Julio López
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Bolivia Avatar
Por Fuente :Pablo Stefanoni / republicado ((i)) - Friday, Apr. 16, 2010 at 9:56 PM

La cumbre del clima de Cochabamba es una buena oportunidad para reflexionar a propósito de la coherencia entre los discursos y las acciones. Como la última película de James Cameron, para muchos militantes alterglobalizadores, los indígenas bolivianos serían hoy a los na’vis de Avatar, que se enfrentan heroicamente a una empresa minera que busca acabar con un árbol-mundo en el que habitan. Obviamente, para liberarse, los na’vis necesitaron de un héroe blanco, americano, etc.

Y Evo Morales contribuyó al nexo Bolivia-Avatar al elogiar al film como ejemplo de la resistencia al capitalismo. De hecho, Cameron fue invitado a la cumbre de la Llajta.
Pero sin debate serio, la cita podría ser el equivalente a los festivales de la juventud en los países del “socialismo real”, donde por unos días se simulaba que esas dictaduras eran el espacio de grandes debates, casi libres de censura, sobre los principales ejes de un mundo mejor. Bastaba que los jóvenes bienintencionados abandonaran Berlín oriental o Pyongyang para que las luces se apagaran y la obra terminara. En Bolivia el problema no es la falta de libertad sino el desinterés generalizado por discutir el modelo de desarrollo.
El discurso pachamámico, en este y otros puntos, no hace más que llevar los debates al terreno de la filosofía, una disciplina digna del máximo respeto excepto cuando se la usa como coartada para no abordar los problemas candentes que debemos enfrentar.
Días atrás circularon –sin grandes repercusiones, a excepción de una oportuna columna de Andrés Soliz Rada- datos sobre el escándalo de San Cristóbal: extracción masiva de agua –que podría dejar en la sequía a Nor Lípez- y míseros pagos de impuestos en “uno de los yacimientos de zinc, plomo y plata más grandes del mundo”.
Pero resulta aún más interesante un seguimiento del diario Cambio. El 8-4-2010, el matutino estatal informa que “Dañar la Madre Tierra es delito contra la humanidad”. Se señala que varias organizaciones pedirán que esa sea la tipificación del delito en el virtual Tribunal Climático, un equivalente a la Corte de la Haya para juzgar a los genocidas contra la naturaleza. Pero sin solución de continuidad –y sin ver contradicción alguna- el mismo diario informa al día siguiente: “Cantumarca, zona de emergencia”. Las aguas ácidas podrían llegar hasta el Pilcomayo. Mientras tanto, la Korea Resources Corporation (Kores) y el Ministerio de Minería se entusiasman con el tamaño de las vetas de cobre en Corocoro, que operará a cielo abierto. Y recientemente, el Gobierno desestimó discutir en la Cumbre nimiedades como los conflcitos socioambientales, porque empañarían el evento.
Sin duda, son los grandes países contaminantes (EE.UU., China…) los principales enemigos de la Madre Tierra, pero poco provechosa sería la cumbre si sólo sirviera para confirmar la (merecida) popularidad internacional de nuestro Presidente y para hacer anticapitalismo emotivo en una multitudinaria catarsis colectiva. La reprimarización creciente de la economía boliviana y el modelo extractivista en boga no debería estar fuera del debate, aunque ello conspire contra la imagen romántica de la Bolivia Avatar.



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Cinismo climatico
Por Luis Eduardo Siles - Saturday, Apr. 17, 2010 at 9:38 PM
luiseduardosiles@gmail.com

Hay demagogias de proporciones tan descomunales que pasan al ámbito del surrealismo, son imposturas al límite de lo diabólico, cinismos que necesitan algún nuevo superlativo.. Este es el caso de la la cruzada internacional a favor del medio ambiente y de la “madre tierra” que intenta presentar como su nueva identidad ideológica el señor Evo Morales, iniciativa que tiene una consistencia ética parecida a una convocatoria de Osama Bin Laden a la Paz mundial.

La producción de hoja de coca, sustento político, económico, y principal fuente de legitimidad presidencial, ha experimentado un crecimiento geométrico desde 2006, incluyendo el cultivo en casi todas las áreas protegidas, y es responsable de la mayor devastación de las tierras fértiles en Bolivia desde que los conquistadores españoles decidieron acabar a plan de incendios el manto vegetal altiplánico. A la esterilización producida por el arbusto, que imposibilita cultivos posteriores durante una década y cuya superficie aumento en nueve veces durante la presidencia de Morales hasta alcanzar hoy 50 000 hectáreas , se deben agregar la inmisericorde y descontrolada vertida de miles de litros de residuos altamente tóxicos de acido sulfúrico, cal viva y otros químicos, derivados de la masiva producción de cocaína que a migrado de sus lugares de producción en el oriente a zonas peri urbanas y rurales del occidente. Morales expulsó a la DEA, incluyó a la hoja de coca, sin la cual es obviamente imposible producir cocaína, en la Constitución y el canciller Choquehuanca propuso que los niños de Bolivia debieran tomarla en el desayuno en vez de la leche.

Esta devastación es gravísima e ilustra la hipocresía de un gobierno que vocifera sobre el agua como un derecho humano, por ejemplo, pero que permite que la minería transnacional contamine como nunca los acuíferos del altiplano y como en el caso de San Cristóbal en pocos años habrá consumido por si sola tales cantidades que habrá convertido el sur de Bolivia en un desierto hasta debajo de la superficie.

El “sagrado” lago Titicaca se ha convertido en una cloaca producto del derrame de aguas servidas que ha crecido sin que se haya definido una política pública sobre esta problemática que ha confinado la presencia piscícola a las áreas de granja y a las especies que aun toleran esta contaminación. En el carnaval de Oruro, bajo la etiqueta de respeto a las “culturas ancestrales” miles bailaron haciendo sonar instrumentos musicales y exhibiendo vestuarios hechos con especies en extinción sacrificadas expresamente ignorando no solo las leyes sino los ruegos de organizaciones medioambientalistas y ciudadanos.

Ufano de su relativo apoyo electoral, el gobierno seguirá sembrando las canchas de futbol de todo el país de césped sintético para que armonice con alfombra de basura plástica que acompaña al viajero a lo largo de todas las carreteras y que es la cotidianeidad de la mayoría de los pueblos, e incluso de ciudades como Oruro y Cochabamba. En esas condiciones presentarse con una careta medioambientalista es una desfachatez descomunal, una indecencia cínica y grotesca.

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