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El trauma colonial y la identidad cultural perdida
Por Aureliano Turpo Choquehuanca - Tuesday, Sep. 29, 2009 at 3:04 PM
turaschay@yahoo.com

Después de 477 años de colonización mental, los pueblos y naciones del continente abyayalense y del subcontinente tawantinsuyano, reemprenden sus responsabilidad histórica y política, parra redefinir su proyecto de liberación plurinacional y de esta manera ejercitar plenamente su derecho a la autodeterminación y al reconocimiento de su derecho ancestral a autogobernarse, para ello es necesario reemprender el Gran Camino de la Descolonización que pasaré a desarrollar.

PRIMERA PARTE

EL TRAUMA COLONIAL NEGACIÓN DE LA IDENTIDAD CULTURAL

Inicio esta reflexión intercultural, formulando algunas preguntas: ¿Qué entendemos por trauma colonial, los pueblos y naciones ancestrales de la civilización tawantinsuyana?, ¿Qué significó y significa hoy en día, la invasión colonialista etnocidiaria y genocida de 1532?, ¿Cómo se reproduce el trauma colonial en la llamada vida republicana?, y ¿Cómo abordar el trauma colonial y reconstituir la identidad étnico-cultural pérdida?

Son algunas interrogantes que trataré de desarrollar de manera muy ajustada, debido a que en nuestro Diario Regional, Los Andes, decana del Sur Andino, se viene difundiendo esta temática desde el horizonte intelectual andino-mestizo, como de variadas concepciones ideológicas y políticas neoindigenistas, que se desenvuelven dentro de una desesperada confusión existencialista. Los pueblos y naciones kechuas, aymaras y amazonenses están dispersos en el territorio abyayalense y tawantinsuyano (América-Sudamérica), como víctimas del terracidio que se perpetró en el siglo XVI, con la bendición del Papa Alejandro VI, mediante el Tratado de Tordecillas de 1494. Como consecuencia de ello, la actual demarcación territorial de los países latinoamericanos, expresan una falsa identidad cultural, pertenencia territorial y personalidad etnohistórica.

Este hecho político-religioso colonialista, a favor de España y Portugal, es el primer reparto del mundo, que de por sí, ya es una manifestación del inicio del trauma colonial, pues, las consecuencias de irán manifestando en la medida que la invasión colonizadora de Portugal y España seguirá este camino del terracidio con la repartija territorial del Tawantinsuyu. El Monarca Español dividió este territorio en dos espacios, la parte norte para Francisco Pizarro con la denominación de “Nueva Castilla”, la parte del sur para Diego de Almagro con la denominación de “Nueva Toledo”, extendiéndose esta política terracida con la entrega del Río de la Plata a Pedro Mendoza, que más tarde se convertirá en el virreinato del Río de la Plata.

Dentro de este proceso colonial, encontramos la fragmentación territorial del Tawantinsuyu en virreinatos, capitanías, audiencias, encomiendas que definieron la desestructuración económica, política, cultural y espiritual del “indio”. Con la guerra separatista de Bolívar y San Martín la república asume y hereda la política terracida, al fragmentarla mucho más con la demarcación de países, departamentos, provincias, cantones o parroquias y otras formas de fraccionamiento territorial. La oligarquía criolla mestiza ve en el colonialismo interno, el beneficio y el aprovechamiento de las riquezas naturales de los pueblos y naciones ancestrales y contemporáneas, de ahí que han impulsado por centenares de años la usurpación de las tierras comunitarias de producción, que dio origen a los grandes latifundios y haciendas de la costa, la sierra y la amazonía tawantinsuyana.

Ahora bien, desde la mirada socio-antropológica y etnohistórica, estos hechos ocurridos durante la invasión colonial del siglo XVI-XVII, se entiende como los elementos traumáticos de la sociedad comunitaria de ayllus del Tawantinsuyu. El terracidio trajo como consecuencia el desarraigo del primer habitante del tawantinsuyu de su entorno, es decir, que es separado brutalmente de su pertenencia territorial, lo que hoy se viene en denominar, la “Madre Tierra-Hallpa Mamanchis”. Cuando un ser humano es separado de su madre sufre las consecuencias traumáticas de ese desarraigo familiar. Las razones pueden ser muchas, pero el hecho es de conlleva sufrimiento y dolor, que en circunstancias inimaginables, puede llegar al suicidio.

El trauma como tal está vinculado a la violencia, en consecuencia, al sufrimiento material y espiritual del ser humano en complementariedad con su medio ambiente y su universo cósmico, lo que vengo en denominar como la tridimensionalidad del RUNA, por su relacionamiento equilibrado y armónico de las tres dimensiones que se explica dentro de la lógica de pensamiento cósmico tawantinsuyano. Esta lógica de pensamiento ancestral tawantinsuyano también sufre las consecuencias del colonialismo mental que nos impusieron los venidos del otro lado del mediterráneo, pues, distorsiona nuestra lógica de pensamiento, al asimilarnos en su lógica de pensamiento euroccidental.

La imposición de la cosmovisión occidental y cristiana de Euro-España por mas de 477 años, nos ha creado traumas existenciales, que al descestructurar nuestra forma de entender, explicar e interpretar nuestro mundo cultural civilizatorio, han invertido nuestros valores ético-culturales, nuestra lógica de pensamiento cósmico y nuestras formas de vida comunitaria civilizatoria, porque no decir, que la negaron y la condenaron a partir de la falsa acusación de que eran, “manifestaciones paganas e idolatrías”, que la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana la condenaba y a los practicantes de esta forma de vida civilizada ancestral, los enviaban a los tribunales de la fe y consecuentemente a la muerte inmisericorde, negando de esta manera el quinto mandamiento de Dios.

El trauma colonial se acentúa con mayor fuerza en la época republicana con la estructuración del Estado-Nación en formación hispano latinosudamericano en particular, en los países donde somos pueblos y naciones mayoritarios, con valores culturales vivos que requieren ser reconstituidos para salir del trauma colonial. El hecho de ser considerados como indios, indígenas, campesinos, proletarios, burgueses, pequeño burgueses o lumpen proletariado es lacerante y odioso para la afirmación de nuestra identidad cultural, nuestra pertenencia territorial y nuestra personalidad etnohistórica como pueblos y naciones y no como simples clases sociales como nos identifican los colonizados mentales de la derecha y la izquierda mestiza acriollada del Perú y de América del Sur.

En 1572, el virrey Francisco de Toledo lanzó una estrategia traumatizante, al señalar que había la impostergable necesidad de la voluntad soberana del Rey y de Dios, “cristianizar y civilizar salvajes indios”. Bajo esta consigna colonizadora, se acrecentaron los traumas coloniales que subsisten hasta el día de hoy, que se manifiestan en la discriminación racial, la exclusión social, la explotación económica y todos los males socio-culturales y políticos que niegan nuestros derechos fundamentales, sobre todo, los derechos de la tercera generación de los derechos humanos.

Los pueblos y naciones ancestrales de toda la hoy llamada América Latina y Anglosajona, hemos resistido y resistiremos a las consecuencias del colonialismo extracontinental y sus traumas, superando todo aquello que esta reñido con la dignidad del ser humano y la soberanía de los pueblos, para de esta manera reconstituir una sociedad comunitaria plurinacional, donde los kechuas, aymaras y amazonenses, puedan construir un porvenir dentro del buen vivir. Esto supone en primera instancia un proceso de descolonización mental y desterrar el colonialismo interno que la oligarquía mestiza acriollada instrumentó para su propio beneficio a partir del poder económico y político del Estado republicano monocultural.

Otro elemento colonial traumatizante es la creencia en la mal llamada “lucha de clases” y las “clases sociales”, que busca no solamente viabilizar una doctrina ideológica y política occidental atea en oposición a la doctrina idealista cristiana, sin embargo, es importante señalar que ambas posturas ideológicas, políticas y socioeconómicas son hermanas gemelas de la civilización occidental y cristiana de Europa, que no dio los resultados de bienestar que predicaron con las propuestas de la “Ciudad de Dios” y el “Socialismo Científico” que idealizaron los teóricos o ideólogos y gobernantes de la sociedad euro-occidental. Estas doctrinas político-sociales han sido exportadas e importadas por los interesados en mantener la colonización y los traumas coloniales, con la finalidad de mantener el status quo en que nos sumieron por más de 477 años de permanente trauma social, político, económico y religioso.

Otra forma de superar los traumas coloniales es recuperando nuestra condición de pueblos y naciones ancestrales, esto quiere decir, que debemos reconocernos como pueblos de habla kechua, aymara y de las distintas lenguas amazónicas, sin aislar ni discriminar a los castellano hablantes y otros venidos del otro extremo del mediterráneo. Este reconocimiento al mismo tiempo implica el reconocimiento del carácter de nuestra sociedad comunitaria tawantinsuyana en su condición de sociedad plurinacional, plurilingüe y pluricultural con clara vivencia de la identidad pluricultural perdida, que hoy es negada por la identificación monocultural republicana que hace vigente el terracidio colonizador.

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