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¿Qué nos queda?
Por Candela de la Vega* / Grupo Mayo - Thursday, Jul. 15, 2010 at 1:50 AM

“Pero para ello debemos crear las fuerzas políticas y sociales dispuestas a llevarlo adelante. Hoy no las tenemos. Para eso hay que estar dentro del proceso y no afuera, del otro lado de la raya. Es decir del lado de la oligarquía tirando piedras. Pero, y esta es una razón muy dura, nada hay hoy a la izquierda de los Kirchner en lo real. Nada real existe construido a la izquierda. Podemos expresar ideas, proyectos, programas que se ubican a la izquierda de los Kirchner, eso es cierto. ¿Pero podemos aplicarlos? ¿Podemos llevarlos al gobierno? ¿Podemos disputar poder, en verdad? Por supuesto que no. Todo lo que está en condiciones de disputarle el poder al kirchnerismo está a su derecha, y se está uniendo para cerrar el pequeño camino de desarrollo que se ha recorrido desde la rebelión popular de diciembre hasta hoy. En particular quieren cerrar el retorno al crecimiento de la economía y del Estado que ambos gobiernos Kirchneristas lograron y vienen profundizando. Y eso es intolerable para el poder oligárquico y multinacional de la Argentina sojizada y privatizada”
Alberto Lapolla

Qué tan dura suenan esas palabras que afirman que nada real existe construido a la izquierda del kirchnerismo o que todo se reduce a meras enunciaciones de programas o proyectos. Qué más duro es concluir que, antes de proponernos construir poder real a la izquierda, la única opción que nos queda es unirnos al kirchnerismo en pos de derrotar ese enemigo común que nos une: la derecha. El factor común que une a la izquierda y el kichnerismo es la oposición a la derecha. Célebre operación argumentativa que no nos deja más salida que una alianza estratégica e instrumental con el kirchnerismo. ¿Qué nos queda ante semejante lectura? Primero, deconstruirla.
Varias lecturas sobre el kichnerismo lo ubican como el eje conductor de la salida a la crisis del 2001 en nuestro país. Es más, a partir de ese momento se señala una ruptura casi total con las décadas anteriores en términos de orientaciones y opciones políticas y socioeconómicas. Sin embargo, los sucesos durante los casi 10 años que después transcurrieron nos permiten tener una perspectiva diferente de lo que ese momento dinamitante generó en el campo popular y también en los sectores intelectuales, empezando por relativizar ese corte tajante en las políticas de gobierno.
Es que el capital, por sus inherentes contradicciones, funciona y es empujado por crisis periódicas. Las crisis le hacen evidentes los desfasajes y desperfectos y le permiten diseñar nuevos mecanismos que le den estabilidad. Las crisis son la oportunidad de introducir nuevos ajustes, nuevos arreglos entre las fuerzas sociales. Crisis-estabilidad-crisis: el ciclo del capital. El Estado no es ajeno a esta dinámica porque -sin poder eludir la centralidad de la estatalidad en la lógica del capital- las crisis también le representan un momento para rediseñarse. En un ejercicio, pensemos cuándo sino las instituciones y organizaciones estatales se han auto-suministrado profundos cambios en su estructura.
El Estado argentino pos crisis 2001 muestra esta capacidad de darse nuevas formas institucionales, nuevos lugares sociales, nuevos marcos de negociación; ha refinado su forma de relacionarse con los sectores populares y ha repensado su relación con los sectores más conservadores. Tal renovación es necesaria para la supervivencia misma del Estado; si no, posiblemente ese “que se vayan todos” que resonó en 2001 hubiese sido el golpe final. En ese volver a hacerse ha cedido lugares y posiciones, ha dado lugar a demandas y reclamos populares. No por bueno –en términos de moralidad-, está claro; ni tampoco por solidarizarse con el pueblo. Todo Estado, dentro de una sociedad capitalista, no tiene otra salida que morigerar el conflicto social que se desata ante la inflación de permanentes contradicciones.
Por lo tanto, las políticas sociales, las transferencias de recursos, los intentos de una distribución más equitativa del ingreso, no son medidas que nacen de la gracia y bondad estatal. Son fruto de la lucha sostenida en un punto casi desequilibrante para el mismo Estado y para el sistema del capital en su conjunto. No es el agradecimiento lo que une al pueblo con aquél gobierno que toma medidas que le favorecen. Las batallas que hay detrás de esas políticas, las “batallas medulares”, son batallas del pueblo, no del gobierno. Las políticas sociales son conquistas populares que los aparatos estatales dejan andar en la medida que le permitan controlar y regular conflictos sociales que los amenacen o desestabilicen.
En este sentido, defender una política social como puede ser la Asignación Universal por Hijo o la Ley de Medios no implica necesariamente defender o apoyar a la coalición de funcionarios públicos que permitió que prosperaran en el interior de las instituciones estatales. Ni tampoco quiere decir que ese autor, persona o gobierno, sea el origen social de la fuerza que lo impone. Las políticas sociales no son activos del gobierno ni es en una relación de gracia que debemos aplaudirlos. A pesar de sus falencias o imperfecciones, las políticas sociales son conquistas de un pueblo que lucha, que protesta, que reclama, que hace visible e insoportable la pobreza e injusticia en la que vive. A la izquierda no se le cae la cara por aplaudir las acciones del pueblo y para el pueblo; no del gobierno.
Los Estados capitalistas viven en esta eterna contradicción de ser orgánicos al régimen total del capital (no a los de determinadas empresas o “fracciones” de la clase dominante) y crear treguas con el conflicto social mediante concesiones que, miradas aisladamente o coyunturalmente, pueden parecer favorables genuinamente a los sectores populares. Ahora bien, es la realidad del mundo capitalista la que engendra contradicciones y las reproduce en múltiples ámbitos de la vida social. Esto no quiere decir que las luchas o propuesta de emancipación social también lo deban ser. Antes más bien tendremos que imprimirle más contradicciones al sistema para que explote, pero no ser nosotros los contradictorios. Las contradicciones dentro de la izquierda se han pagado muy caras en términos de acumulación de procesos de lucha. Que la sociedad capitalista sea contradictoria no debiera justificar nuestros errores y desaciertos. Porque, a pesar de que esta sociedad y su lógica nos atraviesen, nosotros intentamos estar atentos a esas contradicciones.
Y contradicción es hacer aparecer a la derecha como el enemigo común del kirchnerismo y la izquierda, para luego proclamar necesaria y urgente una unión entre ellas. Por un lado, la derecha no es un actor externo, compactadamente separado del Estado. La derecha está también en posiciones del Estado. Tampoco el Estado se “deja someter o no” por la derecha; podríamos decir lo mismo de las luchas del campo popular. No es el Estado, como aparato y estructura del capital quien somete a otros; es la relación de clase y expropiación la que, institucionalizada, reproducida, potenciada o limitada en los mecanismos y dispositivos del Estado, habilita que unas clases sociales sometan a otras.
Por otro lado, podemos tener enemigos comunes y proyectos políticos muy distintos. Nadie ni nada garantiza la unión en el odio. Y si los proyectos son distintos, tampoco se deduce necesariamente que aquél que hoy se une por enemigo común no vaya a declararnos la guerra en tiempos futuros. ¿Por qué declarar entonces al kichnerismo como “el mejor camino posible” nunca antes ocurrido? ¿Por qué la urgencia de “atarse” a ese camino?
Uno no se ata o se desata al camino, lo hace. No aprovechamos las circunstancias objetivas y las tomamos; las hacemos. El kirchnerismo no es una cosa que “está hoy” y sobre lo que hay que decidir si lo tomamos o lo dejamos. El campo popular tiene mucho más que ofrecer que una alianza con el kirchnerismo. No somos un puñado de gente que nos aumentamos o nos restamos a otros. Somos un proyecto del cual no puede proclamarse su cumplimiento o no según sea su traducción en las instituciones “democráticas” (adaptación poco feliz de la palabra, si con ella se califica a las nuestras, aún cuando se las compare con las de los gobiernos militares). No somos sólo palabras bonitas. Y por ello, nos queda mucho más por hacer.

* Integrante del Colectivo de investigación “El llano” y militante del Colectivo Villa La Lonja en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba.

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igualito al anden, no?
Por pedro - Friday, Jul. 16, 2010 at 2:29 PM

igualito al manifiesto del anden, no? menos mal que existe izquierda autonoma en serio en cordoba, yo pense que todos se habian pasado para el otro bando, menos mal que leo esto de alguien del EO, sino ya no sabia que pensar... no a las salidas burguesas! si a la independencia de clase!

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lee bien
Por lector - Tuesday, Jul. 20, 2010 at 11:19 AM

Al cumpa que comento antes le pido que lea de nuevo, me parece que el apuro por criticar no te permite ni un instante de reflexión. Leelo bien, de buena onda va este comentario, me parece que el texto va mas alla de eso, ees justamente lo que critica, y piensa un poco mas alla del pupo cordobes.

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