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Por ser mapuche
Por Fuente: Página 12 - Thursday, Jul. 08, 2010 at 2:23 AM

UNA HISTORICA INTOLERANCIA
Por Carlos Rodríguez
Desde Bariloche

En Bariloche, las diferencias sociales “vienen desde lejos”, aseguró el defensor del Pueblo de esta ciudad, Vicente Raúl Mazzaglia, quien desde hace 20 años llegó a esta zona del país. “La problemática es histórica. La más antigua es la de los pueblos originarios, especialmente con el pueblo mapuche.” Esta situación produce enfrentamientos muy grandes, que se advierten con sólo mirar el estado en que se encuentra el monumento a Julio Argentino Roca, ubicado frente al edificio de la Municipalidad. “Genocida” es la palabra que se puede leer, de uno y otro lado de la base sobre la que está la estatua de Roca, montado a caballo, en la llamada “Campaña del Desierto”, que concluyó con el exterminio de comunidades enteras que poblaban la Patagonia desde tiempo inmemorial.

“Yo tengo un hijo biológico, de mi panza, y otro adoptivo, que es de ascendencia mapuche. Esteban, mi hijo adoptivo, tuvo muchos problemas en la ciudad. A mi negro, dos por tres me lo llevaban preso, sin motivo alguno. Ahora anda por los 30 años, es adulto y se volvió al Alto, de donde me lo traje, porque no soporta vivir en una ciudad que lo discrimina en forma permanente.” Mara Bou, dirigente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), ha vivido y vive en carne propia la discriminación contra los pueblos originarios.

Después de los sucesos que terminaron con tres personas asesinadas por la policía, Mara Bou trata de evitar ir a la verdulería. “No puedo tolerar más las cosas que dicen el verdulero y los clientes sobre los chicos que viven en el Alto. Justifican la represión, las muertes, es muy duro de soportar y eso que yo estoy acostumbrada a recibir golpes por mi postura frente a este tipo de barbaridades.” Tal vez, por esas razones, Bariloche es una de las pocas ciudades del país que no tiene una fiesta de las colectividades en las que participen todos los grupos de inmigrantes que viven acá. Los suizos, los italianos, los alemanes, cada uno hace su fiesta, y es imposible que en ellas se mezcle algún chileno, boliviano o paraguayo, y mucho menos si es alguien con rasgos mapuches.

“Por esa historia que tenemos, es frecuente que a los chicos del Alto la policía los reprima o los ‘estimule’ a volverse para sus barrios, cuando pretenden pasar el límite que los separa de los barrios bajos”, precisó Mazzaglia. “El mix de gente que tenemos acá tiene posturas que, algunas veces, son irreconciliables. Para mí, aceptar que (el criminal de guerra nazi) Priebke era un ‘buen vecino’, como decían los que lo defendieron cuando se pidió su extradición, era y es algo irreconciliable”, admitió el propio defensor del Pueblo. “Es lo mismo que aceptar esta posición binaria de policías o chorros”, que levantan los vecinos de Bariloche que viven en la zona céntrica de la ciudad. “Por eso me parece inaceptable que cuando hubo tres muertes (las de Diego Bonnefoi, Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas), una atribuida directamente a la policía y las otras dos que apuntan hacia el mismo lado, se hayan realizado marchas a favor de los uniformados que fueron encabezadas por los patrulleros. Lo mínimo que correspondía era guardar un silencio cauto.”

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Bariloche: Lo que nadie quiere es esta policía
Por Avkin Pivke Mapu-Komunikación MapuChe - Friday, Jul. 09, 2010 at 5:04 PM
avkinpivkemapu@yahoo.com.ar

Mario Cayún, de 23 años, no participó de la protesta del viernes. Pero cuando salió de un supermercado un efectivo lo molió a palos. “Si no te tirás al piso te quemo, te mato, mierda”. Mientras, el joven sintió el frío del caño del arma en su frente. A pesar de eso, el policía lo tomó del pelo y le dio el primer puntapié de una “sesión” de golpes que comenzó a las 17.30 y terminó pasadas las 22 del viernes. “Me siguió pateando y ahí fue que me fracturó el brazo”, dijo Cayún. El joven Mapuche es uno de los cuatro vecinos de Bariloche que presentaron un hábeas corpus tras sufrir apremios ilegales.

Por Carlos Rodríguez - Diario Pagina/12

Esta semana se presentaron cuatro hábeas corpus preventivos en favor de personas que sufrieron apremios ilegales, golpes y lesiones de distinta gravedad por el accionar policial para reprimir las marchas de protesta realizadas la semana pasada, en esta ciudad, para pedir justicia por el homicidio del joven Diego Bonnefoi. Además de las muertes de Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas, ocurridas durante esas manifestaciones, hubo decenas de heridos civiles por el accionar del grupo antimotines BORA de la policía rionegrina, pero muchos no se atrevieron todavía a realizar las denuncias. Uno de los lesionados que se animó a hacerlo fue Mario Cayún, de 23 años, quien sufrió la fractura de su brazo izquierdo cuando fue golpeado por un agente del BORA, uniformado y con un arma larga en las manos, quien lo arrojó al piso, lo insultó y le produjo lesiones que le demandarán una recuperación de varios meses. “Lo peor de todo es que yo no estaba en la manifestación. Me agarraron cuando salía del supermercado”, le aseguró Cayún a Página/12.

Como otros vecinos de la zona del Alto, Cayún encontró refugio en la Multisectorial contra la Represión, que se reúne a diario para analizar los pasos a seguir. Cayún, con su brazo enyesado, le dijo a este diario que a él lo detuvo un efectivo del BORA cuando salía del supermercado La Anónima, en Gallardo y Onelli, a unas diez cuadras del lugar donde ocurrieron los incidentes más graves, en una de las manifestaciones realizadas el viernes pasado. “El viernes no participé ni de la marcha ni de las asambleas que se hicieron ese día. Yo había salido de mi casa para ir al supermercado. Había ido al baño y cuando salí un policía me apuntaba con un arma. Le pregunté qué pasaba y me dijo: ‘Tirate al piso, mierda’”.

Cuando Cayún insistió en saber las razones del maltrato, la respuesta del policía fue subiendo de tono: “Si no te tirás al piso te quemo, te mato, mierda”. Mientras escuchaba esas palabras, el joven sintió el frío del caño del arma en su frente, resolvió “hacerle caso” y se tiró al suelo. A pesar de eso, el policía lo tomó del pelo y le dio el primer puntapié de una “sesión” que comenzó a las 17.30 y terminó pasadas las 22 del viernes. “Aunque ya estaba en el suelo, como él quería, igual me siguió pateando y ahí fue que me fracturó el brazo”, dijo Cayún, cuyo relato se hizo lento, pausado, como si tomara fuerzas para seguir contando lo que le tocó vivir. “Yo le dije varias veces que me dolía mucho el brazo, pero él me siguió golpeando como si nada. Incluso, como yo me quejaba mucho, se enojó más y me puso un pie sobre la espalda y me empezó a pisar las dos manos, como si me quisiera quebrar todos los dedos. Me empezó a pisar la espalda con todo el peso de su cuerpo encima mío y me dejaba casi sin aire. Yo le pedía por favor que no me golpeara más, pero no me hacía caso.” Cayún tiene el brazo enyesado desde la mano izquierda hasta arriba del codo y un hematoma que le cubre hasta el hombro. En la espalda tiene también huellas del castigo recibido de parte del policía del BORA, que luego lo llevó detenido a la comisaría segunda, junto con otras doce personas.

“Nunca me resistí a que me detuviera, nunca me pidió los documentos para identificarme. Yo los llevaba encima, pero no me los pidió. El policía era del BORA, yo lo identifiqué por la ropa que usan y tenía un gorro puesto en la cabeza, pero llevaba el rostro descubierto. El tipo, mientras me golpeada, me decía que no lo mirara a la cara”, sostuvo Cayún. Mientras lo llevaban a la comisaría lo siguieron golpeando, “aunque ya era evidente que tenía el brazo muy lesionado, con una fractura, y aunque yo les rogaba que no me siguieran pegando”. Una vez en la comisaría segunda, “a los golpes le sumaron el maltrato psicológico constante. Como yo gritaba de dolor, me decían: ‘Callate, putito, maricón, callate, no seas bocón’”.

“Yo les empecé a pedir que llamaran a un médico porque tenía muy dolorido el brazo, pero no me hacían caso. Después de un largo rato, me llevaron al hospital de Bariloche, pero no me atendieron y me llevaron de vuelta a una comisaría, esta vez a la 27, donde me siguieron golpeando otro largo rato, hasta que finalmente me llevaron de nuevo al hospital y allí me atendieron.” Cayún fue uno de los dos detenidos que estaban en el Hospital Ramón Carrillo de esta ciudad y que fueron dejados en libertad, cerca de las diez de la noche, por decisión del juez Martín Lozada.

Ese día, el magistrado le había comentado a este diario que dejó en libertad a los dos heridos porque en la Argentina “ya tenemos bastante con el caso Walter Bulacio”, en relación con el chico que murió en Buenos Aires, en un hospital, luego de sufrir una detención arbitraria de la Policía Federal, durante un recital de Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota. Cayún admite que todavía tiene “mucho miedo, por momentos, pero quiero hacer la denuncia porque es falsa esa discusión ‘policía sí, policía no’. Lo que nadie quiere es esta policía. Hay que reformarla, hay que cambiarla, porque así como está, no podemos vivir. No nos deja vivir en paz”.

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