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Gulumapu: Mapuches y elecciones municipales
Por Pedro CAYUQUEO - Saturday, Nov. 01, 2008 at 12:11 AM
azkintuwe@yahoo.es

Si asumimos que Nación Mapuche somos todos, rurales y urbanos, campesinos y profesionales, adultos y jóvenes, creyentes y aquellos no tanto, conservadores y liberales (el tradicionalismo siempre será conservador, seamos claros), y no solo aquellos que comulgan con determinada idea o manual de acción, bien vale la pena observar como se comporta la mayoría. Y sobre ello, diseñar estrategias de acción.

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Como cada cuatro años, el pasado 26 de Octubre asistimos a una de las ceremonias cívicas que mayor arraigo manifiesta a nivel de nuestro pueblo: una elección popular de alcaldes y concejales. Lo que señalo no es un juicio de valor, más bien una constatación, guste o no a quien escribe, ciudadano condenado por la justicia chilena y por tanto despojado de derechos civiles hasta nuevo aviso. Lo anterior, sin embargo, no alcanza para nublar la vista ni menos la razón. Nuestra gente vota, lo hace de manera bastante entusiasta en algunas comunas donde representan mayoría electoral -como Nueva Imperial, por ejemplo- y cumple sagradamente con el rito ciudadano aquel. Me atrevería a señalar que se trata de un comportamiento cívico y cultural, a riesgo de ser tachado como promotor de aquella “institucionalidad opresora” en la cual, para pesar de muchos activistas, los mapuches participan a diario y sin mayor remordimiento.

Cada cuatro años, plazas públicas repletas de campesinos mapuches, refrescándose del calor con una jarra de mote con huesillos previo o post a depositar su voto en las urnas, nos recuerdan lo porfiada que es la realidad. No se observa en ellos el menor asomo de crítica radical al sistema, de rechazo a la institucionalidad, de cuestionamiento al “colonialismo interno” que nos afecta como nación o cualquiera de los metarelatos que circulan por internet y a los cuales, todos y cada uno, hemos contribuido con su granito de arena. Tampoco, por cierto, son ciudadanos sumisos y obedientes que se compran de buenas a primeras aquello de la “fiesta cívica del voto”. Todos y cada uno vota por razones bastante terrenales. Lo que prima mayormente es un pragmatismo poco estudiado por nuestros intelectuales y en absoluto atendido por el movimiento en su conjunto. Pragmatismo que tiene mucho de cultural, agregaría.

Para quienes conforman las capas más desprotegidas de la sociedad de un país, y en ellos los mapuches batimos todos los records, el municipio es el Estado. Allí nuestra gente encuentra solución a sus problemas más urgentes, de salud, vivienda, educación, trabajo, transporte, inclusive seguridad ciudadana, encarnado esto último en el nunca bien ponderado “señor Carabinero”, único asistente social y terapeuta familiar que atiende a domicilio, en cualquier horario y de manera gratuita. Obviamente no es esta la realidad de Temucuicui ni de Lleu Lleu. Y es que hablo de zonas donde el “conflicto” no pasa de ser un par de minutos en el noticiero. Imágenes en algunos casos tan ajenas a la realidad local como la disputa palestino-israelí. Existen lugares en Wallmapu donde hablar de presos políticos, militarización, abuso policial, remite a tiempos de dictadura y no necesariamente a nuestros días. Y esos lugares son mayoría, para desgracia de unos y beneplácito de otros.

¿A dónde voy con todo esto? A la necesidad de abordar políticamente un comportamiento social, cívico, inclusive cultural, presente de larga data al interior de nuestra sociedad. Si asumimos que Nación Mapuche somos todos, rurales y urbanos, campesinos y profesionales, adultos y jóvenes, creyentes y aquellos no tanto, conservadores y liberales (el tradicionalismo siempre será conservador, seamos claros), y no solo aquellos que comulgan con determinada idea o manual de acción, bien vale la pena observar como se comporta la mayoría. Y sobre ello, diseñar estrategias de acción. Lo contrario es pretender que la realidad de adecue a nuestra visión de las cosas, ejercicio si bien cargado de épica y romanticismo, a ratos bastante improductivo. Lo demuestran los innumerables fracasos de la izquierda chilena, especialmente aquella autodenominada “revolucionaria”, que hoy vislumbra en la lucha mapuche una nueva oportunidad para reinventarse a si misma. Sus proclamas, manifiestos, panfletos y arengas, nos remiten a una realidad que no es tal. Comprenderlo les ahorrará un gigantesco dolor de cabeza. Y no solo a ellos.

Abordar esta realidad se vuelve más urgente cuando las estadísticas, las porfiadas estadísticas, nos indican que del año 2000 a la fecha, no solo la cantidad de votantes mapuches ha aumentado. También los candidatos mapuches a concejales y alcaldes se han casi triplicado, pasando de 74 (en total) el año 2000 a 178 el año 2004. Interesante resulta observar además que de los 21 candidatos mapuches electos el año 2000, la cifra aumentó a 46 el año 2004. Es decir, se duplicó. Consiguientemente, el voto hacia candidatos mapuches también se duplicó. Paso del 6,1% el año 2000 a un no despreciable 11,9% el año 2004. Los datos anteriores se refieren a los municipios de la IX región y las comunas adyacentes de Lewfü, Los Alamos, Cañete, Kontulmo, Tirua, Mulchen, kilako, Alto Biobio, Mariküna, Lanko y Panguipülli. Y aclaro que no dan cuenta de las recientes elecciones 2008, por carecer aun de datos concretos. Sospecho, sin embargo, que la tendencia a la participación en votantes y candidatos habrá aumentado nuevamente. Para quienes busquen profundizar, descargar el documento PARTICIPACIÓN Y VOTO MAPUCHE EN LAS MUNICIPALES (http://www.nodo50.org/azkintuwe/mapuches_municipales.pdf)

Fácil sería en apariencia cuestionar estos datos. Los mapuches votan, es cierto, pero ¿por quién votan? El mito dice que por la derecha, lo que ha sido desmentido por varios investigadores. ¿Por qué se nos culpa del voto derechista de la región si somos los mapuches minoría demográfica en ella? Buena pregunta. Las estadísticas muestran, al contrario, que el voto mapuche ha transitado desde la derecha (década de los 90') a la Concertación en las últimas elecciones, demostrando que se trata de un voto flexible, pragmático y en absoluto ideologizado. ¿Se trata de un voto clientelista? posiblemente y nada de raro en un País Mapuche donde el municipio es además la principal bolsa de trabajo. “Todo pareciera indicar que el voto mapuche no se inclina tanto por una opción política determinada sino que expresa más bien consideraciones de orden local o personal, a las cuales no son ajenas las redes de solidaridad familiar o de clientelismo”, nos dice Pedro Marimán. “Clientelismo que activaría el factor cultural de la reciprocidad”, agrega. Tú me apoyas, yo te apoyo. Basta remitirse a lo familiar y ver como votan nuestros padres. Más claro echarle agua.

¿Qué desafíos nos plantea como pueblo esta realidad? Muchos y de variado tipo. Para aquellos que señalan -no sin razón a ratos, debo admitir- que lo institucional winka no es el camino a seguir y más bien la tarea es refundar institucionalidad propia, “tradicional”, el desafío es convencer al 80 por ciento restante de mapuches que al parecer piensa distinto. O cuando menos, que piensa cualquier cosa menos precisamente aquello. Esto implica repensar estrategias, alianzas, discursos y mensajes. También los métodos, por cierto. Para los que asumen que lo institucional winka es un terreno válido de disputa ideológica y que más que convencer a nuestra gente de lo perdidos que andan es más práctico operar sobre lo ya existente, los desafíos también son múltiples. Uno de ellos, valorar la experiencia acumulada en diversas organizaciones mapuche en materia de gobiernos locales y aprender de sus aciertos y errores. Otro, observar con altura de miras los pasos que un sector del movimiento viene dando para levantar una fuerza política propia, un partido, quintaesencia de la disputa de poder político-institucional en nuestros días. Y nuevamente, repensar estrategias, alianzas, discursos y mensajes. No hay atajos.

Para unos y para otros, “sistémicos” y “anti-sistémicos”, por usar un reduccionismo conceptual muy en boga, las municipales y sus resultados representan un llamado de atención respecto de hacia donde avanza (o retrocede) nuestra sociedad. Para unos y para otros implican también desafíos que, a diferencia de lo que muchos plantean, en absoluto resultan excluyentes entre si. Ningún pueblo se ha liberado privilegiando una exclusiva trinchera de lucha. Irlandeses y vascos supieron en su tiempo complementar la desobediencia civil con la inscripción legal de colectividades nacionalistas. Mucho más cerca, el movimiento indígena ecuatoriano y boliviano a diario nos brinda lecciones de alta política. De la resistencia al poder. Ellos entendieron esto hace décadas. Hace menos tiempo lo hicieron los mayas en Guatemala, tras fundar el partido Winaq. Impulsado inicialmente por Rigoberta Menchú, hoy es apuntalado por diversos sectores del movimiento indígena local. Y es que profesionalizar la acción política se yergue como una necesidad imperiosa de nuestros pueblos. También mejorar la puntería. El voto mapuche existe, pero otros lo están capitalizando. Y frente a nuestras propias narices, tañi pu peñi, pu lamgen.

* Periodista. Director del Periódico Azkintuwe.

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