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Ir de Putas reflexiones acerca de los clientes de la prostitución
Por uno de CI -
Friday, Dec. 18, 2009 at 2:03 PM
Trabajo de Juan Carlos Volnovich publicado en http://www.topia.com.ar/sites/nuevo.topia.com.ar/files/libros/tapas/IrDePutas.jpg
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Ir de Putas Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución http://www.topia.com.ar/sites/nuevo.topia.com.ar/files/libros/tapas/IrDePutas.jpg Introducción El feminismo -así, en general-, las teorías feministas,
también en general, se postularon como un desafío insoslayable para el psicoanálisis.
Y el psicoanálisis, así en general, siendo como lo que es, el edificio teórico
más complejo y riguroso que tenemos para albergar nuestros interrogantes acerca
de la constitución subjetiva y la construcción del sujeto psíquico, tiene mucho
que aportar al feminismo. En las últimas décadas, los feminismos y los psicoanálisis,
han contribuido a la visualización de ciertos fenómenos -injusticias,
discriminaciones y desigualdades de todo tipo entre hombres y mujeres- que el
patriarcado como sistema de explotación mantenía ocultos. Juntos, feminismos y
psicoanálisis, han contribuido a la visualización de la violencia doméstica
(eufemismo con el que se alude a las mujeres golpeadas) y a la visualización de
la violación como práctica corriente que ha llevado a la inclusión en el Código
Penal de un nuevo delito: la violación dentro del matrimonio. Juntos, han teorizado acerca de la violencia que supone la
penalización del aborto. Juntos, han aportado a la denuncia del maltrato infantil, al
diagnóstico del niño apaleado. Juntos, abordaron el abuso sexual en la infancia y el
incesto paterno-filial cuando aun no había llegado a tener el protagonismo que
tiene en la actualidad. Pues bien: este libro se centra en la explotación comercial
sexual a la que habitualmente se alude como “prostitución”. Como ocurre
frecuentemente cuando un fenómeno como este comienza a dominar la escena, surge
la duda acerca de si hay un aumento de ésta práctica -si en la actualidad hay
más prostitución que antes- o si se trata de algo que estaba allí, desde
siempre, sólo que ahora empezamos a contar con los medios para registrarlo y
para darnos cuenta de las dimensiones que adquirió. Por mi parte trataré de abordar la cuestión desde el lado
del “cliente”. Intentaré acercarme al tema desde la psicología del usuario:
aquél que “consume prostitución”, dando por sentado que no existe una nosología
que los incluya; dando por sentado que no existe un perfil particular ni un
tipo de personalidad en la que pudieran agruparse. Los psicoanalistas no
estudiamos ni a la generalidad de los individuos ni siquiera a los individuos.
En realidad solo podemos dar cuenta de cómo el sujeto barrado, el sujeto
escindido, el sujeto del inconsciente, se apropia a lo largo de su vida de las
representaciones que circulan en el contexto histórico-social que lo determina. Decía que hace varios años ya, contribuí a abordar el abuso
sexual en la infancia y el incesto paterno-filial cuando su visualización no
había tomado aun la trascendencia que tiene en la actualidad. Mucho antes, en
1987, publiqué un trabajo de divulgación -“Machos fieles de gran corazón” -
donde hacía referencia a la fidelidad que el sujeto posmoderno mantenía con los
valores de rendimiento, productividad y eficacia propuestos por el neoliberalismo,
y a la infidelidad de los varones con respecto a sus mujeres, pero allí no
hablaba de intercambios entre sexo y dinero sino sólo de la frecuencia con que
los hombres casados compartían su vida marital con otras mujeres. Quiero decir:
en ese trabajo centrado en la fidelidad conyugal no hice referencia alguna a
las relaciones de los varones con prostitutas. Después, en 1995, publiqué un
trabajo –“Las figuras femeninas que transitan por el análisis entre varones” -
en el que me dediqué a profundizar en los puntos ciegos, esos escotomas que en
la transferencia y la contratransferencia sostienen las complicidades de género
cuando se trata del análisis de un varón con otro varón. Intentaba allí decir
algo acerca de cómo circulan las imágenes de mujeres entre dos varones en
análisis. Y “las mujeres” aparecían siempre como temidas y/o amadas. Las
mujeres aparecían vertebrando tres discursos posibles: 1.-El discurso acerca del temor y el odio a la mujer
“castrada”. 2.-El discurso acerca del temor y el odio a la mujer
“castradora”. 3.-El discurso acerca del amor a la mujer “afirmativa”. Decía allí que: 1.- Temida y odiada por ser “castrada”, la mujer se vuelve
objeto de interminables quejas acerca de lo que nosotros quisiéramos que sea, y
lo que ella no es; lo que nosotros quisiéramos que haga y lo que ella no hace. 2.- Temida y odiada por “castradora”, la mujer recibe los
reclamos y los reproches por aquello que nosotros no somos; es la culpable de
nuestros fracasos y la responsable de nuestras limitaciones. Son las esposas
que nos desautorizan frente a nuestros hijos; son las hipercríticas con
nuestras debilidades; son las “frígidas” que nos abruman con reclamos sexuales;
las que nos agobian con sus exigencias, las que nos persiguen, nos tratan como
si fuéramos niños y nos atormentan con sus recomendaciones. 3.- Amadas por lo que ellas son afirmativamente y amadas por
lo que nos hacen; por lo que hacen por nosotros, con nosotros y, sobre todo, de
nosotros -nos hacen hombres- las mujeres son destinatarias de toda gratitud por
el reforzamiento de nuestra autoestima. Son, también, las destinatarias de todo
nuestro reconocimiento por “bancarnos” y las destinatarias de nuestra
admiración por la posibilidad que tienen de “bancarse” solas. Pues bien: yo, que en 1995 llevaba ya más de veinticinco
años de lecturas feministas; yo, que había dedicado casi todo un año a
reflexionar acerca de las complicidades de género que iban construyendo
espacios no analizados ni analizables entre varones y que estaba alerta acerca
de las figuras femeninas que la narrativa clásica instalaba; yo, que estaba
dispuesto a deconstruir conceptos teóricos, a levantar prejuicios y demoler
sistemas de creencias; yo… no lo vi. No lo pude ver. No reparé en que mis pacientes varones, es
decir, la mayoría de mis pacientes, tenían o habían tenido relaciones con
prostitutas. No lo vi. No lo pude ver. No reparé en eso más allá de lo que un
analista que no estuviera familiarizado con las cuestiones de género hubiera
tomado en cuenta. Las mías, las de entonces, fueron sólo intervenciones
convencionales frente a las asociaciones en las que mis pacientes hacían
referencia al trato con prostitutas. Tal era el grado de naturalidad de esa práctica, tal la
inscripción dentro del rubro “usos y costumbres” que, guiado por la mejor
intención de eludir cualquier interpretación que tuviera alguna cercanía con un
intento de adoctrinamiento ideológico, de pacatería o de reprimenda moral,
acepté un pacto de silencio implícito. Algo así como que “de eso no se habla”
porque hablar de eso, hablar en serio, profundizar en el sentido inconsciente,
en el significado singular de esa práctica, equivalía a la herejía de romper
uno de los acuerdos más entrañables que los hombres podamos mantener entre
nosotros. Equivalía a transgredir el código de honor que me une a los varones y
suponía desafiar lo sagrado y consagrado. Y esto fue así hasta que, entre otras cosas, la casualidad
de tres sesiones sucesivas contribuyó a que pudiera atravesar el límite de lo
analizable, a romper las resistencias que me impedían ver un poco más allá de
lo convencional. Desde el diván (lo llamaré Pablo) se preguntaba y me
preguntaba. -¿Me podes decir porque lo hice? ¡Me podés explicar porque
hago cosas como esas? Pablo es un triunfador del presente. A los treinta y cinco
años logró todo lo que un hombre puede aspirar a realizar incluso, dominar la
dialéctica entre el ser y el tener. Simpatiquísimo, tiene fama, es muy famoso;
tiene facha, es muy “fachero”; tiene dinero, es un potentado. Vive desde hace
tres años con una novia tan linda, atractiva, “zarpada” y famosa como él, pero
además, tiene todas las mujeres del mundo a sus pies. -¿Me podés decir porque lo hice? ¡Me podés explicar porque
hago cosas como esas? Venía por la autopista (rumbo a su chacra), la llamo a
Vicky y le hago saber -nosotros tenemos
nuestros códigos, viste- que voy para allí y que estoy recaliente. Ella me
esperaba toda sexy y yo... no se. Cuando llegué, algo no me cerraba. Ella se
dio cuenta enseguida porque me conoce como si me hubiera parido, pero yo traté
de disimular; traté de pilotearla. Entonces me propuso -¿Y si llamamos a una chica como la otra vez?-. Ella sabe que a mi eso me gusta. Pero, no. No. Le dije que
no. Nos echamos un polvo, un polvito así nomás, de compromiso, como para zafar
y rápidamente me puse a buscar excusas, a darle explicaciones. Le inventé que
tenía una cita con unos empresarios extranjeros, que me estaban esperando, y...
me fui a buscar dos “gatos”. ¿Me podés decir porque lo hice? ¡Me podés explicar
porque hago cosas como esas? -Y, debe ser difícil que te cierre con una mina que te
conoce como si te hubiera parido. Si. Eso es lo que le dije y no está del todo mal pero, aun
así, me parece lo menos importante. Lo más significativo, lo que me sorprendió
porque conozco mi oficio y se que un analista no hace esas cosas, fue que, sin
querer, se me escapó: -¿Cuánto le pagaste a los gatos? -Quinientos dólares a cada una. Esta vez, si, hice lo que un analista tiene que hacer:
contuve la respiración y enmudecí. Pero no pude evitar hacer el cálculo y
comparar lo que me pagaba a mí con lo que le pagaba a las putas. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué hace esas cosas? Por qué Ariel, tan joven y exitoso como Pablo, paga una suma
semejante a dos, tres, cuatro mujeres, según la ocasión, a veces para tener
relaciones sexuales con ellas y otras, las más frecuentes, cuando está tan dado
vuelta por las drogas, simplemente para verlas desnudas tocándose entre si. Claro está. La pregunta es retórica. ¿Por qué lo hace? Lo
hace por que puede. Lo hace por que tiene dinero suficiente. Pero, ¿por qué
paga? si no lo necesita. Si pudiera tener lo mismo gratis. -Gratis no es lo mismo, me dice Ariel. -¿Por qué no es lo mismo? -No te lo podría explicar. Bien no lo se, pero no es lo
mismo. -Pero vos podrías estar con esas u otras chicas si quisieras
y no tendrías que pagarles. -Sí. Pero lo que pasa es que yo a mi novia la quiero y no
puedo hacerle una cosa así. Yo no podría traicionarla. Yo se que, si quiero, me
puedo levantar a esas y a otras minas, pero para eso tengo que remar -poco, a
decir verdad- pero algo tengo que hacer, y para mi eso es como serle infiel. Yo
me moriría de vergüenza si en medio de esa escena apareciera mi novia. Me
sentiría reculpable. No podría tolerarlo. En cambio, si me encuentra con los
“gatos”, nada. Si yo, salvo la plata, no puse allí nada de mí. ¿Qué me puede
reprochar? Julián. Cuando Julián estaba a punto de terminar la escuela
secundaria con la medalla de oro asegurada y el campeonato nacional de counter
stike en el bolsillo, no hacía otra cosa que soñar con el viaje de egresados.
Bardo, descontrol, y la mejor oportunidad, el momento anhelado para su
iniciación sexual. El regreso fue lamentable. “Un bajón”. Volvió del viaje de
egresados sin más gloria que la gloria de haberse emborrachado. Y no sólo él. Pasó lo mismo con casi todos sus amigos.
Entonces, cuando el fin de semana siguiente Felipe, uno de ellos, se quedó solo
en la casa porque los padres viajaron, contrataron a una puta, una de esas que
aparecen en el rubro 59 de Clarín. La recibieron, era una negra dominicana fea
y gorda, dice, la hicieron pasar al dormitorio y uno a uno cantó presente allí. Pasaron dos años desde aquella experiencia, Julián ahora tiene
una novia de su misma edad con la que, claro está, tiene relaciones sexuales y
“curte” con alguna que otra amiguita cada tanto pero aun así, no ha perdido el
hábito de encontrarse con sus amigos para repetir la “hazaña” de aquella
ceremonia inaugural. Y el caso es que, a pesar que la liberación sexual de los
sesenta aparentemente había vuelto anacrónica la práctica de iniciarse con
prostitutas, no hace falta más que frecuentar los saunas de todo tipo que
inundan la ciudad para comprobar que Julián y Felipe no son casos aislados. Fue así, entonces, como la casualidad de tres sesiones
sucesivas –Pablo, Ariel, Julián- contribuyó a que pudiera atravesar el límite
de lo analizable, a romper las resistencias que me impedían ver un poco más
allá de lo convencional. Y hubo otro hecho casual que fue determinante. Cayó en mis manos (en mi pantalla) L'homme en question. Le
processus du devenir-client de la prostitution , una investigación realizada en
Francia y auspiciada por el Mouvement du Nid . A la presentación que hizo de
esta investigación Saïd Bouamama (sociólogo del IFAR, l´institut Intervention,
Formation, Action et Recherche ) el 18 de octubre de 2004, asistió Nicole
Ameline, la Ministra de la Paridad y la Igualdad Profesional. La investigación se basó en una encuesta de opinión pública
- Les clients en question - una de las primeras acciones lanzadas en el 2002,
llevadas adelante por el Mouvement du Nid para la prevención del clientelismo
de la prostitución. Después de dos años de iniciada; después de haber
distribuido 150.000 cuestionarios a lo largo de todo el país, los 13.000
cuestionarios respondidos (por mujeres y varones) por correo postal -o, a
través del sitio de Internet prostitutions.info- sirvieron para caracterizar
los prejuicios más habituales que sostienen los clientes acerca de su afición a
las putas en vistas a elaborar proyectos de prevención. Dato significativo fue el reconocimiento que, más allá de la
diversidad de respuestas contenidas en los 13.000 cuestionarios, las concepciones
que sostienen las mujeres se superponen con la de los varones. Es probable que
las mujeres reconozcan más enfáticamente el carácter inaceptable de la
prostitución, que la condenen más severamente que los varones, pero ambos
(varones y mujeres) coinciden en que la prostitución es una fatalidad
inevitable y una necesidad ineludible de los varones. Solo de las respuestas de las mujeres jóvenes se desprende
el valor negativo del clientelismo como derecho exclusivo de los varones desde
que refuerza la inequidad entre los sexos y conspira contra la posibilidad de
construir relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres. De ahí que,
cuando se apeló a proyectos para prevenir el clientelismo, si bien surgieron
iniciativas que pasaban por diferentes formas de penalizar a los clientes,
triunfaron, sobre todo, aquellas medidas educativas destinadas a lograr una
mayor igualdad entre los sexos. Igualdad que se instale allí donde las representaciones
arcaicas acerca de la sexualidad -masculina, animada por deseos irrefrenables,
y femenina: débil, inexistente o, por el contrario, siempre insatisfecha-
impiden la emancipación. La investigación consistió, también, en centenares de
entrevistas semidirectivas realizadas a varones que voluntariamente aceptaron
participar del proyecto y que espontáneamente se prestaron para responder. Fueron convocados a través de avisos que aparecieron en los
diarios (también en periódicos de distribución gratuita) bajo la siguiente
consigna: “el clientelismo es una construcción social y no, producto de una
tara individual pasible de ser curada o reprimida. ¿Está usted dispuesto a
participar en una investigación sobre prostitución?” • Que la mayoría de los varones, clientes habituales de las
prostitutas, no pertenecen a edades avanzadas ni son jóvenes acuciados por la
erupción hormonal típica del ciclo vital que supone una exigencia libidinal
excesiva, sino que son varones entre treinta y cinco y cincuenta años que viven
en pareja. Entre ellos el 55 % tenía uno o más hijos. • No obstante, a pesar de que los investigadores habían
renunciado de entrada porque daban por sentado, en función de lo extendida que
estaba esta práctica, que era imposible formular una tipología de los clientes,
las conclusiones reparan en ciertas determinaciones a las que recurren los
entrevistados para fundamentar su afición a las prostitutas. • Una de ellas es la abstinencia sexual y la soledad
afectiva. De modo tal que la mayoría de los clientes habituales y los
consumidores ocasionales explican su debilidad por las prostitutas en función
de su timidez, del temor a las mujeres o por otras inhibiciones. Ubican el by
pass a la prostitución cuando el contacto con las mujeres verdaderamente
deseadas se les ve dificultado. Del desempeño en las entrevistas surge que la
falta de confianza en sí mismos, la baja autoestima, heridas narcisísticas
provenientes de desengaños amorosos, yacen debajo de la explicación que apela a
los contactos fáciles que la prostitución ofrece. Siendo la primera causa para
devenir cliente con el 75 %, la abstinencia sexual y la soledad afectiva se
constituye, así, en la principal estrategia de justificación que instala a los
clientes en el lugar de víctimas. Entonces así, como víctimas de sus propias
insuficiencias, aspiran a hacerse perdonar la afición por las putas y
pretenden, también, aportarle un sentido aceptable a sus prácticas. • La investigación revela que la segunda causa a la que
apelan los entrevistados es la desconfianza, el temor y el odio que les
inspiran las mujeres. En este grupo se encuentran los varones que fundan su
misoginia en experiencias conyugales desastrosas; esas guerras de los Roses ,
divorcios controvertidos, que vinieron a confirmar lo que siempre sospecharon:
que las mujeres son todas interesadas, despiadadas, egoístas, complicadas e
intrigantes. Es interesante observar que en éste nivel se agrupan los varones
que culpan a la sociedad por el protagonismo y el poder que las mujeres están
logrando. Son varones que responsabilizan al feminismo por la pérdida de los
valores tradicionales al tiempo que añoran las épocas en que los hombres
dominaban y ellas se sometían delicada y dulcemente a sus deseos. • La tercera categoría incluye a los consumidores de
mercancías, esos varones que son empujados a la prostitución -según dicen- por
que sus mujeres los someten a una vida sexual insatisfactoria. Para ellos, un
abismo separa a la compañera afectuosa y cariñosa que han elegido como madre de
sus hijos, del personal mercenario que contratan para satisfacer sus
necesidades. Al leer sus respuestas parecería que se hubieran aprendido de
memoria el texto de Freud Sobre la degradación general de la vida erótica (al
que aludiré más adelante), donde Freud afirma que, si la sensualidad de un
varón ha quedado ligada en el inconsciente a objetos incestuosos o, dicho en
otros términos, fijada en fantasías incestuosas inconscientes, esto se
expresará de dos formas que pueden excluirse o coincidir: • Como impotencia sexual que garantiza la represión de los
impulsos incestuosos. • Como afición a las prostitutas que garantizan un vínculo
sensual dónde nada de lo cariñoso está presente. Esto es, una relación en la
que la corriente erótica no ha de verse sacrificada en su totalidad a raíz de
su proximidad con la corriente cariñosa, sino que queda libre de conquistar en
parte, solo en parte, el acceso a la satisfacción en la realidad. Estos varones sólo pueden ligarse sexualmente con mujeres
que ni por lejos evoquen los objetos incestuosos prohibidos ya que su vida
erótica permanece disociada en dos direcciones: una encarnada en el amor al
arte, en el amor divino, en la ternura, en el cariño desinteresado por el sexo
y el dinero; la otra encarnada en el amor terreno, la atracción animal, la
pasión interesada. Si aman a una mujer, no la desean y, si la desean,
no pueden amarla. En las prostitutas
buscan mujeres a las que no necesitan amar para poder desear. A diferencia de
los varones del grupo anterior, los que culpan a la sociedad y responsabilizan
al feminismo por empujarlos al consumo de prostitución, éstos son varones
escencialistas, varones que culpan a la naturaleza. Sostienen la convicción de que hay una naturaleza masculina
y una naturaleza femenina y, como la sexualidad masculina necesita más
satisfacciones que la femenina, se justifica que un varón tenga varias mujeres.
Por lo tanto, se resisten a inscribir las relaciones sexuales con prostitutas
como un signo evidente de infidelidad, ya que para ellos solo hay ahí un
contacto puntual sin que circule afecto alguno. • Una cuarta categoría incluye a los que explican el
“consumo de prostitución” en función de cumplir con el imperativo de una
sexualidad sin compromiso afectivo, sexualidad que elude cualquier tipo de
responsabilidad que pueda devenir de un contacto con el “sexo opuesto”. Pagan
para ahorrarse los problemas que toda relación afectiva supone y pagan para
garantizar que sus descartables partenaires no desean otra cosa más que su
dinero. El 43% de los encuestados adhirió a esta postura por considerarla una
excelente elección para varones casados que, aun teniendo conflictos
conyugales, no estaban dispuestos a correr el riesgo de una ruptura
matrimonial. • Finalmente, Bouamama identifica una categoría más: la que
incluye a los adictos al sexo. Esos varones impulsivos y compulsivos que no
pueden renunciar a éste tipo de encuentros fáciles e inmediatos, relaciones que
no reclaman el pasaje por rituales de seducción y conquista y para quienes el sexo
está ubicado en el lugar que la droga tiene para los adictos. Mientras la mayoría se queja de experiencias que los dejan
defraudados, desconformes y decepcionados, otros prefieren aceptar que se
sienten ridículos y patéticos por tener que recurrir a la prostitución. Así,
los varones que tienen relaciones sexuales con mujeres degradadas (cito a
Freud) “evidencian claros signos de no hallarse en dominio pleno de su energía
instintiva psíquica que se muestra caprichosa, fácil de perturbar, incompleta
y, muchas veces, poco placentera.” Y ésta considerable limitación en la elección de objeto, se
debe a la distancia que mantiene con la siempre anhelada corriente cariñosa.
“No me abraza ni me besa de verdad, y me despacha no bien termina el tiempo del
acuerdo” resiente uno de los entrevistados. Tienen, si se quiere, un cierto carácter innovador. La
atribución de la actividad para todo aquello que se identifique como masculino;
la asociación de la pasividad con lo femenino, queda desmentida allí donde el
varón se instala en el lugar pasivo del hijo o del alumno ante la prostituta.
Uno de los motivos frecuentemente invocados por los clientes -el acceso a las
relaciones sexuales con mujeres a las que no podrían conquistar por otros
medios- caduca cuando eligen prostitutas alejadas del ideal estético. Y los reparos que los varones tienen a mantener relaciones
sexuales cuando sus mujeres quedan embarazadas y, aun después del parto,
atribuido a inhibiciones referidas al objeto sexual maternizado y, por lo
tanto, prohibido, resulta contradictorio con la experiencia de prostitutas que,
a medida que progresa su embarazo, se ven más solicitadas por parte de los
clientes, de modo tal que, muchas veces, el embarazo puede inscribirse como
atributo erótico. Si bien es cierto que los prejuicios patriarcales le
atribuyen al varón un “instinto” irrefrenable aliado a una cuota de sadismo y
de violencia que los clientes suelen desplegar con las mujeres que cobran para
soportarlo, el reclamo a las prostitutas “disciplinarias” de penetraciones y de
castigos como fuente de placer, posición masoquista totalmente reñida con el
ideal de virilidad, es más frecuente de lo que generalmente se supone. De igual modo, si las convenciones vigentes pretenden un
varón experimentado que inicia y enseña los secretos del sexo a una mujer, la
“sabiduría” queda del lado de la mujer en el caso de la prostitución. La presencia del dinero no es un dato menor ni una presencia
contingente en el acuerdo. El pago garantiza que el deseo de la mujer quede
siempre en suspenso. Aun en aquellos casos en los que se aspira a que la
prostituta llegue al orgasmo como evidencia del placer recibido para exclusivo
beneficio del narcisismo del cliente, lo más anhelado por los varones -ser
objeto del deseo de una mujer- es lo más temido. La pasión sexual a precio fijo y por un lapso de tiempo
pautado, la condición de descartable convierte a la prostituta en prima hermana
de la esposa frígida. Ambas -frigidez y erotismo comprado- se encargan de
atenuar el temor del hombre al cuerpo y al deseo de la mujer. El diálogo entre la prostituta novata y la veterana lo
denuncia, así. -Ese hombre era tan buen mozo que me habría acostado con él
gratis. En http://www.mouvementdunid.org/les-clients-en-question-enqueste-d ir de putas hola maestro, me gustaría saber a donde puedo conseguir este libro, me parece sumamente interesante y más para un putero como yo jeje. saludos Con o sin psicoanálisis ESCRACHE SIN TREGUA A:
Feminismo. Psicoanálisis.
Del análisis de las entrevistas se pudieron extraer algunas conclusiones:
Ahora bien. Tal vez el dato más significativo que aporta la investigación es el
siguiente: el 75 % de los clientes se declaran insatisfechos en las relaciones
con las prostitutas. Un 59% se lamenta por padecer algún tipo de disfunción
sexual que incluye a la eyaculación precoz, la impotencia o a la dificultad
para eyacular.
La investigación de Bouamama es una fuente inagotable de datos que pueden ser
leídos desde diferentes disciplinas y que sería de gran utilidad replicar en
los demás países. Pero lo que me interesa señalar aquí es que las relaciones
sexuales con prostitutas (me refiero exclusivamente a aquellas en las que está
presente el intercambio de sexo por dinero) tanto refuerzan como desmienten los
estereotipos convencionales de aquello que se entiende por masculino y
femenino.
http://www.mouvementdunid.org/les-clients-en-question-etude
Por ricardo -
Friday, Dec. 18, 2009 at 9:01 PM
Por Carlos Dellepiane -
Saturday, Dec. 19, 2009 at 3:31 PM
tukudellepiane@hotmail.com
_FIOLOS Y FIOLAS
_TRATANTES Y TRATANTAS
_CAFICHOS Y MADAMAS
_"CLIENTES" Y "CLIENTAS"
_PORNOGRAFOS Y PORNOGRAFAS
_PROSTITUTOS DE LUJO Y PROSTITUTAS DE LUJO
_ESBIRROS MEDIATICOS E INTELECTUALES DE LA INDUSTRIA DEL SEXO Y LAS REDES DE TRATA
¡A DENUNCIAR Y DESMANTELAR SIN TREGUA LA RED DE COMPLICIDADES ESTATALES, EMPRESARIALES, POLICIALES, POLÍTICAS, JUDICIALES, MEDIÁTICAS Y CULTURALES CON LA ESCLAVITUD Y VEJACIÓN SISTEMÁTICA DE MILLONES DE MUJERES NIÑAS Y NIÑOS!
REBELDES! NI PUTXS NI SUMISXS