Julio López
está desaparecido
hace 6392 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Movilidad humana, desafío y esperanza para los pueblos indígenas
Por Panamá Profundo - Thursday, Dec. 17, 2009 at 1:08 PM
contacto@panamaprofundo.org

Mensaje del VI Encuentro Continental de Teología India

Salimos de nuestros hogares dejando madres y padres, hermanas y hermanos, esposos y esposas, hijas e hijos y comunidades; para llegar al municipio de Berlín, en Usulután, El Salvador. Nos congregamos en este país donde miles de vidas han sido martirizadas por ser indígenas y por defender la vida, la justicia y sus culturas. Este pueblo sufrido mantiene su alegría, su esperanza y su hospitalidad.

Venimos como pueblos Aymara, Quechua, Maya Quiche, Maya Qaqchikel, Maya Chortí, Chachi, Warao, Maya Kanjobal, Maya Mam, Quichuas, Maya Tseltales, Maya Tojolabales, Mayas Peninsulares, Náhuatl, Mapuche, Zapoteco, Guaraní, Totonaco, Kuna, Lenkas, Huitotos, Emberá, Ava Guaraní, Guaraní Mbya, Maya Q'eqchí, Huarpe Milcayac, Mayas de Yucatán, Kaingang, Naza, Yanomami, Qom, Meepha o Tlapaneco, Xucuru, Tembé, Poruborá, Makuxi, Ngobe, Chatinos, Kollas, de los cuatro rincones de Abya Yala, así como los pueblos Kikuyu, Baganda, Luo y Vidunda de África y hermanas/os solidarios convocados por el sonido del caracol. A diferencia de miles de hermanas y hermanos que caminan llorando y en la oscuridad sin saber donde llegar y qué comer, nosotras/os tuvimos la bendición y acogida de las familias cariñosas y hospitalarias de Berlín. Con brazos abiertos nos recibieron y compartieron las tortillas y los frijoles para alimentar a los recién llegados que representan al 40% de “las hijas e hijos expulsados de El Salvador” a otras tierras de Abya Yala y del mundo.

Sentimos la presencia protectora de los ancestros indígenas del Valle de Agua Caliente, que hoy se denomina Berlín. Fuimos inspiradas/os y acompañadas/os por la fuerza recreadora de los espíritus protectores de nuestros pueblos y naciones, de los espíritus de nuestros antepasados que reflejan a la Ruaj bíblico y al Espíritu del itinerante de Nazaret, el Cristo de la fe.

Celebramos la vida con incienso, velas, símbolos, ritos, signos, invocaciones, danzas rítmicas, vestidos multicolores, chicha, tortillas, pupusas y totopostles. Nos pusimos en las manos y la mirada de Dios Padre-Madre en torno al altar de ofrendas: corazón del cielo-corazón de la tierra .

Con ojos y corazón de indígenas que confiesan su fe y espiritualidad ancestral, de indígenas que profesan su fe desde las diferentes iglesias cristianas que quieren ser fieles a las sabidurías ancestrales de sus pueblos y a las tradiciones cristianas escuchamos con indignación que algunos pueblos son obligados a desplazarse de sus tierras, amenazados por el supuesto “desarrollo” que se promueve desde una ideología capitalista, neoliberal y globalizante.

Frente a las políticas públicas que no protegen a las poblaciones y territorios indígenas afirmamos las leyes ancestrales orientadas a promover el buen vivir: Suma Qamaña, Sumaj Kawsay, Ñandereko, Da Nca'alaxa ‘Enauac, Inh F ? Tup ? , Xochitlalpan, Endanazaaca, Kme llaguaymi, guendanabani sicarú, Ndaaya Mísá, Tlan latamat, Cuale Nemilis, Ju kri ko koinbiti, N'Diose sua'a ya'a in, Teko katu, Ch'ab'il wank, Kiroo k'acharik, Imb'utz' bixirar, Yakera Jakitane, Ura' Chunu, Lec oayucotic, Lequil cuxlejal, Teko Katu, Mba'e por ? ra, Biia bai, Imáaloob Kuxtal, es decir, el Reino de Dios, en la que los pueblos asumen un rol protagónico en la construcción de sus proyectos históricos.

Con dolor en nuestros corazones trajimos a este encuentro a los pueblos que sufren la criminalización de sus legítimas protestas en defensa de la Madre Tierra y sus recursos naturales. Algunas hermanas y hermanos nos contaron que sus tierras, el agua de los ríos, lagos y vertientes y el aire que respiran, están siendo explotados y contaminados por grandes proyectos hidroeléctricos y empresas mineras, y sus extensos bosques están siendo depredados por empresas agroforestales que solo dejan desecho y miseria a su paso. Como consecuencia de estos mega proyectos muchas veces promovidos por los gobiernos nacionales, la vida está siendo amenazada por la pobreza y violencia armada que provoca desplazamientos masivos y migraciones de las poblaciones indígenas hacia las grandes ciudades y hacia otros países donde terminan como mano de obra barata, legalmente ilegales y mendigos. Como consecuencia se acentúa un mayor empobrecimiento, vida triste, delincuencia, alcoholismo, drogadicción, prostitución, creciente violencia que provoca muertes inocentes, falta de fuentes trabajo, la promoción del consumismo, sufren xenofobia y exclusión.

Escuchamos muchos testimonios de indígenas que migraron a otros países en busca de mejores condiciones de vida, trabajo, educación, libertad y esperanza. Nuestro derecho a migrar a otros países y de quedarnos en nuestras comunidades de origen, nuestro derecho a una vida digna de vivir en cualquier lugar del planeta en muchos casos se ha convertido en un viacrucis interminable de sufrimientos.

Pero también saboreamos los frutos sabrosos de la espiritualidad que gestan nuestras/os hermanas/os indígenas que se desplazan en los diversos espacios de la Madre Tierra guiados por el sueño de: una casita digna, buena alimentación para sus familias, formación de sus hijas e hijos y muchos sueños más que alimentan su travesía. En su caminar descubrieron que el árbol ancestral se había cortado, maltratado las ramas pero no se logró eliminar las raíces; por ello, resurgen los pueblos y sus proyectos revitalizando su identidad y convirtiéndose en alternativas frente a un mundo globalizado.

Así como las abuelas y abuelos, narraban diversos relatos, historias y parábolas en torno al calor de los fogones, evocamos la memoria de resistencia, que hoy sigue resonando y animando la vida de muchos pueblos, que sienten la invitación a seguir una peregrinación a la tierra sin males, la loma santa, casa grande, la mesa común. Aunque ésa travesía implica como lo recordamos en los relatos ancestrales: dudas, salidas y retornos, poco conocimiento de los caminos, encuentros y desencuentros, salir de un peligro para ir a otro, sobrevivencia y resistencia, superar las voces y luces que seducen y alejan del camino de la vida. Supone también organización, búsqueda de estrategias, recrear los lenguajes para convocarse, como los cantos dulces de las aves que contienen mensajes profundos que sólo ellas saben descifrar.

Hoy la memoria de nuestras/os ancestras/os nos acompaña, porque se transmitió de generación en generación, somos conscientes de beber constantemente de las profundidades de nuestros propios pozos la sabiduría para enseñar a las nuevas generaciones, que hoy constituyen el presente necesitado de nutrirse de los frutos sabrosos de nuestras culturas milenarias para tejer sus sueños y sus proyectos de esperanza.

Escucharnos, contemplarnos y acogernos nos hace compañeras y compañeros de camino. Por ello surge la necesidad de ratificar nuestra profesión de fe en un Dios migrante que se desplaza y trasciende los templos para poner su tienda en medio de las y los que dejaron sus tierras y nos interpela a ensanchar nuestras tiendas para involucrarnos en las múltiples necesidades, obstáculos y desafíos de nuestras hermanas y hermanos migrantes y desplazadas/os.

En este encuentro hemos vivido momentos intensos e interpeladores donde pudimos extender nuestras manos hacia la y el otra/o y sentir la presencia de los/as ausentes. Hemos dejado resonar las palabras de Monseñor Romero: “es triste tener que dejar la patria porque en la patria no hay un orden justo donde [todas/os] puedan encontrar trabajo.” Como pueblos y naciones de Abya Yala sentimos la necesidad irreverente de crear y fortalecer movimientos de solidaridad y de lucha que promuevan un mundo nuevo donde se establece el buen vivir, se construye la casa común y se participa de la mesa abundante.

Nos comprometemos a fortalecer y revitalizar los compromisos adquiridos en los encuentros anteriores de teología india de México, Panamá, Bolivia, Paraguay, Brasil y El Salvador. Exigimos la promoción y la implementación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, el Convenio 169 de la OIT , y los artículos de las legislaciones internacionales y nacionales sobre mujeres, niñas y niños concernientes a los pueblos indígenas. Reforzamos nuestra lucha continental por la defensa de nuestras tierras y territorios, nuestras culturas y espiritualidades, conscientes de que somos hijas e hijos de la Madre Tierra.

Nos comprometemos a acompañar a los indígenas migrantes a las ciudades y en otros países; fortaleciendo la pastoral de la migración. Convocamos a todos los gobiernos, los movimientos y organizaciones sociales de la sociedad civil, las iglesias cristianas, las redes de comunicación e información, grupos de reflexión y articulación de los procesos interculturales y luchas indígenas.

Reafirmamos la denuncia del modelo económico neoliberal globalizante que a través de macro proyectos: mineros, hidroeléctricos, energéticos, madereros y turísticos violan y amenazan la vida y el futuro de los pueblos indígenas y del planeta. Como pueblos vivos que apuestan por la vida entendemos la migración como movimientos y alternativas de vida porque pueblo que no migra se condena a morir.

Somos pueblos vivos que cantan y bailan con el Dios de la vida, compartiendo el pan y el amor con el forastero y migrante de los diversos caminos del mundo. ¡Jallalla Abya Yala!

Berlín, Usulután, El Salvador 4 de diciembre de 2009.

agrega un comentario