lideres campesinos, y no solo eso, sino que han inscripto a sus comunidades campesinas en el INAI, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, las han inscripto como comunidades aborígenes. La parábola pareciera haberse consumado: desde las aulas donde Grobocopatel y Ordoñez daban clase sobre suelos, agronegocios y poder del conocimiento, a embanderarse con los últimos y a reconocer como propia la América prehispánica y las raíces aborígenes. No es un dato menor esta alquimia de pensamientos y orígenes sociales diversos. El INAI, cuenta con directores nacionales tales como Jorge Nahuel, que se define mapuches y que rechaza ser argentino, no obstante lo cual y paradójicamente, no encuentra reparos en continuar siendo alto funcionarios del Gobierno Nacional.

En el día de ayer en la Facultad de Filosofía de Buenos Aires, debía realizarse un panel en el que se encontrarían y debatirían, nada menos que Gustavo Grobocopatel y los santiagueños del MOCASE de la Vía Campesina. El hecho no se produjo debido al fallecimiento de un familiar cercano al más grande sojero de la Argentina, no obstante, Grobocopatel se preocupó de hacer llegar sus excusas a todos los presentes que aguardaban el encuentro, y manifestarles su interés en mantener este diálogo en próximas oportunidades. Con el fondo insoslayable del drama hermano de Bolivia en el horizonte, y compartiendo que el hecho de la legitimidad es uno de los grandes temas de la Argentina actual, que, quien domina el modelo de los agronegocios, se disponga a debatir, en ausencia del Estado, con los últimos de la escala productiva, con las víctimas de la expansión de la frontera agrícola del modelo de sojización, me parece un umbral más que significativo: una frontera que no deberíamos jamás haber cruzado y que nos abre a un nuevo escenario, aún más complejo y confuso, frente a los comunes desasosiegos de la búsqueda de la propia identidad.

Por nuestra parte, seguimos apostando a un diálogo que incluya a todos los sectores, pero en especial, que contenga como condición primera y excluyente el rol del Estado, la necesidad de un Proyecto Nacional y que no sea tan necio de convertir a los enemigos en adversarios, ni tampoco a los adversarios en enemigos. Pretendemos que ese proyecto nacional contenga a todos los sectores, pero articulados de manera plural detrás de una única identidad, la identidad mestiza de América, y que esas articulaciones sean capaces de derrotar no sólo la balcanización con que nos amenaza el Imperio, sino también la balcanización interior con que nos amenazan ciertas izquierdas, incapaces de comprender los nuevos desafíos.

http://horizontesurblog.blogspot.com/2008/09/editorial-del-domingo-14-de-setiembre.html

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